Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
133
Entre un
dolor agudo que provenía de su cogote y aquella somnolencia quebrada, Maca
consiguió escuchar su móvil. Estiró el brazo, pero con la luz apagada no acertaba
a alcanzarlo.
- Joder
-gimió, viéndose obligada a incorporarse y encender la luz para poder atinar.
Sin mirar la pantalla descolgó-. ¡Diga!
-
¿Dormías? –preguntó Esther, que nerviosa como un flan había marcado aquel
teléfono tras pasar más de un cuarto de hora ensayando la frase que emplearía
de introducción y que no le había servido para nada.
- No, no
pasa nada… pero, ¿quién es? –preguntó Maca desconcertada, pues el efecto del
tranquilizante le había proporcionado un sueño profundo que la aturdía. El
jaleo del repentino despertar impidió que reconociera la voz de Esther-.
Esther se
quedó parada. “¿Ya me ha olvidado?”, se preguntó con cierto nerviosismo.
- Vaya no
pensé que te olvidarías tan pronto de mí –acertó a decir Esther con una mueca-.
- ¿Estherrr?
–reaccionó de golpe Maca-.
- ¡Hola
gatita! –la saludó Esther en un susurro-.
Y acto
seguido escuchó un estruendo y un… “joder” lejano.
- ¿Macaaa?
–la llamó Esther-.
- Mierda,
mierda… ufff… que daño… joder –escuchó Esther de fondo los lamentos de Maca-. ¿Y
el teléfono?... mierda…
Esther se
debatió entre la risa de imaginar a Maca azorada y la inquietud de no saber si
estaba bien. Lo segundo ganó en el peso de la balanza y esperó ansiosa a que
Maca alcanzara el teléfono.
- ¿Estás
bien? –le preguntó cuando la escuchó resoplando en el auricular-
- Si, si…
Estoy bien, pero se me ha caído el móvil –le explicó Maca-.
- ¿Pero
qué ha pasado? –insistió Esther aún no calmada del todo-.
- No,
nada… nada –se apresuró a decir Maca y acto seguido notó que se enrojecía un
poco-. Me caí.
- ¡Te
caíste! –confirmó Esther- ¿De dónde?
- mmm… de
la cama –reconoció Maca ya roja como un tomate mientras se frotaba el brazo
sobre el que se había caído de lado tratando de atrapar el móvil que había
soltado de pronto tras el escalofrío de escuchar a Esther diciéndole “hola”-.
- ¡De la
cama! –recopiló Esther mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro
imaginándose a Maca en situación-. ¿No me digas que vas a necesitar que te ate
a la cama cuando vuelva?
- Eh… -a
Maca se le disparó el corazón-.
- jajaja…
anda cierra la boca, que te entrarán moscas –le dijo Esther imaginándose
aquella expresión tan impresionable de Maca, y por un momento sintió que podría
dibujar su rostro a pleno detalle, nítida y hermosa como su recuerdo la mantenía.
Quería verla-.
-
¿Vuelves? –se atrevió a preguntar Maca reaccionando-.
- Sí,
dentro de un par de días. No iba a avisarte porque no quería que estuvieras
pendiente de mi viaje, pero Eva me hizo cambiar de opinión… -empezó a
explicarle Esther-.
- Me
alegro de que llames –la interrumpió Maca, ya aferrada al móvil como si de un
bien preciado se tratara-. ¡Tenía tantas ganas de oírte! ¡Te extrañé!
A Esther
se le cayeron todas las barreras ante aquella voz segura y dulce que la
reclamaba. Cerró los ojos deseando estar a su lado.
- Yo
también tenía muchas ganas de oírte, si no lo hice fue… porque sabía que
saldría corriendo hasta ti y no podía –le contestó Esther-. Siento haberte
hecho pasar por esto.
- No
importa, lo único importante es que tú estés bien. ¿Estás bien? –le preguntó
Maca, mientras la duda de saber si Esther volvería para intentar una relación
con ella revoloteaba sobre su cabeza-.
- Ahora sí
-le susurró Esther y a Maca se le encendió una llamita de esperanza en mitad
del pecho que la hizo callar-. Maca, tenemos muchas cosas de las que hablar,
pero no quiero hacerlo por teléfono. En un par de días estaré en Madrid, ¿me
esperarás?
- Sí,
claro que sí –le contestó Maca sin dudar, aunque ese “hablar” la tenía un poco
preocupada-. ¿Necesitas que te recoja en algún sitio?
- No, no
es necesario. Si te parece bien, ya quedamos y me paso directamente por el piso
–le dijo Esther-.
- Eh.. sí,
sí claro… pero, ¿cómo lo hacemos? ¿tú me llamas? –se apresuró a atar aquel tema
de la incomunicación antes de que Esther se esfumara de nuevo-.
- Anota
este número -le avisó Esther-.
- Espera…
-le dijo Maca y como no encontró lápiz ni papel cogió su barra de pintalabios-
ya…
Uno a uno
anotó los números en el espejo de la cómoda, mientras Esther se despedía de ella
unos minutos después. Maca se quedó mirando aquellas cifras color vino mientras
sentada frente al espejo trataba de recomponer aquel desaguisado que había
causado la voz de Esther en su interior.
-
¡Vuelve!... ¡ya vuelve!... –se dijo para sí-… ¿Ya vuelveee???... –se
sobresaltó-. Hostiaaaaaaaa… hostiaaa…. ¡Sólo tengo un par de días!
Se apuró
Maca, que de pronto salió de su ensimismamiento para fijarse en el aspecto
descuidado que había a su alrededor, la casa estaba patas arriba. Se observó en
el espejo, “ ¿y ahora cómo coño hago yo pa arreglar esto?”, se preocupó Maca
mientras se contemplaba la tripa y revisaba sus facciones. De prisa se deshizo
de la camiseta y se metió en la ducha, era hora de recuperar un poco de apetito
y energía si quería conquistar a Esther.
134.
Escena Maca:
- ¿Ya te
vas? –le preguntó Bea al ver a Maca hablando con su secretaria con el casco
colgado de un brazo-.
- Sí,
tengo que hacer un par de cosas antes de que Esther llegue –le dijo Maca
mientras terminaba de firmar un par de documentos y se despedía de la
secretaria-.
- Desde
luego, como se nota que las cosas vuelven a su cauce, hasta el color de cara te
cambió –le dijo Bea sonriendo mientras la acompañaba por el pasillo-.
Y era
cierto, desde aquella llamada de Esther, Maca se había esforzado por ampliar su
alimentación, había ido a correr por las mañanas y el humor y su estado de
energía había cambiado por completo.
- Bueno,
no sé si todo va a volver a su cauce aún, pero al menos ella sí regresa y por
lo que hemos hablado estos dos días creo que hay posibilidades –le comentó Maca
con cierta esperanza, pues los dos días que las habían separado y que hoy
concluían, habían pasado más rápidos y amenos gracias a las charlas telefónicas
que habían podido mantener -.
- A mí no
me cabe la menor duda de que volveréis a estar juntas, estáis hechas la una
para la otra –le dijo Bea con cariño mientras le llamaba el ascensor-.
- Gracias
–le contestó Maca dándole un abrazo-.
- De nada,
tú tranquila y al toro -le dio el último consejo Bea mientras Maca se metía en
el ascensor-.
- Sí, esta
vez no se me escapa, eso lo tengo más que claro –le dijo Maca antes de que las
puertas se cerraran-.
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Escena Esther:
Esther
hizo la última parada a cien kilómetros antes de llegar a Madrid.
- Aquí
tiene señorita –le sirvió el camarero la infusión que había pedido-.
- Gracias
–le contestó ella-.
Y empezó a
agitar el paquete de azúcar nerviosamente mientras miraba sin ver por la
ventana. El estómago le estaba matando, un remolino la azoraba por dentro
haciéndola temblar de pies y manos, incapaz de conducir hacia su destino se
había parado en aquella vía de servicio y había solicitado un tila doble. Sin
embargo sus pensamientos viajaban ligeros entre sus nervios, sus temores y su
deseo de estar ya en unos brazos conocidos. Removió excesivamente el líquido en
la taza, “¿cómo va a salir esto?” se preguntó sin tener todas las cartas en su
mano respecto a esta nueva vida que estaba dispuesta a intentar, se llevó el
primer sorbo a los labios y cerró los ojos, era hora de dejar de pensar… la
quería, punto, había que intentarlo. Apuró la taza tratando de tranquilizarse
un poco, y aquellas ganas horrendas por ver a Maca que la habían hecho salir de
Francia antes de la hora prevista, volvieron a apoderarse de ella. Se levantó y
pagó con prisas, se metió de nuevo en su coche, maniobró y salió veloz de nuevo
a la carretera. “Igual me estoy volviendo loca…” se dijo para sí pensando en
las contradicciones que sentía, pero la idea de perder la cabeza por Maca le hizo
esbozar una sonrisa pícara que no se le borraría en bastantes kilómetros.
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Escena Maca:
A pesar de
haber salido antes de la oficina, las compras y el tráfico le habían hecho
llegar apurada al apartamento y prepararlo todo. Miró por última vez la mesa
que cuidadosamente había vestido para una cena de dos, y comprobó que la comida
que había encargado en su restaurante favorito estaba lista para ser calentada
y servida. Los nervios apenas le dejaban respirar, sin embargo quería verla ya.
Se metió en el baño y se dispuso a ducharse, según lo previsto aún le quedaban
un par de horas para relajarse un poco antes de que Esther llegara, así que sin
prisas descargó el agua caliente sobre su cuerpo tratando de que por el desagüe
se escurrieran también sus nervios.
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Escena Esther:
Aparcó el
coche frente al edificio, durante varios minutos permaneció agarrada al volante
incapaz de reunir la fuerza suficiente para poder despegarse de él. El miedo la
paralizaba. Se miró las manos, le temblaban, jamás se había sentido así y el
corazón parecía dispuesto a reventarle el pecho si no hacía algo para controlarlo.
- ¡Está
bien! ¡Está bien! … -dijo en voz alta como contestando a aquellos latidos
impacientes. Realizó suaves movimientos de cuello para relajarse, sacudió manos
y brazos, y tomó aire-. ¡Allá vamos! ¡Qué Dios nos coja confesados!
Abrió la
puerta y cruzó la calle al trote, dudó en si llamar al portero o abrir con su
llave, finalmente cuando descartó hacer uso de ella notó que la puerta de abajo
estaba abierta, entró. El trayecto en el ascensor se lo pasó andando de un
lugar a otro, como un animal nervioso y enjaulado, ensayando que tipo de saludo
emplearía cuando se encontrara frente a ella. El timbre avisó de que ya había
llegado, se quedó parada frente a la puerta, sintiendo un hormigueo por sus
piernas que parecían convertirse en gelatina por momentos.
- ¡Por
Diosss santooo! ¡Parece que tengo 15 años! –se regañó a sí misma, y llamó al
timbre mientras la sensación de que en cualquier momento podría desmayarse la
rondaba-.
Maca apagó
el grifo del agua, y esperó, le había dado la impresión de que alguien llamaba
a la puerta pero no podía ser. Sin embargo un nuevo timbrazo la hizo
reaccionar, no habían sido imaginaciones suyas. Salió rápido de la ducha
enrollándose en la primera toalla que pilló.
- ¡YA
VA!... –gritó por el pasillo mientras se secaba como podía un poco el pelo, al
llegar a la puerta un nuevo timbrazo le hizo abrir sin tiempo a mirar por la
mirilla-.
El cuerpo
se le paralizó, sólo el sonido de su corazón retumbó en sus oídos haciéndola
tambalear. Frente a sí, una Esther más morena y más radiante de la que se
despidió de ella hacia mas de un mes le sonrió con timidez para luego repasar
con su mirada su figura.
- ¡Se ve
que llego justo a tiempo! –rompió el hielo Esther, sintiendo que si se quedaba
más tiempo mirándola así la sangre le terminaría por hervir. El calor en su
cuerpo se materializó al instante-. ¿Puedo pasar?
- Eh… sí,
sí… pasa, pasa… -se retiró Maca de la puerta aún perpleja, no la esperaba tan
temprano-. Me estaba terminando de duchar, no te esperaba tan pronto… la cosa
se complicó y llegué al final más tarde, y bueno, como dijiste que llegarías
sobre las diez…. pero vamos, que me alegro de que hayas llegado antes. Bueno no
porque me encuentres así, sino porque… ehh… bueno quiero decir que… que me
alegro que ya estés aquí sana y salva, eso... –Maca nerviosa empezó una
verborrea sin fin, a Esther le costó un poco seguirla porque Maca gesticulaba y
le giraba la cara tratando de evitar quedarse mirándola-
Aquel
nerviosismo desmesurado provocó que el suyo propio quedara menguado y la hizo
sonreír, cruzó los pasos que las separaban y la tomó de la cara. Maca tembló
quedándose fija en aquellos ojos que la miraban tan cerca que podía notar la
respiración de Esther, al verlos descender hacia sus labios el corazón se le
detuvo, entonces la luz se apagó sin más, pues los labios de Esther se juntaron
a los suyos chapando sus párpados como dos persianas. Una onda expansiva se
creó entre las dos, y aquel beso, las dejó temblando de pies a cabeza.
Gracias por seguir con la historia. Hacia mucho que no pasaba por la web y me alegró mucho ver que hay varios capítulos. Mil gracias.
ResponderEliminarGracias por seguir con la historia. Hacia mucho que no pasaba por la web y me alegró mucho ver que hay varios capítulos. Mil gracias.
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