lunes, 24 de febrero de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 6-




PRÓLOGO:

Han pasado diez años. La prometedora estudiante de pediatría, Macarena Wilson, se ha transformado en una doctora de referencia en enfermedades infantiles del tercer mundo. Sus trabajos de investigación y su protocolo de actuación en desnutrición y enfermedades gastrointestinales pediátricas, son implantadas en hospitales de Europa. Su vida gira completamente entorno a su trabajo, y atrás quedó aquella joven camarera de bar de ambiente de noche, y modelo sin tapujos de día, que le dieron la oportunidad de labrarse un futuro.


Esther García por su lado, también salió de España tras la ruptura sin palabras con Maca. Terminó su carrera y entró en una espiral de autodescubrimiento, que la llevó a afincarse finalmente en Los Ángeles,  llegando a tener el reconocimiento de la comunidad de bellas artes más fuera que dentro de su país. Actualmente sus obras alcanzan cifras escandalosas en las galerías de Nueva York, L.A y San Francisco.


6

Cuando la actuación terminó, la galería estalló en aplausos. Kate tomó el relevo en medio de la sala para agradecer la asistencia y hacer unos breves anuncios de fechas y horarios; posteriormente reclamó la presencia de Esther, y ésta acudió a su reclamo. Mientras duró el discurso de agradecimiento de Esther, Maca no pudo apartar la mirada de ella. Seguía siendo la misma, pero era tan diferente. Su claridad y madurez de palabra, se había vuelto pícara, inteligentemente irónica, algo ácida, y sin embargo… su sonrisa, esa que la conquistó sin remedio, seguía allí. Ancha, abierta, resuelta… capturando la simpatía de quienes la escuchaban y contemplaban, mientras sus ojos oscuros, brillaban más misteriosos que nunca. El aspecto físico de Esther la tenía totalmente descolocada, parecía tan cómoda en su piel como siempre, pero había algo agresivo en su postura que encendía las alarmas de peligro, y al mismo tiempo la volvía muy sexy. “No me lo puedo creer… me estoy pajeando mentalmente con mi “ex”, es ridículo. ¿Qué me pasa? ¿Es que acaso estoy premenstrual, o qué?”… se atizó mentalmente Maca, y volvió a tratar de concentrarse en sus palabras.

    - Gracias a todos por venir…

Maca sólo llegó al final del discurso, e inmediatamente se unió a los aplausos de los asistentes.

-       Creo que empiezo a entender mejor algunas cosas –le dijo en aquel momento Bea, girándose hacia Maca-.
-       ¿Sí? Pues yo no te entiendo nada –le contestó Maca contagiándose de la sonrisa de Bea, mientras ésta le acariciaba los hombros y los brazos-.
-       Me refiero a Esther, no te hagas la tonta –la regañó Bea cariñosamente-. Tiene algo, no sé exactamente cómo describirlo, pero definitivamente tiene algo muy cautivador. Aunque creo recordar que me la describiste bastante más dulce de lo que parece –le señaló-.

Maca se encogió de hombros.

-       Supongo que los años pasan para todos –contestó-.
-       Cierto. No sé, de todas formas tiene algo que me gusta. Para ser alguien con un evidente éxito, es muy natural, y eso créeme, no es tan fácil de ver –comentó Bea, y Maca sabía a lo que se refería, dado que Bea se reunía y codeaba con mucha gente importante debido a su trabajo en la coordinación contra la transmisión y tratamiento de enfermedades raras-.
-       Si, al menos parece que eso no ha cambiado en ella –reconoció Maca.


Bea le dio un beso calmado, y Maca lo correspondió sonriendo tranquila. Luego alzó la mirada y se topó con los ojos de Esther puestos en las dos, y un temblor atravesó su columna. Maca no pudo interpretar el destello que vio en ellos, porque apenas duró un segundo. Luego Esther volvió a sonreír e interactuar con las personas que la retenían a unos metros de distancia como si fuera fruto de un parpadeo. “Definitivamente, ya no estás acostumbrada a beber. Será mejor no tomar más champán y salir con Bea de aquí en cuanto se pueda”, se propuso Maca, y las dos decidieron terminar de ver la exposición aprovechando que Esther estaba atrapada literalmente por la gente. Ya tendrían tiempo luego de despedirse de ella.

