martes, 2 de febrero de 2016

Pretty Bollo -cap 135 y 136-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.



135

Despacio y pesada como si acabaran de cargarle una mochila de una tonelada encima, Esther liberó los labios de Maca mientras permanecían abrazadas. Maca sin aliento apoyó su frente contra la de Esther, tratando de reponerse de aquel reencuentro y de aquel beso. Esther, incapaz de controlar a su cabeza y a su cuerpo en aquel silencio, decidió romperlo.

- Será mejor que digas algo, porque ahora mismo hay solo una cosa en la que estoy pensando –le dijo Esther rota-.

Pero Maca no quería hablar, lo único que quería era seguir sintiéndola. Lentamente le besó la frente y acaricio su cabello entre los dedos. Esther cerró los ojos, olerla de nuevo era mágico, suspiró. Maca le alzó la cara para poder mirarla, frente a si dos cristales brillantes como los suyos le aguantaron de frente.

- ¡Esto es una locura! –le dijo Esther nerviosa mientras una sonrisa tímida se le escapaba de los labios. Había ensayado tanto tiempo lo que quería decir, lo que quería aclarar con ella antes de que se lanzaran a aquella aventura… Se había dicho a si misma tantas veces que irían despacio, y sin embargo ahora que la tenía delante era incapaz de recordar ni una sola de las razones que había elaborado para echar el freno-.

Maca siguió acariciando su rostro, jamás pensó que nadie pudiera llenarle tanto como lo hacía Esther.

- ¡No, no lo es! -le dijo Maca mirándola a los ojos-, pero va a serlo.

A Esther no le dio tiempo ni a tomar aire, los labios de Maca cayeron sobre los suyos robándole hasta la última bocanada. La firmeza de aquellos brazos que había extrañado se materializó alrededor de su cintura apretándola contra aquella toalla que la separaba de la desnudez de aquella piel. La cabeza empezó a darle vueltas y ya no pudo más que abandonarse a aquella boca que acuosa y cálida empezó a robarle gemidos. Maca la apretó y apretó contra si, hasta que Esther se volvió loca y se colgó de su cuello con la misma ansiedad como la que ella misma sentía. La toalla cayó al suelo, las manos de Maca buscaron la piel ajena que calmaría su sed. Sin tiempo ni fuerzas ni coordinación para buscar abrigo entre las sábanas, deambularon con desesperación hasta caer en el sofá. Los labios de Maca quemaban sobre el vientre de Esther mientras los dedos de ésta se enzarzaban en aquel cabello liso y castaño que dejaba caricias sobre su piel.

- ¡Dios!... –se le escapó a Esther de los labios junto a un profundo quejido, cuando Maca succionó uno de sus pezones-.

Incapaz de calmar aquel volcán que sentía, se dejó ahogar por cada caricia y cada beso, mientras sus manos se peleaban por saciarse al unísono con aquel otro cuerpo que desnudo comenzó a moverse junto al suyo sacándole la vida.

Empapadas en sudor, sin fuerzas para moverse, Maca terminó rendida sobre Esther mientras ambas luchaban por reponerse. El aliento tardó unos minutos en regresar, pero al fin lo hizo…

- Bienvenida a casa…-le susurró Maca en el oído aun yaciendo sobre ella-.

Esther abrió los ojos y la miró. Maca al notarla girar la cabeza levantó la suya para observarla.

- ¿Qué? –preguntó Maca al percibir aquel destello extraño en sus ojos-.

Esther esbozó lentamente una sonrisa tierna mientras le acariciaba el rostro.

- Nada… -le dijo Esther y le dio un dulce beso en la boca-… me alegro de haber vuelto.

Y con la sensación de sentirse tras muchos años de nuevo en casa, Esther abrazó a Maca contra sí, porque sólo ella era lo que por fin sabía que quería.

136

Durante todo el fin de semana no pudieron más que permanecer encerradas en el apartamento alejadas del mundo, había tanto que recuperar que fueron incapaces de desprenderse la una de la otra salvo para cargar combustible y pegarse alguna ducha. Eran cerca de las diez de la noche del domingo cuando una llamada las hizo volver a la realidad.

- Bea… Hola guapa, ¿dime? –le habló Maca contestando a la llamada-. Sí, sí, todo bien… Esther llegó bien, está aquí conmigo… ¡Qué un beso! –le dijo Maca a Esther de parte de Bea-.
- Igualmente –dijo Esther acercándose al auricular para que Bea la escuchara-. A ver si nos vemos pronto…
- jajaj… dice que a ver si es verdad –le apuntó Maca a Esther de parte de Bea-. No, no aun no me ha dado tiempo a contárselo… jajaja… no seas cotilla, no me ha dado tiempo y ya… Anda dile a Kate que cierre el pico… jajaja…

Esther se acomodó entre los brazos de Maca mientras seguía aquella conversación, de fondo pudo escuchar a Kate soltando alguna referencia hacia el sexo que por supuesto habían tenido, Esther sonrió… Habían cosas que gracias a Dios parecían no cambiar. Tras unos diez minutos Maca colgó el teléfono despidiéndose de sus socias.

- Bueno, ¿y qué es lo que no te dio tiempo a contarme gatita? –le preguntó Esther con una sonrisa radiante cerca de aquella boca que le estaba robando la poca razón que le quedaba-.
- La semana que viene es el lanzamiento de la bodega –le anunció Maca con una sonrisa que se agrandó al notar la sorpresa y la alegría en los ojos de Esther-.
- ¡Maca, lo conseguisteis! ¡Es estupendo! –se alegró por ella Esther dándole un beso-. ¿Estás nerviosa?
- Estaba como un flan, pero ahora que estás aquí ya no parece tan gran cosa –le dijo Maca apartándole el cabello de la cara-.

Esther se sonrojó, Maca siempre la pillaba fuera de escuadra con aquellos arrebatos de sinceridad.

- Te odio cuando dices esas cosas  -le dijo Esther pegándole un pequeño empujón a una Maca sonriente por la reacción que había logrado-.
- Uy que mal suena eso. ¿Nunca te enseñaron que odiar es muy feo? ¿eh? –le bromeó Maca mientras tiraba de Esther para volverla a estrechar entre sus brazos-.
- No, pero estoy segura de que tú aprendiste muy bien la lección de atontar con ese tipo de frases a las chicas cándidas –le siguió el rollo Esther tratando de no reír-.
- Ohhh… pero tú no tienes nada de cándida –la chinchó Maca coqueteando con ella a escasos centímetros de su boca-.
- Ahhhhh, ¿qué no? –se hizo la ofendida Esther-.
- No –le corroboró Maca-.
- ¿Y según tú, entonces cómo soy? –quiso saber Esther dibujando una sonrisa seductora en su rostro-.
- mmm… que difícil pregunta –Maca se puso en actitud pensativa-  ¿Te refieres a que te defina como algo más que fiera en la cama o cómo?

Esther abrió los ojos como platos ante aquel choteo por parte de Maca…

- Ahh… pero serás bicho –se hizo la ofendida Esther y le lanzó un cojinazo a Maca-.
- jajajjaja… vaya parece que si te referías a algo más… jajajjaja… -siguió muerta de risa Maca ante los ataques de Esther la cual se le puso encima-.
- ¿Con que te parezco una fiera, no?... Pues no eres tú una monjita precisamente, eh -le dijo Esther-.
- jajajaj… -Maca se cagaba de risa al igual que Esther-. Me tienes muerta, ¿lo sabes no? –le dijo Maca de golpe mientras Esther la tenía agarrada por las muñecas, sentada sobre ella-.

A Esther se le clavó la sonrisa de Maca en mitad del corazón, inevitablemente la quería.

- Yo no necesito tenerte muerta, me basta con que no nos hagamos daño y seamos sinceras con lo que creemos entre las dos –le dijo Esther poniéndose seria-.
- Nunca te haré daño –le prometió Maca con igual seriedad- No al menos intencionadamente, no podría.
- Pues creo que ya somos dos –le contestó Esther y se agachó a besar a Maca dulcemente, luego se separó de ella-. Maca…
- ¿Qué? –preguntó mientras ambas se incorporaban para sentarse en el sofá-.
- No quiero que me mal interpretes, pero debes entender que todo esto es muy nuevo para mí, jamás tuve una relación seria y mi vida aunque no lo creas ha dado un giro de 180º con esto que siento por ti –Esther empezó a ponerse nerviosa a medida que hablaba, porque no quería que Maca lo mal interpretara, se ofendiera o se sintiera defraudada por lo que tenía que decirle-. Entiéndeme, no me arrepiento de esto que nos está pasando, y las decisiones que estoy tomando son sólo por mí, pero lo que trato de decirte es que vas a tener que tenerme un poco de paciencia porque voy a necesitar algo de tiempo para reubicarme en esta nueva etapa de mi vida.
- ¿A qué te refieres exactamente con tiempo? –a Maca la idea de que Esther volviera a alejarse de ella le cortó el cuerpo-.
- No voy a volver a marcharme cariño, quiero estar contigo. -le dijo Esther acariciándole el rostro a Maca tras notar el cambio en su cara-. Me refiero más bien a que nos lo tomemos con calma, paso a paso. Nuestra relación no es que haya tenido mucho de normal hasta ahora, apenas sabes cosas de mí, y sé que la culpa es toda mía porque te he tratado de mantener lo más alejada posible de mi mundo, pero ya no puedo ni quiero. No se cómo pero conseguiste colarte aquí adentro mucho antes de lo que fui capaz de reconocerme a mí misma –añadió Esther, mientras tomando la mano de Maca, se la llevó a mitad del pecho-. Maca, te estoy diciendo que te quiero, y que quiero que lo intentemos, pero tomémoslo con calma ,¿vale? Al fin y al cabo no sé muy bien de qué va esto de ser novias… o como lo llamemos.

El corazón de Maca empezó a brincar como loco, una sonrisa blanca y trasparente empezó a asomarse en su rostro incapaz de ser contenida. Esther se ruborizó ante lo que veía en aquellos ojos y aquel rostro.

- No me mires así -le dijo Esther muerta de vergüenza ante aquella mujer-.
- ¿Así como? –le preguntó Maca radiante-.
- Así, cómo me estás mirando… para –le pidió Esther-.
- No puedo parar… no después de que me digas por primera vez a la cara que me quieres –le dijo Maca acercándose a ella-.
- Mierda… ves como te tengo que odiar… -se quejó Esther, pero estaba derretida por dentro. Simplemente se sentía desnuda frente a Maca, y aquello era lo que más miedo le daba-.

Antes de que a Esther le diera tiempo a huir, Maca la interceptó del brazo haciéndola caer en su regazo. Esther se quedó sobre ella notando como la mirada de Maca se perdía en sus labios para luego centrarse en sus ojos haciéndola temblar.

- Iremos todo lo despacio que quieras, y me parecerá bien porque, ¿sabes qué? –le preguntó Maca-.
- ¿Qué? –le contestó Esther tímidamente-.
- ¡Yo también te quiero!

Y ya nada más importó salvo la alegría que se instauró en el corazón de Esther, y aquel nuevo beso que compartieron como sello de un nuevo inicio entre las dos.

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