lunes, 21 de octubre de 2013

De Blanco y Negro a Color - 104 y 105 -





La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
104

-       Me voy mañana –le anunció dubitativa Esther durante el desayuno-.

A Maca se le cerró el estómago de golpe y no pudo alzar la tostada que estaba a punto de comerse. La lucha interna entre sacar la rabia que sentía por aquel maldito trabajo,  y aquella voz en su interior que le decía “calma, tú lo aceptaste así”, se apoderó de ella una vez más, paralizándola por unos instantes. Como pudo, trató de encajar la realidad.

-       ¿Tan pronto? –le preguntó-.

Esther casi no se atrevía a mirarla, no quería ver aquel apagón que sin lugar a dudas habría en los ojos de Maca de golpe. Dejó los cubiertos en la mesa y retiró su silla.

-       Ven aquí –le pidió Esther con dulzura extrema, aunque la voz estaba a punto de atragantársele por la impotencia que sentía ante aquella situación-.

Maca no tardó en acudir a su lado y sentarse en su regazo cuando Esther abrió los  brazos para que lo hiciera. Durante unos minutos, la cara de Maca se sumergió en el cuello de Esther, y ésta la estrechó con firmeza mientras le acariciaba la espalda. Sintió el silencioso sollozo de Maca en su piel mucho antes de que una muda lágrima le mojara el cuello, y aunque quiso gritar y pelearse con el mundo entero por aquello, se limitó a abrazarla susurrándole cuánto la quería y que trataría de regresar pronto. Por fin Maca se desahogó lo suficiente para poder mirar de nuevo a Esther a la cara sin sentir aquella sensación de pérdida.

-       ¿Cuándo? ¿Cuánto tiempo vas a estar fuera? –le preguntó Maca aun a sabiendas de que no debía preguntarlo, pues Esther ya la había adiestrado en lo incierto de los entresijos del protocolo que seguía la DMIT, y en lo peligroso que era no sólo la información que Esther manejaba, sino el sólo hecho de que mantuvieran una relación entre las dos. A Esther se le ponían los pelos de punta cada vez que pensaba en la posición tan peligrosa en la que había colocado a Maca al formalizar su relación e irse a vivir con ella. Pensar que alguien pudiera llegar a utilizarla, a atacarla para llegar a la DMIT, para llegar hasta ella, la consumía, y Maca lo sabía… aún así, necesitaba saberlo-.
-       Maca… -trató de negarse Esther-.
-       ¿Cuánto? –le preguntó más enérgicamente Maca sujetando firmemente la cara de Esther entre sus manos para que no pudiera mentirle. Sus ojos hablaban por si solos-.
-       4 meses, de momento –contestó Esther a la pregunta, por más que quiso disimularlo a Maca se le notó el aguijón que se le había clavado al escucharlo-.
-       ¿Dónde? –preguntó con menos voz-.
-       Maca, esto no…. –Esther trató de zafarse. ¿Por qué pasar siempre por lo mismo?-.
-       ¡A la mierda la DMIT!, ¿dónde vas a estar? ¡Esther! –Maca esta vez alzó la voz, la rabia era muy difícil de contener cuando iba a perder de vista a lo que más quería-.
-       ¡Te das cuenta de la posición en que me pones! Si alguien llegara a ti… Dios… ¡No debes saber nada, Maca! Las cosas se hacen así por una razón muy específica, no es un capricho… no… -Esther ya se había puesto en pie, no era capricho suyo el no contarle a Maca todo sobre su trabajo. Habían antecedentes en los arsenales de la DMIT, secuestros de familiares, amenazas de explosivos por agencias internacionales y nacionales… las investigaciones que atesoraban eran codiciosas, tan brillantes algunas de ellas como peligrosas. Por eso eran un grupo tan reducido de agentes, por eso todo era tan clandestino y tan silencioso, por eso no se hablaba de aquel departamento ni había registro fuera de los límites que establecía la DMIT-.

Maca la cogió del brazo con tanta fuerza que Esther no tuvo más remedio que detenerse en su huida de la estancia. Cuando se giró, los ojos de ambas se enfrentaron… allí estaba, aquella furia tan distinta, pero tan tenaz y fuerte, que era imposible que el pulso que mantenían terminara si una de las dos o ambas no cedían en su empeño. Esa determinación que puesta en objetivos opuestos las enfrentaba, convirtiéndolas en el contrincante más fuerte que pudieran encontrarse, y sin embargo, la misma determinación y fortaleza que las hacía a ambas tan iguales, tan especiales, tan necesarias.

