Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
99
- ¡Llegamos!
–resopló Maca por el esfuerzo dejando a Esther al pie de la cama-.
Esther no
tardó en desplomarse en el colchón, mareada por aquellos cambios de posición
tan bruscos y aquel licor que se arremolinaba en sus sentidos haciéndole perder
el norte.
- ¿Esther,
estás bien? –le preguntó Maca acercándose a ella, pues Esther se había puesto
las manos en los ojos para tratar de evitar que todo diera vueltas-.
Al
escuchar su voz, abrió un par de dedos para mirar a su través. Tardó un poco en
fijar la mirada, pero al final consiguió tener una visión nítida de Maca.
Siguió mirándola, quitándose una mano de la cara primero, luego la otra…
- ¡Me
tienes completamente tonta! ¿lo sabías? –le dijo de pronto Esther
incorporándose apenas con los codos en la cama-.
Maca tragó
saliva, a pesar de haber aguantado estoicamente durante toda la velada en su
papel conquistador, la única verdad era que Esther y ella estaban ahora a
solas, y que se moría por aquella mujer de un modo sobrehumano. Los nervios
empezaron a aparecer con rapidez.
- Vayaaaa…
sabía que podía sacar de quicio, aburrir e incluso desesperar un poco a la
gente, pero de ahí a dejarla tonta, no lo sabía –intentó bromear Maca, y tratando
de mantenerse entera, hizo el amago de volver a erguirse para alejarse de
Esther-.
- ¡Maca!
–la llamó Esther cogiéndola por la muñeca justo cuando Maca le empezaba a dar
la espalda-.
Maca
sintió que su nombre retumbaba dentro de ella, la mano que la tenía cogida le
estaba quemando. Lentamente se giró y se encontró con Esther sentada en la cama
mirándola con intensidad. En sus ojos podía ver aquel fuego, aquel calor que ya
habían vivido, pero otro rasgo los atravesaba y no sabía qué era, se quedó
mirándola en silencio más de lo necesario tratando de entender.
- ¡No
huyas de mí! ¡No voy a hacerte daño! –le dijo de pronto Esther, y Maca notó
como el miedo aparecía en su cuerpo inevitablemente-.
Qué Esther
le dijera aquello, era lo último que necesitaba, pues evocaba el recuerdo de
todas sus inseguridades y temores, y la hacía perderse en aquel sentimiento de
vulnerabilidad que sólo ante Esther se había atrevido a exponer después de
muchísimo tiempo. La respiración se le aceleró y su determinación por volver a
calzar aquel disfraz seductor se empezó a desquebrajar como una gran grieta
derrumbando un edificio. “No… no Esther, por favor, no me la quites…” le pidió
con los ojos Maca… “No me quites la coraza, aun no…” terminó de pedir Maca en
silencio, pero Esther no podía saber lo que pensaba ni cómo se sentía. Maca
agachó la mirada y respiró profundamente, sabía que Esther no estaba en
condiciones, y se refugió en su estado de embriaguez para justificar sus
palabras a fin de poder encontrar su propia calma.
- ¡Lo
sé! –dijo finalmente Maca con una media sonrisa que pretendía ser cálida y
comprensiva- Sé que no me harías daño.
- No,
no te lo haría –le confirmó nuevamente Esther sin soltarla-.
- Te
creo –la tranquilizó Maca y cogió la mano con la que Esther la tenía sujeta- Es
bastante tarde, y hemos bebido mucho… es mejor que durmamos un poco, han sido
unos días muy intensos para las dos. ¿No te parece?
