jueves, 21 de mayo de 2015

Pretty Bollo -cap 111 y 112-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
111


Al llegar a casa, apenas un poco de conversación las entretuvo antes de dirigirse a los dormitorios.

-       Bueno creo que no hay nada más… la copia de la casa os la dejo en la entrada mañana por si vais a pasear o lo que sea, nosotras antes de que anochezca creo que estaremos de vuelta, pero vamos que os llamaremos y eso –le explicó Kate a Maca-.
-       ¡Perfecto! –le dijo Maca que inexplicablemente ahora parecía la más fuerte de las dos y llevaba de la mano a Esther por las escaleras-.
-       ¡Qué descanséis!... Mañana nos vemos –les dio las buenas noches Kate, pues Bea ya se había metido en la habitación.
-       Igualmente, que descanséis… hasta mañana –se despidió Maca de Kate mientras abría la puerta de su habitación-.
-       ¡Buenas noches! –dijo Esther al darse cuenta que ya habían llegado-.
-       ¡Buenas noches, preciosa! –le contestó Kate con un guiño y una sonrisa, luego se introdujo en su habitación-.

Al entrar Bea estaba en el cuarto de baño, Kate se encaramó al marco de la puerta y observó como terminaba de cepillarse los dientes.

-       ¿Qué, cómo van? –preguntó Bea tras escupir la pasta de dientes y coger un poco de agua para enjuagarse.
-       ¡Necesitadas! –contestó Kate con una sonrisa traviesa-.
-       Ya, ya me di cuenta de eso -se sonrió Bea al ver cómo la miraba Kate a través del espejo- ¿Y tú qué? ¿También andas necesitada?
-       ¿Yooo? –dijo Kate fingiendo cara de inocente-.
-       Jajajaja… -se rió Bea de su expresión y luego se dio la vuelta para mirarla-. ¿Quién si no? No veo a nadie más aquí repasando con la mirada.

Kate sonrió y se acercó hasta Bea para rodearla por la cintura.
-       Tú sabes que yo a ti te quiero mucho, mucho, ¿no? –le dijo Kate de pronto, feliz de que estuvieran juntas-.
-       ¡Una ligera idea tenía, sí! –le contestó Bea agarrándose a ella mientras le sonreía-. ¿Por?
-       Porque quiero estar segura de que lo tienes claro antes de saber lo que pienso hacerte esta noche… -le dijo Kate ya jocosa mientras se mordía el labio inferior coquetamente-.
-       Jajajajaj… Vale, entonces queda claro, que me vas a hacer “el amor” aunque te comportes como una “guarrilla”, ¿es eso?… jajajajja… -le dijo descaradamente Bea que ya se moría de la risa-.
-       Jajajajaj… ¡Eresss… eresss…! -empezó a decir Kate entre risas-.
-       Soy…. Soy…. JajajajA…-la imitó Bea-. Anda deja de hablar, y bésame, que estamos perdiendo un tiempo precioso.

Y entre besos aquellas dos mujeres se escondieron bajo el edredón, mientras en una habitación próxima a la suya, una tensión similar pero menos pulida impregnaba el ambiente.
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Maca cerró la puerta tras despedirse de Kate. A pesar de haberse pasado gran parte del camino de vuelta poniendo en orden sus pensamientos y posibilidades, la verdad era que la frialdad de la razón no podía hacer nada sabiéndose a solas con ella. Al girarse divisó a Esther mirando a través de la ventana, Maca se quedó contemplando sus piernas, sus caderas, su espalda… y la vio frágil a pesar de lo devastadoramente segura de sí misma que parecía normalmente.

Conciencia de Maca: ¿no te estarás achicando, no? –intervino su conciencia viendo que no se movía-.
Maca: No! –contestó Maca con firmeza-.
Conciencia de Maca: ¿y entonces? ¿por qué no te acercas?

Maca no contestó, sus sentidos seguían saturándose de la presencia de Esther. Aquella mujer podía hacerla vibrar sólo con estar, no necesitaba más para notar como el deseo se colaba entre sus fibras lentamente.

Conciencia de Maca: ¿Maca? –la llamó su conciencia preocupada por su aparente ausencia-.
Maca: ¡Esta noche no voy a necesitarte!

Le dijo y sus pasos se dirigieron irremediablemente hacia el foco de su atracción.

Esther sintió aquellos pasos casi antes de que los diera. Cerró los ojos tan sólo un segundo y suspiró… “¿A quién quiero engañar?...” se dijo para sí, sabiendo que aquel remolino que se había instaurado en ella casi de forma permanente desde que la había conocido, era el sentimiento más fuerte que había sentido nunca.