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-       ¿Wilson? –preguntó una voz a su espalda mientras recorrían el último tramo de la galería-.

Maca se giró para ver quién la llamaba, y entonces se topó con Encarna, su antigua jefa de enfermeras y madre de Esther.

-       ¡Encarna! ¡Dios mío! –Maca dudó sólo un instante en si debía mostrar afecto, pero los brazos abiertos de aquella mujer la reclamaron con una sonrisa, y se atrevió a abrazarla-. ¡Me alegro de verte!
-       Más me alegro yo, pequeña. Ni en un millón de años me hubiera imaginado encontrarte aquí –le dijo Encarna, repasándola con sus manos como ya había hecho Kate anteriormente, en un intento de comprobar que era real. A Maca aquel gesto le hizo sonreír-.
-       Pues ya ves, el mundo definitivamente es un pañuelo –contestó Maca aliviada de ver que Encarna no le guardaba ningún rencor-.
-       Encarna, ¿se acuerda de mí? –intervino Bea poniéndose al lado de Maca y tendiéndole una mano a la jefa de enfermeras del Hospital Central-.
-       ¡Doctora Arzhue! Vaya, esto si que es toda una sorpresa, cuánto tiempo sin verla –la saludó Encarna aceptando su mano con afecto-.
-       Sí.. jajaja… la verdad es que sí, pero usted cada día está más joven. Me va a tener que dar el secreto, porque la veo estupenda –le dijo Bea-.
-       Ella no lo reconocerá, pero quiero pensar que quizá algo tenga yo que ver en ello. Hola, soy el doctor Muñoz, Víctor Muñoz, cardiología –se presentó un hombre bien parecido, cincuentón y muy educado, frente a ellas-.
-       Encantada, soy Macarena Wilson, pediatría.
-       Mucho gusto, Beatriz Arzhue, epidemiología y enfermedades raras.
-       Lo sé, estoy al corriente de sus trabajos, y tengo que decirles que es realmente muy inspirador. Mi más sincera enhorabuena –las felicitó el doctor con una sonrisa-.

Los cuatro entablaron conversación, y el tiempo se les fue sin percibir que el mundo seguía girando a su alrededor y la galería empezaba a vaciarse.

Esther mantuvo su sonrisa y dotes sociales al máximo todo lo que pudo, pero empezaba a sentirse cansada, y lo más importante, hacía rato que no veía a Maca ni a Bea y temía que se hubieran ido por la puerta de atrás. La idea de que Maca volviera a escurrírsele de los dedos sin despedirse, empezó a martillearla poniéndola al límite.

-       Ya estoy aquí –musitó Kate colocándose a su lado-.
-       ¡Gracias a Dios! –suspiró Esther, y la mano apaciguadora de Kate en su espalda, le dio instintivamente consuelo-. ¿Las has visto? Hace rato que no las veo… ¿crees que se han ido?
-       Gracias por venir… sí… oh, muy amable…. Sí, estaremos todo el mes expuestos –Kate se encargó de contestar a las preguntas que Esther ya trataba de evitar. Luego aprovechó un receso para contestarle-. Siguen aquí, tranquila.
-       ¿En serio?
-       Sí, las ha cazado tu madre.

Un nuevo grupo las interrumpió, y Esther tuvo que volver a aceptar los halagos, y a agradecer la asistencia. De pronto se sintió mal por dar contestaciones mecánicas, a lo que debía ser un día especial para su carrera.

-       ¡Kate! –musitó Esther-.
-       ¿Sí? –Kate se despidió de la gente, y buscó una excusa para apartar a Esther de todo aquello-.
-       ¿Qué me pasa? ¿por qué vuelvo a sentir esta necesidad de retenerla? –le preguntó frotándose la nuca-. ¡Es absurdo!

