Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
111
Al llegar
a casa, apenas un poco de conversación las entretuvo antes de dirigirse a los
dormitorios.
- Bueno
creo que no hay nada más… la copia de la casa os la dejo en la entrada mañana
por si vais a pasear o lo que sea, nosotras antes de que anochezca creo que
estaremos de vuelta, pero vamos que os llamaremos y eso –le explicó Kate a
Maca-.
- ¡Perfecto!
–le dijo Maca que inexplicablemente ahora parecía la más fuerte de las dos y
llevaba de la mano a Esther por las escaleras-.
- ¡Qué
descanséis!... Mañana nos vemos –les dio las buenas noches Kate, pues Bea ya se
había metido en la habitación.
- Igualmente,
que descanséis… hasta mañana –se despidió Maca de Kate mientras abría la puerta
de su habitación-.
- ¡Buenas
noches! –dijo Esther al darse cuenta que ya habían llegado-.
- ¡Buenas
noches, preciosa! –le contestó Kate con un guiño y una sonrisa, luego se
introdujo en su habitación-.
Al entrar
Bea estaba en el cuarto de baño, Kate se encaramó al marco de la puerta y
observó como terminaba de cepillarse los dientes.
- ¿Qué,
cómo van? –preguntó Bea tras escupir la pasta de dientes y coger un poco de
agua para enjuagarse.
- ¡Necesitadas!
–contestó Kate con una sonrisa traviesa-.
- Ya,
ya me di cuenta de eso -se sonrió Bea al ver cómo la miraba Kate a través del
espejo- ¿Y tú qué? ¿También andas necesitada?
- ¿Yooo?
–dijo Kate fingiendo cara de inocente-.
- Jajajaja…
-se rió Bea de su expresión y luego se dio la vuelta para mirarla-. ¿Quién si
no? No veo a nadie más aquí repasando con la mirada.
Kate
sonrió y se acercó hasta Bea para rodearla por la cintura.
- Tú
sabes que yo a ti te quiero mucho, mucho, ¿no? –le dijo Kate de pronto, feliz
de que estuvieran juntas-.
- ¡Una
ligera idea tenía, sí! –le contestó Bea agarrándose a ella mientras le sonreía-.
¿Por?
- Porque
quiero estar segura de que lo tienes claro antes de saber lo que pienso hacerte
esta noche… -le dijo Kate ya jocosa mientras se mordía el labio inferior
coquetamente-.
- Jajajajaj…
Vale, entonces queda claro, que me vas a hacer “el amor” aunque te comportes
como una “guarrilla”, ¿es eso?… jajajajja… -le dijo descaradamente Bea que ya
se moría de la risa-.
- Jajajajaj…
¡Eresss… eresss…! -empezó a decir Kate entre risas-.
- Soy….
Soy…. JajajajA…-la imitó Bea-. Anda deja de hablar, y bésame, que estamos
perdiendo un tiempo precioso.
Y entre
besos aquellas dos mujeres se escondieron bajo el edredón, mientras en una
habitación próxima a la suya, una tensión similar pero menos pulida impregnaba
el ambiente.
---
Maca cerró
la puerta tras despedirse de Kate. A pesar de haberse pasado gran parte del
camino de vuelta poniendo en orden sus pensamientos y posibilidades, la verdad
era que la frialdad de la razón no podía hacer nada sabiéndose a solas con
ella. Al girarse divisó a Esther mirando a través de la ventana, Maca se quedó
contemplando sus piernas, sus caderas, su espalda… y la vio frágil a pesar de
lo devastadoramente segura de sí misma que parecía normalmente.
Conciencia de Maca: ¿no te estarás
achicando, no? –intervino su conciencia viendo que no se movía-.
Maca: No! –contestó Maca con
firmeza-.
Conciencia de Maca: ¿y entonces?
¿por qué no te acercas?
Maca no
contestó, sus sentidos seguían saturándose de la presencia de Esther. Aquella
mujer podía hacerla vibrar sólo con estar, no necesitaba más para notar como el
deseo se colaba entre sus fibras lentamente.
Conciencia de Maca: ¿Maca? –la
llamó su conciencia preocupada por su aparente ausencia-.
Maca: ¡Esta noche no voy a
necesitarte!
Le dijo y
sus pasos se dirigieron irremediablemente hacia el foco de su atracción.
Esther
sintió aquellos pasos casi antes de que los diera. Cerró los ojos tan sólo un
segundo y suspiró… “¿A quién quiero engañar?...” se dijo para sí, sabiendo que
aquel remolino que se había instaurado en ella casi de forma permanente desde
que la había conocido, era el sentimiento más fuerte que había sentido nunca.
