martes, 15 de octubre de 2013

De Blanco y Negro a Color - 102 y 103 -



La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
102

Esther volvió a marcharse tras un mes. Maca se encerró en casa toda una semana sin ganas de nada. Pronto harían dos años juntas, sin embargo todo a su alrededor evolucionaba y una especie de demoníaco reloj biológico se empeñaba en torturarla cuando se quedaba a solas y sólo sentía deseos de estar con Esther. A veces esa misma idea le hacía reír con ironía, ¿dónde había quedado aquella rebeldía por su independencia? Tenía mucho trabajo, tenía a sus amigos, su padre había empezado a salir con una mujer que a Maca le gustaba para él, y ella en lo único que podía pensar era en que Esther regresara a casa, en atarse a ella de pies y manos y no soltarse nunca. Tenía tantas cosas que contarle, tenían tantas cosas que hacer juntas, que los días pasaban veloces como si alguien rebobinara sus vidas hacia delante sin previo aviso.
Llegó el siguiente lunes y Maca decidió que era hora de salir de la cama, se duchó, cambió y cogió la moto para ir al trabajo. Durante todo el trayecto no dejó de darle vueltas a las nuevas ideas que la necesidad de permanecer al lado de Esther gestaban cada vez con más fuerza en su cabeza. No hizo falta que hablara con nadie, desde que los fondos habían aumentado, Maca tenía casi una planta del edificio para ella sola, su despacho se había adjuntado a un laboratorio de robótica y nadie salvo ella tenia acceso pues había trasladado a ELISA a toda su planta. No fue hasta las doce del medio día, cuando Eva salió a la sala común para tomar un café, que descubrió que Maca estaba en el edificio. Dejó el café a medio hacer y se dirigió al ascensor, introdujo su llave de acceso y pulsó la planta del despacho de Maca, Eva se lamentó de lo mucho que habían cambiado las cosas a raíz de la DMIT. Maca se había vuelto mucho más precavida y lo peor es que Laura la había apoyado reforzando cambios que ampliaban su seguridad y en opinión de Eva, también su paranoia. El ascensor anunció la planta y se abrieron las puertas, un discreto recibidor le dio la bienvenida y a continuación un panel junto a una puerta le solicitaba que acercara los ojos al visor. ELISA comprobó sus retinas, y abrió la puerta al instante dándole la bienvenida. Eva cabeceó, aquello era demasiado. Miró a su alrededor, pero no vio a Maca a simple vista.

-       ¿¿Maca?? –la llamó-.
-       En la sala de pruebas –le gritó su amiga-.

Eva se dirigió al tercer box de cristal blindado, donde una réplica de monitores exponían datos que sólo ELISA podía estar procesando por la velocidad a la que iban. Maca sin embargo estaba manejando soldadura de última generación en un banco de pruebas.

-       ¡¡¿Qué estás haciendo?!! –Eva obvió los saludos de cortesía ensimismada al ver a Maca manejar aquel robot de precisión milimétrica sobre una placa base del tamaño de una mesa de pin-pon.
-       Shhhh… un segundo –pidió Maca plenamente concentrada en soldar el procesador y terminar de realizar los enlaces de conexión-. ELISA, ¿el 9234?
-       Conexión al R35, puente en el K2 –le contestó-.
-       ¿Cómo va la temperatura? –le preguntó Maca otra vez-.
-       Sin cambios –respondió ELISA-.
-       Estupendo –murmuró Maca para sí, y terminó de anclar las piezas que le quedaban-.

Eva la vio soltar los controles y quitarse unas gafas de ampliación de realidad virtual de los ojos. En su cara había una amplia sonrisa cuando se volvió hacia su amiga.

-       ¡Listo! –dijo-. ¿Qué me decías?
-       ¡¡¿Qué, qué te decía?!! –Eva empezó a poner cara de pocos amigos-. Se puede saber ¡¡¿dónde te has metido en la última semana?!! No has respondido a una sola de mis llamadas.

