Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
91
Maca miró
por encima del hombro de Esther y divisó la hora en el despertador.
- Mierdaaaaaaaa…
ya son las once –gritó, y de un salto se puso en pie dejando a Esther en la
cama, compuesta, y sin labios que desear frente a ella-.
- ¿Te
vas? –preguntó Esther frustrada ante la inminente estampida- Ni siquiera hemos
desayunado.
- ¿Eh?
–Maca rebuscaba en el armario, debía elegir un atuendo que le sirviera tanto
para la comida de al medio día, como la posible cena que sin duda tendría que
concertar ahora que ya no podría quedar con ningún cliente en la semana
próxima-. Ufff, lo tendremos que dejar para mañana Esther, se me ha hecho
tardísimo. ¿Cuál me pongo, el negro o el gris? –le preguntó Maca enseñándole
dos pantalones-.
- Mmm
… el gris –dijo Esther-.
- ¡Vale!
–dijo Maca, y dando un par de brincos enfundó aquellas piernas que a Esther le
estaban quitando el sentido-. ¿Y de arriba?
Pidió
consejo Maca, y Esther se levantó para ponerse a su lado.
- Espera -le dijo Esther mientras rebuscaba en el
armario de aquella mujer, por fin divisó uno que hacía tiempo quería verle
puesto-. ¡Toma!
- ¿Este?
–se sorprendió Maca- ¿No es muy sugerente para ir a trabajar?
- ¡Anda
ya! ¡Es perfecto! –dijo Esther y se puso cara a ella-. ¡Levanta!
- ¿Qué?
–no sabía Maca a qué se refería-
- Los
brazos, levanta… -le ordenó Esther, y Maca la obedeció cuando la vio tirar de
su camiseta para arriba-.
El paso de
sus dedos por las costillas de Maca no pasaron desapercibidos para ninguna de
las dos.
“Mmm…
¿tiemblas gatita?... más temblarías si me dejaras…. Por Dios que buena estás”,
pensaba Esther para sí, mientras se demoraba algo más de la cuenta en sacar
aquella camiseta.
“Ay mi
madre… que ésta ya está despertada y yo aquí aun a media asta…” pensaba Maca
por su parte, mientras se le entornaban los ojos por la suavidad de aquella
ligera caricia.
- Ya,
ya lo hago yo, no te molestes… -dijo de pronto Maca cuando vio que Esther iba a
ponerle el suéter-.
Esther
negó con la cabeza y dibujó una sonrisa pícara.
- Quiero
hacerlo yo… Anda, mete el brazo… -le dijo Esther que no se conformó hasta que
no terminó de ponerle el suéter a Maca-. ¡Lo sabía!
Dijo
Esther contemplándola.
- ¿Qué
sabías? –preguntó Maca con una sonrisa suspicaz-.
- Que
te sentaría de vicio, me encanta –reconoció Esther mientras se la comía con la
mirada-.
Maca vio
su reflejo en el espejo, el suéter que Esther había elegido para ella era de un
rosa pálido agradable y dejaba su hombro izquierdo al descubierto, la caída del
tejido era suave y envolvía sus pechos remarcándolos pero con libertad. A Maca
jamás se le hubiera ocurrido ponerse algo así para trabajar, pero reconocía que
el contraste con aquellos pantalones grises de vestir le daban una imagen
elegante pero desenfadada que la sorprendió gratamente.
- ¡Estás
guapísima! ¿Te gusta? –le susurró Esther detrás de ella, mientras la envolvía
por la cintura mirándose al espejo-.
- Sí,
me gusta… -admitió Maca embobada en aquella imagen que proyectaban las dos
frente al cristal-. Gracias.
- De
nada, gatita –le dijo Esther y depositó un beso en aquel hombro desnudo que el
suéter le ofrecía-.
Maca se
quedó quieta contemplándola, los ojos entornados de Esther mientras depositaba
aquel beso cálido y lento sobre su piel la inquietó más que si le hubiera
tocado una teta de pronto. Esther abrió los ojos y la miró a través del espejo,
su silencio decía más de lo que estaba dispuesta a admitir y Maca tuvo la
sensación de que algo dentro de aquella mujer había cambiado, aunque no sabía bien
el qué.
