Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
105
Las
respiraciones de ambas se encontraban aún agitadas. Esther trató de tomar aire
sintiendo que el pecho estaba a punto de reventar, Maca la observó aún quieta
como una estatua tratando de reducir mentalmente aquel deseo que la estaba
mareando por momentos.
Aquel
sueño se había materializado en una búsqueda de sus cuerpos entre el duermevela.
No es que pareciera un sueño muy real, es que sus subconscientes las habían
impulsado a realizarlo y la piel les hervía dolorida por la sensación de un
orgasmo no alcanzado.
Maca cerró
los ojos, tragó saliva… “Por Dios, lo has hecho antes… frénate, frénate ya…” se
gritó en silencio, y trató de mermar su pulso agitado, sintiendo que al
detenerse se desmayaría.
- Esther
-pronunció su nombre mientras sin poder
evitarlo se sumergía en su nuca apoyándose contra ella, procurando detener una
tormenta que la estaba matando y sintiéndose culpable por lo que estaba ocurriendo-…
lo siento, no pretendí… ¡Estaba soñando!
La piel de
Esther ardía, por más que quería recuperar el aliento, no lo conseguía… la
presencia de la mano de Maca era tan palpable entre sus muslos, que podía notar
como seguía brotando de su sexo una humedad no saciada. El cuerpo de Maca en su
espalda se trasformó en un peso que quería notar sobre sí. Esther no se sintió
con fuerzas para dar marcha atrás una vez más.
- No
lo sientas… Termina con esto –contestó Esther con voz tomada, rota y a la vez
ruda por su necesidad-.
Maca
sintió morir, confundida por sus sensaciones creyó que Esther le pedía que se
apartara de ella, tragó saliva y se decidió a mover por primera vez aquella
mano indebida para retirarla, pero entonces Esther le sujetó el brazo con
fuerza y apretó más los muslos.
- Termina
esto…. Por favor… Maca, por favor… –le suplicó Esther y Maca sintió que el alma
le volvía al cuerpo envuelta en lava.
Un huracán
se apoderó de ella en cuestión de segundos, sin embargo sabía que no podía
arrollarla dadas las circunstancias, trató de ser prudente. “Así no es como yo
quería… Esther, esto no es lo que yo quería, perdóname”, pensó Maca apretando
los ojos, tratando de apartar aquel sentimiento de dolor por no poderse
entregar a ella como se merecía. “Perdóname…” volvió a repetirse, y abrió los
ojos, apartó el cabello de Esther y volvió a devorar su cuello con devoción…
Esther gimió, aquella mujer la ponía tan caliente, deseaba tanto sentirla, que
en su mente no había nada más que aquella claridad cristalina de la presencia
de su boca, y la suavidad de sus dedos sobre su piel. Su cuerpo empezó a
vibrar, Maca lo sujetó contra sí queriendo que percibiera su cercanía… Esther
volvió a deslizar su brazo hasta las caderas de Maca y la apretó a su vez
contra las suyas. De pronto las caricias de Maca sobre su sexo fueron
acorralando su placer, Esther sintió que el aire le faltaba, escondió la cara
contra la almohada, clavó sus garras en el culo de aquella mujer… ¡Era la hora!
Y Maca le lamió el cuello, mordisqueó su oreja, y atizando con sus dedos las
zarzas de aquella hoguera le susurro…
- ¡Córrete
para mí!
A Esther
no se le escapó un suave gemido, sino un estallido gutural que aplacó contra la
almohada para que no fuera escuchado en su plenitud. El cuerpo se le tensó en
un instante, y acto seguido permaneció débil como un muñeco de trapo mientras
la lucha por recobrar el aliento la dejaba sin fuerzas. Maca retiró la mano
suavemente, se dejó caer a su lado sin dejar de abrazarla y esperó.
Tras unos
minutos los golpes en la puerta volvieron a hacer acto de presencia…
- ¡ARRIBAAAA
TORTOLITASS… QUE TENEMOS MUCHO QUE HACER HOY! –les volvió a insistir Kate desde
la puerta mientras Bea hacía acto de presencia detrás de su mujer-.
- Quieres
dejarlas tranquilas, bicho… que eres un bicho… jajajaj… -le reñía Bea mientras
se la llevaba de la oreja como si fuera una niña pequeña haciendo trastadas-.
- Auuuu…
cariño, que se me van a poner orejas de Dumbo… jajaja… -se escuchaba a Kate
quejándose entre risas de forma cada vez más lejana-.
