Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
127
Maca se despertó cerca de
las ocho de la tarde, un poco aturdida pero descansada. Eva le sugirió una
ducha para despejarse y ella la aceptó sin decir mucho, se sentía como si le
hubieran dado un golpe en la cabeza. Tras el baño buscó a Eva por la casa. La
preocupación porque Esther hubiera llamado mientras dormía volvió a sobrecogerla.
- ¡Hola! -salió Maca al balcón al encontrarla-.
- Eh,
hola… ¿Qué tal la ducha? ¿Mejor? –le preguntó Eva preocupada por si se habían
pasado con los tranquilizantes-.
- Sí,
ya estoy bien. Es raro que me haya dormido de ese modo, desde luego ya sé que vino
comprar cuando tenga insomnio, porque nunca me había pasado algo así -trató de
distender el momento Maca, pues notaba a Eva un poco rara-.
- Ya,
bueno pues también tendrás que apuntar el nombre de los tranquilizantes que te
metimos en la copa, porque si no, no te hará el mismo efecto -le confesó Eva-.
Maca la miró con el
entrecejo fruncido a modo de interrogante, mientras procesaba aquella confesión
repentina e inesperada.
- ¿Me
habéis dado tranquilizantes? –preguntó Maca asimilándolo-.
- Perdona
Maca, pero … ¿tú te has visto? –trató de justificarse Eva-. ¿Cuántos kilos has
perdido? ¿ cuatro, cinco? Llevas dos semanas matándote a trabajo y sin apenas
descansar nada, me imaginé que cuando te viera estarías cansada, pero cuando te
recogí esta mañana, es que estabas muerta… ¿Qué querías que hiciera? Necesitas
descansar, te tienes que tomar esta espera de otra forma, o cuando llegue
Esther se va a encontrar un zombie. ¿Así piensas tú quitarle sus miedos? ¿Haciéndole
sentir que es responsable de tu bienestar y de tu salud? ¿Siendo una carga, en
lugar de alguien que le de seguridad y que sea el pilar que necesita para
decidirse a atreverse a cambiar lo que ya conoce?
A Maca le golpearon en la
cara una a una cada palabra que salió de la boca de Eva. Aturdida aún por la
medicación, inestable por la debilidad que había dejado en ella aquellos días
angustiosos de incertidumbre y desinformación, reculó hasta sentarse en una de
las sillas de la terraza. Eva tenía razón.
- ¡Tienes
razón! No quiero que me encuentre así a su regreso, porque Eva… ¿Esther va a
regresar, verdad? –le preguntó Maca-.
Eva por primera vez pudo
entender a Esther cuando le comentaba la dulzura y la necesidad que Maca le
trasmitía. En los ojos de aquella mujer ambas cosas rebosaban mientras
formulaban aquella pregunta que sólo esperaba una respuesta.
- Sí, va a volver. No me ha dicho aún cuando, pero
lo hará y tú vas a encargarte de que cuando lo haga, no tenga opción para salir
huyendo, ¿está claro? –le dijo Eva mientras se sentaba a su lado-.
- Sí,
muy claro –le contestó Maca-.
- ¡Estupendo!
Eva se le acercó y le dio
un abrazo, Maca se dejó abrazar emitiendo un suspiro. Echaba de menos a Esther,
el no poder si quiera oírla la estaba ahogando, pero Eva estaba en lo cierto,
tenía que crecerse, hacerse más fuerte, más segura… debía volver a ser no sólo
la Maca que fue antes de que Azucena ensombreciera su vida, sino esa nueva que
despertó al encontrarse con Esther.
- ¿Sabes?
Cuando me encontré con Esther por primera vez, su seguridad me golpeó de
frente. Se le veía tan tranquila, feliz y tan cómoda con quien era, con lo que
hacía, y yo me sentía tan vacía con mi propia vida, que quise aferrarme a ella
para que me trasmitiera algo de todo eso que ella tenía –le confesó Maca a
Eva-. Jamás imaginé que ella también pudiera tener miedos.
