
La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
45
-
Tía, llevo varias horas buscándote. ¿Sé puede saber dónde te has metido?
¿y por qué traes esa cara de pava? -la atrapó Eva nada más la vio cruzar el
pasillo hacia su oficina-.
-
Me fui con Nando a comer -le contestó Maca que no podía dejar de
sonreír-, y esta cara es la que se te queda después de echar un buen polvo, a
ver si te decides de una vez y lo pruebas con alguna de tus candidatas Evita
-le terminó de responder Maca dándole un pellizco juguetón en el moflete-.
-
¡¡¡ ¿te has tirado a Nando con Laura vigilándoos?!!! -Eva tenía los ojos
y la mandíbula desencajada por la noticia-.
-
¡No seas morbosa! ¡Claro que no! Cuando salimos del restaurante le di
esquinazo, aun no me va lo vouyeur -le aclaró Maca-.
-
Ah, bueno... -se tranquilizó de pronto Eva, pues no le hacía nada de
gracia que su posible futura “pareja” viera follando a su mejor amiga, sólo de
pensarlo le entraban escalofríos-. ¡Qué guarra! Ya decía yo que no era normal
verte tan sonriente, y menos después de lo de Esther esta mañana.
-
¡Bah, que le den! Siempre supe que en el fondo era una estirada
-contestó Maca tratando de pasar del tema-.
-
¿Sí?, pues en las últimas semanas no parecía que te lo pareciera. ¡Si
casi hacía falta una espátula para despegaros! -le soltó de pronto Eva-.
-
¡No me jodas ahora eh, Eva! Estoy de buen humor y paso de hablar de ella,
¿vale? -le soltó Maca más perturbada de lo que quería aparentar-.
-
Pues va a ser que no vas a tener suerte, porque viene derechita hacia
nosotras -le dijo de pronto Eva. Maca se giró en el acto y la vio salir del
ascensor-. No parece que traiga cara de muchos amigos, ¿no?
Maca también lo pensó tras detectar aquellas arrugas en su frente y su
paso plomizo y decidido enfilar el pasillo. Sólo el hecho de que Esther se
creyera con derecho a estar enfadada, la enfurecía más aún, pues a fin de
cuentas Maca era una persona libre y Esther una simple empleada a la que no pensaba
rendir cuentas.
-
Tenemos que hablar, ¡ya! -rugió Esther nada más llegar a la altura de
las dos-.
-
Uy, me acabo de acordar que Cruz me pidió un informe esta mañana -trató
de salir por peteneras Eva viendo el temporal que se avecinaba-.
Maca la cogió del brazo justo cuando Eva intentaba escaparse.
-
¡Tú, te quedas! -dijo tajantemente Maca sujetándola y entornando los
ojos desafiante prosiguió-. Yo no tengo nada de que hablar contigo, y tampoco
tengo ganas de escucharte, así que si nos disculpas ...
Maca tiró del brazo de Eva en dirección al despacho. Pero cuando iban a
cerrar la puerta tras de sí, se toparon con el pie de Esther. Maca la miró
enfadada, Esther estaba bastante fuera de sí, cerró la puerta tras ella y se
quedaron las tres encerradas en el despacho de Maca.
-
¡Me vas a escuchar aunque te tenga que amarrar para que lo hagas! -le
rugió Esther-.
-
Bueno chicas, calmémonos un poquito, ¿sí? -quiso tranquilizar Eva las cosas, pues se veía de pronto en medio de
una guerra de titanes-.
-
Os dije que no salierais sin comunicárnoslo antes -habló Esther
ignorando a Eva-.
-
Y yo te dije que no lo haría. Así que ya puedes correr a chivárselo a mi
padre, porque ni tú ni nadie va a decirme cómo vivir mi vida -le espetó Maca-.
-
¡Ja! ¡No me hagas reír! -esbozó Esther una sonrisa cínica-. Tú no eres
más que una jodida niñata que no tiene ni puta idea de lo que es la vida. ¿Te
crees que salir por ahí con tu novio y dar esquinazo a la única persona que
puede proteger lo que tú llamas libertad, es vivir? ¡Estás muy equivocada!
-
¡¡Ah sí?? ¿Y qué, piensas darme lecciones tú?... -le contestó de igual
manera Maca- ¡Eso sí tiene gracia! Te calé en cuanto te vi, yo seré una niñata,
pero tú eres una prepotente con un palo metido en el culo, que disfruta
teniendo todo y a todos bajo control porque en el fondo te asusta todo aquello
que se salga de un plan, una regla o una orden. Pues entérate bien, ¡A MÍ NO ME
CONTROLAS!
-
En serio chicas, creo que tendríais que calmaros. En el fondo, esto no
ha sido para tanto -trató de intervenir nuevamente Eva tras ver que iban
echando fuego por la boca y por los ojos-
-
¡OHH, CÁLLATE! - le espetaron con un grito las dos a la vez-.
Eva las miró sorprendida y tras un segundo que pareció eterno,
reaccionó.
-
¿Sabéis que os digo? ¡QUE A LA
MIERDA ! ¡por mí, cómo si os matáis! -les contestó Eva y dando
un portazo salió de la habitación-.
- Sí
dejaras de mirarte el ombligo por un momento te darías cuenta que no trato de
controlarte, sino de protegerte -continuó con aquella discusión Esther-.
-
¡¡¿Protegerme?!! -se escandalizó Maca- ¡Eso no es protegerme, es
encerrarme en una celda sin barrotes! No pienso dejar de llevar una vida normal
sólo para no sentir miedo de lo que pueda pasar, y si no eres capaz de
comprenderlo es tu problema.
-
¡Tú eres la que no comprende, y sinceramente, el gran problema aquí lo
tienes tú! -Esther estaba dolida y asustada, y no comprendía porqué Maca no lo
estaba-. Lo de ayer no fue un juego, y desde luego lo que se decida en el
comité dentro de un mes tampoco lo será, te lo aseguro. Pero tranquila, tú
sigue por ahí escondiéndote de Laura y jugando a los “noviecitos” como si fueras una puta adolescente que no ve
más allá del hoy y el ahora...
-
¡Eres GILIPOLLAS! -le gritó de pronto Maca realmente alterada, la ironía
y las palabras de Esther la herían- ¡TÚ NO ENTIENDES NADA!... Qué fácil es para
ti tener todas las respuestas, te quedas ahí y nos miras por encima del hombro
con ese autocontrol y frialdad que ... que me crispa los nervios. ¡Todos no
somos como tú! ¡Todos no somos tan fuertes!... -Maca empezaba a desmoronarse, y
Esther comprendió al mirarla que su corazón era capaz de estrangularse aún más
de lo que ya estaba, por ella-. ¡Ya sé que van a por mí! Entiendo perfectamente
que todo lo que conozco podría desaparecer. Que puedo quedar aislada de la
gente que quiero, ¿te crees que no me doy cuenta? ... Pero no, no puedo detenerme
ni puedo pararme o esconderme como pretendes que haga hasta que se resuelva.
¡No puedo! ¡Me volveré loca! Ya lo hice una vez, ¡DOS AÑOS! Dos años viéndola
empeorar, sin poder hacer nada, esperando algo que yo no le podía dar y cuando
parecía que el paréntesis de nuestras vidas terminaba, murió -Esther tragó
saliva, claramente se refería a la agonía que había pasado con la enfermedad de
su madre-. Ayer, cuando nos seguían sentí que por un momento todo volvía a
desmoronarse a mi alrededor, que el peligro era real y yo no podía hacer nada
para evitarlo, ¿y sabes de qué me di cuenta? De que la única razón por la que
no lo hice fue porque estabas allí. ¡Todos no somos fuertes! ¡pero tú sí!
-repitió Maca, y Esther no llegó a comprender todo lo que quería decirle-. Así
que voy a seguir haciendo lo que sé hacer, lo que soy. Voy a seguir viviendo
esta realidad espejismo que me ha tocado vivir, porque sino sé que me volveré
loca y tú, vas a seguir haciendo lo que sabes, porque es tu trabajo, Cruz dice
que eres la mejor en ello y yo creo en ti.
De pronto Esther comprendió que
aquel grito rebelde de Maca era en realidad un grito de socorro, y que la carga
de su esperanza recaía más que nunca en sus hombros. Maca le estaba pidiendo
que hiciera su trabajo pero, ¿cómo iba a hacerlo? ¿cómo podía llevarlo a cabo
si se sentía así? Con el pulso en la garganta, el miedo en las venas, la razón
perdida y más sentimientos de los que nunca se creyó capaz de albergar a flor
de piel. De pronto se sintió como una bomba de relojería a punto de estallar.
-
¡No puedo hacerlo! -susurró de pronto Esther-.
Maca la miró sorprendida. Esther alzó la
mirada y se topó con su desconcierto.
-
Lo siento, pero no puedo hacer mi trabajo -repitió Esther recobrando la
fuerza de su voz-.
-
Claro que puedes -le contestó Maca-.
-
No, no puedo y no lo haré. Mañana mismo conseguiré que alguien de mi
confianza me sustituya, lo siento -se reafirmó Esther y se giró para salir de
allí-.
Maca la cogió de los brazos y la hizo
detenerse.
-
¡No puedes hacer esto! ¡No puedes desistir! -Maca sintió miedo por
primera vez-. ¡Joder, no puedes castigarme por lo de esta tarde! Acabo de
explicarte que...
-
No es por lo de esta tarde -la sacó de su error Esther-.
-
¿Entonces por qué? ¿si no es porque te desobedezco, entonces por qué?
-le exigió una respuesta Maca. Pero Esther agachó la mirada, no iba a responder.
Maca se sintió fuera de sí, la zarandeó-. ¡Maldita sea, Esther! ¡MIRAME!
Merezco saber por qué... ¿por qué vas a dejarme tirada? ¿tan poco te importa mi
vida para dejarme en mitad de esto sólo porque me fui a echar un polvo?
Entonces Esther la miró fijamente, y en sus
ojos había una mezcla tan extraña que Maca no se atrevió a seguir hablando.
-
¿Quieres saber por qué? -le dijo Esther con la voz vibrante por la ira,
los celos, el miedo y la locura que sin saber sentía-.
Y entonces todo pasó en un segundo. Sus ojos
chocaron, y unos brazos más fuertes que los suyos la agarraron tirando de ella
como si un remolino de agua la succionara hacia el interior. Sintió de nuevo un
calor familiar, el corazón se le ahogó y le faltó el aire. Una sensación de
vértigo le cerró los ojos, la boca parecía secársele y entonces la repentina
humedad que halló la despertó. Maca abrió los ojos, Esther la besaba y ella le
devolvía el beso. Entonces se separó bruscamente, y un bofetón cruzó la cara de
Esther.
.....
Maca respiraba como si de pronto fuera
asmática. Le temblaba el cuerpo, y le escocía la palma de la mano con la que
había abofeteado a Esther, pero aún así, se resistía a creer lo que había
pasado.
Esther no la miraba, sus pulmones también
trabajaban con esfuerzo por recobrar el aliento. Así que se quedaron allí, en
silencio, y durante varios minutos fueron incapaces de articular ni una sola
palabra. Al fin, fue Esther la que habló.