-       Estoy esperando –le anunció Maca, no iba a ceder, Esther lo sabía… muchas otras veces lo había hecho, pero algo en la rudeza de sus facciones le dijo que esta vez no sería así-.
-       Suiza –cedió Esther-.
-       ¿Por qué? –preguntó Maca sin soltarla-.
-       El investigador entra en la última fase, no puedo zafarme –se resignó Esther. Maca sabía demasiado, sabía demasiado… se repetía, pero ¿qué otra cosa podía hacer?-.

Maca la liberó entendiendo sus palabras. Llevaban demasiado juntas, se habían enfrentado ya demasiadas veces a aquella situación para conocer en qué consistía el trabajo de Esther llegado a ese punto. Lo que le hizo soltarla no fue salirse con la suya, sino darse cuenta de que Esther volvería a ponerse en peligro, volvía a encargarse de ser el chaleco antibalas de un completo desconocido, y por mucho que Esther lo disfrazara con palabras como “protocolo de seguridad”, ella misma había vivido lo que era tener a Esther de guardaespaldas llegado el momento.

-       Maca, todo está muy mecanizado, no hay ningún peligro. Sólo tenemos que asegurarnos de que llegue bien, sólo eso –le dijo Esther leyendo los temores en su cara-.
-       Sí, está bien –contestó Maca, aquello no la tranquilizaba. Su cabeza de pronto había cambiado de registro y se había puesto a funcionar muy lejos de aquella cocina-

Esther la atrajo contra sí, y le tomó la cara para que la mirara.

-       No va a pasar nada… te llamaré, te lo prometo. Volveré lo antes posible –la desesperación en la voz de Esther fue lo único que hizo reaccionar a Maca. “¿Tendría tanto miedo de perderla, como ella?” se preguntó Maca, y leyó claramente en los ojos de Esther lo aterrador que le parecía que existiera la posibilidad de que Maca se rindiera, de que ya no soportara aquella eterna espera-.
-       ¿Me llamarás? –le preguntó Maca reaccionando, simulando animarse cuando lo que quería era reventar de una patada a cualquiera que se acercara para querer separarlas-.
-       Sí, te llamaré –suspiró Esther aliviada al ver que Maca estaba con ella-. No sé como ni cuándo, pero te llamaré, lo prometo cariño.

Las dos empezaron a besarse, porque el tiempo de estar juntas era demasiado valioso como para desperdiciarlo en una batalla que de por si estaba perdida.

Un mes más tarde.

Maca se miró el reloj, había llegado pronto e iba por su segundo café, pero aún así, cualquier cosa le parecía mejor que quedarse quieta. Kate le había sugerido que pasara por el juzgado cuando quisiera para atenderla, pero lo que tenía que tratar con ella no era algo que se pudiera hablar dentro de muros tan vigilados. Así que se citaron en un café bastante concurrido del barrio antiguo, en el que a aquellas horas aún se podía dialogar con tranquilidad. Volvió a mirarse el reloj, tenía que estar a punto de llegar, Kate solía ser bastante puntual. Tamborileó sobre el dossier que había preparado mientras tomaba otro sorbo de café, y no hizo falta que pasaran más de cinco minutos para ver la figura de Kate por la ventana en dirección a la puerta. En cuanto entró, Maca le hizo una señal con la mano. Kate se acercó hasta la mesa y la saludó con una sonrisa, pero se le notaba que aquella “cita” clandestina le formulaba muchas preguntas y algunas dudas que estaba ansiosa por resolver.

-       Bueno, tú dirás. Por qué supongo que debe ser algo importante para que no me lo comentaras el fin de semana pasado cuando estuvisteis en casa -le dijo Kate en cuanto acabaron los consabidos diálogos y preguntas de cortesía sobre cómo les iba la vida-

Maca extendió la carpeta hacia Kate, ésta la miró con un interrogante que se traslado de la tapa en blanco del dossier hacia Maca, y luego volvió a perderse en la carpeta que ya estaba a su alcance.

-       ¡Ábrela! –le pidió Maca-.

Kate volvió a mirarla antes de hacer lo que le pedía, pero en cuanto abrió el dossier y empezó a leer la primera página, la incredulidad fue en aumento en su rostro.

-       Esto…. –Kate pasó algunas páginas con rapidez, la jerga legal le era demasiado familiar y fue saltando párrafos mientras lo que se planteaba hacer Maca se materializaba claramente en su mente-… ¡Maca, no puedes hacer esto! ¿Tienes idea de dónde te metes? –Kate bajó la voz al formular aquella pregunta. Maca pudo ver como su amiga alegre y desbocada, se transformaba en la juez profesional y seria que sabía que era-.
-       Sí, y sí… a ambas preguntas, pero te falta formularme una –le contestó Maca y ambas se miraron de frente-.
-       ¿Lo sabe Esther? –la preguntó Kate finalmente-.

