Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
95
El domingo
pasó raudo y veloz, Kate les había llamado para anunciarles que a las diez de
la mañana del lunes pasarían a por ellas para emprender el camino. Maca había
estado muy nerviosa durante todo el día tras la llamada, pensando en qué iba a
hacer y cómo sobreviviría a aquella mandíbula de lobo a la cual estaba
dispuesta a entregarse, así que se refugió en el despacho haciéndole ver a
Esther que tenía trabajo que terminar para evitar situaciones comprometidas.
Esther por su lado, no estaba mucho mejor, le tenía nerviosa aquella escapada y
el querer hacer que Maca quedara bien con su trabajo. Le preocupaba que Kate y
Bea notaran que no eran pareja, y le daba miedo acercarse demasiado a Maca no
sólo porque le podía volver a dar un jamacuco, sino porque cuando lo hacía,
ella misma ya no estaba muy segura de permanecer mucho en pie. Y es que la
visión de su última incursión en la ducha aún la perseguía por la noche, se
notaba tensa, tensa sexualmente, ni las horas de sofá apacibles ni las buenas
noches cándidas con aquella preciosidad a su lado, le devolvían la serenidad ni
el equilibrio perdidos.
Eran las
nueve de la mañana del lunes cuando Esther salió de la ducha y encontró a Maca
haciendo su equipaje.
- ¿Qué
haces? –le preguntó Esther al ver dos maletas sobre la cama-.
- El
equipaje, te he sacado a ti una de mis maletas para que llenes lo que necesites
–le explicó Maca tratando de no levantar la vista de sus que haceres, sabía que
Esther seguía allí de pie en albornoz-.
- Maca,
tenemos que hacer sólo una maleta, sería ridículo que una pareja que convive
junta apareciera con dos maletas pequeñas independientes, lo normal es que
llevemos junta la ropa en una mayor, ¿no te parece? –le decía Esther con una
sonrisa, le hacía gracia aquella mujer y su meticulosa manía del respeto hacia
lo propio-.
- ¡Eh!
–Maca alzó la vista para mirarla, quedando turbada por su imagen y por su
razonamiento, siempre acertado-. ¡Tienes razón! Quedaría raro, sí.
Maca se
giró nerviosa y sacó del fondo del armario otra maleta mucho mayor, guardando
las dos pequeñas en su lugar.
- Espera
que te ayude –le dijo Esther, y se colocó a su lado ayudándole a doblar la ropa.
Al pasarle una camiseta se rozaron y Esther notó que Maca retiraba la mano con
avidez.
Esther se
la quedó mirando, estaba muy tensa, aquello no podía ser bueno, atajó el
problema de cara.
- Maca,
¿qué te pasa? –le preguntó-.
- ¿A
mí? ¡Nada! ¿por qué? –se defendió torpemente Maca con prisa-.
- Vale,
deja eso –le quitó la ropa y la cogió de las manos, luego tiró de Maca para que
se sentara con ella en la cama-. ¿A ver, qué pasa? Te noto muy nerviosa, y
desde que vinimos de casa de Laura apenas hemos hablado porque tenías que
terminar lo del trabajo. Así que venga… dispara, dime qué te tiene agitada –se
lo puso fácil Esther-.
- ¡Esto
es un error! ¡Un gran error! –suspiró Maca mientras decía aquello-.
- ¿El
qué? –tiró del hilo Esther-.
- Pues
esto de la semana en la sierra con Kate y Bea, ellas creen que tú y yo somos
pareja, y yo soy tan torpe que ni la maleta se hacer en forma de camuflaje. En
cualquier momento meteré la pata y se darán cuenta, y quedaremos como dos
idiotas –dijo Maca-. Además, es que no veo porqué tienes que pasar tú este mal
trago de hacer este paripé por mi culpa…
- Un
momento, por mí no te preocupes, porque para mí no supone ningún problema, si no
te lo diría. Y en cuanto a lo de Kate y Bea, no tienen porqué darse cuenta de
nada como tampoco lo hicieron el día de la comida. Nos vamos a tomar esto como
unas minivacaciones para tomar aire puro y listo, tú trabajarás, yo me desharé
en halagos por mi chica ante ellas, y todas tan contentas, ¿vale? –la trató de
tranquilizar Esther, aunque ella no las tenía todas consigo sabiendo que Kate
estaba por en medio. Menos mal que su entrenamiento de años con Eva de algo le
servirían-.
- ¿Y
qué pasa… -Maca tragó saliva, pues no sabía como plantear aquello-… qué pasa si
la cosa se vuelve, más… más…?
- ¿Más
qué? –la miró con el entrecejo fruncido-.
- Bueno,
que se supone que somos una pareja… y allí las cuatro solas, será raro si no
hay muestras de afecto… ¿y si la cosa se complica como en la comida? ¿Quiero decir,
y si te tengo que besar de un modo más… más íntimo? ¿Cómo vamos a hacer eso?
–preguntó Maca poniéndose roja-.
Esther
también se puso roja por la insinuación, estaba claro que ella sí lo había
pensado, pero no esperaba que Maca estuviera pensando en el tema también.
Agradeció que Maca no se atreviera a levantar la vista, pues le fueron
necesarios aquellos breves instantes de rubor desapercibido para acallar sus
propios deseos.
- Ehhh!!!
Pues, evidentemente ellas esperan una pareja, y las parejas se besan de muchas
formas distintas así que supongo que… grgr …-Esther carraspeó, el solo hecho de
pensar en aquella boca la ponía frenética-… que nos besaremos como corresponda
y ya.
Maca
levantó los ojos para mirarla.
- ¿Y
eso estará bien para ti? Yo no quiero incomodarte –le dijo Maca con temor,
aunque su corazón había dado un vuelco ante la idea. Mientras pudiera besarla, aún
tenía una baza para no ser la única con las piernas flojas-.
- Si,
estará bien, no te preocupes… -le aseguró Esther con una sonrisa, aunque una
mariposa se había empecinado en revolverle las tripas de repente- Lo importante
es que todo vaya bien. ¿Sabes lo que creo?
- ¿Qué?
–quiso saber Maca más tranquila-.
- Que
estamos pensando demasiado, y que deberíamos aprovechar estos días fuera de
todo para relajarnos, disfrutar y aprender a dejarnos llevar un poco.
Disfrutaremos de la compañía, del aire, del paisaje, de la piscina … -Esther
sonrió ante aquello y a Maca se le contagió-… vamos a tratar de pasarlo bien, y
de olvidarnos un poquito de tanto estrés, quizá en ese ambiente podamos avanzar
con lo tuyo, sin prisas ni objetivos, a tu ritmo… pero más distendidas, ¿no te
parece?
A Maca le
aterraba aquello de “avanzar con lo tuyo”, pues implicaba pasar por el catre,
dejar sus temores, sus prejuicios, sus complejos y malas experiencias, para
entregarse a unas nuevas manos que no sabía ni cómo ni cuánto la podrían
sujetar. Sin embargo, Esther tenía razón, aquello era una oportunidad, y Maca
había dedicado su domingo a asentar las bases de lo que quería hacer al
respecto con aquella nueva puerta que se le abría.
96
El
trayecto hacia aquel incierto retiro, consiguió mermar sus inquietudes. Kate y
Bea las recogieron en su todoterreno y desde que habían aterrizado en aquellos
asientos, ambas mujeres las distrajeron contándoles mil y una historias sobre
el paisaje, las peripecias que les llevó construir la casa, las fiestas que
habían dado y muchas más anécdotas que las mantuvieron entretenidas, risueñas,
y relajadas. Esther pronto cogió confianza con ambas mujeres, y se animó a
entrar en la conversación, a Maca sin embargo le gustaba más ser mera
espectadora y contestaba simplemente para confirmar algo de lo que decía Esther
o para responder alguna pregunta directa. La ciudad fue quedando atrás, y a
cada kilómetro Maca iba tratando de poner la misma distancia con respecto a sus
temores.
- Buenoooo…
¡Ahí está! ¡Hemos llegado! –anunció Kate señalando una casita en lo alto de una
pendiente-.
