Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
73
El fin de
semana se fue, y la jornada laboral volvió a llenar la mayor parte del tiempo
de Maca haciéndola concentrarse en su apretada agenda. Las reuniones con
comercios del sector, publicaciones entendidas en la materia y alguna que otra
comida con altos directivos, hicieron que a Maca se le pasara la semana volando.
Todo parecía indicar que estaban yendo por el buen camino. El padre de Maca la
llamaba de vez en cuando para felicitarla, pues a sus oídos llegaban
comentarios de todo tipo sobre la agradable y competitiva jovencita que tenía
como hija, y es que Maca se sentía relajada, tranquila y feliz, como hacía
mucho tiempo no se sentía. Poder dormir con Esther y su sonrisa arrebatadora
cada noche, le hacía tener ganas de querer comerse el mundo.
Por su
parte Esther, no había vuelto a insistir en aquella conversación que
mantuvieron, y trataba de mostrarse complaciente y serena delante de ella. Se
propuso darle espacio y tiempo para que Maca se sintiera lo más cómoda posible
antes de avanzar otro paso, y parecía que funcionaba pues Maca cada vez la
abrazaba más y reclamaba con sus gestos que estuviera próxima a ella. Ya no
temblaba por las noches cuando se acercaban, ni se inquietaba si súbitamente la
tocaba en pequeñas muestras de afecto que no proyectaban un deseo mayor que
aquel simple contacto. En cuanto a su trabajo, como había terminado con Daniela
y con Elena, su agenda estaba prácticamente vacía y se vio volcada
inexplicablemente en su agencia de relaciones públicas para tratar de mantener
la cabeza fría, y no pensar en lo difícil que se le hacía no pasar a mayores
con aquella preciosidad con la que se acostaba cada noche y que estaba mermando
su confianza a grandes pasos. El que Eva hubiera escapado despavorida de aquel
fin de semana y se hubiera volcado en su trabajo, manteniendo una cruzada de
sexo y más sexo, no la ayudaba a pensar menos en Maca, pues no podía quedar con
ella para distraerse y cuando hablaban por teléfono no hacía más que relatarle
tórridas escenas que la dejaban mucho peor, obligándola a machacarse en el
gimnasio o a terminar en una ducha fría para serenarse. Y es que Esther estaba
siendo más consciente que nunca de lo sexualmente activa que era, sorprendiéndose
de sus propias reacciones de abstinencia que la hicieron tener que sentarse
mareada cuando la noche anterior, Maca había salido de la ducha y se había aproximado
a ella desnuda para coger el pijama. Esther no quería presionar a Maca, pero no
sabía hasta que punto podría controlarse con aquella mujer, pues su dulzura y
la pasión que le desataba estaban destrozando lentamente sus nervios y su
entereza.
Eran cerca
de las seis cuando Maca llamó a Esther al móvil.
- ¡Hola
preciosa! ¿Cómo va todo? –le preguntó Esther con una gran sonrisa nada más
descolgar el teléfono-.
- ¡Hola!
Muy bien, por fin he terminado y parecían contentos, así que estupendo. ¿Y tú,
cómo estás? –le preguntó Maca radiante pues se moría de ganas de escucharla-.
- Bien,
tranquilita. Comí con Laura que me llamó, y estaba ahora leyendo un poco en
casa –le dijo Esther acomodada en su sofá-.
- ¡Qué
bien! Por cierto, ¿Laura como está? –preguntó Maca-.
-
Histérica, como es lógico. Eva la está esquivando y la está poniendo de los
nervios –le contó Esther-.
- Vaya,
que putada… -dijo Maca, aunque en cierto modo entendía por lo que estaría
pasando Eva ahora mismo-… bueno supongo que Eva se relajará tarde o temprano y
las cosas volverán a su cauce, ¿no?
- Sí,
supongo que sí, y más le vale porque me parece que si no se va a encontrar de
frente a una Laura a la que no está acostumbrada –le dijo Esther-.
- Vaya
–dijo Maca-.
- Oye,
¿hoy no me lo vas a decir o qué? –le pinchó Esther queriendo cambiar de tema-.
- mmm..
¿decirte? ¿el qué? –se sonrió Maca haciéndose la tonta, sabiendo que volvían a
jugar-.
- ¿Ah, no
lo sabes? ¡Vale, vale! –se sonrió Esther, pues presentía la cara que estaría
poniendo Maca y eso hacía que una extraña felicidad se instaurara en ella-. Que
sepas que yo a ti sí, y mucho, mucho, muchooo.
