Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
59
Cuando
Maca llegó a la casa de Ana, su amiga la esperaba con los brazos abiertos. Una
sutil sonrisa, un tema imparcial para tranquilizarla, y cuando la vio sosegada
le preguntó directamente sobre lo sucedido. Maca le contó lo ocurrido, la
llegada de Esther a casa, sus sensaciones al tenerla desnuda dormida entre sus
brazos y aquella ducha de mañana que había terminado en un frenesí y en unos
actos que ella jamás pensó ser capaz de realizar hasta aquel instante. La
agitación que sentía era palpable, Ana trató de serenar aquellos miedos
irracionales que sentía Maca, aún no comprendía muy bien porqué su amiga se
negaba a darse a otra persona, pero fuera lo que fuera sabía que tenía sus
motivos y que con un poco de suerte los superaría.
- Pero eso
es estupendo, ¿no? Al menos pudiste hacerla sentir y sentiste con ella sin
desmayarte ni nada –le hizo ver el lado positivo Ana mientras le acariciaba el
pelo, pues Maca tenía la cabeza apoyada en su regazo-.
- Bueno,
supongo que sí… la verdad es que no sé ni cómo pude hacerlo –admitió Maca mucho
más tranquila después de haber despejado aquel ahogo en su pecho-.
- No te
comas tanto la cabeza Maca, contrataste a Esther para que te ayudara, y lo esté
haciendo cómo tú esperabas o no, la realidad es que parece que está funcionando
–le dijo Ana-.
Maca
meditó un poco aquellas palabras. Ana tenía razón, en apenas una semana había
no solo podido abrazarse a Esther, sino que cada vez le resultaba más sencillo
regalarle muestras de afecto, sin contar con el acto protagonizado esa mañana.
Quizá sólo tenía que seguir confiando en Esther, y todo saldría por sí sólo.
- Si,
quizá tengas razón. Es sólo que me da miedo –le dijo Maca-.
- ¿Pero a
qué tienes miedo exactamente? –le preguntó Ana calmadamente-. No la conozco,
pero dudo que ella quiera hacerte daño por lo que me cuentas.
Maca se
levantó de su regazo para mirarla a los ojos.
- No tengo
miedo de ella, tengo miedo de mí –le confesó a Ana-.
Su amiga
la miró interrogante, por mucho que lo intentara, las pistas a cuentagotas que
le brindaba Maca, no eran suficientes para acertar en sus hipótesis. Maca supo
que tenía que hablar de aquello con alguien, y que Ana era con la única con la
que se sentía lo suficientemente a salvo para abrirse, así que tomó aire y
terminó de contarle a su amiga la otra parte de una historia que quería
superar.
---
Mientras
en el apartamento de Eva, las tres amigas hablaban animadamente de la semana.
Laura había conocido a una policía en una especie de redada que había habido en
el local donde trabajaba, Eva no paraba de hacer preguntas y de darle
advertencias sobre los “maderos” y lo ingenua que era.
- Mira que
esas no se andan con chiquitas, y tú eres muy pava –le decía Eva a Laura-.
- ¡Oh,
déjame tranquila! Además, ¿a ti qué te importa? –le espetó Laura-.
Eva puso
cara de ofendida.
- ¿Qué a
mí qué me importa? ¿qué a mí qué me importa? –decía Eva con grititos graciosos-.
Laura y
Esther se miraron y empezaron a reírse.
- ¿Estás
celosa? –le preguntó Esther haciendo su típico juego de cejas, y Laura se puso
un poco roja-.
-
¿Yooo?... si lo que no quiero es que luego me venga llorando porque la poli le
ha hecho un arresto en toda regla –dijo Eva cruzándose de brazos y dejándose
caer en la silla-.
- mmmm…
¡Me encantaría que me cacheara! ¡Está tan buena! –le pinchó Laura poniendo cara
traviesa-. ¿Crees que me esposaría de verdad?
