martes, 27 de enero de 2015

Pretty Bollo -cap 87 y 88-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.



87

Aquella verdad le hizo abrir los ojos, la hizo sentarse en la cama derrotada y sorprendida. Maca la miró, Esther estaba con la cabeza gacha como asimilando algo que no decía, y ella tenía miedo de su silencio.

Esther: ¡Diosss… tengo celos!
Conciencia de Esther: joerrrrrrrrr tíaaaaaaaaaaa… has tardaooo en caer del guindo.
Esther: pero… pero cómo…
Conciencia de Esther: pos como todo el mundo…
Esther: no, yo no…. Jamás, jamás …. –no podía creerlo- ¿Cómo ha pasado?
Conciencia de Esther: ¡Porque con ella es diferente! ¿Cuántas veces lo tenemos que repetir? ¿No quedó claro ya?

Esther se pasó las manos por el cabello. Sí, ya había quedado claro, ya sabía que con Maca las cosas eran diferentes, pero cuando creía que empezaba a aceptar lo que con ella sentía, entonces llegaban unas nuevas sensaciones, unas nuevas situaciones, que volvían a golpearla recordándole que aquello no podía controlarlo.

-       Esther –la llamó Maca sentándose a su lado en la cama-

Esther la miró, la miró como nunca antes la había visto, como si fuera la primera vez que posaba sus ojos en aquella mujer con la que las sensaciones siempre estaban a flor de piel.

-       Esther, lo siento –le dijo Maca que se sentía desnuda ante aquellos ojos-.

Entonces Esther suavizó sus facciones.

-       La que lo siente soy yo, eres una mujer libre, no tienes que darme explicaciones… -intentó explicar Esther, pero Maca la cortó-.
-       Te las doy porque quiero dártelas… -le dijo Maca mirándola con intensidad-.

Esther la miró entornando un poco los ojos, luego suspiró y le acarició la cara. Maca cerró los ojos al sentir aquella calidez. Esther tembló por su gesto, asustada de su necesidad, de su dulzura… luego se relajó disfrutando de ella.

-       ¿Te duele la cabeza? –le preguntó Esther-.
-       Ahora menos -dijo Maca con una tímida sonrisa, pero sí le dolía-.
-       Pillaste una buena, ¿eh? –le preguntó Esther sonriéndole-.
-       Creo que a veces me comporto peor que una adolescente -trató de bromear Maca, aunque era como se sentía-.

Esther sonrió, luego dejó de mirarla, había algo que tenía que preguntar pero que le causaba un dolor agudo e hiriente… “Dios, no sé cómo voy a llevar esto de los celos…”, suspiró Esther antes de formularla.

-       Maca, me gustaría saber sí pudiste llegar muy lejos con ella… es necesario para que te ayude –le dijo Esther y luego volvió a mirarla-.

Maca se puso roja en cuestión de segundos, no se acordaba de casi nada de lo que había sucedido, pero en su cabeza había bocetos de haberla arrastrado a aquel acto semipúblico.

-       Nada tan lejos como contigo -le dijo Maca esperando que aquello le bastara-.
-       No… Lo que tratas de decir es que… ¿no te entregaste? –preguntó notando que un calor trataba de hervir dentro de ella-. Porque si hubo algún avance podríamos utilizarlo…
-       ¡No! –contestó tajantemente Maca, de eso estaba segura. Sólo a Esther le había entregado todo lo que podía de sí-. ¡Definitivamente, no!
-       ¡Está bien! –dijo Esther mientras notaba que un gran alivio sin explicación se instauraba dentro de ella-. Entonces supongo que estamos en el mismo punto.

Maca la miró apenada.

