Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
119
La
sobremesa fue llevada con tranquilidad, planificando la salida del día
siguiente hacia la capital y tratando de olvidar el mal trago que habían tenido
que pasar con el desmayo de Maca. Kate y Bea se despidieron de las dos después
de asegurarse de que Maca estaría bien y que Esther no necesitaba nada.
- Bueno
que durmáis bien -les dijo Bea-.
- Gracias
igualmente. Hasta mañana –le contestó Esther y cerró la puerta del dormitorio-.
- ¿Aun
están preocupadas? –le preguntó Maca mientras se sentaba en la cama tras
ponerse el pijama-.
Esther se
giró y la miró, por el gesto que había hecho al sentarse sabía que le dolía la
espalda y el culo de la caída, agradeció en silencio que no le hubiera pasado
nada grave y se acercó hasta donde se encontraba.
- Si,
un poco, pero es normal ¿no? –le contestó Esther-.
Maca la
miró y arrugó la nariz sintiéndose culpable por lo ocurrido.
- ¿Soy
un desastre, no? –le dijo Maca-. ¡Vaya manera de llamar la atención!
Esther
sonrió sin poder evitarlo, aquella mujer era entrañable y le hacía mucha
gracia.
- Absolutamente
un completo desastre egocéntrico, sí… En eso mismo estaba pensando yo ahora
mismito… jajaja.. –se rió Esther de su ocurrencia-.
- Jajja…
Vale, vale, lo capto –comprendió Maca que no venían al caso sus comentarios-.
Siento haberos preocupado sin necesidad. Me debió bajar la tensión, eso es
todo.
Maca trató
de mantener la mirada de Esther, pero al final no pudo y la desvió. Esther se
le quedó observando, ahora que el susto se había esfumado, no podía evitar
preguntarse los verdaderos motivos que habían conducido a aquel desmayo de
Maca, pues en algún recodo de su ser algo le hacía sentir que era la culpable
de ello. “No lo pienses más Esther… no es el momento de todo esto, te sientes
vulnerable por el susto, por esta casa, por su cercanía… llevas demasiado
tiempo deseándola, y Maca te gusta más de lo que pudiste imaginar… no,
definitivamente no estás en condiciones de tener una visión clara y de tomar
decisiones ahora mismo” se dijo para sí, anulando por completo a su conciencia
que le gritaba : “¡Estás enamorada de ella!…. ¿¿Es que no lo ves?? ¡¡Es que
acaso, no lo vesss!!”.
- ¿Te
duele? –le preguntó Esther tratando de centrarse en otra cosa que no fuera ese
remolino que tenía luchando por dentro-.
- ¿Eh?
–Maca no supo por un momento a qué se refería, pues sentía dolor por distintas
partes de su cuerpo, pero su corazón era el único que le arañaba queriendo
entregarse a aquella mujer que se sentó a su lado y le pasó la mano por lo
largo de la espalda-.
- La
espalda, ¿te duele? –le volvió a preguntar Esther mientras le frotaba por
encima del pijama-. Te has dado un buen golpe.
- Si,
la verdad es que me duele un poco… sobre todo las lumbares y el… -se paró en
seco Maca poniéndose roja de repente-.
Esther se
sonrió por su cara de apuro.
- ¿Y
el qué? –le terminó de preguntar-.
- Eh…
bueno, creo que me caí… esto… -se puso nerviosa sin darse cuenta, la proximidad
y la mano de Esther le jugaban malas pasadas. Respiro hondo y se resignó a su
ridiculez-. Creo que me he roto el trasero.
- Jajajjaja…
Sí, muy posiblemente –se rió Esther de su cara, y Maca se rió con ella-. Anda,
túmbate… te voy a dar un masaje.
A Maca le
saltaron de golpe todas las alarmas… “¿Un masaje?... ¿Un masajeeeee?... ¿¿Y
ahora que hago???.... uffff respira Maca, respira… no vas a caer, no vas a
caer… ella piensa que lo que está pasando es trabajo –el corazón se le estranguló
al recordarlo-… No, no vas a caer, tienes que demostrarle que no es cierto”
pensaba lo más rápido que podía Maca.