Eva escuchó con atención
como Maca describía a la perfección el cambio que había sufrido Esther desde
que la había conocido, sin embargo estaba segura de que le faltaba por
comprender lo más importante, los motivos.
- Maca…
-la llamó Eva-.
- Dime…
-le contestó-.
- Esther
y tú, bueno… ¿ella alguna vez te ha hablado de su pasado? –le preguntó Eva-.
- Sí
algo, poco en realidad. Sé que adoraba a su madre y que tuvo una infancia feliz
a pesar de no tener padre y eso… -le contestó Maca-.
- ¿Sabes
que su madre era lesbiana? –Eva vio como Maca asentía con la cabeza-. ¿Qué
murió a causa de un accidente de tráfico?
- Sí,
lo dejó caer, pero no seguimos hablando de aquello porque noté que la ponía aún
muy triste –le dijo Maca-. ¿Pero, a qué viene todo esto?
Eva la miró callada, se
cogió las manos y pensó por unos segundos si hacía bien siguiendo por aquel
camino.
- ¿Eva?
¿qué pasa? –se inquietó Maca por aquella conversación que estaban teniendo-.
- ¿Te
ha contado alguna vez cómo decidió entrar en este mundo? ¿Cómo se hizo
“acompañante”? Vamos.. ¿puta? –le soltó a bocajarro Eva, un poco nerviosa,
acababa de cruzar la línea y ya no había vuelta atrás-.
Maca sintió como el corazón
se le azoraba. En muchas ocasiones había querido conocer la repuesta de aquella
incógnita, pero al mismo tiempo le daba miedo enfrentarse a aquella realidad.
128
Escena
de Esther:
Esther le
habló a Cruz sobre Maca, de cómo de una clienta más se había trasformado poco a
poco en algo más complejo. Cruz escuchó sin juzgar ni tampoco aplaudir todo lo
que Esther decía y callaba, había tanto en sus ojos cuando mencionaba a aquella
mujer, que le parecía mentira que Esther no se diera cuenta del cambio que
había sufrido. Cruz esperó, esperó callada obligando a Esther a hablar y
desahogarse sin apenas darse cuenta, a decir y a balbucear justificaciones que
Cruz no le pedía.
- Por
favor di algo… -le pidió Esther finalmente agachando la mirada-.
Cruz la
miró, aún evaluaba lo que Esther esperaba de ella.
- ¿Y
qué esperas que te diga? –le preguntó-. ¿Acaso no lo ves?
Esther la
miró, la losa que le aplastaba normalmente el pecho se había aflojado después
de poner en palabras lo que llevaba tiempo guardando, y con ella se había
quedado al descubierto el dolor por aquel peso contenido. Se abalanzó a los
brazos de Cruz y empezó a llorar.
- ¡No
tienes que tener miedo! –la contuvo Cruz entre sus brazos para calmarla-.
Siempre te dije que éste no era tu camino, pero eras y eres tan cabezota, tan
rebelde que te pusiste a danzar al borde del precipicio y yo… ¿Qué más podía
hacer? –la besó en la cabeza mientras Esther aún lloraba-. Durante un tiempo
estuvo bien, pero ya no. ¡Es hora de empezar a vivir de verdad cariño, ella lo
quería para ti!
Esther la
abrazó con más fuerza, y las dos lloraron como hacía años no hacían.
Escena
de Maca:
Eva le
contó brevemente una introducción de lo que había sido la vida de Esther hasta
que llegó a la Universidad. Le contó cómo había crecido entre algodón sin
faltarle de nada, cómo su madre había forjado con ella una gran complicidad
basada en la verdad y el respeto. Le explicó como el hecho de que su madre no
le ocultara que era lesbiana y cómo ella había nacido, la había hecho más
fuerte ante la gente cuando surgían comentarios varios de su unidad familiar;
como su vida y la de su madre iban a la par porque solo ellas dos se tenían.
