Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
125
Esther
entró por la puerta de su apartamento, movida por la petición de Eva de que
pasara el día con ella y Laura, aunque para ello hubiera cedido a posponer su
viaje hasta el día siguiente. Colgó el abrigo, fue hasta la cocina y al
levantar la mirada se topó con el reloj de pared. “La una de la madrugada… es
tardísimo, seguro que está acostada” pensó instintivamente en Maca, la echaba
de menos. Abrió la nevera pero no vio nada que pudiera cerrar aquel agujero en
el estómago, sabía que no era hambre lo que le rugía por dentro y la volvió a
cerrar. Se sacó el móvil del bolsillo y jugueteo un poco con él, quería
escucharla, sólo escucharla, pero lo dejó en la encimera y lo miró desde lejos
tratando de aclararse. Maca no la había llamado, aquello le preocupaba y la
aliviaba en cierta forma, pues no tenía fuerzas para decirle que desaparecería
por algún tiempo de Madrid. Sin embargo, ver en qué se había convertido la
relación de Eva y Laura, la tenía bailando con las posibilidades. Volvió a
acercarse al móvil, pulso la llamada automática y escuchó el primer tono… “la
voy a despertar, la voy a despertar…” pensaba cada vez más nerviosa, pero algo
le impedía terminar la llamada. Cinco tonos, silencio tras el auricular, colgó.
Se llevó el móvil al pecho y se dejó caer suavemente contra los muebles de la
cocina hasta llegar al suelo. Le había costado tanto llamarla, ¿y si la
despertaba? Miró la pantalla, quizá debía volver a intentarlo… se lo pensó,
quería escucharla… marcó. De nuevo aquel primer tono… “uno, dos… tres… vamos…
cuatro … mierda”….
- ¿Siii?
Esther se
incorporó de un salto del suelo, como si aquella voz le hubiera pellizcado sin
piedad.
- ¿Esther?
–preguntó Maca al percibir el silencio al otro lado-.
- Buenas
noches gatita, pensé que ya dormías -reaccionó Esther agarrando el móvil con
fuerza para que no se le escapara-.
- No,
no… espera un segundo… -le dijo Maca-.
Esther
escuchó música y jaleo de fondo, alguien había parado a Maca y ella se despedía
amablemente diciendo que tenía que atender una llamada, Esther empezó a pensar
que la había interrumpido en medio de algo importante. De pronto las voces y el
ruido de fondo empezó a disminuir, un golpe seco, seguramente una puerta, y la
tranquilidad del silencio se hizo…
- Ya,
perdona… ¿qué me decías? –le preguntó Maca que no había podido oírla bien-.
- Que
pensé que ya dormías, pero creo que te interrumpí en mitad de algo importante
-le dijo Esther que se había sentado en el sofá-.
- No
me has interrumpido, en realidad acabas de salvarme de una fiesta desquiciante.
Llevo todo el día encerrada entre mi actitud de correcta hija y eficiente
trabajadora. Creo que podremos resolver el asunto de la exportación al final
–le comunicó Maca-.
- Nunca
dudé de ello, estando tu al mando –le dijo Esther con una sonrisa-.
- ¿Detecto
un piropo en esas palabras? –le preguntó alegre Maca, pues había decidido
afrontar las cosas entre ellas con paciencia y determinación-.
- ¿Tú
qué crees? –la esquivó Esther más relajada por su actitud-.
- Jajaja…
¿Cómo te fue a ti el día? Cuéntame cosas… -le pidió Maca que ya se había
acomodado en el sillón de su padre-.
Esther
desechó la idea de contarle su sueño y sus planes, y se limitó a hablarle sobre
el día que había pasado con Laura y Eva. Maca recibió con gran alegría y
sorpresa, la noticia de que estuvieran bien juntas y que pensaran en compartir
piso.
- Me
alegro tanto por ellas. Seguro que les va bien, se lo merecen –le dijo Maca-.
- Sí,
yo también creo que les irá bien –contestó Esther feliz por sus amigas, triste
porque el escuchar a Maca y haber visto a sus amigas, le había puesto las cosas
más difíciles-. Maca…
- Tengo
unas ganas horrorosas de verte… -se entrecruzaron al hablar Maca y Esther-.
