Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
55
- ¿Te
quieres estar quieta ya? -la regañó Ana, pues Maca llevaba un buen rato
paseándose de arriba abajo-.
- Joder,
que no puedo… estoy nerviosa –le espetó Maca mordiéndose una uña-. ¿Crees que
no vendrá, no?
- ¿A dormir?
–le preguntó, pues Maca le había llamado hacía unas horas para contarle todo lo
que había pasado entre Esther y ella, y viéndola tan nerviosa había decidido
plantarse en el apartamento para tranquilizarla-. Dijo que te llamaría, así que
ten paciencia.
- Joder,
pero se fue a las cuatro y van a dar las diez y media… -Maca miró de nuevo el
móvil-. El puto chisme este funcionará, ¿no? A ver, llámame tú.
- Maca, ya
te he llamado tres veces para comprobarlo, ¿te quieres relajar de una puta vez?
Anda ven, siéntate conmigo –le pidió su amiga, hacía mucho que no la veía así-.
Maca no
tenía ninguna gana de sentarse, estaba inquieta y no dejaba de pensar en lo que
Esther estaría haciendo.
- ¡Dios
esto sólo me pasa a mí! –dijo Maca en voz alta, mientras se tapaba la cara con
las manos-.
- Desde
luego, porque a nadie en su sano juicio se le ocurriría enamorarse de una puta
–le espetó Ana para que reaccionara-.
Maca abrió
los ojos como platos y la miró.
- ¡Yo no
estoy enamoradaaa! –gritó sorprendida-.
- ¿Ah no?
–le preguntó Ana elevando una ceja suspicaz-. ¿Y entonces que te ocurre?
- Yo… yo…
yo no lo sé, es sólo que me gusta estar con ella, me siento segura, nada más
–dijo Maca pero al escucharse se daba cuenta de que no era nada convincente ni
para ella misma-. ¡Coño, ya sabes que no soy nada buena compartiendo lo mío!
- ¡Ah…!
¿que ahora resulta que esa Esther es tuya, o qué? –se burló Ana de ella-.
A Maca se
le cayó la mandíbula, ella no pretendía decir aquello.
- Anda,
déjalo que lo estás arreglando vamos –le dijo su amiga pegándole un cachetito
en el brazo-. ¿Tienes hambre?
- No, no
tengo hambre –dijo Maca refunfuñando, pero sus tripas gruñeron en ese instante
para acabar de desacreditarla-.
- jajajja…
si, ya lo veo. Prepararé algo, anda… No te vaya a dar un yuyu con el estómago
vacío –le dijo Ana y se dirigió a la cocina para preparar la cena-.
---
Mientras, Esther
volvía a darse una ducha en su piso tratando de borrar lo que había ocurrido. Esther
se puso el albornoz y se dirigió a la cocina para comer algo, estaba famélica,
y se acordó de que apenas había comido en el restaurante. La cara de Maca
volvió a aparecer ante ella… “sólo quería recordarte” le había dicho al
despedirse.
“Mierdaaaaaaaaaaaaaa…
tú tienes la culpa, tú y esa puta ternura que me está matando” , Esther trató
de maldecir lo que Maca estaba causando en ella aunque en el fondo sabía que no
tenía la culpa de nada. Sacó una botella de vino que guardaba para cocinar, y
se sirvió una copa, de un trago la vació y volvió a llenarla vaciándola de nuevo
del mismo modo. Luego miró el móvil que descansaba en el banco de cocina, miró
la copa que sostenía ya vacía y la estrelló contra la pared.
“Joderrrrrrrrrrrrrrrrr….
JODEEEEEEEEEEEEERRRRRRRR….” Gritó a pleno pulmón para desahogarse, y aun
sabiendo que no estaba haciendo lo más aconsejable, empezó a vestirse a toda
prisa, pues pese a todo se moría por verla.
--
Tras la
cena Ana se marchó, no sin antes confirmar que Maca había asimilado que el
plantón de Esther no tenía la menor importancia, y que al día siguiente
seguramente la recompensaría. Resignada, Maca se quedó viendo la tele un rato
más, quizá tuviera suerte y Esther acudiría a su cita nocturna telefónica. De
pronto el móvil sonó, ¡era ella!
- ¿Sí?
–respondió rápidamente Maca agitada-.
