Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
85
Maca:
Maca llegó
al apartamento. El silencio y la perspectiva de vacío que le trasmitió, la hizo
cambiarse rápidamente con ropa de noche y salir casco en mano por la puerta.
Tenía que afrontar muchas cosas, y estar a solas consigo misma no era lo que
más le apetecía. Condujo durante horas, sin saber a dónde iba, sin pensar en
nada más que en la conducción y la potencia de su moto entre las piernas.
Cuando notó que los muslos le empezaban a temblar y la espalda le recordaba la
tensión de toda la semana, se detuvo. Inconscientemente se encontró cerca del
Dulcinea, un temor profundo se apoderó de ella: “¿y sí está ahí con ALGUNA?”,
la sangre empezó a arderle, su razón le decía que aquello no era asunto suyo,
que no fuera… su corazón dio un golpe de acelerador y cruzó la distancia que le
quedaba. Ancló la moto y saludó a la mujer que custodiaba la puerta, sin saber
lo que estaba haciendo le preguntó por Esther, la mujer le contestó que no
había aparecido por allí… aun así, entró. Era temprano, quizá fuera más tarde,
y si no lo hacía al menos en aquel sitio el ruido le impediría comerse la
cabeza.
Esther:
Tras el
baño Esther se puso el pijama y trató de distraerse con el televisor. Nada la
apartaba de los pensamientos que le surgían. Sólo una vez había sentido su vida
tan desequilibrada, y la reacción que había llevado consigo había sido tan
brutal que si no hubiera sido por Cruz, la mejor amiga de su madre y su mentora,
jamás hubiera salido de aquel pozo de autodestrucción. Ahora tenía 12 años más,
otro tipo de bagaje, pero seguía siendo la misma persona en cierto modo. No
sabía que nombre poner a lo que le sucedía, pero si aquello era estar
enamorándose de Maca, tenía un grave problema, porque la vida volvería a darle
un mazazo de un modo u otro.
El timbre
de su puerta sonó, Esther estuvo tentada de hacer como que no estaba en casa,
pero pronto escuchó a Eva golpear enérgicamente al otro lado de la puerta.
- ¡Abre,
sé qué estas ahí, Víctor me avisó de que habías aparecido! –le gritó, y Esther
se levantó rauda y veloz a abrirle-.
- Joder
con el portero, ¿ahora se ha metido a pregonero o qué? –contestó Esther de
malos modos-.
- No,
pero le convencí para que me avisaras en cuanto asomaras la patita y al ver que
no contestabas al móvil ni a los mensajes del contestador, me mosqueé –le
contestó Eva yendo tras ella hacia la cocina-. ¿Estás bien? ¡Estás tela de rara
esta semana! No te creas que tus llamadas telefónicas me han convencido mucho.
- ¡Estoy
bien! –dijo Esther-.
- Ya,
ya lo veo –contestó Eva levantando una ceja y quedándosela mirando-. ¿Qué pasa?
¿Es Maca?
Esther no
pudo evitar levantar la cabeza un segundo en cuanto escuchó ese nombre… “¿tanto
se me nota?” se preguntó, pero no dijo nada. En su lugar abrió la nevera, sacó
una botella de vino, y se dispuso a preparar unas copas.
- ¡Vale,
es Maca! –dio por hecho Eva-.
- ¿Quieres
una copa? –le preguntó Esther sin mirarla, estaba muy cansada y el hueco en
mitad del pecho volvía a aprisionarla. Al ver que Eva no contestaba, y sentir
que la seguía observando, volvió a preguntarle gritando-. ¿Quieres una puta
copa o nooo?
Eva
entonces corrió hasta ella y la estrechó con fuerza entre sus brazos. Esther
trató de zafarse, de empujarla y golpearla en el pecho, pero Eva no se apartó,
luchó contra la fiera que Esther estaba sacando y la venció. Esther cayó entre
sus brazos llorando, Eva se dejó caer con ella hasta el suelo y la consoló.
- Todo
va a ir bien, tranquila –le susurraba Eva mientras le acariciaba el cabello y
la dejaba desahogarse-.