- ¿Maca?
–la llamó Esther que no había dejado de observarla-.
- ¿Eh?
–reaccionó Maca tratando de no ponerse nerviosa-.
- El
masaje… ¿te tumbas o …? –le volvió a decir Esther-.
- Sí,
si.. me tumbo, me tumbo… -obedeció Maca que se arrastró por la cama y se puso
boca abajo-.
Esther
sonrió, no podía comprender como después de hacer todo lo que habían hecho,
Maca de pronto sacaba aquella cara nerviosa y vergonzosa ante ella.
- Mmm…
bueno, ya he conseguido que te tumbes, ahora solo me falta que te decidas a
sacarte la camiseta, porque si no me parece que voy a ponerla perdida de crema -le dijo Esther ya sin disimular su sonrisa
burlona-.
- Joder…
no te burles… ha sido sólo un despiste, ¿vale? –se defendió Maca ya roja como
un tomate-.
- Ya,
ya… seguro… jajajaj… -le contestó Esther riendo-.
Maca se
puso de rodillas de espaldas a Esther y se sacó la camiseta, luego cogió la
goma que siempre adornaba su muñeca derecha y se recogió el pelo en su habitual
coleta. A Esther se le quitaron las ganas de reír de golpe al volver a ver
aquella espalda, aquellos hombros, y aquel contorno de los senos que se
vislumbraba desde su posición… mirándola, tragó saliva.
- Vale,
ya estoy… ¿contenta? –le preguntó Maca volviéndose a tumbar boca abajo en la
cama-.
- ¿Eh?...
Sí, si… vale… perfecto… -contestó Esther un poco más inquieta de lo que
esperaba-. Cojo la crema.
Esther se
levantó y pasó al cuarto de baño a coger un tarro de crema que tenía. “Por
Dios, ¿quieres dejarlo?... Que sólo hace unas horas que te dio un susto de
muerte, no puedes estar pensando en “eso” que estás pensando, Maca es una
convaleciente…. ¡Ay madre, he tocado fondo! ¡Soy una ninfómana,
definitivamente!”
- Vale,
ya la tengo –anunció Esther saliendo del cuarto de baño, después de haber
reñido un poco a sus instintos-. La crema está un poco fría.
- Ayyy…
eso no es crema, es un cubito de hielo -confirmó Maca cuando sintió la crema
por su espalda-.
- Jajaa…bueno
no te quejes, que enseguida pasa -le contestó Esther frotándola por su espalda,
mientras se tranquilizaba y se concentraba en aliviar a Maca-.
La piel de
Maca era agradecida, y la tensión entre las dos fue poco a poco desapareciendo.
Maca se relajó al sentir el alivio de las manos de Esther en las zonas justas
donde se sentía dolorida.
- ¿Desde
cuándo sabes dar masajes? –le preguntó Maca tras pasados unos minutos-.
- Bueno,
digamos que soy una mujer de recursos -le contestó Esther sonriéndose para sí-.
- Y
tanto.. y tanto.. mmmm… ahí, ahí… me alivia un montón –le indicó Maca cuando
las manos de Esther bajaron a su lumbar y el inicio de su cadera-. No sé porqué
me duele tanto en esa zona.
- Es
que caíste sobre la pata de una de las sillas –le dijo Esther mientras se
concentraba en sus manos y aquel trozo de piel dolorido-.
- Pues
me la debí clavar bien, porque desde ahí me baja un dolor hacia la pierna que
pa qué -le dijo Maca-.
Esther
deslizó sus manos por las lumbares de Maca, notando como el paso de sus
amasamientos dejaban en ella una especie de alivio doloroso que la hacía cerrar
los ojos. Bajó sus manos un poco más, siguiendo la zona dolorida, Maca sin
embargo no hizo amago de reacción ninguna, así que Esther se decidió a
descender por su glúteo derecho con precaución para que no se le disparara el
pulso por los pensamientos que poco a poco le surgían con aquella zona en sus
manos.
