miércoles, 4 de junio de 2014

Pretty Bollo -cap 57 y 58-

Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.

57

- ¿Me pasas el champú? –le pidió Maca estirando un brazo-.
- ¿Eh? Sí, toma –le dio Esther el bote de champú y aguantó la manguera de la ducha mientras Maca se enjabonaba dándole la espalda-.

“Virgen santísima que espalda y que pedazo culooooooooooo….. ¡yo me mueroooooo! ¡Está claro!” suspiró Esther mordiéndose el labio inferior ante aquella panorámica de espuma cayendo por el centro de aquella espalda contorneada y esfumándose por aquellos suaves montículos de carne moldeada.

Maca se giró, pillando a Esther observándola, de pronto se quedaron paradas las dos. Tenían la misma mirada acuosa y desfallecida, en ellas se cocía un fuego que tarde o temprano las destrozaría queriendo salir.

- ¿Me … me lo pasas? –le dijo Maca con la voz tomada y señalando el cabezal de la ducha que estaba regando el pecho de aquella mujer desnuda-.
- Ah… sí, sí, toma –le dijo Esther tendiéndole la ducha, al dársela sus dedos se encontraron y las dos se quedaron mirándose de nuevo-.

Despacio Esther lo soltó. Como si el tiempo se alargara, vio el gesto de Maca quitándose el jabón a cámara lenta. Notó que los ojos le pesaban enormemente, la deseaba, la deseaba con desmedida. Un deseo tan latente que dolía, que la manipulaba y la hacía caer irremediablemente en aquella telaraña poco a poco tejida. Inconscientemente dio unos pasos y se aproximó a Maca que aún tenía la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados con el agua cayendo sobre su cara. Maca la intuyó y la miró a unos pasos nada más de su cuerpo, pero no pudo ver sus ojos para saber lo que pasaba.

- ¿Estás bien? –le preguntó esta vez Maca, algo pasaba-.

No hizo falta que hablara, Maca lo vio en sus ojos nada más toparse frente a ellos. Esther alargó el brazo y tomó una de las manos de Maca, ésta tembló pero siguió en pie. Esther dio un paso más y luego aproximó la mano que sostenía posándola en su propio pecho. Maca sintió que volvía a estar inestable con aquella suavidad en su mano. La miró con miedo, Esther no lo tenía, su mirada era oscura por un deseo que ya habían conocido.

- ¡Te deseo! –le dijo Esther abatida. Estaba perdiendo tanto, que ya no le importaba un poco más-… se que tú no puedes dejar que te toque, pero necesito que tú me toques a mí, por favor…

Maca sintió el fogonazo de inmediato, Esther le pedía que la saciara, ella no estaba en condiciones físicas de hacerlo pero sentía que tampoco podía dejarla así.

- ¡Soy egoísta, lo siento! ¡Pero hazme el amor otra vez! –le rogó Esther con ojos vidriosos y un hilo de voz en la garganta, Maca se asustó, parecía que iba a llorar-.

No entendía que es lo que estaba pasando, pero de pronto comprendió que es lo que no había podido descifrar en aquellos mismos ojos cuando recibió a Esther por la noche, una profunda tristeza que ahora aparecía ante ella sin velo.

- ¡Esther yo…! –cómo iba a decirle aquello, cómo iba a decirle que no podía, pensaba Maca-.

Esther le quitó la manguera y apagó el agua, se llevo aquella mano a la boca, cerró los ojos, y empezó a besarla. Maca sintió pequeñas punzadas atravesándole la espalda por cada pequeño beso que Esther dejaba en su mano, de pronto la punta de aquella lengua que había conocido el día anterior cosquilleó la palma…

- Diosssssssss…. –gimió Maca y estiró la otra mano para anclarse a la pared-.

Esther no la miró hasta que no se introdujo uno de aquellos maravillosos y largos dedos en su boca, Maca se tambaleó por la humedad que descubrió en ella.