Maca:
Estaba tan
nerviosa imaginando dónde estaría Esther en aquel momento, que empezó a beber.
El que Esther apareciera por el Dulcinea aunque fuera con una clienta, al menos
significaba una oportunidad para Maca, pero a medida que empezaron a pasar las
horas y se iba haciendo tarde, la idea de que estuviera follando con otra iba
tomando color, haciendo que se le calentara la sangre de tal manera que sin
darse cuenta empezó con los licores más fuertes.
- Si
ella puede divertirse, yo también…
Se dijo en
voz alta apurando un chupito doble de tequila. Echó un rápido vistazo y las
candidatas que la observaban eran varias. Maca notó como su cuerpo permanecía
aplacado por el alcohol, un alma oscurecida se asentó en su cuerpo, y su
actitud corporal cambió rápidamente. Se acercó a una rubia que le iba jugando
con la mirada desde hacía rato.
- Hola,
¿puedo invitarte a una copa? ¡Me llamo Maca! –se presentó acercándose
innecesariamente a aquella mujer más de la cuenta-.
- Claro.
Hola, soy Verónica –le dijo la rubia complacida mientras respondía a los dos
besos que aquel bellezón le daba a modo de saludo-.
- Encantada,
¿qué te apetece? –le preguntó Maca con una sonrisa conquistadora-.
La rubia
sin disimulos, se apartó y le echó una mirada por detrás, recorriéndola por
entero hasta detenerse en aquel trasero de anuncio de Levi’s, luego chasqueo
con la lengua y contestó.
- Algo
fuerte, creo que lo voy a necesitar, y tú parece que es lo que vas buscando –le
espetó con un coqueteo descarado que a Maca la complació-.
Aquella
mujer le serviría, quería guerra y ella sabría dársela sin remordimientos.
Jugaría con ella, y dejaría atrás aquella debilidad, aquel remordimiento, aquel
miedo que la inundaba cuando le importaba alguien de verdad.
Esther:
Eran cerca
de las dos de la mañana, Esther le había contado a Eva lo que había sucedido la
otra noche con Maca y cómo se sentía al respecto. Eva viéndola tan agitada, le
sirvió un par de cubatas, y la escuchó hasta que la vio relajarse.
- No
sé qué hacer Eva, lo de esta tarde con Alicia me dejó fuera de juego, nunca
antes algo había influido así en mi trabajo… no sabes cómo me sentí, lo sucia
que me sentí –dijo Esther y Eva la miró por un momento entendiendo la
importancia de lo que le decía-. Di algo, por favor.
- Estoy
pensando que quizá va siendo hora de que dejemos de escondernos y de madurar en
cierta forma con respecto a nuestros sentimientos –le dijo Eva mucho más seria
y profunda de lo que le era habitual-.
- Yo
ni siquiera se ponerle un nombre real a lo que siento –le dijo Esther-. Jamás
sentí nada así, jamás me comprometí con nada ni nadie, siempre tuve y cogí lo
que quería… ¿qué pasa si la quiero a ella, y no puedo tenerla? ¿qué pasa si me
dejo llevar por esto que siento y la pierdo? ¿qué pasa con mi vida, con lo que
soy? ¡No puedo permitirme que me importe tanto! ¡No puedo permitirme que me
importe y perderla!
Eva tiró
de ella y la abrazó, sabía exactamente cuál era su temor, ella conocía su
historia, y aunque no había vivido de primera mano aquella etapa de su vida, lo
que sabía por otras fuentes le era suficiente para no desear que su amiga
pasara por ello nunca más.
- No
siempre las cosas son como nos las imaginamos, y no siempre podemos controlar a
quien amamos. Sé que tienes miedo de caer en aquel pozo oscuro de nuevo, pero me
tienes a mí y yo siempre te rescataré si algo falla –le dijo Eva-. ¡Quiero que
seas feliz, no quiero que vivas a medias nada en tu vida! Dejar de vivir algo
por el miedo, no es vivir es sólo intentar sobrevivir.
- Lo
sé –dijo Esther, le dio un beso y luego esbozó una ligera sonrisa-. ¿Desde
cuándo te has convertido en la sabia de este dúo?