Esther la admiraba, y la confianza con la que Esther había crecido en sí misma
porque su madre siempre la apoyaba y guiaba era un pilar muy fuerte en su
personalidad.
- Cuando
Esther llegó a la universidad de empresariales todo cambió. Entró en una
residencia porque tenía ganas de probarse a si misma viviendo
independientemente de su madre, y ésta lo vio bien. Así que pasado el periodo
de adaptación de estar menos juntas todo fue bien, Esther se hizo popular en
poco tiempo por su personalidad y por la naturalidad con que atajaba su
sexualidad, atraía a la gente por su alegría y no se tomaba en serio ni los
comentarios salidos de tono ni tampoco a aquellas jóvenes con ganas de
experimentar y que sin reparo seducía –le contaba Eva-. Yo no viví aquella
época de primera mano, pero me hubiera encantado ver a aquella Esther, por lo
que sé era una rompe corazones y no me sorprende en nada, porque tenía todas
las armas para hacer del mundo gay un atractivo al que querer sucumbir, se las
sabía todas.
- Me
lo puedo imaginar, sigue –le contestó Maca, que no se perdía detalle de toda
aquella historia-.
- Bueno,
pues eso… que todo el primer año parece que fue bien, de fiesta en fiesta, de
tía en tía… Esther tiene coco, así que se podía permitir las juegas sin que los
estudios no decayeran y fue lo que hizo. Lo jodido vino después, por lo visto
una noche se vio en una fiesta privada del colectivo gay del campus, estaba con
una “tipa” y llegó otra con la que había terminado de mala forma, así que se
montó una bronca entre las dos mujeres, mientras que Esther decidió pasar en
ese instante de ambas y se marchó con otra. Aquello por lo visto fue el
detonador, a pesar de que Esther no les había prometido nada a ninguna, ellas
opinaron que sin duda les debía algo, así que decidieron unirse para jugársela
y lo consiguieron. Un par de semanas después Esther recibió un paquete con una
tarjeta morada y una nota que ponía: “Tú eres igual que tu madre… una puta”. Esther
pasó en principio del detalle, pero empezó a escuchar cometarios en el campus
de que su madre era una prostituta de lujo que poco a poco la fueron calando,
así que terminó llamando al número de la tarjeta y le respondió una agencia de
acompañantes femeninas. Esther preguntó por su madre, pero no le dieron ninguna
información y le colgaron el teléfono, lo cual la inquietó aún más y terminó
interrogando a las que le habían mandado el paquete, que no dudaron en
escupirle los detalles de cómo habían conseguido aquella tarjeta y saber que su
madre trabajaba allí.
- ¿La
madre de Esther era… era? –Maca no era capaz de terminar aquella frase-.
- Sí,
lo era, pero por lo visto ella ya no estaba en el mercado –le aclaró Eva-.
- Bueno,
al menos lo dejó -comentó Maca-.
- Sí,
pero no… -puntualizó Eva haciendo una mueca-.
- ¿Cómo
que si, pero no? –se extrañó Maca-.
- En
realidad, la empresa era de la madre de Esther, ella no se acostaba ya con
clientas, pero llevaba a su cargo 3 o 4 mujeres –le terminó de explicar Eva-.
- Hostia…
-no pudo evitar soltar Maca-, perdona…
- No,
si debió ser la hostia enterarse de algo así, porque por lo visto Esther fue a
que su madre se lo desmintiera y se encontró con que no lo hizo, sino que
admitió que era cierto. Así que Esther salió huyendo y la apartó de su lado, no
le dejó que le explicara nada.
- Bueno
es natural, creció creyendo que entre su madre y ella no había secretos ni
dobleces, y de la noche a la mañana se encuentra de cara con una completa
desconocida –Maca no pudo más que ponerse en el lugar de Esther, aquello debió
ser horrible-.