Esther se
paró en seco, ella también quería verla pero si lo hacía sabía que volvería a
aquella noria de la cual no podría bajarse, no ahora que había abierto la
puerta de lo que sentía.
- Maca,
de eso te quería hablar -siguió Esther-.
- Dime…
-le animó Maca sin esperar lo que vendría a continuación-.
- Voy
a tener que salir unos días de Madrid –le dijo Esther, pues en el último
momento le había parecido rastrero y cruel el no avisarla-.
- ¿Muchos
días? –preguntó Maca nerviosa-.
- Aún
no lo sé, voy a ver a una amiga y no sé cuánto tiempo estaré fuera. Espero que
poco, quizá una semana, dos… un mes, quizá –dijo a media voz Esther, no quería
mentirle pero tampoco quería asustarla-.
Maca
sintió que su corazón se desbocaba, se irguió en el asiento incapaz de
controlar el huracán que había empezado a soplar en su cabeza destruyéndolo
todo a su paso. “¿Un messsssssss? ¡Yo no puedo estar sin verte un mes….!” Quiso
gritar Maca, pero se había quedado muda.
- Maca,
di algo -le pidió Esther-.
- ¡No
te vayas! –le pidió Maca enérgicamente, sin pensar-.
A Esther
aquella petición la pilló de improvisto, no era propio de Maca decir lo que
quería sin tener en cuenta la situación de los demás, su ímpetu y necesidad la
quebró.
- Maca…
yo no… no puedo –le contestó finalmente Esther-.
- ¿Por
qué no? ¿Es que le pasa algo a tu amiga? ¿Está enferma?... –Maca estaba fuera
de sí, se resistía a quedarse sumisa sin luchar, dejando que se marchara sin ninguna
explicación-.
- No,
no está enferma… la que necesito ir a verla soy yo, necesito una vacaciones,
estar tranquila, pensar… -le dijo Esther nerviosa-.
- ¿Esto
es porque te dije que te quiero? –allí estaba la pregunta. Esther se
estremeció, nunca pensó que Maca reaccionaría con tanta determinación
poniéndola contra la pared-. Porque si es por eso, no necesitas huir, te
quiero, pero no voy a obligarte a nada… no voy a perseguirte ni acosarte ni voy
a llorarte por los rincones, si tú no sientes lo mismo lo aceptaré… te dejaré
en paz, yo no soy una cliente Esther, no lo soy. Si no quieres verme dilo, dilo
y te dejaré…
- Maca,
no lo eres, ya sé que no lo eres… -la detuvo Esther, notando como en la voz de
Maca crecía la ansiedad y la angustia por mucho que quisiera aparentar madurez
en asimilar aquellas posibilidades-… Pero no estoy huyendo, ¿vale? Sólo
necesito un poco de tiempo para mí.
- Pues
tómatelo, pero no necesitas irte para ello, ¿no? -Maca tenía que intentar retenerla, el hecho
de pensar que Esther se marchara, de no poder localizarla, era insoportable… ¿y
si desaparecía para siempre?-
Esther
suspiró, debía tranquilizarse, pero la angustia de Maca la atravesaba más que
la suya propia.
- No
puedo, me gustaría, pero sé que así no puedo -dijo Esther con voz apagada-.
- ¿Pero
por qué? ¿Por qué, no lo entiendo? –insistía Maca-
- Porque
no puedo sabiendo que estás cerca -le gritó Esther, casi llorando-. Creo que me
he enamorado de ti, y no puedo tomar decisiones por mí misma si sé que estas
cerca… ¿no lo entiendes?
Maca se
quedó perpleja ante aquello… “¿me quiere?... ¡ME QUIERE!” aquella idea
retumbaba en su cabeza anulando cualquier atisbo de cordura.
- Por
favor, di algo… no te quedes callada –le pidió suavemente Esther, confesarle
aquello la tenía aterrada-.
- ¿Has
dicho que crees que me quieres? –le preguntó Maca todo lo calmada que podía,
casi en un susurro-.
- Sí…
eso he dicho –le contestó Esther en un suspiro-.
- ¿Me
quieres? –volvió a preguntar Maca incrédula-.
- Sí…
-contestó otra vez Esther, que cada vez que repetía aquello parecía que
empezaba a ser más consciente-.
