miércoles, 9 de octubre de 2013

De Blanco y Negro a Color - 100 y 101 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
100

La gente fue llegando y sentándose en las sillas blancas de madera que habían acomodado y adornado el jardín para la ceremonia. Maca se quedó junto a la puerta acristalada mientras veía como la hermana de Bea saludaba alegre a los invitados y les orientaba sobre dónde podían sentarse. El jardín de la casa que a partir de ahora sería de Kate y Bea, había quedado precioso con aquel altar blanco, floralmente adornado en pleno centro. La gente que se conocía hablaba alegre mientras esperaba que la ceremonia empezara, y la familia de Bea parecía encantada a pesar de que veía algún que otro correteo de nervios por detalles seguramente de última hora. ¡Quien lo diría! Ya había pasado un mes. Un mes desde que se sentía despierta y más viva que nunca, y todo gracias a que Esther seguía a su lado.

-       Pareces en Babia –atrajo su atención Eva situándose al lado de Maca-.
-       Lo estoy –confesó Maca con una inmensa sonrisa-.
-       Ya lo veo, ya… si sigues sonriendo así pronto tendrás que ir al fisioterapeuta a que te recoloque la mandíbula. Poner a funcionar tanto músculo para mantener esa sonrisa permanente en tu cara, no puede ser bueno –se burló de ella Eva-.
-       ¡Envidiosa! –le picó Maca-.
-       Jajaja… -se rió Eva como respuesta, pues a pesar de que lo que Maca le había contado respecto a su relación con Esther seguía preocupándola un poco, no podía negar que verlas juntas era contagioso, felizmente contagioso-. ¿Dónde está Esther?
-       Con Kate… se supone que es la madrina, pero la vi tan tensa esta mañana y tan firme, que sinceramente le pega más la versión de padrino…jajaja.. –le dijo Maca, y Eva se rió con ella-.
-       Sabes una cosa, me dan bastante envidia -le confesó Eva al cabo de un instante de silencio-. Nunca creí que diría esto, pero creo que me molaría pasar con Laura por la vicaría. Ya sabes, todo eso de hacer la promesa de “juntas para siempre” delante de tus seres queridos, con flores y banquete… y todo el bombo y platillo, estaría bien por una vez.
-       Valeee… ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi mejor amiga? –le dijo Maca con una ceja alzada-.
-       Sí, tú ríete… Bah, cómo si a ti no se te estuviera pasando por la cabeza –arremetió Eva contra ella pícaramente-.

Y Maca simplemente sonrió, pues a pesar de que Esther y ella llevaban poco tiempo de nuevo juntas, tenía que reconocer que no le importaría firmar un “para toda la vida”, y menos escucharlo de los labios de Esther, eso sin duda le bastaría.

-       Anda, vamos a sentarnos o Laura no tardará en ceder nuestros asientos a esa rubia que le lleva insistiendo –le dijo Eva y juntas fueron a sentarse-.

La ceremonia fue preciosa, al igual que la llegada de la noche y el mágico encendido de los farolillos sobre las mesas del convite, mientras el aire se llenaba de olor a “dama de noche” entre murmullos de gente que reía, hablaba y compartía la felicidad que las novias trasmitían desde su mesa principal. Laura, Eva, Maca y Esther vitorearon junto a los demás invitados para que las novias se besaran, aplaudieron cuando cortaron la tarta, y se abrazaron en pareja cuando Kate y Bea saltaron a la pista para bailar su canción.

-       ¿En qué piensas? –le susurró Esther a Maca mientras a su espalda la abrazaba por la cintura-.
-       En ellas, en lo felices que parecen –le contestó Maca dejándose acunar por aquellos brazos que día a día se hacían más necesarios en su vida-.
-       Si, parece que lo son, y mucho. Pero, ¿y tú? –quiso saber Esther, pues a pesar de que el último mes que habían vivido juntas había sido increíble, se esforzaba cada día por no perder de vista tampoco la otra realidad que las acompañaría en aquella decisión que habían tomado al retomar su relación-.