-       ¿Qué pasa? –preguntó Esther al darse cuenta-.
-       ¡Siento no ser alguien menos complejo! –empezó a decirle Maca con cierta culpabilidad-. Sé que te causo muchos problemas, que has tenido que variar algunas de tus normas por mí… ¿y qué es lo que hago yo? Tengo tanto miedo de encontrarme a solas conmigo misma, que aprovecho para volver a comportarme como lo que no quiero ser, vuelvo a caer en lo mismo por lo que te pedí ayuda –Maca suspiró acordándose de los parones que por su culpa se habían producido cuando Esther había tratado de avanzar-. Siento que causo un retroceso tras otro, quizá es que ya no puedo ser quien fui… quizá es que sólo soy así, ya no lo sé.
-       No, tú no eres así, y tampoco hemos sufrido ningún retroceso –trató de reconfortarla Esther-. No sé porqué piensas eso.
-       Supongo que porque desde que pasó lo que “pasó” –dijo Maca levantando una ceja como si con aquello Esther supiera a lo que se estaba refiriendo, y de hecho lo sabía, pero no quiso que se le notara y obligó a Maca a ponerle más palabras-. Ya sabes, tú y yo, en la cocina… y luego en esta cama… -Maca tragó saliva, recordar lo que sintió la hacía tiritar-.
-       ¿Sí? Sigue hablando –le animó Esther, pues ya iba siendo hora de hablarlo para avanzar-.
-       Yo, no… no es que no quisiera hacerlo, te deseo Esther… -Maca se miró nerviosa las manos, le temblaban y se las cogió para calmarlas-. Bueno, creo que eso ya quedó patente, ¿verdad? En fin… no es que estuviera muy suave que digamos contigo… -Maca abrió los ojos, no podía creerse que hubiera dicho aquello, levantó la vista y se encontró con Esther que contenía una sonrisa-. Eh… jiji… -soltó Maca una risita nerviosa-, tú ya me entiendes. Lo que creo que quiero decir, es que sé que has estado, que hemos estado, con una sensación extraña entre nosotras toda la semana, y quiero que sepas que no me arrepiento de nada de lo que pasó… que en realidad lo deseo, deseo mucho estar contigo y dejarme llevar, sólo que no… no sé si puedo, todo se desbordó dentro de mí, y no pude avisarte… no supe, no supe estar para ti, darme a ti –escupió nerviosa Maca sin dejar de frotarse las manos-. ¡Quiero darme a ti, quiero intentarlo! ¡Eso, eso… creo que es lo que quería decir, sí! ¡Eso creo! –terminó atoradamente Maca como si hablara para ella sola-.

“Ay madre mía… no te como, porque no puedo, pero de bocaditos te dejaba llena porque eres… eres… eres… ¡Adorable, salvaje, y complicadamente adorable!”, pensó Esther para sí mientras la veía nerviosa permanecer sentada junto a ella. Miró aquellas manos que no sabían estarse quietas, y las acogió entre las suyas con calidez, Maca la miró sintiendo que la paz que hallaba en aquellos ojos, entre aquellas manos cálidas, jamás la había sentido antes.

-       Siento no haber hablado contigo de esto antes, siento haber estado distante –le dijo Esther con dulzura-.
-       Yo también siento no ser una persona más comunicativa, debí decírtelo antes -contestó Maca-.
-       No importa, debí leer entre líneas… pero no volverá a pasar, lo volveremos a intentar si quieres –le propuso Esther y Maca asintió con cierto temor-. Iremos despacio, tranquila.
-       Gracias –contestó Maca mientras sus pensamientos volaban raudos y veloces hacia esa verdad que no había dicho y que le latía con fuerza muy dentro de sí-.

“Despacio… iremos despacio, y sé que me enamoraré más y más de ti. Sólo espero tener tiempo para encontrar el camino que me de la capacidad de volver a amar de igual a igual, para que nadie tenga que sufrir” pensó Maca para sí, mientras las dos se sonreían sin decir nada más.

88  


Esther se le quedó mirando, a pesar de aquella cara pálida por la resaca, y aquellos mechones del cabello escapados de una coleta hecha con prisas, Maca era tremendamente hermosa y no podía apartar sus ojos de ella. El pulso se le aceleró cuando fue consciente de haberse quedado mirando fijamente aquella boca, aquella boca rota y roja, que unos labios que no eran los suyos, habían torturado horas antes.

-       Te voy por una pastilla para la cabeza -dijo de pronto Esther poniéndose de pie, la punzada de aquel nuevo sentimiento le había hecho dar un salto-.
-       Eh, vale… -a Maca apenas le dio tiempo a reaccionar, pues Esther ya había salido por la puerta-.