- Anda
vete, que llegarás tarde –la apremió Esther rompiendo aquel momento de
descuido, de pronto se sintió nerviosa y soltó aquella cintura cálida que se
moría por retener-.
- Sí,
la verdad es que sí –reconoció Maca, a pesar de que romper aquel momento era lo
último que deseaba hacer-.
Maca
terminó de recoger su cartera, el móvil, las llaves y el abrigo.
- ¿No
te llevas la moto? –le preguntó Esther siguiéndola hasta el recibidor-.
- No,
mejor voy en taxi, porque aún no sé donde me tocará ir, y si tendré que tomar
alguna copa con esta gente –aclaró Maca mientras revisaba que llevaba todo lo
necesario-.
Esther se
quedó en silencio, deseando que se quedara con ella, deseando que al despedirse
la abrazara y le dijera que la esperara para cenar. Pero aquello no era muy
probable, pues Maca iba contra reloj y parecía distante.
“ A saber
que has hecho con esa puta rubia que te ha dejado tan relajada… mierda, Esther
noooo… los celos, para” –se reprendió Esther a sí misma, respiró.
Entonces
Maca se volvió para mirarla, Esther permanecía a distancia y Maca no sabía que
pensar sobre aquella lejanía de pronto. Con temor, se atrevió a preguntar.
- ¿Esther?
–la llamó tímidamente Maca-.
- Dime
–le contestó-.
- ¿Te
quedarás esta noche conmigo? –le preguntó Maca mirándola suplicante-.
Esther
dibujó una enorme sonrisa en el rostro, y dio un par de pasos hacia ella.
- Si
tú quieres, sí –le contestó-.
- Sí
quiero –admitió Maca con alivio-.
- Entonces
aquí estaré –le aseguró Esther, y sin poderse controlar la besó en los labios-.
A Maca la
cogió tan desprevenida que se quedó muda, rota por aquel sabor que había dejado
aquel beso apresurado y aquellos labios que con suavidad habían apresado el
suyo en un acto espontáneo.
- Anda…
correee… que no llegas –la apremió Esther muerta de vergüenza, ante aquel
arrebato del cual había sido la única artífice-.
- ¡Vale!
¡Hasta la noche! –dijo Maca esbozando poco a poco una gran sonrisa mientras
Esther la empujaba hacia la puerta para que desapareciera-.
Maca cogió
el pomo y abrió la puerta, Esther la seguía, esperando que desapareciera para
poder ponerse a chillar tranquila.
- Ah,
una cosa más… -dijo de pronto Maca-.
- ¿Qué?
¿Qué te olvidas? –preguntó Esther echando un vistazo rápido a la entradita en
busca de algo olvidado-
Pero el
brazo certero de Maca la agarró por la cintura haciendo que Esther se girara a
ella sorprendida, una ráfaga de calor le traspasó el cuerpo cuando se encontró
de nuevo pegada a aquella boca que ahora ya no quedaba quieta, sino que la besaba
viva y dulcemente. Esther cerró los ojos sin poderlo evitar, aunque fuera un
breve instante, aquella mujer le sabía a gloria y le trasportaba lejos. Cuando
Maca la liberó, Esther no pudo más que despertar ante aquella mirada alegre y
aquella sonrisa radiante… “Diosss… me morí” pensó Esther ante aquella mujer.
- ¡Te
eché mucho, mucho de menos! ¡Hasta la noche! –fue todo lo que Maca le dijo tras
aquel beso y sin más salió por la puerta y cerró tras de sí.
Esther se
apoyó contra aquel amasijo de madera compacta, pegando su mejilla a la frescura
del noble material agradecida. No podía dejar de sonreír ni de temblar, aquella
era la mayor locura que había cometido en su vida, y por si fuera poco se iba a
perder en ella toda una semana sin interrupciones, o al menos, eso era lo que
esperaba.