Maca se giró aún entre sus brazos, pues no perder de vista sus ojos cuando el atisbo de las dudas parecían asaltar a Esther sin previo aviso parecía funcionarles hasta el momento.

-       ¡Mucho! –le dijo, y la besó hasta que sintió como la tensión en Esther desaparecía abandonándose a ella-.
-       ¡Es demasiado! –susurró Esther con apenas voz cuando los labios de Maca  la abandonaron-.
-       ¿El qué? –le preguntó Maca con dulzura-.
-       ¡Esto! ¡El nosotras!…  ha pasado un mes y aún me despierto en la noche para verificar que no estoy soñando, que te tengo a mi lado –le contestó Esther envolviéndola con sus brazos mientras empezaban a bailar sumándose a las parejas que habían rodeado a Kate y Bea en la pista-.
-       No me voy a ir a ningún lado –le susurró Maca mientras hundía la nariz entre su pelo-.
-       Pero yo sí, y no quiero… no quiero –la voz de Esther se apagó en el cuello de Maca, ésta la apretó con fuerza contra sí, esta vez era ella la que tendría que resistir-.

A pesar de que llevaban días hablando de que en la DMIT volvían a moverse algunos proyectos internacionales y que pronto tendría que salir de viaje, Esther no terminaba de apaciguarse con las palabras tranquilizadoras de Maca de que lo sobrellevarían. Hasta el momento sólo había tenido que ausentarse en tres ocasiones y apenas por un par de días, pero el tener que salir del país iba a ser otra cosa, y alejarse de ella la atormentaba. No quería poner a prueba el amor de Maca, no quería que las cosas tuvieran que ser así.

-       Eh… ¿sabes una cosa? –llamó su atención Maca para alejar al mismo fantasma que atormentaba a las dos-.
-       ¿Qué? –preguntó Esther volviendo a mirarla-.
-       Creo que ya va siendo hora de que vivamos juntas –le soltó de pronto Maca con una enorme sonrisa-.

Esther se quedó por un segundo atónita, luego frunció el entrecejo.

-       ¡Maca, esto no es un juego! –le dijo a modo de regaño deteniendo el baile-.
-       ¿Quién ha dicho que lo sea? –le contestó Maca con dulzura y cierta sonrisa picarona, pues empezaba a conocerla-. Estoy harta de tener que prestarte mi ropa cuando llegas como una loca a mi casa después de trabajar sin intención de quedarte a dormir, y amaneces a mi lado al día siguiente. Invades mi cocina haciéndome comidas sorpresa día sí, y día también, hace por lo menos dos semanas que no saco la moto del garaje porque siempre te empeñas en llevarme, y las pocas veces que no has podido venir a mi casa, me he arrastrado yo hasta la tuya porque soy incapaz de quedarme sin beso de buenas noches. ¡Por supuesto que no es un juego! ¡POR DIOS… soy ESTHER-ADICTA! –puso Maca los ojos en blanco de forma muy teatral para terminar su alegato, consiguiendo que Esther no pudiera disimular una sonrisa-. ¡Ven a vivir conmigo! –volvió a pedirle Maca atrayéndola de nuevo hasta su cuerpo-.
-       Me da miedo, es demasiado pronto –le contestó Esther pero para Maca saltaba a la vista que le fallaban las defensas-.
-       Quizá esta relación en pareja no lleve mucho tiempo, pero no creo que se pueda pasar por tanto en tan poco tiempo y que se consiga llegar a lo que sin duda tú y yo tenemos en este momento. Casi estamos viviendo juntas, hagámoslo definitivo -Maca le acarició la cara, la amaba tanto y Esther se había transformado en tan poco tiempo en un ser tan vulnerable ante sus ojos, que ahora era ella la que deseaba permanentemente velarla, protegerla de todo sufrimiento, de todo mal-. ¡Comandante, va siendo hora de que asuma que la quiero y la necesito plenamente en mi vida!
-       ¡Eso es lo que me asusta! –suspiró Esther mientras sus ojos se cerraban, porque hacía mucho que no le quedaban fuerzas, no con ella-.
-       ¡Pero a mí no! –le contestó Maca y volvió a arrollarla con un beso que se eternizó hasta transportarlas de nuevo a casa una vez terminado el festejo, envolviéndolas en una noche más de lujuria, tiernas caricias y un nuevo proyecto de convivencia-.

101

El tiempo fue pasando. La mudanza a casa de Maca estuvo llena de días de ilusión, encuentros apasionados provocados por aquella nueva etapa que se abría ante ellas, y de semanas de pleno júbilo cuando al llegar a casa una de las dos esperaba a la otra. A pesar de que los viajes de Esther se hicieron cada vez más frecuentes, no menguó para ellas ni la desesperación por separarse ni tampoco la intensidad con que volvían a encontrarse cuando Esther regresaba. Como se predijo, a Maca se le hizo entrega del premio Nobel de aquel año, y nuevos proyectos fueron cayendo sobre su mesa a la espera de que ella se decidiera a colaborar en alguno. Esther sin embargo trataba de centrar todo su esfuerzo en conseguir que la reforma se impusiera lo antes posible, aunque era consciente de que les llevaría años. Paso que avanzaba, trampa que se le alzaba, pero aún así la esperanza de poder un día dirigir todo desde Madrid le hacía trabajar con ahínco pues los meses instauraban lentamente en ella aquel sentimiento de hogar que Maca y Esther estaban forjando contra todo pronóstico.
Sin darse a penas cuenta pasó otro año. Eva y Laura hablaron de boda, mientras Bea y Kate se sumergieron en un nuevo proyecto, pues finalmente Kate había terminado convenciendo a Bea para dirigir su propio negocio. Las ausencias de Esther se prolongaron a meses. Eva observaba a Maca a corta distancia, y se daba cuenta de que aunque aparentara que lo llevaba bien, la realidad era que aceptaba cada vez más investigaciones de las que podía abarcar en cuanto Esther partía de la ciudad por tiempo indefinido, era obvio que le resultaba insoportable no poder contar con ella, no poder estar ni saber apenas de ella pese a que Esther se saltaba el protocolo en cuanto podía y la llamaba para tranquilizarla. Las cuatro amigas siempre trataban de ocupar por turnos el tiempo libre de Maca para evitar que echara de menos a Esther, pero de lo que no se daban cuenta es de que Maca aún echaba más de menos a Esther en cuanto las veía a las cuatro juntas. Echaba de menos la complicidad que tenían, el compartir sus comidas que terminaban a altas horas ya de la noche, y sobretodo echaba de menos llegar a casa y no acurrucarse a su lado. Las noches sin duda eran lo peor.
La alarma definitiva saltó seis meses más tarde. Kate y Bea invitaron a todas a una cena tras la inauguración de su nuevo negocio. Durante la cena, todo pareció ser como antes, reían, bebían, comían y conversaban de todo y de nada sin importar a que conclusiones se llegaran pues estaban en familia. Eva anunció en el postre que Laura y ella ya tenían fecha para la boda, todas las felicitaron aunque aún tendrían que esperar ocho meses hasta el enlace. Maca por supuesto ya lo sabía, Eva la había llamado el día en que Laura le había entregado el anillo y en menos de una hora se habían encontrado para contarse los detalles de la petición formal, llorando y riendo por la emoción del momento; y por supuesto Eva también la había llamando aquella misma mañana para contarle que por fin le habían confirmado que el salón del festejo iba a estar libre para una de las fechas que el juzgado les había dado y que se habían decidido por el 8 de mayo. Sentada a la mesa, Maca pensó en lo contenta que se había sentido por Eva, pero también en aquel frío que la había atrapado cuando estaba a apenas cuatro horas de recoger a Esther en el aeropuerto. Sin embargo lo desechó de su cabeza incorporándose de nuevo a la conversación de la mesa.

-       ¿Entonces ya lo habéis reservado? –les preguntó Bea refiriéndose al salón-.
-       Sí, esta misma tarde. Hemos tenido suerte, porque es el único que nos gustaba a las dos –le contestó Eva-.
-       Kate y yo lo miramos, pero como nos entregaron la casa y el arreglo del jardín iba a estar a tiempo, preferimos hacerlo así –comentó Bea dándole un bocado a su postre-.
-       Ya me hubiera gustado a mí poder hacer algo parecido, pero hemos estado contando a los invitados, y a lo tonto somos unos sesenta. Como para meterlos en nuestro piso de noventa metros cuadrados… jajaa… -todas se rieron por el comentario de Eva, Maca sonrió llegando tarde al comentario-.

Esther se había dado cuenta de que algo le pasaba desde el mismo instante en que se habían besado en el aeropuerto. No porque Maca se hubiera mostrado fría al encontrarse, sino más bien por todo lo contrario, la había besado con una ansiedad devastadora a pesar de estar rodeadas de multitud de gente y normalmente solía esperar a llegar al coche para hacerlo. Con delicadeza posó su mano sobre el muslo de Maca para reconfortarla, Maca se sobresaltó sólo un segundo, la miró. Esther le sonrió y ella hizo lo mismo, no hacían falta palabras, al menos de momento. Maca empezó a comer de nuevo de su postre, pero fue incapaz de centrarse al cien por cien en las conversaciones que surgieron en la mesa y en el paseo que hubo posteriormente hasta que las seis amigas se despidieron.
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Laura observó como Eva había permanecido callada en el trayecto en coche hasta casa, pero respetó sus pensamientos y no quiso decir nada. Cuando entraron en casa se separaron como siempre, Laura fue a revisar las rejas de la terraza, hizo su parada en la nevera para preparar un vaso de leche y se cercioró de que los enchufes estuvieran desconectados. Eva conocía sus manías acerca de la seguridad y se dirigió al cuarto de baño para desmaquillarse. Laura se le unió frente al espejo en cuanto hubo terminado, entonces sus ojos se encontraron y Eva por fin sonrió de nuevo, Laura le devolvió la sonrisa contenta de que volviera a estar con ella.

-       Estoy preocupada –le dijo Eva a modo de excusa por su silencio, a pesar de saber que Laura no se lo reprocharía nunca-.
-       ¿Por qué? –le preguntó plenamente abierta a escucharla como siempre, mientras se desmaquillaba a su lado-.

Eva se giró y se apoyó contra el lavamanos.

-       Por Maca –le dijo Eva, Laura detuvo lo que estaba haciendo para mirarla, pero no dijo nada porque sabía que Eva seguiría hablando-. Hace un par de semanas llegó un nuevo proyecto al gabinete. Ya sabes que desde que le concedieron el premio hemos tenido que abrir una nueva planta para investigación, y que llegan muchas consultas y proyectos a la espera de que ella acepte echarles un vistazo o colaborar en ellos.
-       ¿y? –la animó a seguir Laura, viendo que Eva dudada en si le estaba dando demasiada importancia a  todo aquello-.
-       Bueno, era un proyecto sobre una ampliación dentro del equipo de intervención quirúrgica que complementaría el camino de investigación que Maca abrió con el láser quirúrgico. Desde lo de su madre, Maca siempre ha estado muy implicada en ese terreno, es algo que la ha obsesionado durante mucho tiempo, sin embargo lo rechazó sin tan siquiera echarle un vistazo –le contó Eva-.
-       Quizá quiera olvidarse un poco de todo eso. No es bueno aferrarse al pasado, y ya sabes lo mal que lo pasó con el láser –trató de tranquilizarla Laura-, quizá quiera cerrar esa puerta y dejárselo a otros. Ella ya ha hecho mucho al respecto.
-       Lo sé. Pero el hecho de que lo rechazara me desconcertó, así que investigué un poco… -empezó a decir Eva-.

Laura dejó nuevamente lo que estaba haciendo y la miró directamente a la cara sorprendida y en alerta.

-       No me mires así, es mi amiga y me preocupa. Sólo quería saber qué estaba bien, así que busqué en la base de datos los proyectos que habían sido aceptados en los últimos meses por la empresa, y curiosamente de los 120 que hemos englobado, Maca a aceptado cuarenta y tres en los últimos tres meses y todos ellos tienen que ver con desarrollo informático de alta seguridad.