-
jajajjajaja… -se rió Maca de aquella voz dulce y risueña- ¿Pues sabes qué?
- ¿Qué?
–jugó también Esther-.
- Que dudo
mucho que me hayas echado más de menos que yo a ti –le dijo Maca y a Esther se
le ensanchó la sonrisa por inercia.-.
Maca
prosiguió.
- Es más,
me voy para el piso ya… y espero tenerte entre mis brazos en media hora, sino
soy capaz de lanzarme a la calle e irme con cualquiera –le dijo Maca en tono
juguetón-.
- Oh…. No
serás capaz, ¿yo aquí a palo seco y te quieres ir con otra? ¡Ni lo sueñesss!
–saltó Esther entre risas mientras se apresuraba a ponerse de pie y cambiarse-.
-
jajajajjajaj… ¿Qué estás haciendo? –le preguntó Maca riéndose, mientras le
quitaba el seguro a la moto-.
-
¡Vestirme! ¡qué sino! –le dijo Esther colocándose unos vaqueros-.
-
jajajjaja… Veo que de pronto te han entrado las prisas, ¿por qué será? –la
pinchó Maca subiéndose en la moto-.
- ¿Que por
qué?, pues porque una gatita traviesa quiere irse a ronronear por el barrio si
no estoy cerca para darle un par de azotes, por eso –le dijo Esther colocándose
el suéter-.
-
jajajjajajja… -se rió Maca-.
- Sí, sí,
tú ríe, pero cuando te pille… te vas a enterar de lo que vale un peine –le
amenazó Esther cogiendo un bolso con algunas cosas y saliendo por la puerta-.
- jajajaj…
¡ya estoy temblando! -la pinchó Maca sabiendo por donde saldría Esther-.
- jajjaja…
tú lo has dicho pequeña, temblando te vas a quedar –le dijo Esther y antes de
llegar al sótano se despidió-. Voy a entrar en el garaje cariño, nos vemos en
el apartamento, ¿vale?
- ¡Vale!
¡Te esperaré impaciente! –le dijo Maca con una sonrisa, pues se moría por estar
a su lado-.
-
Aduladora… -le dijo Esther sin poder contener su propia sonrisa-. Ten cuidado
con la moto, ¿sí? No corras que yo con el coche voy más despacio por el tráfico.
- Sí,
tranquila.. hasta ahora –se despidió Maca-
- Hasta
ahora, preciosa –se despidió Esther-.
Las dos pusieron
rumbo fijo hacia aquel apartamento que las acogería.
---
Maca llegó
la primera, pues la moto le otorgaba una gran ventaja en aquella ciudad de
atascos. Se cambió de ropa para parecer más informal, fue al servicio, se
recogió el pelo cómodamente, repasándose ante el espejo tratando de gustarse a
sí misma para así poder gustarle también a Esther. Como sospechaba que le daría
tiempo, revisó la nevera y bajó en un salto a la tiendecita que tenía abajo,
compró algo más de bebida, refrescos principalmente y cervezas, y se trajo
consigo una bandeja de pequeños sándwiches y saladitos variados para merendar.
Luego vio que tenían bollos de chocolate, y también se llevó unos cuantos, pues
sabía que a Esther le gustaban tanto como a ella. Cuando iba a subir se
encontró con Esther aparcando, se le quedó mirando mientras la esperaba con un
pie sujetando la puerta, pues en una mano llevaba la bandeja con comida y en la
otra una bolsa con el resto de la compra. Esther aceleró el paso viéndola tan
cargada.
- ¿Pero
qué has comprado loca? ¡Trae que te ayude! –se ofreció Esther con una gran
sonrisa, pero cuando fue a quitarle la bolsa de la mano Maca no la dejó-.
- No,
hasta que seas buena y me des lo que me merezco –le pinchó Maca con una cara de
felicidad que era inaguantable-.
- jajjaja…
te estás viciando que lo sepas –le dijo Esther y depositó en aquellos labios
esponjosos un ligero beso a modo de saludo-.
-mmm…
ahora sí… ¡Hola! –le dijo Maca sonriéndole con complicidad-.
- Hola
gatita… -le contestó Esther y cogió la bandeja que Maca le brindaba para que se
sintiera útil-. He tenido suerte y casi no había tráfico.
