Una semana después.
Esther terminó
de estirar antes de entrar por la puerta de su garaje. Se encaminó a la nevera
que había en la parte del estudio, y bebió un poco de agua fría a pequeños
sorbos mientras seguía bajando revoluciones con sus auriculares puestos. Tras
aquello, subió las escaleras hacia su apartamento disfrutando de la calma que
había conseguido acumular en aquellos días. Practicar sus ejercicios, y despejarse
entre la galería y alguna visita a casa de su madre, había poco a poco dado sus
frutos, por no hablar de que Kate parecía tan ocupada con el tema de la
universidad, que se había desvanecido concediéndole una tregua. Esther casi
sonreía pensando en la chica con la que había tonteando los dos últimos días en
su circuito de footing, cuando al abrir la puerta se encontró con Kate tirada
en uno de los sillones esperándola. Al verla allí, algo le dijo que sus días de
aparente calma habían finalizado.
-
Kate, ¿qué haces aquí? –preguntó Esther quitándose los
auriculares y dejando el ipod junto a las llaves-.
Kate alzó una
ceja.
-
Mmm… parece como si no te alegraras de verme –le dijo-.
-
No digas tonterías, claro que me alegro –le contestó Esther,
y para demostrárselo se agachó para darle un beso-. No te esperaba, eso es
todo. ¿Qué, cómo estás? ¿Cómo va el tema de la facultad?
Esther iba a
sentarse en el brazo del sillón donde estaba Kate, pero decidió finalmente
quedarse de pie, lejos de ella. Kate la miró con una media sonrisa, sabía que
la estaba esquivando y no podía reprochárselo después de haberla retenido junto
a Maca y Bea hasta las tres de la mañana el último fin de semana.
-
Bien, muy bien. Aún no me he incorporado, pero ya he estado
poniéndome al día con el director y la jefa de estudios de mi departamento. La
verdad es que tengo ganas de empezar, y los chicos parecen que se están
interesando en el postgrado. Así que bien… ¿y tú? –quiso saber Kate que no
apartaba sus ojos de ella-.
-
Tranquila, la verdad. He estado visitando la galería,
pintando un poco…
-
¿Has estado pintando? –se interesó Kate-.
-
Poco… algo… en realidad nada importante –puntualizó Esther-.
La verdad es que no he sacado nada en claro, así que…
-
Ya… -Kate podía imaginarse por qué no había podido concentrarse
en su arte-.
El timbre del
fonoporta sonó en aquel instante.
-
Yo voy –dijo Kate levantándose de un salto del sillón-.
Esther miró la
hora en su reloj de pared, era viernes y ya pasaban de las ocho de la tarde. Se
extrañó porque no esperaba a nadie.
-
Sí, gracias. El primer piso –contestó Kate y abrió la
puerta-. Esther, ¿me pasas mi cartera?
-
Sí, claro –cada vez estaba más intrigada, pero accedió a su
petición-. Toma, ¿has encargado algo? –preguntó-.
-
Sí, la cena –le contestó Kate-. La he pillado de “Rufinos”,
¿te apetece italiano?
-
Claro, ¡me encanta! –se entusiasmó Esther al segundo. La
comida italiana era sin duda su favorita, y aquel restaurante en concreto le gustaba
visitarlo-.
-
Sabía que te gustaría, espera a ver lo que he pedido –le
dijo Kate con una sonrisa y haciéndole un guiño-.
-
Vale, me voy a la ducha. No lo saques de los tapers, dame al
menos veinte minutos –le dijo Esther perdiéndose ya por el pasillo-.
-
Tranquila, no hay prisa –le dijo Kate y recibió al muchacho
con el pedido-.
Esther se
desvistió de camino al baño, su humor había mejorado tras imaginar el menú que
por sorpresa Kate había encargado. Una cena tranquila entre las dos, sin lugar
a dudas era el colofón perfecto a una semana que había ido mejorando conforme
pasaban los días. De pronto, Esther volvió a escuchar el timbre de abajo, se
extrañó pero con el agua corriendo pensó que lo había imaginado. Terminó de
ducharse, y ya se estaba peinando cuando Kate apareció en el quicio de la
puerta.