Maca bajó de un salto del banco de control para encontrarse con Eva, parecía extrañamente relajada en comparación a cómo la había visto hacía un par de semanas antes de que Esther volviera a tener que irse. ¿Esther volvería pronto? Pensó Eva, pues no se le ocurría nada más para explicar el buen humor que parecía invadir a Maca.

-       Descansando –le contestó Maca-. Ven, quiero que veas una cosa, ayúdame con esto…

Eva siguió las instrucciones de Maca y entre las dos anclaron la placa base en uno de los paneles extensibles que creaban la central de ELISA después de apagarla por completo. Una vez Maca se hubo asegurado de los cambios, reinició la computadora y aunque Eva le preguntó qué iban a ver, Maca simplemente sonrió y le dijo que esperara. Cuando ELISA volvió a estar en funcionamiento, Maca se sentó en su mando de control y le pidió a Eva que se sentara a su lado.

-       Ponte esto –le dijo Maca con un guiño mientras le tendía unas gafas virtuales de las que empleaban para la simulación-.

Eva se le quedó mirando con el interrogante en los ojos, pero copió a Maca poniéndose las gafas. Enseguida notó los cambios.
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-       Venga Pablo, no me puedes estar hablando en serio –Esther trataba de mantener la calma, pero el informe que acababa de leer la había cogido tan desprevenida que no sabía si ponerse a llorar o coger su pistola y cargarse a alguien sin más-. ¡¡¡¿Cuatro meses?!!! ¡¡¿Estás de broma?!!!.... –la confirmación terminó por decantarla por lo segundo y tuvo que estallar su puño izquierdo contra la mesa para no perder el control-. El Dr. Johan Swert ya había aprobado su incorporación, el proyecto Sw34 estaba en su fase final cuando estuvimos en el reconocimiento, y de eso hace ya cerca de seis meses, no puedo creerme que tengamos que esperar cuatro meses más para… -por mucho que se resistiera sabía lo que iba a pasar, maldito protocolo-… ¡Pues joder con las complicaciones! –estalló Esther y en cuanto se dio cuenta, se frotó las sienes para tranquilizarse-. Perdona Pablo, es que viajar ahora a Suiza rompe bastante el programa, no contábamos con tener que entrar otra vez en fase de monitorización cuatro meses más… Sí, claro… revisa las aerolíneas y llámame cuando tengas mi pasaje… -cuatro meses más fuera de casa por un puto maniático chiflado que no consentía terminar el proyecto dentro del programa de protección de la DMIT porque tenía la superstición de que si cambiaba de laboratorio no conseguiría terminar con éxito su proyecto-. No, tiene que ser para la semana que viene, estamos terminando de “devolver al nido” al “Val10”, haremos escala en Madrid y luego iré a supervisar la monitorización. Sí… de acuerdo.

Esther colgó el teléfono abatida, pero pronto le volvieron las ganas de gritar. Aquellas eran las cosas que la sacaban completamente de quicio. Por lo general podía zafarse de todo el protocolo inicial, pero una vez llegaban a la última etapa tenía que ser ella la que coordinara y supervisara personalmente la seguridad del investigador y que llegara dentro de las líneas de la DMIT sano y salvo. Había estudiado la posibilidad de crear un nuevo puesto que supusiera su mano derecha o segundo directivo para poder zafarse de aquellas idas y venidas al extranjero, los acuerdos internacionales sin duda eran los que más quebraderos de cabeza les creaban. Cuando no eran españoles exiliados o emigrados, eran investigadores que querían acogerse bajo el acuerdo de cambio de nacionalidad porque se veían en peligro por sus investigaciones en su propio país, y la limpieza que habían tenido que realizar en los nuevos integrantes de la DMIT había causado grandes resultados, pero lentos, y sus nuevos integrantes estaban aun demasiado verdes para llevar a buen término aquella etapa del proyecto. No, tendría que volver a ir personalmente… tendría que volver a tener a Maca entre sus brazos un par de días, para volver a soltarla luego y marcharse durante cuatro meses. Esther se dejó caer en la silla tapándose la cara con las manos para no llorar, la idea de que aún le quedaban seis años para terminar el acuerdo que determinaba su libertad sin que fuera causa agravante por deserción del ejército pesaba sobre sus hombros como más de mil losas juntas… ¡ya no podía soportar estar lejos de Maca, así! ¡ya no!

103

Esther se paró un segundo frente a la puerta de su casa, suspiró. No le había anunciado a Maca la hora de su llegada para que no tuviera que pasar de nuevo por la espera del aeropuerto. En cuanto metió la llave en la cerradura, la sensación de volver a casa la inundó de nuevo, abrió la puerta y cerró los ojos, el olor del hogar que Maca y ella estaban creando era mucho más profundo cuánto más tiempo pasaba lejos de él. ¡Cómo deseaba permanecer allí! Esther abrió los ojos en cuanto escuchó a Maca asomar por la puerta de la cocina. Vio la sorpresa en sus ojos, la incredulidad y después esa inmensa felicidad que la contagiaba a ella por completo.

-       ¡Qué haces aquíii!... –gritó Maca, ya corriendo literalmente hacia sus brazos-.

Esther soltó el equipaje justo antes de que Maca de un salto le rodeara la cintura con las piernas y se la comiera a besos.

-       Creí que no llegabas hasta la tarde… -decía Maca sin parar de robarle besos rápidos-… ¿por qué no me has llamado? Tenía que ir a recogerte… -ahora se lo reprochaba con el ceño a medio fruncir, y una sonrisa que no podía borrársele-.
-       Jajjaja… al final nos vamos a caer –se rió Esther por los arrebatados encuentros que Maca siempre le regalaba-.
-       ¡Pues nos caemos! ¡La horizontal no se nos da nada mal tampoco! –le soltó Maca pícaramente-.
-       Jajajjaa…

Esther se rió, Maca era la única persona en el mundo que era capaz de convertir su eterna carga en un saco de plumas y teniéndola entre sus brazos se olvidó de todo.  La soltó para bajarle los pies al suelo, y le acarició la cara.

-       Te amo…. ¡No sabes como te eché de menos! –le dijo en un momento de franca sinceridad-.

A Maca le brillaron los ojos al escucharlo, pero no pudo responder que sentía lo mismo porque esta vez fue Esther quien la besó de forma profunda y con la sabiduría que sólo da el conocer la intimidad de tu pareja. Un beso que se prolongó y cambió durante el recorrido atropellado hasta el dormitorio y que no cesó hasta que las tripas les rugieron por el hambre que sentían tras hacer el amor durante horas.
Maca terminó de secarse el pelo en el cuarto de baño mientras Esther preparaba algo rápido en la cocina. La ducha juntas se había prolongado, como siempre, más de lo debido. Mientras guardaba el secador, Maca se preguntó si aquel deseo algún día desaparecería, su racionalidad le confirmó que era probable aunque algo le decía que más que desaparecer por completo mutaría, y aquel pensamiento no disminuyó su sonrisa. Cambiar, crecer al lado de Esther le parecía a aquellas alturas una aventura maravillosa. Abandonó el cuarto de baño con aquel pensamiento rondándole por la cabeza, el olor de los fogones se fue incrementando a medida que se acercó a la cocina. Allí estaba ella, con su pelo castaño empezando a rizarse a medida que se secaba al aire, un pantalón de pijama a rallas y una sudadera negra de los Ángeles Lakers que le encantaba ponerse a pesar de lo ancha que le quedaba. La imagen a Maca se le antojó entrañablemente familiar, se acercó hasta ella mientras Esther le anunciaba:

-       “llegas justo a tiempo, prueba esto”.