- Pero…
espera... Me quieres, pero de quererme vaya… no de que me tienes cariño.. sino
de que tú y yo… quizá.. tú y yo juntas…. En fin… -Maca empezó a balbucear,
poniéndose cada vez más nerviosa y alegre-.
- Por
favor… quieres matarme ,¿no?… -le suplicó Esther tapándose la cara con una
mano, mientras no podía evitar que la angustia se hubiera empezado a envolver
de una sensación de felicidad extraña para ella-… ¡Te quiero! ¿Qué más quieres
que te diga?
Maca sintió
como el pecho se le inflaba en un segundo, la quería y ella parecía sentir lo
mismo, no estaba luchando por un imposible, podía ser tan real como que
existían.
- Entonces
quédate, Esther quédate… te prometo que iremos despacio, que esperaré a que
tomes tus decisiones. Mira, si es por lo de dormir juntas, no lo haremos… cada
una en su casa, ¿vale? Hasta que tú digas, semanas, meses,… lo que quieras,
haré lo que tú quieras hasta que estés convencida. No te pediré nada, no haré
nada… -le pidió Maca, incapaz de dejarla marchar ahora que tenía tan cerca de
sí la posibilidad de estar con ella-.
- Cariño,
no puedo… de verdad que no puedo -le dijo Esther a pesar de ver como toda la
poca voluntad que le quedaba le flaqueaba ante aquella voz-.
- ¿Pero
por qué? –le preguntó Maca-.
- Porque
no tengo miedo de ti, sé que tú respetarás todo aquello que me digas, pero yo
no podré. Si pudiera ahora mismo, si supiera que estás en Madrid ahora mismo…
iría corriendo a tus brazos, me muero por besarte, por olerte, por hacer el
amor contigo… Ese es el problema, que no puedo estar cerca de ti y pensar, no
puedo, simplemente no puedo –le dijo Esther-. Necesito hacer esto sola, sino no saldrá bien,
Maca… debes confiar en mí.
Maca
respiró, Esther se iría y ella tendría que soportarlo, la cosa era así.
- Siempre
confié en ti, no voy a empezar a dudar ahora. ¿Cuándo te vas? –cedió Maca-.
- Mañana
-le dijo Esther-.
- ¿Puedo
preguntar a dónde? –le dijo Maca-.
- Maca…
-dudó Esther-.
- No
voy a ir a buscarte, es sólo que me resulta insoportable no saber en qué parte
del planeta estarás -se desesperó sin querer Maca-.
- Estaré
lo suficientemente lejos para no correr en busca tuya en unas horas, lo
suficientemente cerca para en un día poder plantarme en Madrid… dejémoslo así,
¿vale? –le contestó Esther-.
- ¿Podré
llamarte? –preguntó-.
- Maca
por favor, no me lo pongas más difícil, te lo ruego -le suplicó Esther-.
- Lo
siento… lo siento… es que no… -Maca se tapó la cara con la mano-. ¿Cómo sabré
que estás bien? No puedo quedarme quieta sin saber cómo estarás, debes comprenderlo.
Esther
también había pensado en aquello, ella misma no sabía si tendría la fuerza
suficiente de permanecer sin noticias de Maca, así que le había dejado un
recado a Eva por si la emergencia de tener noticias sobre Maca la acuciaba.
- Anota
este número… -le dijo Esther y Maca anotó cada cifra en un papel-. Es el número
de Eva, ella estará para ti si necesitas algo, ¿vale?
- Esther…
-se quiso quejar Maca-.
- Maca
por favor… no, no hay nada más que decir sobre esto… no insistas o colgaré –la
amenazó Esther, pues no veía otra forma de contener la mínima parte de voluntad
que le quedaba-.
Maca se
asustó con la posibilidad de que le colgara, así que no insistió más. Los
últimos minutos al teléfono fueron para evitar una despedida forzada,
concentrándose tan solo en la idea de que cuando se volvieran a ver, quizá las
cosas pudiera tomar un camino más equitativo y cómplice.
…….
126
Como no
podía dormir, emprendió el camino cuando el amanecer aún no había irrumpido.
Puso música, encendió el GPS y se colocó cómoda en el asiento. Le esperaba un
largo recorrido, pero se había auto-negado a cubrir la distancia en un avión,
necesitaba aquello, la conducción mantendría su mente ocupada, la soledad le
serviría para darse cuenta que era “una” y que era fuerte. No sabía cuánto le
llevaría aquello, no sabía qué se encontraría ni cómo lo abarcarían, simplemente
necesitaba estar allí, al lado de quien conocía el inicio. Pisó el acelerador,
y no miró atrás.