92
Eran las
diez y media de la mañana cuando Esther empezó a abrir los ojos, y al hacerlo
se dio cuenta de que Maca la tenía rodeada de piernas y brazos mientras hundía
la nariz en su nuca sin reticencias. Esther sonrió, aquel gesto le encantaba,
acarició el brazo que la envolvía y volvió a cerrar los ojos mientras trataba
de recordar cuándo había llegado Maca a casa, pues era la una de la mañana
cuando aquella mujer la había llamado para decirle que se acostara, pues la
sobremesa con el grupo Ruiz Vino Blanco. S. A. se estaba demorando. Esther
esbozó una sonrisa al encontrar el paréntesis de recuerdo entre su duermevela…
- ¿Qué hora es? –había preguntado
sin poder despegar casi los párpados-.
- Las cinco… siento llegar tan tarde
–le contestó aquella voz aterciopelada mientras se metía en la cama-.
- ¿Todo bien? – quiso saber Esther
adormilada-.
- Sí, duérmete -le susurró Maca
acurrucándose junto a ella-.
- Vale… -contestó inconscientemente
Esther, y estirando un brazo y dándose un cuarto de vuelta, había atrapado la
cabeza de Maca hasta conseguir pegarse a su boca dándole un suave pero certero
beso-. Hasta mañana, gatita.
Esther
abrió los ojos ante el recuerdo del beso, pues cada vez se hacía más frecuente
la necesidad de aquellos gestos, y lo quisiera o no, ya no le era fácil
pasarlos por alto. Su subconsciente gritaba cosas que su cabeza no llegaba a
aceptar plenamente, pero ahí estaba dejando pruebas en actos cada vez más
íntimos entre las dos. Con cuidado se giró entre aquellos brazos, y se quedó
mirando a aquella mujer… De cerca no era muy diferente a muchas otras con las
que había estado, incluso si lo pensaba, estaba segura de poder nombrar por lo
menos quince mujeres mucho más guapas que ella y que habían pasado por sus brazos,
sin embargo le resultaba tremendamente atractiva y había algo mágico en lo
cotidiano que las unía. No era graciosa, pero le hacía mucha gracia sus cosas…
tampoco era una gran conversadora, pero cuando hablaba sabía captar tu atención
por entero. ¿Entonces qué era lo que le perturbaba tanto de Maca? ¿Su
inseguridad? ¿Su ternura espontánea, cándida? ¿Su control? ¿su miedo a lo
descontrolado? ¿Su solidez? ¿Su vulnerabilidad?... Cuanto más lo pensaba más
confusa se sentía, pues la dualidad de su persona era como un puzle que fuera
de su contexto no encajaba, sin embargo Maca existía y su forma de ser era un
conjunto ambiguo y voluptuoso que se había colado en ella sin apenas esfuerzo.
- ¿Qué
me estás haciendo, gatita?.. ¿Qué?... –preguntó Esther al aire, mientras con
cuidado deslizaba una mano sobre aquel rostro para terminar hipnotizada en
aquellos labios rosados y entreabiertos que aun dormían inertes-.
---
Unas horas
después Maca se despertó y al hacerlo no halló a Esther a su lado. Con un
sobresalto se irguió en la cama, la duda de que se hubiera ido pasó por un
instante veloz por su cabeza, pero entonces afinó el oído y escuchó el agua de
la ducha y volvió a caer complacida entre las almohadas estirando cada músculo
contracturado de su cuerpo.
- Diosssssssssss…
que bien huele… -musitó Maca con una sonrisa mientras recordaba el olor de
Esther-.
Ya no
recordaba qué fue exactamente lo que le impulsó a querer retener a Esther aquella
primera noche en su suite, pero el olor y la paz que halló al dormir pegada a
su nuca, era una sensación que la seguía perforando por entero, como nunca
antes nada lo había conseguido. Sonrió y miró el despertador, ya era medio día,
con pereza se levantó de la cama y al pasar junto al baño llamó a la puerta…
- Esther,
ya me he levantado… ¿quieres tomar algo? –le preguntó Maca-.
- Ehh???....
No te oigo, pasa… -le dijo Esther-.