- ¿Cómo
estás gatita? ¡Siento no haberte podido llamar antes! –se disculpó Esther con
ella-.
- Estoy
bien, no te preocupes, ¿cómo estás tú? –le preguntó Maca-.
-
Buenísima, ¿lo dudabas? –le bromeó Esther pues no quería hablar de ella-.
- jajaja…
no, me consta que es cierto –le dijo Maca notando que Esther volvía a ser la
misma-.
- ¡Ah, te
consta! ¡Interesante, interesante! –siguió jugando con ella-. Si aún me guardas
un ladito en tu cama, me gustaría subir a ocuparlo.
- ¿¿Subir??
–se sorprendió Maca y acto seguido sonó el timbre del portal-. ¡Estás aquíii!
Dedujo
Maca alegre.
- jajaj…
sí, ¿me abres? Con las prisas me dejé las llaves en el coche –le explicó
Esther, y acto seguido escuchó como la puerta se abría- ¡No me cuelgues eh… que
aun no te tengo en frente, y no quiero que te me desmayes!
- jajajaj…
eres una capulla, no pensaba desmayarme –le dijo Maca sujetando bien el móvil-.
- Bueno,
de zorra a capulla va un avance, ¿no? –le dijo Esther mientras el ascensor
alcanzaba la plata deseada-.
De pronto
salió al pasillo, y se topó con Maca que la esperaba en la puerta. Lentamente
esbozó una cálida sonrisa y apagó el teléfono, Esther hizo lo mismo y se
dirigió hacia ella en silencio. Maca estiró una mano y atrapó la de Esther,
suavemente la condujo dentro del piso para abrazarla. Esther también
correspondió a aquel abrazo cálido que la colmó a su llegada.
- Pensé
que ya no vendrías –le dijo Maca sin soltarla, era tan agradable tenerla-.
- Pues
pensaste mal, te dije que haría lo posible –contestó Esther apartando todo lo
que le había deparado el día-.
Maca la
separó delicadamente y la miró a los ojos, en ellos había algo que no conseguía
descifrar, pero no preguntó.
- ¿Has
cenado? –le preguntó Maca-.
- La
verdad es que no, y tengo hambre –contestó Esther un poco avergonzada por las
horas que eran-.
- Ven,
improvisaremos algo –le dijo Maca con una sonrisa, y cogiéndole la mano tiró de
ella rumbo a la cocina-.
Después de
conversar un rato mientras Esther se comía unos sándwiches de pollo, decidieron
que era hora de irse a la cama. Para sorpresa de Esther, Maca aprendía rápido,
y se cambió delante de ella sin avergonzarse.
- ¿Qué
quieres que hagamos mañana? –le preguntó Esther tratando de desviar su atención
de aquella preciosidad mientras Maca terminaba de colocarse el pijama-.
- No sé…
lo que tú quieras, tengo todo el día libre –le dijo Maca saltando a la cama y
metiéndose entre las sábanas. Estaba feliz de que Esther estuviera con ella-.
- Bueno,
pues entonces ya veremos qué es lo que se nos ocurre –le dijo Esther con una
sonrisa y empezó a quitarse el suéter que llevaba-.
Maca se
quedó mirándola con aquel sujetador negro que llevaba. Le parecía tan sexy, su
vientre y sus senos suavemente enmarcados y que recordaba en su boca como un
dulce bocado, hicieron que se electrificara. Esther se acercó hasta la cama, y
cogió el pijama de debajo de la almohada, para sorpresa de Maca, Esther lo dejó
apartado sobre el sillón y se sentó en la cama de espaldas a ella quitándose el
sujetador y luego el vaquero que llevaba. Cuando Esther se levantó para dejar
la ropa sobre el asiento contempló aquel culo perfecto envuelto en unas bragas
tipo brasileño, que dejaban el contorno de sus nalgas a la vista. Maca miró al
techo… “oh Dios… oh Dios… no mires, no mires que te pierdes”.
- ¿Qué miras?
–le preguntó Esther mirando hacia el techo siguiendo el gesto de Maca-.
- Oh…
nada, nada… -dijo Maca-.
Pero al
girarse se topó de lleno con el torso desnudo de Esther y una oleada de calor
la abrasó… “Dioooooooooooooossssssssss”, se quejó Maca hipnotizada.
- Me
parecía que había menos luz –siguió contestando Maca y Esther descendió sus
ojos hasta a ella-.
