Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
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La barra
estaba repleta, Esther se entretuvo con una parejita que habían conocido unas
horas antes viendo que la cosa iba para rato, pues se habían quedado sin hielo.
De vez en cuando vicheaba a Maca, que seguía hablando tranquila con aquella
mujer, así que se relajó y fue paciente con la espera.
- No,
estamos pensando en lo de la exportación en serio esta vez –decía Maca-.
- Es
estupendo que hayas convencido a tu padre, yo al mío ni modo, está empeñado en
que las mujeres no podemos dirigir, y mi hermano es un inútil que no quiere
sentar la cabeza. No sé cómo no se da cuenta, de verdad –le decía Sofía-.
- Ya, la
historia de siempre, pero no te apures. Terminará dándose cuenta de quien va a
ser quien siga su estirpe –la tranquilizaba Maca-.
- Uff,
ojalá lleves razón, tú sabes que esos toros son mi vida –le decía-.
- Lo sé, ¿te
acuerdas cuando te pillé en el establo?… ¡Casi me muero! –se reía Maca-… ¡Que
bicho y tú tan fresca!
- jajaja…
bueno, tú siempre fuiste muy cagueta con los pitones –le decía Sofía riendo-.
- ¡Joder,
que teníamos 14 años, y ese bicho nos sacaba una cabeza, y pesaba 500 kilos!
–decía Maca con los ojos desorbitados mientras se acordaba de las correrías que
habían hecho de pequeñas-.
- jajjaja…
y qué quieres, si sólo trabajamos con toros de lidia… y de los mejores, por
cierto –señalaba su amiga orgullosa-.
- jajaja…
totalmente cierto –señaló Maca-. La verdad es que estoy encantada de verte,
¿cuánto hace que no coincidíamos, cuatro años?
- Ufff…
si, son un montón, ¿eh? Pero ya sabes, me fui a Francia y luego hicimos
escapada a América, así que no he estado mucho en circulación –le explicaba
Sofía-. La verdad es que estoy teniendo mucha suerte, ¿te acuerdas de Azucena Álvarez?
¿de los Álvarez Soto?
A Maca le
cambió la cara de repente.
- Hace un
par de semanas, nos encontramos por casualidad en una recepción y la verdad es
que me alegré mucho de verla, hacía tanto tiempo. Nos reímos mucho recordando
alguna de nuestras anécdotas, le va a encantar verte aquí, porque el otro día
lo hablábamos, y ella tenía muchas ganas de verte –le decía Sofía ajena a
todo-.
-
¿Azucena, va a venir? –preguntó Maca poniéndose pálida-.
- Bueno,
de hecho creo que ya estaba por aquí, ha venido con una chica un poco “ligerita
de cascos” si me permites decirlo, y se han escabullido por el salón de juegos.
Yo creo que iban a lo que iban, la verdad –le decía Sofía en confianza-.
- Puede
ser, Azucena ha cambiado un poco desde que éramos crías. Sofía, te voy a tener
que dejar, porque me acabo de acordar que había quedado en llamar a un
proveedor esta tarde, se me había ido el santo al cielo –se inventó Maca de
pronto, pues estaba como loca por salir corriendo de allí tras la noticia de su
ex-.
Buscó con
la mirada a Esther, pero cuando la vio aún recogiendo las bebidas fue demasiado
tarde. Como un latigazo, notó unas manos tapándole los ojos, y aquel perfume
que antes tanto la había enloquecido, le dió arcadas.
- Te he
dicho mil veces que no mires a nadie más que a mí –le susurró Azucena tan cerca
de su oreja, que sólo Maca pudo oírla y estremecerse. Luego la soltó-.
- Ahora
mismo estábamos hablando de ti, menos mal, porque Maca ya se iba –dijo Sofía con
una sonrisa, pues no sabía qué había pasado entre sus amigas de la infancia en
realidad-.
- ¿Ah sí?
¿Te ibas? –le dijo Azucena con esa voz arrastrada y sátira, mientras la
abrazaba por detrás-.
Maca se
tensó con rabia. Sabía que Azucena estaba aprovechando su sentido del ridículo,
ese aspecto educado y austero de su personalidad que le impedían ser capaz de
montar una escena, esa ansiedad por querer ocultar lo que había pasado entre
ellas.