-       Me encantaría poder señalarte cada una de las constelaciones y contarte interesantes y bellos mitos sobre ellas, pero… -dejó de hablar Maca mientras se unía a su espalda sin tocarla. Esther se estremeció por lo suave y profundo de su voz-…
-       ¿Pero? –preguntó Esther sin volverse, sintiendo aquel calor a escasos centímetros-.
-       Pero no sé de astrología, y si supiera no me serviría en este momento, porque ahora mismo no puedo pensar en nada más que en ti –terminó de decir Maca-.

Esther cerró los ojos ante aquellas palabras que la habían sacudido una vez más por la sinceridad de quien las decía. Entonces lo sintió, aquella nariz que descansaba por las noches sumergida en su pelo volvía a estar allí, tan cerca que podía sentir su respiración como si fuera la suya propia. Las manos de Maca se posaron en sus hombros desnudos, tan calientes que ardían al tacto, Esther creyó fundirse bajo ellas… y de nuevo aquella voz, aquella voz más profunda y oscura que antes, firme y rota… embrujadora hacia su perdición:

-       Te deseo tanto que me estoy volviendo loca, pero si tú no quieres… yo… yo sabré respetarte –le susurró Maca-. ¡Jamás haría nada que tú no desearas tanto como yo!

A Esther se le fraccionó la coraza en mil fragmentos y con ella, posiblemente, también su corazón.

-       Esther… mírame, por favor –le pidió Maca con un hilo de voz-.

Esther así lo hizo, y lo que vio le erizó la piel dolorosamente. A pesar de estar en pie, Maca estaba rota por un deseo que empezaba a consumirla poco a poco.

-       Si empezamos esta vez, no podré parar…  –se sinceró Maca apenas con un hilo de voz. Esther no sabía qué hacer ni qué decir, pues nadaba en un mar turbulento que no podía detener. Maca se separó unos pasos, estaba mareándose por la espera, luego consiguió añadir-. Sólo quiero saber, ¿qué es lo que quieres tú?

Y cómo la noche precede al día y viceversa, Esther sintió que nada podría apartarla de aquella mujer en aquel instante; levantó la mirada, cubrió los pasos y abalanzándose sobre ella sólo pudo decir…

-       ¡A la mierda!

112

La distancia se hizo mínima entre ellas. Esther se colgó de aquel cuello y devoró la boca de Maca con urgencia y ansiedad, tratando quizá de ahogar aquellos pensamientos que la atormentaban y que a medida que saboreaba a aquella mujer, se hacían más y más pequeños. Maca no podía respirar, mareada por el deseo que Esther azoraba a cada mordisco en sus deformados labios, electrocutada por aquella energía que se removía cada vez que la lengua de Esther chocaba contra la suya, acariciando y recorriendo con habilidad cada recodo sin titubear. ¡La volvía loca! Sin querer se vio reculando, buscando un lugar donde sostenerse, arrinconada por el frenesí de Esther, que empezaba a derramarse por encima de su ropa en forma de caricias.

-       ¡Esther!... –susurró Maca, necesitada de aire-.

Pero ahora era Esther la que estaba fuera de sí, cansada de pensar, de hablar, de dudar… harta de esperar, necesitada y hambrienta por saciar aquel martirio de tantos días. ¡Quería hacerle el amor, y lo quería ahora! Maca recibió el frío de la pared en su espalda con gran alivio, la firmeza de aquel muro de cemento era reveladora para la flaqueza que acababa de entrarle en las piernas, arrollada por aquella mujer menuda, que trazaba nuevos límites despertando una tempestad en ella sin precedentes.

-       Oh, joder… -gimió Maca-

Un reguero de saliva fue trazado por la lengua de Esther en el cuello de Maca, mientras una pierna se deslizaba entre sus muslos, y las manos de aquella mujer aprisionaban sus pechos exprimiendo su placer. Esther se apretó contra aquel cuerpo, balanceando las caderas, necesitaba tanto sentirla que ya no veía más allá que aquel calor que las abrasaba a ambas. Maca apretó los ojos, aquella mujer la iba a hacer correrse sin tan siquiera desnudarla… como agua buscó su boca tratando de encontrar algún cauce viable, pero sólo encontró una lengua viperina suave como el terciopelo y unos labios que succionaron la suya mientras una mano acariciaba su pecho sobre la ropa y otra la empujaba desde su posadera hacia la firmeza de aquella pierna que martilleante chocaba contra el centro de su locura. Rota por la necesidad, conducida por la habilidad de aquellas caderas que llamaban contra la suya una y otra vez con precisión, Maca se tensó como una cuerda incapaz de contener aquella sensación tan poderosa que constituía el deseo de tenerla. Los ojos se le cerraron y su pecho explosionó en una bocanada de aire tan brutal como la necesaria para resucitar a un muerto. Las piernas se le doblaron, y los brazos se aferraron al cuerpo de Esther que cayó rendida sobre ella con la respiración agitada y sin palabras.