- Me
encantaría poder señalarte cada una de las constelaciones y contarte
interesantes y bellos mitos sobre ellas, pero… -dejó de hablar Maca mientras se
unía a su espalda sin tocarla. Esther se estremeció por lo suave y profundo de
su voz-…
- ¿Pero?
–preguntó Esther sin volverse, sintiendo aquel calor a escasos centímetros-.
- Pero
no sé de astrología, y si supiera no me serviría en este momento, porque ahora
mismo no puedo pensar en nada más que en ti –terminó de decir Maca-.
Esther
cerró los ojos ante aquellas palabras que la habían sacudido una vez más por la
sinceridad de quien las decía. Entonces lo sintió, aquella nariz que descansaba
por las noches sumergida en su pelo volvía a estar allí, tan cerca que podía
sentir su respiración como si fuera la suya propia. Las manos de Maca se
posaron en sus hombros desnudos, tan calientes que ardían al tacto, Esther
creyó fundirse bajo ellas… y de nuevo aquella voz, aquella voz más profunda y
oscura que antes, firme y rota… embrujadora hacia su perdición:
- Te
deseo tanto que me estoy volviendo loca, pero si tú no quieres… yo… yo sabré
respetarte –le susurró Maca-. ¡Jamás haría nada que tú no desearas tanto como
yo!
A Esther
se le fraccionó la coraza en mil fragmentos y con ella, posiblemente, también
su corazón.
- Esther…
mírame, por favor –le pidió Maca con un hilo de voz-.
Esther así
lo hizo, y lo que vio le erizó la piel dolorosamente. A pesar de estar en pie,
Maca estaba rota por un deseo que empezaba a consumirla poco a poco.
- Si
empezamos esta vez, no podré parar… –se
sinceró Maca apenas con un hilo de voz. Esther no sabía qué hacer ni qué decir,
pues nadaba en un mar turbulento que no podía detener. Maca se separó unos
pasos, estaba mareándose por la espera, luego consiguió añadir-. Sólo quiero
saber, ¿qué es lo que quieres tú?
Y cómo la
noche precede al día y viceversa, Esther sintió que nada podría apartarla de
aquella mujer en aquel instante; levantó la mirada, cubrió los pasos y
abalanzándose sobre ella sólo pudo decir…
- ¡A
la mierda!
112
La
distancia se hizo mínima entre ellas. Esther se colgó de aquel cuello y devoró
la boca de Maca con urgencia y ansiedad, tratando quizá de ahogar aquellos
pensamientos que la atormentaban y que a medida que saboreaba a aquella mujer,
se hacían más y más pequeños. Maca no podía respirar, mareada por el deseo que
Esther azoraba a cada mordisco en sus deformados labios, electrocutada por
aquella energía que se removía cada vez que la lengua de Esther chocaba contra
la suya, acariciando y recorriendo con habilidad cada recodo sin titubear. ¡La
volvía loca! Sin querer se vio reculando, buscando un lugar donde sostenerse,
arrinconada por el frenesí de Esther, que empezaba a derramarse por encima de
su ropa en forma de caricias.
- ¡Esther!...
–susurró Maca, necesitada de aire-.
Pero ahora
era Esther la que estaba fuera de sí, cansada de pensar, de hablar, de dudar…
harta de esperar, necesitada y hambrienta por saciar aquel martirio de tantos
días. ¡Quería hacerle el amor, y lo quería ahora! Maca recibió el frío de la
pared en su espalda con gran alivio, la firmeza de aquel muro de cemento era
reveladora para la flaqueza que acababa de entrarle en las piernas, arrollada
por aquella mujer menuda, que trazaba nuevos límites despertando una tempestad
en ella sin precedentes.
- Oh,
joder… -gimió Maca-
Un reguero
de saliva fue trazado por la lengua de Esther en el cuello de Maca, mientras
una pierna se deslizaba entre sus muslos, y las manos de aquella mujer
aprisionaban sus pechos exprimiendo su placer. Esther se apretó contra aquel
cuerpo, balanceando las caderas, necesitaba tanto sentirla que ya no veía más
allá que aquel calor que las abrasaba a ambas. Maca apretó los ojos, aquella
mujer la iba a hacer correrse sin tan siquiera desnudarla… como agua buscó su
boca tratando de encontrar algún cauce viable, pero sólo encontró una lengua
viperina suave como el terciopelo y unos labios que succionaron la suya
mientras una mano acariciaba su pecho sobre la ropa y otra la empujaba desde su
posadera hacia la firmeza de aquella pierna que martilleante chocaba contra el
centro de su locura. Rota por la necesidad, conducida por la habilidad de
aquellas caderas que llamaban contra la suya una y otra vez con precisión, Maca
se tensó como una cuerda incapaz de contener aquella sensación tan poderosa que
constituía el deseo de tenerla. Los ojos se le cerraron y su pecho explosionó
en una bocanada de aire tan brutal como la necesaria para resucitar a un
muerto. Las piernas se le doblaron, y los brazos se aferraron al cuerpo de
Esther que cayó rendida sobre ella con la respiración agitada y sin palabras.