- Eso, o
le has dado al acelerador que es un gusto… que nos conocemos, y tú eres la
Alonsiña al volante –le espetó Maca mientras se dirigían al ascensor-.
-
jajajjaja… bueno, un poquito sí le pisé –le confesó Esther-.
- Ajáaa…
lo sabía –se apuntó el tanto Maca mientras le daba al botón y se cerraban las
puertas del ascensor-.
- No
puedes culparme, tenía ganitas de verte -le dijo Esther acercándose a ella-.
- mmm…
suena bien –le rodeó con el brazo libre Maca y la besó en la frente-.
Esther se
dejó inundar por aquella calidez y su fragancia. El timbre del ascensor les
avisó de que ya habían llegado y tuvieron que separarse. Colocaron todo en la
cocina mientras se ponían un poco al día, luego Esther llevó una coca-cola y
unos vasos al comedor, y Maca la siguió con la bandeja y unas servilletas.
- Pues al final
me llamó Bea, que a las diez empieza el acto, pero que si quiero hasta la una
del medio día no aparezca, que en realidad el catering y la tertulia no empieza
hasta esa hora, y me voy a aburrir con la conferencia –le explicaba Maca
mientras las dos se acomodaban en el sofá, desplegando toda aquella merienda
sobre la mesita baja y enchufando la tele de fondo-. ¿Tú qué harías? Porque la
verdad es que no me apetece nada ir a escuchar la charla.
- Bueno si
te han dicho que no es importante el acto inaugural, no vayas. A fin de cuentas
tenemos que pasar la tarde con ellas, y se hará pesado con tanta gente a la que
saludar –le dijo Esther poniéndose cómoda en el sofá y llevándose un sándwiches
a la boca-. Mmmm… esto está tremendo, toma.
Maca abrió
la boca para comerse el bocado que Esther le brindaba. Una vez más volvía a
disfrutar del buen apetito de aquella mujer y su forma de maravillarse con la
comida.
- ¿Rico,
eh? –le preguntó Esther perdiéndose unos segundos en aquella boca que se moría
por besar, y que sólo podía permitirse saborear a pequeñas dosis para no
despertar a la fiera que ella misma estaba empezando a notarse dentro-.
- Sí, y de
tus manos más –le dijo Maca coqueteando con ella-.
- Estás tú
hoy muy mimosa, ¿no? –le pinchó Esther mientras se comía un saladito y
levantaba una ceja inquisitiva-.
- Bueno,
es probable que quiera mimitos, llevo una semana muy tensa –le soltó Maca sin
pararse a pensar en lo que decía-.
- ¿Me
estás pidiendo guerra? –le preguntó Esther con mirada pícara y perspicaz,
mientras se chupaba un dedo manchado de mayonesa-.
A Maca un
escalofrío le recorrió la espina dorsal, y se le entreabrió la boca sin darse
cuenta ante aquel gesto tan vulgar y tan sensual a la vez. De pronto fue
consciente de que cada vez le apetecía más la proximidad de Esther.
Como no
contestaba, Esther se imaginó que estaba poniendo nerviosa a Maca, así que
haciendo todo el uso del autocontrol que le quedaba, desechó la idea sexual de
su cabeza y le ofreció otro canapé a Maca.
- ¡Anda,
cómete esto y cierra la boca! Que te encanta torturarme, que lo sé yo –le dijo
Esther con una sonrisa-.
Maca se
comió lo que le ofrecía, y sonrío para ella, pues llevaba una semana
pinchándole con lo mismo, pero luego Esther le brindaba aquella paz y armonía
que necesitaba, sin dejar que el deseo que existía entre ellas le atormentara.
- ¿Crees
que te presentarán al representante suizo? –le preguntó Esther cambiando de
tema-.
- Bea me
dijo que sí, que estarían varios de los que vamos a trabajar en la campaña y
que sería una buena forma de contacto para contarles por encima lo que espero
–dijo Maca mientras comían-.
- ¿Y Kate?
–preguntó Esther, pues tenía curiosidad por lo que le habían contado sobre
ella-.
- Volvió
ayer según me comentó Bea, así que me la presentará mañana supongo –dijo Maca-
¿Por qué tienes tanto interés?
Maca la
miró con una ceja alzada y pícara, pues Esther le había preguntado más de una
vez por aquella mujer.
