Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
11:
Durante
las dos semanas siguientes, la vida de Maca se convirtió en un amasijo de
trabajo y angustia. Los trabajos en la bodega se habían cuadruplicado, y por si
fuera poco, su asesor de campaña se había roto una pierna esquiando, con lo que
toda la carga publicitaria había caído sobre ella sin comerlo ni beberlo.
- Pequeña,
no te angusties, míralo por el lado positivo, así podremos vernos -le decía su
amiga cariñosamente al teléfono-. Te voy a cuidar tanto que no vas a querer
regresar a Jerez.
- jaja…
¿lo prometes? –sonrió por primera vez Maca ante las atenciones de su amiga-.
- Pues
claro cariño, tú sabes que aquí eres bien recibida siempre, no tienes por qué
quedarte en ningún hotel –la invitó su amiga-.
- De eso
nada Ana, no me voy a quedar en tu casa –le advirtió Maca-.
- De
verdad que eres cabezota. Mira, no voy a discutir contigo de eso por teléfono
así que dime cuando llegas y te recojo en la estación –le preguntó Ana
cambiando de tema-.
- Llegaré
a las 22h, hubiera querido ir con la moto pero no me dejan. Además, cantaría
mucho que me presentara a la cena del club con el casco en la mano, ¿no? –se
sonrió pensando en lo que diría su madre si lo hiciera, estaba segura que al
día siguiente cuando lo leyeran en prensa pondría el grito en el cielo-.
- Pues sí,
pero a ti eso te encantaría. Por cierto, ¿ya tienes con quién ir? Sabes que yo
te acompañaría, pero no puedo dejar tirado a Luís, o me cuelgo de su brazo el
sábado o se lo comen vivo en la reunión de socios –se disculpó Ana por
fallarle-.
- No te
preocupes, creo que tengo a alguien que me puede acompañar aunque aún no la he
llamado –dijo Maca mirando la tarjeta púrpura-.
- ¿No
pensarás ir con Azucena, no? –se alarmó Ana-.
- ¿Estás
de broma? ¡Ni loca! – se puso tensa Maca-. No quiero ni pensar en
encontrármela.
-
¿Entonces, con quien irás? –quiso saber Ana-.
- Se llama
Esther, y no la conoces. Ya te lo contaré cuando nos veamos, te tengo que dejar,
¿vale? –la cortó Maca viendo que entraban a buscarla al despacho-.
- Está
bien preciosa, a las 22h te recojo… un beso.
- Un beso
Ana. Ciao.
---
En una
lujosa mansión a las afueras de Madrid, Esther terminaba de colocarse la ropa
de calle.
- Oh
cariño, has estado fantástica, eres una verdadera adicción –la mujer
semidesnuda abrazaba a Esther por la espalda y la besaba en el cuello con
fervor-.
- Me
alegro de que hayas disfrutado. No ha sido fácil encontrar los leotardos que
querías –le dijo Esther mostrando esa sonrisa traviesa que a la mayoría de sus
clientas traía locas-, al final tuve que ir a la otra punta de Madrid a
comprarlo, porque ya empiezan a sospechar a los que voy siempre. ¿Sabes? el
dependiente me preguntó para quién eran y tuve que decir que para mi hija,
aunque se extrañó mucho cuando entré a probármelo… jajaja… Claro que más se
sorprendió de que saliera con él puesto para pedirle opinión.
- jajajja…
seguro que aún está soñando contigo cariño, eres una fantasía hecha realidad
–la mujer trató de besarla en la boca en un arrebato de cariño-.
Esther
puso la mejilla rápidamente, y luego le regaló una sonrisa viendo que la mujer
se quedaba angustiada.
- Lo
siento, sé que no quieres, perdona –se disculpó la mujer-.
Esther
terminó de abrocharse la camisa y la cogió suavemente por los hombros para
obligarla a sentarse en el borde de la cama.
- Elena,
creo que ya estás preparada para tener relaciones con alguien de forma natural.
Sé que estás asustada, que tu divorcio fue un duro golpe para ti y que afrontar
que te gustan las mujeres ha puesto tu mundo patas arriba, pero de verdad creo
que te pierdes muchas cosas limitando tu vida sexual sólo a nuestros encuentros
–Esther fue todo lo suave que podía, ya había hablado con Elena de aquello
muchas veces, pero ella no había querido nunca pensar en ello. Sin embargo,
Esther veía como la dependencia de Elena por sus encuentros se hacía cada vez
mayor y creía que era hora de soltarla-. Sabes que yo no te puedo dar lo que
quieres.