Esther se
le quedó mirando. Sí, estaba muy bebida, pero la nitidez con la que se le
presentaba lo que quería la mantenía en pie. Cuerda e incapaz de rendirse sin
luchar, sin decir nada trató de ponerse en pie, y al conseguir estar frente a
la mirada expectante y temerosa de Maca, notó como el equilibrio le jugaba una
mala pasada haciéndole dar un traspiés. Fue tan rápida la reacción y tanto el
licor ingerido, que Esther tardó unos
instantes en ser consciente del todo de dónde estaban situadas cada una de sus
extremidades. Allí, estrechada fuertemente por unos brazos que no era suyos, seguía
anclada ante aquella mujer hermosa que se moría por conocer en profundidad, en
cuerpo y alma. No notaba sus piernas, pero podía sentir los muslos desnudos y
tibios de Maca enredados en los suyos sujetándola. Centró la vista y sólo pudo
verse reflejada en aquellas pupilas color miel que ahora quedaban intensamente
oscurecidas, la respiración de Maca estaba tan cerca de ella, que podía notar
su aliento quemándole los labios. El silencio hablaba entre las dos, Esther
podía sentir como el pulso acelerado de Maca estaba acompasado con el suyo propio,
levantó las manos segura de que Maca no la soltaría y acarició aquella linda
cara dejando que sus respiraciones cada vez más agitadas dijeran lo que sus
cuerdas vocales no podían. Los labios de Maca temblaron al sentir los dedos
cálidos de Esther acariciándolos, Esther notó aquel pequeño temblor en ellos y
entonces no pudo más… atrajo aquella boca hacia sí, aprisionando la nuca de
Maca con sus manos para que no se le escapara.
- Mmmmm…
-los gemidos fueron idénticos en cuerpos ajenos.
Maca
sintió como un látigo le cruzaba la espina dorsal con gran violencia,
castigándola, obligándola a erguirse… y Maca lo hizo, enérgica y orgullosa no
dejó que el dolor la doblegarse y se lanzó a aquella pasión desmesurada que le
trepaba por cada partícula de su ser. Sus bocas eran cascadas explosionando en
cada recodo donde se dejaban caer, las manos fueron tomando forma y se llenaron
de caricias cada vez más necesitadas. Esther no podía tenerse en pie, Maca cada
vez se hacía más y más grande sin medida.
- Oh
Diosss… me vuelves loca… -susurró Esther cuando Maca empezó a devorar la piel
descubierta y sensible de su garganta-.
Esther
cerró los ojos, notando que toda su fuerza vital la estaba abandonando. Maca
notó como el cuerpo entero de Esther empezaba a temblar como una hoja, se
detuvo y la miró advirtiendo el peligro.
- Nooo…
no esta vez no.. –ahogó Esther viendo la duda en los ojos de Maca-
Y haciendo
acopio de la poca energía de lucha que le quedaba, volvió a anclarse a aquella
nuca obligando a Maca a perderse otra vez en su boca. Tan fuertemente la atrajo
hacia sí, que las dos cayeron en la cama inmersas en una lucha de besos y manos
desesperadas. Esther no podía atinar a desabrochar la parte de arriba del
bikini de Maca, así que lo sacó a girones de aquella piel que tanto le
apetecía. Cuando tuvo los pechos desnudos de Maca a la vista, no pudo
contenerse y se lanzó hacia ellos pillando a Maca totalmente desprevenida. Maca
inconscientemente se irguió sentada sobre ella apartando aquel seno henchido de
su torturadora. Esther supo que aún estaba presa de aquella suave reticencia a
dejarse llevar, así que apoyó sus manos extensamente sobre aquella espalda
desnuda, contuvo aquel pecho sedoso en su boca líquida, y la atrajo hacia sí
obligándola a recostarse sobre ella… Maca gimió inconexa, presa de aquella
electricidad que se trasmitía hasta su entrepierna por mucho tiempo olvidada.
Esther se amamantaba de ella, robándole fuerzas para sí misma.
- Diosssss….
Diosssssssss… -gimió Maca cayendo vencida sobre aquella boca que se resistía a
abandonar su dulce carne-.
Trató de
pensar, pero no pudo… trató de huir, pero tampoco pudo… Una mano de Esther tomó
nueva forma, y buceó hasta sus glúteos, colándose entre el tejido y su piel,
apretando a Maca más contra aquel cuerpo que ardía debajo de ella.
