Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
57
- ¿Me
pasas el champú? –le pidió Maca estirando un brazo-.
- ¿Eh? Sí,
toma –le dio Esther el bote de champú y aguantó la manguera de la ducha
mientras Maca se enjabonaba dándole la espalda-.
“Virgen
santísima que espalda y que pedazo culooooooooooo….. ¡yo me mueroooooo! ¡Está
claro!” suspiró Esther mordiéndose el labio inferior ante aquella panorámica de
espuma cayendo por el centro de aquella espalda contorneada y esfumándose por
aquellos suaves montículos de carne moldeada.
Maca se
giró, pillando a Esther observándola, de pronto se quedaron paradas las dos.
Tenían la misma mirada acuosa y desfallecida, en ellas se cocía un fuego que tarde
o temprano las destrozaría queriendo salir.
- ¿Me … me
lo pasas? –le dijo Maca con la voz tomada y señalando el cabezal de la ducha
que estaba regando el pecho de aquella mujer desnuda-.
- Ah… sí,
sí, toma –le dijo Esther tendiéndole la ducha, al dársela sus dedos se
encontraron y las dos se quedaron mirándose de nuevo-.
Despacio
Esther lo soltó. Como si el tiempo se alargara, vio el gesto de Maca quitándose
el jabón a cámara lenta. Notó que los ojos le pesaban enormemente, la deseaba,
la deseaba con desmedida. Un deseo tan latente que dolía, que la manipulaba y
la hacía caer irremediablemente en aquella telaraña poco a poco tejida.
Inconscientemente dio unos pasos y se aproximó a Maca que aún tenía la cabeza
echada hacia atrás y los ojos cerrados con el agua cayendo sobre su cara. Maca
la intuyó y la miró a unos pasos nada más de su cuerpo, pero no pudo ver sus
ojos para saber lo que pasaba.
- ¿Estás
bien? –le preguntó esta vez Maca, algo pasaba-.
No hizo
falta que hablara, Maca lo vio en sus ojos nada más toparse frente a ellos.
Esther alargó el brazo y tomó una de las manos de Maca, ésta tembló pero siguió
en pie. Esther dio un paso más y luego aproximó la mano que sostenía posándola
en su propio pecho. Maca sintió que volvía a estar inestable con aquella
suavidad en su mano. La miró con miedo, Esther no lo tenía, su mirada era
oscura por un deseo que ya habían conocido.
- ¡Te
deseo! –le dijo Esther abatida. Estaba perdiendo tanto, que ya no le importaba
un poco más-… se que tú no puedes dejar que te toque, pero necesito que tú me
toques a mí, por favor…
Maca
sintió el fogonazo de inmediato, Esther le pedía que la saciara, ella no estaba
en condiciones físicas de hacerlo pero sentía que tampoco podía dejarla así.
- ¡Soy
egoísta, lo siento! ¡Pero hazme el amor otra vez! –le rogó Esther con ojos
vidriosos y un hilo de voz en la garganta, Maca se asustó, parecía que iba a
llorar-.
No
entendía que es lo que estaba pasando, pero de pronto comprendió que es lo que
no había podido descifrar en aquellos mismos ojos cuando recibió a Esther por
la noche, una profunda tristeza que ahora aparecía ante ella sin velo.
- ¡Esther
yo…! –cómo iba a decirle aquello, cómo iba a decirle que no podía, pensaba
Maca-.
Esther le
quitó la manguera y apagó el agua, se llevo aquella mano a la boca, cerró los
ojos, y empezó a besarla. Maca sintió pequeñas punzadas atravesándole la
espalda por cada pequeño beso que Esther dejaba en su mano, de pronto la punta
de aquella lengua que había conocido el día anterior cosquilleó la palma…
-
Diosssssssss…. –gimió Maca y estiró la otra mano para anclarse a la pared-.
Esther no
la miró hasta que no se introdujo uno de aquellos maravillosos y largos dedos
en su boca, Maca se tambaleó por la humedad que descubrió en ella.