- jajaja..
por nada, por nada, sólo que despierta mi curiosidad, me han dicho que es muy
“singular” –le dijo Esther risueña-.
-
¿Singular? ¿Qué significa eso? Bea también me lo advirtió, me está entrando
miedo y todo –dijo Maca sonriendo ante la cara de Esther-.
- jajajaj…
singular es singular, y no tengas miedo que yo te protejo pequeñaja –le dijo
Esther y Maca abrió la boca como queriendo refunfuñar ante aquello-. Jajajjaja…
te van a entrar los mosquitos.
- ¡Ohhh,
pero que mala eres conmigo! –se quejó Maca y tiró de ella para abrazarla
mientras le hacía cosquillas-.
-
jajajjaja… por favor.. cosquillas no… jajajajj. .. –le suplicó Esther muerta de
risa y atrapada por aquellos fuertes brazos-.
- jajja…
¿ah no?... jajajaja… pues entonces dame un beso enana –le dijo Maca
torturándola-.
- jajajja…
¡yo no soy enana!.. jajaja.. –se quejó como pudo Esther-.
-
ajjajaja… ¿ah no? ¡pues yo no soy pequeñaja! …. Jajajaj… mi beso… o no te
suelto –le amenazó Maca entre risas-.
- jajaj..
vale, vale.. jajajaj.. pero suelta –le dijo Esther-.
Maca
detuvo aquella lucha sin soltarla del todo porque no se fiaba. Esther entre
risas aún le cogió la cara y la besó en los labios otra vez.
- Otro..
–pidió Maca feliz-.
- jajaja…
-se rió Esther, y volvió a besarla un poco más-.
- mmm… me
encanta… otro … -le tonteó Maca-.
- jajajja…
mira que luego te pones mala –la pinchó Esther, aún sabiendo que en realidad lo
que temía era perder toda compostura. Cada vez le era más difícil no dejarse
llevar por los besos que se daban-.
- Uno solo
y ya –le prometió Maca con cara de cordero degollado-.
Esther la
volvió a besar, esta vez sus labios se quedaron entreabiertos y Maca atrapó su
labio inferior mordisqueándolo ligeramente. Esther notó que todo su autocontrol
se venía abajo arrollado por una ola de deseo que trepó por sus entrañas hasta
su boca. Maca se asustó, también la deseaba y sabía que estaba pasando la línea
de confianza que tenían, pues Esther y ella habían llegado al acuerdo de darse
sólo pequeños besos en los labios.
- Perdón…
-se disculpó Maca y la soltó un poco avergonzada-.
- grgrgr..
–carraspeó Esther, pues la voz se le había cortado-. ¡No importa! ¿Tienes sed?
Yo estoy sedienta.
- ehh.. un
poco, sí –contestó Maca viendo que Esther trataba de evitarla mientras servía
los refrescos-. ¿Te he molestado?
Esther se
giró a mirarla. No quería preocuparla ni presionarla, quería que Maca estuviera
bien e ir todo lo despacio que necesitara, así que se tragó su propio deseo y
le regaló una sonrisa plena.
- No,
claro que no… ¿tú estás bien? –le preguntó para desplazar el foco de atención-.
- Sí,
estoy bien –le dijo Maca-.
- Entonces
perfecto, yo también –le dijo y se recostó sobre ella-.
Sintiéndola
tan cerca Maca se relajó, olvidando aquel momento de imprudencia y sintiéndose
feliz de tenerla junto a sí. A lo largo de la tarde siguieron hablando de los
planes para el día siguiente, de cómo se presentarían ante la gente y cómo
sería el acto. Maca instruyó a Esther sobre algunas personalidades que le
interesaba impactar, y Esther anotó mentalmente los nombres pues quería que
todo le fuera bien a Maca en aquella comida. Sin darse cuenta, como ya venía
siendo costumbre en ellas, se les hizo la hora de la cena sin apenas moverse
del sofá. La complicidad que estaban construyendo entre las dos, era una madeja
de telaraña de la que difícilmente podrían escapar.
74
“Estaban solas, el corazón empezó a latir con
violencia en su cuerpo bajo la mirada oscurecida de aquella mujer que
lentamente se acercaba a ella.
- Deberíamos volver a la fiesta
–le dijo sin convencimiento mientras notaba que no podía retroceder más-.
