Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
103
El film
llegó a su fin para lamento de Maca, que con Esther entre sus brazos no pensaba
en nada más que en que el tiempo se detuviera. La había notado inquieta desde
la cena, y pensó que quizá, había abusado en la libertad de besarla durante
todo el día, así que cuando quiso volver a hacerlo se contuvo, y simplemente le
pidió que la dejara abrazarla. La calma y la tempestad que sentía a su lado
eran únicas e irremplazables, y aunque no quería pensar en nada más que no
fuera ese “ahora”, no le pasaba por alto que se había enamorado de aquella
mujer tan peculiar e inalcanzable, cuyo camino hacia el futuro de una relación
parecía improbable. A diferencia de lo que le pasaba a Esther, el hecho de
pensar en perderla llegadas a ese punto, a Maca la impulsaba a la temeridad, a
las ansias sin descanso de querer retenerla a su lado, y a jugarse el todo por
el todo con tal de alcanzarla.
- Bea
se ha dormido -susurró Kate desde el otro diván-. ¿Qué os ha parecido? ¿Os ha
gustado?
- A
mí sí -contestó Maca también en voz baja-.
- Y
a mí –respondió Esther separándose de Maca-.
- ¡Genial!
–dijo Kate y acto seguido acarició a su mujer y la despertó con cariño-. Mi
amor, vámonos a la cama, ¿sí?
- Mmm…-contentó
Bea, tratando de despertarse-.
A Kate una
sonrisa muy especial se le posó en el rostro. A Esther el corazón pareció que
se le paraba, aquellos gestos, aquella mirada, aquella sonrisa de un amor
cómplice, sincero y perdurable, le recordó la misma felicidad que ella misma
había sentido cuando contemplaba a Maca acostada a su lado. Sin poder evitarlo,
se puso en pie dejando de mirarlas.
- Voy
subiendo, necesito ir al baño -anunció Esther dirigiéndose a todas y a ninguna
en particular-. Buenas noches Kate, hasta mañana.
- Buenas
noches preciosa, que descanses –le contestó Kate y siguió con su osita
particular que no quería despertarse-. Siempre me hace lo mismo, le cuesta
horrores despertarse una vez se queda frita en el sofá, pero a mí me encanta
–le dijo a Maca con una sonrisa-.
Maca
envidió aquella felicidad, aquel dos en uno reflejado en lo más cotidiano. Kate
era tan, tan bicho, alocada y hormonal, que verla en aquella tesitura chocaba
inevitablemente a quien podía presenciar aquellos momentos únicos que barrían
de cuajo las diferencias entre las personalidades de Bea y Kate.
- ¿Supongo,
que no necesitas mi ayuda, no? –dijo finalmente Maca mientras Bea se acurrucaba
más contra Kate incapaz de despertar, y ésta sonreía y le daba besos por toda
la cara hablándole suavemente para despertarla-.
- Creo
que me las apañaré… jaja… -le dijo Kate-. ¡Buenas noches, socia!
- ¡Buenas
noches! ¡Qué descanséis! –se despidió Maca de ellas y subió las escaleras con
aquella sensación timbrándole en el cuerpo-.
Cuando
llegó a la habitación, Esther estaba en el cuarto de baño. Maca iba a golpear
en la puerta, sabía que algo pasaba, pero se detuvo a tiempo. Esther también
tenía derecho a tener sus momentos de intimidad, tener sus propios tiempos, y
lo quisiera o no, aquella situación de vivir una relación tan estrecha ante los
ojos de aquellas dos desconocidas, tenía que ser un trabajo complejo para
cualquiera. Al fin y al cabo, Esther no sentía lo que ella estaba sintiendo, se
recordó Maca, y acto seguido empezó a ponerse el pijama para no dar la
impresión de que esperaba algo más de ella.
Conciencia de Maca: ¿qué estás
haciendo?
Maca: ¿tú qué crees? –le contestó
Maca mientras se terminaba de poner la camiseta de manga corta del pijama-.
