martes, 6 de octubre de 2015

Pretty Bollo -cap 113 y 114-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.

113

A pesar de haber dormido poco, la necesidad de saborear el tener a Esther desnuda junto a ella hizo que Maca se despertara a las pocas horas de haberse rendido al sueño. Esther sin embargo yacía inerte entre sus brazos cual ángel que hubiera perdido sus alas. Maca le acarició el cabello, contempló aquel rostro sereno y le pareció estar viviendo un sueño. Besó su cabeza, luego su cara… Esther hizo un sonido encantador de refunfuño y a Maca se le cayó la baba queriendo estrujarla como a un osito de peluche pero se contuvo recordando lo agridulce de aquellas lágrimas que habían enturbiado el rostro de Esther antes de arrastrarse mutuamente a la pasión y el desenfreno.  Por un segundo aquel llanto y aquel momento desesperado de Esther se manifestó nítido en su cabeza. El corazón volvió a agitarse ante su dolor, pero a la vez algo de luz se instauraba en él. Quizá aquel llanto le abriría las puertas de una esperanza, pues Esther parecía estar luchando con algo y tímidamente esperaba ser un factor de aquella lucha.

El sol empezó a colarse por la ventana entrecerrada. Maca sintió como poco a poco el calor del cuerpo de Esther sobre el suyo empezó a excitarla. Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro y se dijo que era hora de despertarla, acarició con sensualidad la extensión de la desnudez de aquella mujer, y su cuerpo se apretujó contra el de ella encontrando la forma de acoplar. Esther refunfuñó por el movimiento, pero no fue hasta sentir la humedad de los labios de Maca insistir sobre los suyos que no tuvo conciencia de dónde estaba ni lo que pasaba. Con una sonrisa, trató de abrir los ojos, aunque le pesaban agotados…

-       ¿Ya no tienes sueño? –le preguntó haciendo un gran esfuerzo-.

Maca la besó en los labios como respuesta, y Esther sintió su humedad al instante, estaba claro que aquello era un rotundo no.

-       ¿Y tú? –le preguntó Maca dándole un poco de tregua para que terminara de despertar-.
-       Mmmm… no sé, aun lo tengo que pensar -se hizo la dubitativa Esther con una sonrisa, el sexo con aquella mujer ya sin miedos, había sido todo un descubrimiento y sólo de recordarlo su ánimo parecía incansable-.
-       Bueno, puede que esto te ayude a decidirte –le susurró Maca y le mordisqueó el labio para luego apartarse-.

Aquel juego inacabado, empezó a despertar un cosquilleo creciente en el cuerpo de Esther, la cual se vio tratando de atrapar la boca de Maca.

-       Aggrrrr… te vas a enterar –gruñó Esther-.

Maca se rió de ver a Esther de pronto tan despierta, pero ésta aprovechó su risa para subirse sobre ella y encajar el muslo entre los de Maca. Al golpe de su cadera Maca se calló en el acto teniendo que respirar. A Esther se le hizo la boca agua, Maca era tan sexual que apenas necesitaba de nada para estar a punto…  ¡Le encantaba!

-       Ya no te veo tan valiente -le pinchó Esther a escasos centímetros de su boca-.

Maca repasó con sus ojos aquella boca roja que la llamaba, luego los clavó oscuros en los de Esther para poder añadir…

-       ¿Y quién quiere hacerse la valiente, si la derrota es tenerte a ti?

A Esther ya no le dio tiempo a nada más que a sentir como Maca se alzaba y atrapaba de improvisto la boca entreabierta que había dejado con sus palabras. Tras media hora de calor, saliva, gotas de sudor y fluidos… las dos volvieron a mirarse de frente mientras trataban de calmar sus respiraciones una en brazos de la otra.