A Eva se
le descolgó la mandíbula, Laura no solía hablar de aquellas cosas.
- jajajaj…
cariño, todo es cuestión de pedírselo –le dijo Esther y Eva la asesinó con la
mirada-.
- Hemos
quedado esta noche, la quiero llevar al Dulcinea después de trabajar, ¿irás?
–le preguntó Laura a Esther-
- Aún no
lo sé –le dijo Esther y volvió a pensar en aquella nota que había dejado Maca
dónde mencionaba su cita nocturna-. ¡Es probable!
- ¿Cómo
que es probable? ¿Tienes algo mejor que hacer a caso? –le preguntó Eva contenta
de cambiar de tema-.
- ¡Estoy
con Maca! Tengo que ver qué quiere hacer ella esta noche primero –dijo Esther,
y con ese “estoy”, Eva entendía que trabajaba, aunque lo que no tenía muy claro
era si para Esther se trataba de trabajo o de placer-.
- ¡Esa si
es una Diosa! ¡Me la tienes que presentar! –le dijo Laura, y Eva volvió a
mirarla perpleja, “¿pero qué coño le pasa a Laura y sus hormonas últimamente?”,
pensó para sí -.
- Claro
que sí, si vamos, te la presento –le dijo Esther-.
- ¿Sigues
quedándote a dormir con ella? – le preguntó Eva-.
- Sí, en
su caso es necesario –dijo Esther y trató de evitar mirar a Eva, pero no le
sirvió de nada-.
Eva se
puso a la altura de Esther y se sentó en la mesa, acercándose por primera vez
en toda la tarde a su amiga, pues había estado demasiado entretenida mirando a
Laura.
- Llevas
varios días muy rarita y apenas te veo, ¿qué habéis estado haciendo? –le
preguntó Eva interrogándole-.
- Oh,
sabes que eso no te lo voy a decir –le dijo Esther con una media sonrisa, y
trató de mirarla directamente-.
Eva se la
quedó mirando tratando de indagar en la verdad. El silencio puso nerviosa a
Esther, así que lo rompió.
- ¿Qué,
crees que tienes rayos X o algo? –atacó con la ironía Esther-.
Eva no
contestó, siguió mirándola. Esther se empezó a impacientar.
- Venga
ya, no me mires así joder, que parecemos gilipollas mirándonos –le dijo Esther
y trató de apartar la vista-
Pero antes
de que girara la cara en dirección a Laura, Eva se la cogió con una mano.
- ¡¡¿La
has besado?!! –le preguntó Eva con los ojos saliéndose de sus órbitas-
-
¿Quéeeeeee??? –Esther no pudo evitar sobresaltarse “cómo… cómo….”, no atinaba a
entender como Eva había dado en la diana-.
Eva le pasó el pulgar por los labios.
-
¡Dioossss, cómo no me he dado cuenta antes! Si tienes los morros destrozados…
¡Joder, Esther, te has estado morreando con esa tipaaaaaaaa?? ¿diiii coño,
diiiii? –Eva estaba fuera de sí, pues sabía mejor que nadie que significaría
aquello para Esther-.
Esther
quiso defenderse a toda costa, retiró de un manotazo la mano de Eva de su cara
y se puse de pie de un salto. Laura miró la escena con asombro, pues ella nunca
se enteraba de sus trabajos, aunque sabía que aquella regla para ambas era inquebrantable.
Aun recordaba la bronca que Esther le había dado a Eva aquella vez en la que su
amiga la rompió cayendo en los brazos de una cliente que no sólo la utilizó,
sino que la dejó destrozada una vez supo que tenía poder sobre sus
sentimientos. Desde entonces ellas dos siempre se protegían al respecto, para
no tropezar en la misma piedra.
- joder,
noooo… ¿pero qué coño te pasa? –le dijo Esther tratando de encontrar un escape
rápido-.
- A mi
escapaditas no, eh… te lo advierto, ¿la has besado? ¿sí o no? –le preguntó Eva
de nuevo-.