- agrrrrrrrrrr…. –gruñó Maca completamente excitada, si tenían que hacerlo sería a su manera, sino Esther la mataría-. ¡Vamos!

Le dijo Maca con voz ronca e imperante, y la tomó de la mano para que salieran de la ducha. Se puso el albornoz, y luego le puso otro a Esther que era incapaz de hablar. Maca se paró frente a ella, parecía tan vulnerable de pronto que se sorprendió queriendo protegerla. La besó en la frente y le acarició la cara tranquilizadora, Esther respiraba con dificultad por el deseo.

- ¡Ven… yo te sostendré! –le susurró Maca y la condujo con suavidad al dormitorio tumbándola sobre la cama-. ¡Sólo dame un segundo!

Le había dicho antes de apartarse de ella, Esther vio que buscaba en el armario, Maca empezó a vestirse con un nuevo pijama.

- No te vistas… -le dijo Esther con un hilo de voz-.

Maca se giró y fue hasta su lado sin concederle lo que le había pedido.

- Esther, apenas sé si voy a poder, ni siquiera puedo hacerme una idea de cómo puedo responder porque estoy tan sobria que no puedo dejar de temblar, ¿lo ves? –Maca elevó una mano para que viera que su pulso no era estable, quería complacer a Esther, pero debía serle sincera al menos por lo que pudiera pasar-… No puedo permitirme sentir tu calor en mi piel, debes comprenderlo… no p…

Esther la entendía, la entendía perfectamente, y se sentía tremendamente culpable por estar haciéndole aquello, pero no podía contenerlo más… Se deshizo del albornoz con un movimiento rápido, que hizo que a Maca se le olvidara lo que iba a decir. La alta mujer notó que las rodillas le flaqueaban, pero se sujetó en el deseo de Esther para mantenerse en pie mientras notaba que su cuerpo poco a poco recuperaba la tensión de la musculatura. Esther reptó por la cama para colocarse en el centro, Maca la siguió hipnotizada. El pulso empezó a atenazarle en las sienes… “oh sí… oh sí… ya vienes” se dijo Maca tratando de controlar el cambio que se establecía sutilmente en su cuerpo.

- ¡Te necesito! ¡Ahora! ¡por favor! –le dijo Esther tendiéndole una mano para que se acercara-.

Y Maca supo que era tarde para tocar trompeta de retirada, hincó la rodilla en la cama y se colocó a su lado tensándose al notar la ansiedad de Esther. Suavemente empezó a acariciarla, derritiéndose por las sensaciones que le transmitía aquella piel cálida. Esther iba a morir bajo aquella suavidad, se sentía tan rota, que cerró los ojos viendo que una lágrima se le escapaba. ¡No iba a llorar! Maca sintió que el corazón se le rompía cuando vio aquella gota resbalar por su mejilla, una furia atronadora de dolor la sacudió… posó sus labios en aquella cara rápidamente y se la bebió…

“nooo… nooooo….” quiso gritar Maca, impotente ante aquel sentimiento que no entendía.

Como un loco que trata de contener con su locura a un gigante, se lanzó hacia el fuego de Esther intentando aplacar aquella tristeza que emanaba de ella. La besó en la boca sin pensar, Esther abrió los ojos estremeciéndose como jamás pensó que podría… luego los cerró ante la profundidad de la entrega de Maca en su boca,  fundiéndose a su paso como nunca antes lo había hecho. Sus respiraciones estaban a la par, mareadas y fuera de sí, un solo espejo, una sola imagen… cien por cien una, sus cuerpos se amoldaron y sus bocas se enredaron hasta perder su verdadera delimitación.

El cuerpo de Maca rodó sobre el de Esther primero, luego el de Esther aplastó el de Maca sin despegarse, la pena se había sido absorbida por aquella capa de saliva que colmaba cada resquicio de sus bocas. Maca parecía vibrante, fuerte y estable tumbando nuevamente a aquella mujer de espaldas contra la cama. Esther se sorprendió de no tenerla desfallecida ante sí, pero no pensó… no podía, aquella lengua la dejaba sin aliento robándole suspiro a suspiro la vida.