Esther se
quedó mirándola con extrañeza, Maca la miraba con deseo… ella en realidad no se
encontraba en condiciones más que de dormir, tenía el alma alterada y no quería
pensar.
- Bueno,
será mejor que durmamos -Esther se metió en la cama-.
- Pero,
pero… ¿no te pones el pijama? –le preguntó Maca alterada… “yo, yo no puedo
dormir contigo así, por Diosssssss” pensaba agitándose por momentos-.
Esther la
miró con suavidad, no iba a hacerle nada ni tan siquiera quería alterarla, pero
necesitaba sentir el calor de su cuerpo y no le apetecía la ropa, en realidad
no estaba acostumbrada a dormir vestida. Estiró un brazo y apagó la luz, luego
se acercó a Maca…
- Túmbate,
anda… ¡no va a pasarte nada! -le pidió con delicadeza, tranquilizadora,
empujándola suavemente hacia la almohada-.
Maca lo
hizo sintiendo que todo su cuerpo estaba en agitación. Esther le apartó un
brazo y se acomodó a su cuerpo que empezó a tiritar con violencia.
- Shhhsss…
no tiembles cariño, sólo vamos a dormir –le dijo Esther calmándola, mientras
apoyaba la cabeza sobre aquel pecho agitado, y colocaba el brazo de Maca
alrededor de su cuerpo dolorido-.
Ambas
temblaron por el encuentro en silencio.
- Buenas
noches, gatita… -le dijo Esther en un susurro y cerró los ojos incapaz de
explicarle a Maca porque necesitaba hacer aquello en realidad-.
- Buenas
noches, Esther –le contestó Maca aún tensa por tener aquella mujer desnuda
pegada a su cuerpo-.
56
Cuando
Maca se despertó, Esther ya no estaba en la cama. Miró el reloj de la mesita de
noche y se dio cuenta que eran cerca de las doce y media. Hacía un montón de
tiempo que no dormía hasta tan tarde, pero teniendo en cuenta que se le habían
hecho casi las cinco de la mañana tratando de conciliar el sueño mientras tenía
a Esther desnuda entre sus brazos, era una hora razonable. Se pasó la mano por
el pecho, recordando el peso de aquella cabeza que había acariciado durante
horas mientras dormía sobre ella. La sensación había pasado de agitación
tempestiva a una embriaguez adorable y reconfortante al proteger aquel cuerpo
de mujer entre sus brazos. Maca se estiró en la cama, se sentía estupendamente,
y con aquel aire de positivismo se levantó finalmente de la cama. Fue al baño,
luego al salón donde se encontraba Esther leyendo una especie de informe. Ésta
al escucharla elevó la vista.
- ¡Buenos
díassssssss, osito dormilón! –le dijo Esther con una deslumbrante sonrisa-.
- Bueno,
buenas tardes en todo caso… ufff, no sé cómo me has permitido dormir tanto –le
dijo Maca devolviéndole la sonrisa y acercándose a ella-.
- No hay
prisa, así que para qué iba a despertarte. Anda siéntate conmigo que ya casi he
terminado con esto –le dijo Esther haciéndole un hueco junto a ella-.
- ¿Qué
estabas haciendo? –le preguntó Maca sentándose a su lado-.
-
Revisando unos informes de la empresa, el lunes tienen que estar listos –le
dijo Esther sin mirarla mientras corregía en rojo algo sobre el papel-.
Maca se le
quedó mirando fascinada, aquella mujer eran tan enigmática, apenas sabía nada
de ella. Esther levantó la vista y se topó con aquellos ojos interrogantes.
- ¿Qué?
–preguntó Esther con una sonrisa divertida- ¿pasa algo?
- No, es
sólo que te conozco tan poco. Tienes tantas caras que no sé cuál es la
verdadera –le dijo Maca-.
- ¿Tantas
caras? –se extrañó Esther de aquella definición-.
- Sí, eres
empresaria, acompañante de alto estandin, una gran bailarina, algo psicóloga
–Maca se detuvo intentando encontrar un adjetivo adecuado para…-, amante
nocturna.
Esther
supo que quería decir prostituta, pero que no lo había dicho para no ofenderla,
sonrió aunque en realidad el que Maca no asumiera esa parte de su persona la
inquietaba.
- Bueno,
pero todas son la misma persona, es solo que sé hacer muchas cosas, ¿no? –le
contestó Esther con una sonrisa-.