Tras ella un banco de cocina le
frenaba el paso, nunca la había visto así antes y sabía que ella no podría
detenerla pues su propio cuerpo la reclamaba a gritos. Sintió que la boca se le
secaba, aquel no era el lugar ni momento que había deseado para ello, pero Maca
se acercó con paso calmado y pegó su cuerpo junto al suyo. Su mano siempre
atenta, le acarició el rostro y le apartó el cabello dejando sus ojos a la luz.
- Eres preciosa –le dijo-.
Esther notó que cada poro de su
piel se alertaba ante aquellos ojos y aquella garganta profunda que con voz
tomada la halagaba. Maca deslizó sus dedos por aquella nuca sensible y Esther
cerró los ojos sin darse cuenta, aquel contacto era mágico, llevaba tanto
tiempo esperándola.
- Te deseo, Esther –le dijo
acariciándola con las dos manos- Quiero hacerlo.
- ¿Aquí? ¿Estás segura? –le
preguntó Esther temblando de pies a cabeza, el deseo que estaba acallado en
ella empezaba a emerger con urgencia-.
Maca no contestó, acarició aquella
boca con los dedos y luego se acercó para besarla. Esther perdió la poca
reticencia que le quedaba. Como una naufraga se lanzó desesperada a aferrarse
en aquella boca que la acogió con calidez. El corazón latía ansioso, sus
lenguas encontraron el camino del enredo y la locura. No podía seguir negándose
aquella piel, por instinto empezó a deslizar sus manos bajo el suéter de Maca y
ella lo permitió quitándoselo con prisas. La pasión despertaba tempestuosa, y
Maca arrancó de nuevo sus gemidos mientras dejaba al descubierto los pechos de
Esther y los amaba con intensidad. Sus manos quemaban, pero no importaba,
quería ser suya, morir allí sintiendo cada gota de placer que aquella mujer le
regalaba. De pronto la urgencia por desatarse apareció entre ellas. Maca la
devoró con violencia y la subió con una inexplicable facilidad al banco de
cocina, sin dejar de besarla deslizó el vestido que llevaba hasta quitárselo
completamente, luego se deshizo del pequeño tanga con más calma para no
quebrarla. Esther ansiaba sentirla como nunca antes anhelo sentir a alguien en
su vida. Cogió aquella cálida mano y guió a Maca con prisas entre sus muslos.
- Diosss… -gritó Esther tras
sentir aquellos finos y suaves dedos penetrándola-.
Se aferró al cuello de aquella
mujer y la besó hasta desdibujar sus labios. Maca la empujó sin esfuerzo a un
éxtasis brutal y atronador. Con la respiración agitada y la piel en alerta,
Esther trató de tomar aliento, pero los ojos de Maca seguían encendidos, de
pronto notó su boca de nuevo por todas partes. La urgencia de su beso la mareó
y tiró de ella para colocarla sobre sí. Maca accedió en una entrega sin
precedentes. Esther se apresuró a desabrochar el pantalón que llevaba y cuando
la tuvo desnuda la tumbó enérgica contra el banco de cocina. Si estaba frío o
no, no lo notaron, la pasión estaba servida y lo demás no importaba. Con
destreza Esther empezó a recorrer aquella piel con la boca, aquellos pechos con
los que mil veces antes había fantaseado, mientras mantenía agarrada de los brazos a
Maca, la cual gemía y se retorcía haciéndola enloquecer ante la sublime visión
de su estremecer.
- Por favor, Esther… -le suplicó
con el rostro encendido y los labios rotos de tanto besarse-.
Esther se deslizó sobre aquel
cuerpo cálido, encajándose sin demasiado esfuerzo a aquella cadera que la hizo
gritar nuevamente. Las manos de Maca le arañaron la espalda mientras el baile
entre las dos se volvía frenético, las manos de Esther eligieron aquel trasero
que la volvía loca, obligando a aquella cadera dolorida y líquida a danzar
contra la suya. Maca gemía, Esther gemía… las bocas se encontraban sin aliento
en mitad de los jadeos, hasta que una corriente eléctrica las traspasó
tensándolas. Un momento de calma, y el sudor rodando por sus cuerpos
estrechamente enlazados. Maca le acarició el rostro y volvió a besarla, su boca
seguía liquida y ella no tardó en volver a sentir calor tras un breve periodo
de tiempo… sintió que se moriría, Maca deslizó sus manos por el cuerpo de
Esther que aún estaba sobre el suyo y alcanzó nuevamente su sexo…
- No puedo... –decía Esther rota-.
- Sí, sí puedes… -le susurraba
Maca mordiéndola en el cuello-.
Y los gemidos volvieron a aparecer
en ella como la primera vez. Esther sudaba, gemía y temblaba con frenesí…
- Esther… -le llamaba una voz cálida
como a cien millas-. Esther… Esther… -aquella voz se aproximaba a sus oídos
mientras ella estaba ensordecida por su propio deseo.
De pronto la escuchó con claridad.
- Esther, despierta… ¡Esther!”
Esther se
despertó agitada y sudorosa. Una Maca con ojos temerosos e interrogantes la
miraban en silencio. Todo había sido tan intenso que estaba confusa y mareada,
con un gran esfuerzo miró a su alrededor y se percató de lo que estaba
sucediendo. “Diosss… ha sido un sueño”, pensó acertadamente y Maca viendo que
no decía nada habló.
- ¿Estás
bien? –le preguntó con temor, pues llevaba un corto periodo de tiempo viéndola
revolverse y gemir a su lado, y tenía miedo de conocer con quién estaría
soñando, pues era evidente que estaba teniendo un sueño erótico-.
Esther
suspiró y se incorporó en la cama, notaba como estaba empapada en sudor y se
quitó el nórdico de encima quedándose sólo con la sábana.
- Sí, lo
siento si te he asustado, estaba soñando –le dijo Esther confusa-. Dios, es la
primera vez que me pasa algo así, parecía tan real.
A Maca se
le hizo un nudo en mitad del estómago. Acababa de descubrir hasta que punto le
importaba Esther, pues sentía celos hasta de sus sueños. La angustia debió
reflejarse en su rostro, pues Esther tras suspirar un par de veces y pasarse
las manos por el cabello para serenarse, se le quedó mirando.
- ¿Tú
estás bien? –le preguntó Esther viéndola tan asustada-.
- Sí, es
sólo que… -Maca no quería saber, de verdad que no quería, pero sus celos se
apoderaban de ella jugándole malas pasadas-… es que estabas gimiendo como loca.
Esther se
puso roja de repente. El sueño había sido tan intenso que creía haberse corrido,
pero no esperaba haberlo manifestado externamente hasta el punto que Maca lo
notara. Maca la miraba a la espera de algún comentario, pero Esther no podía
hacer ninguno. “¿Cómo te digo que me estabas matando a polvos?” pensó, y
nerviosa salió huyendo.
- Ehh… me
muero de sed, ¿tienes sed? –dijo Esther saliendo de la cama-.
- ehh… no
–Maca se quedó desconcertada-.
- Bueno,
yo sí… -y se perdió por el pasillo hasta la cocina-.
Maca se
quedó en la cama con cara de “fuera de juego”. Estaba claro que Esther no
quería hablar del sueño, y ella sentía que la sangre le hervía mientras el
corazón le danzaba pues se había excitado escuchándola antes de despertarla.
Esther: ¡Dios mío! ¡Estoy mal…
no.. no… estoy fatal, sí, de psicoanálisis! –se decía Esther mientras sacaba
una botella de agua de la nevera y se la pasaba por la nuca para refrescarse
antes de servirse un vaso-.
Conciencia de Esther: tú ya sabes
que yo no soy muy partidaria de tus arrebatos sexuales, pero mujer, es que como
sigas así vamos a salir las dos ardiendo, ¿se puede saber qué coño estás
haciendo?
Esther: ¿A qué te refieres? –se
sorprendía Esther de su conciencia-.
Conciencia de Esther: A que no
puedes estar así con estos calentones, si fuera otra ya hubieras atacado,
hubieras encontrado la forma de espabilarla.
Esther: ¡Dios, no me tortures más!
Cuando me lanzo, me haces creer que soy una ninfómana, y cuando decido dejarle
a su ritmo, quieres que ataque… yo es que no lo entiendo.
Conciencia de Esther: yo solo digo
lo que dije… que esa mujer está en otro estrato en tu vida, y no es
precisamente en el laboral. Te tiene más caliente que un cirio, y sin embargo
aquí estás, repasándote la nuca con agua fría.
Esther: ¡Vete a la mierda!
Maca
apareció en ese momento en el quicio de la puerta y Esther se quedó parada.
Maca estaba tremenda lo viera por donde lo viera, aun con cara de sueño era
hermosa, y el pijama le sentaba demasiado bien para ser algo tan corriente e
inocente.