Una mano, un gemido… Esther sintió que su pecho estallaría, Maca acababa de abrir camino entre sus piernas. El abandono de su boca, la hizo gritar por dentro… “noooooooooo, no me dejesssss” pidió con la mirada perdida, mientras Maca acariciaba aquella boca entre abierta con una mano y devoraba con su boca aquel pecho tentador y henchido.

- aaaaaaaahhhh… -gimió Esther y mordió la punta del dedo de Maca para acallar aquellas primeras caricias sobre su sexo-.

Unos chupetones en su pecho, nuevas caricias y un cuchillo.

- Diosssssss….-gimió Esther arqueándose-.

Maca acababa de inundar su interior con firmeza y precisión. Sus dedos se movían sabiamente en el interior de su templo, mientras otro llamaba al timbre con suavidad. Esther volvió a morderla, Maca no se quejó dejando aquella mano cerca de la boca de Esther. La cascada empezó a fluir, Maca la conocía… arrimó su cuerpo todo lo que pudo al de Esther y envistió con la mano, reforzando la presión con un muslo entre las piernas de aquella mujer que jadeaba sin aliento.

“No te dejaré sola… no te dejaré” susurró Maca para sí, y se despidió de aquel pezón que contenía en su boca para sustituirlo por la boca de Esther que al verla llegar la acogió con vehemencia. Maca notó como Esther la empujaba sobre ella, la complació tratando de no perder el ritmo, por suerte era más alta que ella y podía estar en ambos sitios. La humedad de su boca la sorprendió gratamente, estaba tan expuesta que Maca quería dárselo todo, volvió a envestirla moviéndose sobre ella, Esther gimió en la boca de Maca que volvió acto seguido a remeter contra ella.

Los brazos de Esther rodearon el cuello de Maca aprisionándola contra su boca, sintiendo como la lengua de aquella mujer dibujaba cada recodo mandando descargas hacia su sexo. Maca le pasó su otro brazo por debajo de la cabeza estrechando aquel abrazo y volvió a profundizar en ella agitando los dos dedos que aquella mujer aprisionaba. Volvió a gemir, Maca la ahogó y acelero el ritmo… Esther estaba subiendo y subiendo, de pronto la caricia de Maca cercó más el círculo, Esther desplazó sus brazos hasta la espalda de Maca, faltaba un poco, iba a morirse.

De nuevo aquella pierna firme, aquellos dedos resbaladizos, aquella boca en su boca y aquella lengua en cada recodo… unos movimientos más sobre la zona henchida de su centro, un estallido y un “Diooooos” liberado a tiempo de las garras de aquella prisión de labios que Maca había cercado sobre su garganta.

Esther gimió brutalmente, pero Maca también lo hizo cayendo flácidamente sobre aquella mujer que acababa de robarle todo. Esther la miró sorprendida, Maca acababa de correrse con ella sin necesidad de que la tocara, la acarició con ternura, le estaba tan agradecida.

Sus respiraciones tardaron en volver a serenarse. Esther sentía un hormigueo atroz por todo el cuerpo, y aún no sabía qué iba a pasar a partir de aquel momento. En realidad no quería pensar en ello, no quería pensar en aquellas reglas que habían quebrantado en aquel encuentro, lo único que le importaba era que Maca parecía respirar mientras mantenía enterrada su dulce cara en su propio cuello. ¡Estaba con ella!, los miedos y reproches podían esperar.

58

El tiempo pareció detenerse con Maca tendida sobre su cuerpo. Esther le apartó el pelo de la cara y la estrechó contra su cuerpo envolviéndola con sus brazos y piernas. Parecía una niña derrotada, a pesar de ser ella la que se sentía fuera de sí.

- ¡Gracias!