-
agrrrrrrrrrr…. –gruñó Maca completamente excitada, si tenían que hacerlo sería
a su manera, sino Esther la mataría-. ¡Vamos!
Le dijo
Maca con voz ronca e imperante, y la tomó de la mano para que salieran de la
ducha. Se puso el albornoz, y luego le puso otro a Esther que era incapaz de
hablar. Maca se paró frente a ella, parecía tan vulnerable de pronto que se
sorprendió queriendo protegerla. La besó en la frente y le acarició la cara
tranquilizadora, Esther respiraba con dificultad por el deseo.
- ¡Ven… yo
te sostendré! –le susurró Maca y la condujo con suavidad al dormitorio
tumbándola sobre la cama-. ¡Sólo dame un segundo!
Le había
dicho antes de apartarse de ella, Esther vio que buscaba en el armario, Maca
empezó a vestirse con un nuevo pijama.
- No te
vistas… -le dijo Esther con un hilo de voz-.
Maca se
giró y fue hasta su lado sin concederle lo que le había pedido.
- Esther,
apenas sé si voy a poder, ni siquiera puedo hacerme una idea de cómo puedo
responder porque estoy tan sobria que no puedo dejar de temblar, ¿lo ves? –Maca
elevó una mano para que viera que su pulso no era estable, quería complacer a
Esther, pero debía serle sincera al menos por lo que pudiera pasar-… No puedo
permitirme sentir tu calor en mi piel, debes comprenderlo… no p…
Esther la
entendía, la entendía perfectamente, y se sentía tremendamente culpable por
estar haciéndole aquello, pero no podía contenerlo más… Se deshizo del albornoz
con un movimiento rápido, que hizo que a Maca se le olvidara lo que iba a
decir. La alta mujer notó que las rodillas le flaqueaban, pero se sujetó en el
deseo de Esther para mantenerse en pie mientras notaba que su cuerpo poco a
poco recuperaba la tensión de la musculatura. Esther reptó por la cama para
colocarse en el centro, Maca la siguió hipnotizada. El pulso empezó a
atenazarle en las sienes… “oh sí… oh sí… ya vienes” se dijo Maca tratando de
controlar el cambio que se establecía sutilmente en su cuerpo.
- ¡Te
necesito! ¡Ahora! ¡por favor! –le dijo Esther tendiéndole una mano para que se
acercara-.
Y Maca
supo que era tarde para tocar trompeta de retirada, hincó la rodilla en la cama
y se colocó a su lado tensándose al notar la ansiedad de Esther. Suavemente
empezó a acariciarla, derritiéndose por las sensaciones que le transmitía
aquella piel cálida. Esther iba a morir bajo aquella suavidad, se sentía tan
rota, que cerró los ojos viendo que una lágrima se le escapaba. ¡No iba a
llorar! Maca sintió que el corazón se le rompía cuando vio aquella gota
resbalar por su mejilla, una furia atronadora de dolor la sacudió… posó sus
labios en aquella cara rápidamente y se la bebió…
“nooo…
nooooo….” quiso gritar Maca, impotente ante aquel sentimiento que no entendía.
Como un
loco que trata de contener con su locura a un gigante, se lanzó hacia el fuego
de Esther intentando aplacar aquella tristeza que emanaba de ella. La besó en
la boca sin pensar, Esther abrió los ojos estremeciéndose como jamás pensó que
podría… luego los cerró ante la profundidad de la entrega de Maca en su
boca, fundiéndose a su paso como nunca
antes lo había hecho. Sus respiraciones estaban a la par, mareadas y fuera de
sí, un solo espejo, una sola imagen… cien por cien una, sus cuerpos se
amoldaron y sus bocas se enredaron hasta perder su verdadera delimitación.
El cuerpo
de Maca rodó sobre el de Esther primero, luego el de Esther aplastó el de Maca
sin despegarse, la pena se había sido absorbida por aquella capa de saliva que
colmaba cada resquicio de sus bocas. Maca parecía vibrante, fuerte y estable
tumbando nuevamente a aquella mujer de espaldas contra la cama. Esther se
sorprendió de no tenerla desfallecida ante sí, pero no pensó… no podía, aquella
lengua la dejaba sin aliento robándole suspiro a suspiro la vida.