-       Tengo un hambre que te cagas -dijo de pronto Esther con Maca sobre su pecho-.
-       Pues mejor no te digo yo lo que tengo -contestó Maca empezando a besar el vientre de Esther-.
-       Jajajaja… ¿tú qué quieres, matarme? –le preguntó entre risas Esther cuando notó que la lengua de Maca empezaba a dar trazos largos sobre su estómago dejando pequeños mordiscos de vez en cuando-.
-       Mmm… en verdad sólo comerte –le dijo Maca poniéndose sobre ella, y atrapando con los labios un pezón de Esther-.
-       Jajajaja… Diossssss… -reaccionó Esther cogiéndole la cara entre las manos para que la liberara-…¡Me vas a matar! … y en serio que me muero de hambre.
-       Bueno, pues en ese caso creo que tendré que hacerme cargo primero de tu apetito -dijo Maca con una encantadora sonrisa, y se levantó de la cama-.

Esther se quedó mirando aquella figura esbelta que trataba de encontrar algo que ponerse para bajar a la cocina, el sólo hecho de mirar su desnudez provocaba en su interior un rugido inexplicable y eso, era otra de las muchas novedades que experimentaba con Maca y que con otras clientes jamás le había sucedido.

-       ¡Es una pena! –dijo de pronto Maca y se le quedó mirando con picardía mientras encontraba una camiseta que ponerse-.
-       ¿El qué es una pena? –picó Esther pues sabía que algo tramaba… la sonrisa de Maca se le contagió con malicia-.
-       ¡Qué esté tan desentrenada! Nadie me había cambiado antes por un desayuno, creo que mis armas de seducción están desengrasadas –le dijo Maca mientras se ponía unas bragas y terminaba de colocarse la camiseta-. ¡Una pena!

Los pezones de Maca marcándose bajo la camiseta de manga corta acapararon toda la atención de Esther, que recordó al instante los gemidos que salían de aquella mujer cuando entregada se rompía con ellos en boca ajena, un escalofrío le recorrió la espalda de pronto… “Por Diosssss…. ¿Qué me hace? ¡Me tiene como una burra!”, pensó para sí Esther, pero sin quererlo ya evitar saltó también de la cama y se acercó a Maca mientras ésta trataba de encontrar las zapatillas.

-       ¡De desentrenada nada, que me llevas enferma todo el día! –le susurró Esther cogiendo aquel culo perfecto entre sus manos, acercando a Maca contra sí-.
-       Jajajaja… ¿ah sí? Pues menos mal, porque pensé que sólo me pasaba a mí –le dijo Maca pasándole los brazos por el cuello y dejándose estrujar antes de que ambas terminaran envueltas en un beso tórrido que las hizo regresar de nuevo a la cama-.

114

El rugido de las tripas de Esther fue al final la campana de compasión que acabó con las horas de cama de las dos protagonistas. Maca salió disparada hacia la cocina en busca de víveres, y Esther aprovechó para ir al baño a refrescarse. Tras estirar de la cadena del baño, se paró frente al espejo para lavarse las manos y al alzar los ojos se topó con una gran sorpresa.

-       Ohhhh… mierdaaaaaaaaa…. –dijo Esther mientras se apresuraba a apartarse el pelo del cuello y contemplaba un par de chupetones enormes que empezaban a enrojecer y a enrojecer-. ¡Joder, lo que no dejé que me hicieran a los quince años, me los hacen ahora y sin darme cuenta!

Esther quiso enfadarse, pero no pudo recordando como ella misma había aprisionado la cabeza de Maca contra su yugular en pleno frenesí por sentir aquellos labios, aquella lengua… aquellos dientes blancos y perfectos que la mataban en cada sonrisa.

-       ¡Qué fuerte! … -se dijo a sí misma y una sonrisa tímida se le dibujó en los ojos mientras se miraba de cerca la mala cara que aquellos moratones iban a presentar a lo largo del día- ¡Si es que me tiene burra, está clarísimo!.. jajaj.. Mejor me pego una ducha, porque sino a ver como aguanto yo a esta yegua desbocada.

Y Esther se metió en la bañera para tratar de dar un poco de paz a sus músculos doloridos por la batalla.