- Jajajja…
de Dumbo… anda tira, y ven a darme la lata a mí, que es a quien se la tienes
que dar –le decía Bea-.
- Mmmm…
eso ya me gusta más… -escucharon apenas responder a Kate seguramente ya bajando
las escaleras-.
Esther
parecía no reponerse. Maca sintió que aquel silencio le dolía más que cualquier
otra cosa en el mundo, así que aprovechó la interrupción de Kate para escudar
su retirada.
- Será
mejor que me duche y baje, a ver si puedo tranquilizar un poco a la inquieta de
Kate -dijo Maca saliendo de la cama y entrando precipitadamente en el cuarto de
baño-.
A la vez
que se escuchó el sonido de la puerta cerrarse, Esther se volvió hacia ella,
pero Maca ya no pudo verla.
“Joderrrrrrrr….
Joderrr… joderrrrr… Eres una completa imbécil”, se reñía a sí misma Esther
tapándose la cara con las manos.
Conciencia de Esther:
buenooooooooooo… pues polvete hemos tenido, pero por tu cara no pareces muy
contenta.
Esther: ¡déjame en paz! –masculló
Esther dándose la vuelta en la cama y tapándose los oídos, lo único que quería
era estar a solas, racionalizar todo aquello, encontrar aquel equilibrio que
siempre había tenido y que ahora no lograba sostener ni escasos minutos en su
cuerpo cuando tenía a Maca de frente-.
Conciencia de Esther: venga, no te
pongas así… si sólo estoy para ayudarte –se compadeció su conciencia de ella-.
Esther: ¡JA!
Conciencia de Esther: ¡por qué
diablos tienes que ser tan cabezota!... La deseas y no quieres desearla, la
quieres y no quieres que te importe, te mueres por estar con ella y tratas de
evitarla… ¡Diosss, eres una cabeza de chorlito! ¿Sabes? Lo quieras o no, no
puedes estar luchando siempre. Piénsalo.
Esther
retiró las manos de sus oídos cuando el silencio de su cabeza parecía definitivo,
se dio la vuelta y miró al techo tratando de poner en orden todo aquel caos que
estaba sobrecogiéndola.
- Yo
no quiero luchar, sólo trato de no perderme –se dijo Esther a sí misma,
mientras volvía a colocarse en posición fetal y se tapaba con las sábanas hasta
la cabeza-.
106
Cuando
Esther bajó por fin de la habitación, se encontró que todo estaba más quieto de
lo habitual. No escuchaba a Kate, tampoco a Maca… y tras mirar por varias
estancias, encontró a Bea limpiando la piscina.
- ¡Buenos
días! –saludó Esther mientras cruzada de brazos se acercaba a aquella mujer-.
- ¡Eiii!
¡Buenos días! ¿Cómo estás, te encuentras mejor? –le preguntó Bea con una
sonrisa, mientras terminaba de pasar el rastreador de fondo-.
- ¿Mejor?
–preguntó sin entender Esther-.
- Sí,
Maca dijo que habías pasado mala noche, que parecía que te estuvieras
resfriando por lo del chapuzón y eso que nos dieron –le aclaró Bea sin prestarle mucha atención-.
- Ah,
sí, sí perdona… es que tengo la cabeza un poco atolondrada todavía, creo que
sólo necesitaba descansar. Pero estoy bien, nada importante –dijo Esther
haciéndose cargo de que se había demorado bastante en bajar-.
Por un
momento recordó como Maca se había cambiado en el cuarto de baño, en silencio.
En completo silencio, como ella misma había estado entre las sábanas hasta que
la había escuchado decirle desde la puerta: “Tómate el tiempo que necesites… yo
me encargaré de ellas”, y el sonido nuevamente de una puerta cerrándose sólo
había servido para repetirse lo imbécil que era.
“¿Qué me pasa?”
se preguntó, mientras la mirada se le perdía en el agua y esas ondas que el
rastrillo que deslizaba Bea dejaba en la superficie.
----
Mientras
tanto Kate y Maca aparcaban frente a la tienda de víveres del pueblo más
cercano.
- Vamos
a ver si Alberto me lo tiene todo preparado –dijo Kate colocándose las gafas de
sol en forma de diadema y entrando en el supermercado seguida de cerca por
Maca-.
- ¿Lo
dejaste encargado? –le preguntó Maca-.
