Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Mientras
Maca trataba de borrar toda huella de aquel error nocturno, Esther trataba de
apagar su propio incendio en la cocina con un refresco bien frío.
Esther:
¿Y si entro con cualquier excusa? –planeaba Esther mordiéndose el labio
inferior, mientras una lata de coca-cola le refrescaba la mejilla-.
Conciencia
de Esther: ¡EYYYYY TU QUIETA PARÁ!
Esther:
¿Y a ti que se te ha perdido ahora?
Conciencia
de Esther: a mí nada, pero a ti hace rato que se te escapó
la última neurona que te quedaba y se a dónde fue a parar
Esther
instintivamente junto las piernas.
Esther:
¿Bueno y qué? ¡Me pone vale, me pone mucho! Que yo sepa eso no es ningún delito
–se quejaba Esther pasándose la lata fría por la nuca mientras empezaba a andar
a un lado y otro de la cocina-.
Conciencia
de Esther: No, si que te pone está claro…. Te pone como
una BURRA, porque ese calentón que tienes no es normal… ¡Joder, mueve la puta
lata más pa arriba que me achicharro! –le gritó su conciencia y Esther
obedeció-.
Esther:
Ay mi madre, estoy perdiendo el juicio… me paseo como una quinceañera de lado a
lado, tengo las hormonas a punto de reventar por culpa de una mujer en bolas en
la bañera, bajo la temperatura con latas de coca-cola y encima escucho voces
absurdas en mi cabeza –se desesperó Esther ante la situación-.
Conciencia
de Esther: oyeeee bonita, que de ABSURDAS nada de nada… Aquí
la única absurda eres tú… de verdad que yo no te entiendo eh, ¿pero a ti quien
te manda a meterte en esta camisa de once varas? ¿Tú no eres puta? ¡Pos a
follar!
Esther:
oyeeee… sin abusar eh, que una es puta, pero no guarra… bueno… a veces sí, pero
con estilo –puntualizó Esther-.
Conciencia
de Esther: Si no tuvieras esa estúpida manía de fijarte
sólo en las tías buenas con traumas o complejos sexuales, no estaríamos aquí
aplacándonos a base de refrescos y cháchara.
Esther: eres..
eres… agrrrrrrr –gruñó Esther, pues no podía quitarle la razón a su conciencia
en aquello-. Bueno vale, me lo complico sola, pero no pensaba que Maca me lo
iba a poner tan difícil coño… ¿Cómo me iba a imaginar que esa tía dura y
controladora que me encontré la primera noche, iba a ser en realidad esta…
esta…? -Esther se derritió ante el pensamiento de Maca-… Mierda, ¡es una
“Diosa”! Una diosa lasciva capaz de ponerte de vuelta y media, y transformarse
en un segundo en un ángel tierno y vulnerable que te parte en dos. ¡Cómo iba a
imaginarme encontrar alguien así!
Esther
tuvo que sentarse, abatida por la realidad. Su conciencia ya no tenía que decir
nada más, ella sola se daba cuenta de lo perdida que estaba, de los extremos
por los que sus sentimientos viajaban desde que la conocía. Suspiró, tratando
de calmar aquellos instintos y abrió por fin la lata de coca-cola para beber…
- ¡Estoy
loca! Y mi locura lleva nombre… -dijo en voz alta para sí- ¡Genial! ¿Qué más
puede suceder?
….
Un
toquecito más hacia el lado del agua fría en el control de la ducha y Maca
suspiró al recibir el agua más con alivio que como tortura. Se pasó las manos
por el pelo y dejó que el agua cayera en su cara.
Maca:
¿Qué voy a hacer?... ¿qué diablos voy a hacer? –se preguntaba Maca-.
Conciencia
de Maca: Pues avanzar
Maca:
Ya, como si eso fuera así de fácil. Acabo de sentir sólo su mirada sobre mí, y
casi no me puedo apagar, ¿qué diablos voy a hacer cuando me suelte de verdad?
Conciencia
de Maca: Esto ya lo hemos hablado Maca, vas a tenerte que
arriesgar y que el chaparrón se lleve lo que se tenga que llevar…
Maca:
ya … -suspiró Maca pensando en todo aquello-.
Conciencia
de Maca: ¿Acaso es mejor esto? ¡Mírate por Dios! ¡Estás
hasta las trancas, y esa mujer te vuelve loca! ¿Acaso es mejor no arriesgarse,
no dejarte llevar, que intentarlo al menos?
Maca:
no, no lo sé… quiero, de veras que quiero, pero ni siquiera sé cómo hacerlo, me
paraliza y me quiebra el miedo…
Conciencia
de Maca: ¿No era a ti a la que le gustaba esa frase? ¿Cómo
era?... Ah sí, “más vale morir de pie que vivir siempre arrodillado”
Maca se
irguió, era cierto, siempre le había gustado esa frase… es más, siempre le daba
fuerzas cuando pensaba que no podía hacer algo o tenía decisiones difíciles que
tomar sobre su vida y quien era.
