jueves, 15 de mayo de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 17-


17

Una semana después.

Esther terminó de estirar antes de entrar por la puerta de su garaje. Se encaminó a la nevera que había en la parte del estudio, y bebió un poco de agua fría a pequeños sorbos mientras seguía bajando revoluciones con sus auriculares puestos. Tras aquello, subió las escaleras hacia su apartamento disfrutando de la calma que había conseguido acumular en aquellos días. Practicar sus ejercicios, y despejarse entre la galería y alguna visita a casa de su madre, había poco a poco dado sus frutos, por no hablar de que Kate parecía tan ocupada con el tema de la universidad, que se había desvanecido concediéndole una tregua. Esther casi sonreía pensando en la chica con la que había tonteando los dos últimos días en su circuito de footing, cuando al abrir la puerta se encontró con Kate tirada en uno de los sillones esperándola. Al verla allí, algo le dijo que sus días de aparente calma habían finalizado.

-       Kate, ¿qué haces aquí? –preguntó Esther quitándose los auriculares y dejando el ipod junto a las llaves-.

Kate alzó una ceja.

-       Mmm… parece como si no te alegraras de verme –le dijo-.
-       No digas tonterías, claro que me alegro –le contestó Esther, y para demostrárselo se agachó para darle un beso-. No te esperaba, eso es todo. ¿Qué, cómo estás? ¿Cómo va el tema de la facultad?

Esther iba a sentarse en el brazo del sillón donde estaba Kate, pero decidió finalmente quedarse de pie, lejos de ella. Kate la miró con una media sonrisa, sabía que la estaba esquivando y no podía reprochárselo después de haberla retenido junto a Maca y Bea hasta las tres de la mañana el último fin de semana.

-       Bien, muy bien. Aún no me he incorporado, pero ya he estado poniéndome al día con el director y la jefa de estudios de mi departamento. La verdad es que tengo ganas de empezar, y los chicos parecen que se están interesando en el postgrado. Así que bien… ¿y tú? –quiso saber Kate que no apartaba sus ojos de ella-.
-       Tranquila, la verdad. He estado visitando la galería, pintando un poco…
-       ¿Has estado pintando? –se interesó Kate-.
-       Poco… algo… en realidad nada importante –puntualizó Esther-. La verdad es que no he sacado nada en claro, así que…
-       Ya… -Kate podía imaginarse por qué no había podido concentrarse en su arte-.

El timbre del fonoporta sonó en aquel instante.

-       Yo voy –dijo Kate levantándose de un salto del sillón-.

Esther miró la hora en su reloj de pared, era viernes y ya pasaban de las ocho de la tarde. Se extrañó porque no esperaba a nadie.

-       Sí, gracias. El primer piso –contestó Kate y abrió la puerta-. Esther, ¿me pasas mi cartera?
-       Sí, claro –cada vez estaba más intrigada, pero accedió a su petición-. Toma, ¿has encargado algo? –preguntó-.
-       Sí, la cena –le contestó Kate-. La he pillado de “Rufinos”, ¿te apetece italiano?
-       Claro, ¡me encanta! –se entusiasmó Esther al segundo. La comida italiana era sin duda su favorita, y aquel restaurante en concreto le gustaba visitarlo-.
-       Sabía que te gustaría, espera a ver lo que he pedido –le dijo Kate con una sonrisa y haciéndole un guiño-.
-       Vale, me voy a la ducha. No lo saques de los tapers, dame al menos veinte minutos –le dijo Esther perdiéndose ya por el pasillo-.
-       Tranquila, no hay prisa –le dijo Kate y recibió al muchacho con el pedido-.

Esther se desvistió de camino al baño, su humor había mejorado tras imaginar el menú que por sorpresa Kate había encargado. Una cena tranquila entre las dos, sin lugar a dudas era el colofón perfecto a una semana que había ido mejorando conforme pasaban los días. De pronto, Esther volvió a escuchar el timbre de abajo, se extrañó pero con el agua corriendo pensó que lo había imaginado. Terminó de ducharse, y ya se estaba peinando cuando Kate apareció en el quicio de la puerta.

-       ¡Dios, Kate! ¡Me has asustado! –la regañó Esther con una sonrisa-.
-       ¿Te falta mucho? –preguntó Kate-.
-       ¿Tú qué crees? –Esther estaba en bragas y sin sujetador frente al espejo-.
-       Si quieres puedes salir así, a mí no me importa –jugó con ella Kate mientras le devolvía una sonrisa-.
-       Jajajajaja… seguro que no, pero prefiero cenar con algo puesto –le dijo Esther siguiéndole la broma-.
-       ¡Lástima! Estoy segura de que a Maca le daría un soponcio si viera los tatuajes que te has hecho.