- Sí,
los llamé a primera hora con la lista, pero con tan poco tiempo de aviso, no sé
si tendrán todo lo que necesitaba –le explicó Kate y acto seguido dibujó una
sonrisa ante la aparición de un hombre de pelo cano y unos sesenta y pico de
años, que le abría los brazos-. ¡Eiiii, este es el hombre al que quería ver!
¿Cómo va todo?
- Ohhhh
que ganas tenía yo de verte…. ¡Y qué guapa estás!. Haz el favor de decirle a
Bea que no está bien que os demoréis tanto en pasaros por aquí, que se os
extraña –le dijo el hombre abrazándola con cariño-.
- Se
lo diré, se lo diré… pero no es que ella no quiera que vengamos, es que hemos
tenido mucho trabajo y la verdad es que esta vez ha sido culpa mía, que he
estado viajando más de la cuenta –le explicaba Kate-.
- Ya
veo. Bueno lo importante es que ya estáis aquí, ¿hasta cuándo os quedáis? –le
preguntó el hombre esperanzado-.
- La
verdad es que no mucho, teníamos pensado en principio hasta el viernes y si nos
era posible, estirar hasta el domingo, pero no es seguro –le dijo Kate
arrugando la nariz-.
- ¿Tan
poco? ¿Cómo es eso? –quiso saber el hombre que en verdad parecía apenado por la
escasez de tiempo-.
- Bueno,
es que no hemos venido solas. Mira te voy a presentar –le dijo Kate, y Alberto reparó
por primera vez en la mujer que a varios pasos había permanecido en silencio
tras Kate-. Alberto, esta es Maca una compañera de trabajo, y también una
reciente pero buena amiga.
Maca
se la quedó mirando, no esperaba que Kate la considerada ya como una amistad,
aquello le hizo dibujar una cálida sonrisa.
- ¡Hola,
un verdadero placer conocerle! –saludó Maca al hombre tendiéndole una mano-.
El
hombre miró la mano, luego la miró a ella, y terminó abrazándola fuertemente
con una sonrisa.
- El
placer es mío hija, que alegría ver que mis dos cachorras no andan solas en esa
casa tan grande –dijo el hombre-.
Maca no
pudo hacer más que sonreír y mirar de refilón a Kate, mientras Alberto cogía a
Maca de la mano y las conducía al almacén dándoles conversación. Al pasar por
el lado de Kate, le susurró…
- Mmm…¿cachorra?
¿No querrá decir “pedazo de loba”? –y con un juego de cejas, Maca provocó que a
Kate se le escapara una carcajada y la empujara de la espalda para que siguiera
andando-.
- Jajjaja…
¡Anda tira!
Casi tres
horas y media después, Kate y Maca terminaron de meter todo en el maletero del
4x4. Se despidieron de Alberto y pusieron rumbo a la carretera.
- ¡Diosss…
ese hombre… ese hombre no para! –dijo Maca con una sonrisa-.
- Jajajjaja…
lo sé, ¿por qué te crees que Bea se brindó tan pronto para quedarse a limpiar
la piscina en lugar de acompañarme?... jajajaja… Mi niña será muchas cosas,
pero de tonta no tiene un pelo, si llega a venir conmigo, fijo que ni en casa
comemos –le aseguró Kate-.
- Jajaja…
Me lo creo, me lo creo.. –le dijo Maca entre risas mientras se recostaba en el
asiento-. ¿Al final como has quedado con su invitación?
- ¿Cómo
crees?... A ese hombre es imposible decirle que no, además se muere por ver a
Bea y a Esther. Si al menos hubieras mantenido la boca cerrada –le reprochó
Kate-.
- Jajajajja…
Y yo que sabía –se defendió Maca-. Me preguntó que si había venido sola con vosotras,
y le dije que no, que venía con mi pareja. ¿Qué querías, que pensara que había
venido a aguantaros la vela a vosotras dos?
- Jajjaja…
Vale, vale… pero que conste que cuando Bea me pregunte, te voy a echar las
culpas a ti –la advirtió Kate-.
- ¡Qué
morro tienes, te lo juro! –le dijo Maca-.
Y se
pasaron el viaje comentando lo que había pasado, y lo que harían esa noche.
….
Mientras
tanto en la casa, Bea y Esther se tomaban un pequeño aperitivo en la terraza
esperando a que regresaran.
- ¡Hoy
estás muy callada! –le dijo de pronto Bea sin mirarla-.
- Sí,
eso parece… perdona, es sólo que tengo muchas cosas en la cabeza y me levanté
destemplada esta mañana –se disculpó Esther dándole un sorbo a su refresco-.