-
Ésta es la razón por la que no puedo realizar mi trabajo. Tenías razón
sobre mí -le dijo Esther ya sin reproches ni dureza en su voz, simplemente con
la tranquilidad que sólo la verdad otorga-. Soy fuerte, autosuficiente,
prepotente y siempre tengo la respuesta.... -Maca la miró al detectar un
temblor en su voz-, pero desde que acepté este maldito trabajo ando agotada,
tengo miedo, mi razón lucha con lo que siento y dudo de cada paso que doy. ¡Así
que no! ¡No puedo trabajar para ti! Porque a pesar de estar volviéndome loca y
de que me has destrozado la vida con la que yo convivía, te quiero y no sé qué
hacer para dejar de hacerlo.
A Maca no le dio tiempo de
reaccionar, Esther cruzó a gran velocidad la estancia y cerró la puerta tras de
si al salir. Maca se quedó mirando el vació que había quedado tras ella, aún
con aquel incómodo hormigueo por el cuerpo y un nudo en la garganta causado por
las últimas palabras de Esther.
....
46
20 días después...
“Un poco más...” se dijo Esther, y
recobrando algo de aire, volvió a poner sus pasos a merced del suelo semiblando
del parque. No miró el reloj, pero el despertar de la ciudad le comunicó que
debía llevar algo más de una hora corriendo. Mientras se esforzaba por dar otra
vuelta, vio pasar a varios jóvenes en bicicleta, saludó a Paco el del puesto de
periódicos y se cruzó con varias madres atravesando el parque arrastrando a sus
hijos para llegar al colegio a tiempo. Desvió su rumbo y cruzó un pequeñito
puente, por aquella parte los aspersores seguían en marcha regando las
explanadas de césped, Esther agradeció las gotitas de agua fresca que fueron a
su encuentro. Habían pasado veinte días desde aquella tarde, sin embargo aquel
momento del día era el único que le permitía apartar por completo la imagen de
Maca de su cabeza. Estaba volviendo a
pensar en ella cuando un hormigueo empezó a nacerle en el gemelo, aminoró el
paso, la fatiga física era mucho mejor que detenerse. Todo empezaba de nuevo en
su cabeza cuando se detenía, la firme presencia de sus manos en sus hombros
exigiéndole un “¿por qué?”, la tibieza de su cuerpo contra el suyo, su olor, su
sabor.... no podía soportar recordar su sabor. Esther volvió a apretar el paso,
accionó el aumento de volumen en su ipod y trató de conseguir quince minutos
más de silencio en su cabeza.
....
Laura salió del ascensor primero, luego
permitió que Eva y Maca hicieran lo mismo. Desde que Raúl había sido puesto al
cargo del caso, Laura las acompañaba a todas partes, y todas partes significaba
realmente del trabajo a casa, de casa al trabajo y poco más. Durante días todos
habían esperado que Maca estallara haciendo una de las suyas ante aquella imposición,
pero lo cierto es que no lo hizo. Se limitaba a trabajar y a no hablar con
nadie, especialmente con Eva que había recibido aquel nuevo estado de Maca como
un mazazo en el estómago, pues se sentía culpable por no haberse quedado
aquella tarde en medio de Maca y Esther para interceder.
-
¿Comemos luego? -le preguntó Eva como siempre-.
-
Claro, hasta luego -le contestó también como siempre Maca-.
Eva la dejó marchar hacia el interior de su
oficina tratando de que su indiferencia no la aplastara. Cruz las observó desde
el cristal de su despacho. Ella también estaba preocupada por la “no reacción”
de Maca, en realidad el único que estaba contento con la situación era Pedro
Wilson, que tras enterarse de los acontecimientos en el centro comercial y de la
verdadera situación sobre la DMIT, había puesto el grito en el cielo acogiendo
con gusto el paranoico y sobreprotector plan de Raúl referente a la seguridad
de su hija. El que Maca hubiera decidido colaborar, aliviaba tanto su carga que
sin darse cuenta había aprendido a mirar a su hija sin verla, ignorando aquella
mirada ausente que desde hacía días presidía su rostro, o aquella actitud
antinatural y apática impropia de ella.