Maca: llevas
razón, además ella dijo que me ayudaría, ¿no? ¿Qué me lo pondría fácil, no es
cierto?
Conciencia
de Maca: possssss clarooooo…. Anda, termina ya, y al toro…
que ésta la ganamos seguro, y si no, al menos tendremos una “BUENA CORRIDA”
- HOSTIAAAAAAAAAA…
QUE ME MATO … -gritó Maca que se había destartalado tanto con lo de la
“corrida” que se resbaló del susto, haciendo un estruendo enorme mientras
intentaba no caerse en la bañera-.
Esther
escuchó un sonido sordo y fuerte que provenía del baño, y salió disparada
pensando que había pasado algo grave. Sin pensarlo abrió la puerta, y entonces
la vio, Maca resoplando con la mampara abierta y el pequeño estante del
interior caído con todos los botes de gel y champú a sus pies.
- ¿Pero
qué…? –empezó a preguntar Esther, pero la desnudez de Maca la dejó sin
palabras-.
- ¡Joder,
casi me mato! –explicó Maca, que con el susto que se había dado, no alcanzaba a
ver nada más-. ¿Me pasas el albornoz?
- Ehh?
¡Sí, sí! ¡Toma! –le tendió el albornoz Esther con una mano temblando y unas
llamas en su interior que ya no encontraban alivio-.
Maca se
cubrió y luego se secó un poco el pelo con la toalla mientras se sentaba en la
taza del WC.
- ¿Pero
estás bien, no? –consiguió preguntarle finalmente Esther, que para calmarse
había tenido que retroceder varios pasos y se había cruzado de brazos a la
altura del pecho en señal de autoprotección-
- Sí,
sólo ha sido el susto, pensé que me caía… menos mal que me agarré al estante,
que si no, me podría haber descalabrado –explicaba Maca mientras dejaba caer su
cabello hacia un lado y con la toalla lo frotaba con ambas manos-.
“mmmm…. Madre
mía, madre mía”, pensaba para sí Esther apretando los brazos más contra sí,
pues a pesar de no querer mirar, sus ojos parecían haberse tomado la hora del
recreo por su cuenta, y no dejaban de concentrarse en aquel escote que se
entreabría cada vez que Maca daba una sacudida para secarse el pelo.
- Con
razón hay tantas cuotas de accidentes en los baños –seguía relatando Maca sin
percatarse-.
- Sí,
con razón… con razón -repetía autómata Esther tratando de controlarse-.
Entonces
Maca alzó la vista, no era propio de Esther estar tan callada. Al verla de pie
tan lejos se extrañó, parecía tensa y nerviosa.
- ¿Te
pasa algo? –le preguntó con curiosidad-.
- ¿A
míii? –a Esther le salió una voz de pito incontrolada, carraspeó para serenarse
ante los ojos entornados de Maca-. ¿A mí? ¿Por qué lo dices?
- Yo
que sé, como estás ahí tan callada, moviendo las piernas y cruzada de brazos,
con esa cara tan rara –dijo Maca dejando de secarse el pelo.
Esther
trató de encontrar una respuesta que la justificara, pero no parecía
ocurrírsele nada, de pronto Maca se puso en pie como si se le hubiera encendido
una bombilla.
- Oh,
oh… perdona, no me di cuenta, sólo tenías que decirlo –dijo Maca acercándose a
ella, y Esther no supo por donde iban los tiros hasta que Maca terminó su
frase-… te dejo para que mees, yo me puedo secar el pelo después.
- Eing?
Ahhh… sí, sí… -cogió la oportunidad al vuelo-. Bueno, es que no quería que con
el susto… en fin, que yo puedo esperar.
- No,
no seas tonta. Luego entro yo, no te preocupes –sentenció Maca que para salir
del baño, tuvo que hacer malabares porque Esther no atinaba a ponerse de
acuerdo para dejarla pasar-.
Por fin
consiguió salir del baño y cerrar la puerta.
“Diosssssss…
encima de loca, me vuelve gilipollas… lo que me faltaba”, pensaba para sí
Esther mirándose al espejo… “y pa colmo cachonda… ¡Muy bien, eh Esther!, tú sí
que eres toda una profesional del sexo… ¡La madre que me parió!”… se espetó
tras observar los estragos que había causado en su cuerpo la visión de Maca.
“¿Me lo he
imaginado yo, o se ha puesto nerviosita mirándome las tetas?”, se preguntaba
Maca al otro lado de la puerta con una media sonrisa, pues la perspectiva de
una Esther tan fuera de sí y tan nerviosa como ella, no se la había planteado.
90
Cuando
terminó de refrescarse y recuperarse un poco, Esther salió del cuarto de baño.
Por la puerta del armario, supo que Maca estaba en la habitación cambiándose.
- ¡Ropa!
¡Gracias Dios mío, gracias! –agradeció Esther mirando al cielo articulando con
los labios sin emitir sonidos-.
El móvil
de Maca empezó a sonar, Esther miró hacia el comedor porque de allí provenía la
melodía.