-------------
- ¿Aún
no se sabe nada? –le preguntó Maca a Eva por decima vez-.
- No,
ya te he dicho que cuando llegara me llamaría y acto seguido te llamaría yo a
ti –le dijo Eva tratando de ser paciente -. Te quieres tranquilizar, es normal
que aún no haya llegado.
- ¡Pero
si son las nueve de la noche! ¿Dónde coño se ha ido… a Tailandia? –Maca no
llevaba nada bien no saber ni dónde ni cómo estaba Esther, estaba de los
nervios-.
- Vamos
a ver, no se ha ido tan lejos, pero la muy cazurra ha ido en coche, y me llamó
cuando paró a tomar un café a las siete, por lo visto había parado más de la
cuenta para mirar paisajes. No te preocupes que ya no le debe quedar mucho y en
cuanto sepa algo te llamo yo, te lo juro –le garantizó Eva-.
- ¡Dios
mío, y ahora resulta que está en carretera! –A Maca se le ponían los pelos de
punta de pensar que Esther fuera conduciendo tantos kilómetros-.
- ¡Qué
está bien Maca! Anda relájate -Eva ya no sabía que hacer con Maca, cuando
llamara Esther se iba a enterar por haberla metido en aquel marrón en lugar de
llevar el móvil consigo-.
- Vale,
vale… llámame al segundo de hablar con ella, ¿eh? Sea la hora que sea, ¿vale?
–le pidió Maca-.
- Que
siiiiii, pesadaaaaa…. Y relájate un poco, que al final me vas a poner nerviosa
a mí también, coñoo –le pidió Eva y a los pocos segundos ambas colgaron.
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Eran un
poco más de las diez de la noche cuando el descapotable de Esther entró por el
sendero que llevaba a aquella casita en la costa francesa. Aparcó al lado de un
todoterreno impresionante que no conocía, al bajarse lo bordeó examinándolo…
“Desde luego… siempre pidiendo guerra, hay cosas que nunca cambian” pensó para
sí Esther y sin darse cuenta una sonrisa se posó en su rostro. Tiró de la
maleta y se plantó en la puerta de la casa, llamó pero nadie abría, así que
echó un vistazo y reconoció una escultura pequeña y horrenda que le resultó muy
familiar, se acercó y estiró de un par de adornos que tenía, al instante un
cajetín oculto salía de ella tendiéndole la llave de la casa.
Recuerdos de Esther:
“-¿No tienes miedo de que un día
alguien te robe la figura y con ello la llave de tu casa? –le preguntaba una Esther de unos quince años
a su dueña-“
“-Es demasiado fea para que
alguien quiera robarla y soy tan despistada que necesito un sitio seguro donde
guardar una copia además, así tú podrás entrar siempre que quieras en casa …
-le había dicho sacándole una sonrisa a la joven-.”
Esther
cruzó el umbral y dejó la maleta en mitad del salón. Desde fuera la casa
parecía vieja y maltratada por el salitre, pero por dentro todo era lujo y
exquisitez, igual que su pequeño apartamento de Madrid. Cruzó la sala y luego
la cocina, abrió la puerta trasera y la brisa del mar impactó en su cara. Aquello
era maravilloso. Cerró los ojos unos segundos para oler todo aquello, luego
salió para acercarse a la arena. Miró a ambos lados, estaba oscuro y solo
ligeras farolas alumbraban sin llegar a iluminar del todo la orilla. De pronto
se paralizó, el corazón empezó a bombearle enérgicamente, la figura imponente
de aquella mujer empezó a aparecer aproximándose a la casa. La observó paralizada,
hacía más de seis años que no se veían, pero aquella mujer parecía que no
cambiaba, con unos piratas negros y una camiseta de tirantes del mismo color,
parecía aún aquella joven de 23 años que conoció en la casa de su madre y la
dejó fascinada. Su pelo y ojos oscuros, penetrantes… su fuerza, su templanza…
había olvidado ya, lo impactante que siempre le pareció su presencia.