Esther se quedó parada con la sola mención de aquel nombre. Miró a los ojos de Kate a través del espejo y lo que vio la hizo girarse muy despacio cara a ella.

-       Kate… ¿qué has hecho? –preguntó con temor Esther-.
-       Sólo si me prometes no enfadarte demasiado –le dijo Kate dibujando aquella sonrisa pecaminosa que siempre ponía cuando había hecho una de las suyas-.
-       ¡Kate! ¿Qué, qué has hecho? –volvió a preguntar Esther poniéndose nerviosa por momentos-.
-       Digamos que vamos a cenar, pero no solas. Maca y Bea están en el salón, esperando –soltó Kate la bomba como si nada-.
-       ¡La madre que te parió! ¡Yo te mato! – Esther le tiró el peine a la cabeza-.

Kate reaccionó tirando de la puerta justo a tiempo. Era de esperar que Esther se pusiera como una fiera.

-       Tómate tu tiempo… te esperamos fuera –le gritó Kate antes de soltar el pomo y salir corriendo fuera del dormitorio-.

Esther abrió la puerta del baño hecha una furia, pero Kate ya no estaba. Se pasó los dedos por el pelo mojado tratando de tranquilizarse, pero no lo vio muy probable después de aquella noticia.

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-       ¿Pasa algo? Hemos oído ruidos –preguntó Bea en cuanto Kate reapareció en el salón-.
-       No, tranquilas. Es que a Esther se le ha caído un chisme y ha dado contra la puerta, pero no pasa nada –mintió Kate divertida-. Por favor sentaos, ¿queréis tomar algo mientras? –Kate abrió la nevera-. Tenemos refrescos, vino, cerveza… he encargado italiano –les dijo-.
-       Entonces yo mejor algo de vino –se pronunció Bea-.
-       ¿Maca? –preguntó Kate-.
-       Lo mismo para mí –contestó-.
-       Perfecto, yo también ando necesitando una copa –mencionó Kate por lo bajo, mientras recordaba los ojos encendidos y desorbitados de Esther por la encerrona-.

Abrió una de las botellas de vino que había encargado junto a la cena, y sirvió una copa para cada una de ellas. Las tres se sentaron en el salón esperando a que Esther apareciera.

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“Me las vas a pagar… ya lo creo que me las pagas”, Esther echaba chispas mientras se debatía en qué ponerse dentro de su ropero. “¿Y qué mierda me pongo yo ahora?”, masculló. Estaba tan cabreada, que pilló un pantalón negro de algodón indio y un suéter fino de cuello ancho que le encantaba. Kate se había presentado en su casa con un look informal, y con aquello bastaría. Se vistió a toda prisa y se miró en el espejo de cuerpo entero antes de coger al toro por los cuernos.

En cuanto salió de su dormitorio empezó a oír las voces de aquellas tres mujeres a las que ni había invitado ni mucho menos esperaba. Esther ya había advertido a Kate de que no intentara apretarla con el tema amistoso de Maca, y ahora tendría que atenerse a las consecuencias. Sin anunciarse, Esther apareció en el salón luciendo su mejor sonrisa.

-       Veo que habéis empezado sin mí –les dijo-.
-       ¡Esther! –Bea fue la primera en ponerse de pie y darle dos besos-. ¿Cómo estás?
-       Bien, ¿y tú? –la correspondió con sinceridad-.
-       Muy bien, tienes una casa preciosa… bueno, al menos lo poco que he visto –le dijo Bea-.
-       ¿Te gusta? Si quieres luego os hago el recorrido completo y la veis, tiene otra planta –Esther lució su faceta más social y diplomática-.
-       Y un sótano –puntualizó Kate sonriendo. Esperaba que Esther pese a todo entrara en su juego y no se había equivocado-.
-       Sí, bueno... jajaja… y un sótano –se rió Esther, aunque hubiera estrangulado a Kate de haber podido-. Ese lo utilizo de estudio y es donde guardamos el material para las exposiciones y eso –les explicó-.
-       Entonces me encantará verlo –mencionó Bea, y le dio paso a Maca que también se incorporó para saludarla-.
-       ¿Cómo va todo? –Maca le dio dos besos, y Esther flaqueó un poco en su enfado tras oler su perfume-.
-       Bien, ¿y vosotras? ¿Cómo va ese traspaso de trabajo? –preguntó por cortesía Esther-.
-       De locos, está siendo de locos –sonrió Maca al decirlo, y Esther se quedó embobada en sus labios-, pero supongo que poco a poco nos iremos adaptando.
-       Seguro que sí, ya verás –le dijo Esther, y con disimulo se separó de ella-. Bueno, ¿y para mí no hay una copa?
-       Claro que sí, ¿qué te apetece? –se ofreció Kate a servirle mientras se levantaba e iba a la cocina-.
-       No sé, ¿qué hay? –Esther la siguió y aprovechó la puerta abierta de la nevera, para atizarle a Kate un gran pellizco-.
-       ¡Ayyy….! ¡Ha… hay vino, cerveza, refrescos! –disimuló Kate frotándose el brazo donde Esther la había pellizcado-. No te enfades –le dijo por lo bajo-.
-       Tú y yo ya hablaremos… ¡Voy a estrangularte! –le contestó Esther también en voz baja mientras las dos disimulaban servir una copa-. ¿Cómo se te ocurre?