Maca
sintió aquellas primeras caricias con una punzada de expectación… “Dios, ya
verás que la cago”, se dijo para sí, pero apretó los ojos y trató de respirar,
pensando que sólo era un masaje y que la realidad era que aquel amasamiento le
aliviaba. Aguantó tratando de que no se le notara el remolino que sólo el roce
de las manos de Esther sobre su cuerpo le reportaban.
Pensamiento
de Esther:
“Madre míaaa… madre mía…. –se
mordió el labio inferior Esther mientras seguía en aquella zona hipnotizada-,
es que se me van las manos solas… ¡Dios, que buena está!.... ¡No, no… Esther
no, caca… caca… no pienses en eso, un masaje… solo un masaje”… luchaba consigo
misma Esther… “Dios, tengo ganas de mordérselo! ¡Mierda… mierda!”
Pensamiento
de Maca:
“ ¿Qué calor hace aquí, no?...
mmmm… ay mi madre, esto no lo aguanto yo como siga cogiéndome el culo así…
¿quién me mandaría a mí decir que me aliviaba esa zona? ¡Por dios santo…! …
ahhh… ¿Eso ha sido un pellizco?... No, no… se me va la cabeza sola… Dios, que
cruzzz”
Pensamiento
de Esther:
“ ¡Mierda, le acabo de pellizcar
el culo!... mmmm… joder, es que es tan mono… Basta… basta… tengo que terminar
esto, sino me da el síncope…. Ainsssss…. ¡Qué buena está joder! …. No, no,
tengo que parar, ya… yaaa..”
Esther
poco a poco fue llamando en retirada a sus manos para alivio de ambas, le dio
unos cuantos pases más a Maca en la espalda, y terminó de darle aquel masaje
que empezaba a desbordarla.
- Bueno,
ya está… voy a lavarme las manos -le dijo Esther, y sin esperar a verle la cara
a Maca salió zumbando al aseo, al entrar cerró la puerta del baño y se apoyó en
la puerta-.
“Madre
mía… creo que esto se me ha ido completamente de las manos” pensó para sí
Esther, mientras notaba como su corazón agitado le golpeaba en el pecho, y un
sudor frío le bajaba por la espalda.
Unos
veinte minutos después, Esther salió del baño duchada y con un poco más de
aplomo del que había sentido cerca de Maca. Al acercarse a la cama a coger su
pijama, vio que Maca se había quedado dormida sobre la colcha. Se quedó
mirándola, sin poder contener la comisura de sus labios que dibujaron una
sonrisa tierna y dulce ante la imagen de aquella mujer agarrada a la almohada,
le apartó aquel mechón rebelde que siempre se le quedaba en la cara y los ojos
de Esther, aunque ella no se viera, brillaron como no solían hacerlo hasta que
la conoció.
Esther se
quedó pensando en los momentos que habían compartido, y pudo recordar aquella
expresión de enojo y alucine que vio en el rostro de Maca aquel día que por
accidente se cruzaron una en el camino de la otra. Recordó su mirada fría y
pecaminosa cuando desde aquel butacón del hotel donde se hospedaba le pidió que
se quedara a pasar la noche con ella. Su cambio de la mañana siguiente, sus
conversaciones telefónicas, su timidez, su borrachera, su pasión… los sustos
que le había dado, su capacidad de envolverla como una manta de bebé en el
momento más inesperado. La piel se le erizó al recordarlo, no eran nuevas las
situaciones, era nueva aquella sensación acelerada que se le ponía en la boca
del estómago cuando pensaba, hablaba o estaba con ella.
Esther
apartó la mirada de Maca sintiendo que se ahogaba. Se puso el pijama y se
apartó de su lado para mirar por la ventana, tratando de controlar todo aquello
que llevaba dentro y no conseguía apaciguar por mucho que lo intentara.