-
¡Dios, Kate! ¡Me has asustado! –la regañó Esther con una
sonrisa-.
-
¿Te falta mucho? –preguntó Kate-.
-
¿Tú qué crees? –Esther estaba en bragas y sin sujetador
frente al espejo-.
-
Si quieres puedes salir así, a mí no me importa –jugó con
ella Kate mientras le devolvía una sonrisa-.
-
Jajajajaja… seguro que no, pero prefiero cenar con algo
puesto –le dijo Esther siguiéndole la broma-.
-
¡Lástima! Estoy segura de que a Maca le daría un soponcio si
viera los tatuajes que te has hecho.
Esther se
quedó parada con la sola mención de aquel nombre. Miró a los ojos de Kate a
través del espejo y lo que vio la hizo girarse muy despacio cara a ella.
-
Kate… ¿qué has hecho? –preguntó con temor Esther-.
-
Sólo si me prometes no enfadarte demasiado –le dijo Kate
dibujando aquella sonrisa pecaminosa que siempre ponía cuando había hecho una
de las suyas-.
-
¡Kate! ¿Qué, qué has hecho? –volvió a preguntar Esther
poniéndose nerviosa por momentos-.
-
Digamos que vamos a cenar, pero no solas. Maca y Bea están
en el salón, esperando –soltó Kate la bomba como si nada-.
-
¡La madre que te parió! ¡Yo te mato! – Esther le tiró el
peine a la cabeza-.
Kate reaccionó
tirando de la puerta justo a tiempo. Era de esperar que Esther se pusiera como
una fiera.
-
Tómate tu tiempo… te esperamos fuera –le gritó Kate antes de
soltar el pomo y salir corriendo fuera del dormitorio-.
Esther abrió
la puerta del baño hecha una furia, pero Kate ya no estaba. Se pasó los dedos
por el pelo mojado tratando de tranquilizarse, pero no lo vio muy probable
después de aquella noticia.
----
-
¿Pasa algo? Hemos oído ruidos –preguntó Bea en cuanto Kate
reapareció en el salón-.
-
No, tranquilas. Es que a Esther se le ha caído un chisme y
ha dado contra la puerta, pero no pasa nada –mintió Kate divertida-. Por favor
sentaos, ¿queréis tomar algo mientras? –Kate abrió la nevera-. Tenemos
refrescos, vino, cerveza… he encargado italiano –les dijo-.
-
Entonces yo mejor algo de vino –se pronunció Bea-.
-
¿Maca? –preguntó Kate-.
-
Lo mismo para mí –contestó-.
-
Perfecto, yo también ando necesitando una copa –mencionó
Kate por lo bajo, mientras recordaba los ojos encendidos y desorbitados de
Esther por la encerrona-.
Abrió una de
las botellas de vino que había encargado junto a la cena, y sirvió una copa
para cada una de ellas. Las tres se sentaron en el salón esperando a que Esther
apareciera.
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“Me las vas a
pagar… ya lo creo que me las pagas”, Esther echaba chispas mientras se debatía
en qué ponerse dentro de su ropero. “¿Y qué mierda me pongo yo ahora?”,
masculló. Estaba tan cabreada, que pilló un pantalón negro de algodón indio y
un suéter fino de cuello ancho que le encantaba. Kate se había presentado en su
casa con un look informal, y con aquello bastaría. Se vistió a toda prisa y se
miró en el espejo de cuerpo entero antes de coger al toro por los cuernos.
En cuanto
salió de su dormitorio empezó a oír las voces de aquellas tres mujeres a las
que ni había invitado ni mucho menos esperaba. Esther ya había advertido a Kate
de que no intentara apretarla con el tema amistoso de Maca, y ahora tendría que
atenerse a las consecuencias. Sin anunciarse, Esther apareció en el salón
luciendo su mejor sonrisa.
-
Veo que habéis empezado sin mí –les dijo-.
-
¡Esther! –Bea fue la primera en ponerse de pie y darle dos
besos-. ¿Cómo estás?
-
Bien, ¿y tú? –la correspondió con sinceridad-.
-
Muy bien, tienes una casa preciosa… bueno, al menos lo poco
que he visto –le dijo Bea-.
-
¿Te gusta? Si quieres luego os hago el recorrido completo y
la veis, tiene otra planta –Esther lució su faceta más social y diplomática-.
-
Y un sótano –puntualizó Kate sonriendo. Esperaba que Esther
pese a todo entrara en su juego y no se había equivocado-.
-
Sí, bueno... jajaja… y un sótano –se rió Esther, aunque
hubiera estrangulado a Kate de haber podido-. Ese lo utilizo de estudio y es
donde guardamos el material para las exposiciones y eso –les explicó-.
-
Entonces me encantará verlo –mencionó Bea, y le dio paso a
Maca que también se incorporó para saludarla-.
-
¿Cómo va todo? –Maca le dio dos besos, y Esther flaqueó un
poco en su enfado tras oler su perfume-.
-
Bien, ¿y vosotras? ¿Cómo va ese traspaso de trabajo? –preguntó
por cortesía Esther-.
-
De locos, está siendo de locos –sonrió Maca al decirlo, y
Esther se quedó embobada en sus labios-, pero supongo que poco a poco nos
iremos adaptando.
-
Seguro que sí, ya verás –le dijo Esther, y con disimulo se
separó de ella-. Bueno, ¿y para mí no hay una copa?
-
Claro que sí, ¿qué te apetece? –se ofreció Kate a servirle
mientras se levantaba e iba a la cocina-.
-
No sé, ¿qué hay? –Esther la siguió y aprovechó la puerta
abierta de la nevera, para atizarle a Kate un gran pellizco-.
-
¡Ayyy….! ¡Ha… hay vino, cerveza, refrescos! –disimuló Kate
frotándose el brazo donde Esther la había pellizcado-. No te enfades –le dijo
por lo bajo-.
-
Tú y yo ya hablaremos… ¡Voy a estrangularte! –le contestó
Esther también en voz baja mientras las dos disimulaban servir una copa-. ¿Cómo
se te ocurre?
Kate
se encogió de hombros, y por si las moscas se puso al otro lado de la encimera
no fuera caso que Esther la agrediera de nuevo.
-
¿Vino? –le preguntó-.
-
Whisky… directo en vena a ser posible –le dijo Esther y Kate
sonrió porque pese a todo empezaba a lucir su buen humor-.
-
¡Estás muy guapa! –le susurró Kate poniéndose a su lado y
tendiéndole una copa de vino-.
-
Déjate de cuentos… ¡Me importa un bledo! –refunfuñó Esther
tomando un largo trago y tendiéndole la copa de nuevo para que la rellenara-.
Kate sonrió y
le sirvió de nuevo.
-
Lo sé, pero para tu información, no soy la única que parece
apreciarlo –le dijo-.
Esther alzó
una ceja, y Kate le hizo un gesto con la cabeza por encima de su hombro. Esther
dirigió la mirada hacia dónde le señalaba, y sin previo aviso, captó de soslayo
los ojos de Maca posados en ellas mientras seguía conversando con Bea en el
salón. Esther volvió a beber un trago de su copa. Aquella noche iba a ser muy
larga para estar tan sobria.
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Tras unos
minutos más de charla en el salón, las cuatro decidieron sentarse a la mesa.
Bea y Maca comentaron que habían tenido un poco de lío con el equipo de Holanda
pero que finalmente parecía que iban a poder solucionarlo. Kate por su parte
les contó lo del postgrado en la facultad y tanto Maca como Bea se alegraron de
saber que la tendrían cerca para ese curso.
