domingo, 20 de marzo de 2016

Pretty Bollo -cap 145 y 146-

Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.



145

El corazón de Rosario sangró tras aquella información que jamás había conocido. En su cabeza, fragmentos del pasado tomaron sentido como si de piezas de rompecabezas se trataran, vislumbrándose una figura que hasta entonces había permanecido oculta. Sin pensarlo, cogió su móvil y empezó a realizar llamadas. Las respuestas que recibió solo sirvieron para romperle más el corazón por el daño que había causado a su hija estando tan ciega. Las llamadas que debió realizar en su día, llegaban demasiado tarde y ahora lo sabía.

- Hola Rosario, ¡menudo mal trago! Me hubiera acercado antes pero pensé que era mejor no hacerlo, ya sabes cómo es Maca cuando se encapricha de algo. De todos modos no te preocupes, se que pronto entrará en razón y se dará cuenta que lo hemos hecho por su bien. Ya te dije que Esther era todo un carácter, de hecho, de qué otro modo habría podido engatusar a Maca –interrumpió sus pensamientos Azucena apareciendo de la nada como serpiente viperina que era-.

Rosario se giró, mirándola como si por primera vez pudiera verla tal cual era, y las ganas de vomitar se le arremolinaron en el vientre.

- Sí, todo un carácter… -repitió Rosario a punto de estallar en cualquier momento-. Azucena, ¿puedo pedirte algo?
- Sí, claro… lo que quieras Rosario –le dijo con fingida predisposición-.
- He llamado al hotel Rihalto porque estando Maca tan afectada, ni Pedro ni yo vamos a irnos de vuelta a Sevilla como estaba previsto, pero me dicen que está todo lleno y ya sabes que ese hotel es el único en que me gusta hospedarme… -empezó a tejer la telaraña Rosario-.
- Sin problemas, déjame que haga una llamada… -la atajó Azucena que con tan solo una llamada consiguió lo que su ex suegra le pedía-. Solucionado, ya tenéis habitación para esta noche.
- Oh, estupendo, gracias. No sé porqué me dijeron que no quedaban habitaciones –se hizo la tonta Rosario-.
- Bueno es que no quedaban, pero precisamente tengo una habitación propia en ese hotel. Trabajé para ellos el año que estuvieron a punto de quebrar y en forma de abono, me quedé una especie de acción que conlleva el uso exclusivo de la habitación –se pavoneó Azucena delante de su ex suegra-.
- Ah, que bien… no lo sabía. ¿Y qué habitación es, así mandaré a Juan con el equipaje? –le preguntó mamá Wilson-.
- La 609, ya veréis, os encantará. Hay unas vistas impresionantes –le dijo Azucena-.
- Entiendo, la 609… Es curioso, porque acabo de realizar una llamada al investigador que contraté para el asunto del chantaje con fotos que le hicieron a mi hija, y es la misma habitación que aparece en sumario y que por temas jurídicos y debido a que no quise que saliera a la luz, no pude obtener el nombre del propietario que el hotel se negó a facilitarme en su día –le escupió Rosario, cuya ira ya rebosaba en sus ojos-.

Azucena dio un tras pies, acababa de ser enjaulada en su propia celda sin darse cuenta. Sin saber qué decir, escuchó a sus pensamientos tejer una trama de salida.

- Rosario, bueno… es que…. –empezó a balbucear Azucena-.

Rosario atajó los escasos tres pasos que las separaban, y con los dientes apretados le dijo…

- No quiero volver a verte nunca cerca de mi hija, o te aseguro que me encargaré personalmente de que parezca un accidente, ¿lo has entendido? –le susurró Rosario, cuya dureza rayaba el dolor-. Ah, y será mejor que te busques un abogado, un buenísimo abogado, porque te garantizo que te voy a destrozar la vida, al igual que tú has pretendido hacerlo con la de mi familia.

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3:00 a.m

Por fin, el móvil de Maca obtuvo respuesta…

- Eva, Eva… dime dónde está, necesito hablar con ella –le pidió Maca desesperada nada más escuchar su voz al otro lado de la línea-.
- Maca tranquilízate, ella no quiere verte ahora mismo –le dijo Eva de forma cordial-.
- ¡¡¿Qué no quiere verme?!! Pues yo si quiero verla, dime dónde está….  Por favor –le volvió a pedir Maca tratando de calmarse-. Eva, por favor… te juro que me voy a volver loca de un momento a otro, ni siquiera sé lo que ha pasado esta noche, sólo quiero que hablemos. No quiero escuchar a nadie más, sólo quiero su versión, ¿vale? ¡Lo necesito!

Maca pudo notar como Eva se estaba pensando bajar la guardia.

