Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
145
El corazón
de Rosario sangró tras aquella información que jamás había conocido. En su
cabeza, fragmentos del pasado tomaron sentido como si de piezas de rompecabezas
se trataran, vislumbrándose una figura que hasta entonces había permanecido
oculta. Sin pensarlo, cogió su móvil y empezó a realizar llamadas. Las
respuestas que recibió solo sirvieron para romperle más el corazón por el daño
que había causado a su hija estando tan ciega. Las llamadas que debió realizar
en su día, llegaban demasiado tarde y ahora lo sabía.
- Hola
Rosario, ¡menudo mal trago! Me hubiera acercado antes pero pensé que era mejor
no hacerlo, ya sabes cómo es Maca cuando se encapricha de algo. De todos modos
no te preocupes, se que pronto entrará en razón y se dará cuenta que lo hemos
hecho por su bien. Ya te dije que Esther era todo un carácter, de hecho, de qué
otro modo habría podido engatusar a Maca –interrumpió sus pensamientos Azucena
apareciendo de la nada como serpiente viperina que era-.
Rosario se
giró, mirándola como si por primera vez pudiera verla tal cual era, y las ganas
de vomitar se le arremolinaron en el vientre.
- Sí, todo
un carácter… -repitió Rosario a punto de estallar en cualquier momento-. Azucena,
¿puedo pedirte algo?
- Sí,
claro… lo que quieras Rosario –le dijo con fingida predisposición-.
- He llamado
al hotel Rihalto porque estando Maca tan afectada, ni Pedro ni yo vamos a irnos
de vuelta a Sevilla como estaba previsto, pero me dicen que está todo lleno y
ya sabes que ese hotel es el único en que me gusta hospedarme… -empezó a tejer
la telaraña Rosario-.
- Sin
problemas, déjame que haga una llamada… -la atajó Azucena que con tan solo una
llamada consiguió lo que su ex suegra le pedía-. Solucionado, ya tenéis
habitación para esta noche.
- Oh,
estupendo, gracias. No sé porqué me dijeron que no quedaban habitaciones –se
hizo la tonta Rosario-.
- Bueno es
que no quedaban, pero precisamente tengo una habitación propia en ese hotel.
Trabajé para ellos el año que estuvieron a punto de quebrar y en forma de
abono, me quedé una especie de acción que conlleva el uso exclusivo de la
habitación –se pavoneó Azucena delante de su ex suegra-.
- Ah, que
bien… no lo sabía. ¿Y qué habitación es, así mandaré a Juan con el equipaje?
–le preguntó mamá Wilson-.
- La 609,
ya veréis, os encantará. Hay unas vistas impresionantes –le dijo Azucena-.
-
Entiendo, la 609… Es curioso, porque acabo de realizar una llamada al
investigador que contraté para el asunto del chantaje con fotos que le hicieron
a mi hija, y es la misma habitación que aparece en sumario y que por temas
jurídicos y debido a que no quise que saliera a la luz, no pude obtener el
nombre del propietario que el hotel se negó a facilitarme en su día –le escupió
Rosario, cuya ira ya rebosaba en sus ojos-.
Azucena
dio un tras pies, acababa de ser enjaulada en su propia celda sin darse cuenta.
Sin saber qué decir, escuchó a sus pensamientos tejer una trama de salida.
- Rosario,
bueno… es que…. –empezó a balbucear Azucena-.
Rosario
atajó los escasos tres pasos que las separaban, y con los dientes apretados le
dijo…
- No
quiero volver a verte nunca cerca de mi hija, o te aseguro que me encargaré personalmente
de que parezca un accidente, ¿lo has entendido? –le susurró Rosario, cuya
dureza rayaba el dolor-. Ah, y será mejor que te busques un abogado, un
buenísimo abogado, porque te garantizo que te voy a destrozar la vida, al igual
que tú has pretendido hacerlo con la de mi familia.
---------
3:00 a.m
Por fin,
el móvil de Maca obtuvo respuesta…
- Eva,
Eva… dime dónde está, necesito hablar con ella –le pidió Maca desesperada nada
más escuchar su voz al otro lado de la línea-.
- Maca
tranquilízate, ella no quiere verte ahora mismo –le dijo Eva de forma cordial-.
- ¡¡¿Qué
no quiere verme?!! Pues yo si quiero verla, dime dónde está…. Por favor –le volvió a pedir Maca tratando de
calmarse-. Eva, por favor… te juro que me voy a volver loca de un momento a
otro, ni siquiera sé lo que ha pasado esta noche, sólo quiero que hablemos. No
quiero escuchar a nadie más, sólo quiero su versión, ¿vale? ¡Lo necesito!
Maca pudo
notar como Eva se estaba pensando bajar la guardia.