“¡Está
dentro de mí, y no sé cómo sacarla!”, pensó Esther mientras se tapaba la cara
con las manos unos instantes para luego volver a mirar el horizonte y respirar
profundamente… “Quizá sea este lugar, quizá tengo la culpa por haber dejado que
se acercara tanto a mí, nunca debí dormir con ella en su piso, no debí dejar de
lado a otras clientas… ¿en qué estaba pensando?” … suspiró, aquello era
absurdo, sabía muy bien en que estaba pensando. Jamás se le pasó por la cabeza
que alguien pudiera hacer mella en ella, nunca había pasado antes, sabía jugar,
sabía quién era… controlaba su vida, sus emociones, disfrutaba de las cosas y
de sus clientas, pero sabía ponerles nombres claros que dejaban cada cosa en su
lugar. Con Maca todo se había confundido, los límites se habían rebasado, las
líneas se habían enroscado haciendo un ovillo dentro de ella que no podía
controlar y volver a desliar, pues ya no encontraba ni el principio ni el
final. Todo se había desbordado de una forma tan natural que no se había dado
cuenta. Maca no era la persona que ella creyó, se acercó demasiado a aquella
luz, sin darse cuenta que poco a poco estaba más cerca, y poco a poco se
quemaba más y más con el fuego que desprendía. Aquella vulnerabilidad, aquella
timidez, su sensualidad, su dulzura, aquel primer beso… todo lo que vino
después…. “Por Dios, bastaaaaaaa” quiso gritar Esther, luchando con todas
aquellas ideas que se arremolinaban dejándola sin aliento.
Se giró
hacia la cama y la miró, aún dormida sobre la colcha. Repasó aquel cuerpo y se
dio cuenta que esa vibración interna la perseguía. Sí, definitivamente se equivocó
al no tomarla en serio y ahora, tendría que pagar las consecuencias de lo que
sentía y tomar de nuevo decisiones que volverían a definir quién realmente era.
-----
120
A penas se
despertaron, los preparativos para la vuelta a casa comenzaron. Kate preparó el
vehículo y trasportó las maletas acompañada de Maca. Bea y Esther se refugiaron
en la cocina para preparar el desayuno que tomarían antes de irse. Unas horas
más tarde, la carretera alejaba kilómetro a kilómetro aquellos días tan
especiales que habían pasado en la casa de aquellas dos mujeres tan
desconocidas y tan amigables.
Esther
miró a Maca, que había caído dormida en el asiento trasero del vehículo, a
causa de la medicación que el amigo médico de Bea y Kate le había prescrito. Un
nudo atizó su estómago, sabía lo que tenía que hacer, pero el fondo de aquel
camino estaba a oscuras y tenía miedo de no hallar luz al final del sendero. Le
quitó el cinturón a Maca.
- Cariño,
ven, túmbate… -le dijo Esther-. Que así te va a doler más el cuello.
Maca
obedeció adormilada, y se tumbó apoyando la cabeza en los muslos de Esther.
Ésta enganchó de nuevo un cinturón alrededor de su cintura como precaución, y
la tapó con una chaqueta. Maca volvió a dormirse en cuestión de segundos,
mientras los dedos de Esther se entretenían en su pelo y en su cara, tratando
de memorizar cada detalle de aquel rostro que siempre llevaría consigo.
----------------
- Bueno
chicas… espero que lo halláis pasado bien –les dijo Kate tras descargar la
maleta, y darles un abrazo a ambas-. A ti te veo el martes, que tenemos que
firmar el primer envío.
- En
cuanto hable con mi padre, te confirmo las unidades para que vayas preparando
los documentos, no te preocupes –le aseguró Maca-.
- Okey,
estupendo… Anda dame otro abrazo, doña Harley… jajaja… -le pidió Kate-.
- Jajajaj…
Me lo he pasado en grande, gracias –le contestó Maca dándole un nuevo abrazo a
Kate-.
- Si
te animas, pásate con Maca el martes por las oficinas, así podemos comer las
cuatro –le dijo Bea a Esther-.
- Lo
intentaré… ha estado genial, gracias por invitarnos –le contestó Esther y
abrazó a Bea tratando de esbozar una sonrisa a pesar de que poco a poco se iba
derrumbando-.