Una mano,
un gemido… Esther sintió que su pecho estallaría, Maca acababa de abrir camino
entre sus piernas. El abandono de su boca, la hizo gritar por dentro…
“noooooooooo, no me dejesssss” pidió con la mirada perdida, mientras Maca
acariciaba aquella boca entre abierta con una mano y devoraba con su boca aquel
pecho tentador y henchido.
-
aaaaaaaahhhh… -gimió Esther y mordió la punta del dedo de Maca para acallar
aquellas primeras caricias sobre su sexo-.
Unos
chupetones en su pecho, nuevas caricias y un cuchillo.
-
Diosssssss….-gimió Esther arqueándose-.
Maca
acababa de inundar su interior con firmeza y precisión. Sus dedos se movían
sabiamente en el interior de su templo, mientras otro llamaba al timbre con
suavidad. Esther volvió a morderla, Maca no se quejó dejando aquella mano cerca
de la boca de Esther. La cascada empezó a fluir, Maca la conocía… arrimó su
cuerpo todo lo que pudo al de Esther y envistió con la mano, reforzando la
presión con un muslo entre las piernas de aquella mujer que jadeaba sin
aliento.
“No te
dejaré sola… no te dejaré” susurró Maca para sí, y se despidió de aquel pezón
que contenía en su boca para sustituirlo por la boca de Esther que al verla
llegar la acogió con vehemencia. Maca notó como Esther la empujaba sobre ella,
la complació tratando de no perder el ritmo, por suerte era más alta que ella y
podía estar en ambos sitios. La humedad de su boca la sorprendió gratamente,
estaba tan expuesta que Maca quería dárselo todo, volvió a envestirla
moviéndose sobre ella, Esther gimió en la boca de Maca que volvió acto seguido
a remeter contra ella.
Los brazos
de Esther rodearon el cuello de Maca aprisionándola contra su boca, sintiendo
como la lengua de aquella mujer dibujaba cada recodo mandando descargas hacia
su sexo. Maca le pasó su otro brazo por debajo de la cabeza estrechando aquel
abrazo y volvió a profundizar en ella agitando los dos dedos que aquella mujer
aprisionaba. Volvió a gemir, Maca la ahogó y acelero el ritmo… Esther estaba
subiendo y subiendo, de pronto la caricia de Maca cercó más el círculo, Esther
desplazó sus brazos hasta la espalda de Maca, faltaba un poco, iba a morirse.
De nuevo
aquella pierna firme, aquellos dedos resbaladizos, aquella boca en su boca y
aquella lengua en cada recodo… unos movimientos más sobre la zona henchida de
su centro, un estallido y un “Diooooos” liberado a tiempo de las garras de
aquella prisión de labios que Maca había cercado sobre su garganta.
Esther
gimió brutalmente, pero Maca también lo hizo cayendo flácidamente sobre aquella
mujer que acababa de robarle todo. Esther la miró sorprendida, Maca acababa de
correrse con ella sin necesidad de que la tocara, la acarició con ternura, le
estaba tan agradecida.
Sus
respiraciones tardaron en volver a serenarse. Esther sentía un hormigueo atroz
por todo el cuerpo, y aún no sabía qué iba a pasar a partir de aquel momento.
En realidad no quería pensar en ello, no quería pensar en aquellas reglas que
habían quebrantado en aquel encuentro, lo único que le importaba era que Maca
parecía respirar mientras mantenía enterrada su dulce cara en su propio cuello.
¡Estaba con ella!, los miedos y reproches podían esperar.
58
El tiempo
pareció detenerse con Maca tendida sobre su cuerpo. Esther le apartó el pelo de
la cara y la estrechó contra su cuerpo envolviéndola con sus brazos y piernas.
Parecía una niña derrotada, a pesar de ser ella la que se sentía fuera de sí.
-
¡Gracias!