Conciencia de Maca: ¡Pero si
llevas todo el día pensando en este momento! ¿Es qué no tienes ganas de saber
si lo de ayer fue pura casualidad o si ya estás totalmente recuperada?... Ya me
entiendes… ¿ saber si puedes hacer el amor con ella abiertamente?
Maca: ¡Claro que quiero! –le
contestó Maca dando un suspiro, mientras se dejaba caer en la cama-.
Conciencia de Maca: ¿Entonces?
¿Para qué coño te pones el pijama sin que ella pueda ver que te desnudas?
¡Quedamos en jugar todas nuestras bazas!
Maca: Lo sé, ya lo sé… pero algo
pasa, y no quiero que se sienta incómoda conmigo, o que de repente se sienta en
la obligación de darme cama sólo porque yo he vuelto a despertar mis instintos.
Conciencia de Maca: Maca… siento
ser yo quien te lo recuerde, pero a parte de ser su trabajo, Esther parece una
persona tan sexual como tú, y que yo sepa no parece no disfrutar la intimidad
contigo cuando se la has proporcionado.
Maca se
sentó en la cama antes de contestar.
Maca: Por eso mismo, quiero evitar
que piense que conmigo “trabaja”… necesito que cuando surja de nuevo la pasión
entre nosotras, sea recíproca, que ella me desee tanto como la deseo yo. Es ahí
donde veremos si he vuelto o no, y si es así, espero estar a la altura, porque
necesito quedarme en ella para siempre.
Su
conciencia ya no añadió nada más. A pesar del deseo y lo mucho que quería estar
con Esther, Maca se mostraba tan firme en sus pensamientos, que hubiera sido
inútil insistir en cambiarla de opinión. Maca se puso una chaqueta de chándal y
abrió la ventana para mirar por ella una vez más. El cielo estaba raso, el
sonido nocturno era tranquilizador como la oscuridad de aquella noche suavizada
por estrellas, cerró los ojos y respiró profundamente todo el aire fresco del
que fue capaz.
- Esther,
si supieras cuanto necesito que no puedas prescindir de mí, que me quieras
contigo –dijo Maca en un suspiró hacia el vacío, desahogando su temor y su
anhelo más hondo-.
Tratando
de volver a equilibrarse, permaneció unos minutos más recibiendo aquel aire
fresco en la cara. Esther finalmente salió del baño. Maca cerró los ojos al
escuchar la puerta, sabía lo que debía hacer, pero era tanto lo que deseaba
fundirse en aquella piel y tanto lo que había esperado para perder de vista su
miedo de volver a entregarse sin temor, que por mucho que quería evitarlo no
estaba segura de tener consigo todas las fuerzas necesarias.
“¡Ella es más importante que tú!”
se dijo en silencio, y volvió a abrir los ojos sin perder de vista cuáles eran
sus prioridades. Se obligó a sonreír despreocupadamente antes de volverse hacia
Esther.
- No
hay ni una nube… refresca un poco, pero el sonido de la noche hace que merezca
la pena asomarse –le dijo Maca volviéndose a mirar a Esther-.
Esther se
le quedó mirando con cierto temor, pero al ver su sonrisa cálida, el nudo de su
estomago pareció aflojar un poco. Maca ya se había puesto el pijama, al igual que
ella había hecho en el baño. Saber que la perturbación de verla desnuda no se
produciría la tranquilizó en cierto modo. En silencio se acercó a donde Maca se
hallaba.
- ¡Es
cierto! ¡Tiene un efecto relajante! –añadió Esther tras pararse a su lado a
respirar el aire fresco y escuchar la sinfonía de las hojas, los grillos, el
viento…-.
- Ten,
sino cogerás frío –le dijo Maca mientras le cubría el cuerpo con una fina manta
que había en el sillón-.
- Gracias
–le contestó Esther-.
Las dos
permanecieron en silencio un poco más. Maca no trató de abrazarla, ni tan
siquiera de tocarla, y Esther empezó a preguntarse por qué aquella mujer era
tan distinta a las demás, por qué a pesar de notar toda esa vitalidad que
emanaba de ella, toda esa pasión profunda que sin duda podría llegar a dar, era
capaz de tener gestos como aquellos… percibir sus temores y ausencias con tanta
claridad, ser capaz de respetarla más allá de lo que ella misma se respetaba.