- ¡Entiendo!..
–Bea se tomó su tiempo para observarla, había notado que Esther estaba
distante, inconexa e inquieta, y creía saber en cierta forma los motivos.
Balanceó si debía hablar o callar, al final decidió que era hora de quitar
carga a aquellos hombros-. Y dime, esas muchas cosas que tienes en la cabeza,
no llevarán por casualidad el nombre de Maca, ¿no?
Esther se
volvió a mirarla de golpe. “¿Cómo… cómooo ha deducido eso?” pensó, pero no le
hizo falta preguntarlo, pues su expresión lo decía todo.
- No
te asustes, no es que sepa lo que te pasa, pero te he notado inquieta desde
anoche, y me preguntaba si quizá no sea que estás cogiéndole un poco de miedo a
la relación que estás manteniendo con Maca, a fin y al cabo, hace muy poco que
empezasteis a salir y las cosas os las habéis tomado con mucha prisa, así que
es normal que haya veces que te sientas insegura -le dijo Bea-. ¿Es eso? Porque
si lo es, te aseguro que es de lo más normal, y quizá hablarlo con alguien
ajeno te ayude.
Esther se
miró las manos, en cierta forma Bea había dado en el clavo, salvo porque su
relación era atípica y llevaba un contrato de por medio.
- Bea
-la llamó Esther-.
- Dime
–contestó-.
- ¿Cómo
sabes que esa persona es realmente la que es para ti? ¿Cómo se sabe que es amor
y no otra cosa que lo confunda? –se atrevió a preguntarle Esther, pues a su
modo de ver, si alguien debía conocer aquellas respuestas era ella-.
- En
realidad no se sabe, pero se sabe. Es complejo, pero es así. En mi opinión el
amor no se elige, sino que te escoge… Un día llama a tu puerta y te da con ella
en toda la cabeza, puede que la persona sea la que estaba a tu lado desde
siempre y no viste, o que de repente llegue en la circunstancia más inverosímil
y se quede dentro de ti. Es difícil de determinar si será la única, o la
correcta, lo que si te puedo garantizar es que cuando estés con ella, nada en
tu vida será ya indiferente. Se adherira a ti, como si siempre hubierais sido
dos. No importará si parecéis completamente diferentes, o si tenéis vidas
dispares… siempre habrá un nexo común que será el que de sentido a vuestra
complementariedad –terminó de decirle Bea, y viendo que Esther se quedaba
pensativa decidió preguntar-. ¿Tienes miedo de equivocarte con Maca?
- ¡En
realidad tengo miedo de que nos hagamos daño! Yo he tenido muchas relaciones,
ni te lo imaginas, pero todas han sido de una duración muy limitada, jamás me
sentí implicada con ellas más allá de lo que había, y tampoco me planteé mi
vida junto a esas mujeres o pensé en un futuro. Viví el aquí y ahora, y cuando
terminaron no dejaron más huella en mí, que el recuerdo de algo hecho por una
voluntad recíproca y sin complicación. Pero desde que estoy con Maca… todo ha
cambiado –dijo Esther mientras dejaba volar sus pensamientos en voz alta-.
¡Ella es muy diferente para mí!
- Ciertamente
debe serlo… -apuntó Bea y Esther se giró a mirarla-.
- ¿Por
qué lo dices? –quiso saber Esther-.
- Porque
se nota… vosotras tenéis algo que no es muy común, tenéis una complicidad y un
entendimiento que aunque no lo creas, no es fácil de conseguir. Hay una llama
entre vosotras palpable, y no me refiero a la pasión de los inicios, esa suele
aplacarse con el paso de tiempo, yo me refiero a esa otra que siempre perdura,
esa que unas veces está en alza y otras es tranquila y cotidiana, pero siempre
está presente entre dos personas que se entienden más allá de lo racional y el
respeto mutuo. Vosotras lo tenéis, y es cosa de tiempo que la inseguridad deje
de impediros el sentirla en todos sus contrastes –le contestó Bea, y poniéndose
de pie fue hacia Esther y le acarició la cabeza-. ¡Sólo se tiene miedo de
perder o de fallar, ante lo que más quieres o te importa! No te culpes por
sentirlo, tu miedo es también una forma de decirte cuánto la amas. Así que,
todo irá bien.