- Me
estoy cambiando, ¿puedes cogerlo? –le pidió Maca dando un grito-.
- Sí,
claro –dijo Esther y recogió el móvil de encima de la mesa-.
En la
pantalla ponía Bea.
- ¡Es
Bea! –gritó Esther-.
- ¿Quién?
–preguntó Maca sin entenderla-.
- Que
es Beaa… -gritó de nuevo Esther, pero Maca parecía no oírla-. Bah… lo cojo.
¿Dígame? Ah, Bea, no, no, ¡soy Esther!, es que Maca se está cambiando… Sí,
claro, ahora te la paso, es que está en la habitación. No, no has interrumpido
nada, es que se termina de duchar… ¿Y vosotras cómo estáis?... Me alegro, sí,
nosotras bien, muy bien. Sí, ya… bueno fue un sustito, es que a veces se le
baja la tensión, pero no, ella está bien… jajaja… claro, claro, la cuido, sí…
espera, te la paso… Cariño, Bea al telé…fono –terminó como pudo Esther la
última palabra pues acababa de entrar en la habitación y Maca aún andaba en
ropa interior.
- Oh,
Bea… un segundo… -dijo Maca terminando de colocarse una camiseta-. Ya, gracias
“cariño” –dijo Maca para que Bea la oyera, entendiendo la interpretación de
Esther y sonriéndola cuando se acercó a por el móvil-. Beaa… ¿cómo estáis? No,
no… es que acabo de terminar de secarme el pelo y me estoy vistiendo, pero
tranquila, no pasa nada…
Esther
trató de salir por la puerta, pero Maca le hizo una señal para que se quedara,
con resignación Esther se sentó en la cama. Ni siquiera podía entender porque
aquel día estaba tan alterada, pero el hecho de ver a Maca pasearse por la
habitación enfundada en unas bragas negras la estaba matando.
“¡Estoy
salida! Definitivamente, soy una adicta… Esto me pasa por perder el ritmo de mi
cartera de clientas, y centrarme en la que me pone cachonda pero no me da bola…
¡Dios, qué horror! ¡Soy COMO EVA!” pensó para sí Esther, y abrió los ojos
espantada ante la idea.
- Oh,
pues no sé, lo tengo que consultar porque no sé si vamos a poder… -seguía
hablando Maca por teléfono con Bea-… Sí, claro, está conmigo… ¡eh! Le pregunto,
sí.
Maca se
paró frente a Esther y ésta la recorrió hasta encontrarse con sus ojos. El
cuerpo de Maca le cortaba la respiración, pero aquella cara, aquella cara le
partía en dos.
- Cariño,
me pregunta Bea que si queremos ir a pasar unos días a su chalet en la montaña
–le preguntó Maca interpretando su papel, pero con una expresión en su cara de
terror y compromiso-.
- Bueno
cariño, por mí está bien –dijo Esther y Maca abrió los ojos como platos empezando
a hacerle señas de negación con la cabeza, Esther improvisó-… pero, pero… ¿Cuándo
sería? Porque igual no vamos a poder.
- Sería
este lunes, nos iríamos con ellas y volveríamos el jueves o viernes por la
noche –trasmitió Maca las palabras de Bea, mientras se sentaba al lado de
Esther-.
Esther
notó que el pulso se le aceleraba cuando la pierna desnuda de Maca calentó la
suya a través del pantalón, sin embargo no había tiempo para aquello, tenía que
concentrarse en el trabajo. Miró a Maca, y entendió que la idea la tenía
preocupada y que prefería no ir, aunque dedujo que tampoco les podía dar una
negativa muy directa por el proyecto que tenían entre manos, así que decidió
acarrear con la culpa.
- Mi
amor, eso va a ser imposible, yo tengo mucho trabajo y así tan precipitado no
creo que pueda arreglarlo para el lunes –dijo Esther en alto haciéndole una
señal a Maca, para que Bea pudiera oírlo-.
- ¿Entonces
no vas a poder? ¿Estás segura? –preguntó Maca con voz afligida mientras apoyaba
una mano en el muslo de Esther a modo de complicidad-.
- Lo
siento, cariño… quizá en otra ocasión –contestó Esther como pudo, porque sentir
a Maca tan cerca y ver aquella sonrisa, la estaba acuchillando-.
- Bea
creo que no va a poder ser, es que Esther… Ah, ¿la oíste? –habló Maca por teléfono
con Bea-. No, es que es muy precipitado, tiene trabajo… ¿Qué? Ah, bueno… si,
espero.
- ¿Qué
pasa? –le preguntó por lo bajo Esther al ver que Maca se inquietaba-.
Maca tapó
el auricular con la mano.
- Kate
se quiere poner –le susurró Maca-.
- ¿Y
para qué? –preguntó Esther-
- Yo
qué sé –le contestó Maca que volvió a atender el teléfono en cuanto escuchó la
voz de aquella mujer-. Ah, hola Kate… sí, ya me lo dijo Bea y os lo
agradecemos, pero es que Esther tiene trabajo y es muy precipitado… ¿Eh? Si, un
momento.
