martes, 10 de febrero de 2015

Pretty Bollo -Cap 91 y 92-

Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.


91

Maca miró por encima del hombro de Esther y divisó la hora en el despertador.

-       Mierdaaaaaaaa… ya son las once –gritó, y de un salto se puso en pie dejando a Esther en la cama, compuesta, y sin labios que desear frente a ella-.
-       ¿Te vas? –preguntó Esther frustrada ante la inminente estampida- Ni siquiera hemos desayunado.
-       ¿Eh? –Maca rebuscaba en el armario, debía elegir un atuendo que le sirviera tanto para la comida de al medio día, como la posible cena que sin duda tendría que concertar ahora que ya no podría quedar con ningún cliente en la semana próxima-. Ufff, lo tendremos que dejar para mañana Esther, se me ha hecho tardísimo. ¿Cuál me pongo, el negro o el gris? –le preguntó Maca enseñándole dos pantalones-.
-       Mmm … el gris –dijo Esther-.
-       ¡Vale! –dijo Maca, y dando un par de brincos enfundó aquellas piernas que a Esther le estaban quitando el sentido-. ¿Y de arriba?

Pidió consejo Maca, y Esther se levantó para ponerse a su lado.

-       Espera  -le dijo Esther mientras rebuscaba en el armario de aquella mujer, por fin divisó uno que hacía tiempo quería verle puesto-. ¡Toma!
-       ¿Este? –se sorprendió Maca- ¿No es muy sugerente para ir a trabajar?
-       ¡Anda ya! ¡Es perfecto! –dijo Esther y se puso cara a ella-. ¡Levanta!
-       ¿Qué? –no sabía Maca a qué se refería-
-       Los brazos, levanta… -le ordenó Esther, y Maca la obedeció cuando la vio tirar de su camiseta para arriba-.

El paso de sus dedos por las costillas de Maca no pasaron desapercibidos para ninguna de las dos.

“Mmm… ¿tiemblas gatita?... más temblarías si me dejaras…. Por Dios que buena estás”, pensaba Esther para sí, mientras se demoraba algo más de la cuenta en sacar aquella camiseta.

“Ay mi madre… que ésta ya está despertada y yo aquí aun a media asta…” pensaba Maca por su parte, mientras se le entornaban los ojos por la suavidad de aquella ligera caricia.

-       Ya, ya lo hago yo, no te molestes… -dijo de pronto Maca cuando vio que Esther iba a ponerle el suéter-.

Esther negó con la cabeza y dibujó una sonrisa pícara.

-       Quiero hacerlo yo… Anda, mete el brazo… -le dijo Esther que no se conformó hasta que no terminó de ponerle el suéter a Maca-. ¡Lo sabía!

Dijo Esther contemplándola.

-       ¿Qué sabías? –preguntó Maca con una sonrisa suspicaz-.
-       Que te sentaría de vicio, me encanta –reconoció Esther mientras se la comía con la mirada-.

Maca vio su reflejo en el espejo, el suéter que Esther había elegido para ella era de un rosa pálido agradable y dejaba su hombro izquierdo al descubierto, la caída del tejido era suave y envolvía sus pechos remarcándolos pero con libertad. A Maca jamás se le hubiera ocurrido ponerse algo así para trabajar, pero reconocía que el contraste con aquellos pantalones grises de vestir le daban una imagen elegante pero desenfadada que la sorprendió gratamente.

-       ¡Estás guapísima! ¿Te gusta? –le susurró Esther detrás de ella, mientras la envolvía por la cintura mirándose al espejo-.
-       Sí, me gusta… -admitió Maca embobada en aquella imagen que proyectaban las dos frente al cristal-. Gracias.
-       De nada, gatita –le dijo Esther y depositó un beso en aquel hombro desnudo que el suéter le ofrecía-.

Maca se quedó quieta contemplándola, los ojos entornados de Esther mientras depositaba aquel beso cálido y lento sobre su piel la inquietó más que si le hubiera tocado una teta de pronto. Esther abrió los ojos y la miró a través del espejo, su silencio decía más de lo que estaba dispuesta a admitir y Maca tuvo la sensación de que algo dentro de aquella mujer había cambiado, aunque no sabía bien el qué.