- Maca no puedo… en serio. Ni siquiera a mí ha querido hablarme, sólo sé que quería estar sola. Maca, hazme caso, deja que las cosas se calmen un poco. Te garantizo que se solucionará –le aconsejó Eva-.

Maca se pasó la mano nerviosamente por el cabello mientras andaba de un lado para otro pensando que hacer. De pronto sólo una idea se asentó en su cabeza.

- Dame la dirección de su casa Eva -le exigió Maca, más que pedírselo-.
- Maca no pue…
- Si no me la das tú, la conseguiré por otro lado aunque tenga que remover cielo y tierra. Esther y yo tenemos muchas cosas que aclarar sin intermediarios, y tú sabes en el fondo que es lo mejor para las dos –le dijo interrumpiéndola Maca-

Eva lo meditó por unos instantes, pero el hecho era que ella estaba de acuerdo con Maca aquella vez.

- ¿Tienes dónde anotar? –le dijo Eva-.

Y lo siguiente fue que Maca llamara a Juan, su chófer, para que la acercara por GPS a la dirección que precipitadamente había pintado con lápiz de ojos en su mano.

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En el apartamento de Esther:

Por enésima vez, Esther escuchó los mensajes que Maca había dejado en su buzón. El grado de desesperación parecía aumentar en aquella voz a medida que pasaba la noche. Finalmente volvió a cerrar el móvil y lo lanzó a la otra punta de la habitación. “A la mierda”, se dijo para sí, y le dio un trago a la botella de ron que había encontrado en la despensa y que iba reduciendo su contenido, poco a poco desde hacía algo más de una hora.

Conciencia de Esther: ¿qué piensas hacer ahora? ¿Beber como una esponja hasta caer redonda? O no, mejor… ¿beber hasta que pierdas el control y acabes follándote a cualquiera, como entonces? Desde luego, eso seguro que te alivia y lo soluciona… ¿no?
Esther: Ohhh… cállateee –le escupió Esther a su conciencia, aunque empezó a mirar la botella con cierto temor tras recordar cómo solía perder los papeles cuando se emborrachaba-. La he cagado, vale… ¿qué más quieres que diga? Tenía que habérselo contado a Maca y no lo hice, pero yo soy así. ¡Joder! No pienso andar justificando cada decisión que tome como si mi vida le perteneciera. Además nunca iba a funcionar, mejor que haya pasado ahora… -el dolor que sentía por dentro, empezó a crear una sobreprotección en voz alta-. En realidad debería darle las gracias a su madre, a fin de cuentas nos ha ahorrado un montón de tiempo en todo esto.
Conciencia de Esther: Puedes patalear todo lo que quieras, blandir tu orgullo e individualidad a los cuatro vientos si te apetece, pero eso no cambiará en nada la realidad -le espetó su cabeza-.
Esther: ¿y cuál es la puta realidad, eh?
Conciencia de Esther: que la quieres, que te sientes culpable y que eso que te oprime el pecho no es ira, sino angustia… miedo a perderla, miedo a que la decepción que has visto en sus ojos no puedas llegar a borrarla nunca porque en realidad te gustaría cumplir con sus expectativas, ser mejor de lo que te sientes, por ella. Miedo, porque ahora que sabes que existe, cuando no está te sientes sola y las cosas no alcanzan el color que tienen cuando sois dos. Esa es la realidad, y por mucho que quieras ser quien fuiste, no podrás… la venda ya cayó de tus ojos, puedes volver a intentar apretártela, hacerte la loca cada vez que un rayito de luz se cuele por sus pliegues holgados, pero el precinto jamás quedará como al principio, y lo sabes. Así que… cierra las puertas, sigue en este rincón del salón, acábate la botella de ron y llora todo lo que quieras… pero mañana, si tienes dos dedos de frente, sal a buscarla y soluciona esto.

Esther empezó a llorar, sentía que la cabeza le estallaría pero antes sin duda lo haría su pecho. Entre hipidos volvió a ingerir un gran trago de alcohol, aquel mareo nauseabundo era mejor que pensar… era mejor que sentir.

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- ¡Aquí es señorita Wilson! ¿Quiere que la espere? –le preguntó su chófer reteniéndola ya con la puerta abierta-.
- No, gracias Juan, te puedes ir –le dijo ella saliendo del coche-.