Y
dándole una palmadita en el hombro, la dejó a solas para perderse en el interior
de la casa. Si algo tenía Bea, era saber cuándo la gente necesitaba espacio
para sí mismo.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
105
Las
respiraciones de ambas se encontraban aún agitadas. Esther trató de tomar aire
sintiendo que el pecho estaba a punto de reventar, Maca la observó aún quieta
como una estatua tratando de reducir mentalmente aquel deseo que la estaba
mareando por momentos.
Aquel
sueño se había materializado en una búsqueda de sus cuerpos entre el duermevela.
No es que pareciera un sueño muy real, es que sus subconscientes las habían
impulsado a realizarlo y la piel les hervía dolorida por la sensación de un
orgasmo no alcanzado.
Maca cerró
los ojos, tragó saliva… “Por Dios, lo has hecho antes… frénate, frénate ya…” se
gritó en silencio, y trató de mermar su pulso agitado, sintiendo que al
detenerse se desmayaría.
- Esther
-pronunció su nombre mientras sin poder
evitarlo se sumergía en su nuca apoyándose contra ella, procurando detener una
tormenta que la estaba matando y sintiéndose culpable por lo que estaba ocurriendo-…
lo siento, no pretendí… ¡Estaba soñando!
La piel de
Esther ardía, por más que quería recuperar el aliento, no lo conseguía… la
presencia de la mano de Maca era tan palpable entre sus muslos, que podía notar
como seguía brotando de su sexo una humedad no saciada. El cuerpo de Maca en su
espalda se trasformó en un peso que quería notar sobre sí. Esther no se sintió
con fuerzas para dar marcha atrás una vez más.
- No
lo sientas… Termina con esto –contestó Esther con voz tomada, rota y a la vez
ruda por su necesidad-.
Maca
sintió morir, confundida por sus sensaciones creyó que Esther le pedía que se
apartara de ella, tragó saliva y se decidió a mover por primera vez aquella
mano indebida para retirarla, pero entonces Esther le sujetó el brazo con
fuerza y apretó más los muslos.
- Termina
esto…. Por favor… Maca, por favor… –le suplicó Esther y Maca sintió que el alma
le volvía al cuerpo envuelta en lava.
Un huracán
se apoderó de ella en cuestión de segundos, sin embargo sabía que no podía
arrollarla dadas las circunstancias, trató de ser prudente. “Así no es como yo
quería… Esther, esto no es lo que yo quería, perdóname”, pensó Maca apretando
los ojos, tratando de apartar aquel sentimiento de dolor por no poderse
entregar a ella como se merecía. “Perdóname…” volvió a repetirse, y abrió los
ojos, apartó el cabello de Esther y volvió a devorar su cuello con devoción…
Esther gimió, aquella mujer la ponía tan caliente, deseaba tanto sentirla, que
en su mente no había nada más que aquella claridad cristalina de la presencia
de su boca, y la suavidad de sus dedos sobre su piel. Su cuerpo empezó a
vibrar, Maca lo sujetó contra sí queriendo que percibiera su cercanía… Esther
volvió a deslizar su brazo hasta las caderas de Maca y la apretó a su vez
contra las suyas. De pronto las caricias de Maca sobre su sexo fueron
acorralando su placer, Esther sintió que el aire le faltaba, escondió la cara
contra la almohada, clavó sus garras en el culo de aquella mujer… ¡Era la hora!
Y Maca le lamió el cuello, mordisqueó su oreja, y atizando con sus dedos las
zarzas de aquella hoguera le susurro…
- ¡Córrete
para mí!
A Esther
no se le escapó un suave gemido, sino un estallido gutural que aplacó contra la
almohada para que no fuera escuchado en su plenitud. El cuerpo se le tensó en
un instante, y acto seguido permaneció débil como un muñeco de trapo mientras
la lucha por recobrar el aliento la dejaba sin fuerzas. Maca retiró la mano
suavemente, se dejó caer a su lado sin dejar de abrazarla y esperó.
Tras unos
minutos los golpes en la puerta volvieron a hacer acto de presencia…
- ¡ARRIBAAAA
TORTOLITASS… QUE TENEMOS MUCHO QUE HACER HOY! –les volvió a insistir Kate desde
la puerta mientras Bea hacía acto de presencia detrás de su mujer-.
- Quieres
dejarlas tranquilas, bicho… que eres un bicho… jajajaj… -le reñía Bea mientras
se la llevaba de la oreja como si fuera una niña pequeña haciendo trastadas-.
- Auuuu…
cariño, que se me van a poner orejas de Dumbo… jajaja… -se escuchaba a Kate
quejándose entre risas de forma cada vez más lejana-.