Durante
unos minutos permanecieron abrazadas tratando de seguir respirando, con el
pulso en la garganta y aquel hormigueo constante sin terminar de desvanecerse
por completo. Esther no podía mirarla, temerosa de hallar en su rostro alguna
señal que la hiciera detenerse, incapaz de descubrir algún error, algún
remordimiento… necesitaba tanto tenerla que no quería pensar, no quería sentir
más allá que aquel placer tácito que ambas buscaban. Maca por su parte trataba
de recomponerse, mareada por la rapidez de aquel éxtasis que hubiera querido
retener por más tiempo, tratando de reconocerse dentro de aquella nueva piel
que por tanto tiempo había habitado dormida. Hundió la cara en el pelo de
aquella mujer que la abrazaba sin hablar, oliendo aquella esencia donde había
hallado la calma la primera vez que durmieron juntas en aquel hotel ya remoto.
La sensación volvió a hacerse presente, Maca podía notarlo en cada fibra de su
ser, como una telaraña que se tejía fina y resistente sobre su corazón. Sonrió,
y una calidez solar se coronó en su pecho; seguía allí, de pie… la amaba, y ya
no tenía miedo, podía estar con ella, podía darle todo de sí… hasta la última
gota, hasta el último aliento.
Cada
músculo volvió a ser firme, la respiración se acompasó con la calma de su
ánimo, Maca empezó a besar la frente de Esther mientras con las manos
acariciaban la espalda de aquella mujer que no podía separarse de ella. Esther
notó al instante su corporeidad, Maca seguí en pie, estaba allí… la losa en su
pecho empezó a hacerse ligera, y al desaparecer destapó un corazón débil y
frágil que empezaba a desbocarse por la sensualidad de aquellos labios que
habían comenzado a besar su cara. Las manos de Maca apartaron el cabello de su
rostro, y la sujetaron frente a los ojos de aquella mujer que la miró de un
modo desconocido para ella.
- ¡Quiero
que seas para mí! –le susurró Maca con pasión y sobriedad mezcladas-.
Esther no
supo interpretar todos los matices de aquella expresión, su mente por un
momento atisbó la idea de que no eran fruto sólo del deseo y que no sólo se
refería a hacerla suya entre las sábanas, pero desechó aquella idea romántica
de su cabeza, dolía demasiado y ella aún ardía. Los ojos de Maca sobre los
suyos y aquel silencio a escasos centímetros la una de la otra, empezaron a
apuñalarla, Esther no podía soportarlo.
- ¡Soy
tuya! ¡Soy tuya aquí y ahora! –susurró Esther con un hilo de voz mientras
bajaba la mirada escondiendo su verdad y sus miedos, luchando por recobrar
aquella fuerza que siempre había poseído y que ante aquella mujer se
desvanecida… “¿¿por qué, por qué me haces esto?? ¿¿Por qué me vendes tan
vulnerable??.. ¡no te das cuenta que no puedo, no puedo!” gritó Esther para sí
mientras sus ojos se aguaron sin explicación-.
Maca
sintió aquel temblor fino de su cuerpo, apretó los labios sobre la cabeza de
Esther y la estrechó con fuerza contra sí con una dulzura protectora y dolorosa
que volvió a dar un nuevo zarpazo en las entrañas de Esther.
- ¿Por
qué me haces suplicarte? … ¿por qué? … -estalló Esther, y levantando la mirada
dejó que un reguero de lágrimas sin querer se desbordase, entre su ira y esa
destrucción que sentía dentro de sí-. ¡Sólo quiero que me follesss… joder!