Esther
sabía que si confesaba Eva no dejaría de asediarla, y no le apetecía nada
explicarle una y otra vez, que aunque la hubiera besado no era importante
porque sólo había sido fruto del calentón. “Todo está controlado… yo no voy a
enamorarme de Maca, no soy como tú” se dijo a sí misma, pero respondió no
plantando cara.
- No ha
sido con Maca, ha sido Daniela –le dijo Esther con resignación, pues intuyó que
Eva se cabrearía menos si el desliz era con aquella otra mujer-.
- ¿Con
Daniela? –Eva pareció tranquilizarse, porque a aquella mujer Esther ya la había
besado con anterioridad y sabía que a su amiga no la había afectado en
absoluto-.
- Esta
mañana me despedí de ella, y le concedí un último encuentro, así que todo va a
estar bien… sólo me desfogué un poco más de la cuenta, ¿contenta? –le mintió
Esther incapaz de contar que el encuentro había sido en realidad la noche
anterior, y que el brillo y el escozor que tenía en sus labios había sido
producido por un encuentro con Maca horas antes-.
- ¡joder!...
jajajaj… ¡que susto me has dado! –se tranquilizó Eva-.
- Es que
tú te asustas en seguida –le dijo Esther sonriendo, pues quería librarse de ser
el punto de atención-.
- ¡No
quiero que te hagan daño, eso es todo! –le dijo Eva y le besó en la cara
dulcemente-.
- Lo sé
–le devolvió el beso Esther y la hizo sentarse en su regazo-.
- ¿Pero
por qué sería tan malo que se enamorara? ¡No lo entiendo! –preguntó de pronto
Laura un poco fuera de juego-.
- No sería
malo que se enamorara, Laura –le dijo Eva tranquila-. Ojalá algún día
encontremos a la persona adecuada ambas, pero en nuestro trabajo caer en la
ilusión puede ser a veces demasiado fácil y no podemos permitirnos dejarnos
guiar por un sentimiento equívoco sólo porque deseemos algo a lo que hace
tiempo renunciamos por seguridad. ¿No es eso?
Eva miró a
Esther que la abrazaba.
- ¿Eh? Sí,
sí, es cierto –reconoció Esther sus palabras-.
Aquellas
mismas palabras que ella mismo le había repetido hasta la saciedad, aquellas
palabras en las que ella había creído firmemente y que ahora le parecían de pronto un sin
sentido. “¿Qué me está pasando…?” se preguntó, su camino antes llano y sin
piedras se había trasformado en un tortuoso sendero que no podía reconocer.
60
Maca llegó
a casa antes de lo previsto, en el lugar donde había estado su nota había otra
de una letra mucho más femenina que la suya.
Nota:
“No sé si llegaré para cenar, pero
sigue en pie lo de la noche… llámame cuando llegues a casa y quedamos… un beso
gatita”
Maca cogió
el teléfono, la conversación con Ana le había sentado de miedo, y se sentía
mucho más estable y segura de sí misma tras desahogarse. Tras un par de tonos
Esther contesto:
- ¿Ey, ya
has llegado a casa? –le preguntó Esther retirándose al balcón para que Eva no la
escuchara. Sospechaba que se ponía demasiado dulce cuando hablaba con Maca y no
quería que la malinterpretaran-
- Sí,
acabo de leer tu nota. Esther, siento haberte tenido que dejar sola… -Maca
quiso disculparse con ella-.
- No pasa
nada, no te preocupes. He aprovechado para ver a mis amigas, ahora mismo estoy
en casa de Eva, creo que van a ir al club esta noche –le dio explicaciones
Esther cosa rarísima en ella-.
- Ahhh… la
chica rubita -se acordó Maca de pronto-. ¿Quieres que vayamos con ellas?
Esther se
sorprendió. ¿Sería aconsejable juntarlas? , se preguntó.
- Si tú
quieres que volvamos a ir al club, nos podemos ver con ellas sí, claro –le dijo
Esther tratando de distender el tema-.