-
Lamentablemente, tengo trabajo –dijo Maca tratando de zafarse de aquellos brazos,
pero Azucena no le dejó-
- Seguro
que puedes aplazarlo un poquito, por tus amigas de toda la vida ¿Verdad Sofía
que se debería quedar un poquito? –estiró de los hilos Azucena como solía hacer
siempre-.
Sofía se
dejó enredar, pidiéndole a Maca que se quedara un poquito más con ellas, y Maca
se vio encerrada entre aquellas mujeres, aunque sólo era una la que la tocaba y
la ponía nerviosa. “Esther… ven, por favor, por favor.” Rogaba Maca en
silencio, mientras notaba como la desesperación crecía y crecía por no poder
empujar con rabia a Azucena lejos de ella.
Mientras,
en el otro lado de la sala, Esther por fin consiguió las bebidas.
- Oh,
gracias… no, no… sin limón, así está perfecto –le decía al barman, y se dispuso
a llevarle la copa a Maca, cuando Kate y Bea se cruzaron con ella-. Eiii,
habéis vuelto.
- Y parece
que no somos las únicas que hemos aterrizado. ¡Qué morro le echa! ¿con quién
habrá venido? Porque nosotras no la invitamos, ¿no cariño? –decía Kate mirando
hacia donde estaba Maca-.
- ¡Claro
que no! Como la voy a invitar estando Maca –le corroboraba Bea-. Creo que ha
venido con Clara.
- ¡Eso lo
explica todo! ¡Tal para cual! –sentenció Kate con el temple serio por primera
vez en la tarde-.
- ¿De
quién estáis hablando? –se alarmó Esther-.
- ¿Eh? … -Kate
y Bea se giraron hacia Esther algo confusas-.
Bueno, de Azucena Álvarez, la ex de Maca, pensé que… -Kate vio que
Esther se giraba a toda prisa hacia donde estaba Maca- Creí que la conocías ya.
Esther vio
como una mujer delgada, de pelo rizado y castaño cogía a Maca por la cintura.
La cara de Maca llevaba impresa tanto una frialdad glaciar como una especie de
ganas de vomitar, Esther notó como toda la sangre se le subía a la cara. Sin
despedirse, salió con paso firme hacia Maca.
- Pensé
que lo sabía. ¡Si estaban en todos las revistas de cotilleos! ¿Cómo no puede
saber que Azucena era su ex? –decía Kate a Bea sin entender, se sentía
desconcertada-.
- La
verdad es que es raro cariño, además tú cómo lo ibas a saber… -la tranquilizó
Bea abrazándola, mientras las dos se quedaban observando la escena que sin duda
se iba a presenciar-.
78
-
¿Entonces fue bien la presentación de los nuevos vinos, no? –preguntaba Sofía,
pues Azucena acababa de decirle que era el último sitio donde se habían
encontrado Maca y ella-.
- ¡Todo un
éxito! –decía Azucena mientras preparaba sus mensajes subliminares-. Los vinos
han salido de escándalo, la prensa se lució haciendo unas “fotografías”
preciosas, muy esmeradas, y bueno nuestra amiga como siempre… Maca estuvo
espléndida, sobretodo al final de la velada -apuntó Azucena directa al recuerdo
de aquel gemido de Maca-… ya sabes que tiene una voz preciosa, profunda y
suave.
Sofía la
miró un poco raro por como miraba a Maca, y por la tensión que ésta presentaba
en el rostro. Sin embargo, Maca siempre había sido la más formal de las tres, y
ella hacía mucho tiempo que no las veía como para poder interpretarlas. De
pronto alguien las interrumpió inesperadamente.
- ¡Ufff!
¡Casi no llego, la barra está de lo más concurrida! –empezó a decir Esther con
una sonrisa desbordada y gran jovialidad. Maca volvió en sí aliviada al ver
como se pegaba al lado que Azucena no abarcaba junto a ella-. ¡Toma, mi vida!
¡Es que se había terminado el hielo!
Le dijo
Esther coqueteando con ella, con esa complicidad que no pasaba desapercibida.
Maca se concentró en Esther, pues era el salvavidas que sin duda la sacaría de
todo aquello.
- ¡Gracias
cariño! Pensé que ya te habías olvidado de mí –le dijo Maca pasándole el brazo
por la cintura, ante lo cual Azucena se separó de ella sorprendida. Que hubiera
alguien en la vida de Maca, no se lo esperaba-.
- ¡Como
para olvidarme, gatita! –le dijo Esther con una dulzura y deseo que en realidad
no fingía-.
Entonces
Maca, inesperadamente besó a Esther en los labios buscando un alivio
desesperado a aquella intranquilidad y nerviosismo que se había apoderado de
ella por culpa de la presencia de Azucena. Quería alejarla muy lejos de ella,
no sólo físicamente, sino también de su mente y de las magulladuras de su piel.
Esther le correspondió entendiéndola, a pesar de que aquel beso no era de los
pactados, y de que la lengua de Maca buscó con cautela y temor, alivio en sus
recodos. Por suerte para Esther, Maca no se demoró en aquel beso, aunque su
pulso se aceleró del mismo modo que si la hubiera besado durante horas.
- ¡Embaucadora!
–le bromeó Esther con una sonrisa radiante y abrazándose a ella tras el beso-.
¿No me vas a presentar?
- ¡Claro
que sí! –Le dijo Maca aferrándose a su piel todo lo que podía, pues en realidad
no dejaba de temblar fruto del pánico. Azucena, no les quitaba ojo de encima, y
Maca rezaba porque no se diera cuenta de la realidad-. Te presento a dos amigas
de la infancia, ésta es Sofía…
-
Encantada, yo soy Esther –le decía nuestra protagonista tendiéndole la mano con
simpatía-.
- Y
Azucena –le dijo Maca tratando de aparentar una calma que no tenía-.
- Un
placer conocerte –le tendió la mano Esther fingiendo la misma simpatía que con
Sofía, cuando en realidad gustosamente le hubiera dado lo suyo-.
Azucena se
la quedó mirando, luego dibujó una sonrisa cínica en la cara y le estrechó con
fuerza la mano, reteniéndola más de lo estipulado como correcto mientras se
miraban a los ojos.
- Es un placer
conocer a las amigas de mis amigas –dijo Azucena con total intención-.
- Bueno,
eso es cierto –le dijo Esther con alegría como si la cosa no fuera con ella,
pues a interpretar no le ganaba nadie-. La verdad es que llevamos tan poco
tiempo saliendo juntas, y todo ha sido tan rápido, que aun no conozco a mucha
gente del entorno de esta preciosidad.
Dijo
Esther volviendo a rodear la cintura de Maca, mientras ella la envolvía también
con su brazo y le apartaba con dulzura el cabello de la cara.
- ¡Rápido,
pero intenso cariño! –puntualizó Maca mirándola con una sonrisa-.
Esther
sonrió con los ojos, comiéndosela con la mirada. Luego intencionadamente
dirigió su mirada a la boca de Maca, y se mordió con sensualidad su propio
labio inferior demostrando un deseo que taladró a Azucena, pues su cabeza
empezó a imaginar lo que esa complicidad entrañaba. Jamás había visto así a
Maca, durante un tiempo ellas habían vivido momentos muy íntimos de
compenetración, pero Maca nunca había querido manifestar sus sentimientos en
público y sin embargo con aquella mujer no parecía tener ningún tipo de reparo en
hacerlo.
- ¡Cierto,
intenso! –le susurró Esther confirmándolo, y Maca le besó la frente con
profundo agradecimiento por lo que estaba haciendo-.
- ¡Es
genial, veros así, digo! –dijo de pronto
Sofía-. ¿Sabes, Esther? Maca siempre ha sido una estirada, muy recta y
correcta. Cuando éramos jóvenes, siempre era la aguafiestas que ponía los topes
de lo que estaba bien o mal. La verdad es que me alegra saber que alguien ha
podido sacar esa parte afectiva inmensa que tiene. ¿Cuánto lleváis juntas? Se
os ve muy bien.
- Apenas un mes –dijo Maca, englobando la fecha
en la que se conocieron para que pareciera más tiempo-.
-
¡Suficiente para saber que no te tengo que dejar escapar! –añadió Esther con
una sonrisa hacia Sofía-.