- Jajajja…
de Dumbo… anda tira, y ven a darme la lata a mí, que es a quien se la tienes
que dar –le decía Bea-.
- Mmmm…
eso ya me gusta más… -escucharon apenas responder a Kate seguramente ya bajando
las escaleras-.
Esther
parecía no reponerse. Maca sintió que aquel silencio le dolía más que cualquier
otra cosa en el mundo, así que aprovechó la interrupción de Kate para escudar
su retirada.
- Será
mejor que me duche y baje, a ver si puedo tranquilizar un poco a la inquieta de
Kate -dijo Maca saliendo de la cama y entrando precipitadamente en el cuarto de
baño-.
A la vez
que se escuchó el sonido de la puerta cerrarse, Esther se volvió hacia ella,
pero Maca ya no pudo verla.
“Joderrrrrrrr….
Joderrr… joderrrrr… Eres una completa imbécil”, se reñía a sí misma Esther
tapándose la cara con las manos.
Conciencia de Esther:
buenooooooooooo… pues polvete hemos tenido, pero por tu cara no pareces muy
contenta.
Esther: ¡déjame en paz! –masculló
Esther dándose la vuelta en la cama y tapándose los oídos, lo único que quería
era estar a solas, racionalizar todo aquello, encontrar aquel equilibrio que
siempre había tenido y que ahora no lograba sostener ni escasos minutos en su
cuerpo cuando tenía a Maca de frente-.
Conciencia de Esther: venga, no te
pongas así… si sólo estoy para ayudarte –se compadeció su conciencia de ella-.
Esther: ¡JA!
Conciencia de Esther: ¡por qué
diablos tienes que ser tan cabezota!... La deseas y no quieres desearla, la
quieres y no quieres que te importe, te mueres por estar con ella y tratas de
evitarla… ¡Diosss, eres una cabeza de chorlito! ¿Sabes? Lo quieras o no, no
puedes estar luchando siempre. Piénsalo.
Esther
retiró las manos de sus oídos cuando el silencio de su cabeza parecía definitivo,
se dio la vuelta y miró al techo tratando de poner en orden todo aquel caos que
estaba sobrecogiéndola.
- Yo
no quiero luchar, sólo trato de no perderme –se dijo Esther a sí misma,
mientras volvía a colocarse en posición fetal y se tapaba con las sábanas hasta
la cabeza-.
106
Cuando
Esther bajó por fin de la habitación, se encontró que todo estaba más quieto de
lo habitual. No escuchaba a Kate, tampoco a Maca… y tras mirar por varias
estancias, encontró a Bea limpiando la piscina.
- ¡Buenos
días! –saludó Esther mientras cruzada de brazos se acercaba a aquella mujer-.
- ¡Eiii!
¡Buenos días! ¿Cómo estás, te encuentras mejor? –le preguntó Bea con una
sonrisa, mientras terminaba de pasar el rastreador de fondo-.
- ¿Mejor?
–preguntó sin entender Esther-.
- Sí,
Maca dijo que habías pasado mala noche, que parecía que te estuvieras
resfriando por lo del chapuzón y eso que nos dieron –le aclaró Bea sin prestarle mucha atención-.
- Ah,
sí, sí perdona… es que tengo la cabeza un poco atolondrada todavía, creo que
sólo necesitaba descansar. Pero estoy bien, nada importante –dijo Esther
haciéndose cargo de que se había demorado bastante en bajar-.
Por un
momento recordó como Maca se había cambiado en el cuarto de baño, en silencio.
En completo silencio, como ella misma había estado entre las sábanas hasta que
la había escuchado decirle desde la puerta: “Tómate el tiempo que necesites… yo
me encargaré de ellas”, y el sonido nuevamente de una puerta cerrándose sólo
había servido para repetirse lo imbécil que era.
“¿Qué me pasa?”
se preguntó, mientras la mirada se le perdía en el agua y esas ondas que el
rastrillo que deslizaba Bea dejaba en la superficie.
----
Mientras
tanto Kate y Maca aparcaban frente a la tienda de víveres del pueblo más
cercano.
- Vamos
a ver si Alberto me lo tiene todo preparado –dijo Kate colocándose las gafas de
sol en forma de diadema y entrando en el supermercado seguida de cerca por
Maca-.
- ¿Lo
dejaste encargado? –le preguntó Maca-.