- ¿Estás
mejor? – le preguntó desde allí-.
- Sí, sí…
es que tenía sed –dijo Esther apurando un trago más de agua, pues Maca se había
puesto a recogerse el pelo y al hacerlo, su pecho se había marcado más bajo la
camiseta-.
“Por
Diosssssssss santooooooooooooooooo…. Que sin haberlos tenido, recuerdo como me
sabían en la boca en el sueño… no miressss coñoooo, no miressss”, se decía
Esther sintiéndose peor que nunca.
De pronto
Maca se dirigió a ella, a Esther se le paró el pulso ante tan vivo recuerdo.
- ¿Me das
un poco? –le preguntó Maca a unos pasos de Esther-.
- ehhh… ahh,
agua, quieres agua, claro… -dijo Esther cayendo en lo que le pedía, por un
momento su lujuria le había dejado desconcertada. Sirvió con prisas un vaso y
se lo dio-. ¡Toma!
Maca la
miraba confusa, pero se dispuso a coger el vaso de agua y al rozarse con los
dedos de Esther, ésta soltó el vaso como si le hubieran dado una descarga
eléctrica. Maca reaccionó y salvó el vaso a tiempo, aunque se mojó la camiseta
en el intento.
- Oh… oh…
Dios lo siento, es que estoy dormida aún –le decía Esther nerviosa, y cogió un
paño de cocina para resolver el estropicio-. Déjame que te seque.
Pero al
girarse para secar la zona mojada, se dio cuenta que había caído justo en aquel
pezón erecto que la estaba torturando, así que miró el manjar, miró a Maca
desconcertada, y no se atrevió a hacer nada.
- ehh…
creo que…yo… es mejor que tú… ¡ahhh! ¡toma! –le dio el trapo a Maca para que se
secara ella misma-. ¡Voy al baño un momentito, eh!
Y salió
despedida hacia el baño, mientras Maca no se percataba de nada de lo que estaba
pasando. Miró a Esther salir de allí, luego miró el trapo y por último la
mancha de agua sobre ella… de pronto cayó en la cuenta de la visión que habría
tenido Esther, y se puso roja como un tomate. Sabía que Esther la deseaba, y
ella también la deseaba, por eso le daba tanta vergüenza no ser capaz de
dejarse llevar y avanzar con ella como le gustaría. Se dirigió al dormitorio y
se cambió de camiseta tratando de controlar la excitación que tenía, no estaba
preparada para algo así, se notaba muy nerviosa. Esther apareció a los pocos
minutos en la habitación algo más tranquila. Al ver que Maca ya estaba metida
en la cama, dudó si podría compartir aquel espacio con ella, pues a pesar de
haberse refrescado un poco para quitarse el agobio, no se sentía muy entera.
- ¿No
tienes sueño? –le preguntó Maca-. Sólo son las cinco de la mañana, y nos queda
un largo día por delante.
Esther se
dio cuenta por primera vez de la hora que era, luego pensó que estaba
estropeando la serenidad de Maca, algo que no se podía permitir pues ese mismo
día tenían la comida con Kate y Bea. Se metió en la cama sin pensarlo más.
- Perdona
que te haya despertado, venga a dormir, que tienes que descansar –le dijo
Esther con una pequeña sonrisa-.
- No, no…
si no te apetece dormir, yo… bueno, que podemos ver la tele o algo… algo que tú
quieras –le dijo Maca un poco nerviosa, pues en realidad tenía miedo de que
Esther quisiera hablar sobre el tema, o quisiera hacer algo con aquel deseo-.
Esther la
miró por un momento con interés, aquel “algo que tú quieras” le había quedado
de lo más raro… sin embargo, no quiso meditarlo y se tapó con el edredón.
- Dormir
estará bien, tenemos que estar estupendas para esta gente tan importante, ¿no?
–le dijo Esther tratando de parecer relajada-.
- ¡Tú
siempre estás estupenda! –dijo Maca sin pensar-.
A Esther
le treparon aquellas palabras como siempre. Estaba tan confusa con el tema del
sueño y lo que sentía, que tenía bajadas todas las defensas.
- ehh..
¡gracias! –le dijo Esther sin saber qué decir-.
- Bueno
vamos a dormir –le dijo Maca, y le señaló una cosa con el dedo a Esther, la
cual no entendió el mensaje que le enviaba-… Bueno, lo hago yo.
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