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El avisador del microondas sonó, Maca sacó las dos tazas -una con café, la otra con leche- y las puso junto a un par de vasos con zumo, unas galletas, unos bollos de chocolate que había encontrado, y una flor que había cortado del jardín para Esther. Lo repasó todo en la bandeja, y subió hasta la habitación. Al entrar vio que Esther no se había molestado en rehacer la cama, lo cual le pareció una magnifica señal, escuchó el sonido del agua y supo que se estaba duchando, así que colocó la bandeja en una de las mesitas, abrió un poco para ventilar la habitación y acomodó la ropa de cama que estaba hecha girones. Se apartó y contempló la imagen, satisfecha cogió unas cuantas galletas y entró en el baño.

-       Servicio de habitaciones -anunció Maca risueña, mientras se zampaba una galleta-.
-       Ehhhhh… ¿qué estás comiendo? –le preguntó acusadoramente Esther tras escuchar aquel sonido crujiente-.
-       Jajaja… una galleta, ¿por qué? ¿es que quieres? –se rió Maca y le enseñó una galleta juguetonamente en una mano, mientras ella terminaba de comerse la suya-.
-       Pues claro que quiero, estoy muerta de ham… bre… -empezó a decir Esther, pero casi se quedó muda cuando Maca sin quitarse ni la camiseta ni las bragas se metió directa en la bañera- ¡Estás como una cabra!

Le dijo Esther y una sonrisa visceral empezó a dibujarse en su cara, ante una Maca empapada y radiante, que sostenía una galleta a salvo del agua.

-       Bueno, estaré como una cabra, pero soy la que mantiene seca y a salvo tu galleta, así que… ¿qué me das a cambio de dártela? –la retó Maca tras echarse el pelo mojado hacia atrás, y conducir a Esther un paso para atrás a fin de que no cayera el agua sobre ellas y poder hablar-.

Esther sintió como sus sentidos volvían a ponerse febriles ante aquella mujer. Si la dulzura de Maca le traspasaba el corazón, aquella travesura suya la ponía del revés y le encendía la sangre hasta la ebullición. Jamás hubiera pensado que aquel estado fuera posible, y es que sentir que con aquella mujer el deseo y los afectos no tenían límites, le estaba quitando completamente la razón.

-       ¿Y bueno? –volvió a preguntar Maca lanzando una mirada lasciva a los labios de Esther.

Esther le aguantó la mirada, notando como cada vez el agua le parecía más caliente y el pulso se le aceleraba. “Esto es una locura… lo que me hace es una locura” pensó para sí.

-       Bueno, si no te decides, me la como yo… -dijo Maca y se dispuso a comerse la galleta-.

Entonces ocurrió, Esther atrapó el brazo de Maca parándolo a mitad de camino. Maca se giró sonriente para mirar a Esther, y al ver en su rostro de nuevo la pasión un escalofrío de emoción la recorrió.

-       Creo, que la tuya ya te la has comido -le dijo Esther con la voz algo oscurecida-

Y sin apartar los ojos de Maca, condujo la mano de ésta hacia su boca… Esther mordió la galleta, Maca se quedó tonta mirando como se la comía, hasta que tras terminar el último bocado, Esther se quedó con la mano de Maca entre las suyas, la miró y comenzó a besar su palma, sus dedos… la imagen sensual de Esther con los ojos cerrados besando cada centímetro de su mano, la excitó de inmediato, pero no fue hasta sentir la humedad de su boca chupando su dedo corazón que las piernas no le fallaron…

-       Ohhh… Dios… -gimió Maca y se sujetó con la otra mano en los baldosines-.

A Esther se le dibujó una sonrisa malvada en el pecho tras escuchar aquella victoria. Liberó el dedo de Maca y con travesura le dijo…

-       Bueno, estaba muy rica la galleta pero creo que ya se terminó -le dijo Esther seria y le dio la espalda a Maca simulando que prefería seguir duchándose-.

Maca sintió como su cuerpo se quebraba en dos con aquel “stop” frío e inesperado. Por un momento su cabeza dio vueltas como si reviviera un hecho pasado, sus fuerzas flaquearon. Tomó aire y repasó la espalda desnuda de Esther con la mirada tratando de poner orden en aquel caos que ese juego lascivo había provocado en ella. De pronto recordó el fuego en los ojos de Esther y una luz volvió a darle cobijo… supo con certeza cristalina que en esta ocasión estaba frente a una igual, que Esther no era Azucena con sus juegos depravados de control en los que disfrutaba llevándola a un límite cada vez mayor para luego castigarla sin saciar lo provocado. Supo que con ella, jamás se sentiría incomprendida ni sola.

Esther esperó, Maca empezaba a tardar demasiado en mover su ficha en aquel tablero, se empezó a preocupar. Justo antes de que se girara para ver qué pasaba, volvió a sentir aquella boca sobre su hombro, aquel pecho contra su espalda, aquellos brazos rodeándole la cintura…

-       Por un momento, me perdí… y tuve miedo –le dijo de pronto Maca abrazándola con fuerza-.

Esther se estremeció, se volvió para mirarla lentamente y vio que en los ojos de Maca algo se había teñido de pronto.

-       ¿Qué ocurre? –le preguntó, la angustia por sentir su velo de tristeza era mayor que la de su deseo sin lugar a dudas-.
-       Ella solía tratarme así… -dijo Maca con amargura y cierta vergüenza-.
-       ¿Así cómo? Maca no te entiendo.. ¿qué pasa? –insistió Esther ya preocupada por el temor que veía en los ojos de aquella mujer-.

Maca se abrazó a ella, le daba aún mucha vergüenza su pasado y ante Esther se sentía más desnuda de lo que jamás podría reconocerle a nadie. Esther le sostuvo el abrazo, esperando a que aquellas nubes pasaran de largo, besándole la cara y acariciando aquella espalda de camiseta mojada que ya no despertaba su deseo sino su necesidad de protegerla.

-       Azucena solía excitarme hasta el límite para luego golpearme con su frialdad. Disfrutaba de aquel rol de poder, y por un momento, cuando te giraste y me diste la espalda… algo en mí se confundió, pero no, eres tú, eres tú… -le dijo Maca sumergida en su piel, aferrándose como loca a su cuerpo para no dejarla marchar-… tú nunca harías algo así. Perdona… perdóname.

Esther comprendió todo en un segundo, la ira por querer arrancarle el pelo de cuajo a la zorra de Azucena se arremolinó en su interior, entremezclándose con aquella necesidad imperiosa de cuidar y colmar de ternuras a la mujer que tenía entre sus brazos. Finalmente, Maca ganó en aquel duelo de sentimientos y Esther empezó a besarla en la cara y a estrecharla con fuerza.

-       No tengo nada que perdonarte, y sí, yo nunca te haría es… así que olvídalo cariño, no dejes que esa zorra vuelva a influir en tu vida, ¿vale? –le dijo Esther y Maca la miró y asintió con la cabeza-. ¡Esta es mi chica! Vamos a secarnos y así desayunamos más galletas de esas, ¿quieres?
-       No –dijo de pronto Maca cogiéndola de la mano en cuanto vio que Esther se separaba de ella-.
-       ¿No? –preguntó extrañada Esther, pero la miró y esperó a que hablara-.

Maca se puso roja de repente ante los ojos de Esther, sabía que la magia había sido rota por aquel momento de duda que había tenido, pero ese hecho no había aplacado aún al estado de su cuerpo. Esther observó su rubor, su mirada esquiva, y entonces comprendió, que aunque aquella mujer ya no se fuera desmayando o le fuera subiendo la fiebre, seguía siendo la misma persona que necesitaba de tiempo para reequilibrarse cuando la excitación la inundaba y no encontraba salida de escapatoria.

-       Quiero decir, que mejor ve saliendo tú, yo me quedo un poco –dijo finalmente Maca todavía sin ser capaz de mirarla mucho tiempo a la cara-.

Una sonrisa dulce y de comprensión se posó en el rostro de Esther. Estaba claro que Maca no le diría ni le pediría nunca, lo que ahora mismo le sucedía y necesitaba. Se acercó hasta ella, y le levantó el mentón con una mano. Maca la miró a los ojos, y se quedó paralizada por el “¿amor?”, que creyó ver en ellos, pero fue un breve instante, apenas medio minuto, antes de que Esther volviera a besarla y con dulzura extrema volviera a inundar su cuerpo de aquella sensación furtiva que terminó por hacerlas correrse una en manos de la otra.

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