Le bromeó
Esther agradecida porque estuviera aquella noche a su lado. Eva le devolvió la
sonrisa.
- Puede
que se me haya pegado algo de la mejor –le dijo Eva guiñándole un ojo-. Además,
creo que va siendo hora de aplicarme el cuento –miró a Esther a los ojos y
luego sonrió tímidamente-. Creo que me he enamorado de Laura sin darme cuenta.
¡Nos hemos estado viendo!
- Ya
puedes estar escupiendo, zorra –se animó Esther, pues llevaba tanto tiempo
pensando que Laura y Eva encajarían bien, que ahora que Eva parecía estar
dispuesta a aceptar la idea quería saber todo lo que guardaba dentro-.
Maca:
Tras unos
cuantos tragos y unos cuantos bailes subidos de tono, Maca y la rubia empezaron
a enrollarse en el cuarto oscuro del local. Maca como siempre dominaba la
situación, la rubia se dejaba hacer complacida por haberse topado con aquella
yegua salvaje que parecía fuera de sí. De pronto los besos y las caricias
empezaron a subir de temperatura, la rubia estaba a punto de caramelo, pero aun
no había perdido tanto la razón como para dejar que Maca se la follara delante
de todo el mundo.
- Fiera,
para un momento, ¿sí? –le pidió mordiéndole la oreja a Maca-.
- ¿Por
qué? ¿acaso no te gusta? –le preguntó susurrante Maca metiéndole la mano por el
pantalón-.
- Dios…
sí, pero me vas a matar –jadeó Verónica cuando aquellos dedos rozaron su piel
sensible-. Busquemos algo más privado, ¿sí?
- Me
pone toda esta gente, y además no nos ven ni nos oyen, seré prudente –le
susurró Maca y la ahogó en un beso sensual y apasionado que hizo perder el
norte a la rubia, que sin saber cómo notó la mano de Maca alcanzando su sexo
con facilidad-.
En menos
de lo que pensaba se vio jadeando sin control, sujetada por una mujer extraña
más baja y flaca que ella, de la que no entendía como podía salir aquella
fuerza necesaria para sostenerla, pues sus piernas empezaron a fallarle en
cuanto empezó a subir aquella cima sublime.
Esther:
Tras
hablar de todo con Eva su alma pareció encontrar un poco de calma. Nada podía
ser tan extremo como ella pensaba, ni era necesario salir huyendo sin saber
todavía hacia donde le conducía aquel nuevo camino. Decidió que se relajaría y
volvería a disfrutar de lo que Maca y ella tenían, siempre habría tiempo para
retroceder si se quemaba. De momento, ayudarla era todo lo que le importaba y
estar con ella lo que deseaba.
Maca:
Tras hacer
chillar un par de veces a la rubia, el alcohol tomó su verdadera forma y empezó
a marearse. Verónica hubiera querido acabar con aquella mujer de otro modo,
pero ya que no iba a ser posible en su estado, se ofreció a llevarla a casa en
cuanto supo que Maca había ido en moto. Maca entró en coma profundo en cuanto Verónica
la metió en la cama. La imagen de Esther la inundó por entero en cuanto sintió
un cuerpo tibio pegarse desnudo al suyo… no abrió los ojos, sabía que no era
ella, pero aunque fuera un espejismo disfrutaría de ello en su cabeza.
86
Eran las 8
de la mañana cuando Esther terminó de vestirse y salió rumbo a su vehículo.
Había puesto el despertador temprano para poder comprar un buen desayudo e ir a
despertar a Maca a su apartamento. Con un poco de suerte, podría ver aquella
linda cara antes de que se marchara a trabajar y solucionar un poco el disgusto
de la noche. Aparcó el descapotable donde le era habitual, y compró unos
cuantos bollos de los que tanto les gustaban a las dos en la tiendecita de al
lado. Su humor era radiante, mientras subía por el ascensor notaba como su
corazón empezaba a latir con aquella vitalidad que tanto le gustaba. “Espero
que aún no se haya despertado”, pensó y esperó paciente a que el ascensor
llegara a la planta deseada.