- Será
mejor que nos acostemos, si seguimos mucho rato recibiendo este fresquito creo
que terminaremos resfriándonos, además es tarde y mañana seguramente tendré que
trabajar con Kate y Bea –dijo Maca con serenidad-.
- Sí,
es verdad –reconoció Esther y observó a Maca mientras se dedicaba a cerrar la
ventana-.
“¿Por qué
te deseo tanto, y aún así, me da miedo tocarte?”, se preguntó Esther, que
nadaba en una confusión permanente entre sus dos dualidades. Por un lado,
quería dejarse llevar, se veía fuerte, coqueta y segura de sí misma… por otra
le temblaban las piernas, se derretía ante su voz, un miedo atroz se instauraba
en sus venas y sólo sentía la necesidad de alejarse, huir. “¿Por qué?”, volvió
a preguntarse.
- ¿Estás
bien? –le preguntó Maca al volverse hacia ella y contemplarla tan quieta-.
- ¡Eh!
Sí, sí… es sólo que estoy cansada, nada más –le aseguró Esther-.
- Pues
para eso sólo conozco un remedio -le dijo Maca con una sonrisa y a Esther la
imagen de aquella boca la traspasó-… dormir. ¡Anda ven!
Maca la
condujo de la mano hasta la cama, la arropó y apagó la luz, luego fue un
momento al baño y tras unos minutos volvió con ella. Se coló entre las sábanas
y dudó entre si debía acercarse a Esther o no, por suerte para ella, Esther
tomó la decisión. Entre la oscuridad cogió su brazo y lo apartó para colarse
entre ellos, apoyó la cabeza en aquel pecho en el que había descansado durante
la película y Maca la cobijó. No hubo palabras, caricias o besos… sólo aquel
gesto silencioso que inundó a Maca de esperanza quieta.
104
Sueño de Esther:
“Su presencia lo llenaba todo.
Esther sintió que su cuerpo temblaba al igual que la tierra lo hacía con el
repicar de los cascos del caballo sobre el que Maca cabalgaba rumbo hacia ella.
Su pelo al viento, su gran sonrisa, y aquella camisa blanca que dejaba
sensualmente su garganta al viento, mientras sus pechos bailaban al son de
aquel trote señorial. Esther apenas podía moverse, su sola imagen era un
torrente de agua desbordándole la piel.
- Demos una vuelta -le dijo Maca
tendiéndole una mano para ayudarla a montar a aquel animal magnánimo-.
Esther no supo porque no se negó,
quizá aquella sonrisa blanca, aquel antebrazo fuerte al cual se había sujetado
para subir, o aquella fuerza vital que toda aquella mujer desprendida había
sido demasiado para pensar en no aceptar.
- Sujétate aquí -le indicó Maca-.
Y al hacerlo, recorrió sus brazos
con una lenta caricia, hasta alcanzar sus manos temblorosas y guiarlas hacia
las riendas del caballo. La piel se había trasformado a su paso, en receptores
sensibles en máxima alerta. El pulso se le disparó cuando Maca apretó el pecho
contra su espalda, sujetó con firmeza las riendas y de un movimiento seco,
espoleó al bello animal que sintiendo su impulso de libertad salió al galope
con ellas en lo alto.”
Sueño de Maca:
“La pista de baile estaba a
oscuras, sólo las pocas luces danzantes se posaban por breves espacios de
tiempo en lugares inconexos y al azar entre la multitud. Maca no tardó en
divisarla, era única, irremplazable. Su cuerpo tenía lo bello y lo grácil de lo
natural, y con cada golpe de sonido azotaba su deseo mientras al son de la
música la veía sumergirse en movimientos sensuales y a compás. Como un imán,
sus pasos fueron atraídos hacia ella, y al llegar su sonrisa perversa la hizo
temblar de los pies a la cabeza. Intentó acercarse, pero Esther la detuvo
poniéndole una mano en el pecho en señal de “stop”. Allí, varada cual pelele,
contempló aquellas caderas moverse mientras sentía que la sangre le hervía, y
su ansiedad crecía haciéndole perder la razón.