- Maca no
puedo… en serio. Ni siquiera a mí ha querido hablarme, sólo sé que quería estar
sola. Maca, hazme caso, deja que las cosas se calmen un poco. Te garantizo que
se solucionará –le aconsejó Eva-.
Maca se
pasó la mano nerviosamente por el cabello mientras andaba de un lado para otro
pensando que hacer. De pronto sólo una idea se asentó en su cabeza.
- Dame la
dirección de su casa Eva -le exigió Maca, más que pedírselo-.
- Maca no
pue…
- Si no me
la das tú, la conseguiré por otro lado aunque tenga que remover cielo y tierra.
Esther y yo tenemos muchas cosas que aclarar sin intermediarios, y tú sabes en
el fondo que es lo mejor para las dos –le dijo interrumpiéndola Maca-
Eva lo
meditó por unos instantes, pero el hecho era que ella estaba de acuerdo con
Maca aquella vez.
- ¿Tienes
dónde anotar? –le dijo Eva-.
Y lo
siguiente fue que Maca llamara a Juan, su chófer, para que la acercara por GPS
a la dirección que precipitadamente había pintado con lápiz de ojos en su mano.
---
En el apartamento de Esther:
Por
enésima vez, Esther escuchó los mensajes que Maca había dejado en su buzón. El
grado de desesperación parecía aumentar en aquella voz a medida que pasaba la
noche. Finalmente volvió a cerrar el móvil y lo lanzó a la otra punta de la
habitación. “A la mierda”, se dijo para sí, y le dio un trago a la botella de
ron que había encontrado en la despensa y que iba reduciendo su contenido, poco
a poco desde hacía algo más de una hora.
Conciencia
de Esther: ¿qué piensas hacer ahora? ¿Beber como una esponja
hasta caer redonda? O no, mejor… ¿beber hasta que pierdas el control y acabes
follándote a cualquiera, como entonces? Desde luego, eso seguro que te alivia y
lo soluciona… ¿no?
Esther:
Ohhh… cállateee –le escupió Esther a su conciencia, aunque empezó a mirar la
botella con cierto temor tras recordar cómo solía perder los papeles cuando se
emborrachaba-. La he cagado, vale… ¿qué más quieres que diga? Tenía que
habérselo contado a Maca y no lo hice, pero yo soy así. ¡Joder! No pienso andar
justificando cada decisión que tome como si mi vida le perteneciera. Además
nunca iba a funcionar, mejor que haya pasado ahora… -el dolor que sentía por
dentro, empezó a crear una sobreprotección en voz alta-. En realidad debería
darle las gracias a su madre, a fin de cuentas nos ha ahorrado un montón de tiempo
en todo esto.
Conciencia
de Esther: Puedes patalear todo lo que quieras, blandir
tu orgullo e individualidad a los cuatro vientos si te apetece, pero eso no
cambiará en nada la realidad -le espetó su cabeza-.
Esther:
¿y cuál es la puta realidad, eh?
Conciencia
de Esther:
que la quieres, que te sientes culpable y que eso que te oprime el pecho no es
ira, sino angustia… miedo a perderla, miedo a que la decepción que has visto en
sus ojos no puedas llegar a borrarla nunca porque en realidad te gustaría cumplir
con sus expectativas, ser mejor de lo que te sientes, por ella. Miedo, porque
ahora que sabes que existe, cuando no está te sientes sola y las cosas no
alcanzan el color que tienen cuando sois dos. Esa es la realidad, y por mucho
que quieras ser quien fuiste, no podrás… la venda ya cayó de tus ojos, puedes
volver a intentar apretártela, hacerte la loca cada vez que un rayito de luz se
cuele por sus pliegues holgados, pero el precinto jamás quedará como al
principio, y lo sabes. Así que… cierra las puertas, sigue en este rincón del
salón, acábate la botella de ron y llora todo lo que quieras… pero mañana, si
tienes dos dedos de frente, sal a buscarla y soluciona esto.
Esther
empezó a llorar, sentía que la cabeza le estallaría pero antes sin duda lo haría
su pecho. Entre hipidos volvió a ingerir un gran trago de alcohol, aquel mareo
nauseabundo era mejor que pensar… era mejor que sentir.
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- ¡Aquí es
señorita Wilson! ¿Quiere que la espere? –le preguntó su chófer reteniéndola ya
con la puerta abierta-.
- No,
gracias Juan, te puedes ir –le dijo ella saliendo del coche-.