- ¡Vaya,
si que os ha cundido! ¡Qué envidia sana me dais! –dijo Sofía feliz y en la
inopia de lo que se cocía-.
- ¡Un mes!
¡Vaya! –dijo Azucena de pronto, saliendo de su silencio-. Supongo que debe ser
difícil para ti, pasar tanto tiempo sin ella. Porque lo cierto es que nuestra
amiga –dijo Azucena, apoyando la mano intencionadamente sobre el hombro de
Maca-, es una trabajadora nata, y una adicta al paisaje de sus bodegas. No os
habréis visto mucho estando separadas por dos ciudades.
- ¡Lo sé!
Y es lo que más preocupada me tiene, la verdad –dijo Esther con jovialidad,
pensando en el próximo golpe-. Le dije que era una locura venirse a trabajar
aquí, pero cuando me propuso vivir juntas, fui egoísta, y no pude dejarla
escapar.
Azucena
abrió los ojos como platos. “¿Están viviendo juntas?... ¡Eso no puede ser!”
pensó para sí.
- ¿Ahhh,
ya estáis viviendo juntas? –se emocionó Sofía con la noticia-.
Maca
asintió con una sonrisa, tratando de ignorar a Azucena.
- ¡Vaya!
¡Qué notición! –siguió Sofía-. ¡Me alegro por vosotras! Ojalá os funcione, yo
la verdad es que sólo lo intenté una vez, y no nos salió muy bien… pero se veía
venir, porque odiaba los toros. ¡Es que yo trabajo con ellos! ¡Tengo una
ganadería de toros de lidia!
- ¿Ah si?
–se interesó Esther, para desviar la conversación hacia otro punto que no
fueran ni ellas dos, ni Azucena que parecía no haberse repuesto de aquella
última noticia-.
- Bueno,
es de mi padre, pero ahí estoy yo “lidiando”, dígase de paso, con él para que
se jubile y me de la oportunidad de demostrarle que puedo seguir su trabajo
–añadió Sofía-.
- Bueno,
yo voy a tener que dejaros, he dejado a mi acompañante saludando y no es plan
de demorarme mucho –dijo Azucena, besando a Sofía-. A ver si nos vemos antes de
que vuelvas a irte, ya tienes mi número.
- Sí, claro,
no te preocupes –le dijo Sofía-.
- El tuyo
ya lo tengo yo, te llamaré –le dijo Azucena a Maca mirándola con oscuridad, y
Maca supo que no se libraría fácilmente de otro encuentro con ella-.
Azucena le
dio un beso prolongado en la mejilla. Maca trató de aparentar indiferencia,
aunque sintió la fuerza con la que se lo había dado, tan fuerte que sin duda
Azucena había pretendido que doliera para que lo notara por largo rato.
- Todo un
descubrimiento haberte conocido, Esther –le dijo Azucena tendiéndole la mano-.
- Lo mismo
digo –le contestó con inocencia Esther, estrechándole la mano esta vez con
mucha más fuerza de la que Azucena se esperaba-.
“¡Hijaaa
de la gran putaaa!… la llevas clara si piensas que eres la más fuerte en esta
pelea. Cuando acabe con Maca, va a ser capaz de partirte el culo como a ti te
gusta, zorra de mierda”, pensó Esther sin dejar de sonreír amablemente a
aquella víbora, mientras sus miradas se clavaban.
Cuando
Azucena se alejó de ellas, se frotó la mano que Esther había aplastado sin
esfuerzo entre la suya.
- ¡La
llevas clara, si piensas que Maca va a ser para ti! ¡Enana insolente! –se dijo
para sí Azucena, mientras salía en busca de Clara.
Maca trató
de serenarse mientras escuchaba a Sofía contarle a Esther la historia de su ganadería.
La cabeza le daba vueltas, la adrenalina le había bajado hasta los pies y se
aferraba a Esther como a una columna que la sostenía erguida. Esther notaba que
tenía la vena henchida por la ira, notar a Maca tan desvanecida por culpa de
aquella mujer, le estaba comiendo por dentro, pero no podía llevársela de allí
sin más. Tenía que conseguir que nadie notara nada, por el bien de Maca. Así
que siguió hablando con Sofía, mientras permanecía agarrada a Maca.
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