- Sí,
los llamé a primera hora con la lista, pero con tan poco tiempo de aviso, no sé
si tendrán todo lo que necesitaba –le explicó Kate y acto seguido dibujó una
sonrisa ante la aparición de un hombre de pelo cano y unos sesenta y pico de
años, que le abría los brazos-. ¡Eiiii, este es el hombre al que quería ver!
¿Cómo va todo?
- Ohhhh
que ganas tenía yo de verte…. ¡Y qué guapa estás!. Haz el favor de decirle a
Bea que no está bien que os demoréis tanto en pasaros por aquí, que se os
extraña –le dijo el hombre abrazándola con cariño-.
- Se
lo diré, se lo diré… pero no es que ella no quiera que vengamos, es que hemos
tenido mucho trabajo y la verdad es que esta vez ha sido culpa mía, que he
estado viajando más de la cuenta –le explicaba Kate-.
- Ya
veo. Bueno lo importante es que ya estáis aquí, ¿hasta cuándo os quedáis? –le
preguntó el hombre esperanzado-.
- La
verdad es que no mucho, teníamos pensado en principio hasta el viernes y si nos
era posible, estirar hasta el domingo, pero no es seguro –le dijo Kate
arrugando la nariz-.
- ¿Tan
poco? ¿Cómo es eso? –quiso saber el hombre que en verdad parecía apenado por la
escasez de tiempo-.
- Bueno,
es que no hemos venido solas. Mira te voy a presentar –le dijo Kate, y Alberto reparó
por primera vez en la mujer que a varios pasos había permanecido en silencio
tras Kate-. Alberto, esta es Maca una compañera de trabajo, y también una
reciente pero buena amiga.
Maca
se la quedó mirando, no esperaba que Kate la considerada ya como una amistad,
aquello le hizo dibujar una cálida sonrisa.
- ¡Hola,
un verdadero placer conocerle! –saludó Maca al hombre tendiéndole una mano-.
El
hombre miró la mano, luego la miró a ella, y terminó abrazándola fuertemente
con una sonrisa.
- El
placer es mío hija, que alegría ver que mis dos cachorras no andan solas en esa
casa tan grande –dijo el hombre-.
Maca no
pudo hacer más que sonreír y mirar de refilón a Kate, mientras Alberto cogía a
Maca de la mano y las conducía al almacén dándoles conversación. Al pasar por
el lado de Kate, le susurró…
- Mmm…¿cachorra?
¿No querrá decir “pedazo de loba”? –y con un juego de cejas, Maca provocó que a
Kate se le escapara una carcajada y la empujara de la espalda para que siguiera
andando-.
- Jajjaja…
¡Anda tira!
Casi tres
horas y media después, Kate y Maca terminaron de meter todo en el maletero del
4x4. Se despidieron de Alberto y pusieron rumbo a la carretera.
- ¡Diosss…
ese hombre… ese hombre no para! –dijo Maca con una sonrisa-.
- Jajajjaja…
lo sé, ¿por qué te crees que Bea se brindó tan pronto para quedarse a limpiar
la piscina en lugar de acompañarme?... jajajaja… Mi niña será muchas cosas,
pero de tonta no tiene un pelo, si llega a venir conmigo, fijo que ni en casa
comemos –le aseguró Kate-.
- Jajaja…
Me lo creo, me lo creo.. –le dijo Maca entre risas mientras se recostaba en el
asiento-. ¿Al final como has quedado con su invitación?
- ¿Cómo
crees?... A ese hombre es imposible decirle que no, además se muere por ver a
Bea y a Esther. Si al menos hubieras mantenido la boca cerrada –le reprochó
Kate-.
- Jajajajja…
Y yo que sabía –se defendió Maca-. Me preguntó que si había venido sola con vosotras,
y le dije que no, que venía con mi pareja. ¿Qué querías, que pensara que había
venido a aguantaros la vela a vosotras dos?
- Jajjaja…
Vale, vale… pero que conste que cuando Bea me pregunte, te voy a echar las
culpas a ti –la advirtió Kate-.
- ¡Qué
morro tienes, te lo juro! –le dijo Maca-.
Y se
pasaron el viaje comentando lo que había pasado, y lo que harían esa noche.
….
Mientras
tanto en la casa, Bea y Esther se tomaban un pequeño aperitivo en la terraza
esperando a que regresaran.
- ¡Hoy
estás muy callada! –le dijo de pronto Bea sin mirarla-.
- Sí,
eso parece… perdona, es sólo que tengo muchas cosas en la cabeza y me levanté
destemplada esta mañana –se disculpó Esther dándole un sorbo a su refresco-.
