lunes, 8 de diciembre de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 31-




31

28 de diciembre. Madrid.

El mes había transcurrido rápido, y entre pitos y flautas, ya tenían la mitad de las fiestas navideñas concluidas. Para Kate había sido raro aquel paréntesis que se habían dado, pero las cosas estaban cambiando tanto a su alrededor, que sólo podía mantenerse concentrada en su día a día, aún así cuando la vio llegar, su cuerpo y su alma se pusieron en pie con una sonrisa de bienvenida. Esther tardó unos segundos en barrer la estancia hasta encontrarla, al verla su sonrisa se ensanchó espontánea.

-       Kate –la saludó Esther al llegar a su lado, y el abrazo se extendió sin prisas-.
-       Ven siéntate –le dijo Kate una vez se liberaron-. Me tienes que contar tantas cosas… pero dime primero, ¿cómo estás? ¿Qué has estado haciendo por L.A?

Esther apoyó el codo sobre la mesa, y descansó la cara en su mano. Con una sonrisa, y algo tímida, empezó a contarle a Kate todo lo que no había sido capaz de decirle en el último mes.

-       Casi no puedo creer que las hayas desenterrado –exclamó Kate tras escucharla-.
-       Yo tampoco –admitió Esther-. Sabes lo mucho que me aterraba volver la vista atrás, pero ahora entiendo lo mucho que encerré en ese armario.
-       No sabes cómo me alegra estar escuchándote decir esto –Kate  no se reprimió esta vez y la volvió a abrazar-. ¡Estoy tan orgullosa de ti! ¡Eres mi héroe!
-       jajajaja… sí, seguro –se rió Esther con ella-.
-       Lo digo en serio. ¿Y qué piensas hacer ahora? –quiso saber-.
-       Aún no lo sé. Creo que necesito un tiempo conmigo misma para averiguarlo, me es imposible ahora mismo concentrarme en algo nuevo además de… -Esther se paró en seco-.
-       ¿Además, de qué? –le preguntó Kate al ver que se quedaba callada-.

A Esther aún le costaba admitirlo en voz alta, pero si había decidido mirar hacia atrás sin miedo ni culpa, tenía que empezar a aceptar no sólo su pasado, sino también su presente.

-       Maca –dijo Esther-.
-       ¿Maca? ¿Qué pasa con ella? –quiso saber Kate algo perdida en ese momento-.
-       Ha vuelto, de un modo que ni te imaginas –le confesó Esther-.
-       No te entiendo, ¿de Holanda? Bea me dijo que no volverían hasta después de Reyes… -dudó Kate por la noticia, pero Esther negó con la cabeza-.
-       No, no de Holanda… sino en mi mente. Soy incapaz de no dibujarla, de no pintarla… está por todos lados, en mis sueños, en los lienzos, en todas partes. No puedo sacármela de la cabeza, y por eso también he vuelto. Necesito resolver esto como sea.

Tras aquello Kate guardó silencio entendiendo perfectamente hasta dónde podía bloquear la imagen de Maca a Esther. Aquella había sido una lucha constante los dos años siguientes de su ruptura.

-       ¡Enséñamelo! –le pidió, y pese a lo mucho que le preocupaba, Kate no pudo evitar que algo ansioso se activara en ella. El arte de Esther era sublime cuando se apasionaba-.

Esther se la quedó mirando un segundo con cierta duda, pero en silencio cogió la servilleta que Kate le tendía en blanco, y buscó un bolígrafo en su bolso. En menos de cinco minutos, la silueta de Maca empezaba a tomar forma en un boceto improvisado, casi perfecto.

---

Una hora mas tarde, las dos aterrizaron en el campus de la facultad con el coche de Kate.

-       Creía que estaría cerrado –se asombró Esther de que estuviera abierto-.
-       La facultad sí, pero ahora han habilitado un recinto sólo para las exposiciones. Lo mantienen abierto durante las fiestas y fines de semana, y así con la entrada de los visitantes, se subvenciona la infraestructura. Además, que la promoción de los alumnos llega a un público más amplio, y si consiguen vender la pieza les dan su primer ingreso, cosa que les anima muchísimo –le explicó Kate las novedades-.
-       Me parece una idea genial. Ya podrían haberlo hecho cuando estaba estudiando –le dijo Esther siguiéndola-.
-       jajaja… como si tu pudieras quejarte de algo, fuiste una privilegiada y lo sabes –le contestó Kate, y Esther se echó a reír con ella, porque estaba en lo cierto-. Anda vamos.

Las dos entraron en la exposición. Kate y ella fueron comentando las obras, y Esther se entretuvo con agrado en cada una de ellas, la inspiración podía llegar de cualquier lado. La galería era enorme y de dos plantas. Cuando terminaron con la primera, subieron por el ascensor a la segunda realmente animadas por las nuevas generaciones.

-       Evidentemente todo no es bueno ni mucho menos, pero hay algunos que ya apuntan maneras –le iba diciendo Esther-.
-       Sí, la verdad es que si. ¿Sabes?, no esperaba que me llenara tanto volver a enseñar, pero lo cierto es que me tiene muy ilusionada –confesó Kate, y Esther se le quedó mirando-. ¿Qué?
-       No, nada… -dudó Esther, pero necesitaba saberlo-. Es sólo que espero no haber sido tu freno todos estos años.
-       ¡Anda, no digas tonterías! –le dijo Kate cogiéndola de los hombros y revolviéndole el cabello-. Tú has sido mi mejor aventura –le susurró y luego le besó en la sien-. ¡Sigamos!
-       Vale.