Maca vio con diversión como Esther soplaba el contenido de una cuchara mientras se giraba hacia ella, “¿por qué no es consciente de lo irremediablemente atrayente que es para mí?” se preguntó Maca mientras se fijaba en sus labios, en el mechón rebelde y serpenteante que cubrió por un momento su cara… su cara, Maca no sabía porque había tenido que ser justamente de ella de quien se enamorara, había tenido a su alrededor, a su alcance, a muchas otras mujeres, seguramente para muchos, más guapas, más atractivas que Esther, pero… a Maca le gustaba su cara, esa cara cambiante que reflejaba la fortaleza con la que había tenido que vivir, que tenía surcos del sufrimientos, pero que se volvía de una dulzura y una felicidad extrema y casi aniñada cuando estaba relajada y tranquila. Cuántas veces le había dicho que era “hermosa”, tantas y las mismas que Esther había cambiado de tema, agachando la cara o diciendo “no tanto como tú”, como si no pudiera creer aquella verdad tan profunda para Maca. Pero no importaba, cuando estaban juntas las palabras no importaban salvo para atizar las llamas. De buenas o de malas, sus caracteres complementarios las atizaban y empujaban a estar juntas. Sí, disfrutaría mutando al lado de Esther, estaba segura, y con aquel pensamiento probó la sopa que Esther le tendió con cuidado.

-       Está riquísima, cariño –le dijo Maca-.
-       Pues entonces, listo -dijo Esther ajena a los pensamientos de Maca. Apagó el fuego y cogió los platos y el cucharón para servir la sopa-.

Los dedos finos de Maca rozaron su cuello cuando retiró el cabello aún húmedo que le caía por la espalda, pero fue sentir el roce de su nariz en la nuca la que la hizo estremecer y parar en seco.

-       Pensé que teníamos hambre –dijo Esther-.

Maca besó su cuello y luego lo mordisqueó.

-       Y la tenemos –le confirmó tras jugar con ella, volvió a depositar un tierno beso en su cuello y se apartó-.

Esther la cazó antes de que se zafara. Maca se rió mientras se dejaba apresar entre los brazos de Esther.

-       ¿Es que nunca vas a dejar de jugar conmigo? –le preguntó burlonamente Esther-.
-       Nunca, ¿por? ¿no me dirá que se siente ya algo mayor para esto, comandante? –la desafió Maca rodeando el cuello de Esther con los brazos-.
-       ¡Eres un demonio! –le espetó Esther dándole un azote-.
-       Auhh… jajaja... –Maca se quejó y se rió a la vez por el cachete, pero Esther la estrechó con fuerza contra su cuerpo y la besó otra vez-. ¡Pensé que era un demonio!
-       ¡Y lo eres, pero me vuelves loca! –le confirmó Esther, y la soltó antes de volver a perder la cabeza-. ¡Y ya…! Vamos a comer, porque aunque con gusto cambiaría esta sopa por otro ... –Esther recorrió lascivamente el cuerpo de Maca con la mirada antes de terminar la frase-… “bocado” –Maca soltó una carcajada-, no he comido nada desde el desayuno, y no creo que mi estómago aguante más. Se nos va a juntar con la cena a este paso.
-       Vale, una tregua, pero no prometo hasta cuando –consintió Maca señalándola con el dedo-.
-       ¡Ay Dios, ni yo… ni yo! –musitó Esther con resignación por debajo, y Maca volvió a reírse para su placer-.

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A pesar de sus continuos coqueteos en la cocina, la realidad fue que en cuanto se acomodaron en el sofá para ver una película se quedaron abrazadas y dormidas.  La primera en despertarse fue Esther, pues el brazo se le había quedado dormido rodeando a Maca, le acarició el pelo y luego la besó en la frente antes de moverse para cambiar de postura. Maca se despertó algo sobresaltada, pero en cuanto vio que era cierto que Esther estaba con ella se tranquilizó.

-       ¡Hola! –le dijo Esther con una sonrisa-.
-       ¡Hola!  –le contestó Maca y la besó-. Al final nos hemos quedado fritas.
-       ¿Y te sorprende? Quemo más calorías contigo que cuando hago los entrenamientos militares, ¡me destrozas! –la pinchó Esther divertida-.
-       Ohhh… usted perdone –Maca se alzó un poco para poder mirarla a la cara-.
-       Si al menos no fueras como una yegua desbocada cuando lo hacemos… -terminó de pincharla Esther, viendo que no obtenía el resultado que esperaba-.

Pero esta vez no pudo terminar la frase, porque Maca ya entrando al trapo, y simulando una expresión de indignación e incredulidad, se le echó encima montándose sobre ella a horcajadas.

- ¡Serásss….! –le contestó Maca abatiéndola bajo ella-. Como que tú eres una mosquita muerta que se queda muda y quieta, ¡vamos!…. Además, ¿qué quejas tienes tú de que disfrute del sexo, a ver?
- Ninguna, siempre que sea conmigo, ninguna –le contestó Esther con una sonrisa, y se incorporó moviendo a Maca con ella-. ¿Hay algún problema de que sea así?
- Sabes que no –le contestó Maca acariciándole la cara-.
- ¿A pesar de que te deje tanto tiempo sola? Porque entendería que… -Esther se puso seria de repente, pero no pudo terminar una frase que ni siquiera sabía que tenía guardada dentro de ella-.

Maca tomó la cara de Esther con firmeza entre sus manos y la obligó a mirarla.

-       ¿Qué me acostara con otras? ¿eso ibas a decir? –Maca se lo preguntó con incredulidad y sorpresa-.
-       No, ¡claro que no!... bueno…no sé…. ¿querrías? ¿lo necesitarías? –preguntó Esther aun con toda la duda y la sorpresa que aquel repentino camino de conversación le había causado. Ya que había sacado el tema era mejor zanjarlo-.

Maca evaluó la expresión de Esther, porque en un primer impulso había sentido el deseo de abofetearla ante aquella pregunta, pero como todo lo que concernía a Esther, no era simple, y se dio cuenta de que aquel tema había aparecido sin más rondando por el interior de su novia. La distancia les estaba jugando una más de sus malas pasadas.

-       ¡No, ni quiero ni lo necesito! –le contestó directamente Maca para zanjarlo, Esther cogió aire, Maca la miró con asombro porque a veces aquellas inseguridades de Esther la cogían completamente desprevenida, no lograba entenderlas-. ¿Y tú? ¿sientes la necesidad de acostarte con otras cuando estamos separadas?

Esther abrió los ojos como platos, la pregunta le parecía tan absurda que casi era imposible tomársela en serio… de pronto se dio cuenta de que a Maca seguramente le había causado el mismo efecto que a ella el que se lo preguntara. Se movió hasta conseguir tumbar a Maca de espaldas contra el sofá y se acopló encima suyo sujetándose con sus brazos para poder mirarla a la cara sin aplastarla. Maca guardaba silencio, esperaba la respuesta y el silencio por un momento le dio miedo.

-       ¡Jamás! –le dijo Esther seria-. Me muero un poco cada vez que me marcho y sólo sueño con volver a ti para volver a respirar. ¡Eres más de lo que jamás pedí! –le susurró con dulzura y deseo Esther mientras le acariciaba la cara-. No sé porque pregunté tal estupidez, perdona… siento que enfermo cuando estoy lejos de ti, y sólo pensar en que sufras por mí culpa…. No sé… -Esther agachó la mirada, no quería pensar en ello ahora-.

Maca se alzó un poco y la tomó del cuello, luego la arrastró junto a ella envolviéndola en besos que hablaban del anhelo mutuo que sentían. Se entregaron a aquel sentimiento de añoranza y frustración que estar separadas les creaba; había tantas cosas que contarse, que compartir… que las horas del día se desvanecieron en la diversidad que constituía la unión de sus dos personalidades, de sus dos mundos. 

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