¡Sólo eso!... por favor.. por favor…
Maca
tembló al sentir su dolor, por un momento se vio reflejada en aquella angustia,
en aquellas lágrimas, en su desesperación. El corazón se le estranguló, no era
hora de pensar, sino de actuar. Ella podía aplacarlo, ella sabía aplacarlo…
tomó la cara de Esther para que la mirara, por un breve segundo sus ojos le
hablaron de amor antes de atrapar aquellos labios salados donde un mar de
lágrimas habían desembocado, era hora de pararlo. Esther cerró los ojos al
sentir la saliva de Maca entremezclarse con la suya, aquello sí lo conocía. Se
aferró al cuello de Maca desesperadamente, quería ahogarse en aquel deseo,
vivir… y Maca así lo entendió. La agarró por la cintura y la elevó apenas un
palmo del suelo mientras sus bocas frenéticas continuaban sedientas
explorándose la una a la otra, con Esther en volandas se fue acercando a la
cama. Esther se dejó conducir, mientras sentía que la excitación borraba poco a
poco aquel estado tenebroso que por unos instantes la había poseído. Maca lo sintió
en el desenfreno de aquellos dedos que se movían en su nuca, en su espalda… en
aquel gemir de aquella boca que la buscaba incansable. No pensó, se lo daría
todo.
La tendió
en la cama, y reptó por aquel cuerpo ayudada por unas manos que tiraban de ella.
Esther sintió con alivio aquel peso maravilloso, cuando la tuvo sobre sí. Maca
le acarició la cara con ternura por un sólo segundo, Esther dudó, pero pronto
Maca empezó a cubrirla de besos cada vez más apasionados, y sus manos empezaron
a perderse por el bajo de su falda.
- ¡Me
la puse para ti… sólo para ti! -le susurró Esther al oído y luego le mordió el
lóbulo de la oreja, tratando de atizar aquella vena salvaje de aquella mujer
que ya había conocido, tratando de asegurarse de que enterraba aquella dulzura
que le había visto en la mirada-.
La reacción
de Maca no se hizo esperar, la cual descendió depositando regueros de saliva
por aquel cuello y aquellos hombros desnudos que la ropa le regalaban. Los
dedos se deslizaron por el interior de la ropa de Esther, había deseado tanto
hacerlo en la pista de baile, que al sentir aquella carne en su mano solo pudo
gemir. Esther enredó los dedos en el cabello de aquella preciosidad, mientras
notaba como Maca destapaba su abdomen y la torturaba con pequeños mordiscos.
¡Aquella sensación era maravillosa!
El huracán
volvió a soplar con fuerza, a Esther le entró la prisa y empezó a estirar de
Maca que cubrió su boca cumpliendo con todas sus peticiones. Las manos de
Esther empezaron a desnudar a aquella diosa, ansiando el contacto con su piel,
Maca la ayudó sacándose veloz la camisa casi sin desabrochar. Esther se
incorporó para besar aquella piel descubierta mientras Maca aun permanecía de
rodillas desabrochándose el sujetador. La sensación de la boca de Esther sobre
su pezón la hizo tambalear, pero pronto se repuso buscando también la desnudez
ajena. Deslizó las manos por los costados de Esther y le erizó la piel mientras
le extraía la blusa, luego desabrochó aquel sujetador negro sin tirantes y el
cielo se abrió ante sus ojos. Embriagada por la belleza de aquel cuerpo, Maca
empujó a Esther contra el colchón, y se apuró a hacerle el amor a aquellos
pechos que ya conocía. La electricidad en ambos cuerpos tomó el control, las
dos rodaron por la cama ansiando saciar sus apetencias, Maca se vio frenética
tratando de extraer la falda y las bragas que le impedían sentirla desnuda
junto a ella, Esther por su parte se sentía igual, y no tardó en apresurarse en
desabrochar los botones del pantalón de Maca y deshacerse de él y de aquel
tanga que ya no iban a necesitar.
El
encuentro de la extensión de sus cuerpos desnudos las hizo gemir a ambas. Por
un momento Esther se detuvo sobre Maca para mirarla, los ojos de aquella mujer
brillaban ensombrecidos por un deseo tormentoso, pero era tan bella que le
partía el corazón… le acarició el rostro, aun a pesar de sentir aquella
interrogación en él, luego la besó con dulzura por un instante, tratando de que
comprendiera lo especial que era para ella. Sus bocas se derritieron la una en
la otra con una sensibilidad profunda que las traspasó a las dos, antes de que
el torbellino volviera a resurgir, y sus manos empezaron a ansiar otra clase de
amar más intenso.
Sus
caderas se encontraron, sus dedos exploraron y se ahogaron, los pechos se
expansionaron entre chupetones y caricias… las lenguas encontraron nuevas bocas
y nuevos ríos, hasta que tras horas de subir y bajar cimas, recorrer valles y
sucumbir a varios orgasmos sin aliento, sus cuerpos rendidos y destrozados
cayeron en son de paz, saboreando victorias y encajando derrotas, a favor de la
libertar de sentirse juntas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
111
Al llegar
a casa, apenas un poco de conversación las entretuvo antes de dirigirse a los
dormitorios.
- Bueno
creo que no hay nada más… la copia de la casa os la dejo en la entrada mañana
por si vais a pasear o lo que sea, nosotras antes de que anochezca creo que
estaremos de vuelta, pero vamos que os llamaremos y eso –le explicó Kate a
Maca-.
- ¡Perfecto!
–le dijo Maca que inexplicablemente ahora parecía la más fuerte de las dos y
llevaba de la mano a Esther por las escaleras-.
- ¡Qué
descanséis!... Mañana nos vemos –les dio las buenas noches Kate, pues Bea ya se
había metido en la habitación.
- Igualmente,
que descanséis… hasta mañana –se despidió Maca de Kate mientras abría la puerta
de su habitación-.
- ¡Buenas
noches! –dijo Esther al darse cuenta que ya habían llegado-.
- ¡Buenas
noches, preciosa! –le contestó Kate con un guiño y una sonrisa, luego se
introdujo en su habitación-.
Al entrar
Bea estaba en el cuarto de baño, Kate se encaramó al marco de la puerta y
observó como terminaba de cepillarse los dientes.
- ¿Qué,
cómo van? –preguntó Bea tras escupir la pasta de dientes y coger un poco de
agua para enjuagarse.
- ¡Necesitadas!
–contestó Kate con una sonrisa traviesa-.
- Ya,
ya me di cuenta de eso -se sonrió Bea al ver cómo la miraba Kate a través del
espejo- ¿Y tú qué? ¿También andas necesitada?
- ¿Yooo?
–dijo Kate fingiendo cara de inocente-.
- Jajajaja…
-se rió Bea de su expresión y luego se dio la vuelta para mirarla-. ¿Quién si
no? No veo a nadie más aquí repasando con la mirada.
Kate
sonrió y se acercó hasta Bea para rodearla por la cintura.
- Tú
sabes que yo a ti te quiero mucho, mucho, ¿no? –le dijo Kate de pronto, feliz
de que estuvieran juntas-.
- ¡Una
ligera idea tenía, sí! –le contestó Bea agarrándose a ella mientras le sonreía-.
¿Por?
- Porque
quiero estar segura de que lo tienes claro antes de saber lo que pienso hacerte
esta noche… -le dijo Kate ya jocosa mientras se mordía el labio inferior
coquetamente-.
- Jajajajaj…
Vale, entonces queda claro, que me vas a hacer “el amor” aunque te comportes
como una “guarrilla”, ¿es eso?… jajajajja… -le dijo descaradamente Bea que ya
se moría de la risa-.
- Jajajajaj…
¡Eresss… eresss…! -empezó a decir Kate entre risas-.
- Soy….
Soy…. JajajajA…-la imitó Bea-. Anda deja de hablar, y bésame, que estamos
perdiendo un tiempo precioso.
Y entre
besos aquellas dos mujeres se escondieron bajo el edredón, mientras en una
habitación próxima a la suya, una tensión similar pero menos pulida impregnaba
el ambiente.
---
Maca cerró
la puerta tras despedirse de Kate. A pesar de haberse pasado gran parte del
camino de vuelta poniendo en orden sus pensamientos y posibilidades, la verdad
era que la frialdad de la razón no podía hacer nada sabiéndose a solas con
ella. Al girarse divisó a Esther mirando a través de la ventana, Maca se quedó
contemplando sus piernas, sus caderas, su espalda… y la vio frágil a pesar de
lo devastadoramente segura de sí misma que parecía normalmente.
Conciencia de Maca: ¿no te estarás
achicando, no? –intervino su conciencia viendo que no se movía-.
Maca: No! –contestó Maca con
firmeza-.
Conciencia de Maca: ¿y entonces?
¿por qué no te acercas?
Maca no
contestó, sus sentidos seguían saturándose de la presencia de Esther. Aquella
mujer podía hacerla vibrar sólo con estar, no necesitaba más para notar como el
deseo se colaba entre sus fibras lentamente.
Conciencia de Maca: ¿Maca? –la
llamó su conciencia preocupada por su aparente ausencia-.
Maca: ¡Esta noche no voy a
necesitarte!
Le dijo y
sus pasos se dirigieron irremediablemente hacia el foco de su atracción.
Esther
sintió aquellos pasos casi antes de que los diera. Cerró los ojos tan sólo un
segundo y suspiró… “¿A quién quiero engañar?...” se dijo para sí, sabiendo que
aquel remolino que se había instaurado en ella casi de forma permanente desde
que la había conocido, era el sentimiento más fuerte que había sentido nunca.