Las dos continuaron entre risas comentando las obras, hasta que llegaron a una escultura que captó completamente la atención de Esther. Ni siquiera era una pieza ostentosa ni llamativa, pero brillaba por si sola con la sinuosidad de su detalle. Tan exquisita, tan.. tan… perfecta. Sólo un nombre acudió a su cabeza en aquel momento. “Alex”, pensó e inmediatamente se vio comprobando el nombre del escultor de la pieza. Tras encontrarlo, se giró con los ojos como platos hacia Kate, que la esperaba con una tierna sonrisa.

“Transparence” por Alejandra Sheiler  (profesora y vicedirectora de la Facultad de Bellas Artes de Madrid).

-       ¿Alex? ¡¡¿Está aquí?!! –le preguntó Esther realmente asombrada por la tarjeta que acompañaba a la pieza-.
-       Si, en realidad ella fue la que me propuso volver a las clases –le contestó Kate-.
-       ¡En serio! ¿y porqué no me lo dijiste? –le preguntó Esther-.
-       Bueno, cuando me lo propuso no estaba completamente convencida de volver, y luego pasó lo de Maca, metí la pata… y pensé que mencionártela podría afectarte, así que simplemente esperé –le contestó Kate-.

Esther se giró nuevamente hacia la escultura, a pesar de la sorpresa, sonrió. Se alegraba de que Alex hubiera encontrado su camino, un gran camino. La pieza era increíble, como lo era ella en su recuerdo a pesar de que Esther le hubiera hecho tanto daño. Siempre se arrepentiría de ello.

-       ¡Vicedirectora!, ¿eh? –preguntó Esther girándose hacia Kate-.
-       Ella es increíble –dijo Kate asintiendo-.
-       Lo es –contestó Esther-

Entonces sacó el móvil de su bolsillo, e hizo un par de fotos de aquella pieza.

-       Sigamos, ahora es a ti a la que le toca contarme muchas cosas –le dijo Esther a Kate, que entre risas empezó a atender sus demandas-.


----

Holanda.

Llevaban casi una hora esperando en uno de los bancos del ayuntamiento. Las parejas entraban y salían de la sala, con caras de felicidad, y sin embargo Bea estaba más insegura que nunca de lo que iban a hacer.

-       Miss Azhue and Miss Wilson
-       ¡Nos toca! –dijo Maca levantándose del banco y levantando una mano para que el funcionario supiera que estaban allí-. ¿Bea?

Bea vio primero la mano que le tendía y luego la miró a los ojos directamente. La mirada de Maca era serena, y tan segura como cuando se enfrentaba a salvar a sus pequeños pacientes, aquello la hizo poner de pie tomando su mano. Sin embargo el corazón se le fue acelerando a medida que recorrían aquel ancho pasillo hasta el salón de actos. Sus pasos se detuvieron al escuchar la puerta cerrarse tras ellas. Maca la miró con el ceño fruncido.

-       ¿Estás bien? –le preguntó-.
-       No, creo que todo esto es un grave error –le dijo Bea-.
-       Bea, ya hemos hablado de esto miles de veces.
-       Lo sé, pero es que no…

Maca la cogió de las manos, y se plantó frente a ella.

-       Bea, esto no lo hacemos por nosotras y lo sabes.
-       Pero empezar algo así, no está bien… tú estás enamorada de Esther y…
-       ¡Basta! –la frenó en seco Maca con un susurro dulce a pesar de que su mandato había sido impositivo-. ¡Basta, Bea! Eso no cambia para nada mi deseo de hacer esto contigo, de hacer esto por Tara. Lo que pase entre Esther y yo en el futuro no tiene nada que ver.
-       Eso lo dices ahora, pero dentro de un tiempo… -Bea había debatido con ella hasta la saciedad, aun así tenía el corazón dividido en dos-.

Maca le tomó la cara con ambas manos y la besó con calma. Al liberarla le sonrió.

-       Pase lo que pase, seré feliz. Porque sé que por una vez hice lo correcto. ¡Firmemos! Quiero que Tara vuelva a casa… a “nuestra casa”. Todo lo demás, ya lo arreglaremos –le dijo Maca, y la había cogido tan de sorpresa, que cuando tiró de la mano de Bea, ésta volvió a caminar a su lado-.
-       Está bien, pero antes tengo que decirte algo –le dijo Bea a unos diez pasos de la mesa donde las esperaban-.
-       Dime
-       He estado viéndome con Kate…
-       Lo sé –dijo Maca-.
-       Y… bueno… creo que … la he besado, un poco… -Maca se giró para mirarla a los ojos, y Bea no pudo evitar sonreír. En aquel momento, confesar aquello hasta le parecía cómico-… ¿bastante? ¡Creo que me gusta!


Entonces Maca le devolvió una sonrisa ancha y clara, como lo era también aquella mañana. Bea jamás dejaría de sorprenderla, y tampoco sus sentimientos hacia ella cambiarían. Las dos llegaron por fin a la mesa, y allí el alcalde y algunos funcionarios les pidieron la documentación que llevaban. Aquellas serían las últimas confesiones que se harían antes de formalizar su matrimonio civil.

1 comentario: