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Viernes noche. Cuatro días después.
Tras la
recepción, Esther decidió perderse entre la gente, mientras se hacía con una
copa y contemplaba pausadamente la exposición distribuida en varias salas. Se
trataba de un acontecimiento benéfico a favor de una ONG que operaba
principalmente en Sudáfrica, al que Kate había sido invitada por una de las
profesoras del departamento de fotografía de la facultad. A Esther no le había
apetecido demasiado en un primer momento, pero estaba cansada de lamerse
masoquistamente las heridas y decidió finalmente acompañarla. Anduvo entre los
asistentes, y se fue deteniendo a medida que las obras fueron llamando su
atención. A pesar de que Esther se decantaba dentro del arte visual por las
artes plásticas como el dibujo o la pintura, apreció con agrado aquella
expresión del denominado arte de los nuevos medios a base de fotografía,
videoarte y escultura digital. Sin darse cuenta, se fue relajando en medio de
aquella incursión a la realidad sudafricana que expresaban los artistas a
través de sus trabajos.
-
¿Cómo lo llevas? –la abordó Kate con una sonrisa y una nueva
copa en la mano-.
-
Bien, necesitaba esto –le dijo Esther mientras se mostraba
más relajada que días atrás-. ¿Has visto esta pieza? Es fantástica, ojalá
hubiera mostrado un poco más de interés por lo audiovisual en su día, te dota
de un poder de transmisión muy vivo.
Kate sonrió.
En su opinión Esther no necesitaba de aquellos elementos para lograr transmitir
lo que sentía, ni en su obra ni en su vida.
-
¿Qué? –preguntó Esther al ver que Kate la miraba de aquel
modo risueño y embelesado-.
-
¡Nada! Estoy contenta de que hayas venido, eso es todo
–contestó Kate-.
Esther le
acarició el brazo y luego también le sonrió.
-
Siento haber estado tan distante últimamente. Ya sabes cómo
me pongo cuando estoy revuelta –se excusó Esther con ella-.
-
Lo sé, y no tienes que disculparte en absoluto. Te dije que
no iba a entrometerme, y no lo haré –le contestó Kate-.
Esther
simplemente asintió. Aún no le había contado a Kate su último encuentro con
Maca, en realidad no había sido capaz de decírselo a nadie que le importara.
Esther se preguntaba si todo era debido a esa sensación de culpa que no se le
borraba de dentro o si más bien era aquel inexplicable sentimiento de guardar
aquel momento sólo para ella. La sensación de deseo por Maca había sido tan
pura, tan real, tan auténtica… que su cuerpo aun seguía sintiendo esa energía
irrefrenable que le daba felicidad y tristeza por igual sólo con su recuerdo.
-
Ven, quiero presentarte a Elena.
-
¿Elena? –preguntó Esther sin caer en la cuenta-
-
Sí, la fotógrafa. Te encantará, es una tía muy enrollada,
vamos.
….
Llevaban un
par de semanas muy duras, pero aquella noche Bea tenía un compromiso con una de
las ONGs con las que colaboraba, y Maca se ofreció a acompañarla viendo la
importancia que para ella tenía.
-
Sólo estaremos lo necesario –le aseguró Bea entrando en la
fiesta-.
-
Tranquila Bea, está todo bien… estoy bien –le dijo Maca-.
-
¿Seguro? –quiso cerciorarse. Las dos habían sufrido subidas
y bajadas, pero Maca sin duda se había llevado la peor parte al sentir que el
mundo subterráneo que había construido durante años, se desmoronaba obligándola
a salir a flote-.
-
Claro que sí. Divirtámonos un poco, esta es tu noche –le
dijo-.
Las dos no
tardaron en toparse con gente conocida de la organización. A Bea básicamente se
la rifaban. Maca admiró no por primera vez su capacidad camaleónica a la hora
de integrarse en cualquier círculo. No importaba la clase social a la que
pertenecieran, Bea conseguía dar lo que se esperaba de ella y más, haciendo que
todo el mundo se sintiera cómodo a su alrededor y al mismo tiempo, consiguiendo
llevar las situaciones a su terreno. Maca no sabía cómo lo hacía y se
enorgullecía de ello. Si supieran que bajo aquella fachada sociable,
imperturbable y sofisticada, había en realidad una auténtica amazona
inconformista, rebelde y libre… la mayoría de los acuerdos económicos que
conseguía para sus causas no tendrían cabida, pero nadie podía ver a la
verdadera Bea, porque cómo ella misma solía decirle, todos en el fondo quieren
creer en la magia.
-
Cuanto me alegra de que al final hayáis podido venir las dos
–les comentó ya a solas Maite, la encargada del evento-. Bea me había dicho que
estabas muy liada con el nuevo cargo, no he tenido la ocasión de daros mi
enhorabuena.
-
Oh, gracias –le contestó Maca-. La verdad es que aún estamos
haciéndonos al puesto, y hay mucho por hacer, pero no podía perderme esta noche
tan especial para Bea.