Durante unos minutos permanecieron abrazadas tratando de seguir respirando, con el pulso en la garganta y aquel hormigueo constante sin terminar de desvanecerse por completo. Esther no podía mirarla, temerosa de hallar en su rostro alguna señal que la hiciera detenerse, incapaz de descubrir algún error, algún remordimiento… necesitaba tanto tenerla que no quería pensar, no quería sentir más allá que aquel placer tácito que ambas buscaban. Maca por su parte trataba de recomponerse, mareada por la rapidez de aquel éxtasis que hubiera querido retener por más tiempo, tratando de reconocerse dentro de aquella nueva piel que por tanto tiempo había habitado dormida. Hundió la cara en el pelo de aquella mujer que la abrazaba sin hablar, oliendo aquella esencia donde había hallado la calma la primera vez que durmieron juntas en aquel hotel ya remoto. La sensación volvió a hacerse presente, Maca podía notarlo en cada fibra de su ser, como una telaraña que se tejía fina y resistente sobre su corazón. Sonrió, y una calidez solar se coronó en su pecho; seguía allí, de pie… la amaba, y ya no tenía miedo, podía estar con ella, podía darle todo de sí… hasta la última gota, hasta el último aliento.

Cada músculo volvió a ser firme, la respiración se acompasó con la calma de su ánimo, Maca empezó a besar la frente de Esther mientras con las manos acariciaban la espalda de aquella mujer que no podía separarse de ella. Esther notó al instante su corporeidad, Maca seguí en pie, estaba allí… la losa en su pecho empezó a hacerse ligera, y al desaparecer destapó un corazón débil y frágil que empezaba a desbocarse por la sensualidad de aquellos labios que habían comenzado a besar su cara. Las manos de Maca apartaron el cabello de su rostro, y la sujetaron frente a los ojos de aquella mujer que la miró de un modo desconocido para ella.

-       ¡Quiero que seas para mí! –le susurró Maca con pasión y sobriedad mezcladas-.

Esther no supo interpretar todos los matices de aquella expresión, su mente por un momento atisbó la idea de que no eran fruto sólo del deseo y que no sólo se refería a hacerla suya entre las sábanas, pero desechó aquella idea romántica de su cabeza, dolía demasiado y ella aún ardía. Los ojos de Maca sobre los suyos y aquel silencio a escasos centímetros la una de la otra, empezaron a apuñalarla, Esther no podía soportarlo.

-       ¡Soy tuya! ¡Soy tuya aquí y ahora! –susurró Esther con un hilo de voz mientras bajaba la mirada escondiendo su verdad y sus miedos, luchando por recobrar aquella fuerza que siempre había poseído y que ante aquella mujer se desvanecida… “¿¿por qué, por qué me haces esto?? ¿¿Por qué me vendes tan vulnerable??.. ¡no te das cuenta que no puedo, no puedo!” gritó Esther para sí mientras sus ojos se aguaron sin explicación-.

Maca sintió aquel temblor fino de su cuerpo, apretó los labios sobre la cabeza de Esther y la estrechó con fuerza contra sí con una dulzura protectora y dolorosa que volvió a dar un nuevo zarpazo en las entrañas de Esther.

-       ¿Por qué me haces suplicarte? … ¿por qué? … -estalló Esther, y levantando la mirada dejó que un reguero de lágrimas sin querer se desbordase, entre su ira y esa destrucción que sentía dentro de sí-. ¡Sólo quiero que me follesss… joder! ¡Sólo eso!... por favor.. por favor…

