martes, 24 de noviembre de 2015

Pretty Bollo -cap 127 y 128-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.



127

Maca se despertó cerca de las ocho de la tarde, un poco aturdida pero descansada. Eva le sugirió una ducha para despejarse y ella la aceptó sin decir mucho, se sentía como si le hubieran dado un golpe en la cabeza. Tras el baño buscó a Eva por la casa. La preocupación porque Esther hubiera llamado mientras dormía volvió a sobrecogerla.

-       ¡Hola!  -salió Maca al balcón al encontrarla-.
-       Eh, hola… ¿Qué tal la ducha? ¿Mejor? –le preguntó Eva preocupada por si se habían pasado con los tranquilizantes-.
-       Sí, ya estoy bien. Es raro que me haya dormido de ese modo, desde luego ya sé que vino comprar cuando tenga insomnio, porque nunca me había pasado algo así -trató de distender el momento Maca, pues notaba a Eva un poco rara-.
-       Ya, bueno pues también tendrás que apuntar el nombre de los tranquilizantes que te metimos en la copa, porque si no, no te hará el mismo efecto -le confesó Eva-.

Maca la miró con el entrecejo fruncido a modo de interrogante, mientras procesaba aquella confesión repentina e inesperada.

-       ¿Me habéis dado tranquilizantes? –preguntó Maca asimilándolo-.
-       Perdona Maca, pero … ¿tú te has visto? –trató de justificarse Eva-. ¿Cuántos kilos has perdido? ¿ cuatro, cinco? Llevas dos semanas matándote a trabajo y sin apenas descansar nada, me imaginé que cuando te viera estarías cansada, pero cuando te recogí esta mañana, es que estabas muerta… ¿Qué querías que hiciera? Necesitas descansar, te tienes que tomar esta espera de otra forma, o cuando llegue Esther se va a encontrar un zombie. ¿Así piensas tú quitarle sus miedos? ¿Haciéndole sentir que es responsable de tu bienestar y de tu salud? ¿Siendo una carga, en lugar de alguien que le de seguridad y que sea el pilar que necesita para decidirse a atreverse a cambiar lo que ya conoce?

A Maca le golpearon en la cara una a una cada palabra que salió de la boca de Eva. Aturdida aún por la medicación, inestable por la debilidad que había dejado en ella aquellos días angustiosos de incertidumbre y desinformación, reculó hasta sentarse en una de las sillas de la terraza. Eva tenía razón.

-       ¡Tienes razón! No quiero que me encuentre así a su regreso, porque Eva… ¿Esther va a regresar, verdad? –le preguntó Maca-.

Eva por primera vez pudo entender a Esther cuando le comentaba la dulzura y la necesidad que Maca le trasmitía. En los ojos de aquella mujer ambas cosas rebosaban mientras formulaban aquella pregunta que sólo esperaba una respuesta.

-       Sí,  va a volver. No me ha dicho aún cuando, pero lo hará y tú vas a encargarte de que cuando lo haga, no tenga opción para salir huyendo, ¿está claro? –le dijo Eva mientras se sentaba a su lado-.
-       Sí, muy claro –le contestó Maca-.
-       ¡Estupendo!

Eva se le acercó y le dio un abrazo, Maca se dejó abrazar emitiendo un suspiro. Echaba de menos a Esther, el no poder si quiera oírla la estaba ahogando, pero Eva estaba en lo cierto, tenía que crecerse, hacerse más fuerte, más segura… debía volver a ser no sólo la Maca que fue antes de que Azucena ensombreciera su vida, sino esa nueva que despertó al encontrarse con Esther.

-       ¿Sabes? Cuando me encontré con Esther por primera vez, su seguridad me golpeó de frente. Se le veía tan tranquila, feliz y tan cómoda con quien era, con lo que hacía, y yo me sentía tan vacía con mi propia vida, que quise aferrarme a ella para que me trasmitiera algo de todo eso que ella tenía –le confesó Maca a Eva-. Jamás imaginé que ella también pudiera tener miedos.

Eva escuchó con atención como Maca describía a la perfección el cambio que había sufrido Esther desde que la había conocido, sin embargo estaba segura de que le faltaba por comprender lo más importante, los motivos.