-
Me alegra oír eso. La verdad es que las ayudas para los
nuevos colegios nos han ido muy bien, pero que consiguieras un protocolo y los
recursos para que podamos traer a los niños del programa a operarse a Europa,
es algo impagable, Bea. No tengo ni idea de a quién has tenido que sobornar,
pero aún no me creo que ya lo tengamos en marcha. Si conseguimos más mecenas
esta noche, seguramente podremos ampliar el cupo de intervenciones a más del
doble de las realizadas este año. ¿No es maravilloso?
-
Ya lo creo que sí –reconoció Bea con una sonrisa y luego se
acercó cogiendo a Maite del brazo-. ¿Y por cuál quieres que empiece? Seguro que
ya hay algún pez gordo que te mueres por presentarme para ver si podemos hacer
algo.
Maite
se rió con ganas al igual que ellas. Bea solía adelantarse a los pensamientos
habituales de la gente, y en este caso no fue una excepción. Sin cortapisas,
Maite presentó a Bea y a Maca a un par de personajes influyentes que
sensibilizar con la causa.
---
Esther
se divertía. A pesar del bullicio, Kate le presentó a Elena, y ésta les
presentó a su vez a otros artistas, formando entre todos un corrillo impresionista,
de humor, copas y buena compañía. Elena no tardó mucho en dejar clara su
atracción por Esther, a la que intentaba ilustrar con comentarios sobre las
fotografías, hacerla reír con su natural simpatía, y llamar su atención
tocándola de vez en cuando para estimular la cercanía.
-
Entonces, estuviste viviendo allí –le preguntó Esther en un
momento en que ambas se separaron un poco del grupo-.
-
Sí, sólo fueron tres meses pero te cambia la vida. Darte
cuenta con lo poco que cuentan y aún así lo que disfrutan de todo, te hace
abrir los ojos. ¿Ves esta? –Elena le enseñó una de sus fotos, donde tres niños
saltaban en un charco mientras otros recogían en cuencos macilla reblandecida-.
A simple vista parece que sólo juegan, pero en realidad ablandan la tierra, y
con la macilla recogida crean cuencos y cucharas, para recoger agua y crear
utensilios que necesitarán luego. Te dan lecciones todos los días, y los
horarios allí no existen, no como nosotros que tenemos un estrés constante por
cosas insignificantes –le dijo-.
A
Esther le pareció estar escuchando una de las conversaciones de Bea y Maca,
sólo que ellas hablaban con una serena concepción de lo vivido, como si de
algún modo, pertenecieran a aquella realidad de alguna forma, y no con la
sombra de la aventura que guardaban los ojos de Elena. Sonrió cínicamente, pues
pese a sentir a aquella mujer pendiente de ella, Esther no había podido evitar
que su cabeza volviera a Maca… “Mi
fantasma… mi musa… mi desvelo”, pensó Esther. Pese al daño que le hacía
verla y no tenerla, la echaba de menos.
-
Eres preciosa –musitó Elena, y Esther volvió al presente-.
El
rostro de Elena parecía sorprendido por haber dicho en voz alta aquel
pensamiento, y Esther vio como se le sonrosaban las mejillas pese a que sus
ojos seguían férreos encarando los suyos.
-
Gracias –le dijo Esther con una sonrisa-.
-
Supongo que te lo dicen mucho –se atrevió a seguir Elena.
Conocía la obra de Esther, y admiraba profundamente su trayectoria. Pero
tenerla delante en carne y hueso, hablarle, olerla… Elena, se estaba
conteniendo para no parecer una fan acosadora-.
-
No mucho –contestó Esther sin darle pie pero sin ser capaz
de cerrarle la puerta-.
-
Entonces es que no son capaces de ver lo que yo veo, porque
a mí me pareces singularmente maravillosa.
Allí
estaba. Esther lo había visto venir, pero misteriosamente sus terminaciones
nerviosas parecían anestesiadas. No se revolvían, no jugaban, no hablaban, no
se excitaban… aquel hecho sorprendió y cabreó tanto a Esther, que a partir de
ese momento se esforzó porque todo volviera a su sitio.
---
-
Uf, con el jaleo de la mudanza se me había olvidado lo
agotador que me resulta bailar esta danza –señaló Bea acabándose la copa que
llevaba en la mano, y refugiándose con Maca en un momento de tranquilidad para
ambas-.
-
Has estado fantástica –la animó Maca-.
-
¿Tu crees? –se relajó Bea, y Maca asintió con una sonrisa-.
Gracias, necesitaba que alguien me recordara por qué merece la pena.
-
Sabes de sobra que la merece –le dijo Maca-.
-
Sí, tienes razón –y Bea sonrió animándose con ello-. Tengo
hambre.
-
No eres la única –reconoció Maca poniendo los ojos en
blanco-.
-
Jajaja… ¿por qué no lo has dicho antes? Anda vamos,
ataquemos la zona del bufet –le dijo Bea con malicia y las dos cambiaron de
sala para despejarse un poco-.
