Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
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Aquella
verdad le hizo abrir los ojos, la hizo sentarse en la cama derrotada y
sorprendida. Maca la miró, Esther estaba con la cabeza gacha como asimilando
algo que no decía, y ella tenía miedo de su silencio.
Esther: ¡Diosss…
tengo celos!
Conciencia de Esther:
joerrrrrrrrr tíaaaaaaaaaaa… has tardaooo en caer del guindo.
Esther: pero…
pero cómo…
Conciencia de Esther:
pos como todo el mundo…
Esther: no, yo
no…. Jamás, jamás …. –no podía creerlo- ¿Cómo ha pasado?
Conciencia de Esther:
¡Porque con ella es diferente! ¿Cuántas veces lo tenemos que repetir? ¿No quedó
claro ya?
Esther se
pasó las manos por el cabello. Sí, ya había quedado claro, ya sabía que con
Maca las cosas eran diferentes, pero cuando creía que empezaba a aceptar lo que
con ella sentía, entonces llegaban unas nuevas sensaciones, unas nuevas situaciones,
que volvían a golpearla recordándole que aquello no podía controlarlo.
- Esther
–la llamó Maca sentándose a su lado en la cama-
Esther la
miró, la miró como nunca antes la había visto, como si fuera la primera vez que
posaba sus ojos en aquella mujer con la que las sensaciones siempre estaban a
flor de piel.
- Esther,
lo siento –le dijo Maca que se sentía desnuda ante aquellos ojos-.
Entonces
Esther suavizó sus facciones.
- La
que lo siente soy yo, eres una mujer libre, no tienes que darme explicaciones…
-intentó explicar Esther, pero Maca la cortó-.
- Te
las doy porque quiero dártelas… -le dijo Maca mirándola con intensidad-.
Esther la
miró entornando un poco los ojos, luego suspiró y le acarició la cara. Maca
cerró los ojos al sentir aquella calidez. Esther tembló por su gesto, asustada
de su necesidad, de su dulzura… luego se relajó disfrutando de ella.
- ¿Te
duele la cabeza? –le preguntó Esther-.
- Ahora
menos -dijo Maca con una tímida sonrisa, pero sí le dolía-.
- Pillaste
una buena, ¿eh? –le preguntó Esther sonriéndole-.
- Creo
que a veces me comporto peor que una adolescente -trató de bromear Maca, aunque
era como se sentía-.
Esther
sonrió, luego dejó de mirarla, había algo que tenía que preguntar pero que le
causaba un dolor agudo e hiriente… “Dios, no sé cómo voy a llevar esto de los
celos…”, suspiró Esther antes de formularla.
- Maca,
me gustaría saber sí pudiste llegar muy lejos con ella… es necesario para que
te ayude –le dijo Esther y luego volvió a mirarla-.
Maca se
puso roja en cuestión de segundos, no se acordaba de casi nada de lo que había
sucedido, pero en su cabeza había bocetos de haberla arrastrado a aquel acto
semipúblico.
- Nada
tan lejos como contigo -le dijo Maca esperando que aquello le bastara-.
- No…
Lo que tratas de decir es que… ¿no te entregaste? –preguntó notando que un
calor trataba de hervir dentro de ella-. Porque si hubo algún avance podríamos
utilizarlo…
- ¡No!
–contestó tajantemente Maca, de eso estaba segura. Sólo a Esther le había
entregado todo lo que podía de sí-. ¡Definitivamente, no!
- ¡Está
bien! –dijo Esther mientras notaba que un gran alivio sin explicación se
instauraba dentro de ella-. Entonces supongo que estamos en el mismo punto.
Maca la
miró apenada.
- ¿Qué
pasa? –preguntó Esther al darse cuenta-.
- ¡Siento
no ser alguien menos complejo! –empezó a decirle Maca con cierta culpabilidad-.
Sé que te causo muchos problemas, que has tenido que variar algunas de tus normas
por mí… ¿y qué es lo que hago yo? Tengo tanto miedo de encontrarme a solas
conmigo misma, que aprovecho para volver a comportarme como lo que no quiero
ser, vuelvo a caer en lo mismo por lo que te pedí ayuda –Maca suspiró acordándose
de los parones que por su culpa se habían producido cuando Esther había tratado
de avanzar-. Siento que causo un retroceso tras otro, quizá es que ya no puedo
ser quien fui… quizá es que sólo soy así, ya no lo sé.
- No,
tú no eres así, y tampoco hemos sufrido ningún retroceso –trató de reconfortarla
Esther-. No sé porqué piensas eso.