Juan la miró preocupado mientras Maca se dirigía a la escalera. A pesar de la petición de Maca, él permaneció a la espera por si no contestaban en la casa. En la entrada un portero la miró con el gesto fruncido, sin duda lo acababa de despertar. Maca pareció indicarle a qué piso quería subir. El hombre se mostró reacio a molestar a la inquilina a aquellas horas. Juan vio como Maca golpeaba el mostrador exigiéndole algo… él finalmente empezó a marcar un número en el teléfono, pero cuando empezó a hablar por él, Maca le arrancó el auricular y sus facciones se compungieron por completo. Finalmente debieron darle carta blanca, puesto que Maca le dio las gracias al portero y sin esperar al ascensor, empezó a subir a toda prisa las escaleras. Ya no podía hacer nada más, Juan puso el motor en marcha y se marchó, no sin antes obligarse a borrar por completo de su mente aquella dirección.

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146

Esther se había puesto en pie de un salto, se miró nerviosa en el espejo y la imagen que encontró le hizo esbozar una mueca de fastidio, se recogió el pelo y olió la camiseta que llevaba. Apestaba a ron, así que a trompicones fue quitándosela por el pasillo hasta llegar a la habitación. El timbre sonó.

- Mierda… mierda… -se quejaba Esther mientras trataba de ponerse una limpia-.

El timbre seguía sonando….

- Ya voy… -dijo ella-. Oh joder…

Esther tropezó con los zapatos que había dejado por en medio antes de alcanzar la puerta, el alcohol ya corría por sus venas anulando su coordinación. Maca escuchó el golpe desde el otro lado de la puerta.

- ¿Estherrr? ¿Estás bien?  –la llamó azorada Maca-.
- Joder… -refunfuñó Esther mientras a la pata coja, conseguía alcanzar la puerta y abrirla-.
- ¿Qué te pasa? –fue lo primero que preguntó Maca tras verla cogiéndose uno de los pies-.
- Me he tropezado y me he estampado el dedo gordo del pie contra la mierda esa de mueble…. Hostiaaaaaa… como duele coño… -se quejó Esther, que olvidando toda cortesía y contexto, empezó a andar a saltitos hasta el primer sofá que pilló-.

Maca se quedó por un instante sin saber qué hacer, por su cabeza habían pasado distintas opciones que podían haber ocurrido tras encontrarse cara a cara, pero aquella no se correspondía a ninguna de ellas. Cerró la puerta, y corrió a ayudarla.

- A ver… deja que lo mire -le dijo Maca poniéndose de rodillas y tomándole el pie-.
- ahhhhhhhhh… joderrrrrrrr... –se quejó Esther cuando Maca le flexionó el dedo-.
- Perdona -se disculpó Maca con una mueca- Igual te lo has roto.
- Genial, ya lo último que me faltaba -se resignó Esther, y empezó a levantar cojines del sofá en busca de algo-.

Cuando encontró la botella, la abrió y le dio un gran trago.

- ¿Estás bebiendo? –preguntó atónita Maca-.
- ¡Ohh.. muy aguda! –se burló Esther de aquel comentario-.

Maca frunció el ceño, la miró, y luego le quitó la botella sin previo aviso.

- Pero que… -a Esther no le dio tiempo a reaccionar-.
- El alcohol no te sienta bien -esbozó como respuesta Maca mientras cerraba la botella y la alejaba de ellas-.

Esther se la quedó mirando perpleja.

- ¿Y tú qué coño sabes? ¿Acaso yo te digo lo que tienes qué hacer y lo qué no? –el otro yo de Esther, crecía rebelde en ella-. ¿Quién coño te crees que eres? ¡No, en serio! ¿Quién demonios te crees que eres, para venir aquí a las…. –Esther miró su reloj, pero el alcohol y la poca luz no le dejaba ver la hora con claridad-… bueno a esta hora, y tomar decisiones por mí que jamás te he pedido que tomes? ¡Es mi vida… MI VIDA…! Toma nota gatita, porque parece que no lo entiendes.
- ¡Estás borracha! –suspiró Maca comprendiendo que en aquel estado Esther tiraría a dar-.
- Vayaaaaaaa…. Que perspicaz estás, lástima que para otras cosas reacciones tan tarde -le escupió Esther, y se puso de pie en dirección a la botella-.

Maca la alcanzó antes que ella y la ocultó tras su espalda.

- Maca, haz el favor de dármela. No es asunto tuyo lo que yo haga –le dijo Esther cabreada-.
- ¿Eso es lo que piensas? ¿Qué lo que hagas o dejes de hacer no me compete? –le preguntó Maca poniéndose a su nivel-.
-  Eso he dicho… Es mi vida, así que dámela -le volvió a pedir Esther-.
- ¿La quieres? –la retó ella-

Esther frunció el ceño sin dejar de mirarla. Desafiante extendió la mano con la advertencia en la mirada de que no se lo pediría más.
- Está bien -dijo Maca-.

Y sacando la botella de detrás de su espalda, la estalló contra la pared cortándose la mano con la botella. A Esther la sorpresa de la reacción de Maca y la angustia de ver caer la primera gota de sangre, la despertó de golpe.