- ¿Y cómo
aprendiste todo eso? ¡No sé nada de ti! –le dijo Maca con sinceridad-.
- ¿Y qué
quieres saber? –le preguntó Esther dejando los papeles a un lado-.
- No sé,
algo más de ti… -le dijo Maca encogiéndose de hombros, pues no quería
presionarla -.
- Bueno
pues… -Esther dobló las piernas sobre el sofá girándose para mirarla-… ya sabes
lo de mi madre, y en cuanto al resto, mi vida fue muy sencilla en realidad. Lo
del baile tiene su explicación, recibí clases hasta los diecisiete-dieciocho
años más o menos, luego entré en la facultad de empresariales, en realidad mi
madre tenía una buena capacidad económica y nunca tuve que preocuparme por esas
cosas. Tuve una buena educación, como tú supongo, lo de la sociabilidad y
psicología supongo que viene por los genes, mi madre era maravillosa con la
gente, tenía un don, así que no hay mayor misterio.
Esther no
dijo nada más, aunque sabía cuál era el interrogante que se estaba formando en
aquella cabeza. Maca sin embargo no preguntó, pues había percibido que a Esther
no le gustaba profundizar en sus cosas, y no quería estropear el día.
- ¿Así que
recibiste clases de baile? –comentó Maca la parte más trivial de lo que Esther
le había narrado-. No sabía que las cosas que te vi hacer en la pista de baile
se enseñaran en un aula. Tendré que apuntarme.
- jajajja…
bueno, esa parte la adquirí un poco más tarde, pero la base ya estaba. Además,
tú no necesitas ir a clases para eso, yo puedo enseñarte –le dijo Esther
acercándose en tono insinuante-.
-
¿Enseñarme? ¿tú?... ¿qué es lo que quieres? ¿matarme? ,… jajajajja…. –le dijo
Maca riendo, aunque no por ello era menos cierto-.
- Sabes,
creo que ya sé lo que vamos a hacer hoy –le dijo Esther haciéndole un juego de
cejas-.
- uy, uy,
uy… que me estás asustando –le dijo Maca con una sonrisa, agradecía que Esther
estuviera con su estupendo humor-.
- Esta
noche vamos al pub, es hora de que vuelvas a intentarlo –le dijo Esther
encantada de la vida, bailar le sentaría bien a ambas-.
- Oh, no,
no… -se inquietó Maca-.
- Oh sí,
sí… está decidido –le dijo Esther y le estampó un beso en la mejilla para
inmediatamente ponerse de pie-. ¡Venga vamos!
Le dijo
Esther tendiéndole una mano. Maca se la tomó con una sonrisa.
- ¿A
dónde? –le preguntó mientras Esther tiraba de ella para ponerla de pie-.
- A la
ducha, estaba esperando que te despertaras para ducharnos juntas –le dijo
Esther con jovialidad-.
El impacto
de las palabras de Esther golpearon a Maca aflojándole las rodillas. Esther la
cogió por la cintura y la abrazó contra ella.
- ¡Esta
vez no te escapas, gatita! –le dijo Esther sonriente-. ¡Anda vamos, no va a ser
tan malo, ya verás!
- ¿Quieres
que nos metamos ahí dentro, las dos juntas? –le preguntó Maca y Esther asintió-
¿desnudas? –volvió a preguntar con un gritito graciosísimo que a Esther le sacó
una carcajada-.
- jajaj…
sí, claro, no nos vamos a poner el traje de bucear para ducharnos, ¿no? –le
pinchó Esther y luego la tomó de la mano-. Venga vamos… todo es cuestión de
probar.
Maca se
dejó guiar pero estaba muerta de miedo, pues recordaba perfectamente lo que era
la desnudez de Esther y no podía imaginarse a su lado en igualdad de
condiciones. Aquella imagen, era demasiado apetecible para no volverla loca.
------
- ¿Qué
prefieres? ¿Ducha o baño? –le preguntó Esther introduciéndola dentro del
mediano habitáculo-.
- Esther, esto
no va a ser una buena idea –le decía Maca aterrada, imágenes de sus cuerpos
desnudos y enjabonados le estaban torturando sin descanso-.
- Bueno,
eso lo decidiré yo… -Esther se la quedó mirando evaluando su estado, luego
decidió por ella-. Ducha mejor, es más rápido y quizá más indoloro para ti.