Kate se encogió de hombros, y por si las moscas se puso al otro lado de la encimera no fuera caso que Esther la agrediera de nuevo.

-       ¿Vino? –le preguntó-.
-       Whisky… directo en vena a ser posible –le dijo Esther y Kate sonrió porque pese a todo empezaba a lucir su buen humor-.
-       ¡Estás muy guapa! –le susurró Kate poniéndose a su lado y tendiéndole una copa de vino-.
-       Déjate de cuentos… ¡Me importa un bledo! –refunfuñó Esther tomando un largo trago y tendiéndole la copa de nuevo para que la rellenara-.

Kate sonrió y le sirvió de nuevo.

-       Lo sé, pero para tu información, no soy la única que parece apreciarlo –le dijo-.

Esther alzó una ceja, y Kate le hizo un gesto con la cabeza por encima de su hombro. Esther dirigió la mirada hacia dónde le señalaba, y sin previo aviso, captó de soslayo los ojos de Maca posados en ellas mientras seguía conversando con Bea en el salón. Esther volvió a beber un trago de su copa. Aquella noche iba a ser muy larga para estar tan sobria.

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Tras unos minutos más de charla en el salón, las cuatro decidieron sentarse a la mesa. Bea y Maca comentaron que habían tenido un poco de lío con el equipo de Holanda pero que finalmente parecía que iban a poder solucionarlo. Kate por su parte les contó lo del postgrado en la facultad y tanto Maca como Bea se alegraron de saber que la tendrían cerca para ese curso.

-       ¿Y tú, Esther? ¿no nos cuentas nada? Estás muy callada –la sacó a la palestra Kate-.
-       En realidad tengo poco que contar. La galería va bien, y salvo ver a mi madre, darle una vuelta a la colección y salir a correr… no he hecho nada de extraordinario –mencionó Esther no queriendo entrar en su juego-.
-       ¿Corres? –preguntó Maca-.
-       Sí, a veces –le contestó Esther-.
-       ¿Desde cuándo? Si no recuerdo mal, el ejercicio físico no era precisamente tu fuerte –siguió conversando Maca-.
-       Pues deberías de verla ahora. Practica desde hace años yoga avanzado, y en el piso de arriba tiene montado un pedazo de gimnasio –la delató Kate con una sonrisa-.
-       ¿En serio? ¿practicas yoga? –Maca estaba sorprendida. La Esther que recordaba sólo corría para llegar a las clases, y había que chantajearla con besos para que la acompañara aunque sólo fuera para dar una vuelta a la manzana. Recordar los besos robados de Esther, la aceleraron de pronto-.
-       Un poco –contestó Esther sin darle importancia-.
-       ¡Y una mierda un poco! –soltó Kate riendo-. Tendríais que verla, ¿por qué no les haces el “escorpión”? Si yo hiciera eso me partiría en dos.
-       Yo siempre he querido aprender a hacer yoga, pero soy nula. Me sacas del senderismo y el remo en barca, y me destrozas –mencionó Bea-.
-       Pues ya haces más que yo, yo ni siquiera se sujetar un remo –sonrió Kate por ello-.
-       ¿En serio? –no la creyó Bea-.
-       Y tan en serio –le contestó-. ¿Qué, te animas? –Kate volvió a dirigirse a Esther-.
-       Kate, estamos cenando, no es el mejor momento para… –le dijo Esther-.
-       A mí me encantaría verlo –la interrumpió la voz de Maca, y ambas se miraron por encima de la mesa-.
-       A mí también, ¿es muy complejo? –preguntó Bea-.
-       La hostia de complejo –señaló Kate bajando la voz, pero con un brillo divertido en los ojos-.
-       ¿Si? ¡Me muero por verlo! –se entusiasmó Bea-.
-       Ni siquiera llevo la ropa adecuada para… -Esther quiso poner excusas, sabía que Kate la estaba exhibiendo cual monito de feria-
-       Venga, Esther… no te hagas de rogar, las tres te lo estamos pidiendo –la apretó Kate, y Esther echó un vistazo a los tres pares de ojos que la esperaban en silencio-.
-       Como queráis, supongo que algo puedo mostraros.