- ¿Tú estás gilipollas? ¿Se puede saber porqué has hecho eso? –le preguntó Esther, mientras alcanzaba la mano de Maca y la examinaba-.

Elevó la luz y extrajo un vidrio que se había quedado clavado en la mano de Maca, por lo demás no parecía haber ningún corte profundo.

- ¡Estás como una puta cabra! ¿Se puede saber en qué estabas pensando? Podías haberte destrozado la mano –Esther se había puesto pálida por el susto, como no tenía ningún paño a mano, se quitó la camiseta y envolvió la mano de Maca con ella para tratar que dejara de sangrar-.
- Bueno, no te sulfures tanto… total, no te compete, es mi vida, ¿no? –fueron las palabras que salieron de la boca de Maca-.

Esther se separó de ella para mirarla, no podía creerse lo que estaba escuchando.

- ¿Te hace gracia? ¿Te parece normal lo que acabas de hacer… te crees que es romántico que te autoinduzcas daño para demostrarme qué?... ¿Qué Maca? –Esther estaba fuera de sí-. Lo que acabas de hacer es lo más estúpido que he visto hacer a nadie, y no pienso premiarte por ello, si es lo que esperabas.

Cuando Esther le dio la espalda para alejarse de ella, Maca la retuvo abrazándola por detrás. Esther forcejeó con ella, pero no consiguió que sus brazos la soltaran.

- Sí, es estúpido, tan estúpido como lo que pretendías hacer tú… tan estúpido como lo que estamos haciendo las dos, ¿es que no te das cuenta? –le susurró Maca apoyándose contra su nuca-.
- No sé de qué me hablas… -le dijo Esther atrapada en aquel abrazo, rota entre lo que sentía envuelta por aquel calor y lo que su cabeza le gritaba-.
- Te hablo de nosotras… de este intento continuo de buscar cualquier excusa para saltar, para abortar esta relación, porque la realidad es que nos da tanto miedo sentir que nos pertenecemos que luchamos por seguir repasando con tiza los límites que nos dan seguridad -le dijo Maca-. ¿Quieres ser tú?... Sé tú, yo no quiero que dejes de serlo, pero no te escondas, no te ocultes de mí como si fuera algo malo, porque sino empezaré a pensar que lo es. ¿No lo entiendes?
- Maca, yo no… –Esther reaccionó ante aquellas palabras aflojando su ira. Maca la soltó y ambas se miraron-. No iba a ocultártelo, simplemente las cosas se precipitaron. La empresa no va todo lo bien que yo creía, hemos tratado de hacer recortes, pero no son suficientes y lo próximo eran despidos de gente que me importa, que depende del trabajo que les doy para salir adelante -Esther a aquel nivel, ya no se atrevía a mirar a Maca a la cara-. Se presentó así de pronto, sólo una actuación, mucho dinero por en medio… y Eva y yo sólo teníamos que bailar, estaba harta de pensar… y acepté, acepté Maca… lo siento. Siento no haber acudido a ti antes, siento no saber cómo… -a Esther se le atragantaron las palabras, el sentimiento de culpa y la impotencia, hacían acto de presencia-.

Maca se acercó hasta ella y la abrazó. Esther se sumergió entre sus brazos y empezó a llorar.

- No quería defraudarte. Yo no quería defraudarte -articuló atropelladamente Esther entre sollozos-.
- No lo has hecho… no lo haces…. –le dijo Maca besándola en la cabeza-.
- Perdóname… -le pidió Esther aun con la cabeza enterrada en sus clavículas-.
- Perdóname tú a mí por haber dudado… aunque solo fuera por un instante. Yo también tengo miedo –le dijo Maca tomando la cara de Esther entre sus manos para que la escuchara-. Para mí tampoco es fácil volver a confiar en alguien, y tengo miedo de volver a abrir las puertas y dejar que te pasees a tus anchas en mí, pero quiero hacerlo. Quiero hacerlo, porque sé que de otro modo me perderé la oportunidad de ser feliz –Maca se vio reflejada en los ojos de Esther y sonrió-. Aunque no consigamos un “felices para siempre”, al menos… seamos felices ahora, porque yo te juro que te quiero. Te quiero de veras Esther García.

Esther la miró, sabiéndose afortunada de tener a alguien más cabezota que ella detrás de sus pasos. Sin pensárselo atrapó la nuca de Maca hacia ella…

- Y yo te quiero a ti… te quiero a ti… -le dijo Esther a media voz, y luego besó a Maca hasta que la intensidad de su encuentro se convirtió en un tras pies tras otro hasta conducirlas hasta el dormitorio-.


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