Le susurró
Esther besándola en la frente. Maca respondió hundiendo más su nariz en aquel
cuello en el que se escondía. Esther supo que no estaba repuesta todavía, ella
tampoco lo estaba, cerró los ojos y sin darse cuenta ambas se quedaron
dormidas.
Apenas
unas horas después Esther sintió frío y se despertó, Maca ya no estaba a su
lado pero la había cubierto con una manta. Se abrazó a sí misma, perdida por el
recuerdo de lo que acababa de suceder. Hundió la cara en la almohada, tratando
de acallar el escozor que aquella abrasión de besos había provocado en sus
labios… “Dios, ¿qué he hecho?” temió Esther, y como queriendo confirmar que era
real, deslizó su mano entre los muslos donde encontró los restos de una humedad
y un encuentro que no podría borrar fácilmente. Esther ahogó un grito, a pesar
de haberse derramado, pensar en lo que habían hecho, le hacía sentirse
insatisfecha pues ansiaba más todavía… se obligó a retirar su mano y a
levantarse. “Necesito una ducha… y salir de aquí, necesito tranquilizarme un
poco”, y con aquel pensamiento se envolvió en la manta y salió de la
habitación. Llamó a Maca, pero nadie contestó.
“¿Se ha
marchado?”… una ola de terror trepó por el cuerpo de Esther, ni siquiera había
podido pensar en cómo se sentiría Maca con lo que había ocurrido entre ellas,
parecía tan calmada sobre su cuerpo que no se le ocurrió pensar que aquel
silencio no era normal. Anduvo por la casa, y en la puerta había una nota con
un mensaje escrito.
Nota:
“Perdona que no te haya
despertado, parecías tan cansada que pensé que necesitabas dormir si sigues
queriendo salir esta noche a bailar conmigo… Se me olvidó comentarte que comeré
con una amiga, necesitaba hacer un par de cosas y he salido con la moto. Puedes
quedarte en casa todo el tiempo que quieras, yo llegaré sobre las ocho. Espero
que estés mejor, y que la cita de esta noche siga en pie, un beso… Maca”
Esther
releyó el mensaje un par de veces, había cosas que no le cuadraban en él, estaba
segura de que si Maca hubiera quedado con alguien para ese día se lo habría
dicho, pero no quería pensar en ello y lo tiró a la papelera. En realidad era
un alivio contar con unas horas para poner sus pensamientos en orden. Se
deslizó hasta la ducha y luego se vistió, no tenía ningún sentido esperarla
allí comiéndose la cabeza, así que llamó a Eva y quedó con ella y con Laura. Una
sesión con sus amigas la distraería de todo aquel descontrol.
---
Mientras
Esther salía de su apartamento, Maca hacía ya horas que circulaba con la moto
quemando asfalto. No le gustaba la ciudad, así que salió a la carretera y
continuó sin tener rumbo fijo poniendo tierra de por medio. La velocidad y el
viento golpeándole con violencia en el cuerpo le aliviaba sin permitirle pensar
en otra cosa que no fuera en la conducción. Cuando sintió que ya había tenido
bastante, se detuvo a repostar y llamó a Ana.
- ¡Hola
cariño! ¿Cómo lo llevas? ¿Qué pasó al final, hablaste con Esther? -la voz de Ana era una sábana de
tranquilidad, a ella la conocía-.
- Ana...
yo… -Maca quería decir algo, pero no podía-.
- ¿Maca…?
¿Qué te pasa? ¿Ha pasado algo? –se asustó su amiga notando la voz rota de
Maca-.
- ¿Podemos
vernos? Me gustaría hablarte de algo -le dijo Maca suspirando-.
- Claro
que sí, voy para allá, ¿estás en casa? –le preguntó -.
- No, no…
he salido con la moto, mejor voy yo a la tuya –le contestó Maca-.
- Vale, te
espero –le dijo Ana-.
- Me
llevará una hora llegar –le advirtió Maca-.
- ¿Una
hora? –se extrañó Ana, pues de su piso al de Luis sólo habían quince minutos-.