- Vayaaaaaaa….
¿Esa es? –preguntó Esther emocionada arrimándose a Maca para poder ver por su
ventanilla-.
- Sep…
Ya veréis que vistas desde las habitaciones –les dijo Kate-.
- Me
lo imagino, esto es precioso -dijo Esther ensimismada con el paisaje, tanto que
al girarse y ver la sonrisa de Maca que no se perdía detalle de su cara, la dejó
tambaleando-.
- ¡Hola!
–le dijo Maca con complicidad-.
- ¡Hola
preciosa! –le respondió Esther correspondiendo a su saludo risueño-.
- Vayaaaaaa,
si sigue viva -se apuntó a aquella reunión privada Kate mirándolas por el
retrovisor-. De verdad que no se puede estar tan buena, y ser más sosa hija… ni
mu has dicho en casi todo el viaje.
- Buen,o
y tú no paras, mi amor. Parece que comes lengua –atacó Bea a su mujer, para
hacer que Maca no se sintiera incómoda-.
- Jajaja…
-Kate se rascó la cabeza tras soltar una carcajada-. Vale, vale, lo capto… cada
uno a su ritmo, ¿no cariño?
Bea
asintió ante los ojos de Kate. Maca se animó a intervenir.
- No,
si Kate tiene razón en que he estado muy callada, pero es que a mí el traqueteo
del coche me deja traspuesta, me entra un sueño incontenible y llevo haciendo
un esfuerzo todo el camino para no quedarme frita. No quería empezar estas
vacaciones atormentándoos con mis ronquidos, y que me dejarais en la cuneta –les
confesó Maca con bastante gracia-.
Bea
y Kate se empezaron a reír tras aquello, en cambio Esther tardó en enfocar a
Maca, pues había algo que no le pertenecía pero no sabía definir el qué, al
final se unió a las risas y chistes desencadenados sobre las costumbres sonoras
en los sueños. Finalmente llegaron a la casa y aparcaron.
- Deja,
ya lo cojo yo, cariño –le dijo Maca a Esther mientras se hacía con la maleta de
ambas-.
A Esther
aquel “cariño” acompañado de una sonrisa blanca, la traspasó. No era frecuente
en Maca emplearlas y le sonó a gloria. Sin mediar palabra, Maca entrelazó sus
dedos con los de Esther y tiró de ella y de la maleta hacia el interior del
chalet.
- ¡Esto
es fantástico, de verdad! –hablaba Maca con Kate a su otro lado-. ¿Cuántos
metros me dijiste que tenías construidos?
- Bueno,
de base tenemos 300 metros, pero como son dos plantas llegan a hacer 550 o algo
así ¿no Bea? –le contestó Kate mientras Bea abría la puerta-.
- Sí,
más o menos… La verdad es que yo quería una cosa más pequeña, pero la niña ésta
es muy exagerada y lo tuvimos que hacer a lo grande, sino me tenía que tragar
sus berrinches –dijo Bea-. ¡Adelante, estáis en vuestra casa!
Tanto Maca
como Esther se quedaron perplejas, aquello no era un chaletito en la sierra,
aquello era una mansión en toda regla. Bea ejerció de anfitriona y les fue
enseñando las estancias una por una, indicándoles donde tenían todo por si se
les antojaba algo. En la planta baja no solo estaba el salón de visitas y
pantalla panorámica de 50 pulgadas, un comedor, dos cuartos de baño, la cocina,
una sala de recreo con billar y bar, sino que dando al patio exterior se
encontraba la piscina climatizada que tanto a Maca como a Esther les dejó con
la boca abierta, por la iluminación y por el paisaje vegetal que habían
conseguido gracias a las cristaleras.
- Este
es un pequeño paraíso, sí… -admitió Kate ante aquellas caras que lo habían
dicho todo-. Ya tendremos tiempo de disfrutarla, ahora será mejor que Bea os
enseñe vuestra habitación y yo voy a ver si preparo algo para que comamos.
Cariño, ¿una hora o así, vale? –le indicó Kate a su mujer-.