Maca sonrió y luego negó con la cabeza. Kate cerró de golpe la carpeta y se echó atrás en la silla, la camarera apareció con el café que Kate le había solicitado cuando se había sentado a la mesa, y ambas esperaron a quedarse de nuevo a solas.

-       ¿Por qué me has llamado para esto Maca? ¡Sabes que no haré nada sin el consentimiento de Esther! –le dijo Kate-.

Maca tomó un sorbo de su taza tranquilamente, y con serenidad le contestó…

-       Porque no puedo confiar esto a nadie más, eres la única que conoce tanto la DMIT como Esther, y la única que es capaz de revisar ese contrato punto por punto para que nada salga mal… y con respecto a lo de si lo harás o no sin contar con Esther…. ¡Lo harás! –afirmó con convicción Maca mirándole a los ojos- ¡Sabes que no hay otra forma para Esther y para mí!

Kate se quedó en silencio mientras procesaba todo lo que el silencio de Maca decía. Tras unos minutos que a Maca le parecieron horas, Kate dejó la taza de café sobre la mesa y volvió a abrir el dossier, esta vez sin tanta sorpresa ni sobresalto, sino con el detenimiento que la decisión que acababa de tomar necesitaría para que lo que se proponía hacer Maca no se convirtiera en la cárcel de su mejor amiga y de la mujer a la que amaba.
105

Dos meses después

Eva se sentó en el mando de control junto a Maca. Por más que había tratado de convencer a Maca de que lo pensara una vez más, las razones de Maca habían terminando aplastado por completo sus argumentos. Antes de empezar se miraron, y Eva sintió tristeza por lo que iban a perder, pero ella ya había tomado su camino junto a Laura, y quería la misma felicidad para su amiga, así que tragó saliva y sonrió. ¡Debía dejarla marchar! Maca también le sonrió antes de que ambas se pusieran las gafas de realidad virtual y luego todo empezó… durante horas se sumergieron en ELISA hasta terminar el trabajo que cambiaría no sólo sus vidas, sino la de mucha gente.

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Diez días más tarde Maca recibió la llamada que había estado esperando desde su incursión. El mensaje que había dejado en los arsenales de la DMIT había sido concreto y específico, Kate había sido muy tajante en cuál debía ser el mensaje, y Maca copió literalmente lo que ella le dijo.

-       ¿Macarena Wilson? –preguntó aquella voz masculina de forma serena pero enérgica-.
-       Sí, soy yo –contestó ella mientras aún seguía abstraída entre informes-.
-       Creo que tiene algo que decirme… soy el padre de Esther –le dijo él y Maca se quedó quieta durante un instante mientras el corazón le bombeaba con tanta violencia que apenas le dejaba procesar la información a su cerebro-. ¿Me he equivocado? –preguntó él viendo que el silencio se alargaba-.
-       No, no lo ha hecho, perdone -reaccionó Maca de golpe-.
-       Pues usted dirá -le dijo él-.
-       Por teléfono no -le contestó Maca-.
-       Entonces pásese por mi despa… -empezó a decir el padre de Esther, pero Kate también había sido muy clara en ese punto-.
-       No, lo que tenemos que hablar debe quedar de momento entre usted y yo, ¿tiene para tomar nota? –tomó el control de la conversación Maca-.
-       Sí –le dijo él-.

Maca mencionó el lugar, la hora, el día, y las condiciones en que se encontrarían, y para asegurarse de que aquel hombre extrañamente tan desconocido para ella, no tuviera la tentación de cumplir más con su deber como oficial que con la obligación que tenía como padre, mencionó las últimas palabras de su mensaje.

- Si de verdad le importa la felicidad de su hija, confiará en mí como yo estoy confiando ahora mismo en usted, y vendrá solo. Su futuro depende de que usted y yo hablemos, y no es una amenaza, es una suplica. Por favor, cumpla con su parte, y le aseguro que no se arrepentirá de concederme ese tiempo, yo por supuesto cumpliré con la mía –le dijo Maca y casi pudo escuchar el suspiro de aquel hombre que se despidió de ella tranquilizándola asegurándole que así sería-.

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Maca miró el panel del aeropuerto, el vuelo de Esther llegaría a su hora. Aquellos cuatro meses habían sido una tortura sin ella, pero gracias a lo fructífero de su plan, el tiempo se había acortado enormemente durante los días, aunque no las noches. Ahora sus ansias por encontrarse con Esther se veían teñidas por una nueva preocupación y era poder mantener a Esther lejos de sus planes. Por fin Kate había finalizado el acuerdo legal que sería su almohadón contra posibles golpes, el padre de Esther se había mostrado impactado durante su encuentro por lo que Maca le proponía, pero sobretodo sus ojos se habían mostrado eternamente agradecidos por lo que significaría para su hija que entre los dos consiguieran llevar a buen término los planes de Maca. Por fin, después de cuatro años y medio desde que los caminos de Esther y Maca se cruzaron, se vislumbraba una luz al final del túnel, y Maca tenía la sensación de que su cara y la ansiedad que sentía por salir corriendo hacia aquella luz, se notaba en cada poro de su piel. Miró nerviosa su reloj, y luego la pantalla que decía que estaban desembarcando. No podía fallar ahora, el sr. García le había llamado hacía una semana para comentarle los progresos y que la última palabra la tendría ella, pero Maca le había prometido a Eva que esperaría hasta su boda para dar aquel paso, algo que no hubiera hecho falta que le pidiera pues jamás se hubiera perdido estar ese día junto a su amiga. Así que aún tendrían que esperar dos meses, dos meses en los que tendría que convertirse en la mejor actriz del mundo si no quería que Esther lo descubriera e hiciera algo para frenar lo que con tanto esfuerzo había puesto en funcionamiento.

Los pasajeros empezaron a salir por la puerta, en cuanto se vieron, la cara les cambió a las dos. La mirada se les iluminó y en su encuentro los besos rodaron por sus caras y sus labios.

-       ¡Dios, que bien hueles! –le susurró Esther enterrando la cara en su pelo. Aquel aroma la anclaba más que cualquier cosa en el mundo. ¡Volvía a estar en casa!-.
-       ¿Si? Pues a mí me está entrando un hambre horrible nada más de verte… -musitó Maca coquetamente-.

Ambas rieron, luego se besaron de nuevo sin importar el lugar ni la gente.

-       Anda vamos… me muero por una buena ducha –le dijo finalmente Esther con un guiño-.

Las dos salieron del aeropuerto hacia casa.
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Esther no volvió a marcharse. Su padre, como había prometido, la mantuvo realmente ocupada realizando balances e informes que en realidad no hacían falta hasta finalizar el año. Maca por su parte, ocupaba la mayor parte del día finalizando proyectos y papeleo burocrático que no quería dejar colgado a medias en la empresa. Cada vez que Cruz o su padre la sorprendían a altas horas aún encerrada entre informes, se miraban preocupados…

-       Parece que por fin está sentando la cabeza con respecto a la empresa –le sugirió un día Cruz a Pedro para quitarle hierro al asunto-.
-       ¿Tú crees? –preguntó con muchas dudas y preocupación Pedro-. Pues a mi me parece, que esa de ahí,  no tiene nada que ver con mi hija.

Había dicho él, y Maca los había escuchado, pero aún no podía enfrentarse a ellos. Todavía no podía contarles que más pronto de lo que esperaban sus caminos se separarían. Así que dividió su tiempo y sus tardes entre los preparativos y compras de última hora para la boda de Eva, y  realizó alguna que otra salida familiar tratando de no levantar demasiadas sospechas.
Los temores de Maca porque Esther descubriera sus secretos, se fueron esfumando a medida que pasaban los días. Tenían mucho que hacer, y cuando se encontraban a solas, todo volvía a ser tan familiar y tan explosivo como siempre. Se sorprendían hablando de viajes, de nanotecnología, de cine o música hasta altas horas de la mañana. La boda entre Eva y Laura también era un pilar importante del monopolio de las conversaciones que tenían cuando sus deseos se daban tregua, pues ambas serían las madrinas de la boda, y Eva y Laura las llevaban de cabeza cada una por su lado.

-       ¿Sabes una cosa? –le dijo Esther en mitad de una película mientras Maca permanecía apoyada contra ella en el sofá con el bol de palomitas en su regazo-.
-       ¿Qué? –preguntó Maca sin dejar de mirar a la pantalla-.
-       Que me encantaría casarme contigo –le soltó de pronto Esther-.

Maca se atragantó por un momento con las palomitas. Esther le dio golpecitos en la espalda y se rió cuando vio que no había peligro.

-       ¡¡¿Pero tú te crees que se puede soltar una cosa así, alaaa… como si nada?!! –la reprendió Maca aún un poco colorada por el atragantamiento que había sufrido-. ¡Casi me matas!