En mitad
de la oscuridad, sus ojos se encontraron, ambas se quedaron apenas unos
instantes quietas, hasta que la mujer unos diez años mayor que ella, empezó a
borrar la distancia que las separaba mientras poco a poco una sonrisa muy
especial teñía su cara y sus ojos. A Esther se le contagió de igual modo, y al
sentir aquel abrazo cerró los ojos, respiró su aroma y se sintió a salvo. Aquella
era su otra casa, la casa que sustituía su sentimiento familiar.
- Tenía
tantas ganas de verte –le susurró la mujer aún estrechándola entre sus brazos-.
- Y
yo a ti, no sé cómo he dejado pasar tanto tiempo –se disculpó Esther con ella,
por esos años que sólo habían sido de llamadas-.
- Lo
importante es que ya estás aquí –le dijo separándola y mirándola a los ojos-.
Ven, vamos a dentro, voy a preparar tu plato favorito para cenar.
A Esther
se le iluminó la cara, se aferró a la cintura de aquella mujer que la llevaba
por los hombros, y deshizo lo andado hasta llegar de nuevo a la casa, como si
el tiempo ni la distancia hubiera pasado entre las dos.
------------------
Dos semanas después.
Escena
Maca:
- ¿A
qué hora llegas? –le preguntaba Eva desperezándose como podía-.
- ¿Quién
es, cariño? –le preguntó Laura adormilada entre sus brazos-.
- Es
Maca… -le susurró Eva dándole un beso en la frente mientras Laura volvía a
agachar la cabeza y volvía a dormir sobre su pecho-. No, no te preocupes, si ya
me había puesto el despertador para ir a recogerte… No digas tonterías, voy yo
a por ti, sí… dentro de hora y media en la estación, vale… -le confirmó Eva con
decisión-. Ah, Maca… -la llamó Eva cuando Maca ya estaba a punto de colgar-…
ella también te quiere, así que tranquila.
Ambas
colgaron el móvil. Hacía dos semanas que Esther se había ido de Madrid y el
contacto telefónico entre Eva y Maca se había hecho constante, amigable y
tranquilizador, sobretodo para Maca, que incapaz de volver a Madrid sola para
afrontar aquello, había pospuesto su regreso lo máximo posible refugiándose en
las bodegas a pesar de tener que soportar los constantes asedios de su madre
ante sus ojeras, sus constantes llamadas, su aspecto pálido y su entrega
enfermiza a horas de trabajo. No saber de Esther la estaba matando.
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Escena
Esther:
Aquella
noche había sido tan larga como las otras, a pesar de encontrarse más tranquila
durante el día, era tocar el colchón y añorarla enormemente. Salió de la ducha
y se puso algo cómodo, luego entró en la cocina en busca de un café que bebió a
sorbos mientras miraba con ausencia por la ventana. Todo era equilibrado,
sereno, sin embargo ella seguía con aquel rugido por dentro y ni siquiera había
conseguido encontrar el camino. Se desplazó por la casa, subió unas pequeñas
escaleras y llamó a la puerta de la habitación.
- Pasa…
-la invitó a entrar-. Buenos días princesa. ¿Qué tal la cama hoy?
- Igual
-le contestó Esther poniendo una mueca en su cara mientras le daba un sorbo al
café-.
La mujer soltó la barra en la
que estaba haciendo dominadas, dejándose caer hasta el suelo.
- ¡Ya veo! – le contestó Cruz, mientras se
quitaba las muñequeras y cogía una toalla-. Ven, siéntate aquí conmigo.
Esther obedeció, y fue
hasta el banco donde Cruz se había sentado.
- Sabes
que no soy de meterme en las cosas de nadie, y que para mí es un regalo tenerte
en casa de nuevo, pero desde que llegaste no puedes dormir, estas más apagada
de lo normal y sé que hay algo que quieres decir y que por alguna extraña razón
no eres capaz de hablar conmigo, así que empiezo a preocuparme –Cruz se detuvo
un momento, miró a Esther y la vio jugando con la taza de café en silencio-. ¿Esther,
debo preocuparme?
Al recibir aquella pregunta
directamente, Esther se giró a mirarla sin evitar sentir aquel nudo en la
garganta. No podía posponer por más tiempo sus decisiones, parecía haber
llegado el momento.
Escena de Maca:
Eva recogió a Maca en la
estación como le había prometido. Nada más verla detectó que había perdido peso
y que el cansancio marcaba su rostro. Sin pensárselo la abrazó cuando se
encontraron de frente.