- Gracias
a vosotras por aceptar la invitación -le contestó Kate dándole también un
abrazo a Esther mientras Bea se despedía de Maca-. Bueno, nos vemos el martes…
y tú –le puntualizó a Maca antes de meterse en el coche de nuevo-, haz el favor
de tomarte la medicación y de no volverte a desmayar coño, que le pegas cada
susto a Esther que pa qué tía.
- Tranquila
“mami”, lo haré… jajajja… me mantendré saludable, no te apures … jajaj… -la
tranquilizó Maca y tanto ella como Esther esperaron a que el vehículo saliera
calle a arriba-.
El ascenso
hacia el piso de Maca, se transformó en una angustia creciente para Esther que
experimentó como sus nervios por primera vez empezaban a hacer que le temblara
hasta el alma. Maca sin embargo, hablaba de Kate y Bea tratando seguramente de
que el silencio no se apoderada de ellas una vez estaban de vuelta. Al entrar
en el piso, Maca se dirigió al dormitorio a dejar la maleta mientras que Esther
cerró la puerta dejándose caer contra ella, sintiendo que aquella era la peor
cosa que había tenido que hacer en la vida. Tomo aire, pero nada podía aplacar
aquel temblor de manos, casi estaba convencida de que si abría la boca sus
dientes castañearían delatándola. Sin querer pudo comprender como Maca era
capaz de desmayarse cuando se ponía así, ella misma no las tenía todas consigo
de no caer al suelo. Entró en la cocina y buscó agua fría en la nevera, luego
un vaso… “Dios, no, no voy a poder hacer esto…” pensó mirando el fregadero… “¿Y
si me equivoco? ¿y si luego es tarde?...”. Esther se frotó la frente, una
enorme jaqueca amenazaba con asentarse. “Tienes que hacerlo, así no puedes
tomar decisiones, con ella a tu lado no puedes ser objetiva”… se obligó a
recordárselo tantas veces como le fue posible antes de que Maca entrara en la
cocina.
- Ufff…
me duele todo el cuerpo, esas pastillas son fuertísimas, aún tengo sueño –dijo
Maca al entrar en la cocina mientras abría la nevera en busca de algo que
beber-.
Esther
cerró los ojos y respiró antes de girarse a mirarla, cuando por fin lo hizo
Maca bebía de una botella de leche fría que había abierto. El mundo se le cayó
a los pies, pues sabía que jamás volvería a sentirse en casa como en aquel
instante junto a aquella mujer. Maca terminó de beber y deparó en que Esther
hacía mucho tiempo que permanecía callada, se limpió la boca con la mano y se
encontró frente a frente con aquellos ojos. Algo no iba bien.
- ¿Estás
bien? –le preguntó Maca-
- Me
está empezando a doler la cabeza por el viaje -dijo Esther incapaz de afrontar
aquella mirada, mientras bajaba la vista y se frotaba la frente tan fuerte como
le hubiera gustado para poder borrar lo que contenía su cabeza-.
- Eiii…
eii… -se acercó Maca hasta ella y apartó aquella mano de su frente-. Así te va
a doler más… déjame a mí.
Y Esther
cerró los ojos, sabiendo que si los abría se pondría a llorar. Maca acarició
suavemente sus sienes y su frente, tratando de aliviar el dolor de cabeza de
aquella mujer sin percibir que era otra cosa lo que estaba matando a Esther por
dentro.
- ¿Mejor?
–le preguntó Maca pasados unos minutos en los que respetó el silencio de
Esther-.
Esther
asintió con la cabeza, respiró profundamente y abrió los ojos.
- Me
alegro, de todas formas deberías tomarte una pastilla y tumbarte un poquito,
sino irá a más -le recomendó Maca mientras le acariciaba la cara y apartaba
aquel cabello de su rostro-.
Esther
trató de hablar, de encontrar la fuerza necesaria para hacer lo que debía
hacer, pero sus cuerdas vocales parecían haberse roto, estaba paralizada. En
ese instante, un teléfono móvil empezó a sonar.