Maca se
apartó el teléfono y se quedó mirando a Esther, que la miró con un
interrogante.
- Es
Kate cariño, quiere hablar contigo –dijo Maca con inquietud-.
Esther
cogió el teléfono, decir que no a aquellas mujeres no podía ser tan difícil.
Respiró y se centró en hacer su trabajo.
- ¿Kate?...
Hola preciosa, sí, sí, nosotras bien, sí… No si no es que no nos apetezca, es
que fíjate hoy ya a viernes, y yo no pensé en nada parecido, tengo asuntos
pendientes del trabajo que no puedo aplazar por una semana, sé que me
entiendes… -empezó bien Esther-. ¿El qué? Si claro, tengo portátil, sí… -Esther
empezó a descomponerse-, no, no, bueno es que… ¿Eh?... Bueno, pero es que tengo
una reunión importante que no puedo posponer… ¿Qué con quien? – Esther ya
sudaba, Maca se pegaba para poder escuchar también la conversación y le
apretaba en el muslo como preguntándole “¿qué pasa?”, pero no había manera de
enterarse, y Esther entre lo persuasiva que era Kate y el calor que le estaba
entrando con tanto acercamiento y tocamiento, no podía pensar con rapidez-. Esa
no es la cuestión Kate, es que es muy precipitado, así no se pueden hacer las
cosas… ehhhh, ehhhh… -Esther quiso rechistar, pero no pudo ante lo que le dijo
Kate-… jiji… -risa nerviosa- Eh!! Bueno, si no me das opción, vale, sí… Claro,
te la paso.
Esther le
tendió el teléfono a Maca que lo cogió con pavor.
- Dime
Kate… entonces… ¿pero?... No, no, si ganas sí que tenemos de pasar unos días
con vosotras, claro –mintió Maca que se había quedado blanca de repente con la
idea-. Entonces, quedamos así, ¿no?... Ya, pos nada, genial… Si, claro, un beso
también para las dos… sí ciao, besos.
Maca apagó
el móvil y se quedó alicaída mirando la pantalla, acababa de arrollarla un tren
llamado Kate y la sensación era de descontrol total. Esther por su parte no
estaba mucho mejor, pues tenía la misma sensación, no había podido decirle que
no.
- ¿Qué
te dijo? –le preguntó Esther finalmente-.
- Que
el domingo me dice la hora a la que nos recogen el lunes, que llevemos ropa de
baño que hay piscina –dijo Maca sin entender como había podido ocurrir
aquello-.
- ¿Con
este frío? –se le ocurrió quejarse a Esther-.
- ¡Es
climatizada! –añadió Maca alucinando-.
- Ah
–tragó saliva Esther pensando en la perspectiva-.
Maca
entonces se volvió hacia ella, y le preguntó tratando de entender.
- ¿Cómo,
cómo no hemos podido decirle que no? ¿Qué te dijo? –quiso saber Maca-.
- Bueno
le dije lo del trabajo, pero por lo visto sabe lo de mi portal web y me dijo
que podía trabajar desde allí porque tienen internet en la montaña esa, y
cuando le dije lo de la reunión, insistió en que ella llamaría por mí al
cliente para posponer la cita… -le explicaba Esther-… a lo que yo le dije que
esa no era la cuestión y entonces me soltó… me soltó…
- ¿Qué?
–le preguntó Maca impaciente-.
- Bueno
dijo que, vosotras también vais a trabajar allí porque hay cosas pendientes, y
que a mí no me vendría nada mal una semanita para echar unos cuantos polvos
silvestres con mi chica… -dijo Esther mirando a Maca mientras flipaba-.. ¡Qué
nos nota tensas, dice! Y que no aceptaba un no como respuesta.
- ¿¿Esooo
te dijo??? –Maca se puso roja en un segundo ante las insinuaciones de Kate, no
se podía creer que alguien que apenas conocían, fuera capaz de decir algo así-.
Esther
asintió con la cabeza.
- ¿Qué
se puede contestar ante algo así? –dijo Esther excusándose-.
- No,
claro, si yo tampoco le he podido decir que no -admitió Maca-. Siento meterte
en esto, Esther.
- Por
mí no te preocupes, es un placer –dijo Esther, de repente entusiasmada ante la
idea de tener a Maca predispuesta a la intimidad aunque fuera sólo por
disimular-, además es mi trabajo.
Añadió
rápidamente al ver que Maca la miraba un poco interrogante.
- ¿Y
no será ningún problema con el resto de… bueno de… de tu “trabajo”? –quiso
saber Maca, aunque la verdad es que pensándolo bien, irse con Esther a aquella
sierra significaría mantenerla fuera de circulación… sería para ella solamente,
se animó-.
- No,
ningún problema –contestó Esther alegre-.
- Estupendo
pues –dijo Maca también sonriendo-.