- ¡Me
alegro de que hayas venido! –le dijo Eva-. Ya verás, como aquí estarás mejor.
- ¿Tú
crees? –le preguntó Maca con desaliento-.
- Ya
verás cómo sí, de momento, vámonos a casa que Laura se quedó preparando algo
para comer y luego ya trataremos de encontrar una forma de ocupar el tiempo sin
subirnos por las paredes, ¿vale? –le propuso Eva sonriéndole-.
- Eva,
quiero que vuelva… -dijo Maca dando un resoplido-
A Eva se le encogió un poco
el alma, Esther era su amiga y no quería traicionar la palabra que le había
dado, pero Maca se merecía explicaciones, noticias, algo… quizá era hora de
iluminar un poco aquella oscuridad.
- Lo
sé, tranquila volverá… anda vamos
Tras la comida, y unas cuantas
copas, Maca se quedó dormida en el sofá. Laura la cubrió con una manta y se
reunió en la cocina con Eva que estaba limpiando los platos.
- ¿crees
que nos hemos pasado con el tranquilizante? –le preguntó Laura preocupada-.
- No
lo creo, además ya has visto las ojeras que trae… venía agotada. Cuando pille a
Esther se le va a caer el pelo, solo a ella se le ocurre dejarla incomunicada
después de soltarle que la quiere –Eva estaba enfadada, enfadada por tener que
apoyarlas a las dos sin terminar traicionando a ninguna, enfadada por estar en
medio de aquello cuando veía tan claras las respuestas-.
- Bueno
no te enfades… ya sabes que no es fácil para ninguna de las dos, así que
esperemos que Cruz sea la llave que necesita Esther y que vuelva pronto –trató
de tranquilizarla Laura abrazándola por la espalda-.
- Tienes
razón, si no escucha a Cruz no creo que sea capaz de escuchar a nadie…
-reconoció Eva cerrando el grifo del fregadero-. Laura…
- Dime
–le contestó-.
- ¿Crees
que traicionaría a Esther si le aclaro algunas cosas a Maca sobre su pasado?
–le preguntó girándose para ver su expresión-.
Laura lo pensó un segundo,
luego acarició a Eva en la cara y le regaló una sonrisa.
- No
cariño, no lo creo… Además, alguien tendrá que darle algo a lo que aferrarse a
esa pobre mujer… está en un sin vivir –le dijo Laura apoyándola-.
- Eso
mismo creo yo…–se animó Eva con la respuesta de Laura-. Cuando se levante
hablaré con ella.
- ¡Me
parece una gran idea! –le contestó Laura, dándole un beso-.
Eva la correspondió y luego
se le quedó mirando con una sonrisa atronadora. A Laura se le contagió.
- ¿Qué?
–le preguntó Laura viendo que quería decir algo pero no lo decía-
- Que
te quiero, y que me alegro de haber abierto los ojos a tiempo para verlo –le
contestó Eva-.
- Yo
también te quiero… -le contestó Laura y la volvió a besar-. Pero que sepas que
me las hiciste pasar putas, nunca mejor dicho… jajaja
A Eva se le desencajó la
mandíbula por la referencia hacia su profesión y aquellos días de refugio que
pasó de clienta en clienta después de aquel beso robado y borracho que le dio a
Laura en la discoteca y que retiró las vendas definitivamente entre ellas.
- Eres
mala… -se quejó Eva ante las risas de Laura por su cara-.
- Jajajja… si, y más vale que no lo olvides, porque como
te acerques a cualquier otra, te morderé.. y no precisamente del modo que te
gusta a ti… jajajja …- volvió a reír Laura ante la cara que puso a continuación
Eva-.
- ¿Desde
cuándo te volviste tan loba? –se hizo la sorprendida Eva- Te juro que a veces
tengo la sensación de que a pesar de los años, jamás te vi.
- Eso
cariño, es porque nunca miraste bien… -le dijo Laura dándole un azote y
alejándose de ella-.
Eva sonrió, jamás pensó que
las cosas con Laura se sucederían así, pero cada día que pasaba estaba más
segura del camino que habían empezado a andar juntas. Sólo esperaba que su
amiga corriera la misma suerte y felicidad que ellas estaban viviendo.
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