-
Estupendo, entonces iremos –le concedió Maca-. ¿Esther?
- ¿Sí?
- ¿Cuándo
vendrás? –quiso saber Maca tímidamente-.
Esther
cerró los ojos, pues podía sentir sólo por el tono de voz de Maca como la
reclamaba, su necesidad era palpable y dolorosa para ella.
- Dentro
de un ratito, me despido de ellas y voy –no pudo contenerse Esther-.
- ¡Genial!
Entonces prepararé algo de cenar -le dijo Maca alegre de pronto-.
- ¿No prefieres
que cenemos fuera? –Esther no estaba segura de poder enfrentarse a aquella
mujer a solas en aquel apartamento-.
- Lo que
tú prefieras –le contestó Maca-.
- Entonces
te llevaré a un sitio que te encantará, ya verás –le dijo Esther con alivio-.
- ¡Estupendo!
Entonces te espero… no tardes, te eché de menos –le dijo Maca de pronto-.
- Yo
también a ti, no tardaré –contestó Esther antes de darse cuenta-.
Escuchó el
sonido de un beso en el auricular, y un “hasta ahora”… luego se colgó dejándola
de nuevo inquieta por aquellas palabras que no había pretendido decir.
----
Tras
colgar el teléfono, Maca se dio una ducha rápida y se secó el cabello con
dedicación. Quería causar una buena impresión, tanto a Esther como a sus
amigas, así que se plantó frente al armario y escogió con mucho cuidado la ropa
que se pondría. No sabía a qué tipo de sitio la llevaría Esther a cenar, pero
conocía el ambiente que se respiraba en el Dulcinea, así que se decantó por
algo informal, sexy y con corte elegante. Se perfumó con cuidado, y luego
viendo que Esther no llegaba, se sentó en el despacho para hacer tiempo. Sería
mejor estar concentrada en algo de responsabilidad, que pasar los minutos en
silencios rememorando el encuentro que habían tenido. Cerca de las nueve, Esther
entró con su llave en el piso.
- ¡Estoy
en el despacho! –le dijo Maca cuando Esther preguntó por ella desde la puerta-.
Esther enfiló
su paso hasta allí, contenta de que Maca no la esperara para propinarle uno de
aquellos abrazos que la dejaban seca. Ya en el quicio de la puerta, Esther se
paró helada. La melena de Maca caía de lado sobre su hombro derecho, y Esther
supo de inmediato que aunque le molestara llevarlo suelto para trabajar, no se
lo había recogido en aquella coleta, que a ella tanto le gustaba, para no
estropearlo. Una camisa negra con adornos en hilo rojo de cuello japonés y
escote entre abierto, dejaba aquella garganta profunda a la vista, haciendo que
los ojos de Esther se clavaran en aquella piel sensible que sin duda sabía cómo
olía. Maca alzó la mirada de unos documentos, su sonrisa clara y apacible
impactó sobre las retinas de Esther con violencia… “Ay madre… que no me he
repuesto todavía”, pensó pero la voz de Maca no le dio tiempo a salir
corriendo.
- ¡Hola!
¿te lo has pasado bien? –le dijo Maca en tono alegre-.
“Eyyy???...
¿cuándo?” pensó Esther que se encontraba desorientada bajo aquellos ojos color
miel que aun de lejos se apreciaban.
- ¿Con tus
amigas? ¿lo pasasteis bien? –insistió Maca viendo que Esther no respondía y
soltó los papeles para ponerse de pie, ya que ella no parecía querer entrar.
Esther la
vio aparecer tras la mesa escritorio. Un pantalón oscuro de paño y sin
cinturón, enfundaba aquellas largas piernas hasta culminar en una cintura baja
y bien definida. La visión de Maca era majestuosa y elegante como ninguna otra,
la vio pasarse las manos por el cabello mientras avanzaba, y Esther supo que se
volvería a morir por ella.