Esther se levantó de la mesa, y retiró uno de los sillones para despejar la alfombra. Desentumeció el cuello y después calentó un poco sus articulaciones, por suerte aquel pantalón le permitía movimiento. Tomó aire y calentó con algunas posiciones básicas. El suéter al tener el cuello ancho y ser corto de cintura, amenazó con jugarle una mala pasada, así que decidió quitárselo quedándose en sujetador de cintura para arriba. Ninguna dijo nada por miedo a desconcentrarla, y Esther se tomó su tiempo para respirar y empezar a realizar un movimiento perfecto de autocontrol sobre mente y cuerpo. Las tres se quedaron fascinadas por la facilidad con la que lo había hecho, sobretodo Maca, que fue incapaz de articular palabra tras contemplar aquel cuerpo conocido, y a la vez, tan distinto a cómo lo recordaba.

-       Sería algo así –dijo Esther tras terminar de realizar el movimiento-.
-       ¡Me he quedado de piedra! –exclamó Bea-. ¿Cómo coño has hecho eso?
-       Jajajaja… te lo dije, ¿es, o no es, para romperse? –intervino Kate-.
-       Totalmente. Una vez intenté hacer el pino, y casi me rompo los dientes… ni de coña consigo yo levantar el peso de mi cuerpo sujetándome sólo en los antebrazos –indicó Bea maravillada-. ¡Una pasada, Esther! Te lo digo de verdad.
-       Gracias –le sonrió Esther colocándose de nuevo el suéter y sentándose a la mesa-.
-       ¿Cuánto puede llevar el aprender algo así? –preguntó con curiosidad Bea mientras todas volvían a los aperitivos-.
-       Bueno, eso depende. En realidad yo tardé unos dos años en controlar las posturas invertidas, pero tenía a mi favor que al practicar escalada los brazos estaban acostumbrados a sujetar mi propio peso –reconoció Esther-.
-       ¿También escalas? ¡Dios mío de mi vida! ¿Pero tú no eras pintora? –Bea abrió los ojos como platos-.
-       Jajajaja… -a Esther le hizo gracia su espontaneidad y se rió abiertamente-.
-       Jajaja… Esther es un poquito “Chica del Circo del sol”, yo siempre se lo digo. Si algún día deja de vender cuadros, les mandaré una carta para que le hagan una prueba o algo –mencionó Kate-.
-       Si alguna vez dejo de vender cuadros, te mandaré a freír espárragos y me iré a vivir a un templo budista –le espetó Esther con malicia, y Kate se rió con ganas porque verla peleona le encantaba-. ¿Queréis alguna otra bebida? Yo voy a pasarme al agua, cuando me he puesto boca abajo el eje de gravedad ya bailaba –sonrió Esther y se puso de pie para ir a la cocina-.

Bea y Kate siguieron hablando del tema mientras Maca asentía y trataba de concentrarse en la comida. Como médico, la gente solía contarle sus síntomas en cualquier parte sin importarles el momento o que sólo fuera pediatra, sin embargo después de haber visto a Esther hacer aquello, Maca no podía describir ni identificar lo que sentía. ¿Estaría enfermando?

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-       En serio, ir a sentaros. Me manejo mejor si estoy sola en la cocina –las echó de la mesa Esther a pesar de que todas quisieron ayudarla a recoger las cosas-.

Esther necesitaba tiempo, tiempo pues pese a que se había propuesto mirar las cosas con perspectiva no dejando que Maca le afectara, lo cierto es que todo escapaba a su dominio sólo con verla, con escucharla. “¿Por qué soy tan ridícula? ¿Es que nunca voy a poder parar esto?”, pensó cabreándose con ella misma mientras tiraba los tapers de plástico reciclado en los contenedores, y abría el lavavajillas para ir metiendo los platos.

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-       ¿Queréis un café? –preguntó Kate antes de sentarse-. Así con la excusa voy, y le echo una mano.
-       Pues la verdad es que me tomaría un cortado –le dijo Bea-.
-       ¿Corto, largo de leche? –quiso saber Kate-.
-       Deja, ya voy yo y lo preparo, que sé cómo lo toma –se pronunció Maca de pronto, y tanto Bea como Kate la miraron-. ¿Qué quieres tú, Kate?
-       Un expreso, Esther sabe cómo –le contestó-.
-       De acuerdo

Maca salió del salón y se encaminó hacia la cocina sin añadir más nada. Kate la vio alejarse, y una nota de preocupación se asomó a sus ojos. Rápidamente trató de restarle importancia y volver al presente para sentarse, pero al girarse sólo se encontró con que Bea era a ella a la quién miraba.