- Me
encantaría poder señalarte cada una de las constelaciones y contarte
interesantes y bellos mitos sobre ellas, pero… -dejó de hablar Maca mientras se
unía a su espalda sin tocarla. Esther se estremeció por lo suave y profundo de
su voz-…
- ¿Pero?
–preguntó Esther sin volverse, sintiendo aquel calor a escasos centímetros-.
- Pero
no sé de astrología, y si supiera no me serviría en este momento, porque ahora
mismo no puedo pensar en nada más que en ti –terminó de decir Maca-.
Esther
cerró los ojos ante aquellas palabras que la habían sacudido una vez más por la
sinceridad de quien las decía. Entonces lo sintió, aquella nariz que descansaba
por las noches sumergida en su pelo volvía a estar allí, tan cerca que podía
sentir su respiración como si fuera la suya propia. Las manos de Maca se
posaron en sus hombros desnudos, tan calientes que ardían al tacto, Esther
creyó fundirse bajo ellas… y de nuevo aquella voz, aquella voz más profunda y
oscura que antes, firme y rota… embrujadora hacia su perdición:
- Te
deseo tanto que me estoy volviendo loca, pero si tú no quieres… yo… yo sabré
respetarte –le susurró Maca-. ¡Jamás haría nada que tú no desearas tanto como
yo!
A Esther
se le fraccionó la coraza en mil fragmentos y con ella, posiblemente, también
su corazón.
- Esther…
mírame, por favor –le pidió Maca con un hilo de voz-.
Esther así
lo hizo, y lo que vio le erizó la piel dolorosamente. A pesar de estar en pie,
Maca estaba rota por un deseo que empezaba a consumirla poco a poco.
- Si
empezamos esta vez, no podré parar… –se
sinceró Maca apenas con un hilo de voz. Esther no sabía qué hacer ni qué decir,
pues nadaba en un mar turbulento que no podía detener. Maca se separó unos
pasos, estaba mareándose por la espera, luego consiguió añadir-. Sólo quiero
saber, ¿qué es lo que quieres tú?
Y cómo la
noche precede al día y viceversa, Esther sintió que nada podría apartarla de
aquella mujer en aquel instante; levantó la mirada, cubrió los pasos y
abalanzándose sobre ella sólo pudo decir…
- ¡A
la mierda!
112
La
distancia se hizo mínima entre ellas. Esther se colgó de aquel cuello y devoró
la boca de Maca con urgencia y ansiedad, tratando quizá de ahogar aquellos
pensamientos que la atormentaban y que a medida que saboreaba a aquella mujer,
se hacían más y más pequeños. Maca no podía respirar, mareada por el deseo que
Esther azoraba a cada mordisco en sus deformados labios, electrocutada por
aquella energía que se removía cada vez que la lengua de Esther chocaba contra
la suya, acariciando y recorriendo con habilidad cada recodo sin titubear. ¡La
volvía loca! Sin querer se vio reculando, buscando un lugar donde sostenerse,
arrinconada por el frenesí de Esther, que empezaba a derramarse por encima de
su ropa en forma de caricias.
- ¡Esther!...
–susurró Maca, necesitada de aire-.
Pero ahora
era Esther la que estaba fuera de sí, cansada de pensar, de hablar, de dudar…
harta de esperar, necesitada y hambrienta por saciar aquel martirio de tantos
días. ¡Quería hacerle el amor, y lo quería ahora! Maca recibió el frío de la
pared en su espalda con gran alivio, la firmeza de aquel muro de cemento era
reveladora para la flaqueza que acababa de entrarle en las piernas, arrollada
por aquella mujer menuda, que trazaba nuevos límites despertando una tempestad
en ella sin precedentes.
- Oh,
joder… -gimió Maca-
Un reguero
de saliva fue trazado por la lengua de Esther en el cuello de Maca, mientras
una pierna se deslizaba entre sus muslos, y las manos de aquella mujer
aprisionaban sus pechos exprimiendo su placer. Esther se apretó contra aquel
cuerpo, balanceando las caderas, necesitaba tanto sentirla que ya no veía más
allá que aquel calor que las abrasaba a ambas. Maca apretó los ojos, aquella
mujer la iba a hacer correrse sin tan siquiera desnudarla… como agua buscó su
boca tratando de encontrar algún cauce viable, pero sólo encontró una lengua
viperina suave como el terciopelo y unos labios que succionaron la suya
mientras una mano acariciaba su pecho sobre la ropa y otra la empujaba desde su
posadera hacia la firmeza de aquella pierna que martilleante chocaba contra el
centro de su locura. Rota por la necesidad, conducida por la habilidad de
aquellas caderas que llamaban contra la suya una y otra vez con precisión, Maca
se tensó como una cuerda incapaz de contener aquella sensación tan poderosa que
constituía el deseo de tenerla. Los ojos se le cerraron y su pecho explosionó
en una bocanada de aire tan brutal como la necesaria para resucitar a un
muerto. Las piernas se le doblaron, y los brazos se aferraron al cuerpo de
Esther que cayó rendida sobre ella con la respiración agitada y sin palabras.