- Es que
estoy fuera de Madrid, salí a dar una vuelta con la moto, pero ya voy de
regreso –le contestó Maca mientras pagaba al de la gasolinera-.
- ¡Está
bien! Te espero lo que haga falta, tú no corras, ¿vale? –le dijo Ana, un poco
preocupada, sabía que algo pasaba-.
- Vale, te
veo en un rato, un beso
Y colgó el
teléfono, se puso de nuevo el casco y se abrochó la cazadora. Con rapidez,
volvió a poner rumbo a aquella jungla en la que se había metido por voluntad
propia.
---
Esther
llegó a casa de Eva, Laura ya estaba allí para alivio suyo, pues no se veía con
fuerzas de enfrentarse a Eva a solas.
- Pasa,
pasa… estamos en la cocina –le gritó Eva-.
Esther se
quitó el abrigo y al mirarse en el espejo de la entrada se dio cuenta que
seguía con los ojos encendidos. “Mierda, me lo va a notar…” pensó Esther y se
soltó el cabello que llevaba recogido para que camuflara más su cara. “Mejor”
se dijo y fue hacia la cocina. A medida que se acercaba unas voces risueñas se
hacían más claras:
- Oh,
vamos… más quisieras… anda quita babosa –le decía Laura entre risas, mientras
se defendida con codazos de las garras de Eva que no hacía más que tontearle
mientras ella trataba de preparar algo de comer-.
- ¡Pero
qué sexy estás cuando te me resistes! Venga anda,… dímelo joder, no es tan
grave –le insistía Eva mientras se colocaba nuevamente a su espalda y la cogía
de la cintura-.
- ¡Tú
estás loca! ¡No pienso decírtelo!...jajajaj… y no te me arrimes, que yo no soy
una de tus “pibitas tontas”… jajaj… que se derriten con tus rocecitos –le
espetó Laura entre risas y se escabulló de aquel pulpo llevando un plato de
dulces en la mano-.
- ¿Qué es
lo que no piensas decirle? –le preguntó Esther topándose con Laura y su
sonrisa-.
- Eyy…
cariño… -Laura se acercó y le dejó un beso en los labios, Esther se heló-.
Laura
siempre la saludaba de aquel modo, pero aquella vez el cuerpo de Esther
reaccionó con brusquedad sin pretenderlo.
- ¿Estás
bien? –le preguntó Laura sorprendida por la reacción, Esther parecía palidecer-.
- Eh.. sí,
sí…creo que me estoy resfriando –se repuso Esther rápidamente, y le devolvió el
beso a Laura para tranquilizarla-. Pero aún no me has contestado, ¿qué es lo
que quiere saber ésta loca?
Le
preguntó Esther bajando la voz y esbozando una amplia sonrisa.
- Quiero
saber cuándo fue la última vez que echó un polvo, pero la mojigata no me lo
quiere decir –le dijo Eva
-
jjajjaja… y tanto que no te lo pienso decir, no es de tu incumbencia –le dijo
Laura volviendo a la cocina en busca de las bebidas-.
- Pues me
pienso enterar, tarde o temprano –le susurró Eva y le metió un buen pellizco en
el culo a Laura cuando pasó por su lado-.
- ayyyy…
¡estate quieta! No todas queremos tener cardenales en el trasero –le riñó Laura
esquivándola-. ¿Esther, café o refresco?
- ¿ehh?
–Esther la miró- Café, gracias.
Esther
disfrutó de ser durante algunos minutos una simple espectadora de aquel
coqueteo que existía entre sus amigas. Hacía años que sabía que Laura estaba
secretamente enamorada de Eva, pero por una extraña razón, Eva jamás se había
percatado de sus miradas ni de sus acciones, y se refugiaba en aquel coqueteo
inocente que luego dejaba mella en Laura quisiera o no quisiera. Esther contemplándolas
se preguntó, si ella sería capaz de reconocer el amor si lo tuviera delante,
sólo una vez creyó haberlo reconocido y era algo tan imposible que no tardó en
girarse y mirar hacia otra parte.
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