-       Anda vete, que llegarás tarde –la apremió Esther rompiendo aquel momento de descuido, de pronto se sintió nerviosa y soltó aquella cintura cálida que se moría por retener-.
-       Sí, la verdad es que sí –reconoció Maca, a pesar de que romper aquel momento era lo último que deseaba hacer-.

Maca terminó de recoger su cartera, el móvil, las llaves y el abrigo.

-       ¿No te llevas la moto? –le preguntó Esther siguiéndola hasta el recibidor-.
-       No, mejor voy en taxi, porque aún no sé donde me tocará ir, y si tendré que tomar alguna copa con esta gente –aclaró Maca mientras revisaba que llevaba todo lo necesario-.

Esther se quedó en silencio, deseando que se quedara con ella, deseando que al despedirse la abrazara y le dijera que la esperara para cenar. Pero aquello no era muy probable, pues Maca iba contra reloj y parecía distante.

“ A saber que has hecho con esa puta rubia que te ha dejado tan relajada… mierda, Esther noooo… los celos, para” –se reprendió Esther a sí misma, respiró.

Entonces Maca se volvió para mirarla, Esther permanecía a distancia y Maca no sabía que pensar sobre aquella lejanía de pronto. Con temor, se atrevió a preguntar.

-       ¿Esther? –la llamó tímidamente Maca-.
-       Dime –le contestó-.
-       ¿Te quedarás esta noche conmigo? –le preguntó Maca mirándola suplicante-.

Esther dibujó una enorme sonrisa en el rostro, y dio un par de pasos hacia ella.

-       Si tú quieres, sí –le contestó-.
-       Sí quiero –admitió Maca con alivio-.
-       Entonces aquí estaré –le aseguró Esther, y sin poderse controlar la besó en los labios-.

A Maca la cogió tan desprevenida que se quedó muda, rota por aquel sabor que había dejado aquel beso apresurado y aquellos labios que con suavidad habían apresado el suyo en un acto espontáneo.

-       Anda… correee… que no llegas –la apremió Esther muerta de vergüenza, ante aquel arrebato del cual había sido la única artífice-.
-       ¡Vale! ¡Hasta la noche! –dijo Maca esbozando poco a poco una gran sonrisa mientras Esther la empujaba hacia la puerta para que desapareciera-.

Maca cogió el pomo y abrió la puerta, Esther la seguía, esperando que desapareciera para poder ponerse a chillar tranquila.

-       Ah, una cosa más… -dijo de pronto Maca-.
-       ¿Qué? ¿Qué te olvidas? –preguntó Esther echando un vistazo rápido a la entradita en busca de algo olvidado-

Pero el brazo certero de Maca la agarró por la cintura haciendo que Esther se girara a ella sorprendida, una ráfaga de calor le traspasó el cuerpo cuando se encontró de nuevo pegada a aquella boca que ahora ya no quedaba quieta, sino que la besaba viva y dulcemente. Esther cerró los ojos sin poderlo evitar, aunque fuera un breve instante, aquella mujer le sabía a gloria y le trasportaba lejos. Cuando Maca la liberó, Esther no pudo más que despertar ante aquella mirada alegre y aquella sonrisa radiante… “Diosss… me morí” pensó Esther ante aquella mujer.

-       ¡Te eché mucho, mucho de menos! ¡Hasta la noche! –fue todo lo que Maca le dijo tras aquel beso y sin más salió por la puerta y cerró tras de sí.

Esther se apoyó contra aquel amasijo de madera compacta, pegando su mejilla a la frescura del noble material agradecida. No podía dejar de sonreír ni de temblar, aquella era la mayor locura que había cometido en su vida, y por si fuera poco se iba a perder en ella toda una semana sin interrupciones, o al menos, eso era lo que esperaba.

92

Eran las diez y media de la mañana cuando Esther empezó a abrir los ojos, y al hacerlo se dio cuenta de que Maca la tenía rodeada de piernas y brazos mientras hundía la nariz en su nuca sin reticencias. Esther sonrió, aquel gesto le encantaba, acarició el brazo que la envolvía y volvió a cerrar los ojos mientras trataba de recordar cuándo había llegado Maca a casa, pues era la una de la mañana cuando aquella mujer la había llamado para decirle que se acostara, pues la sobremesa con el grupo Ruiz Vino Blanco. S. A. se estaba demorando. Esther esbozó una sonrisa al encontrar el paréntesis de recuerdo entre su duermevela…

-       ¿Qué hora es? –había preguntado sin poder despegar casi los párpados-.
-       Las cinco… siento llegar tan tarde –le contestó aquella voz aterciopelada mientras se metía en la cama-.
-       ¿Todo bien? – quiso saber Esther adormilada-.
-       Sí, duérmete -le susurró Maca acurrucándose junto a ella-.
-       Vale… -contestó inconscientemente Esther, y estirando un brazo y dándose un cuarto de vuelta, había atrapado la cabeza de Maca hasta conseguir pegarse a su boca dándole un suave pero certero beso-. Hasta mañana, gatita.

Esther abrió los ojos ante el recuerdo del beso, pues cada vez se hacía más frecuente la necesidad de aquellos gestos, y lo quisiera o no, ya no le era fácil pasarlos por alto. Su subconsciente gritaba cosas que su cabeza no llegaba a aceptar plenamente, pero ahí estaba dejando pruebas en actos cada vez más íntimos entre las dos. Con cuidado se giró entre aquellos brazos, y se quedó mirando a aquella mujer… De cerca no era muy diferente a muchas otras con las que había estado, incluso si lo pensaba, estaba segura de poder nombrar por lo menos quince mujeres mucho más guapas que ella y que habían pasado por sus brazos, sin embargo le resultaba tremendamente atractiva y había algo mágico en lo cotidiano que las unía. No era graciosa, pero le hacía mucha gracia sus cosas… tampoco era una gran conversadora, pero cuando hablaba sabía captar tu atención por entero. ¿Entonces qué era lo que le perturbaba tanto de Maca? ¿Su inseguridad? ¿Su ternura espontánea, cándida? ¿Su control? ¿su miedo a lo descontrolado? ¿Su solidez? ¿Su vulnerabilidad?... Cuanto más lo pensaba más confusa se sentía, pues la dualidad de su persona era como un puzle que fuera de su contexto no encajaba, sin embargo Maca existía y su forma de ser era un conjunto ambiguo y voluptuoso que se había colado en ella sin apenas esfuerzo.

-       ¿Qué me estás haciendo, gatita?.. ¿Qué?... –preguntó Esther al aire, mientras con cuidado deslizaba una mano sobre aquel rostro para terminar hipnotizada en aquellos labios rosados y entreabiertos que aun dormían inertes-.


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Unas horas después Maca se despertó y al hacerlo no halló a Esther a su lado. Con un sobresalto se irguió en la cama, la duda de que se hubiera ido pasó por un instante veloz por su cabeza, pero entonces afinó el oído y escuchó el agua de la ducha y volvió a caer complacida entre las almohadas estirando cada músculo contracturado de su cuerpo.

-       Diosssssssssss… que bien huele… -musitó Maca con una sonrisa mientras recordaba el olor de Esther-.

Ya no recordaba qué fue exactamente lo que le impulsó a querer retener a Esther aquella primera noche en su suite, pero el olor y la paz que halló al dormir pegada a su nuca, era una sensación que la seguía perforando por entero, como nunca antes nada lo había conseguido. Sonrió y miró el despertador, ya era medio día, con pereza se levantó de la cama y al pasar junto al baño llamó a la puerta…

-       Esther, ya me he levantado… ¿quieres tomar algo? –le preguntó Maca-.
-       Ehh???.... No te oigo, pasa… -le dijo Esther-.

Maca ni siquiera lo pensó y abrió la puerta aceptando aquella invitación, pero al ver la silueta de Esther a través del cristal de la mampara todo su cuerpo se despertó recordándole lo dormida que vivía hasta que se topó con ella.

-       ¿Qué decías? –le preguntó Esther mientras terminaba de aclararse con el agua-.
-       ¿Eh? –por un breve instante Maca no recordó el motivo, luego volvió a la realidad-. Ah, ¿qué si quieres que te prepare algo para tomar?
-       Ah, no gracias… ya desayuné, te dejé un par de bollitos por si te apetece –contestó Esther apagando el agua-. ¿Qué hora es?
-       Casi la una y media –contestó Maca y entonces casi se le desencajó la mandíbula cuando Esther abrió de golpe la mampara-.
-       ¿Yaaa? –preguntó Esther con cara de asombro-. Hostia pues no llegamos… será mejor que no piques mucho, porque sino no vas a tener nada de hambre y creo que Laura ha preparado su lasaña especial… eso quiere decir que estaremos a reventar cuando terminemos la velada, ya lo verás.

Maca sacudió la cabeza, primero porque la estampa de Esther desnuda y empapada ya era más de lo que sus sensores podían soportar nada más levantarse, y segundo porque no tenía ni idea de lo que le estaba hablando Esther sobre no sé qué comida con Laura.

-       Espera, espera… ¿Qué comida? –preguntó Maca tratando de mirar a cualquier punto de la habitación salvo a Esther-.
-       ¿Me pasas la toalla? –le preguntó Esther saliendo de la bañera, la esquiva mirada de Maca la hizo sonreír-.
-       Sí, claro… toma –le tendió Maca la toalla, y por un breve instante volvió a ver aquella desnudez asfixiante para luego apartar rápidamente sus retinas de ella-.

“Ohhhhhhh, por favor… dame un respiro, por Dios santo, que tengo el pulso a mil y ni siquiera he corrido” pensó Maca para sí, dándole la espalda a Esther para que se tapara.

Esther se cubrió sin prisas, percibía la agitación que causaba en Maca, y aquello la dejó satisfecha. Aun así, se apiadó de su rubor, y le dio conversación en lugar de remarcar su pudor.

-       Te dije cuando llamaste anoche que Laura nos había invitado a comer a su casa, y te pareció bien… pero si estás cansada o no te apetece ir, voy yo y nos vemos luego –dijo Esther, que se sintió obligada a no presionar a Maca, aunque no le hacía mucha gracia separarse de ella-.
-       No, no… quiero decir, que sí, que voy… es que no me acordaba, pero si me invitó Laura, claro que voy … ¿Bueno, si a ti no te molesta? –se apresuró a añadir Maca atreviéndose a alzar la mirada para mirar a Esther-.

Por suerte para ella, Esther ya estaba cubierta.

-       No seas tonta, claro que no me molesta… -le dijo Esther-. ¡Que sepas que llegaste tardísimo anoche!

Le reprochó Esther, dándole unos golpecitos con el dedo sobre el esternón.

-       Lo… lo siento, me liaron –se disculpó Maca con media sonrisa, mientras se rascaba la cabeza-.
-       Al menos supongo, que hoy no tendrás que trabajar, ¿no? –le preguntó Esther sonriendo-.
-       No, hoy soy toda tuya –se le escapó sin querer a Maca-.
-       Mmmm… que bien suena eso –la repasó lascivamente Esther mientras se aproximaba-. Lo tendré en cuenta, que lo sepas.
-       Ehhh…

Maca quiso decir algo, pero el apretón de culo que le metió Esther para luego salir por la puerta, fue más de lo que su cerebro podía procesar en aquel momento, así que se quedó con cara de idiota sin poder añadir nada.

“ Ay mi madre, que no llego… que como no me espabile, este trenazo lo pierdo”, pensó para sí Maca, mientras una sonrisa pícara se dibujaba en su cara, y una idea e ilusión nueva la impulsaba.

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