Juan la
miró preocupado mientras Maca se dirigía a la escalera. A pesar de la petición
de Maca, él permaneció a la espera por si no contestaban en la casa. En la
entrada un portero la miró con el gesto fruncido, sin duda lo acababa de
despertar. Maca pareció indicarle a qué piso quería subir. El hombre se mostró
reacio a molestar a la inquilina a aquellas horas. Juan vio como Maca golpeaba
el mostrador exigiéndole algo… él finalmente empezó a marcar un número en el
teléfono, pero cuando empezó a hablar por él, Maca le arrancó el auricular y
sus facciones se compungieron por completo. Finalmente debieron darle carta
blanca, puesto que Maca le dio las gracias al portero y sin esperar al
ascensor, empezó a subir a toda prisa las escaleras. Ya no podía hacer nada
más, Juan puso el motor en marcha y se marchó, no sin antes obligarse a borrar
por completo de su mente aquella dirección.
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146
Esther se
había puesto en pie de un salto, se miró nerviosa en el espejo y la imagen que
encontró le hizo esbozar una mueca de fastidio, se recogió el pelo y olió la
camiseta que llevaba. Apestaba a ron, así que a trompicones fue quitándosela
por el pasillo hasta llegar a la habitación. El timbre sonó.
- Mierda…
mierda… -se quejaba Esther mientras trataba de ponerse una limpia-.
El timbre
seguía sonando….
- Ya voy…
-dijo ella-. Oh joder…
Esther
tropezó con los zapatos que había dejado por en medio antes de alcanzar la
puerta, el alcohol ya corría por sus venas anulando su coordinación. Maca
escuchó el golpe desde el otro lado de la puerta.
- ¿Estherrr?
¿Estás bien? –la llamó azorada Maca-.
- Joder…
-refunfuñó Esther mientras a la pata coja, conseguía alcanzar la puerta y
abrirla-.
- ¿Qué te
pasa? –fue lo primero que preguntó Maca tras verla cogiéndose uno de los pies-.
- Me he
tropezado y me he estampado el dedo gordo del pie contra la mierda esa de
mueble…. Hostiaaaaaa… como duele coño… -se quejó Esther, que olvidando toda
cortesía y contexto, empezó a andar a saltitos hasta el primer sofá que pilló-.
Maca se
quedó por un instante sin saber qué hacer, por su cabeza habían pasado
distintas opciones que podían haber ocurrido tras encontrarse cara a cara, pero
aquella no se correspondía a ninguna de ellas. Cerró la puerta, y corrió a
ayudarla.
- A ver…
deja que lo mire -le dijo Maca poniéndose de rodillas y tomándole el pie-.
-
ahhhhhhhhh… joderrrrrrrr... –se quejó Esther cuando Maca le flexionó el dedo-.
- Perdona
-se disculpó Maca con una mueca- Igual te lo has roto.
- Genial,
ya lo último que me faltaba -se resignó Esther, y empezó a levantar cojines del
sofá en busca de algo-.
Cuando
encontró la botella, la abrió y le dio un gran trago.
- ¿Estás
bebiendo? –preguntó atónita Maca-.
- ¡Ohh..
muy aguda! –se burló Esther de aquel comentario-.
Maca
frunció el ceño, la miró, y luego le quitó la botella sin previo aviso.
- Pero
que… -a Esther no le dio tiempo a reaccionar-.
- El
alcohol no te sienta bien -esbozó como respuesta Maca mientras cerraba la
botella y la alejaba de ellas-.
Esther se
la quedó mirando perpleja.
- ¿Y tú qué
coño sabes? ¿Acaso yo te digo lo que tienes qué hacer y lo qué no? –el otro yo
de Esther, crecía rebelde en ella-. ¿Quién coño te crees que eres? ¡No, en
serio! ¿Quién demonios te crees que eres, para venir aquí a las…. –Esther miró
su reloj, pero el alcohol y la poca luz no le dejaba ver la hora con claridad-…
bueno a esta hora, y tomar decisiones por mí que jamás te he pedido que tomes?
¡Es mi vida… MI VIDA…! Toma nota gatita, porque parece que no lo entiendes.
- ¡Estás
borracha! –suspiró Maca comprendiendo que en aquel estado Esther tiraría a
dar-.
- Vayaaaaaaa….
Que perspicaz estás, lástima que para otras cosas reacciones tan tarde -le
escupió Esther, y se puso de pie en dirección a la botella-.
Maca la
alcanzó antes que ella y la ocultó tras su espalda.
- Maca,
haz el favor de dármela. No es asunto tuyo lo que yo haga –le dijo Esther
cabreada-.
- ¿Eso es
lo que piensas? ¿Qué lo que hagas o dejes de hacer no me compete? –le preguntó
Maca poniéndose a su nivel-.
- Eso he dicho… Es mi vida, así que dámela -le
volvió a pedir Esther-.
- ¿La
quieres? –la retó ella-
Esther
frunció el ceño sin dejar de mirarla. Desafiante extendió la mano con la
advertencia en la mirada de que no se lo pediría más.
- Está
bien -dijo Maca-.
Y sacando
la botella de detrás de su espalda, la estalló contra la pared cortándose la
mano con la botella. A Esther la sorpresa de la reacción de Maca y la angustia
de ver caer la primera gota de sangre, la despertó de golpe.