Maca ni
siquiera lo pensó y abrió la puerta aceptando aquella invitación, pero al ver
la silueta de Esther a través del cristal de la mampara todo su cuerpo se
despertó recordándole lo dormida que vivía hasta que se topó con ella.
- ¿Qué
decías? –le preguntó Esther mientras terminaba de aclararse con el agua-.
- ¿Eh?
–por un breve instante Maca no recordó el motivo, luego volvió a la realidad-.
Ah, ¿qué si quieres que te prepare algo para tomar?
- Ah,
no gracias… ya desayuné, te dejé un par de bollitos por si te apetece –contestó
Esther apagando el agua-. ¿Qué hora es?
- Casi
la una y media –contestó Maca y entonces casi se le desencajó la mandíbula
cuando Esther abrió de golpe la mampara-.
- ¿Yaaa?
–preguntó Esther con cara de asombro-. Hostia pues no llegamos… será mejor que
no piques mucho, porque sino no vas a tener nada de hambre y creo que Laura ha
preparado su lasaña especial… eso quiere decir que estaremos a reventar cuando
terminemos la velada, ya lo verás.
Maca
sacudió la cabeza, primero porque la estampa de Esther desnuda y empapada ya
era más de lo que sus sensores podían soportar nada más levantarse, y segundo
porque no tenía ni idea de lo que le estaba hablando Esther sobre no sé qué
comida con Laura.
- Espera,
espera… ¿Qué comida? –preguntó Maca tratando de mirar a cualquier punto de la
habitación salvo a Esther-.
- ¿Me
pasas la toalla? –le preguntó Esther saliendo de la bañera, la esquiva mirada
de Maca la hizo sonreír-.
- Sí,
claro… toma –le tendió Maca la toalla, y por un breve instante volvió a ver
aquella desnudez asfixiante para luego apartar rápidamente sus retinas de
ella-.
“Ohhhhhhh,
por favor… dame un respiro, por Dios santo, que tengo el pulso a mil y ni
siquiera he corrido” pensó Maca para sí, dándole la espalda a Esther para que
se tapara.
Esther se
cubrió sin prisas, percibía la agitación que causaba en Maca, y aquello la dejó
satisfecha. Aun así, se apiadó de su rubor, y le dio conversación en lugar de
remarcar su pudor.
- Te
dije cuando llamaste anoche que Laura nos había invitado a comer a su casa, y
te pareció bien… pero si estás cansada o no te apetece ir, voy yo y nos vemos
luego –dijo Esther, que se sintió obligada a no presionar a Maca, aunque no le
hacía mucha gracia separarse de ella-.
- No,
no… quiero decir, que sí, que voy… es que no me acordaba, pero si me invitó
Laura, claro que voy … ¿Bueno, si a ti no te molesta? –se apresuró a añadir
Maca atreviéndose a alzar la mirada para mirar a Esther-.
Por suerte
para ella, Esther ya estaba cubierta.
- No
seas tonta, claro que no me molesta… -le dijo Esther-. ¡Que sepas que llegaste
tardísimo anoche!
Le
reprochó Esther, dándole unos golpecitos con el dedo sobre el esternón.
- Lo…
lo siento, me liaron –se disculpó Maca con media sonrisa, mientras se rascaba
la cabeza-.
- Al
menos supongo, que hoy no tendrás que trabajar, ¿no? –le preguntó Esther
sonriendo-.
- No,
hoy soy toda tuya –se le escapó sin querer a Maca-.
- Mmmm…
que bien suena eso –la repasó lascivamente Esther mientras se aproximaba-. Lo
tendré en cuenta, que lo sepas.
- Ehhh…
Maca quiso
decir algo, pero el apretón de culo que le metió Esther para luego salir por la
puerta, fue más de lo que su cerebro podía procesar en aquel momento, así que
se quedó con cara de idiota sin poder añadir nada.
“ Ay mi
madre, que no llego… que como no me espabile, este trenazo lo pierdo”, pensó
para sí Maca, mientras una sonrisa pícara se dibujaba en su cara, y una idea e
ilusión nueva la impulsaba.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
91
Maca miró
por encima del hombro de Esther y divisó la hora en el despertador.
- Mierdaaaaaaaa…
ya son las once –gritó, y de un salto se puso en pie dejando a Esther en la
cama, compuesta, y sin labios que desear frente a ella-.
- ¿Te
vas? –preguntó Esther frustrada ante la inminente estampida- Ni siquiera hemos
desayunado.
- ¿Eh?
–Maca rebuscaba en el armario, debía elegir un atuendo que le sirviera tanto
para la comida de al medio día, como la posible cena que sin duda tendría que
concertar ahora que ya no podría quedar con ningún cliente en la semana
próxima-. Ufff, lo tendremos que dejar para mañana Esther, se me ha hecho
tardísimo. ¿Cuál me pongo, el negro o el gris? –le preguntó Maca enseñándole
dos pantalones-.
- Mmm
… el gris –dijo Esther-.
- ¡Vale!
–dijo Maca, y dando un par de brincos enfundó aquellas piernas que a Esther le
estaban quitando el sentido-. ¿Y de arriba?
Pidió
consejo Maca, y Esther se levantó para ponerse a su lado.
- Espera -le dijo Esther mientras rebuscaba en el
armario de aquella mujer, por fin divisó uno que hacía tiempo quería verle
puesto-. ¡Toma!
- ¿Este?
–se sorprendió Maca- ¿No es muy sugerente para ir a trabajar?
- ¡Anda
ya! ¡Es perfecto! –dijo Esther y se puso cara a ella-. ¡Levanta!
- ¿Qué?
–no sabía Maca a qué se refería-
- Los
brazos, levanta… -le ordenó Esther, y Maca la obedeció cuando la vio tirar de
su camiseta para arriba-.
El paso de
sus dedos por las costillas de Maca no pasaron desapercibidos para ninguna de
las dos.
“Mmm…
¿tiemblas gatita?... más temblarías si me dejaras…. Por Dios que buena estás”,
pensaba Esther para sí, mientras se demoraba algo más de la cuenta en sacar
aquella camiseta.
“Ay mi
madre… que ésta ya está despertada y yo aquí aun a media asta…” pensaba Maca
por su parte, mientras se le entornaban los ojos por la suavidad de aquella
ligera caricia.
- Ya,
ya lo hago yo, no te molestes… -dijo de pronto Maca cuando vio que Esther iba a
ponerle el suéter-.
Esther
negó con la cabeza y dibujó una sonrisa pícara.
- Quiero
hacerlo yo… Anda, mete el brazo… -le dijo Esther que no se conformó hasta que
no terminó de ponerle el suéter a Maca-. ¡Lo sabía!
Dijo
Esther contemplándola.
- ¿Qué
sabías? –preguntó Maca con una sonrisa suspicaz-.
- Que
te sentaría de vicio, me encanta –reconoció Esther mientras se la comía con la
mirada-.
Maca vio
su reflejo en el espejo, el suéter que Esther había elegido para ella era de un
rosa pálido agradable y dejaba su hombro izquierdo al descubierto, la caída del
tejido era suave y envolvía sus pechos remarcándolos pero con libertad. A Maca
jamás se le hubiera ocurrido ponerse algo así para trabajar, pero reconocía que
el contraste con aquellos pantalones grises de vestir le daban una imagen
elegante pero desenfadada que la sorprendió gratamente.
- ¡Estás
guapísima! ¿Te gusta? –le susurró Esther detrás de ella, mientras la envolvía
por la cintura mirándose al espejo-.
- Sí,
me gusta… -admitió Maca embobada en aquella imagen que proyectaban las dos
frente al cristal-. Gracias.
- De
nada, gatita –le dijo Esther y depositó un beso en aquel hombro desnudo que el
suéter le ofrecía-.
Maca se
quedó quieta contemplándola, los ojos entornados de Esther mientras depositaba
aquel beso cálido y lento sobre su piel la inquietó más que si le hubiera
tocado una teta de pronto. Esther abrió los ojos y la miró a través del espejo,
su silencio decía más de lo que estaba dispuesta a admitir y Maca tuvo la
sensación de que algo dentro de aquella mujer había cambiado, aunque no sabía bien
el qué.