Pensamiento de Esther: joder, joder… joderrrrrrrrrrrrr, puta mierda rubia de bote…. Agrrrrrrrrrrr –gruñía desesperada por el pasillo Esther-.
Pensamiento de Maca: Diosssssssssss…. Despacio, despacio quiero yo, pero… ¿cómo coño voy a ir despacio, si es que no puedo dejar de pensar en besarla? ¡Ay mi madre… esto no puede ser sano! –pensó Maca mientras se dejaba caer en la cama-
Pensamiento de Esther: Esta tía no sabe con quién se ha metido… ah no, no… mañana mismo llamo a Emma, que seguro sabe quién es, y que no le deje entrar al Dulcinea de por vida… -escupía Esther mientras revisaba el botiquín en busca de las pastillas de Maca-.
Pensamiento de Maca: Tengo la cabeza que me va a estallar… si es que quién me mandará a mi ser tan infantil y pillarme esta cogorza por despecho… Si es que me lo merezco coño, si me duele me lo merezco.
Pensamiento de Esther: ponerle la mano encima… grrrr… y a saber qué coño más le ha puesto encima la zorra rubia esta… ¡joderrr con la Maquitaaa vampiresa, se las busca todoterreno encima… coño! Mierdaaaaa con la rubia… y mierda con Alicia, pa que coño me llamaría…
Pensamiento de Maca: Ni me acuerdo de lo que hice, bueno algo sí… -recordó de pronto Maca tapándose la cara con las manos-… Dios que vergüenza, seguro que di el espectáculo… ¡Dios, que corte!, y en el local donde la conocen, como le cuenten algo me muero.
Pensamiento de Esther: Si esto me pasa por ser imbécil, si no fuera tan gilipollas y me hubiera venido por la noche otro gallo me cantaría… Joder, que siempre se pone caliente cuando no estoy, coño… ¡Es esto justo Dios míooooo! –se quejaba Esther mirando al techo, mientras volvía de regreso a la habitación con la pastilla efervescente y un vaso de leche caliente para Maca-.
Pensamiento de Maca: ¿A qué coño huelo? –se preguntó Maca mientras asomaba la nariz por debajo del cuello de la camiseta que se había puesto-. Mierda con el perfume de la rubia, me ha repasado como una lapa, joder… Tengo que ducharme antes de que Esther se de cuenta.

-       Creo que esto te vendrá… -Esther entró en el dormitorio y se quedó clavada en la puerta ante la visión de una Maca sacándose la camiseta por la cabeza dejando su torso desnudo justo enfrente de ella-… ¡PUTA MADRE!

Terminó soltando Esther que se inflamó sólo con verla. Maca terminó de liberar su cabeza del cuello de la camiseta y se quedó parada al darse cuenta hacia donde miraba Esther, instintivamente se cubrió apoyando la camiseta contra su pecho, no por timidez, sino porque se le habían puesto los pezones tan duros bajo aquella mirada que no sabía cómo calmarlos.

-       Ehh… eh iba a ducharme –explicó Maca-.
-       Eh… ah, vale –dijo Esther desconcertada, sólo había bastado una mirada a aquella anatomía para volver a desencajarla-. Toma, está caliente.

Esther le tendió la taza de leche y el vaso con la efervescente, Maca fue a cogerlos y se dio cuenta que le faltaban manos si no soltaba la camiseta que la cubría, con auxilio miró a Esther. Esther por su parte tragó saliva al darse cuenta de la situación…

-       Eh, bueno, primero la aspirina –resolvió Esther tendiéndosela-.
-       Sí, claro –dijo nerviosa Maca que se bebió de un trago aquella pastilla resucita muertos-. ¡Buajjjjj que amarga!

Esther se sonrió ante las carasas que puso Maca, y luego le tendió la taza con leche.

-       Mmm… esto si está rico –dijo Maca tras pegar un buen sorbo-.

“Tú sí que estás ricaaaaa… madre del amor hermoso, como estás de buena joia”, pensaba Esther mientras se embobaba en aquella garganta y aquellos hombros desnudos que proseguían hasta aquella piel suave interclavicular que anunciaba el inicio hacia una escalada que recordaba perfectamente.

-       Gracias, lo necesitaba –dijo Maca terminando de tomarse la leche-.
-       Eing… -Esther volvió en sí, pues su cabeza ya iba mucho más lejos de lo estipulado como correcto-. Ah, de nada, dame, dame… lo llevo a la cocina mientras tú te duchas –se ofreció Esther cogiendo los dos vasos-.
-       No tardo nada –dijo Maca con una sonrisa y salió rumbo al baño-.


Esther se quedó tonta mirando aquella espalda de mujer bien formada caminar hacia la ducha, y al centrar su punto de vista en el bajo de la espalda, una punzada la atravesó entre las piernas. “Auuuuchh, si esto no es un incendio humano, que baje Dios y lo vea, porque yo me corro toda sólo de pensar en perderme en ese cuerpo… ¡Quien fuera mango de ducha en estos momentos… Dios, estoy mal, muy mal!”, pensó Esther mientras perdía de vista a Maca y se decidía a volver a la cocina.

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