- ¿Tú
estás gilipollas? ¿Se puede saber porqué has hecho eso? –le preguntó Esther,
mientras alcanzaba la mano de Maca y la examinaba-.
Elevó la
luz y extrajo un vidrio que se había quedado clavado en la mano de Maca, por lo
demás no parecía haber ningún corte profundo.
- ¡Estás
como una puta cabra! ¿Se puede saber en qué estabas pensando? Podías haberte
destrozado la mano –Esther se había puesto pálida por el susto, como no tenía
ningún paño a mano, se quitó la camiseta y envolvió la mano de Maca con ella
para tratar que dejara de sangrar-.
- Bueno,
no te sulfures tanto… total, no te compete, es mi vida, ¿no? –fueron las
palabras que salieron de la boca de Maca-.
Esther se
separó de ella para mirarla, no podía creerse lo que estaba escuchando.
- ¿Te hace
gracia? ¿Te parece normal lo que acabas de hacer… te crees que es romántico que
te autoinduzcas daño para demostrarme qué?... ¿Qué Maca? –Esther estaba fuera
de sí-. Lo que acabas de hacer es lo más estúpido que he visto hacer a nadie, y
no pienso premiarte por ello, si es lo que esperabas.
Cuando
Esther le dio la espalda para alejarse de ella, Maca la retuvo abrazándola por
detrás. Esther forcejeó con ella, pero no consiguió que sus brazos la soltaran.
- Sí, es
estúpido, tan estúpido como lo que pretendías hacer tú… tan estúpido como lo
que estamos haciendo las dos, ¿es que no te das cuenta? –le susurró Maca
apoyándose contra su nuca-.
- No sé de
qué me hablas… -le dijo Esther atrapada en aquel abrazo, rota entre lo que
sentía envuelta por aquel calor y lo que su cabeza le gritaba-.
- Te hablo
de nosotras… de este intento continuo de buscar cualquier excusa para saltar,
para abortar esta relación, porque la realidad es que nos da tanto miedo sentir
que nos pertenecemos que luchamos por seguir repasando con tiza los límites que
nos dan seguridad -le dijo Maca-. ¿Quieres ser tú?... Sé tú, yo no quiero que
dejes de serlo, pero no te escondas, no te ocultes de mí como si fuera algo
malo, porque sino empezaré a pensar que lo es. ¿No lo entiendes?
- Maca, yo
no… –Esther reaccionó ante aquellas palabras aflojando su ira. Maca la soltó y
ambas se miraron-. No iba a ocultártelo, simplemente las cosas se precipitaron.
La empresa no va todo lo bien que yo creía, hemos tratado de hacer recortes,
pero no son suficientes y lo próximo eran despidos de gente que me importa, que
depende del trabajo que les doy para salir adelante -Esther a aquel nivel, ya
no se atrevía a mirar a Maca a la cara-. Se presentó así de pronto, sólo una
actuación, mucho dinero por en medio… y Eva y yo sólo teníamos que bailar,
estaba harta de pensar… y acepté, acepté Maca… lo siento. Siento no haber
acudido a ti antes, siento no saber cómo… -a Esther se le atragantaron las
palabras, el sentimiento de culpa y la impotencia, hacían acto de presencia-.
Maca se
acercó hasta ella y la abrazó. Esther se sumergió entre sus brazos y empezó a
llorar.
- No
quería defraudarte. Yo no quería defraudarte -articuló atropelladamente Esther
entre sollozos-.
- No lo
has hecho… no lo haces…. –le dijo Maca besándola en la cabeza-.
-
Perdóname… -le pidió Esther aun con la cabeza enterrada en sus clavículas-.
-
Perdóname tú a mí por haber dudado… aunque solo fuera por un instante. Yo
también tengo miedo –le dijo Maca tomando la cara de Esther entre sus manos
para que la escuchara-. Para mí tampoco es fácil volver a confiar en alguien, y
tengo miedo de volver a abrir las puertas y dejar que te pasees a tus anchas en
mí, pero quiero hacerlo. Quiero hacerlo, porque sé que de otro modo me perderé
la oportunidad de ser feliz –Maca se vio reflejada en los ojos de Esther y
sonrió-. Aunque no consigamos un “felices para siempre”, al menos… seamos
felices ahora, porque yo te juro que te quiero. Te quiero de veras Esther
García.
Esther la
miró, sabiéndose afortunada de tener a alguien más cabezota que ella detrás de
sus pasos. Sin pensárselo atrapó la nuca de Maca hacia ella…
- Y yo te
quiero a ti… te quiero a ti… -le dijo Esther a media voz, y luego besó a Maca
hasta que la intensidad de su encuentro se convirtió en un tras pies tras otro
hasta conducirlas hasta el dormitorio-.
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