Por su
parte en el apartamento de Maca el despertador empezó a sonar. Maca se sujetó
el cráneo, parecía a punto de estallarle al escuchar aquel pitido estridente,
una voz refunfuñó sobre ella, agachó la mirada y vio una cabellera rubia sobre
su pecho… “¡¡¡ Perooo… perooo…¿¿¿¿Quién coño es está????”, se preguntó Maca
sobresaltada, dio un manotazo al puto despertador que se calló dolorido por el
golpe, y luego empezó a quitarse de encima a aquella mujer que no conocía.
- Mmm…
-refunfuñaba Verónica aun dormida aferrándose fuertemente a Maca-
- Joder
tiaaa… que me sueltes coño –dijo Maca bajito pero cada vez más agitada, pues
quería quitársela de encima cuanto antes-.
De pronto
escuchó el sonido de la puerta, la sangre se le heló… “¡¡Esther!!”, fue el
único nombre que se le pasó por la cabeza.
- Joderrrrrrrrr
tiaaaaaaaaa plasta, que me sueltesssss…. ¡Me cago en mi putaa suerte! –se quejó
Maca mientras trataba de salir de aquella cama como podía-.
Esther
escuchó un ruido y se apresuró a la habitación con el entrecejo fruncido. Cuando
abrió la puerta, vio a Maca tratando de vestirse y a una rubia perezosa
mirándola con una sonrisa.
- Upss…
la novia –soltó Verónica agachando la mirada aunque estaba divertida-.
Maca se
giró de golpe tras escuchar a la rubia, miró como Esther primero la miraba a
ella, luego miraba a la rubia y volvía a mirar a Maca de nuevo. Su rostro era
indescifrable.
- Esther…
-dijo Maca con el estómago totalmente revuelto y la cabeza estallándole sobre
los hombros-.
- ¿Quién
es? –preguntó Esther mirando a la rubia, su tono de voz estaba hueco, inexpresivo-.
- Ehhh?…
esto?? eh??… -Maca no tenía ni puta idea, pero ya estaba vuelta de todo-. ¡No
me acuerdo! ¡Una rubia!
- ¡¡¡Oyeeee gilipollasss!!! –se quejó Verónica
que se incorporó en la cama-.
Esther la
ignoró por completo.
- ¿No
te acuerdas? –preguntó a Maca, a la cual Esther anclaba con la mirada-.
- Bebí…
-dijo Maca sintiéndose gilipollas y ridícula-.
- Bebiste…
-sentenció Esther que la repasó de arriba abajo, su mirada inexpresiva le heló
la sangre-.
Maca
hubiera dado cualquier cosa porque Esther no la mirara ni la hablara de aquel
modo, pero qué otra cosa podía esperar, a Esther le importaba un huevo con
quien se acostara, sólo era una clienta para ella. Por primera vez Esther miró
a la rubia y se dirigió a ella.
- ¿La
trajiste a casa? –le preguntó-.
- Eh?...
sí –contestó Verónica que no sabía que estaba pasando, la habían pillado otras
veces, pero jamás había tenido una escena así-.
- ¿Follásteis?
–preguntó Esther sin miramientos. Maca tragó saliva notando que se deshacía en
un temblor repentino-.
- Bueno,
en el bar sí… en tu cama no, por si es lo que quieres saber –dijo Verónica
entornando los ojos con suspicacia, aquella mujer tenía un velo oscuro que no
le gustaba nada-.
- ¡Fuera!
–dijo Esther con tranquilidad-.
- Creo
que eso lo tendrá que decir ella, ¿no? –añadió Verónica mirando a Maca-.
A Maca le
fallaba todo su sistema pues estaba acojonada. No se atrevía ni a respirar.
- Fuera
de aquí, o te juro que te saco del pelo –añadió sin alterarse Esther y Verónica
se cagó tras ver como la mirada le ardía-.