Le susurró Esther besándola en la frente. Maca respondió hundiendo más su nariz en aquel cuello en el que se escondía. Esther supo que no estaba repuesta todavía, ella tampoco lo estaba, cerró los ojos y sin darse cuenta ambas se quedaron dormidas.

Apenas unas horas después Esther sintió frío y se despertó, Maca ya no estaba a su lado pero la había cubierto con una manta. Se abrazó a sí misma, perdida por el recuerdo de lo que acababa de suceder. Hundió la cara en la almohada, tratando de acallar el escozor que aquella abrasión de besos había provocado en sus labios… “Dios, ¿qué he hecho?” temió Esther, y como queriendo confirmar que era real, deslizó su mano entre los muslos donde encontró los restos de una humedad y un encuentro que no podría borrar fácilmente. Esther ahogó un grito, a pesar de haberse derramado, pensar en lo que habían hecho, le hacía sentirse insatisfecha pues ansiaba más todavía… se obligó a retirar su mano y a levantarse. “Necesito una ducha… y salir de aquí, necesito tranquilizarme un poco”, y con aquel pensamiento se envolvió en la manta y salió de la habitación. Llamó a Maca, pero nadie contestó.

“¿Se ha marchado?”… una ola de terror trepó por el cuerpo de Esther, ni siquiera había podido pensar en cómo se sentiría Maca con lo que había ocurrido entre ellas, parecía tan calmada sobre su cuerpo que no se le ocurrió pensar que aquel silencio no era normal. Anduvo por la casa, y en la puerta había una nota con un mensaje escrito.

Nota:
“Perdona que no te haya despertado, parecías tan cansada que pensé que necesitabas dormir si sigues queriendo salir esta noche a bailar conmigo… Se me olvidó comentarte que comeré con una amiga, necesitaba hacer un par de cosas y he salido con la moto. Puedes quedarte en casa todo el tiempo que quieras, yo llegaré sobre las ocho. Espero que estés mejor, y que la cita de esta noche siga en pie, un beso… Maca”

Esther releyó el mensaje un par de veces, había cosas que no le cuadraban en él, estaba segura de que si Maca hubiera quedado con alguien para ese día se lo habría dicho, pero no quería pensar en ello y lo tiró a la papelera. En realidad era un alivio contar con unas horas para poner sus pensamientos en orden. Se deslizó hasta la ducha y luego se vistió, no tenía ningún sentido esperarla allí comiéndose la cabeza, así que llamó a Eva y quedó con ella y con Laura. Una sesión con sus amigas la distraería de todo aquel descontrol.

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Mientras Esther salía de su apartamento, Maca hacía ya horas que circulaba con la moto quemando asfalto. No le gustaba la ciudad, así que salió a la carretera y continuó sin tener rumbo fijo poniendo tierra de por medio. La velocidad y el viento golpeándole con violencia en el cuerpo le aliviaba sin permitirle pensar en otra cosa que no fuera en la conducción. Cuando sintió que ya había tenido bastante, se detuvo a repostar y llamó a Ana.

- ¡Hola cariño! ¿Cómo lo llevas? ¿Qué pasó al final, hablaste con Esther?  -la voz de Ana era una sábana de tranquilidad, a ella la conocía-.
- Ana... yo… -Maca quería decir algo, pero no podía-.
- ¿Maca…? ¿Qué te pasa? ¿Ha pasado algo? –se asustó su amiga notando la voz rota de Maca-.
- ¿Podemos vernos? Me gustaría hablarte de algo -le dijo Maca suspirando-.
- Claro que sí, voy para allá, ¿estás en casa? –le preguntó -.
- No, no… he salido con la moto, mejor voy yo a la tuya –le contestó Maca-.
- Vale, te espero –le dijo Ana-.
- Me llevará una hora llegar –le advirtió Maca-.
- ¿Una hora? –se extrañó Ana, pues de su piso al de Luis sólo habían quince minutos-.
- Es que estoy fuera de Madrid, salí a dar una vuelta con la moto, pero ya voy de regreso –le contestó Maca mientras pagaba al de la gasolinera-.
- ¡Está bien! Te espero lo que haga falta, tú no corras, ¿vale? –le dijo Ana, un poco preocupada, sabía que algo pasaba-.
- Vale, te veo en un rato, un beso