Sentenció
Esther y empezó a quitarse la camiseta del pijama que llevaba puesta. Su torso
desnudo impactó en las pupilas de aquella inquieta mujer, que cerró
instintivamente los ojos al notar la descarga “Diosssssssssss…. Que me he
pasado toda la noche conteniéndome, no me hagas esto joderrr”.. pensaba Maca y
se obligó a abrirlos de nuevo. Se sentía ridícula por no poder mirar a una
mujer desnuda simplemente. Esther la observó interrogante, luego le lanzó una
sonrisa perversa.
- ¿Qué?
¿Te desnudo yo? –le metió presión Esther que veía como Maca se había quedado
como una estatua-.
Esther hizo
el amago de acercarse a desvestirla viendo que no reaccionaba, pero Maca la
detuvo…
- No, no…
ya lo hago yo, ya lo hago yo –le dijo Maca un poco más destartalada de lo
normal. Esperó a que Esther apartara la vista de ella pero no lo hizo-. ¡Date
la vuelta!, ¿no?
- …
jajjaja…Pero si te voy a ver desnuda ya mismo Maca –le dijo Esther riendo por
su timidez-. Anda venga, quítate eso, cuanto más lo pienses peor.
“Joder,
joder, joder… porque coño no me habré pegado un par de lingotazos de whisky
nada más despertar coño… mañana la botella la guardo en el cajón, mierda” pensó
Maca gruñendo entre dientes, y tiró de su camiseta para quitársela.
“Dios que
buena estás joia..” pensó Esther con una sonrisa, luego liberó a Maca de su
mirada para dejar correr el agua en la ducha.
Cuando se
volvió Maca ya estaba desnuda, a Esther se le había pasado por alto lo duro que
también sería para ella, era tan hermosa. La imitó y se desnudó completamente,
luego entró en la ducha y la invitó a hacer lo mismo.
- ¡Anda
ven! –le dijo Esther, y evitó tenderle la mano, sabía que no tenía que tocarla,
la notaba demasiado nerviosa y podía salir por piernas-.
Maca se
metió en la ducha, Esther le regaló una sonrisa tranquilizadora.
- ¡Ves, no
es tan grave! – Esther se pasó el agua por la cabeza y se empapó entera-.
Maca se
quedó gilipollas viendo correr los surcos de agua por aquella cara, por aquella
piel… “joder, joder… no mires para abajo, no mires… joder” se repetía una y
otra vez, entonces Esther la interrumpió de sus pensamientos.
- Toma, te
estarás quedando helada –le tendió Esther el mango de la ducha para que pudiera
ducharse-.
- Gra…
gracias –le dijo Maca, que más que helada estaba que echaba fuego-.
“Virgen
santísima dame fuerzas, dame fuerzas… Dios, que me mareo” suplicaba Maca, que
se giró de lado nada más ver que la espuma del champú que Esther se estaba
poniendo en el cabello coronó aquellos pezones erectos que Maca había
presionado una vez bajo su lengua. Maca no quería mirar, pero el rabillo de su
ojo se desviaba inevitablemente hacia donde estaba Esther, que elevó una pierna
para empezar a enjabonarse el resto del cuerpo.
“Por
Diossssssssssssssss…. No mires” se regañó Maca, y apartó otra vez la mirada,
aunque la curiosidad era tan grande que no tardó en echar otro vistazo con tan
mala suerte que pilló justo el momento en el que Esther se pasaba las manos por
las tetas. A Maca se le resbaló la manguera de las manos de la impresión.
- Auuuu…
-a Esther se le cayó encima del pie-.
- ¡Ay, ay
lo siento! –se disculpó Maca nerviosa-.
- No, no
pasa nada… -le dijo Esther-.
Las dos a
la vez se agacharon a recoger el mango de la ducha, con tan mala pata que sus
cabezas chocaron.
-
auuuuuuuuuuuyyyyyy –gritaron a la vez-.
Maca se
incorporó tan de prisa para evitar la proximidad de Esther, que se tambaleó.
Esther reaccionó y la cogió por la cintura justo a tiempo de que se resbalara.
Entre artificios y traspies consiguió que se estabilizaran.
- ¡Diosss…
te vas a matar! ¡y me vas a matar a mí de paso! –le dijo Esther con el corazón
dando botes del susto, pensaba que se iban a descalabrar-.