- Pues
sí, pero eso no fue lo peor –Eva se paró y Maca se quedó quieta como una
estatua a la espera-. A las dos semanas la madre de Esther sufrió un accidente
cuando iba en busca de ella a la facultad. Por lo visto, después de no hablarse,
ese día Esther decidió cogerle el teléfono cuando su madre la llamó, pero sólo
sirvió para que tuvieran una pelotera tremenda que hizo que ésta le dijera que
iba a buscarla. La madre de Esther opinaba que ya estaba bien de que se
comportara como una cría negándose a escucharla, y Esther por lo visto le colgó
el teléfono soltándole algo feo. Así que te puedes imaginar el cuadro cuando a
la hora la llamaron del hospital para decirle que su madre había tenido un
accidente de coche.
A Maca se
le encogió el alma con aquel último dato.
- Hicieron
todo lo que pudieron por ella, pero murió en menos de 72 horas y Esther se
sumió en una oscuridad autodestructiva que hubiera terminado con su vida de no
ser por Cruz –terminó de decir Eva-
- ¿Quién
es Cruz? –preguntó Maca con el corazón en un puño de pensar que Esther había
corrido peligro-.
- Cruz
fue la única pupila de la madre de Esther, y la que se convirtió en su mentora
–dijo Eva y entonces miró a Maca a los ojos para asegurarse de que le estaba
entendiendo-. Cruz es la mentora de Esther, quien le enseñó todo sobre este
mundo de la “compañía” de lujo, y es a la persona a la que ha ido a ver. Esther
está en casa de Cruz ahora.
A Maca un
escalofrío le traspasó cortándola en dos. El futuro de su relación con Esther estaba
en manos de la misma persona que había iniciado a Esther en aquel mundo de
prostitución, y ella sólo podía estar allí quieta y confiar en que los pasos de
Esther volvieran hasta ella.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
127
Maca se despertó cerca de
las ocho de la tarde, un poco aturdida pero descansada. Eva le sugirió una
ducha para despejarse y ella la aceptó sin decir mucho, se sentía como si le
hubieran dado un golpe en la cabeza. Tras el baño buscó a Eva por la casa. La
preocupación porque Esther hubiera llamado mientras dormía volvió a sobrecogerla.
- ¡Hola! -salió Maca al balcón al encontrarla-.
- Eh,
hola… ¿Qué tal la ducha? ¿Mejor? –le preguntó Eva preocupada por si se habían
pasado con los tranquilizantes-.
- Sí,
ya estoy bien. Es raro que me haya dormido de ese modo, desde luego ya sé que vino
comprar cuando tenga insomnio, porque nunca me había pasado algo así -trató de
distender el momento Maca, pues notaba a Eva un poco rara-.
- Ya,
bueno pues también tendrás que apuntar el nombre de los tranquilizantes que te
metimos en la copa, porque si no, no te hará el mismo efecto -le confesó Eva-.
Maca la miró con el
entrecejo fruncido a modo de interrogante, mientras procesaba aquella confesión
repentina e inesperada.
- ¿Me
habéis dado tranquilizantes? –preguntó Maca asimilándolo-.
- Perdona
Maca, pero … ¿tú te has visto? –trató de justificarse Eva-. ¿Cuántos kilos has
perdido? ¿ cuatro, cinco? Llevas dos semanas matándote a trabajo y sin apenas
descansar nada, me imaginé que cuando te viera estarías cansada, pero cuando te
recogí esta mañana, es que estabas muerta… ¿Qué querías que hiciera? Necesitas
descansar, te tienes que tomar esta espera de otra forma, o cuando llegue
Esther se va a encontrar un zombie. ¿Así piensas tú quitarle sus miedos? ¿Haciéndole
sentir que es responsable de tu bienestar y de tu salud? ¿Siendo una carga, en
lugar de alguien que le de seguridad y que sea el pilar que necesita para
decidirse a atreverse a cambiar lo que ya conoce?
A Maca le golpearon en la
cara una a una cada palabra que salió de la boca de Eva. Aturdida aún por la
medicación, inestable por la debilidad que había dejado en ella aquellos días
angustiosos de incertidumbre y desinformación, reculó hasta sentarse en una de
las sillas de la terraza. Eva tenía razón.
- ¡Tienes
razón! No quiero que me encuentre así a su regreso, porque Eva… ¿Esther va a
regresar, verdad? –le preguntó Maca-.
Eva por primera vez pudo
entender a Esther cuando le comentaba la dulzura y la necesidad que Maca le
trasmitía. En los ojos de aquella mujer ambas cosas rebosaban mientras
formulaban aquella pregunta que sólo esperaba una respuesta.
- Sí, va a volver. No me ha dicho aún cuando, pero
lo hará y tú vas a encargarte de que cuando lo haga, no tenga opción para salir
huyendo, ¿está claro? –le dijo Eva mientras se sentaba a su lado-.
- Sí,
muy claro –le contestó Maca-.
- ¡Estupendo!
Eva se le acercó y le dio
un abrazo, Maca se dejó abrazar emitiendo un suspiro. Echaba de menos a Esther,
el no poder si quiera oírla la estaba ahogando, pero Eva estaba en lo cierto,
tenía que crecerse, hacerse más fuerte, más segura… debía volver a ser no sólo
la Maca que fue antes de que Azucena ensombreciera su vida, sino esa nueva que
despertó al encontrarse con Esther.
- ¿Sabes?
Cuando me encontré con Esther por primera vez, su seguridad me golpeó de
frente. Se le veía tan tranquila, feliz y tan cómoda con quien era, con lo que
hacía, y yo me sentía tan vacía con mi propia vida, que quise aferrarme a ella
para que me trasmitiera algo de todo eso que ella tenía –le confesó Maca a
Eva-. Jamás imaginé que ella también pudiera tener miedos.
Eva escuchó con atención
como Maca describía a la perfección el cambio que había sufrido Esther desde
que la había conocido, sin embargo estaba segura de que le faltaba por
comprender lo más importante, los motivos.
- Maca…
-la llamó Eva-.
- Dime…
-le contestó-.
- Esther
y tú, bueno… ¿ella alguna vez te ha hablado de su pasado? –le preguntó Eva-.
- Sí
algo, poco en realidad. Sé que adoraba a su madre y que tuvo una infancia feliz
a pesar de no tener padre y eso… -le contestó Maca-.
- ¿Sabes
que su madre era lesbiana? –Eva vio como Maca asentía con la cabeza-. ¿Qué
murió a causa de un accidente de tráfico?
- Sí,
lo dejó caer, pero no seguimos hablando de aquello porque noté que la ponía aún
muy triste –le dijo Maca-. ¿Pero, a qué viene todo esto?
Eva la miró callada, se
cogió las manos y pensó por unos segundos si hacía bien siguiendo por aquel
camino.
- ¿Eva?
¿qué pasa? –se inquietó Maca por aquella conversación que estaban teniendo-.
- ¿Te
ha contado alguna vez cómo decidió entrar en este mundo? ¿Cómo se hizo
“acompañante”? Vamos.. ¿puta? –le soltó a bocajarro Eva, un poco nerviosa,
acababa de cruzar la línea y ya no había vuelta atrás-.
Maca sintió como el corazón
se le azoraba. En muchas ocasiones había querido conocer la repuesta de aquella
incógnita, pero al mismo tiempo le daba miedo enfrentarse a aquella realidad.
128
Escena
de Esther:
Esther le
habló a Cruz sobre Maca, de cómo de una clienta más se había trasformado poco a
poco en algo más complejo. Cruz escuchó sin juzgar ni tampoco aplaudir todo lo
que Esther decía y callaba, había tanto en sus ojos cuando mencionaba a aquella
mujer, que le parecía mentira que Esther no se diera cuenta del cambio que
había sufrido. Cruz esperó, esperó callada obligando a Esther a hablar y
desahogarse sin apenas darse cuenta, a decir y a balbucear justificaciones que
Cruz no le pedía.
- Por
favor di algo… -le pidió Esther finalmente agachando la mirada-.
Cruz la
miró, aún evaluaba lo que Esther esperaba de ella.
- ¿Y
qué esperas que te diga? –le preguntó-. ¿Acaso no lo ves?
Esther la
miró, la losa que le aplastaba normalmente el pecho se había aflojado después
de poner en palabras lo que llevaba tiempo guardando, y con ella se había
quedado al descubierto el dolor por aquel peso contenido. Se abalanzó a los
brazos de Cruz y empezó a llorar.
- ¡No
tienes que tener miedo! –la contuvo Cruz entre sus brazos para calmarla-.
Siempre te dije que éste no era tu camino, pero eras y eres tan cabezota, tan
rebelde que te pusiste a danzar al borde del precipicio y yo… ¿Qué más podía
hacer? –la besó en la cabeza mientras Esther aún lloraba-. Durante un tiempo
estuvo bien, pero ya no. ¡Es hora de empezar a vivir de verdad cariño, ella lo
quería para ti!
Esther la
abrazó con más fuerza, y las dos lloraron como hacía años no hacían.
Escena
de Maca:
Eva le
contó brevemente una introducción de lo que había sido la vida de Esther hasta
que llegó a la Universidad. Le contó cómo había crecido entre algodón sin
faltarle de nada, cómo su madre había forjado con ella una gran complicidad
basada en la verdad y el respeto. Le explicó como el hecho de que su madre no
le ocultara que era lesbiana y cómo ella había nacido, la había hecho más
fuerte ante la gente cuando surgían comentarios varios de su unidad familiar;
como su vida y la de su madre iban a la par porque solo ellas dos se tenían.
Esther la admiraba, y la confianza con la que Esther había crecido en sí misma
porque su madre siempre la apoyaba y guiaba era un pilar muy fuerte en su
personalidad.
- Cuando
Esther llegó a la universidad de empresariales todo cambió. Entró en una
residencia porque tenía ganas de probarse a si misma viviendo
independientemente de su madre, y ésta lo vio bien. Así que pasado el periodo
de adaptación de estar menos juntas todo fue bien, Esther se hizo popular en
poco tiempo por su personalidad y por la naturalidad con que atajaba su
sexualidad, atraía a la gente por su alegría y no se tomaba en serio ni los
comentarios salidos de tono ni tampoco a aquellas jóvenes con ganas de
experimentar y que sin reparo seducía –le contaba Eva-. Yo no viví aquella
época de primera mano, pero me hubiera encantado ver a aquella Esther, por lo
que sé era una rompe corazones y no me sorprende en nada, porque tenía todas
las armas para hacer del mundo gay un atractivo al que querer sucumbir, se las
sabía todas.
- Me
lo puedo imaginar, sigue –le contestó Maca, que no se perdía detalle de toda
aquella historia-.
- Bueno,
pues eso… que todo el primer año parece que fue bien, de fiesta en fiesta, de
tía en tía… Esther tiene coco, así que se podía permitir las juegas sin que los
estudios no decayeran y fue lo que hizo. Lo jodido vino después, por lo visto
una noche se vio en una fiesta privada del colectivo gay del campus, estaba con
una “tipa” y llegó otra con la que había terminado de mala forma, así que se
montó una bronca entre las dos mujeres, mientras que Esther decidió pasar en
ese instante de ambas y se marchó con otra. Aquello por lo visto fue el
detonador, a pesar de que Esther no les había prometido nada a ninguna, ellas
opinaron que sin duda les debía algo, así que decidieron unirse para jugársela
y lo consiguieron. Un par de semanas después Esther recibió un paquete con una
tarjeta morada y una nota que ponía: “Tú eres igual que tu madre… una puta”. Esther
pasó en principio del detalle, pero empezó a escuchar cometarios en el campus
de que su madre era una prostituta de lujo que poco a poco la fueron calando,
así que terminó llamando al número de la tarjeta y le respondió una agencia de
acompañantes femeninas. Esther preguntó por su madre, pero no le dieron ninguna
información y le colgaron el teléfono, lo cual la inquietó aún más y terminó
interrogando a las que le habían mandado el paquete, que no dudaron en
escupirle los detalles de cómo habían conseguido aquella tarjeta y saber que su
madre trabajaba allí.
- ¿La
madre de Esther era… era? –Maca no era capaz de terminar aquella frase-.
- Sí,
lo era, pero por lo visto ella ya no estaba en el mercado –le aclaró Eva-.
- Bueno,
al menos lo dejó -comentó Maca-.
- Sí,
pero no… -puntualizó Eva haciendo una mueca-.
- ¿Cómo
que si, pero no? –se extrañó Maca-.
- En
realidad, la empresa era de la madre de Esther, ella no se acostaba ya con
clientas, pero llevaba a su cargo 3 o 4 mujeres –le terminó de explicar Eva-.
- Hostia…
-no pudo evitar soltar Maca-, perdona…
- No,
si debió ser la hostia enterarse de algo así, porque por lo visto Esther fue a
que su madre se lo desmintiera y se encontró con que no lo hizo, sino que
admitió que era cierto. Así que Esther salió huyendo y la apartó de su lado, no
le dejó que le explicara nada.
- Bueno
es natural, creció creyendo que entre su madre y ella no había secretos ni
dobleces, y de la noche a la mañana se encuentra de cara con una completa
desconocida –Maca no pudo más que ponerse en el lugar de Esther, aquello debió
ser horrible-.
- Pues
sí, pero eso no fue lo peor –Eva se paró y Maca se quedó quieta como una
estatua a la espera-. A las dos semanas la madre de Esther sufrió un accidente
cuando iba en busca de ella a la facultad. Por lo visto, después de no hablarse,
ese día Esther decidió cogerle el teléfono cuando su madre la llamó, pero sólo
sirvió para que tuvieran una pelotera tremenda que hizo que ésta le dijera que
iba a buscarla. La madre de Esther opinaba que ya estaba bien de que se
comportara como una cría negándose a escucharla, y Esther por lo visto le colgó
el teléfono soltándole algo feo. Así que te puedes imaginar el cuadro cuando a
la hora la llamaron del hospital para decirle que su madre había tenido un
accidente de coche.
A Maca se
le encogió el alma con aquel último dato.
- Hicieron
todo lo que pudieron por ella, pero murió en menos de 72 horas y Esther se
sumió en una oscuridad autodestructiva que hubiera terminado con su vida de no
ser por Cruz –terminó de decir Eva-
- ¿Quién
es Cruz? –preguntó Maca con el corazón en un puño de pensar que Esther había
corrido peligro-.
- Cruz
fue la única pupila de la madre de Esther, y la que se convirtió en su mentora
–dijo Eva y entonces miró a Maca a los ojos para asegurarse de que le estaba
entendiendo-. Cruz es la mentora de Esther, quien le enseñó todo sobre este
mundo de la “compañía” de lujo, y es a la persona a la que ha ido a ver. Esther
está en casa de Cruz ahora.
A Maca un
escalofrío le traspasó cortándola en dos. El futuro de su relación con Esther estaba
en manos de la misma persona que había iniciado a Esther en aquel mundo de
prostitución, y ella sólo podía estar allí quieta y confiar en que los pasos de
Esther volvieran hasta ella.
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