- ¿Pero
por qué? ¡Yo te quiero a ti! ¿Es que no estás bien conmigo? –Elena a aquellas
alturas ya estaba más que desesperada. Esther sabía lo mucho que le asustaba a
aquella mujer afrontar su nueva situación-.
Esther no
dejó que Elena se echara en sus brazos, sabía que protegerla lo único que haría
sería agravar la situación.
- Cariño,
escúchame… Escucha lo que estás diciendo tú. Tú no puedes quererme, sabes muy
bien quien soy -le dijo Esther-.
- ¡Si, un
ángel que me hace feliz! –dijo la mujer medio sollozando-.
- No, no
soy un ángel, soy una fantasía, algo irreal que has comprado -la rectificó
Esther calmadamente-. Oh, Elena, por favor, en el fondo lo sabes, ya hemos
pasado por esto. Me gusta estar contigo pero es mi trabajo, tú necesitas a
alguien que esté a tu lado de verdad , ¿no ves lo que te estás perdiendo? –
Esther cogió la barbilla de la mujer para que la mirara a los ojos-. Estás
cerrándole la puerta al amor, y ahí fuera hay miles de mujeres preciosas que desearían
una oportunidad contigo. Quizá te hagan sufrir, llorar, pero también te harán
reír, vibrar y sea lo que sea, será real y no esto.
- ¡Pero no
sé ni por dónde empezar, Esther! ¡Me moriré! –la desesperación de Elena siempre
la conmovía, estaba tan asustada que no podía ver más allá de su temor-.
- Yo te
ayudaré, la semana que viene en lugar de quedarnos en casa te llevaré a dar una
vuelta por el ambiente -la expresión de susto de Elena la hizo reír-… jajajaj…
tranquila que no te dejaré sola y lo disfrutarás, confía en mí. ¿De acuerdo?
- ¡De
acuerdo! –sonrió la mujer ante la mirada risueña de Esther-.
-
Estupendo, al menos hemos dado un paso más, ¿no te parece? –le dijo Esther
poniéndose de pie-.
Elena la
siguió hasta la puerta y le pidió que la abrazara. Esther lo hizo porque no
podía negarse, le había cogido cariño a su dulzura y su perversidad de hacer
que se vistiera de colegiala cada vez que se veían. Elena había tenido su
primer y gran amor en un colegio católico femenino, y aquel trauma se había
convertido también en su juego sexual por excelencia.
- Todo irá
bien, así que no te angusties -le susurró Esther-.
- No me
angustiaré, pero aún no he renunciado a verte con esas minifaldas a cuadros, así
que no te hagas ilusiones –le advirtió la mujer con una sonrisa y luego le pasó
las manos por encima del pecho-. ¡Eres un pecado!
- Y tú una
pervertida entrañable -le dijo Esther dándole un beso en la mejilla antes de
abrir la puerta-. Te llamaré al busca el jueves para concretar, ¿vale?
- ¡Vale!
Conduce con cuidado.
- Lo haré,
hasta pronto.
Elena se
quedó en el quicio de la puerta hasta que vio como Esther se subía a su
descapotable y se ponía las gafas de sol antes de poner rumbo a la carretera.
Con una sombra de temor pero también de excitación, se preguntó que pasaría la
próxima vez que se vieran, luego recogió con fervor el último uniforme que
Esther había lucido ante ella y lo colgó con los demás.
12:
Las manos
le temblaban sin saber muy bien porqué, llevaba dos semanas pensando en ello,
sobretodo recordando el olor de aquella melena rizada y aquella piel cálida,
sin embargo en su cabeza algo le decía que estaba loca, que llamar a una
prostituta no era una buena idea, que podía tener a quien quisiera. “Dios mío,
estás fatal Maca… ¿qué coño te pasa?”. A pesar de su conciencia sus dedos
empezaron a marcar en el móvil el número de teléfono, a medida que sonaban los
tonos el corazón de Maca se ponía más y más ansioso. Cuando iba a colgar, una
dulce voz respondió.
- ¡Hola!
¿Quién eres?
La
pregunta la cogió desprevenida.
- Ah… eh...
esto… perdona, ¿eres Esther? –acertó a preguntar Maca finalmente-.