- Diossss,
Esther… -gimió suplicante Maca tratando de pedir que la liberara-.
Pero
Esther no quería, no quería ceder y la pronunciación de su nombre sólo sirvió
para devolverle algo más de ímpetu. Sin hacer caso a aquellos gemidos siguió
chupando y aplastando a Maca contra sí, sabía que si le dejaba tan solo un
segundo para reponerse, todo llegaría a su fin. Maca estaba en mejores
condiciones que ella, pero quizá por aquella razón, porque Maca se había
confiando de aquella flaqueza que el licor le había dado, es que estaban allí,
piel con piel… sintiéndose.
“Ahora… o
nunca… vamos Maca, te tienes que rendir… deja de medir”, pidió Esther en
silencio y cambiando aquella mano que nadaba dentro del bikini de Maca, alcanzó
aquel terciopelo resbaladizo de sus pliegues.
Maca
exhaló como si le faltara el aire, encorvando su espalda al sentir aquellas
yemas acariciándola con precisión y suavidad, sin prisas. Esther aprovechó para
respirar, liberando aquel seno que la tenía más borracha que cualquier licor
que jamás hubiera probado. La observó desde abajo suyo, Maca estaba allí ante
ella, con los labios entre abiertos y jadeantes, los brazos temblándole
tratando de incorporarse, aún luchando por apartarse de aquel placer, y a la
vez castigo, que ella le estaba dando. Esther cercó más sus caricias en
aquellos pliegues, los brazos de Maca empezaron a temblar más, sus codos
comenzaron a flexionarse perdiendo tono sus músculos, y determinación su confusa
voluntad.
“Sí,
cariño… déjalo ya, ven a mí, no pelees más”, le solicitó Esther y haciendo
acopio de la última energía que tenía, se irguió hasta alcanzar uno de aquellos
pezones erectos que viajaban frente a su cara.
- Ahhh….
Mmmm…. –gimió Maca, cayendo por la debilidad de sus brazos-.
Esther la
sostuvo contra su cuerpo, y viéndola rendida volteó con ella en la cama hasta
ponerse en una posición más cómoda encima de aquella mujer. Su mano encontró la
libertad de movimiento que necesitaba para hacerla volar. Con su otro brazo
rodeó los hombros de Maca y la obligó a permanecer cerca de ella, la besó, la
besó con intensidad para que no pudiera pensar y al notar el temblor de aquel
dulce cuerpo supo que era el momento. Se separó de aquellos labios apenas diez
centímetros para que pudiera respirar, notó los muslos de Maca tensarse, su
cadera agitarse y sus ojos cerrarse con brusquedad. Esther quiso ordenarle que
la mirara, pero le parecía que Maca no podría soportar más de lo que estaba
soportando, así que la estrechó con fuerza contra sí para que pudiera esconder
la cara en su cuello si quería. Inmediatamente Maca se colgó de su cuello y se
refugió con alivio en su piel mientras unos gemidos cada vez más intensos se
apoderaban de todo su cuerpo. Esther se sumergió en el olor de aquella mujer,
en el de su pelo y en el de su piel, y supo que jamás la podría olvidar. Con
aquel sentimiento único y verdadero, cerró los ojos y se acunó con ella
proporcionándole las últimas caricias certeras que necesitaba para desbordarse.
- ¡Esther…!
–gimió Maca…-
Y su
cuerpo se convulsionó por entero, jadeando en aquella oreja donde retumbaba el
nombre de su propietaria. Esther paró de acariciarla al notar que Maca
desvanecía, la estrechó contra su cuerpo en un abrazo cálido que pretendía
trasmitirle todo el bienestar, tranquilidad y protección que estaba dispuesta a
darle. Maca se dejó arropar incapaz de pensar o de entender qué es lo que
acababa de suceder. Hundido el rostro en el cuello de Esther supo, que su vida
jamás volvería a ser la misma.