De pronto, Esther se le acercó…
cogió aquellas manos ávidas por tocar, y las condujo hacia su propia cintura.
Maca casi gimió al sentir como la espalda de aquella mujer se aplastaba contra
su pecho dándole calor. La tortura era tan agradable, que cerró los ojos y se
dejó acunar por la fragancia de aquel cabello y la sensualidad de aquel cuerpo
atronador que la guiaba”
Sueño de Esther:
El galope se había convertido en
un suave trote a escasos metros de la orilla de un río. Los árboles parecían
hablar atizados por la suave brisa, y Esther agradeció que aquel sonido
ocultara los latidos amplificados de su corazón cuando Maca retiró con la mano
su cabello y empezó a depositar húmedos besos por su cuello. Esther cerró los
ojos y gimió, Maca entonces le rodeó la cintura y la estrechó contra sí
marcando su posesión. Aquello era una locura, el deseo subía por su piel como
la espuma lo hace por el cuello de una botella de champán.
- Maca… -susurró como última
esperanza de detener lo imparable-.
Pero Maca deslizó una mano por
debajo de su suéter y empezó a acariciar su piel sin dejarla respirar.
Sueño de Maca:
La locura se desató, sin querer
mordió sin avisar a Esther en el cuello haciendo que ésta soltara un leve quejido.
- Maca… -pronunció Esther-.
Y Maca sintió que todo el calor
que habitaba en ella, rugía quemándola por entero. Deslizó una mano por su
vientre, la necesidad de piel era atronadora para sus sentidos.
- Aquí, no… no puedo –suplicó
Esther-.
- Sí, sí puedes -le aseguró Maca, y
levemente la hizo volverse apenas lo necesario para atrapar su boca-.
El tiempo pareció detenerse
ahogado por la saliva receptora que las acompañaba. Sus lenguas se acariciaron
entre sí, para luego abandonarse en alza de un gemido ahogado que compartieron
cuando Maca introdujo su mano en el pantalón de Esther, la humedad se hizo
omnipresente entre ellas dos.
Sueño de Esther:
- Maca, me caeré… -le suplicó
Esther-.
Pero como toda respuesta obtuvo el
cercamiento de un brazo de Maca sujetándola con fuerza, mientras los dedos de
su otra mano viajaban ligeros por sus pliegues henchidos. La musculatura del
caballo se confundió con la de sus muslos al sentir que no podría contener el
orgasmo al que aquella mujer le conduciría sin lugar a dudas. Abandonada al
desenfreno, Esther deslizó una de sus manos hacia la cadera de Maca, quería
sentirla cerca, muy cerca… y la estrujó contra ella haciéndola gemir.
- Esther -la llamó Maca, antes de
rendirse al deseo y esconder su rostro en aquel cabello que olía a frutas y
algodón-.
La brisa parecía haberse detenido,
en su lugar, finas gotas de sudor empezaron a posarse en sus respectivas
espaldas.
Sueño de Maca:
La necesidad de escucharla gemir,
gritar… se apoderó por un momento de su alma. Quería darle todo el placer que
estuviera en su mano, sin importarle el lugar, el cómo ni el cuándo, sin
embargo los muslos de Esther estaban contraídos por el esfuerzo de mantenerse
en pie, coaptando su libertad de movimiento…
….
De pronto
el sonido estrepitoso de unos cuantos golpes retumbó en los oídos de las dos...
- PUMMMM,
PUMMM, PUMMMMMM…. ¡ARRIBA DORMILONASSSSSSSSSSS! –gritó Kate desde la puerta-.
Esther
abrió los ojos como pudo entre la excitación no culminada, el sobresalto y la
incredulidad de los acontecimientos. Maca se quedó paralizada, con el corazón
latiéndole en la boca, el aliento apagado y una mano perdida en un lugar que no
le pertenecía y que no sabría explicar llegado el momento.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
103
El film
llegó a su fin para lamento de Maca, que con Esther entre sus brazos no pensaba
en nada más que en que el tiempo se detuviera. La había notado inquieta desde
la cena, y pensó que quizá, había abusado en la libertad de besarla durante
todo el día, así que cuando quiso volver a hacerlo se contuvo, y simplemente le
pidió que la dejara abrazarla. La calma y la tempestad que sentía a su lado
eran únicas e irremplazables, y aunque no quería pensar en nada más que no
fuera ese “ahora”, no le pasaba por alto que se había enamorado de aquella
mujer tan peculiar e inalcanzable, cuyo camino hacia el futuro de una relación
parecía improbable. A diferencia de lo que le pasaba a Esther, el hecho de
pensar en perderla llegadas a ese punto, a Maca la impulsaba a la temeridad, a
las ansias sin descanso de querer retenerla a su lado, y a jugarse el todo por
el todo con tal de alcanzarla.
- Bea
se ha dormido -susurró Kate desde el otro diván-. ¿Qué os ha parecido? ¿Os ha
gustado?
- A
mí sí -contestó Maca también en voz baja-.
- Y
a mí –respondió Esther separándose de Maca-.
- ¡Genial!
–dijo Kate y acto seguido acarició a su mujer y la despertó con cariño-. Mi
amor, vámonos a la cama, ¿sí?
- Mmm…-contentó
Bea, tratando de despertarse-.
A Kate una
sonrisa muy especial se le posó en el rostro. A Esther el corazón pareció que
se le paraba, aquellos gestos, aquella mirada, aquella sonrisa de un amor
cómplice, sincero y perdurable, le recordó la misma felicidad que ella misma
había sentido cuando contemplaba a Maca acostada a su lado. Sin poder evitarlo,
se puso en pie dejando de mirarlas.
- Voy
subiendo, necesito ir al baño -anunció Esther dirigiéndose a todas y a ninguna
en particular-. Buenas noches Kate, hasta mañana.
- Buenas
noches preciosa, que descanses –le contestó Kate y siguió con su osita
particular que no quería despertarse-. Siempre me hace lo mismo, le cuesta
horrores despertarse una vez se queda frita en el sofá, pero a mí me encanta
–le dijo a Maca con una sonrisa-.
Maca
envidió aquella felicidad, aquel dos en uno reflejado en lo más cotidiano. Kate
era tan, tan bicho, alocada y hormonal, que verla en aquella tesitura chocaba
inevitablemente a quien podía presenciar aquellos momentos únicos que barrían
de cuajo las diferencias entre las personalidades de Bea y Kate.
- ¿Supongo,
que no necesitas mi ayuda, no? –dijo finalmente Maca mientras Bea se acurrucaba
más contra Kate incapaz de despertar, y ésta sonreía y le daba besos por toda
la cara hablándole suavemente para despertarla-.
- Creo
que me las apañaré… jaja… -le dijo Kate-. ¡Buenas noches, socia!
- ¡Buenas
noches! ¡Qué descanséis! –se despidió Maca de ellas y subió las escaleras con
aquella sensación timbrándole en el cuerpo-.
Cuando
llegó a la habitación, Esther estaba en el cuarto de baño. Maca iba a golpear
en la puerta, sabía que algo pasaba, pero se detuvo a tiempo. Esther también
tenía derecho a tener sus momentos de intimidad, tener sus propios tiempos, y
lo quisiera o no, aquella situación de vivir una relación tan estrecha ante los
ojos de aquellas dos desconocidas, tenía que ser un trabajo complejo para
cualquiera. Al fin y al cabo, Esther no sentía lo que ella estaba sintiendo, se
recordó Maca, y acto seguido empezó a ponerse el pijama para no dar la
impresión de que esperaba algo más de ella.
Conciencia de Maca: ¿qué estás
haciendo?
Maca: ¿tú qué crees? –le contestó
Maca mientras se terminaba de poner la camiseta de manga corta del pijama-.
Conciencia de Maca: ¡Pero si
llevas todo el día pensando en este momento! ¿Es qué no tienes ganas de saber
si lo de ayer fue pura casualidad o si ya estás totalmente recuperada?... Ya me
entiendes… ¿ saber si puedes hacer el amor con ella abiertamente?
Maca: ¡Claro que quiero! –le
contestó Maca dando un suspiro, mientras se dejaba caer en la cama-.
Conciencia de Maca: ¿Entonces?
¿Para qué coño te pones el pijama sin que ella pueda ver que te desnudas?
¡Quedamos en jugar todas nuestras bazas!
Maca: Lo sé, ya lo sé… pero algo
pasa, y no quiero que se sienta incómoda conmigo, o que de repente se sienta en
la obligación de darme cama sólo porque yo he vuelto a despertar mis instintos.
Conciencia de Maca: Maca… siento
ser yo quien te lo recuerde, pero a parte de ser su trabajo, Esther parece una
persona tan sexual como tú, y que yo sepa no parece no disfrutar la intimidad
contigo cuando se la has proporcionado.
Maca se
sentó en la cama antes de contestar.
Maca: Por eso mismo, quiero evitar
que piense que conmigo “trabaja”… necesito que cuando surja de nuevo la pasión
entre nosotras, sea recíproca, que ella me desee tanto como la deseo yo. Es ahí
donde veremos si he vuelto o no, y si es así, espero estar a la altura, porque
necesito quedarme en ella para siempre.
Su
conciencia ya no añadió nada más. A pesar del deseo y lo mucho que quería estar
con Esther, Maca se mostraba tan firme en sus pensamientos, que hubiera sido
inútil insistir en cambiarla de opinión. Maca se puso una chaqueta de chándal y
abrió la ventana para mirar por ella una vez más. El cielo estaba raso, el
sonido nocturno era tranquilizador como la oscuridad de aquella noche suavizada
por estrellas, cerró los ojos y respiró profundamente todo el aire fresco del
que fue capaz.
- Esther,
si supieras cuanto necesito que no puedas prescindir de mí, que me quieras
contigo –dijo Maca en un suspiró hacia el vacío, desahogando su temor y su
anhelo más hondo-.
Tratando
de volver a equilibrarse, permaneció unos minutos más recibiendo aquel aire
fresco en la cara. Esther finalmente salió del baño. Maca cerró los ojos al
escuchar la puerta, sabía lo que debía hacer, pero era tanto lo que deseaba
fundirse en aquella piel y tanto lo que había esperado para perder de vista su
miedo de volver a entregarse sin temor, que por mucho que quería evitarlo no
estaba segura de tener consigo todas las fuerzas necesarias.
“¡Ella es más importante que tú!”
se dijo en silencio, y volvió a abrir los ojos sin perder de vista cuáles eran
sus prioridades. Se obligó a sonreír despreocupadamente antes de volverse hacia
Esther.
- No
hay ni una nube… refresca un poco, pero el sonido de la noche hace que merezca
la pena asomarse –le dijo Maca volviéndose a mirar a Esther-.
Esther se
le quedó mirando con cierto temor, pero al ver su sonrisa cálida, el nudo de su
estomago pareció aflojar un poco. Maca ya se había puesto el pijama, al igual que
ella había hecho en el baño. Saber que la perturbación de verla desnuda no se
produciría la tranquilizó en cierto modo. En silencio se acercó a donde Maca se
hallaba.
- ¡Es
cierto! ¡Tiene un efecto relajante! –añadió Esther tras pararse a su lado a
respirar el aire fresco y escuchar la sinfonía de las hojas, los grillos, el
viento…-.
- Ten,
sino cogerás frío –le dijo Maca mientras le cubría el cuerpo con una fina manta
que había en el sillón-.
- Gracias
–le contestó Esther-.
Las dos
permanecieron en silencio un poco más. Maca no trató de abrazarla, ni tan
siquiera de tocarla, y Esther empezó a preguntarse por qué aquella mujer era
tan distinta a las demás, por qué a pesar de notar toda esa vitalidad que
emanaba de ella, toda esa pasión profunda que sin duda podría llegar a dar, era
capaz de tener gestos como aquellos… percibir sus temores y ausencias con tanta
claridad, ser capaz de respetarla más allá de lo que ella misma se respetaba.
- Será
mejor que nos acostemos, si seguimos mucho rato recibiendo este fresquito creo
que terminaremos resfriándonos, además es tarde y mañana seguramente tendré que
trabajar con Kate y Bea –dijo Maca con serenidad-.
- Sí,
es verdad –reconoció Esther y observó a Maca mientras se dedicaba a cerrar la
ventana-.
“¿Por qué
te deseo tanto, y aún así, me da miedo tocarte?”, se preguntó Esther, que
nadaba en una confusión permanente entre sus dos dualidades. Por un lado,
quería dejarse llevar, se veía fuerte, coqueta y segura de sí misma… por otra
le temblaban las piernas, se derretía ante su voz, un miedo atroz se instauraba
en sus venas y sólo sentía la necesidad de alejarse, huir. “¿Por qué?”, volvió
a preguntarse.
- ¿Estás
bien? –le preguntó Maca al volverse hacia ella y contemplarla tan quieta-.
- ¡Eh!
Sí, sí… es sólo que estoy cansada, nada más –le aseguró Esther-.
- Pues
para eso sólo conozco un remedio -le dijo Maca con una sonrisa y a Esther la
imagen de aquella boca la traspasó-… dormir. ¡Anda ven!
Maca la
condujo de la mano hasta la cama, la arropó y apagó la luz, luego fue un
momento al baño y tras unos minutos volvió con ella. Se coló entre las sábanas
y dudó entre si debía acercarse a Esther o no, por suerte para ella, Esther
tomó la decisión. Entre la oscuridad cogió su brazo y lo apartó para colarse
entre ellos, apoyó la cabeza en aquel pecho en el que había descansado durante
la película y Maca la cobijó. No hubo palabras, caricias o besos… sólo aquel
gesto silencioso que inundó a Maca de esperanza quieta.
104
Sueño de Esther:
“Su presencia lo llenaba todo.
Esther sintió que su cuerpo temblaba al igual que la tierra lo hacía con el
repicar de los cascos del caballo sobre el que Maca cabalgaba rumbo hacia ella.
Su pelo al viento, su gran sonrisa, y aquella camisa blanca que dejaba
sensualmente su garganta al viento, mientras sus pechos bailaban al son de
aquel trote señorial. Esther apenas podía moverse, su sola imagen era un
torrente de agua desbordándole la piel.
- Demos una vuelta -le dijo Maca
tendiéndole una mano para ayudarla a montar a aquel animal magnánimo-.
Esther no supo porque no se negó,
quizá aquella sonrisa blanca, aquel antebrazo fuerte al cual se había sujetado
para subir, o aquella fuerza vital que toda aquella mujer desprendida había
sido demasiado para pensar en no aceptar.
- Sujétate aquí -le indicó Maca-.
Y al hacerlo, recorrió sus brazos
con una lenta caricia, hasta alcanzar sus manos temblorosas y guiarlas hacia
las riendas del caballo. La piel se había trasformado a su paso, en receptores
sensibles en máxima alerta. El pulso se le disparó cuando Maca apretó el pecho
contra su espalda, sujetó con firmeza las riendas y de un movimiento seco,
espoleó al bello animal que sintiendo su impulso de libertad salió al galope
con ellas en lo alto.”
Sueño de Maca:
“La pista de baile estaba a
oscuras, sólo las pocas luces danzantes se posaban por breves espacios de
tiempo en lugares inconexos y al azar entre la multitud. Maca no tardó en
divisarla, era única, irremplazable. Su cuerpo tenía lo bello y lo grácil de lo
natural, y con cada golpe de sonido azotaba su deseo mientras al son de la
música la veía sumergirse en movimientos sensuales y a compás. Como un imán,
sus pasos fueron atraídos hacia ella, y al llegar su sonrisa perversa la hizo
temblar de los pies a la cabeza. Intentó acercarse, pero Esther la detuvo
poniéndole una mano en el pecho en señal de “stop”. Allí, varada cual pelele,
contempló aquellas caderas moverse mientras sentía que la sangre le hervía, y
su ansiedad crecía haciéndole perder la razón.