- Sí, ¿y
tú? –le preguntó con jovialidad la joven, y Maca pudo presentir su sonrisa-.
- Verás,
me diste tu tarjeta hace dos semanas pero no sé si te acordarás de mí, soy...
-
Ohhhhhhhhh… la “buenorra de la moto”, Maca ¿no es así? –le respondió Esther
antes de que a Maca le diera tiempo a presentarse-.
- Eh… sí,
soy Maca… ¿buenorra de la moto? ¿Siempre pones motes a tus clientes? –se
recuperó Maca de su aturdimiento viendo la cercanía con la que le hablaba
Esther.
-
jajajajaj… no, no siempre. ¿Y cómo estás? –le preguntó Esther mientras subía la
capota de su coche para escuchar mejor la conversación-.
- Oh,
bien, o eso creo… la verdad es que he estado muy liada, el trabajo ya sabes
–dijo Maca-.
“¡¿Pero
qué coño va a saberrrr?!” “Dios santo hablas con ella como si fuera una amiga
de toda la vida….al grano Maca, al grano”… se recriminó a sí misma.
- Pensé
que ya no me llamarías –interrumpió Esther en sus pensamientos-. ¡Dime! ¿En qué
puedo ayudarte?
“Eso, Maca…
¿en qué puede ayudarte? ¡Por Dios que bajo has caído!”. La conciencia de Maca
no dejaba de librar su batalla particular. “¡A la mierda! ¡vale! La necesito. No
puedo hacer esto sola”, se auto convenció Maca antes de proseguir.
- Verás,
sé que te llamo muy tarde, pero tengo una cena pasado mañana y necesito una
acompañante. Nada de sexo claro… -se apresuró a decir Maca como excusándose-…
bueno, quiero decir que…
- jajajaja…
-las carcajadas de Esther templaron sus nervios-. Ya sé lo que quieres decir,
aunque el sexo tampoco sería un problema y no lo tienes porqué decidir ahora.
¿A qué hora es exactamente?
- El
sábado a las 22h, pero preferiría que nos viéramos sobre las 20h en mi hotel,
me hospedo en el mismo que la última vez –le dijo Maca tranquilizándose un poco
por las facilidades que le estaba brindando Esther-.
-
Estupendo, entonces confirmado, te hago hueco para el sábado. ¿Me vas a
necesitar toda la noche como la otra vez o sólo hasta la cena? –le siguió
preguntando Esther-.
- Eh.. eh…
-Maca se quedó en blanco-, pues no lo había pensado. ¿Necesitas que te lo diga
ahora?
- No, era
por tener algo de información, cómo sé que te cuesta soltar prenda -Esther se
rió ante el silencio de mandíbula desencajada de Maca-.
- Oh, muy
bonito… sigues disfrutando burlándote de mí, ¿no es eso? –la regañó Maca aunque
era un alivio poder reír con alguien para variar-.
- ¡Eso
siempre, preciosa! Ahora en serio, ¿quieres que me vista con algo en especial?
¿o lo dejas a mi elección? –le preguntó Esther-.
- No sé,
tampoco lo había pensado, ya sabes que soy novata en esto.
- ¿Es cena
en mesa o tipo buffet y charla? –le preguntó nuevamente Esther-.
- Buffet,
habrá distintas salas y tendré que hablar con mucha gente. Creo que luego habrá
algo de baile o así, pero no sé si nos quedaremos hasta el final -le explicó
Maca por encima, percatándose de lo mala que era con los protocolos-.
- Ok, no
te preocupes, yo me encargo. ¿El sábado entonces a las 20h en tu hotel, no es
eso? –le confirmó Esther-.
- Sí
-respondió Maca-.
- ¿Tú
color favorito?
-
¿Perdona? –preguntó Maca creyendo que no la había entendido bien-.
- ¿Qué cuál
es tu color favorito? –le repitió la pregunta Esther-.
- No sé, el
azul, el blanco, el negro, el rojo… no sé, los típicos.
- Ok,
jajaja… ya elegiré yo por ti, será lo mejor –contestó Esther riéndose-. Nos
vemos el sábado, ciao.
- Ciao…
Maca miró
el móvil como si fuera un objeto extraño cuando enmudeció. “¿Qué habrá querido
decir con eso? ¿Por qué se reía?... buaaaa… está loca... y yo como una cabra”.
Siguió pensando Maca, aunque su sonrisa se ensanchaba contra más lo hacía.
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