100
“Esther… Esther”…
El sonido
de su voz repitiendo aquel nombre se fue haciendo cada vez más nítido en su
cabeza. Maca estiró el brazo queriendo palpar la realidad de su ensoñación,
pero el lado de la cama que debía tranquilizarla estaba vacío. Empezó a abrir
los ojos con cansancio, haciendo un esfuerzo por corroborar lo que sus sentidos
le decían, vio que Esther no estaba en la cama y levantó apenas un palmo la
cabeza de la almohada para tratar de ver u oír cualquier cosa que le indicara
que no estaba sola en la habitación. Las cortinas habían sido echadas aunque se
podía ver que era entrado el día por el trasluz que se colaba a cuentagotas,
Maca se giró remolona en la cama y se estiró entre las sábanas, no se oía nada.
Estaba sola. Levantó un poco el edredón y se contempló desnuda, se volvió a
cubrir y una pequeña sonrisa empezó a parecer en su rostro.
“Lo hice…
Lo hice”… le gritaba su foro interno, y tímidamente se cubrió la cara con el
edredón presa de una sensación inconfundible. En su piel cientos de hormigas
trepaban por su anatomía, se sentía más despierta que nunca. Se avergonzó de
notar lo feliz y relajada que estaba.
- Diossssssssss…
lo hice… -dijo en voz alta aun cubierta con el edredón, y al notar que su voz
quedaba amortiguada, presa de aquella sensación, empezó a gritar-. Wuaaaaaaaaaaaaaauuuuuuuuuuuu…
lo hice, lo hiceeeeeeeeeee
Por fin
sacó la cabeza de debajo de las sábanas, se pasó las manos por el pelo,
decidiendo salir de la cama para poner rumbo a la ducha. Había cruzado la
frontera, ahora sólo tenía que encontrar el modo de seguir avanzando por
aquellas arenas movedizas y conseguir llegar viva a la base.
Quince
minutos más tarde, Maca descorrió las cortinas de la habitación y se apresuró a
ceñirse unos vaqueros y un suéter fino de rayas en distintos tonos verdes. Se
miró al espejo, su aire desenfadado y su sonrisa le devolvieron la mirada. Maca
sonrió, luego revisó el efecto de subirse un poco las mangas y determinó que
así quedaba mejor, terminó de cepillarse el pelo, y como no quería perder ni un
segundo más, ni se molestó en secárselo recogiéndoselo en una cola de caballo
que dejó caer por uno de sus hombros.
- Vale,
deséame suerte… -le dijo Maca a la imagen que proyectaba el espejo, y con un
guiño, salió escaleras abajo en busca del resto del cuarteto-.
Al llegar
a la cocina, divisó que las tres mujeres estaban al otro lado de la cristalera
en unas butacas que habían acomodadas en el césped bajo la sombra de un para-sol
enorme. Se quedó un instante contemplando como Esther se reía con Kate mientras
ésta le enseñaba una especie de cómic. Estaba insultantemente bella con un
suéter rojo, sus chinos color crema y su maravillosa sonrisa. El pelo le caía
liso, seguramente se había duchado aquella misma mañana y ella ni siquiera se
había despertado con el ruido del secador de pelo… en un flashback recordó lo
acontecido en la noche.
“Esther…” pronunció Maca después
de haber entregado hasta la última gota de su ser, sumergiendo la cara en aquel
cuello tibio que Esther le brindaba mientras la abrazaba. Pasaron unos minutos
que parecieron apenas unos instantes mientras sus respiraciones se calmaban,
mientras la flacidez del cuerpo de Maca se reponía y la tensión en Esther
mermaba. Maca la miró a los ojos…
- ¿Estás bien? –le preguntó Esther
acariciándole la cara-.
- ¡Sí, muy bien! -le contestó Maca
agradecida y avergonzada-.
- ¡Me alegro!... –le sonrió Esther y
la besó en los labios con ternura-. ¡Anda ven..!