Las dos se
miraron y por un breve instante, la idea de una nueva oportunidad para
acercarse, aparcó toda aquella inquietud que ambas sentían.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Mientras
Maca trataba de borrar toda huella de aquel error nocturno, Esther trataba de
apagar su propio incendio en la cocina con un refresco bien frío.
Esther:
¿Y si entro con cualquier excusa? –planeaba Esther mordiéndose el labio
inferior, mientras una lata de coca-cola le refrescaba la mejilla-.
Conciencia
de Esther: ¡EYYYYY TU QUIETA PARÁ!
Esther:
¿Y a ti que se te ha perdido ahora?
Conciencia
de Esther: a mí nada, pero a ti hace rato que se te escapó
la última neurona que te quedaba y se a dónde fue a parar
Esther
instintivamente junto las piernas.
Esther:
¿Bueno y qué? ¡Me pone vale, me pone mucho! Que yo sepa eso no es ningún delito
–se quejaba Esther pasándose la lata fría por la nuca mientras empezaba a andar
a un lado y otro de la cocina-.
Conciencia
de Esther: No, si que te pone está claro…. Te pone como
una BURRA, porque ese calentón que tienes no es normal… ¡Joder, mueve la puta
lata más pa arriba que me achicharro! –le gritó su conciencia y Esther
obedeció-.
Esther:
Ay mi madre, estoy perdiendo el juicio… me paseo como una quinceañera de lado a
lado, tengo las hormonas a punto de reventar por culpa de una mujer en bolas en
la bañera, bajo la temperatura con latas de coca-cola y encima escucho voces
absurdas en mi cabeza –se desesperó Esther ante la situación-.
Conciencia
de Esther: oyeeee bonita, que de ABSURDAS nada de nada… Aquí
la única absurda eres tú… de verdad que yo no te entiendo eh, ¿pero a ti quien
te manda a meterte en esta camisa de once varas? ¿Tú no eres puta? ¡Pos a
follar!
Esther:
oyeeee… sin abusar eh, que una es puta, pero no guarra… bueno… a veces sí, pero
con estilo –puntualizó Esther-.
Conciencia
de Esther: Si no tuvieras esa estúpida manía de fijarte
sólo en las tías buenas con traumas o complejos sexuales, no estaríamos aquí
aplacándonos a base de refrescos y cháchara.
Esther: eres..
eres… agrrrrrrr –gruñó Esther, pues no podía quitarle la razón a su conciencia
en aquello-. Bueno vale, me lo complico sola, pero no pensaba que Maca me lo
iba a poner tan difícil coño… ¿Cómo me iba a imaginar que esa tía dura y
controladora que me encontré la primera noche, iba a ser en realidad esta…
esta…? -Esther se derritió ante el pensamiento de Maca-… Mierda, ¡es una
“Diosa”! Una diosa lasciva capaz de ponerte de vuelta y media, y transformarse
en un segundo en un ángel tierno y vulnerable que te parte en dos. ¡Cómo iba a
imaginarme encontrar alguien así!
Esther
tuvo que sentarse, abatida por la realidad. Su conciencia ya no tenía que decir
nada más, ella sola se daba cuenta de lo perdida que estaba, de los extremos
por los que sus sentimientos viajaban desde que la conocía. Suspiró, tratando
de calmar aquellos instintos y abrió por fin la lata de coca-cola para beber…
- ¡Estoy
loca! Y mi locura lleva nombre… -dijo en voz alta para sí- ¡Genial! ¿Qué más
puede suceder?
….
Un
toquecito más hacia el lado del agua fría en el control de la ducha y Maca
suspiró al recibir el agua más con alivio que como tortura. Se pasó las manos
por el pelo y dejó que el agua cayera en su cara.
Maca:
¿Qué voy a hacer?... ¿qué diablos voy a hacer? –se preguntaba Maca-.
Conciencia
de Maca: Pues avanzar
Maca:
Ya, como si eso fuera así de fácil. Acabo de sentir sólo su mirada sobre mí, y
casi no me puedo apagar, ¿qué diablos voy a hacer cuando me suelte de verdad?
Conciencia
de Maca: Esto ya lo hemos hablado Maca, vas a tenerte que
arriesgar y que el chaparrón se lleve lo que se tenga que llevar…
Maca:
ya … -suspiró Maca pensando en todo aquello-.
Conciencia
de Maca: ¿Acaso es mejor esto? ¡Mírate por Dios! ¡Estás
hasta las trancas, y esa mujer te vuelve loca! ¿Acaso es mejor no arriesgarse,
no dejarte llevar, que intentarlo al menos?
Maca:
no, no lo sé… quiero, de veras que quiero, pero ni siquiera sé cómo hacerlo, me
paraliza y me quiebra el miedo…
Conciencia
de Maca: ¿No era a ti a la que le gustaba esa frase? ¿Cómo
era?... Ah sí, “más vale morir de pie que vivir siempre arrodillado”
Maca se
irguió, era cierto, siempre le había gustado esa frase… es más, siempre le daba
fuerzas cuando pensaba que no podía hacer algo o tenía decisiones difíciles que
tomar sobre su vida y quien era.