-
¿Y tú, Esther? ¿no nos cuentas nada? Estás muy callada –la
sacó a la palestra Kate-.
-
En realidad tengo poco que contar. La galería va bien, y
salvo ver a mi madre, darle una vuelta a la colección y salir a correr… no he
hecho nada de extraordinario –mencionó Esther no queriendo entrar en su juego-.
-
¿Corres? –preguntó Maca-.
-
Sí, a veces –le contestó Esther-.
-
¿Desde cuándo? Si no recuerdo mal, el ejercicio físico no
era precisamente tu fuerte –siguió conversando Maca-.
-
Pues deberías de verla ahora. Practica desde hace años yoga
avanzado, y en el piso de arriba tiene montado un pedazo de gimnasio –la delató
Kate con una sonrisa-.
-
¿En serio? ¿practicas yoga? –Maca estaba sorprendida. La
Esther que recordaba sólo corría para llegar a las clases, y había que
chantajearla con besos para que la acompañara aunque sólo fuera para dar una
vuelta a la manzana. Recordar los besos robados de Esther, la aceleraron de
pronto-.
-
Un poco –contestó Esther sin darle importancia-.
-
¡Y una mierda un poco! –soltó Kate riendo-. Tendríais que
verla, ¿por qué no les haces el “escorpión”? Si yo hiciera eso me partiría en
dos.
-
Yo siempre he querido aprender a hacer yoga, pero soy nula.
Me sacas del senderismo y el remo en barca, y me destrozas –mencionó Bea-.
-
Pues ya haces más que yo, yo ni siquiera se sujetar un remo
–sonrió Kate por ello-.
-
¿En serio? –no la creyó Bea-.
-
Y tan en serio –le contestó-. ¿Qué, te animas? –Kate volvió
a dirigirse a Esther-.
-
Kate, estamos cenando, no es el mejor momento para… –le dijo
Esther-.
-
A mí me encantaría verlo –la interrumpió la voz de Maca, y
ambas se miraron por encima de la mesa-.
-
A mí también, ¿es muy complejo? –preguntó Bea-.
-
La hostia de complejo –señaló Kate bajando la voz, pero con
un brillo divertido en los ojos-.
-
¿Si? ¡Me muero por verlo! –se entusiasmó Bea-.
-
Ni siquiera llevo la ropa adecuada para… -Esther quiso poner
excusas, sabía que Kate la estaba exhibiendo cual monito de feria-
-
Venga, Esther… no te hagas de rogar, las tres te lo estamos
pidiendo –la apretó Kate, y Esther echó un vistazo a los tres pares de ojos que
la esperaban en silencio-.
-
Como queráis, supongo que algo puedo mostraros.
Esther se
levantó de la mesa, y retiró uno de los sillones para despejar la alfombra.
Desentumeció el cuello y después calentó un poco sus articulaciones, por suerte
aquel pantalón le permitía movimiento. Tomó aire y calentó con algunas
posiciones básicas. El suéter al tener el cuello ancho y ser corto de cintura,
amenazó con jugarle una mala pasada, así que decidió quitárselo quedándose en
sujetador de cintura para arriba. Ninguna dijo nada por miedo a
desconcentrarla, y Esther se tomó su tiempo para respirar y empezar a realizar
un movimiento perfecto de autocontrol sobre mente y cuerpo. Las tres se
quedaron fascinadas por la facilidad con la que lo había hecho, sobretodo Maca,
que fue incapaz de articular palabra tras contemplar aquel cuerpo conocido, y a
la vez, tan distinto a cómo lo recordaba.
-
Sería algo así –dijo Esther tras terminar de realizar el
movimiento-.
-
¡Me he quedado de piedra! –exclamó Bea-. ¿Cómo coño has
hecho eso?
-
Jajajaja… te lo dije, ¿es, o no es, para romperse?
–intervino Kate-.
-
Totalmente. Una vez intenté hacer el pino, y casi me rompo
los dientes… ni de coña consigo yo levantar el peso de mi cuerpo sujetándome
sólo en los antebrazos –indicó Bea maravillada-. ¡Una pasada, Esther! Te lo
digo de verdad.
-
Gracias –le sonrió Esther colocándose de nuevo el suéter y
sentándose a la mesa-.
-
¿Cuánto puede llevar el aprender algo así? –preguntó con
curiosidad Bea mientras todas volvían a los aperitivos-.
-
Bueno, eso depende. En realidad yo tardé unos dos años en controlar
las posturas invertidas, pero tenía a mi favor que al practicar escalada los
brazos estaban acostumbrados a sujetar mi propio peso –reconoció Esther-.
-
¿También escalas? ¡Dios mío de mi vida! ¿Pero tú no eras
pintora? –Bea abrió los ojos como platos-.
-
Jajajaja… -a Esther le hizo gracia su espontaneidad y se rió
abiertamente-.
-
Jajaja… Esther es un poquito “Chica del Circo del sol”, yo
siempre se lo digo. Si algún día deja de vender cuadros, les mandaré una carta
para que le hagan una prueba o algo –mencionó Kate-.
-
Si alguna vez dejo de vender cuadros, te mandaré a freír
espárragos y me iré a vivir a un templo budista –le espetó Esther con malicia,
y Kate se rió con ganas porque verla peleona le encantaba-. ¿Queréis alguna
otra bebida? Yo voy a pasarme al agua, cuando me he puesto boca abajo el eje de
gravedad ya bailaba –sonrió Esther y se puso de pie para ir a la cocina-.
Bea y Kate
siguieron hablando del tema mientras Maca asentía y trataba de concentrarse en
la comida. Como médico, la gente solía contarle sus síntomas en cualquier parte
sin importarles el momento o que sólo fuera pediatra, sin embargo después de
haber visto a Esther hacer aquello, Maca no podía describir ni identificar lo
que sentía. ¿Estaría enfermando?
---
-
En serio, ir a sentaros. Me manejo mejor si estoy sola en la
cocina –las echó de la mesa Esther a pesar de que todas quisieron ayudarla a
recoger las cosas-.
Esther necesitaba
tiempo, tiempo pues pese a que se había propuesto mirar las cosas con perspectiva
no dejando que Maca le afectara, lo cierto es que todo escapaba a su dominio
sólo con verla, con escucharla. “¿Por qué soy tan ridícula? ¿Es que nunca voy a
poder parar esto?”, pensó cabreándose con ella misma mientras tiraba los tapers
de plástico reciclado en los contenedores, y abría el lavavajillas para ir metiendo
los platos.
---
-
¿Queréis un café? –preguntó Kate antes de sentarse-. Así con
la excusa voy, y le echo una mano.
-
Pues la verdad es que me tomaría un cortado –le dijo Bea-.
-
¿Corto, largo de leche? –quiso saber Kate-.
-
Deja, ya voy yo y lo preparo, que sé cómo lo toma –se
pronunció Maca de pronto, y tanto Bea como Kate la miraron-. ¿Qué quieres tú,
Kate?
-
Un expreso, Esther sabe cómo –le contestó-.
-
De acuerdo
Maca salió del
salón y se encaminó hacia la cocina sin añadir más nada. Kate la vio alejarse,
y una nota de preocupación se asomó a sus ojos. Rápidamente trató de restarle
importancia y volver al presente para sentarse, pero al girarse sólo se
encontró con que Bea era a ella a la quién miraba.
---
“Tienes que
reconocerlo, Bea es encantadora. Si no fuera porque está con Maca, la
adorarías. Asúmelo de una puta vez y no te comas más la bola. Se marchó, está
con ella, ¿qué parte no entiendes?… Además, ¿qué quieres? ¿qué te haga caso?
¿recuperarla y qué te vuelva loca del coño como hace diez años? ¡No, hija no!
¡Estás mejor así! ¡Mucho mejor, dónde va a parar!... jajaja… ¡Dios mío, es que
soy masoca! ¿Pero en qué diablos estaría pensando? Ponerme tan nerviosa por
Maca, es que es tan ridículo que no me entra en la cabeza, y más sabiendo que
no es la única mujer en el mundo. ¡Madre mía, será por tías! En cuanto cojamos
un poco de rutina, seguro que todo se estabiliza… esto es sólo el impacto,
verla después de tanto tiempo pues no… no es moco de pavo, pero de ahí a que
vuelva a obsesionarme. ¡Los nervios! ¡Es cosa de los nervios! Es que siempre
fui algo “histeriquita”, si es que tiene razón mi madre, que me pongo cabezota,
me centro en una cosa, y ahí voy… cual mula de carga con el antifaz periférico
puesto, ¿así cómo coño no voy a volverme loca?... ¡Despejarse! ¡Relax!
¡Apertura de miras, leches! Maca con Bea, y yo a disfrutar de la vida... ¡JA! Cuando vuelva a L.A., ya estoy mirando la
agenda bollera a ver en que macrofiesta me meto a bailar como las locas y
desmelenar el poco pelo que tengo. ¿O es que Maca también va a poder contra
hordas de bolleras dispuestas a sexo? Si no es una, pues serán dos, o tres… o
me liaré con las que hagan falta, pero ni de coña pienso volver a perder el
norte por….”
No lo vio
venir, ninguna de ellas. Esther estaba tratando de eliminar el “Virus Maca” de
su sistema mientras ponía las cosas en el lavavajillas, y al cerrarlo de un
portazo y darse de golpe la vuelta, sintió que chocaba con alguien, cuando el
perfume familiar de Maca, la penetró con fuerza. Un calor insoportable subió
desde su cintura hasta su cabeza en menos de un segundo, impidiéndole respirar
con normalidad.
---
Quería haberla
avisado de su llegada, pero la vio tan ensimismada en su que hacer, que Maca no
pudo evitar quedarse callada mientras observaba como Esther se levantaba y
agachaba frente al lavavajillas. “No te quedes mirándole el culo… ¡Por Dios,
Maca! ¿Qué coño te pasa? Sí, te has quedado toda flasheada cuando la has visto
con esos tatuajes y a torso descubierto, pero ya está… ¿o es que ahora te vas a
parecer a un quinceañero recopilando información visual para sus pajillas?
¡Compórtate! Has venido a por cafés… cafés”, se recordó y se acercó hasta ella
con tanta puntería y sigilo, que justo en ese momento Esther se incorporó de
golpe chocándose con ella. En milésimas de segundo Maca vio que se estrellarían
la una contra la otra, y trató de evitarlo por inercia agarrándola con ambas
manos por la cintura. El suéter algo corto de Esther no ayudó mucho, y las
manos de Maca se colaron por debajo de aquella escurridiza prenda,
adhiriéndolas piel con piel en aquel punto. El calambrazo que Maca hubiera
sentido al meter directamente los dedos en el enchufe, no fue nada comparado a
lo que sintió al retener el calor corporal de la piel de Esther bajo sus manos.
El corazón se le subió a la boca, y las piernas se le aflojaron, volviéndola
del revés sin el más mínimo esfuerzo.
no te ofendas, pero te odio! no puedes dejarlo ahí, que luego me imagino cosas y no es bueno...
ResponderEliminarahora en serio, muy bueno el capítulo, me ha encantado, aunque una vez más nos dejas la miel en los labios.. =)
jajaja... no me ofendo, sé que es un halago, dado la situación en la que os he dejado. ¿Qué se le va a hacer? Soy un poco diablilla para eso.. jajja
EliminarGracias por leer y seguir comentando. Un saludo
poco diablilla? poco??
Eliminarque llevo mucho leyéndote (desde antes de que empezaras la de "de blanco y negro a color") y sé que no soy la única que se queda con ganas de leer más...