Esther deshizo la cama, se despojó
de su traje de baño y del resto que quedaba en Maca, la piel de nuestra
protagonista se puso de nuevo en pie ante la idea de poseer nuevamente a Esther
pero esta vez, de otra forma más consciente. Sin embargo, Esther abrió los
brazos y le pidió que se acomodara en ellos, luego apagó la luz.
- Esther… pero yo… yo quiero
corresponderte –recordaba haberle dicho Maca en un susurro a su lado-.
- Shhh… -le había aplacado Esther-.
Ya habrá tiempo mañana… no nos vamos a ninguna parte, y yo quiero disfrutar de
tus abrazos un ratito más. ¡Anda ven aquí! Vamos a dormir.
Y era tanto el anhelo por seguir
sintiendo aquella piel, que sin darse cuenta se quedó dormida entre sus brazos.
Ahora
Esther estaba allí, hablando con Kate como si el mismo sol fuera su fuente de energía,
alegre y despreocupada. Con una carcajada limpia que daba cuerda a su corazón
cada vez más acelerado por saber de su presencia.
Maca: ¡Madre mía! Me sudan las
manos solo de verla…
Conciencia de Maca: ya lo noto ya…
Maca: ¿aún andas por aquí? –le
preguntó Maca con sorpresa a su conciencia mientras se secaba las manos en el
vaquero-.
Conciencia de Maca: ¡siempre
contigo jefa!
Maca: hacía mucho que no me
llamabas jefa.. –se sonrió Maca-.
Conciencia de Maca: y tú hacía
mucho que no estabas en cualidades de serlo –le espetó-.
Maca: Bueno aún no sé como estoy…
pero voy a intentarlo, lo difícil pasó sin darme apenas cuenta. Con un poco de
suerte, no habré perdido del todo mi toque -dijo Maca-.
Conciencia de Maca: Dicen que es
como montar en bici, que no se olvida, así que… ¡a por ella fiera!
Maca: deséame suerte…
Y
asegurándose de que la cintura del pantalón estaba donde debía de estar, que
las manos ya estaban firmes y secas, se remangó un poco más las mangas
mostrando los antebrazos, y puso rumbo hacia el jardín.
- ¡Tú
estás como una cabra!... jajaja… -le decía Esther a Kate muerta de risa-.
- Jajaja..
que no, en serio… que es que los escuchas en japonés y son totales, yo no
entiendo como no has visto ninguna de estas series de dibujitos, en serio, son
súper entretenidas … jajaja… -le aseguraba Kate sentada en la tumbona mientras
Esther se aguantaba la tripa muerta de risa y Kate pronunciaba algunas palabras
en japonés y ponía las caras de los personajes-.
- Jajajjajja…
joderrr quieres parar.. me va a estallar la cabeza del resacón y la tripa de
tanto reír… ajajjaja… -le decía Esther sin percatarse de que Maca acababa de
pasar al jardín-.
- ¡Buenos
días Maca! ¿Descansaste bien? –la saludó Bea dejando de leer el periódico-.
- ¡Buenos
días! ¡Sí, estupendamente! –le contestó Maca metiéndose las manos en los
bolsillos traseros del vaquero, pues estar cerca de Esther la ponía ansiosa y
no sabía qué hacer con las manos para que no se le notara-.
- ¡Tomaaaaaaa…
no te jode! Como para no dormir a pata suelta después de la Traviata de anoche…
-soltó Kate girándose a mirarla y
guiñándole un ojo-. ¡Nena… lo de pequeñita pero matona se te quedó corto
después de oír cómo te afina tu mujer, borracha y todo!
Maca
sintió que el color del suéter de Esther se reflejaba de golpe en sus mejillas,
por un momento no supo ni qué decir ni cómo reaccionar… aquella mujer era un
demonio.
- ¿Pequeñita
pero matona? –preguntó Esther mirando a Maca con una excepcional sonrisa y
luego dirigiéndose interrogante a Kate-.
- Jajajja…
bueno, es una conversación breve que tuvimos antes de la cena Maca y yo sobre
ti… -le explicó Kate risueña-.