Maca tembló al sentir su dolor, por un momento se vio reflejada en aquella angustia, en aquellas lágrimas, en su desesperación. El corazón se le estranguló, no era hora de pensar, sino de actuar. Ella podía aplacarlo, ella sabía aplacarlo… tomó la cara de Esther para que la mirara, por un breve segundo sus ojos le hablaron de amor antes de atrapar aquellos labios salados donde un mar de lágrimas habían desembocado, era hora de pararlo. Esther cerró los ojos al sentir la saliva de Maca entremezclarse con la suya, aquello sí lo conocía. Se aferró al cuello de Maca desesperadamente, quería ahogarse en aquel deseo, vivir… y Maca así lo entendió. La agarró por la cintura y la elevó apenas un palmo del suelo mientras sus bocas frenéticas continuaban sedientas explorándose la una a la otra, con Esther en volandas se fue acercando a la cama. Esther se dejó conducir, mientras sentía que la excitación borraba poco a poco aquel estado tenebroso que por unos instantes la había poseído. Maca lo sintió en el desenfreno de aquellos dedos que se movían en su nuca, en su espalda… en aquel gemir de aquella boca que la buscaba incansable. No pensó, se lo daría todo.
La tendió en la cama, y reptó por aquel cuerpo ayudada por unas manos que tiraban de ella. Esther sintió con alivio aquel peso maravilloso, cuando la tuvo sobre sí. Maca le acarició la cara con ternura por un sólo segundo, Esther dudó, pero pronto Maca empezó a cubrirla de besos cada vez más apasionados, y sus manos empezaron a perderse por el bajo de su falda.

-       ¡Me la puse para ti… sólo para ti! -le susurró Esther al oído y luego le mordió el lóbulo de la oreja, tratando de atizar aquella vena salvaje de aquella mujer que ya había conocido, tratando de asegurarse de que enterraba aquella dulzura que le había visto en la mirada-.

La reacción de Maca no se hizo esperar, la cual descendió depositando regueros de saliva por aquel cuello y aquellos hombros desnudos que la ropa le regalaban. Los dedos se deslizaron por el interior de la ropa de Esther, había deseado tanto hacerlo en la pista de baile, que al sentir aquella carne en su mano solo pudo gemir. Esther enredó los dedos en el cabello de aquella preciosidad, mientras notaba como Maca destapaba su abdomen y la torturaba con pequeños mordiscos. ¡Aquella sensación era maravillosa!

El huracán volvió a soplar con fuerza, a Esther le entró la prisa y empezó a estirar de Maca que cubrió su boca cumpliendo con todas sus peticiones. Las manos de Esther empezaron a desnudar a aquella diosa, ansiando el contacto con su piel, Maca la ayudó sacándose veloz la camisa casi sin desabrochar. Esther se incorporó para besar aquella piel descubierta mientras Maca aun permanecía de rodillas desabrochándose el sujetador. La sensación de la boca de Esther sobre su pezón la hizo tambalear, pero pronto se repuso buscando también la desnudez ajena. Deslizó las manos por los costados de Esther y le erizó la piel mientras le extraía la blusa, luego desabrochó aquel sujetador negro sin tirantes y el cielo se abrió ante sus ojos. Embriagada por la belleza de aquel cuerpo, Maca empujó a Esther contra el colchón, y se apuró a hacerle el amor a aquellos pechos que ya conocía. La electricidad en ambos cuerpos tomó el control, las dos rodaron por la cama ansiando saciar sus apetencias, Maca se vio frenética tratando de extraer la falda y las bragas que le impedían sentirla desnuda junto a ella, Esther por su parte se sentía igual, y no tardó en apresurarse en desabrochar los botones del pantalón de Maca y deshacerse de él y de aquel tanga que ya no iban a necesitar.

El encuentro de la extensión de sus cuerpos desnudos las hizo gemir a ambas. Por un momento Esther se detuvo sobre Maca para mirarla, los ojos de aquella mujer brillaban ensombrecidos por un deseo tormentoso, pero era tan bella que le partía el corazón… le acarició el rostro, aun a pesar de sentir aquella interrogación en él, luego la besó con dulzura por un instante, tratando de que comprendiera lo especial que era para ella. Sus bocas se derritieron la una en la otra con una sensibilidad profunda que las traspasó a las dos, antes de que el torbellino volviera a resurgir, y sus manos empezaron a ansiar otra clase de amar más intenso.

Sus caderas se encontraron, sus dedos exploraron y se ahogaron, los pechos se expansionaron entre chupetones y caricias… las lenguas encontraron nuevas bocas y nuevos ríos, hasta que tras horas de subir y bajar cimas, recorrer valles y sucumbir a varios orgasmos sin aliento, sus cuerpos rendidos y destrozados cayeron en son de paz, saboreando victorias y encajando derrotas, a favor de la libertar de sentirse juntas.

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