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“Tienes que reconocerlo, Bea es encantadora. Si no fuera porque está con Maca, la adorarías. Asúmelo de una puta vez y no te comas más la bola. Se marchó, está con ella, ¿qué parte no entiendes?… Además, ¿qué quieres? ¿qué te haga caso? ¿recuperarla y qué te vuelva loca del coño como hace diez años? ¡No, hija no! ¡Estás mejor así! ¡Mucho mejor, dónde va a parar!... jajaja… ¡Dios mío, es que soy masoca! ¿Pero en qué diablos estaría pensando? Ponerme tan nerviosa por Maca, es que es tan ridículo que no me entra en la cabeza, y más sabiendo que no es la única mujer en el mundo. ¡Madre mía, será por tías! En cuanto cojamos un poco de rutina, seguro que todo se estabiliza… esto es sólo el impacto, verla después de tanto tiempo pues no… no es moco de pavo, pero de ahí a que vuelva a obsesionarme. ¡Los nervios! ¡Es cosa de los nervios! Es que siempre fui algo “histeriquita”, si es que tiene razón mi madre, que me pongo cabezota, me centro en una cosa, y ahí voy… cual mula de carga con el antifaz periférico puesto, ¿así cómo coño no voy a volverme loca?... ¡Despejarse! ¡Relax! ¡Apertura de miras, leches! Maca con Bea, y yo a disfrutar de la  vida... ¡JA!  Cuando vuelva a L.A., ya estoy mirando la agenda bollera a ver en que macrofiesta me meto a bailar como las locas y desmelenar el poco pelo que tengo. ¿O es que Maca también va a poder contra hordas de bolleras dispuestas a sexo? Si no es una, pues serán dos, o tres… o me liaré con las que hagan falta, pero ni de coña pienso volver a perder el norte por….”

No lo vio venir, ninguna de ellas. Esther estaba tratando de eliminar el “Virus Maca” de su sistema mientras ponía las cosas en el lavavajillas, y al cerrarlo de un portazo y darse de golpe la vuelta, sintió que chocaba con alguien, cuando el perfume familiar de Maca, la penetró con fuerza. Un calor insoportable subió desde su cintura hasta su cabeza en menos de un segundo, impidiéndole respirar con normalidad.

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Quería haberla avisado de su llegada, pero la vio tan ensimismada en su que hacer, que Maca no pudo evitar quedarse callada mientras observaba como Esther se levantaba y agachaba frente al lavavajillas. “No te quedes mirándole el culo… ¡Por Dios, Maca! ¿Qué coño te pasa? Sí, te has quedado toda flasheada cuando la has visto con esos tatuajes y a torso descubierto, pero ya está… ¿o es que ahora te vas a parecer a un quinceañero recopilando información visual para sus pajillas? ¡Compórtate! Has venido a por cafés… cafés”, se recordó y se acercó hasta ella con tanta puntería y sigilo, que justo en ese momento Esther se incorporó de golpe chocándose con ella. En milésimas de segundo Maca vio que se estrellarían la una contra la otra, y trató de evitarlo por inercia agarrándola con ambas manos por la cintura. El suéter algo corto de Esther no ayudó mucho, y las manos de Maca se colaron por debajo de aquella escurridiza prenda, adhiriéndolas piel con piel en aquel punto. El calambrazo que Maca hubiera sentido al meter directamente los dedos en el enchufe, no fue nada comparado a lo que sintió al retener el calor corporal de la piel de Esther bajo sus manos. El corazón se le subió a la boca, y las piernas se le aflojaron, volviéndola del revés sin el más mínimo esfuerzo.


3 comentarios:

  1. no te ofendas, pero te odio! no puedes dejarlo ahí, que luego me imagino cosas y no es bueno...
    ahora en serio, muy bueno el capítulo, me ha encantado, aunque una vez más nos dejas la miel en los labios.. =)

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    1. jajaja... no me ofendo, sé que es un halago, dado la situación en la que os he dejado. ¿Qué se le va a hacer? Soy un poco diablilla para eso.. jajja

      Gracias por leer y seguir comentando. Un saludo

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    2. poco diablilla? poco??
      que llevo mucho leyéndote (desde antes de que empezaras la de "de blanco y negro a color") y sé que no soy la única que se queda con ganas de leer más...

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