Maca: llevas
razón, además ella dijo que me ayudaría, ¿no? ¿Qué me lo pondría fácil, no es
cierto?
Conciencia
de Maca: possssss clarooooo…. Anda, termina ya, y al toro…
que ésta la ganamos seguro, y si no, al menos tendremos una “BUENA CORRIDA”
- HOSTIAAAAAAAAAA…
QUE ME MATO … -gritó Maca que se había destartalado tanto con lo de la
“corrida” que se resbaló del susto, haciendo un estruendo enorme mientras
intentaba no caerse en la bañera-.
Esther
escuchó un sonido sordo y fuerte que provenía del baño, y salió disparada
pensando que había pasado algo grave. Sin pensarlo abrió la puerta, y entonces
la vio, Maca resoplando con la mampara abierta y el pequeño estante del
interior caído con todos los botes de gel y champú a sus pies.
- ¿Pero
qué…? –empezó a preguntar Esther, pero la desnudez de Maca la dejó sin
palabras-.
- ¡Joder,
casi me mato! –explicó Maca, que con el susto que se había dado, no alcanzaba a
ver nada más-. ¿Me pasas el albornoz?
- Ehh?
¡Sí, sí! ¡Toma! –le tendió el albornoz Esther con una mano temblando y unas
llamas en su interior que ya no encontraban alivio-.
Maca se
cubrió y luego se secó un poco el pelo con la toalla mientras se sentaba en la
taza del WC.
- ¿Pero
estás bien, no? –consiguió preguntarle finalmente Esther, que para calmarse
había tenido que retroceder varios pasos y se había cruzado de brazos a la
altura del pecho en señal de autoprotección-
- Sí,
sólo ha sido el susto, pensé que me caía… menos mal que me agarré al estante,
que si no, me podría haber descalabrado –explicaba Maca mientras dejaba caer su
cabello hacia un lado y con la toalla lo frotaba con ambas manos-.
“mmmm…. Madre
mía, madre mía”, pensaba para sí Esther apretando los brazos más contra sí,
pues a pesar de no querer mirar, sus ojos parecían haberse tomado la hora del
recreo por su cuenta, y no dejaban de concentrarse en aquel escote que se
entreabría cada vez que Maca daba una sacudida para secarse el pelo.
- Con
razón hay tantas cuotas de accidentes en los baños –seguía relatando Maca sin
percatarse-.
- Sí,
con razón… con razón -repetía autómata Esther tratando de controlarse-.
Entonces
Maca alzó la vista, no era propio de Esther estar tan callada. Al verla de pie
tan lejos se extrañó, parecía tensa y nerviosa.
- ¿Te
pasa algo? –le preguntó con curiosidad-.
- ¿A
míii? –a Esther le salió una voz de pito incontrolada, carraspeó para serenarse
ante los ojos entornados de Maca-. ¿A mí? ¿Por qué lo dices?
- Yo
que sé, como estás ahí tan callada, moviendo las piernas y cruzada de brazos,
con esa cara tan rara –dijo Maca dejando de secarse el pelo.
Esther
trató de encontrar una respuesta que la justificara, pero no parecía
ocurrírsele nada, de pronto Maca se puso en pie como si se le hubiera encendido
una bombilla.
- Oh,
oh… perdona, no me di cuenta, sólo tenías que decirlo –dijo Maca acercándose a
ella, y Esther no supo por donde iban los tiros hasta que Maca terminó su
frase-… te dejo para que mees, yo me puedo secar el pelo después.
- Eing?
Ahhh… sí, sí… -cogió la oportunidad al vuelo-. Bueno, es que no quería que con
el susto… en fin, que yo puedo esperar.
- No,
no seas tonta. Luego entro yo, no te preocupes –sentenció Maca que para salir
del baño, tuvo que hacer malabares porque Esther no atinaba a ponerse de
acuerdo para dejarla pasar-.
Por fin
consiguió salir del baño y cerrar la puerta.
“Diosssssss…
encima de loca, me vuelve gilipollas… lo que me faltaba”, pensaba para sí
Esther mirándose al espejo… “y pa colmo cachonda… ¡Muy bien, eh Esther!, tú sí
que eres toda una profesional del sexo… ¡La madre que me parió!”… se espetó
tras observar los estragos que había causado en su cuerpo la visión de Maca.
“¿Me lo he
imaginado yo, o se ha puesto nerviosita mirándome las tetas?”, se preguntaba
Maca al otro lado de la puerta con una media sonrisa, pues la perspectiva de
una Esther tan fuera de sí y tan nerviosa como ella, no se la había planteado.
90
Cuando
terminó de refrescarse y recuperarse un poco, Esther salió del cuarto de baño.
Por la puerta del armario, supo que Maca estaba en la habitación cambiándose.
- ¡Ropa!
¡Gracias Dios mío, gracias! –agradeció Esther mirando al cielo articulando con
los labios sin emitir sonidos-.
El móvil
de Maca empezó a sonar, Esther miró hacia el comedor porque de allí provenía la
melodía.
- Me
estoy cambiando, ¿puedes cogerlo? –le pidió Maca dando un grito-.
- Sí,
claro –dijo Esther y recogió el móvil de encima de la mesa-.
En la
pantalla ponía Bea.
- ¡Es
Bea! –gritó Esther-.
- ¿Quién?
–preguntó Maca sin entenderla-.
- Que
es Beaa… -gritó de nuevo Esther, pero Maca parecía no oírla-. Bah… lo cojo.
¿Dígame? Ah, Bea, no, no, ¡soy Esther!, es que Maca se está cambiando… Sí,
claro, ahora te la paso, es que está en la habitación. No, no has interrumpido
nada, es que se termina de duchar… ¿Y vosotras cómo estáis?... Me alegro, sí,
nosotras bien, muy bien. Sí, ya… bueno fue un sustito, es que a veces se le
baja la tensión, pero no, ella está bien… jajaja… claro, claro, la cuido, sí…
espera, te la paso… Cariño, Bea al telé…fono –terminó como pudo Esther la
última palabra pues acababa de entrar en la habitación y Maca aún andaba en
ropa interior.
- Oh,
Bea… un segundo… -dijo Maca terminando de colocarse una camiseta-. Ya, gracias
“cariño” –dijo Maca para que Bea la oyera, entendiendo la interpretación de
Esther y sonriéndola cuando se acercó a por el móvil-. Beaa… ¿cómo estáis? No,
no… es que acabo de terminar de secarme el pelo y me estoy vistiendo, pero
tranquila, no pasa nada…
Esther
trató de salir por la puerta, pero Maca le hizo una señal para que se quedara,
con resignación Esther se sentó en la cama. Ni siquiera podía entender porque
aquel día estaba tan alterada, pero el hecho de ver a Maca pasearse por la
habitación enfundada en unas bragas negras la estaba matando.
“¡Estoy
salida! Definitivamente, soy una adicta… Esto me pasa por perder el ritmo de mi
cartera de clientas, y centrarme en la que me pone cachonda pero no me da bola…
¡Dios, qué horror! ¡Soy COMO EVA!” pensó para sí Esther, y abrió los ojos
espantada ante la idea.
- Oh,
pues no sé, lo tengo que consultar porque no sé si vamos a poder… -seguía
hablando Maca por teléfono con Bea-… Sí, claro, está conmigo… ¡eh! Le pregunto,
sí.
Maca se
paró frente a Esther y ésta la recorrió hasta encontrarse con sus ojos. El
cuerpo de Maca le cortaba la respiración, pero aquella cara, aquella cara le
partía en dos.
- Cariño,
me pregunta Bea que si queremos ir a pasar unos días a su chalet en la montaña
–le preguntó Maca interpretando su papel, pero con una expresión en su cara de
terror y compromiso-.
- Bueno
cariño, por mí está bien –dijo Esther y Maca abrió los ojos como platos empezando
a hacerle señas de negación con la cabeza, Esther improvisó-… pero, pero… ¿Cuándo
sería? Porque igual no vamos a poder.
- Sería
este lunes, nos iríamos con ellas y volveríamos el jueves o viernes por la
noche –trasmitió Maca las palabras de Bea, mientras se sentaba al lado de
Esther-.
Esther
notó que el pulso se le aceleraba cuando la pierna desnuda de Maca calentó la
suya a través del pantalón, sin embargo no había tiempo para aquello, tenía que
concentrarse en el trabajo. Miró a Maca, y entendió que la idea la tenía
preocupada y que prefería no ir, aunque dedujo que tampoco les podía dar una
negativa muy directa por el proyecto que tenían entre manos, así que decidió
acarrear con la culpa.
- Mi
amor, eso va a ser imposible, yo tengo mucho trabajo y así tan precipitado no
creo que pueda arreglarlo para el lunes –dijo Esther en alto haciéndole una
señal a Maca, para que Bea pudiera oírlo-.
- ¿Entonces
no vas a poder? ¿Estás segura? –preguntó Maca con voz afligida mientras apoyaba
una mano en el muslo de Esther a modo de complicidad-.
- Lo
siento, cariño… quizá en otra ocasión –contestó Esther como pudo, porque sentir
a Maca tan cerca y ver aquella sonrisa, la estaba acuchillando-.
- Bea
creo que no va a poder ser, es que Esther… Ah, ¿la oíste? –habló Maca por teléfono
con Bea-. No, es que es muy precipitado, tiene trabajo… ¿Qué? Ah, bueno… si,
espero.
- ¿Qué
pasa? –le preguntó por lo bajo Esther al ver que Maca se inquietaba-.
Maca tapó
el auricular con la mano.
- Kate
se quiere poner –le susurró Maca-.
- ¿Y
para qué? –preguntó Esther-
- Yo
qué sé –le contestó Maca que volvió a atender el teléfono en cuanto escuchó la
voz de aquella mujer-. Ah, hola Kate… sí, ya me lo dijo Bea y os lo
agradecemos, pero es que Esther tiene trabajo y es muy precipitado… ¿Eh? Si, un
momento.