De pronto, Esther se le acercó…
cogió aquellas manos ávidas por tocar, y las condujo hacia su propia cintura.
Maca casi gimió al sentir como la espalda de aquella mujer se aplastaba contra
su pecho dándole calor. La tortura era tan agradable, que cerró los ojos y se
dejó acunar por la fragancia de aquel cabello y la sensualidad de aquel cuerpo
atronador que la guiaba”
Sueño de Esther:
El galope se había convertido en
un suave trote a escasos metros de la orilla de un río. Los árboles parecían
hablar atizados por la suave brisa, y Esther agradeció que aquel sonido
ocultara los latidos amplificados de su corazón cuando Maca retiró con la mano
su cabello y empezó a depositar húmedos besos por su cuello. Esther cerró los
ojos y gimió, Maca entonces le rodeó la cintura y la estrechó contra sí
marcando su posesión. Aquello era una locura, el deseo subía por su piel como
la espuma lo hace por el cuello de una botella de champán.
- Maca… -susurró como última
esperanza de detener lo imparable-.
Pero Maca deslizó una mano por
debajo de su suéter y empezó a acariciar su piel sin dejarla respirar.
Sueño de Maca:
La locura se desató, sin querer
mordió sin avisar a Esther en el cuello haciendo que ésta soltara un leve quejido.
- Maca… -pronunció Esther-.
Y Maca sintió que todo el calor
que habitaba en ella, rugía quemándola por entero. Deslizó una mano por su
vientre, la necesidad de piel era atronadora para sus sentidos.
- Aquí, no… no puedo –suplicó
Esther-.
- Sí, sí puedes -le aseguró Maca, y
levemente la hizo volverse apenas lo necesario para atrapar su boca-.
El tiempo pareció detenerse
ahogado por la saliva receptora que las acompañaba. Sus lenguas se acariciaron
entre sí, para luego abandonarse en alza de un gemido ahogado que compartieron
cuando Maca introdujo su mano en el pantalón de Esther, la humedad se hizo
omnipresente entre ellas dos.
Sueño de Esther:
- Maca, me caeré… -le suplicó
Esther-.
Pero como toda respuesta obtuvo el
cercamiento de un brazo de Maca sujetándola con fuerza, mientras los dedos de
su otra mano viajaban ligeros por sus pliegues henchidos. La musculatura del
caballo se confundió con la de sus muslos al sentir que no podría contener el
orgasmo al que aquella mujer le conduciría sin lugar a dudas. Abandonada al
desenfreno, Esther deslizó una de sus manos hacia la cadera de Maca, quería
sentirla cerca, muy cerca… y la estrujó contra ella haciéndola gemir.
- Esther -la llamó Maca, antes de
rendirse al deseo y esconder su rostro en aquel cabello que olía a frutas y
algodón-.
La brisa parecía haberse detenido,
en su lugar, finas gotas de sudor empezaron a posarse en sus respectivas
espaldas.
Sueño de Maca:
La necesidad de escucharla gemir,
gritar… se apoderó por un momento de su alma. Quería darle todo el placer que
estuviera en su mano, sin importarle el lugar, el cómo ni el cuándo, sin
embargo los muslos de Esther estaban contraídos por el esfuerzo de mantenerse
en pie, coaptando su libertad de movimiento…
….
De pronto
el sonido estrepitoso de unos cuantos golpes retumbó en los oídos de las dos...
- PUMMMM,
PUMMM, PUMMMMMM…. ¡ARRIBA DORMILONASSSSSSSSSSS! –gritó Kate desde la puerta-.
Esther
abrió los ojos como pudo entre la excitación no culminada, el sobresalto y la
incredulidad de los acontecimientos. Maca se quedó paralizada, con el corazón
latiéndole en la boca, el aliento apagado y una mano perdida en un lugar que no
le pertenecía y que no sabría explicar llegado el momento.
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