- Ya
veo… -se sonrió Esther de conocer aquel calificativo cariñoso, luego volvió a
centrar su vista en aquel bombón nervioso que estaba para comérselo entero con
aquellas manos en los vaqueros y aquel suéter tan juvenil que le sentaba
francamente bien-. ¿No me vas a dar un beso, bella durmiente?
Maca
consiguió volver a centrar la mirada en Esther y su jovialidad, el corazón
empezó a latirle con fuerza a medida que se acercaba a ella, se agachó y la
besó brevemente… y al separarse supo con un dolor vampírico que necesitaba más de
aquella boca. Hipnotizada por aquel sabor, no pudo evitar quedarse unos
instantes fija mirando aquellos labios que empezaban a sonreírle.
- Anda,
siéntate conmigo -le dijo Esther haciéndose a un lado para que Maca pudiera
sentarse a su lado-.
Maca así lo
hizo, totalmente ajena a todo lo que ocurría a su alrededor, pues sólo podía
escuchar el “pum.. pum” de su corazón retumbándole entre los pulmones.
- Hostiaaaa
Bea… ¡Nos la ha dejado tonta! ¡Esta chica es una fuera de serie, ha dejado en
out a la de la Harley! –siguió bromeando
Kate que alucinaba con el descaro de Maca-.
- Kateeeeeeeeeeee… -le dijo Bea guiñándole un ojo para que les
diera tregua-.
- ¡Si
no se entera! ¡Dios se me ha caído un mito! –siguió bromeando Kate haciendo
gestos con las manos como si Maca no pudiera verla-.
Pero sí
podía, sólo que la luz de los ojos de Esther sobre ella, y la sonrisa que se le
había contagiado de su boca era mucho más importante en ese momento. Hasta que
Kate apuró su último cartucho.
- Creo
que a partir de ahora le pediré los autógrafos a Esther… por Dios Maca, ¿te
traigo un baberitooo? –le pinchó Kate-.
Y entonces
Maca le guiñó un ojo a Esther, y sin ser esperada, se abalanzó sobre Kate
tirándola de la tumbona hasta que consiguió inmovilizarla en el césped.
- ¡Con
que baberito, no!…. Jajajjajaja…. A ver, cachondéate ahora, viejita enclenque…
-le pinchó Maca no dejando que Kate se moviera-.
- ¿Qué
me ha llamaoooooooo?... –preguntó Kate mirando a Bea que se moría de la risa de
ver a su mujer tomando de su propia medicina-.
- Creo
que te ha llamado “viejita” y “enclenque”, amor… jajjaja…-corroboró Bea-
- ¡Quién
es viejitaaaaaaaaaaaaa!!! –rechistó Kate y trató de vencer a aquella morena que
tenía sobre sí a horcajadas, anulándola de pies y brazos-.
- Jajjajajjajjaja….
¿qué, te traigo ya el bastón? ¿o qué?... jajajja… -le pinchó Maca viendo que
Kate no podía deshacerse de su llave-. ¡Andaaa ríndete ya, quieres!
- Jajajjaja…
vale, vale me rindo… -dijo Kate al fin muerta de risa, y Maca la liberó
poniéndose de pie para luego ayudarla a levantarse. En cuanto vio que podía
echar a correr, Kate terminó de hacer su jugada-. Pero que sepas que me has
ganado, porque es una delicia tenerte encima, babosinnnn… jajajaja
- ¡Serásssss!
-y Maca salió pitando tras ella, mientras Kate ponía pies de por medio tratando
de que no la alcanzara-.
Tras unos
minutos de carreras.
- Jajajja…
¡vale, vale!... jajajaj… ¡pido tregua! –solicitó Kate en cuanto vio que no
podía correr más-.
- Jajajja…
¡vale! ¡pero yo gané! –le dijo Maca recuperando el aliento-.