Durante
unos minutos permanecieron abrazadas tratando de seguir respirando, con el
pulso en la garganta y aquel hormigueo constante sin terminar de desvanecerse
por completo. Esther no podía mirarla, temerosa de hallar en su rostro alguna
señal que la hiciera detenerse, incapaz de descubrir algún error, algún
remordimiento… necesitaba tanto tenerla que no quería pensar, no quería sentir
más allá que aquel placer tácito que ambas buscaban. Maca por su parte trataba
de recomponerse, mareada por la rapidez de aquel éxtasis que hubiera querido
retener por más tiempo, tratando de reconocerse dentro de aquella nueva piel
que por tanto tiempo había habitado dormida. Hundió la cara en el pelo de
aquella mujer que la abrazaba sin hablar, oliendo aquella esencia donde había
hallado la calma la primera vez que durmieron juntas en aquel hotel ya remoto.
La sensación volvió a hacerse presente, Maca podía notarlo en cada fibra de su
ser, como una telaraña que se tejía fina y resistente sobre su corazón. Sonrió,
y una calidez solar se coronó en su pecho; seguía allí, de pie… la amaba, y ya
no tenía miedo, podía estar con ella, podía darle todo de sí… hasta la última
gota, hasta el último aliento.
Cada
músculo volvió a ser firme, la respiración se acompasó con la calma de su
ánimo, Maca empezó a besar la frente de Esther mientras con las manos
acariciaban la espalda de aquella mujer que no podía separarse de ella. Esther
notó al instante su corporeidad, Maca seguí en pie, estaba allí… la losa en su
pecho empezó a hacerse ligera, y al desaparecer destapó un corazón débil y
frágil que empezaba a desbocarse por la sensualidad de aquellos labios que
habían comenzado a besar su cara. Las manos de Maca apartaron el cabello de su
rostro, y la sujetaron frente a los ojos de aquella mujer que la miró de un
modo desconocido para ella.
- ¡Quiero
que seas para mí! –le susurró Maca con pasión y sobriedad mezcladas-.
Esther no
supo interpretar todos los matices de aquella expresión, su mente por un
momento atisbó la idea de que no eran fruto sólo del deseo y que no sólo se
refería a hacerla suya entre las sábanas, pero desechó aquella idea romántica
de su cabeza, dolía demasiado y ella aún ardía. Los ojos de Maca sobre los
suyos y aquel silencio a escasos centímetros la una de la otra, empezaron a
apuñalarla, Esther no podía soportarlo.
- ¡Soy
tuya! ¡Soy tuya aquí y ahora! –susurró Esther con un hilo de voz mientras
bajaba la mirada escondiendo su verdad y sus miedos, luchando por recobrar
aquella fuerza que siempre había poseído y que ante aquella mujer se
desvanecida… “¿¿por qué, por qué me haces esto?? ¿¿Por qué me vendes tan
vulnerable??.. ¡no te das cuenta que no puedo, no puedo!” gritó Esther para sí
mientras sus ojos se aguaron sin explicación-.
Maca
sintió aquel temblor fino de su cuerpo, apretó los labios sobre la cabeza de
Esther y la estrechó con fuerza contra sí con una dulzura protectora y dolorosa
que volvió a dar un nuevo zarpazo en las entrañas de Esther.
- ¿Por
qué me haces suplicarte? … ¿por qué? … -estalló Esther, y levantando la mirada
dejó que un reguero de lágrimas sin querer se desbordase, entre su ira y esa
destrucción que sentía dentro de sí-. ¡Sólo quiero que me follesss… joder!
¡Sólo eso!... por favor.. por favor…
Maca
tembló al sentir su dolor, por un momento se vio reflejada en aquella angustia,
en aquellas lágrimas, en su desesperación. El corazón se le estranguló, no era
hora de pensar, sino de actuar. Ella podía aplacarlo, ella sabía aplacarlo…
tomó la cara de Esther para que la mirara, por un breve segundo sus ojos le
hablaron de amor antes de atrapar aquellos labios salados donde un mar de
lágrimas habían desembocado, era hora de pararlo. Esther cerró los ojos al
sentir la saliva de Maca entremezclarse con la suya, aquello sí lo conocía. Se
aferró al cuello de Maca desesperadamente, quería ahogarse en aquel deseo,
vivir… y Maca así lo entendió. La agarró por la cintura y la elevó apenas un
palmo del suelo mientras sus bocas frenéticas continuaban sedientas
explorándose la una a la otra, con Esther en volandas se fue acercando a la
cama. Esther se dejó conducir, mientras sentía que la excitación borraba poco a
poco aquel estado tenebroso que por unos instantes la había poseído. Maca lo sintió
en el desenfreno de aquellos dedos que se movían en su nuca, en su espalda… en
aquel gemir de aquella boca que la buscaba incansable. No pensó, se lo daría
todo.
La tendió
en la cama, y reptó por aquel cuerpo ayudada por unas manos que tiraban de ella.
Esther sintió con alivio aquel peso maravilloso, cuando la tuvo sobre sí. Maca
le acarició la cara con ternura por un sólo segundo, Esther dudó, pero pronto
Maca empezó a cubrirla de besos cada vez más apasionados, y sus manos empezaron
a perderse por el bajo de su falda.
- ¡Me
la puse para ti… sólo para ti! -le susurró Esther al oído y luego le mordió el
lóbulo de la oreja, tratando de atizar aquella vena salvaje de aquella mujer
que ya había conocido, tratando de asegurarse de que enterraba aquella dulzura
que le había visto en la mirada-.
La reacción
de Maca no se hizo esperar, la cual descendió depositando regueros de saliva
por aquel cuello y aquellos hombros desnudos que la ropa le regalaban. Los
dedos se deslizaron por el interior de la ropa de Esther, había deseado tanto
hacerlo en la pista de baile, que al sentir aquella carne en su mano solo pudo
gemir. Esther enredó los dedos en el cabello de aquella preciosidad, mientras
notaba como Maca destapaba su abdomen y la torturaba con pequeños mordiscos.
¡Aquella sensación era maravillosa!
El huracán
volvió a soplar con fuerza, a Esther le entró la prisa y empezó a estirar de
Maca que cubrió su boca cumpliendo con todas sus peticiones. Las manos de
Esther empezaron a desnudar a aquella diosa, ansiando el contacto con su piel,
Maca la ayudó sacándose veloz la camisa casi sin desabrochar. Esther se
incorporó para besar aquella piel descubierta mientras Maca aun permanecía de
rodillas desabrochándose el sujetador. La sensación de la boca de Esther sobre
su pezón la hizo tambalear, pero pronto se repuso buscando también la desnudez
ajena. Deslizó las manos por los costados de Esther y le erizó la piel mientras
le extraía la blusa, luego desabrochó aquel sujetador negro sin tirantes y el
cielo se abrió ante sus ojos. Embriagada por la belleza de aquel cuerpo, Maca
empujó a Esther contra el colchón, y se apuró a hacerle el amor a aquellos
pechos que ya conocía. La electricidad en ambos cuerpos tomó el control, las
dos rodaron por la cama ansiando saciar sus apetencias, Maca se vio frenética
tratando de extraer la falda y las bragas que le impedían sentirla desnuda
junto a ella, Esther por su parte se sentía igual, y no tardó en apresurarse en
desabrochar los botones del pantalón de Maca y deshacerse de él y de aquel
tanga que ya no iban a necesitar.
El
encuentro de la extensión de sus cuerpos desnudos las hizo gemir a ambas. Por
un momento Esther se detuvo sobre Maca para mirarla, los ojos de aquella mujer
brillaban ensombrecidos por un deseo tormentoso, pero era tan bella que le
partía el corazón… le acarició el rostro, aun a pesar de sentir aquella
interrogación en él, luego la besó con dulzura por un instante, tratando de que
comprendiera lo especial que era para ella. Sus bocas se derritieron la una en
la otra con una sensibilidad profunda que las traspasó a las dos, antes de que
el torbellino volviera a resurgir, y sus manos empezaron a ansiar otra clase de
amar más intenso.
Sus
caderas se encontraron, sus dedos exploraron y se ahogaron, los pechos se
expansionaron entre chupetones y caricias… las lenguas encontraron nuevas bocas
y nuevos ríos, hasta que tras horas de subir y bajar cimas, recorrer valles y
sucumbir a varios orgasmos sin aliento, sus cuerpos rendidos y destrozados
cayeron en son de paz, saboreando victorias y encajando derrotas, a favor de la
libertar de sentirse juntas.
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