- Anda
vete, que llegarás tarde –la apremió Esther rompiendo aquel momento de
descuido, de pronto se sintió nerviosa y soltó aquella cintura cálida que se
moría por retener-.
- Sí,
la verdad es que sí –reconoció Maca, a pesar de que romper aquel momento era lo
último que deseaba hacer-.
Maca
terminó de recoger su cartera, el móvil, las llaves y el abrigo.
- ¿No
te llevas la moto? –le preguntó Esther siguiéndola hasta el recibidor-.
- No,
mejor voy en taxi, porque aún no sé donde me tocará ir, y si tendré que tomar
alguna copa con esta gente –aclaró Maca mientras revisaba que llevaba todo lo
necesario-.
Esther se
quedó en silencio, deseando que se quedara con ella, deseando que al despedirse
la abrazara y le dijera que la esperara para cenar. Pero aquello no era muy
probable, pues Maca iba contra reloj y parecía distante.
“ A saber
que has hecho con esa puta rubia que te ha dejado tan relajada… mierda, Esther
noooo… los celos, para” –se reprendió Esther a sí misma, respiró.
Entonces
Maca se volvió para mirarla, Esther permanecía a distancia y Maca no sabía que
pensar sobre aquella lejanía de pronto. Con temor, se atrevió a preguntar.
- ¿Esther?
–la llamó tímidamente Maca-.
- Dime
–le contestó-.
- ¿Te
quedarás esta noche conmigo? –le preguntó Maca mirándola suplicante-.
Esther
dibujó una enorme sonrisa en el rostro, y dio un par de pasos hacia ella.
- Si
tú quieres, sí –le contestó-.
- Sí
quiero –admitió Maca con alivio-.
- Entonces
aquí estaré –le aseguró Esther, y sin poderse controlar la besó en los labios-.
A Maca la
cogió tan desprevenida que se quedó muda, rota por aquel sabor que había dejado
aquel beso apresurado y aquellos labios que con suavidad habían apresado el
suyo en un acto espontáneo.
- Anda…
correee… que no llegas –la apremió Esther muerta de vergüenza, ante aquel
arrebato del cual había sido la única artífice-.
- ¡Vale!
¡Hasta la noche! –dijo Maca esbozando poco a poco una gran sonrisa mientras
Esther la empujaba hacia la puerta para que desapareciera-.
Maca cogió
el pomo y abrió la puerta, Esther la seguía, esperando que desapareciera para
poder ponerse a chillar tranquila.
- Ah,
una cosa más… -dijo de pronto Maca-.
- ¿Qué?
¿Qué te olvidas? –preguntó Esther echando un vistazo rápido a la entradita en
busca de algo olvidado-
Pero el
brazo certero de Maca la agarró por la cintura haciendo que Esther se girara a
ella sorprendida, una ráfaga de calor le traspasó el cuerpo cuando se encontró
de nuevo pegada a aquella boca que ahora ya no quedaba quieta, sino que la besaba
viva y dulcemente. Esther cerró los ojos sin poderlo evitar, aunque fuera un
breve instante, aquella mujer le sabía a gloria y le trasportaba lejos. Cuando
Maca la liberó, Esther no pudo más que despertar ante aquella mirada alegre y
aquella sonrisa radiante… “Diosss… me morí” pensó Esther ante aquella mujer.
- ¡Te
eché mucho, mucho de menos! ¡Hasta la noche! –fue todo lo que Maca le dijo tras
aquel beso y sin más salió por la puerta y cerró tras de sí.
Esther se
apoyó contra aquel amasijo de madera compacta, pegando su mejilla a la frescura
del noble material agradecida. No podía dejar de sonreír ni de temblar, aquella
era la mayor locura que había cometido en su vida, y por si fuera poco se iba a
perder en ella toda una semana sin interrupciones, o al menos, eso era lo que
esperaba.
92
Eran las
diez y media de la mañana cuando Esther empezó a abrir los ojos, y al hacerlo
se dio cuenta de que Maca la tenía rodeada de piernas y brazos mientras hundía
la nariz en su nuca sin reticencias. Esther sonrió, aquel gesto le encantaba,
acarició el brazo que la envolvía y volvió a cerrar los ojos mientras trataba
de recordar cuándo había llegado Maca a casa, pues era la una de la mañana
cuando aquella mujer la había llamado para decirle que se acostara, pues la
sobremesa con el grupo Ruiz Vino Blanco. S. A. se estaba demorando. Esther
esbozó una sonrisa al encontrar el paréntesis de recuerdo entre su duermevela…
- ¿Qué hora es? –había preguntado
sin poder despegar casi los párpados-.
- Las cinco… siento llegar tan tarde
–le contestó aquella voz aterciopelada mientras se metía en la cama-.
- ¿Todo bien? – quiso saber Esther
adormilada-.
- Sí, duérmete -le susurró Maca
acurrucándose junto a ella-.
- Vale… -contestó inconscientemente
Esther, y estirando un brazo y dándose un cuarto de vuelta, había atrapado la
cabeza de Maca hasta conseguir pegarse a su boca dándole un suave pero certero
beso-. Hasta mañana, gatita.
Esther
abrió los ojos ante el recuerdo del beso, pues cada vez se hacía más frecuente
la necesidad de aquellos gestos, y lo quisiera o no, ya no le era fácil
pasarlos por alto. Su subconsciente gritaba cosas que su cabeza no llegaba a
aceptar plenamente, pero ahí estaba dejando pruebas en actos cada vez más
íntimos entre las dos. Con cuidado se giró entre aquellos brazos, y se quedó
mirando a aquella mujer… De cerca no era muy diferente a muchas otras con las
que había estado, incluso si lo pensaba, estaba segura de poder nombrar por lo
menos quince mujeres mucho más guapas que ella y que habían pasado por sus brazos,
sin embargo le resultaba tremendamente atractiva y había algo mágico en lo
cotidiano que las unía. No era graciosa, pero le hacía mucha gracia sus cosas…
tampoco era una gran conversadora, pero cuando hablaba sabía captar tu atención
por entero. ¿Entonces qué era lo que le perturbaba tanto de Maca? ¿Su
inseguridad? ¿Su ternura espontánea, cándida? ¿Su control? ¿su miedo a lo
descontrolado? ¿Su solidez? ¿Su vulnerabilidad?... Cuanto más lo pensaba más
confusa se sentía, pues la dualidad de su persona era como un puzle que fuera
de su contexto no encajaba, sin embargo Maca existía y su forma de ser era un
conjunto ambiguo y voluptuoso que se había colado en ella sin apenas esfuerzo.
- ¿Qué
me estás haciendo, gatita?.. ¿Qué?... –preguntó Esther al aire, mientras con
cuidado deslizaba una mano sobre aquel rostro para terminar hipnotizada en
aquellos labios rosados y entreabiertos que aun dormían inertes-.
---
Unas horas
después Maca se despertó y al hacerlo no halló a Esther a su lado. Con un
sobresalto se irguió en la cama, la duda de que se hubiera ido pasó por un
instante veloz por su cabeza, pero entonces afinó el oído y escuchó el agua de
la ducha y volvió a caer complacida entre las almohadas estirando cada músculo
contracturado de su cuerpo.
- Diosssssssssss…
que bien huele… -musitó Maca con una sonrisa mientras recordaba el olor de
Esther-.
Ya no
recordaba qué fue exactamente lo que le impulsó a querer retener a Esther aquella
primera noche en su suite, pero el olor y la paz que halló al dormir pegada a
su nuca, era una sensación que la seguía perforando por entero, como nunca
antes nada lo había conseguido. Sonrió y miró el despertador, ya era medio día,
con pereza se levantó de la cama y al pasar junto al baño llamó a la puerta…
- Esther,
ya me he levantado… ¿quieres tomar algo? –le preguntó Maca-.
- Ehh???....
No te oigo, pasa… -le dijo Esther-.
Maca ni
siquiera lo pensó y abrió la puerta aceptando aquella invitación, pero al ver
la silueta de Esther a través del cristal de la mampara todo su cuerpo se
despertó recordándole lo dormida que vivía hasta que se topó con ella.
- ¿Qué
decías? –le preguntó Esther mientras terminaba de aclararse con el agua-.
- ¿Eh?
–por un breve instante Maca no recordó el motivo, luego volvió a la realidad-.
Ah, ¿qué si quieres que te prepare algo para tomar?
- Ah,
no gracias… ya desayuné, te dejé un par de bollitos por si te apetece –contestó
Esther apagando el agua-. ¿Qué hora es?
- Casi
la una y media –contestó Maca y entonces casi se le desencajó la mandíbula
cuando Esther abrió de golpe la mampara-.
- ¿Yaaa?
–preguntó Esther con cara de asombro-. Hostia pues no llegamos… será mejor que
no piques mucho, porque sino no vas a tener nada de hambre y creo que Laura ha
preparado su lasaña especial… eso quiere decir que estaremos a reventar cuando
terminemos la velada, ya lo verás.
Maca
sacudió la cabeza, primero porque la estampa de Esther desnuda y empapada ya
era más de lo que sus sensores podían soportar nada más levantarse, y segundo
porque no tenía ni idea de lo que le estaba hablando Esther sobre no sé qué
comida con Laura.
- Espera,
espera… ¿Qué comida? –preguntó Maca tratando de mirar a cualquier punto de la
habitación salvo a Esther-.
- ¿Me
pasas la toalla? –le preguntó Esther saliendo de la bañera, la esquiva mirada
de Maca la hizo sonreír-.
- Sí,
claro… toma –le tendió Maca la toalla, y por un breve instante volvió a ver
aquella desnudez asfixiante para luego apartar rápidamente sus retinas de
ella-.
“Ohhhhhhh,
por favor… dame un respiro, por Dios santo, que tengo el pulso a mil y ni
siquiera he corrido” pensó Maca para sí, dándole la espalda a Esther para que
se tapara.
Esther se
cubrió sin prisas, percibía la agitación que causaba en Maca, y aquello la dejó
satisfecha. Aun así, se apiadó de su rubor, y le dio conversación en lugar de
remarcar su pudor.
- Te
dije cuando llamaste anoche que Laura nos había invitado a comer a su casa, y
te pareció bien… pero si estás cansada o no te apetece ir, voy yo y nos vemos
luego –dijo Esther, que se sintió obligada a no presionar a Maca, aunque no le
hacía mucha gracia separarse de ella-.
- No,
no… quiero decir, que sí, que voy… es que no me acordaba, pero si me invitó
Laura, claro que voy … ¿Bueno, si a ti no te molesta? –se apresuró a añadir
Maca atreviéndose a alzar la mirada para mirar a Esther-.
Por suerte
para ella, Esther ya estaba cubierta.
- No
seas tonta, claro que no me molesta… -le dijo Esther-. ¡Que sepas que llegaste
tardísimo anoche!
Le
reprochó Esther, dándole unos golpecitos con el dedo sobre el esternón.
- Lo…
lo siento, me liaron –se disculpó Maca con media sonrisa, mientras se rascaba
la cabeza-.
- Al
menos supongo, que hoy no tendrás que trabajar, ¿no? –le preguntó Esther
sonriendo-.
- No,
hoy soy toda tuya –se le escapó sin querer a Maca-.
- Mmmm…
que bien suena eso –la repasó lascivamente Esther mientras se aproximaba-. Lo
tendré en cuenta, que lo sepas.
- Ehhh…
Maca quiso
decir algo, pero el apretón de culo que le metió Esther para luego salir por la
puerta, fue más de lo que su cerebro podía procesar en aquel momento, así que
se quedó con cara de idiota sin poder añadir nada.
“ Ay mi
madre, que no llego… que como no me espabile, este trenazo lo pierdo”, pensó
para sí Maca, mientras una sonrisa pícara se dibujaba en su cara, y una idea e
ilusión nueva la impulsaba.
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