- ¡Entiendo!..
–Bea se tomó su tiempo para observarla, había notado que Esther estaba
distante, inconexa e inquieta, y creía saber en cierta forma los motivos.
Balanceó si debía hablar o callar, al final decidió que era hora de quitar
carga a aquellos hombros-. Y dime, esas muchas cosas que tienes en la cabeza,
no llevarán por casualidad el nombre de Maca, ¿no?
Esther se
volvió a mirarla de golpe. “¿Cómo… cómooo ha deducido eso?” pensó, pero no le
hizo falta preguntarlo, pues su expresión lo decía todo.
- No
te asustes, no es que sepa lo que te pasa, pero te he notado inquieta desde
anoche, y me preguntaba si quizá no sea que estás cogiéndole un poco de miedo a
la relación que estás manteniendo con Maca, a fin y al cabo, hace muy poco que
empezasteis a salir y las cosas os las habéis tomado con mucha prisa, así que
es normal que haya veces que te sientas insegura -le dijo Bea-. ¿Es eso? Porque
si lo es, te aseguro que es de lo más normal, y quizá hablarlo con alguien
ajeno te ayude.
Esther se
miró las manos, en cierta forma Bea había dado en el clavo, salvo porque su
relación era atípica y llevaba un contrato de por medio.
- Bea
-la llamó Esther-.
- Dime
–contestó-.
- ¿Cómo
sabes que esa persona es realmente la que es para ti? ¿Cómo se sabe que es amor
y no otra cosa que lo confunda? –se atrevió a preguntarle Esther, pues a su
modo de ver, si alguien debía conocer aquellas respuestas era ella-.
- En
realidad no se sabe, pero se sabe. Es complejo, pero es así. En mi opinión el
amor no se elige, sino que te escoge… Un día llama a tu puerta y te da con ella
en toda la cabeza, puede que la persona sea la que estaba a tu lado desde
siempre y no viste, o que de repente llegue en la circunstancia más inverosímil
y se quede dentro de ti. Es difícil de determinar si será la única, o la
correcta, lo que si te puedo garantizar es que cuando estés con ella, nada en
tu vida será ya indiferente. Se adherira a ti, como si siempre hubierais sido
dos. No importará si parecéis completamente diferentes, o si tenéis vidas
dispares… siempre habrá un nexo común que será el que de sentido a vuestra
complementariedad –terminó de decirle Bea, y viendo que Esther se quedaba
pensativa decidió preguntar-. ¿Tienes miedo de equivocarte con Maca?
- ¡En
realidad tengo miedo de que nos hagamos daño! Yo he tenido muchas relaciones,
ni te lo imaginas, pero todas han sido de una duración muy limitada, jamás me
sentí implicada con ellas más allá de lo que había, y tampoco me planteé mi
vida junto a esas mujeres o pensé en un futuro. Viví el aquí y ahora, y cuando
terminaron no dejaron más huella en mí, que el recuerdo de algo hecho por una
voluntad recíproca y sin complicación. Pero desde que estoy con Maca… todo ha
cambiado –dijo Esther mientras dejaba volar sus pensamientos en voz alta-.
¡Ella es muy diferente para mí!
- Ciertamente
debe serlo… -apuntó Bea y Esther se giró a mirarla-.
- ¿Por
qué lo dices? –quiso saber Esther-.
- Porque
se nota… vosotras tenéis algo que no es muy común, tenéis una complicidad y un
entendimiento que aunque no lo creas, no es fácil de conseguir. Hay una llama
entre vosotras palpable, y no me refiero a la pasión de los inicios, esa suele
aplacarse con el paso de tiempo, yo me refiero a esa otra que siempre perdura,
esa que unas veces está en alza y otras es tranquila y cotidiana, pero siempre
está presente entre dos personas que se entienden más allá de lo racional y el
respeto mutuo. Vosotras lo tenéis, y es cosa de tiempo que la inseguridad deje
de impediros el sentirla en todos sus contrastes –le contestó Bea, y poniéndose
de pie fue hacia Esther y le acarició la cabeza-. ¡Sólo se tiene miedo de
perder o de fallar, ante lo que más quieres o te importa! No te culpes por
sentirlo, tu miedo es también una forma de decirte cuánto la amas. Así que,
todo irá bien.
Y
dándole una palmadita en el hombro, la dejó a solas para perderse en el interior
de la casa. Si algo tenía Bea, era saber cuándo la gente necesitaba espacio
para sí mismo.
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