- Joder,
mierdaaaaaaa…. ¡Estáis piradas tías! ¡Las dos! ¡Me cago en la puta! Quien me
mandará a mí meterme en estas cosas –se quejó Verónica, pero salió de la cama y
cogió su ropa. Mientras soltaba pestes por la boca, se fue vistiendo y de un
portazo abandonó el apartamento dejando a Esther y a Maca en el dormitorio.
Maca
quería decirle que lo sentía, quería decirle que había sido una tremenda
gilipollas habiéndose refugiado en el alcohol, que aquellos celos absurdos no
los podía controlar porque la quería y no sabía qué hacer con todo lo que
estaba pasando entre ellas. Quería decirle que aunque no la entendiera, aunque
nada de aquello fuera una verdadera excusa, y aunque Esther no la quisiera, le diera
una oportunidad de arreglar aquello. Pero el cuerpo quieto de Esther le
asustaba, su voz hueca le asustaba, y su reacción le había paralizado… No
conocía a aquella Esther, aquella Esther sin sonrisa, tan dominada que no
parecía real, o tal vez esa era la realidad… Esa realidad en la que Maca
significaba aun menos para ella de lo que jamás pudo imaginar.
- Esther,
dime algo, por favor –la llamó sigilosamente porque el miedo a su silencio era
mayor que el de querer escucharla-.
- ¿Dónde
estuviste? –le preguntó Esther sin mirarla-.
- En
el Dulcinea –contestó Maca-.
- ¿Cuánto
bebiste? –volvió a preguntarle fría como el acero-.
- No
lo recuerdo, empecé con whisky terminé con tequila creo… -dijo Maca y al ver
que Esther aun no continuaba supo que quería más detalles-. Mucho, bebí mucho,
hasta caer tan bajo como para aprovecharme de ella.
Esther
entonces la miró.
- ¿Lo
hiciste con ella? –le preguntó, una ola de ira volcánica y negra empezó a
inundar el cuerpo de Esther. Sólo una vez en su vida había sentido aquella
tempestad, y no era nada bueno-.
- Ehh…
eh… -Maca se quedó muda ante su mirada-.
- ¡Contestaaaaaaaaa!
–le gritó-.
- No,
no lo sé… creo que tuvimos algo en la parte oscura, no lo recuerdo… -contestó
Maca atoradamente-.
- ¿Me
estás tomando el pelo? –le preguntó Esther y Maca se puso blanca-.
- No
sé a qué te refieres… -contestó Maca-.
- Llevo
una semana hecha una mierda por lo que te hice, y tú de buenas a primeras
aprovechas para entregarte a la primera que pasa…. –le escupió Esther con
rabia-.
Maca
entonces se dio cuenta de lo que Esther estaba pensando. Sabía que a Esther no
le gustaba que jugaran con ella, y aquella mujer estaba pensando justamente
eso, que Maca se estaba burlando de ella, que no era real todo lo que le había
dicho y sentido a su lado. Maca se tapó la cara con las manos, frotándose las
sienes, aquello no podía ser.
- Jamás
he jugado contigo Esther, te lo juro –le dijo Maca tratando de calmarse-.
- ¿Pudiste
hacerlo con ella? –le preguntó nuevamente Esther tratando de controlar la
violencia que sentía-. ¡Contéstame!
- No…
sólo la utilicé –le contestó Maca tratando de acercase a Esther-.
- Explícate
–le dijo Esther que veía como Maca se acercaba y aun así aun no podía “verla”,
pues estaba sumergida en lo que estaba sintiendo-.
- Cuando
bebo, cuando bebo… tú lo viste, puedo, puedo lanzarme, no soy yo… bueno soy yo,
otra parte de mí… puedo dar pero no pueden alcanzarme. ¡Domino yo! –trató de
explicarse Maca con un nudo en la garganta y sin mucha coherencia-.
Esther
trató de asimilar aquellas palabras, su cabeza le decían que eran ciertas, Maca
se lo había explicado muchas veces y ella lo había vivido las primeras que se
vieron. Su corazón, dejó aparcado el velo oscuro, sin embargo otro tipo de ira
empezó a gotear sobre él… algo que no había sentido jamás… “Celos, tengo celos”
pensó Esther sorprendida.
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