Cuando se
le pasó un poco el sofoco se dio cuenta de que Maca ni hablaba, la miró a los
ojos y entonces la vio, desfallecida, asustada, asombrada, llena de deseo.
Esther se dio cuenta de que estaban abrazadas y desnudas, tragó saliva con
dificultad, no entraba en sus planes ponerle la mano encima de aquella manera,
se preocupó.
- Maca, no
pasa nada…eh, tranquilita –le dijo Esther con calma-.
Maca no
pudo ni hablar, la pierna de aquella mujer enjabonada estaba entre sus piernas,
sus pechos estaban aprisionándola y sus vientres unidos por culpa de aquel
brazo que la rodeaba dejándola sin aliento. No quería moverse, no podía
moverse, su cuerpo empezaba a reaccionar ante aquella suavidad… notó que la
temperatura de Esther subía, era tremendamente sensible al tacto y podía notar
esas cosas.
- ¡Diosss…
no te calientes! -se quejó Maca apretando los ojos-
-¿Eh?
–Esther abrió los ojos como platos por la pillada, pero las palabras de Maca
sólo hicieron que sintiera más calor por la vergüenza-.
“No por
favor, párate… párate… no quiero, no quiero” rogaba Maca a su propio cuerpo.
Esther
trató de separarse despacio para que no se rozaran tanto, pero inevitablemente
algo se rozó… Maca gimió cuando aquella pierna se despegó de entre las suyas,
se mareó.
- Joderr…
–gritó Esther, que veía como Maca iba a desplomarse-. ¡A la mierda!
Volvió a
pegarse a ella, Maca estaba floja y Esther pensaba que se caerían las dos.
Atinó de un golpe al mango del agua y lo desplazó al agua fría. La manguera que
aún estaba en el suelo empezó a escupir hielo….
- auyyyyyy
joderrrrrrrrrr…. –se quejó Esther por el impacto, Maca en cambio no reaccionó-.
Esther le
tocó la frente, le dio miedo que volviera a tener fiebre. Pero no lo parecía,
estaba bien… estaban bien, sólo un poco desvanecida, lo arreglarían.
- ¡Maca
por Dios…! A ver cariño, a ver… respira. Fija las rodillas, cariño, no dejes
que se te doblen, ¿vale? –le pidió Esther-.
- Vale –le
dijo Maca que seguía luchando consigo misma, Esther aún estaba demasiado
cerca-.
-
Estupendo, ahora te vas a quedar aquí apoyada y yo cojo la manguera, ¿de
acuerdo? –le dijo Esther-.
Y Maca
asintió notando en su espalda el frío y reconfortante contacto de los
baldosines. Esther se separó, pero dejó una mano en su vientre para asegurarse
que seguía recostada sobre la pared. Alcanzó la manguera que estaba como loca
escupiendo agua por todos lados, y acto seguido se quitó el jabón de encima
tiritando…
-
¡Diossssssssss… está helada! –se quejó Esther, pero se aguantó, porque ella
había sido la promotora de la idea-. Está fría cariño, pero te irá bien.
Le avisó y
empezó a ducharla, Maca no se quejó, cerró los ojos y echó la cabeza para
atrás, el agua fresca la hizo temblar por un momento, rápidamente se adaptó
agradecida.
Poco a
poco, se fue recuperando y empezó a reaccionar moviéndose.
- ¡Creo
que ya pasó! –la tranquilizó Maca mirándola de nuevo a la cara y esbozando una
pequeña sonrisa-.
-
¡Estupendo! Pero me has pegado un susto, cabrona… -le regañó Esther sonriendo,
mucho más aliviada de que aquello hubiera quedado en nada-.
- ¡Lo
siento! –le dijo Maca con timidez-.
- Espera,
te pondré un poco de agua caliente para que te duches mejor –le dijo Esther viendo
que Maca tiraba el pelo hacia atrás para echarse agua encima-.
La visión
de aquella Diosa con ojos entornados y agua cayendo por aquel espectacular
cuerpo ahora que ya estaba a salvo, le pareció lo más sensual que había visto
en muchísimo tiempo. Embelesada siguió el recorrido de aquellas manos
maravillosas que la habían acariciado una vez, recordando aquella suavidad y
firmeza, un escalofrío la hizo tiritar.
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