- Vale,
les enseño todo y bajo a echarte una mano –le dijo Bea dándole un beso en los
labios y un apretón-.
Kate puso
rumbo a la cocina, mientras Bea les subía al piso de arriba. Les enseñó el
despacho gigante donde solían trabajar ellas dos, les indicó los dos cuartos de
baño que había en el pasillo y les señaló al menos tres habitaciones más de
invitados, hasta que se paró en una y abrió la puerta.
- Y
esta es la vuestra, la de Kate y mía está aquí mismo –les señaló Bea una
habitación que quedaba al fondo del pasillo, a escasos metros de la que ellas
ocuparían-.
- Uy
Bea, esta es inmensa, nosotras con una de las pequeñitas estaremos bien. ¿Verdad,
mi amor? – dijo Maca para que Esther la apoyara, pues en su foro interno le
había preocupado no tanto la grandeza de la habitación, sino la cercanía que
había entre la habitación de aquellas dos mujeres y la suya-.
- Eh..
sí, claro –confirmó Esther sin pensar en los motivos de aquel comentario, pues
le había impresionado aquel despliegue arquitectónico-.
- No
seáis tontas, os quedaréis en ésta que tiene baño propio como el nuestro. La
casa está vacía, ¿así que para qué vamos a andar con incomodidades? –le quitó
la idea Bea-. Yo voy a bajar a echarle una mano a Kate con la comida.
- Os
puedo echar una mano, si queréis -se ofreció Esther-.
- No,
no, tranquilas –las serenó Bea-. Vosotras mejor os vais instalando, os
refrescáis un poco o lo que queráis, y en unos cuarenta minutos nos vemos a
bajo, ¿os parece? –les planificó, y antes de marcharse les confesó en voz
baja-, es que Kate se pone histérica con mucha gente en la cocina.
- Ahh…
vale… -contestaron las dos mujeres a la vez-.
- Poneros
cómodas, nuestra casa es también la vuestra -les dijo Bea saliendo por la
puerta-.
Maca y
Esther se la quedaron mirando, luego Maca fue hacia la puerta y la cerró.
- Bueno,
pues ya estamos aquí –dijo Esther para romper el hielo-.
- Eso
parece si -confirmó Maca con una sonrisa-. ¿Colocamos nuestras cosas?
- Eh..
sí claro, será lo mejor –dijo Esther y se colocó al lado de Maca que acababa de
poner la maleta encima de la cama-.
En
silencio fueron pasándose la ropa para ir colgándola en el armario. En apenas
quince minutos ya estaba todo hecho, Esther entró en el cuarto de aseo y al
salir se encontró a Maca mirando por la ventana. Al oír que se le acercaba,
dijo su pensamiento en voz alta.
- Las
vistas son espectaculares, Kate llevaba razón… ven a ver esto –la animó Maca a
llegar hasta su lado-.
Esther no
demoró en llegar hasta ella.
- Vayaaa…
sí que lo es –admitió Esther embelesada por aquella paz de tonos verdes,
anaranjados y marrones que se difuminaban en el alrededor-.
Maca
aprovechó para colocarse a su espalda, sin preguntar, la rodeó por la cintura y
apoyó su cabeza junto a la de aquella mujer. Esther sintió un escalofrío por
todo el cuerpo, su calidez siempre la pillaba por sorpresa.
- ¡Gracias!
–le susurró Maca sin soltarla-.
Esther
entrecerró los ojos al sentir aquel golpe de sonido retumbar contra su mejilla.
- ¿Por
qué? –preguntó sin saber de donde le llegaba la voz-.
- Por
estar aquí conmigo… por darme esta oportunidad –le dijo Maca y al notar como
sus brazos la estrechaban ligeramente con más cercanía, Esther supo que había
terminado de hablar y que era mejor guardar silencio disfrutando aquel momento
que se le brindaba-.
“¡Esta
oportunidad!”, le retumbaba aquella frase a Esther en la cabeza, sin llegar a
comprender realmente lo que entrañaban aquellas palabras suavemente
pronunciadas.
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