Y colgó el teléfono, se puso de nuevo el casco y se abrochó la cazadora. Con rapidez, volvió a poner rumbo a aquella jungla en la que se había metido por voluntad propia.
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Esther llegó a casa de Eva, Laura ya estaba allí para alivio suyo, pues no se veía con fuerzas de enfrentarse a Eva a solas.

- Pasa, pasa… estamos en la cocina –le gritó Eva-.

Esther se quitó el abrigo y al mirarse en el espejo de la entrada se dio cuenta que seguía con los ojos encendidos. “Mierda, me lo va a notar…” pensó Esther y se soltó el cabello que llevaba recogido para que camuflara más su cara. “Mejor” se dijo y fue hacia la cocina. A medida que se acercaba unas voces risueñas se hacían más claras:

- Oh, vamos… más quisieras… anda quita babosa –le decía Laura entre risas, mientras se defendida con codazos de las garras de Eva que no hacía más que tontearle mientras ella trataba de preparar algo de comer-.
- ¡Pero qué sexy estás cuando te me resistes! Venga anda,… dímelo joder, no es tan grave –le insistía Eva mientras se colocaba nuevamente a su espalda y la cogía de la cintura-.
- ¡Tú estás loca! ¡No pienso decírtelo!...jajajaj… y no te me arrimes, que yo no soy una de tus “pibitas tontas”… jajaj… que se derriten con tus rocecitos –le espetó Laura entre risas y se escabulló de aquel pulpo llevando un plato de dulces en la mano-.
- ¿Qué es lo que no piensas decirle? –le preguntó Esther topándose con Laura y su sonrisa-.
- Eyy… cariño… -Laura se acercó y le dejó un beso en los labios, Esther se heló-.

Laura siempre la saludaba de aquel modo, pero aquella vez el cuerpo de Esther reaccionó con brusquedad sin pretenderlo.

- ¿Estás bien? –le preguntó Laura sorprendida por la reacción, Esther parecía palidecer-.
- Eh.. sí, sí…creo que me estoy resfriando –se repuso Esther rápidamente, y le devolvió el beso a Laura para tranquilizarla-. Pero aún no me has contestado, ¿qué es lo que quiere saber ésta loca?

Le preguntó Esther bajando la voz y esbozando una amplia sonrisa.

- Quiero saber cuándo fue la última vez que echó un polvo, pero la mojigata no me lo quiere decir –le dijo Eva
- jjajjaja… y tanto que no te lo pienso decir, no es de tu incumbencia –le dijo Laura volviendo a la cocina en busca de las bebidas-.
- Pues me pienso enterar, tarde o temprano –le susurró Eva y le metió un buen pellizco en el culo a Laura cuando pasó por su lado-.
- ayyyy… ¡estate quieta! No todas queremos tener cardenales en el trasero –le riñó Laura esquivándola-. ¿Esther, café o refresco?
- ¿ehh? –Esther la miró- Café, gracias.


Esther disfrutó de ser durante algunos minutos una simple espectadora de aquel coqueteo que existía entre sus amigas. Hacía años que sabía que Laura estaba secretamente enamorada de Eva, pero por una extraña razón, Eva jamás se había percatado de sus miradas ni de sus acciones, y se refugiaba en aquel coqueteo inocente que luego dejaba mella en Laura quisiera o no quisiera. Esther contemplándolas se preguntó, si ella sería capaz de reconocer el amor si lo tuviera delante, sólo una vez creyó haberlo reconocido y era algo tan imposible que no tardó en girarse y mirar hacia otra parte.

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