No llevaban ni
quince minutos degustando parte de los aperitivos, cuando Kate dio con ellas.
-
¡¿Bea?!... –se sorprendió Kate al saludarla, pero la cara se
le descompuso cuando tras ella vio a Maca-. ¡Maca!
-
¡Kate! ¿Qué haces tú por aquí? –a Bea se le iluminó la cara
tras ver una cara amiga, y le dio dos besos-.
-
Lo mismo podría preguntaros yo –contestó Kate inquieta-.
-
A Bea van a darle una mención honorífica, colabora con la
ONG del evento –contestó Maca-.
-
¿Ah si? ¡Vaya… vaya! ¿Toda una caja de sorpresas, eh
doctora? –se alegró por ella Kate, y Bea le regaló una sonrisa sincera-.
-
Al menos se intenta… ¿y tú? –se interesó Bea-.
-
Una de las profesoras me invitó, colaboró en una de las
aldeas como reportera gráfica y exponía hoy algunas de sus fotografías
–contestó Kate-.
-
¿Sí? El mundo es un pañuelo, ¿no? ¿Y cómo se llama? Igual la
conocemos –dijo Bea-.
A Kate se le
notó en la pose que estaba apurada, o al menos Maca percibió aquel aura de
nerviosismo que rarísima vez acompañaba a la figura de Kate. Al menos hasta
donde ella la recordaba.
-
Elena Sanz –dijo Kate-.
-
Mmmm no, no me suena –dijo Bea-.
Para alivio de
Kate, la conjunción del mundo lésbico interconectado, no se había dado en aquel
caso, suspiró.
-
No, a mí tampoco. Debíamos estar ya en Holanda, sino
hubiéramos escuchado hablar de ella –comentó Maca, y luego se dirigió hacia
Kate-. La ONG está muy comunicada, y solemos estar al corriente de los
refuerzos que nos llegan a las aldeas.
-
Ah, no lo sabía –dijo Kate que quería salir de allí para
advertir a Esther, pero ¿cómo?-.
-
Entonces habéis venido, ¿las dos solas? –preguntó Bea al
fin-.
A Kate se le
notó el retardo en la contestación, como si lo pensara.
-
No –bufó Kate, y luego cogió una de las copas que el
camarero llevaba en la bandeja mientras pasaba por su lado-. He venido con
Esther.
“Vale, genial… todo a la mierda. ¡Señor que cruz!”, pensó Kate y
le dio un trago a su copa. Esther la iba a matar, y lo peor es que esta vez no
había tenido nada que ver con aquel encuentro. Para sorpresa de Kate, Bea miró
preocupada a Maca sin decir nada, y luego volvió a centrarse en ella con una
sonrisa forzada.
-
Oh, bien. Entonces quizá luego nos pasemos a saludarla, Maca
y yo tenemos que volver con los organizadores, sólo nos hemos escapado un
segundo porque nos moríamos de hambre. Ya deben estar buscándonos –improvisó
Bea-.
-
Claro –Kate se quedó intrigada, allí había algo raro y
aunque le venía bien que desaparecieran del cuadro, no pudo evitar preguntarse
qué es lo que estaba pasando-. Yo también tengo que volver, me alegro de
haberos visto. A ver si más tarde…
-
Sí, sí… luego nos vemos –dijo Bea-.
Kate no quiso
tentar más a la suerte, y salió de allí en busca de Esther.
-
Maca, ¿estás bien? –le preguntó Bea nada más irse Kate-.
Pero Maca no
la escuchó, sus ojos seguían a Kate en busca de ella, como si una necesidad hambrienta
la mantuviera de pronto en alerta. Andó un par de pasos inconscientes cuando
Kate se perdía por una esquina, y de pronto… la vio con unos vaqueros de diseño
con tirantes y una camiseta azul y roja. Una rubia de coleta alta se acercaba a
su oído, demasiado cerca, y de pronto… Esther y la chica se besaban. Para Maca
fue como el despertar de un guerrero, la tierra tembló bajo sus pies pero esta
vez no tenía nada que ver con el miedo.
-
Maca… Maca… Aquí no… esta noche no, por favor.
Las palabras
de Bea llegaron a ella como en un sueño, de pronto parpadeó al ver que la tenía
frente a ella, sin entender qué sucedía. Se miró, tenía los puños apretados
como si quisieran presentar batalla, y las manos de Bea sujetaban sus brazos
deteniendo sus pasos. Miró sin entender la posición en la que se encontraban.
Ya no estaban al lado del bufet y dedujo que se había desplazado
inconscientemente hacía Esther. La mano de Bea acarició su cara, y al notarla
tan fría supo que era ella la que ardía.
-
Bea… ¿qué? –Maca la miró aturdida-.
-
No ha pasado nada –quiso tranquilizarla Bea, pero nunca
había visto un arrebato tan visceral por parte de Maca, excepto cuando luchaba
por salvar una vida-. Ven, tomemos un poco el aire.
Maca se dejó
llevar sin volver la vista atrás.
anda...yo quiero maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
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