Esther no dejó de reírse ante su reacción, y subió los hombros en un gesto inocente y despreocupado que se asemejaba mucho al que tenía plasmado en el rostro en ese momento.

-       Bueno, no supuse que te causaría tal conmoción –trató de burlarse Esther del asunto, aunque no dejaba de ponerle algo nerviosa el que Maca aún no se hubiera pronunciado al respecto-.

Maca dejó el bol de palomitas sobre la mesa, y pulsó pause en el DVD, luego se sentó de cara a Esther.

-       ¿Qué? –preguntó Esther, ahora sí más nerviosa, se avecinaba la “gran conversación”-.
-       Me sueltas que te gustaría que nos casemos y me preguntas, ¿qué? –Maca puso los ojos en blanco, hablar con Esther a veces era como hablar con un boomerang de una sola aspa, nunca volvía-. ¿A qué ha venido eso?
-       No lo sé, bueno… digo sí –se corrigió al ver la cara de pocos amigos que empezaba a poner Maca ante su evasiva, sonrió, le gustaba verla así, tan peleona-. Te quiero, y siento que siempre te querré, y supongo que pasar estos días tan cerca de Eva y Laura me han dejado ahí una espinita clavada de saber que de momento tú y yo no podríamos hacerlo, bueno siempre suponiendo que tú quisieras casarte conmigo, que nos casemos, claro… -se apresuró a aclarar Esther-.
-       ¿Y por qué no podríamos? Digo, suponiendo que yo esté de acuerdo en esto del matrimonio –preguntó Maca con el ceño aún fruncido, aunque se sonreía por dentro viendo que Esther se azoraba al no obtener una respuesta clara de Maca ante la pregunta de querer casarse o no con ella, la conocía tan bien-.
-       Maca, ya lo sabes –le dijo Esther-.
-       No, no lo sé. Hasta al momento que yo sepa el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en España, así que a ver, ¿por qué no podríamos? –la retó Maca a explicarse, aunque entendía la postura que sin duda Esther le ofrecería-.
-       Bueno, sí, es legal… pero el ejercito se rige por sus propias normas, y sería como un nadar contra corriente constante. Me harían la vida imposible, por no hablar de mi padre que le daría un patatus al ser su hija la comidilla de todo el mundo. Que un oficial de mi rango se casara legalmente en un matrimonio gay sería algo así como ser la portada del “Hola” durante no un mes, sino durante el año entero, por no hablar de los temas de seguridad que entrañaría –le dijo Esther, y mientras hablaba se daba cuenta de la cobardía que parecían tener sus palabras, pero se recordó que no es más fuerte quien pelea con puño de acero, sino quien también sabe dónde y cuándo librar sus batallas-. He dicho que me encantaría casarme contigo, y es totalmente cierto. Lo único que espero es que cuando termine el acuerdo con la DMIT, y pueda ofrecerte una vida plenamente normal, sigas queriéndome lo suficiente para darme como respuesta un “sí” cuando te lo pida formalmente, porque ten por seguro que te lo pediré –añadió Esther con voz más profunda-.

A Maca le corrió un escalofrío ante aquella declaración no “formal”.

-       ¿Me esperarás? –le preguntó Esther acercándose ya a ella-.
-       Sí –pronunció Maca con voz tomada-.
-       ¿Y qué responderás cuando me arrastre a tus pies cual sierva fiel? –le preguntó Esther ya tumbando a Maca de espaldas contra el sofá. Sus dedos comenzaron a trazar el camino hacia el primer botón de la camisa del pijama que Maca llevaba puesta-.
-       Que “Sí” –pronunció Maca con un jadeo al notar los labios de Esther sobre el hueco de sus clavículas, pues los dedos de su amante empezaban a desnudarle-
-       ¿Te casarás conmigo? –le preguntó Esther directamente con la voz ronca, tan profunda como la inmensidad del deseo que empezaba a abrirse paso en ella al sentir bajo su cuerpo el calor del de Maca-.
-       Sí, me casaré contigo –le respondió Maca mientras Esther jugaba cerca de su boca-.
-       ¿Por qué? –la siguió torturando Esther sin dejar de hundir sus manos por debajo de su camisa mientras las costillas de Maca temblaban al paso de sus caricias inflando tosca y desbocadamente su tórax. Los labios de Esther empezaron a dejar húmedos y expectantes besos en la barbilla, en la comisura de sus labios, en las mejillas de Maca-.

Maca no soportó más aquel dulce tormento, cogió la cara de Esther entre sus manos para detenerla.

-       Porque te quiero, porque te amo más que a mi propia vida… -le contestó, y acto seguido se abalanzaron una hacia la otra-.

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