- Es
el mío, un momento… -le avisó Maca y se separó de ella tras besarla en la
frente-.
Esther
estiró una mano como queriendo retenerla, pero su voz no salió para pedirle que
se quedara. Se dejó caer contra la encimera y tomó aire, aquello no era tan
fácil como había imaginado. Escuchó como Maca empezaba a alzar la voz desde el
salón, así que se asomó a ver qué pasaba.
- Pero…
pero si estaba todo claro, si hablé personalmente con Márquez y estaba
dispuesto a invertir en el proyecto… -decía Maca incrédula y enojada-. No… no…
eso no es cierto… Es imposible, yo misma comí con él y miramos todo los
documentos, debe haber sido por otro motivo… No papá, no estoy insinuando nada…
es solo que ES IMPOSIBLE, ENTIENDES…
Maca se
pasó una mano por la cara resoplando, mientras se paseaba de arriba abajo por
el salón. Esther se quedó al margen, algo no iba bien en el negocio.
- ¿Cuándo?...
¡¡¡¿Mañana?!!!!... –a Maca se le puso la cara pálida, por un instante se giró
hacia Esther y se quedó muda-.
A Esther
un escalofrío le recorrió por las venas ante la mirada de Maca que no supo
interpretar.
- ¿¿No
puede encargarse nadie??... ¡No, no.. claro que no puede!…. –añadió Maca antes
de que su padre contestara, resopló, y se sentó en el sofá abatida-. ¿A qué
hora llega?... ¿Y los billetes? Vale, vale… sí, claro que cuentas conmigo papá…
sí, nos vemos mañana… también yo. Un beso, adiós.
Apagó el
teléfono y estuvo tentada de estallarlo en mil pedazos contra la pared.
Precisamente ahora que necesitaba pasar tiempo con Esther, que era el último
fin de semana de su contrato y tenía que demostrarle que lo que buscaba de ella
no era su cama. Precisamente ahora, tenía que marcharse con prisas por culpa
del trabajo.
- ¿Qué
ha pasado? – preguntó Esther finalmente-.
- La
bodega asociada se ha echado atrás, no sé cómo ni por qué, pero se ha echado
atrás, y sin su firma no podemos seguir con lo de la exportación… menuda mierda
–le explicó Maca-.
Esther se
sentó a su lado y le cogió la mano para apoyarla.
- Seguro
que algo se podrá hacer, estoy segura de que lo solucionarás –le dijo
regalándole una de aquellas sonrisas que le devolvían las fuerzas-.
Maca la
miró, pensando en la suerte que tenía de haber podido encontrar a aquella mujer
entre tanta gente. Pues sabía que lo que le hacía sentir era único y que no
siempre se encontraba en la vida.
- Mañana
a las siete de la mañana tengo que coger el AVE para Sevilla. Márquez va a
pasar unos días en las bodegas de mis padres y han pensando que podré
convencerle en nuestro terreno –le explicó la otra parte Maca-.
- Bueno,
ahí lo tienes… la oportunidad de solucionarlo en bandeja, ¿cuál es el problema?
Yo sé que lo convencerás –le dijo Esther tratando de animarla-.
Maca
sonrió ante su incondicional confianza. Cogió un mechón de pelo de Esther y
jugó con él entre sus dedos, antes de mirarla de nuevo a los ojos.
- El
problema es que no quiero separarme de ti -los ojos de Maca se volvieron serios
y sinceros, y Esther contuvo el aliento-. Y a ser posible, nunca.
A Esther
no le dio tiempo de reaccionar, la boca se le había quedado entreabierta por
las palabras de Maca y ésta lo aprovechó para besarla robándole el poco aliento
y determinación que a Esther le quedaba. Los ojos de Esther se enrasaron, pero
el placer de aquella boca que pronto dejaría de besar, pudo más que hacer lo
correcto, y se dejó perder entre sus recodos alejando de su cabeza aunque fuera
unos minutos, aquella sentencia aplazada que no se había atrevido a pronunciar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario