martes, 25 de diciembre de 2012

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 69-




“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.




69





Mediados de Marzo. Madrid.

Maca se duchó en el hospital y aprovechó que estaba sola en el vestuario para descansar un poco. Las últimas semanas habían sido una locura. Terminados los exámenes se había precipitado sobre ella el trabajo, las prácticas de la facultad, las horas extras en el equipo de Cruz y la operación de Verónica. Maca se alegraba de que finalmente se le hubiera podido practicar una mastectomía parcial, que había disminuido visiblemente el volumen de su mama izquierda, pero que la había salvado de su extirpación total y sus consecuencias psicológicas. Se apoyó contra el respaldo de la taquilla y cerró los ojos un instante, la noche anterior apenas había podido pegar ojo dado que la segunda sesión de radioterapia había sentado fatal a Verónica y Maca la había estado ayudando con sus vómitos.

-       ¡Maca! … Maca… -la llamó suavemente Encarna moviéndola un poco-.
-       Ehh…. ¿sí? ¿qué pasa? –se despertó de pronto-.

Encarna se sentó frente a ella en uno de los bancos y le sonrió afablemente. Era increíble lo mucho que trabajaba aquella muchacha.

-       Nada, te has quedado dormida, simplemente eso –le informó Encarna, y con dulzura le acarició el cansancio del rostro-. ¡Estás agotada! Deberías irte a casa y dormir un poco.
-       Dormir… uf, ojalá pudiera. ¿Qué hora es? –le preguntó de pronto Maca otra vez alarmada-.
-       Las seis y media –Encarna la vio poner los ojos en blanco e incorporarse para vestirse a toda prisa-. ¿A dónde vas con tanta prisa chiquilla? Por Dios santo… ¡si te estás quedando en los huesos! –exclamó Encarna en cuanto Maca se deshizo del albornoz-, mi hija no tendrá donde agarrarse a este paso…

Maca se pegó un coscorrón con la puerta de la taquilla tras la sorpresa de aquel comentario.

-       Vaya, parece que tengo que mencionarla si quiero que te pares y me prestes un poco de atención… anda siéntate –le dijo Encarna-.

Y Maca tuvo que obedecerla algo avergonzada, en parte porque a fin de cuentas era su suegra aunque le costara mucho asimilarlo, y sobretodo porque era una buena mujer y no quería contrariarla. Encarna vio como Maca volvía a tomar asiento, ya poniéndose la camiseta y cogiendo los vaqueros para terminar de vestirse.

-       Sé que no soy nadie para meterme en tu vida Maca, pero es que te veo todos los días haciendo más de lo que debes, y sinceramente, llevo un tiempo preocupada –le fue franca Encarna-. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? ¿Quieres que hable con Cruz… o… no sé, necesitas dinero? Esther me contó que tus padres no te ayudan con la carrera, no es que yo gane gran cosa pero si te puedo echar una mano…

Maca la miró con los ojos muy abiertos, la sorpresa y gratitud estaban escritas en ellos y tuvo que interrumpir a Encarna.

-       Oh, no, no por favor Encarna… no necesito dinero, en serio. Te lo agradezco pero me las apaño bien, mi cansancio no es por el trabajo… bueno, al menos no todo –Maca quiso tranquilizarla, pues parecía preocupada. Por lo visto Encarna creía que todo se debía a algún tipo de bache económico-.
-       No sé, es que últimamente se te ve tan cansada. Pensé que era por los exámenes pero al ver que no has remontado tras ellos… empiezo a preocuparme.

“Oh, Dios mío… ¿de verdad existen personas como ella?”, pensó Maca. Le estaba tan agradecida, la sola idea de que alguien prácticamente ajeno pudiera preocuparse por su bienestar y brindarle desinteresada ayuda la sobrecogía. Mirando a Encarna entendía tan bien la forma de ser de Esther, el amor, la incondicionalidad, su alegría… la echaba tanto de menos. El recuerdo de estar engañando a Esther ocultándole lo de Verónica le vino a la mente, y sin querer unas lágrimas salieron de sus ojos cansados.

-       Oh, ya está… desahógate, no pasa nada… ven aquí –le susurró cariñosamente Encarna mientras la abarcaba entre sus brazos y la dejaba llorar-.

Cuando Maca se recuperó un poco, Encarna le brindó sus oídos para que se desahogara con ella. Maca le explicó los agobios, sus miedos, el estrés al que había estado sometida los últimos meses, no le comentó el par de arrebatos celosos de su hija evidentemente, pero si le dio a entender que Verónica no le había caído demasiado bien y que por no preocuparla y desconcentrarla, no le había dicho nada. Hablaron de la operación de Verónica, del tratamiento que había seguido y estaba siguiendo… Encarna la tranquilizó y le dijo que le echaría una mano con ella para que Maca no tuviera que desplazarse a acompañarla por si tras la sesión de radioterapia se encontraba indispuesta. Se turnarían para estar pendientes de Verónica y así esas horas podría dedicarlas a otras cosas.