- Sí, muy
bien. He quedado en que nos pasaríamos un rato para verlas esta noche –Esther
empezó a ponerse nerviosa, la mirada de Maca era provocadora y cada vez estaba
más cerca-… buu.. buee… bueno si toda… todavía te apetece.
“¿Hostiaaaaa…
he sido yoooo? ¿estoyyy tartamudeandooo?” se sorprendió Esther, que en un
instinto de supervivencia dio un paso hacia atrás. Maca sonrió con una energía
que Esther no le conocía, y a cámara lenta, Esther vio como la mano de aquella
mujer se estiraba y le apartaba el cabello de la cara en un acto ya típico
entre ellas. La fragancia de la muñeca de Maca, que tenía las mangas de la
camisa pulcramente arremangadas dejando a la luz parte de sus antebrazos
contorneados y fuertes, impactó en Esther como un imán haciendo que en acto
instintivo pegara su cara a aquella mano buscando la caricia. Maca se dio
cuenta, y acarició con cariño su mejilla soltando el cabello de Esther, luego
le regaló una sonrisa.
- ¡Me
parece estupendo! Así las conoceré –le dijo Maca y estiró su otra mano para
acariciar de nuevo aquella cara que sostenía-. ¡Te he echado de menos!
“Ohh… oh…
luz roja, luz roja… aggg… no me mires así”, rogaba Esther que notaba como el
pulso en su garganta se aceleraba bajo aquella mirada transparente que Maca le
estaba regalando. Un par de pasos, Esther notó la ola de calor que emanaba de
aquella belleza que la sostenía, estaba perdida… de nuevo caería. Y sin
resistencia cayó cuando Maca tiró de ella suavemente envolviéndola en aquel
abrazo protector e íntegro que siempre le regalaba. Esther tiritó, saturados
sus sentidos por aquella suavidad y por la fragancia de aquel cuello en el que
enterraba su cara ya sin reservas. Maca sin embargo no lo hizo, permanecía
estable y relajada abrazando aquella mujer entre sus brazos como si siempre
hubiera sido capaz de hacerlo.
- ¡Siento
haberme ido esta mañana! ¡debí despertar a tu lado! –le susurró Maca sin
soltarla, y Esther notó que el pecho le dolía con una fuerza desmedida-.
“No…no…
no… no lo hagas, no lo hagas” se quejaba Esther que no podía soporta aquella
sinceridad y dulzura de Maca estando ella en una posición tan vulnerable. Quiso
soltarse de aquel abrazo, pero no pudo, Maca la estrechó con fuerza haciendo
que se hundiera en la profundidad de aquel calor reconfortante que le era
innato. Su nariz rozó la piel de aquella garganta, Maca tiritó por la caricia,
y tras unos instantes empezó a liberar a Esther de aquel abrazo inesperado que
volvía a unirlas en cuestión de segundos como si las horas no hubieran pasado
desde aquella mañana.
- ¿Dónde
piensas llevarme? ¡Tengo hambre! –le preguntó Maca sonriente y se sujetó la
tripa como si le doliera-.
Esther se
relajó ante esa mirada de niña hambrienta.
- ¡Es una
sorpresa!... me cambio rápido y nos vamos –le dijo Esther-.
- Vale,
voy a terminar una cosa mientras –contestó Maca-.
Esther
hizo el ademán de salir rumbo al pasillo, pero Maca le cogió de la mano a
tiempo y tiró de ella pegándola de nuevo a su cuerpo. Esther abrió los ojos
interrogante.
- Se me
olvidaba algo –le dijo Maca y acto seguido besó a Esther en la cara muy
despacio, luego la soltó-. No te di un beso.
Esther se
separó con el pulso en la garganta, “yo no salgo viva de aquí… lo estoy viendo”
pensó nuestra protagonista, y agradeció que Maca se pusiera rumbo a la mesa
dándole la espalda, pues a ella le costó enormemente emprender de nuevo el paso
hacia la habitación.
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