- Supongo
que porque desde que pasó lo que “pasó” –dijo Maca levantando una ceja como si
con aquello Esther supiera a lo que se estaba refiriendo, y de hecho lo sabía,
pero no quiso que se le notara y obligó a Maca a ponerle más palabras-. Ya
sabes, tú y yo, en la cocina… y luego en esta cama… -Maca tragó saliva,
recordar lo que sintió la hacía tiritar-.
- ¿Sí?
Sigue hablando –le animó Esther, pues ya iba siendo hora de hablarlo para
avanzar-.
- Yo,
no… no es que no quisiera hacerlo, te deseo Esther… -Maca se miró nerviosa las
manos, le temblaban y se las cogió para calmarlas-. Bueno, creo que eso ya
quedó patente, ¿verdad? En fin… no es que estuviera muy suave que digamos
contigo… -Maca abrió los ojos, no podía creerse que hubiera dicho aquello,
levantó la vista y se encontró con Esther que contenía una sonrisa-. Eh… jiji…
-soltó Maca una risita nerviosa-, tú ya me entiendes. Lo que creo que quiero
decir, es que sé que has estado, que hemos estado, con una sensación extraña
entre nosotras toda la semana, y quiero que sepas que no me arrepiento de nada
de lo que pasó… que en realidad lo deseo, deseo mucho estar contigo y dejarme
llevar, sólo que no… no sé si puedo, todo se desbordó dentro de mí, y no pude
avisarte… no supe, no supe estar para ti, darme a ti –escupió nerviosa Maca sin
dejar de frotarse las manos-. ¡Quiero darme a ti, quiero intentarlo! ¡Eso, eso…
creo que es lo que quería decir, sí! ¡Eso creo! –terminó atoradamente Maca como
si hablara para ella sola-.
“Ay madre
mía… no te como, porque no puedo, pero de bocaditos te dejaba llena porque
eres… eres… eres… ¡Adorable, salvaje, y complicadamente adorable!”, pensó
Esther para sí mientras la veía nerviosa permanecer sentada junto a ella. Miró
aquellas manos que no sabían estarse quietas, y las acogió entre las suyas con
calidez, Maca la miró sintiendo que la paz que hallaba en aquellos ojos, entre
aquellas manos cálidas, jamás la había sentido antes.
- Siento
no haber hablado contigo de esto antes, siento haber estado distante –le dijo
Esther con dulzura-.
- Yo
también siento no ser una persona más comunicativa, debí decírtelo antes
-contestó Maca-.
- No
importa, debí leer entre líneas… pero no volverá a pasar, lo volveremos a
intentar si quieres –le propuso Esther y Maca asintió con cierto temor-. Iremos
despacio, tranquila.
- Gracias
–contestó Maca mientras sus pensamientos volaban raudos y veloces hacia esa
verdad que no había dicho y que le latía con fuerza muy dentro de sí-.
“Despacio…
iremos despacio, y sé que me enamoraré más y más de ti. Sólo espero tener
tiempo para encontrar el camino que me de la capacidad de volver a amar de
igual a igual, para que nadie tenga que sufrir” pensó Maca para sí, mientras
las dos se sonreían sin decir nada más.
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Esther se
le quedó mirando, a pesar de aquella cara pálida por la resaca, y aquellos
mechones del cabello escapados de una coleta hecha con prisas, Maca era
tremendamente hermosa y no podía apartar sus ojos de ella. El pulso se le
aceleró cuando fue consciente de haberse quedado mirando fijamente aquella
boca, aquella boca rota y roja, que unos labios que no eran los suyos, habían
torturado horas antes.
- Te
voy por una pastilla para la cabeza -dijo de pronto Esther poniéndose de pie,
la punzada de aquel nuevo sentimiento le había hecho dar un salto-.
- Eh,
vale… -a Maca apenas le dio tiempo a reaccionar, pues Esther ya había salido
por la puerta-.
Pensamiento
de Esther: joder, joder… joderrrrrrrrrrrrr, puta mierda
rubia de bote…. Agrrrrrrrrrrr –gruñía desesperada por el pasillo Esther-.
Pensamiento
de Maca: Diosssssssssss…. Despacio, despacio quiero yo,
pero… ¿cómo coño voy a ir despacio, si es que no puedo dejar de pensar en
besarla? ¡Ay mi madre… esto no puede ser sano! –pensó Maca mientras se dejaba
caer en la cama-
Pensamiento de Esther:
Esta tía no sabe con quién se ha metido… ah no, no… mañana mismo llamo a Emma,
que seguro sabe quién es, y que no le deje entrar al Dulcinea de por vida…
-escupía Esther mientras revisaba el botiquín en busca de las pastillas de
Maca-.