-       ¿Estás mejor? –le preguntó Encarna-.
-       Sí, gracias Encarna… de verdad que no se cómo agradecértelo. La verdad es que no sabía que tuviera todo este nudo aquí guardado -Maca aún estaba sorprendida de haber explotado de aquella forma-.
-       No tienes que agradecerme nada, simplemente prometerme un par de cosas…
-       ¿Qué cosas? –quiso saber Maca mirándola-.
-       La primera, que te tomes las cosas con un poco más de calma. No puedes abarcarlo todo Maca, la facultad, el pub, la guardería del hospital, las prácticas, las horas extras… Verónica… ¡por el amor de Dios!, es demasiado para cualquiera, así que, vas a prometerme que intentarás reducir en lo posible tus horas extras y descansar un poco –le pidió Encarna-.
-       Lo… lo intentaré… -dijo primero, pero la mirada incrédula de Encarna le hizo modificar su respuesta-… lo haré, hablaré con Cruz a ver si podemos ajustar las prácticas con las operaciones del equipo. ¿Y la otra?
-       La otra es que aclares las cosas con mi hija, porque es evidente que te afecta no poder hablar de lo que te está pasando con ella y cuanto más tarde lo hagas, peor se lo tomará –Maca arrugó la nariz en ese punto-… jajaja… ya veo que has conocido su genio, pues eso, cuéntaselo. Estoy segura de que le va a dar menos importancia de la que tú le estás dando.

Y Maca no las tenía todas consigo en ese punto, pero aún así le dijo que hablaría con Esther sobre el asunto.

Amsterdam.

Alex entró a buscar a Esther en la biblioteca. Sabía que la encontraría allí, porque tras unas cuantas charlas con Kate, Esther parecía haberse vuelto a concentrar en los estudios, y asignaba concienzudamente 3 horas de la tarde para estudiar simplemente. La biblioteca se había convertido en terreno neutral, nada de lienzos, nada de materiales plásticos, nada de hojas de dibujo… nada que la apartada de la pura y dura teoría que sí, o sí, tenía que aprobar. Cuando Alex la divisó, volvió a sentir esa especie de trampolín que se le ponía en la tripa. “¿Cómo he llegado a esto?”, pensó para sí… por mucho que se decía que Esther no era para ella, no podía refrenar sus sentimientos.

La imagen del primer día que se conocieron volvió a su mente. La timidez cuando Kate la presentó al resto de alumnos, su juventud y vitalidad adorables habían hecho que Alex empatizara con ella nada más verla. Tenían tanto en común, y Esther ni siquiera se daba cuenta, desubicadas en el tiempo por sus talentos que las habían hecho avanzar en la facultad a pasos agigantados, dejando pasar el tiempo, los amigos, todo… por una pasión arrolladora, el arte. Alex no veía colores ni luces ni sombras como Esther cuando se apasionaba, pero veía formas y texturas que la atrapaban como a ella, haciéndole olvidar todo lo que le rodeaba. Alex también compartía con Esther ese cosquilleo en las palmas de las manos cuando se sentía inquieta, el mismo que sentía ahora al mirarla de lejos y a escondidas. Si Esther supiera cuántos bocetos había dedicado a los detalles de su rostro, de sus manos, de sus dedos… cuántas horas mancillando arcilla, yeso y madera tratando de captar sus recovecos. Se sentía idiota, tan idiota por haber tardado tanto en poner nombre a lo que sentía por ella pensando que era simple admiración, hasta Kate se había dado cuenta antes que ella de que su trabajo reflejaba algo mucho más profundo.

“Alex… por favor, mírala bien… ¿de verdad no lo ves? ¿no ves lo que estás expresando con ella?”… las preguntas de Kate en referencia a una escultura que había hecho pensando en Esther, hizo que saltaran todas sus alarmas por completo.

Sí, había sido tan idiota pensando que sólo podrían ser amigas. Y ahora estaba allí, otra vez estúpidamente, arrojándose a la boca del lobo como si pudiera controlarlo. Ni siquiera se lo pensó dos veces cuando la escuela en la que ejercía propuso un intercambio en Amsterdam para aquel curso, sabía que Esther estaría allí, y pidió a Kate que hablara con la facultad para que se arreglaran los trámites y pudieran encontrarse. El resto había sido muy fácil, pues sospechaba que Kate querría que Esther estuviera en su asignatura, ya que no demostraba mucho apego a la escultura y Kate era de la opinión de que un artista no debía cerrarse puertas… ¿a caso no hizo lo propio con ella al insistirle para que asistiera a su postgrado de pintura? Sí, el resto había sido fácil, y aunque se había repetido muchas veces que sólo podrían ser amigas… ahora, lejos de todos, de Madrid, sus amigas, y de Maca… su sentido común flaqueaba cuando la tenía cerca, y sus ganas de tener una mínima oportunidad la atormentaban pues aunque no quisiera, Alex amaba en secreto y a escondidas, a Esther.

Continuará...

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