Bea
y Esther se habían reído como locas viendo a aquellas dos mujeres corretear por
el jardín. Kate se acercó a Maca y le pasó un brazo por los hombros mientras
volvían caminando hacia donde sus chicas se encontraban.
- Bueno,
si después de lo de anoche, tienes esta energía… te doy aún mi voto de
confianza. Puede que el mito aún siga en pie… jajajaj… -le bromeó Kate
recuperando también su aliento-.
- Jajajja…
¡Eres un demonio! ¿lo sabías? –le dijo Maca sonriente-.
- ¡Sí!
Pero es que es tan divertido -le dijo Kate dándole una palmada en la tripa y
soltándola-. Cariño, voy a ver si nos han mandado lo de Noruega al fax, y de
paso a beber, que ésta me ha dejado seca –añadió señalando a Maca con la
cabeza-.
- Espera
voy contigo, y así miro mi correo –le contestó Bea y se puso en pie para
acompañar a Kate arriba-.
Maca se
dirigió con la respiración más tranquila hacia donde Esther seguía sentada, al
llegar se puso a su lado.
- Kate,
es un bicho -dijo Maca aún riendo por las ocurrencias de aquella mujer tan
desconcertante-.
Ahora era
Esther la que se le quedaba mirando, en realidad desde que se había despertado
aquella mañana y se había acordado de lo que había pasado entre ellas por la
noche no había dejado de mirarla. Se había pasado casi una hora contemplándola
mientras dormía antes de decidirse a separarse de ella, tentada mil veces de
volverla a acariciar, de despertarla a besos, a mordiscos, de todas las maneras
posibles… pero no había podido, su rostro tranquilo le había ganado la batalla
y terminó en la ducha tratando de hacer el mínimo ruido posible para dejarla
descansar. Y allí estaba, exultantemente llena de energía, igual y
completamente diferente ante sus ojos, sin saber muy bien que vendría a
continuación con aquella mujer a la que torpemente había hecho el amor por
culpa de su estado de embriaguez, cuando hubiera deseado enseñarle mil cielos
distintos en su primera vez.
- ¡Hola!
–le dijo Maca con una sonrisa, al ver que Esther no decía nada-.
- ¡Hola
gatita! –le devolvió el saludo Esther quedándose cerca de ella-. ¿Cómo te
sientes?
Maca
esbozó una sonrisa magnánima, dulce y traviesa que hizo que a Esther le
recorriera un escalofrío… “me derrite… no lo puedo evitar”, pensó Esther para
sí.
- He
de suponer que eso es un “bien”, ¿no? –siguió hablando Esther sin poder apartar
sus ojos de ella-.
Maca negó
con la cabeza sin dejar de sonreír mientras se inclinaba un poco hacia ella.
- ¡Ah!
¿no te sientes bien? –siguió aquel juego Esther a la expectativa de ese beso,
que sin duda se iba a producir-.
- No,
no me siento bien… me siento genial - le corrigió Maca, colocando los brazos a
ambos lados de Esther mientras se aproximaba más y más a ella-.
- ¡Ah,
genial! … Y eso sin duda, es más que “bien”, ¿no es eso? –Esther ya hablaba por
hablar, porque la verdad es que respirar la fragancia de Maca la estaba
mareando-.
- Eso
es… “Genial”, es lo más… -le susurró Maca a dos centímetros de su boca-.
- Lo
más… -repitió inconexamente Esther desvanecida porque la besara de una vez-.
- ¡Como
tu boca! –terminó de susurrarle Maca-.
Y atrapó
aquellos labios ansiosos que le esperaban abiertos de par en par. Esther voló
en aquella boca suave y delicada, que sin rastros de aquella pasión con prisas,
la exploraba con deleite y tomándose todo el tiempo del mundo. Notó como su
espalda contactaba con el respaldo de la hamaca, también como los pechos de
Maca se unieron a los suyos al recostarse sobre ella, y sobretodo notó algo
distinto al deseo correr dentro de sí, mientras su lengua viajaba en aquella
boca y, aquella mujer le hacía el amor con sólo un beso.
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