“Esto no está bien”, pensó Cruz mientras
marcaba un número en su móvil. “Vamos Esther.... cógemelo, cógemelo...”, pero
la operadora volvió a anunciarle exactamente lo mismo que le anunciaba todos
los días. “El número de teléfono marcado no se encuentra disponible”.
...
Maca dejó su mochila en la silla continua y
esperó a que ELISA iniciara el sistema. Sabía que no tenía nada sobre lo que
volcar su tiempo, pues los primeros días se los había pasado frenéticamente
trabajando y desde hacía casi cinco, había finalizado por completo las
modificaciones que Esther había dejado anotadas que se hicieran antes de desaparecer.
Miró por la ventana y le pareció increíble que la gente fuera y viniera
frenética en su paso, ella sin embargo tenía la sensación de encontrarse más
quieta que nunca.
-
Inicio completado -le anunció ELISA-.
Maca volvió a su asiento y esperó a que el
ordenador volcara la lista de asuntos pendientes. Distraídamente fue desechando
tareas que no le apetecían, hasta que llegó a una codificada. Le llamó la
atención no recordarla e introdujo varias contraseñas sin acierto. Revisó la
fecha de la última actualización, y entonces cayó en la cuenta de qué se
trataba. Introdujo la contraseña que había elegido con Eva y ¡bingo! El
ordenador volcó el proyecto que Eva y Maca habían diseñado para asaltar la base
informática del DMIT. ¿Cómo había podido olvidado? Maca se sintió confusa
mientras se dejaba caer incrédula contra el respaldo de su asiento, ¿cómo algo
de tanta importancia había pasado a un tercer plano? Entonces cayó en la cuenta
de que hacía tiempo que no hablaba de verdad con Eva, de que los días habían
pasado rápidos y vacíos mientras trabajaba. De pronto se dio cuenta de que
trataba de olvidarla.
...
Eran las dos de la tarde y Eva se paró en
frente de la puerta del despacho de Maca. Suspiró resignada pues sabía lo que
iba a encontrarse. Ya habían pasado veinte días, pero ella no había logrado
todavía acercarse a Maca, cada vez que lo intentaba su amiga parecía en otro
mundo, se dispersaba y tan sólo conseguía articular monosílabos o frases cortas
para expresar su opinión. Eva ya había pasado por aquello antes, pero siempre
había sabido el por qué y su paciencia se alimentaba de ello, sin embargo esta
vez Maca estaba cerrada en banda, no porque conscientemente quisiera, sino
porque era su naturaleza cuando algo la sobrepasaba. Resignada llamó a la
puerta y tras unos segundos ésta se abrió. Maca estaba frente al ordenador como
siempre. Eva se acercó.
-
¿Vamos a comer? -le preguntó-.
-
Todavía no, ven... quiero enseñarte una cosa -la sorprendió Maca
invitándola a participar de lo que estaba haciendo-.
Eva no pudo contener una muestra de sonrisa,
fuera lo que fuera, era un paso. Se aproximó rápidamente a donde estaba Maca y
al mirar el monitor abrió los ojos como platos.
-
Maca esto... ¿¿¿esto es??? -Eva no se atrevía a preguntarlo-.
-
Aún no estoy dentro, tranquila. Sólo estoy tanteando un poco, no
dispondremos de mucho tiempo así que descarto dónde no tenemos que mirar -dijo
Maca como si fuera lo más simple del mundo-.
-
Pensé que ya no estabas interesada, Raúl dice que después del trabajo
que dejó realizado Esther sólo se llevarán el prototipo y el proyecto -añadió
Eva como tratando de disuadirla-.
-
¡No me importa! ¡Vamos a hacerlo! -le contestó Maca de forma rotunda-.
Eva la miró un segundo. Maca tecleaba y
tecleada sin despegar la vista de la pantalla, su forma de trabajar siempre fue
obsesiva, pero en su tono había algo personal, un atisbo de su genio. Eva no
sabía si alegrarse por ello o echarse a temblar. Maca volvía a querer asaltar
la base de un organismo gubernamental.
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