-       Maca… -la llamó Eva-.
-       Dime… -le contestó-.
-       Esther y tú, bueno… ¿ella alguna vez te ha hablado de su pasado? –le preguntó Eva-.
-       Sí algo, poco en realidad. Sé que adoraba a su madre y que tuvo una infancia feliz a pesar de no tener padre y eso… -le contestó Maca-.
-       ¿Sabes que su madre era lesbiana? –Eva vio como Maca asentía con la cabeza-. ¿Qué murió a causa de un accidente de tráfico?
-       Sí, lo dejó caer, pero no seguimos hablando de aquello porque noté que la ponía aún muy triste –le dijo Maca-. ¿Pero, a qué viene todo esto?

Eva la miró callada, se cogió las manos y pensó por unos segundos si hacía bien siguiendo por aquel camino.

-       ¿Eva? ¿qué pasa? –se inquietó Maca por aquella conversación que estaban teniendo-.
-       ¿Te ha contado alguna vez cómo decidió entrar en este mundo? ¿Cómo se hizo “acompañante”? Vamos.. ¿puta? –le soltó a bocajarro Eva, un poco nerviosa, acababa de cruzar la línea y ya no había vuelta atrás-.

Maca sintió como el corazón se le azoraba. En muchas ocasiones había querido conocer la repuesta de aquella incógnita, pero al mismo tiempo le daba miedo enfrentarse a aquella realidad.

128

Escena de Esther:

Esther le habló a Cruz sobre Maca, de cómo de una clienta más se había trasformado poco a poco en algo más complejo. Cruz escuchó sin juzgar ni tampoco aplaudir todo lo que Esther decía y callaba, había tanto en sus ojos cuando mencionaba a aquella mujer, que le parecía mentira que Esther no se diera cuenta del cambio que había sufrido. Cruz esperó, esperó callada obligando a Esther a hablar y desahogarse sin apenas darse cuenta, a decir y a balbucear justificaciones que Cruz no le pedía.

-       Por favor di algo… -le pidió Esther finalmente agachando la mirada-.

Cruz la miró, aún evaluaba lo que Esther esperaba de ella.

-       ¿Y qué esperas que te diga? –le preguntó-. ¿Acaso no lo ves?

Esther la miró, la losa que le aplastaba normalmente el pecho se había aflojado después de poner en palabras lo que llevaba tiempo guardando, y con ella se había quedado al descubierto el dolor por aquel peso contenido. Se abalanzó a los brazos de Cruz y empezó a llorar.

-       ¡No tienes que tener miedo! –la contuvo Cruz entre sus brazos para calmarla-. Siempre te dije que éste no era tu camino, pero eras y eres tan cabezota, tan rebelde que te pusiste a danzar al borde del precipicio y yo… ¿Qué más podía hacer? –la besó en la cabeza mientras Esther aún lloraba-. Durante un tiempo estuvo bien, pero ya no. ¡Es hora de empezar a vivir de verdad cariño, ella lo quería para ti!

Esther la abrazó con más fuerza, y las dos lloraron como hacía años no hacían.

Escena de Maca:

Eva le contó brevemente una introducción de lo que había sido la vida de Esther hasta que llegó a la Universidad. Le contó cómo había crecido entre algodón sin faltarle de nada, cómo su madre había forjado con ella una gran complicidad basada en la verdad y el respeto. Le explicó como el hecho de que su madre no le ocultara que era lesbiana y cómo ella había nacido, la había hecho más fuerte ante la gente cuando surgían comentarios varios de su unidad familiar; como su vida y la de su madre iban a la par porque solo ellas dos se tenían. Esther la admiraba, y la confianza con la que Esther había crecido en sí misma porque su madre siempre la apoyaba y guiaba era un pilar muy fuerte en su personalidad.

-       Cuando Esther llegó a la universidad de empresariales todo cambió. Entró en una residencia porque tenía ganas de probarse a si misma viviendo independientemente de su madre, y ésta lo vio bien. Así que pasado el periodo de adaptación de estar menos juntas todo fue bien, Esther se hizo popular en poco tiempo por su personalidad y por la naturalidad con que atajaba su sexualidad, atraía a la gente por su alegría y no se tomaba en serio ni los comentarios salidos de tono ni tampoco a aquellas jóvenes con ganas de experimentar y que sin reparo seducía –le contaba Eva-. Yo no viví aquella época de primera mano, pero me hubiera encantado ver a aquella Esther, por lo que sé era una rompe corazones y no me sorprende en nada, porque tenía todas las armas para hacer del mundo gay un atractivo al que querer sucumbir, se las sabía todas.
-       Me lo puedo imaginar, sigue –le contestó Maca, que no se perdía detalle de toda aquella historia-.
-       Bueno, pues eso… que todo el primer año parece que fue bien, de fiesta en fiesta, de tía en tía… Esther tiene coco, así que se podía permitir las juegas sin que los estudios no decayeran y fue lo que hizo. Lo jodido vino después, por lo visto una noche se vio en una fiesta privada del colectivo gay del campus, estaba con una “tipa” y llegó otra con la que había terminado de mala forma, así que se montó una bronca entre las dos mujeres, mientras que Esther decidió pasar en ese instante de ambas y se marchó con otra. Aquello por lo visto fue el detonador, a pesar de que Esther no les había prometido nada a ninguna, ellas opinaron que sin duda les debía algo, así que decidieron unirse para jugársela y lo consiguieron. Un par de semanas después Esther recibió un paquete con una tarjeta morada y una nota que ponía: “Tú eres igual que tu madre… una puta”. Esther pasó en principio del detalle, pero empezó a escuchar cometarios en el campus de que su madre era una prostituta de lujo que poco a poco la fueron calando, así que terminó llamando al número de la tarjeta y le respondió una agencia de acompañantes femeninas. Esther preguntó por su madre, pero no le dieron ninguna información y le colgaron el teléfono, lo cual la inquietó aún más y terminó interrogando a las que le habían mandado el paquete, que no dudaron en escupirle los detalles de cómo habían conseguido aquella tarjeta y saber que su madre trabajaba allí.
-       ¿La madre de Esther era… era? –Maca no era capaz de terminar aquella frase-.
-       Sí, lo era, pero por lo visto ella ya no estaba en el mercado –le aclaró Eva-.
-       Bueno, al menos lo dejó -comentó Maca-.
-       Sí, pero no… -puntualizó Eva haciendo una mueca-.
-       ¿Cómo que si, pero no? –se extrañó Maca-.
-       En realidad, la empresa era de la madre de Esther, ella no se acostaba ya con clientas, pero llevaba a su cargo 3 o 4 mujeres –le terminó de explicar Eva-.
-       Hostia… -no pudo evitar soltar Maca-, perdona…
-       No, si debió ser la hostia enterarse de algo así, porque por lo visto Esther fue a que su madre se lo desmintiera y se encontró con que no lo hizo, sino que admitió que era cierto. Así que Esther salió huyendo y la apartó de su lado, no le dejó que le explicara nada.
-       Bueno es natural, creció creyendo que entre su madre y ella no había secretos ni dobleces, y de la noche a la mañana se encuentra de cara con una completa desconocida –Maca no pudo más que ponerse en el lugar de Esther, aquello debió ser horrible-.
-       Pues sí, pero eso no fue lo peor –Eva se paró y Maca se quedó quieta como una estatua a la espera-. A las dos semanas la madre de Esther sufrió un accidente cuando iba en busca de ella a la facultad. Por lo visto, después de no hablarse, ese día Esther decidió cogerle el teléfono cuando su madre la llamó, pero sólo sirvió para que tuvieran una pelotera tremenda que hizo que ésta le dijera que iba a buscarla. La madre de Esther opinaba que ya estaba bien de que se comportara como una cría negándose a escucharla, y Esther por lo visto le colgó el teléfono soltándole algo feo. Así que te puedes imaginar el cuadro cuando a la hora la llamaron del hospital para decirle que su madre había tenido un accidente de coche.

A Maca se le encogió el alma con aquel último dato.

-       Hicieron todo lo que pudieron por ella, pero murió en menos de 72 horas y Esther se sumió en una oscuridad autodestructiva que hubiera terminado con su vida de no ser por Cruz –terminó de decir Eva-
-       ¿Quién es Cruz? –preguntó Maca con el corazón en un puño de pensar que Esther había corrido peligro-.
-       Cruz fue la única pupila de la madre de Esther, y la que se convirtió en su mentora –dijo Eva y entonces miró a Maca a los ojos para asegurarse de que le estaba entendiendo-. Cruz es la mentora de Esther, quien le enseñó todo sobre este mundo de la “compañía” de lujo, y es a la persona a la que ha ido a ver. Esther está en casa de Cruz ahora.


A Maca un escalofrío le traspasó cortándola en dos. El futuro de su relación con Esther estaba en manos de la misma persona que había iniciado a Esther en aquel mundo de prostitución, y ella sólo podía estar allí quieta y confiar en que los pasos de Esther volvieran hasta ella.

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