Eva hizo una pausa, en realidad no sabía como ligar la información que había conseguido sobre las últimas líneas de investigación de Maca, pero de lo que no tenía ninguna duda es de que Maca estaba volviendo a un patrón de comportamiento obsesivo respecto a su trabajo y eso solo podía ir encaminado a una cosa, un objetivo, ¿pero cual?

-       Eva, ¿en qué estás pensando? –Laura hacía mucho que se había rendido a la evidencia de que entre Eva y Maca existía un lazo más allá de lo visible, si Eva estaba preocupada, es que tendrían que preocuparse-.
-       Aún no lo sé, pero creo… -Eva se tomó unos segundos, en realidad no quería pensar en lo que su cabeza le decía-… creo que está invirtiendo esos proyectos para potenciar a ELISA.
-       ¿A ELISA? ¿Y para qué iba a querer potenciar a ELISA? –formuló la pregunta Laura sin entender, pero fugaz brillo en los ojos de Eva, y posteriormente el bajar de su mirada sin añadir nada, hizo que a Laura se le pusieran todas las terminaciones nerviosas en alerta-.

“Otra vez no”, pensó Laura mientras Eva empezó a salir del baño.
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-       ¿Estás bien? –le preguntó Esther nada más entrar en el coche-.
-       Sí, sólo un poco cansada –le respondió Maca-.
-       ¿Mucho trabajo en estos dos meses? –le preguntó Esther aunque sabía que aquella respuesta no era la verdadera razón de lo que  pasaba por la cabeza de Maca-.

A Maca le dio un escalofrío. Sí, habían pasado dos meses desde que no se veían, apenas seis cortas llamadas de teléfono y 61 noches frías añorándola, pero… ¿cómo decirle que las separaciones cada vez se le hacían más insoportables? La destrozaría, la conocía y Esther no soportaría saber que sus ausencias le hacían sufrir, se sentiría culpable porque ella era así. Siempre se sentía responsable de todo, aunque aquello fuera responsabilidad de las dos. No, no iba a angustiarla. No ahora que la tenía por fin en casa.

Maca se quitó el cinturón de seguridad y se acercó a ella, le pasó los brazos por el cuello mientras Esther conducía y apoyó la cabeza en su hombro.

-       Demasiado, pero ya no importa, porque estás aquí –Esther notó como Maca depositaba un beso y un suspiro en su cuello, la piel se le puso de gallina mientras trataba de concentrarse en llegar a casa-. Se que hacía tiempo que no cenábamos todas juntas, pero me moría porque terminara la velada y nos quedáramos a solas. ¿Soy mala amiga? –siguió hablando Maca-.
-       No, claro que no –le contestó Esther besándola en la cabeza-. También yo me moría de ganas de estar contigo cariño. ¡Te he echado mucho de menos! Lo sabes, ¿verdad?
-       Sí – respondió Maca, pero no añadió nada más, simplemente enterró la cara en el hueco del cuello de Esther hasta que llegaron a casa. Ningún fantasma enturbiaría los momentos que tenían para estar juntas, se prometió-.

Esther sintió el interminable cosquilleo de la respiración de Maca sobre su piel mientras duró el trayecto, y sin embargo a pesar del inmenso deseo que respiraban no fue capaz de alejar del todo aquella nube de preocupación que se posó en lo alto de ellas. Maca volvió a darle un beso en el cuello, Esther cerró los ojos apenas un segundo y volvió a centrarse en la carretera… dentro de tres semanas tenía que volver a marcharse, ¿cómo decírselo? ¿Habría llegado ya el temido principio del final? Ni siquiera quería pensar en ello, lo único que sabía es que cuando Maca le dijera “basta” haría todo lo posible por ponérselo fácil, no volvería a dejar que sufriera por ella ni dejaría que se sintiera culpable por no aguantar la presión de aquel tipo de relación en la que ambas se habían embarcado.

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