Maca se
apartó el teléfono y se quedó mirando a Esther, que la miró con un
interrogante.
- Es
Kate cariño, quiere hablar contigo –dijo Maca con inquietud-.
Esther
cogió el teléfono, decir que no a aquellas mujeres no podía ser tan difícil.
Respiró y se centró en hacer su trabajo.
- ¿Kate?...
Hola preciosa, sí, sí, nosotras bien, sí… No si no es que no nos apetezca, es
que fíjate hoy ya a viernes, y yo no pensé en nada parecido, tengo asuntos
pendientes del trabajo que no puedo aplazar por una semana, sé que me
entiendes… -empezó bien Esther-. ¿El qué? Si claro, tengo portátil, sí… -Esther
empezó a descomponerse-, no, no, bueno es que… ¿Eh?... Bueno, pero es que tengo
una reunión importante que no puedo posponer… ¿Qué con quien? – Esther ya
sudaba, Maca se pegaba para poder escuchar también la conversación y le
apretaba en el muslo como preguntándole “¿qué pasa?”, pero no había manera de
enterarse, y Esther entre lo persuasiva que era Kate y el calor que le estaba
entrando con tanto acercamiento y tocamiento, no podía pensar con rapidez-. Esa
no es la cuestión Kate, es que es muy precipitado, así no se pueden hacer las
cosas… ehhhh, ehhhh… -Esther quiso rechistar, pero no pudo ante lo que le dijo
Kate-… jiji… -risa nerviosa- Eh!! Bueno, si no me das opción, vale, sí… Claro,
te la paso.
Esther le
tendió el teléfono a Maca que lo cogió con pavor.
- Dime
Kate… entonces… ¿pero?... No, no, si ganas sí que tenemos de pasar unos días
con vosotras, claro –mintió Maca que se había quedado blanca de repente con la
idea-. Entonces, quedamos así, ¿no?... Ya, pos nada, genial… Si, claro, un beso
también para las dos… sí ciao, besos.
Maca apagó
el móvil y se quedó alicaída mirando la pantalla, acababa de arrollarla un tren
llamado Kate y la sensación era de descontrol total. Esther por su parte no
estaba mucho mejor, pues tenía la misma sensación, no había podido decirle que
no.
- ¿Qué
te dijo? –le preguntó Esther finalmente-.
- Que
el domingo me dice la hora a la que nos recogen el lunes, que llevemos ropa de
baño que hay piscina –dijo Maca sin entender como había podido ocurrir
aquello-.
- ¿Con
este frío? –se le ocurrió quejarse a Esther-.
- ¡Es
climatizada! –añadió Maca alucinando-.
- Ah
–tragó saliva Esther pensando en la perspectiva-.
Maca
entonces se volvió hacia ella, y le preguntó tratando de entender.
- ¿Cómo,
cómo no hemos podido decirle que no? ¿Qué te dijo? –quiso saber Maca-.
- Bueno
le dije lo del trabajo, pero por lo visto sabe lo de mi portal web y me dijo
que podía trabajar desde allí porque tienen internet en la montaña esa, y
cuando le dije lo de la reunión, insistió en que ella llamaría por mí al
cliente para posponer la cita… -le explicaba Esther-… a lo que yo le dije que
esa no era la cuestión y entonces me soltó… me soltó…
- ¿Qué?
–le preguntó Maca impaciente-.
- Bueno
dijo que, vosotras también vais a trabajar allí porque hay cosas pendientes, y
que a mí no me vendría nada mal una semanita para echar unos cuantos polvos
silvestres con mi chica… -dijo Esther mirando a Maca mientras flipaba-.. ¡Qué
nos nota tensas, dice! Y que no aceptaba un no como respuesta.
- ¿¿Esooo
te dijo??? –Maca se puso roja en un segundo ante las insinuaciones de Kate, no
se podía creer que alguien que apenas conocían, fuera capaz de decir algo así-.
Esther
asintió con la cabeza.
- ¿Qué
se puede contestar ante algo así? –dijo Esther excusándose-.
- No,
claro, si yo tampoco le he podido decir que no -admitió Maca-. Siento meterte
en esto, Esther.
- Por
mí no te preocupes, es un placer –dijo Esther, de repente entusiasmada ante la
idea de tener a Maca predispuesta a la intimidad aunque fuera sólo por
disimular-, además es mi trabajo.
Añadió
rápidamente al ver que Maca la miraba un poco interrogante.
- ¿Y
no será ningún problema con el resto de… bueno de… de tu “trabajo”? –quiso
saber Maca, aunque la verdad es que pensándolo bien, irse con Esther a aquella
sierra significaría mantenerla fuera de circulación… sería para ella solamente,
se animó-.
- No,
ningún problema –contestó Esther alegre-.
- Estupendo
pues –dijo Maca también sonriendo-.
Las dos se
miraron y por un breve instante, la idea de una nueva oportunidad para
acercarse, aparcó toda aquella inquietud que ambas sentían.
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