Pensamiento
de Maca: Tengo la cabeza que me va a estallar… si es que
quién me mandará a mi ser tan infantil y pillarme esta cogorza por despecho… Si
es que me lo merezco coño, si me duele me lo merezco.
Pensamiento
de Esther: ponerle la mano encima… grrrr… y a saber qué
coño más le ha puesto encima la zorra rubia esta… ¡joderrr con la Maquitaaa
vampiresa, se las busca todoterreno encima… coño! Mierdaaaaa con la rubia… y
mierda con Alicia, pa que coño me llamaría…
Pensamiento
de Maca: Ni me acuerdo de lo que hice, bueno algo sí…
-recordó de pronto Maca tapándose la cara con las manos-… Dios que vergüenza,
seguro que di el espectáculo… ¡Dios, que corte!, y en el local donde la
conocen, como le cuenten algo me muero.
Pensamiento
de Esther: Si esto me pasa por ser imbécil, si no fuera
tan gilipollas y me hubiera venido por la noche otro gallo me cantaría… Joder,
que siempre se pone caliente cuando no estoy, coño… ¡Es esto justo Dios
míooooo! –se quejaba Esther mirando al techo, mientras volvía de regreso a la
habitación con la pastilla efervescente y un vaso de leche caliente para Maca-.
Pensamiento
de Maca: ¿A qué coño huelo? –se preguntó Maca mientras
asomaba la nariz por debajo del cuello de la camiseta que se había puesto-.
Mierda con el perfume de la rubia, me ha repasado como una lapa, joder… Tengo
que ducharme antes de que Esther se de cuenta.
- Creo
que esto te vendrá… -Esther entró en el dormitorio y se quedó clavada en la
puerta ante la visión de una Maca sacándose la camiseta por la cabeza dejando
su torso desnudo justo enfrente de ella-… ¡PUTA MADRE!
Terminó
soltando Esther que se inflamó sólo con verla. Maca terminó de liberar su
cabeza del cuello de la camiseta y se quedó parada al darse cuenta hacia donde
miraba Esther, instintivamente se cubrió apoyando la camiseta contra su pecho,
no por timidez, sino porque se le habían puesto los pezones tan duros bajo
aquella mirada que no sabía cómo calmarlos.
- Ehh…
eh iba a ducharme –explicó Maca-.
- Eh…
ah, vale –dijo Esther desconcertada, sólo había bastado una mirada a aquella
anatomía para volver a desencajarla-. Toma, está caliente.
Esther le
tendió la taza de leche y el vaso con la efervescente, Maca fue a cogerlos y se
dio cuenta que le faltaban manos si no soltaba la camiseta que la cubría, con
auxilio miró a Esther. Esther por su parte tragó saliva al darse cuenta de la
situación…
- Eh,
bueno, primero la aspirina –resolvió Esther tendiéndosela-.
- Sí,
claro –dijo nerviosa Maca que se bebió de un trago aquella pastilla resucita
muertos-. ¡Buajjjjj que amarga!
Esther se
sonrió ante las carasas que puso Maca, y luego le tendió la taza con leche.
- Mmm…
esto si está rico –dijo Maca tras pegar un buen sorbo-.
“Tú sí que
estás ricaaaaa… madre del amor hermoso, como estás de buena joia”, pensaba
Esther mientras se embobaba en aquella garganta y aquellos hombros desnudos que
proseguían hasta aquella piel suave interclavicular que anunciaba el inicio
hacia una escalada que recordaba perfectamente.
- Gracias,
lo necesitaba –dijo Maca terminando de tomarse la leche-.
- Eing…
-Esther volvió en sí, pues su cabeza ya iba mucho más lejos de lo estipulado
como correcto-. Ah, de nada, dame, dame… lo llevo a la cocina mientras tú te
duchas –se ofreció Esther cogiendo los dos vasos-.
- No
tardo nada –dijo Maca con una sonrisa y salió rumbo al baño-.
Esther se
quedó tonta mirando aquella espalda de mujer bien formada caminar hacia la
ducha, y al centrar su punto de vista en el bajo de la espalda, una punzada la
atravesó entre las piernas. “Auuuuchh, si esto no es un incendio humano, que
baje Dios y lo vea, porque yo me corro toda sólo de pensar en perderme en ese
cuerpo… ¡Quien fuera mango de ducha en estos momentos… Dios, estoy mal, muy
mal!”, pensó Esther mientras perdía de vista a Maca y se decidía a volver a la
cocina.
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