Kate le acarició la cara.

-       Tenéis que hablar, eso es todo. Necesitas hablar con ella y cerrar ese capítulo. Aclarar lo que pasó, y que todo vuelva a su sitio. ¿Estás de acuerdo? –le preguntó mirándola a los ojos-.
-       Si, tienes razón… Es que verla aquí, de pronto, así… -Esther volvió a serenarse tras las palabras lógicas de Kate-.
-       Lo sé, a mí también me ha descolocado, ¿pero en el fondo te alegras de verla, no? –Kate le sonrió para animarla-.
-       Sí, claro que sí –reconoció Esther correspondiendo a su sonrisa-. Aunque sinceramente hubiera preferido que no siguiera siendo tan guapa.
-       Jajajaja… claro, y estoy segura de que también hubieras preferido que no viniera tan bien acompañada –Kate se rió tras detectar su carácter burlón-.

Esther arrugó la nariz con cara de pocos amigos en cuanto Kate hizo alusión a Bea.

-       jajajaja… ¡Anda, vamos! Terminemos con esto e invitémoslas a acompañarnos. Quizá con el estómago lleno y unas copas, podáis hablar, ¿quieres? –le propuso Kate-.
-       ¿Crees que aceptarán? –tuvo sus dudas Esther. Por lo que había visto entre Maca y Bea, parecía que preferían estar solas-.
-       Sólo hay un modo de averiguarlo –le contestó Kate, y las dos volvieron a ponerse en su papel de anfitrionas atendiendo a la gente que quedaba-.

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A pesar de estar disfrutando de la compañía de Encarna y el doctor Muñoz, Maca se fue percatando de que la gente abandonaba el recinto, y sin pretenderlo, sus pensamientos volaron hasta Esther. Hacía al menos una hora que la había perdido de vista, y sus ojos vagaron por la sala en su búsqueda en un acto reflejo. Cuando dio con ella, algo se detuvo en su interior.

“Necesitamos tiempo... No puedo ni imaginar el daño que te he hecho y no puedo… no quiero, que sigamos juntas y terminemos destrozándonos… No podría soportarlo.”

Aquellas palabras con las que Esther la había liberado de su propia cobardía hacía ya diez años, hoy cobraban más sentido que nunca viéndola a lo lejos y sin embargo, conservando por ella un calor en el pecho que no podía catalogar.

-       ¿Verdad, cariño?
-       ¿Eh? –Maca volvió a la conversación en cuanto Bea le tocó el brazo-. Perdona, ¿qué decías?
-       Nada, no era nada –la tranquilizó Bea con una sonrisa-. ¿Estás bien?
-       Un poco mareada –Maca se dirigió esta vez a Encarna y Víctor, lamentando estar ausente-. La verdad es que ya no estoy puesta a beber, y creo que me he excedido con el champán teniendo el estómago vacío. Debería haber cogido alguno de esos deliciosos canapés.
-       ¡Oh! ¿No los has probado? –le preguntó Encarna-. ¡Estaban deliciosos!
-       Doy fe de ello, los has probado todos, todosss –comentó Víctor burlándose de ella, y Encarna le dio un codazo como reprimenda que los hizo reír a los cuatro-.

De pronto las risas fueron interrumpidas por Esther.

-       Mmm… Veo que os lo estáis pasando estupendamente por aquí, ¿no?
-       ¡Ay! ¡Mi niña! –Encarna fue la primera en darse la vuelta y atrapar a su hija para comérsela a besos-.

Esther se dejó besuquear la cara por su madre poniendo una mueca en el rostro que hizo reír a los demás.

-       ¡Ya, mamá! ¿No estamos solas, sabes? –le soltó finalmente Esther, aunque su sonrisa era un símbolo de resignación consentida-.
-       Jajaja… perdona, es que estoy tan contenta. La gente no ha parado de decir cosas buenas, que si la comida estaba buenísima, el talento y lo asombrosos que eran tus cuadros, ¿y las actuaciones? ¡Una maravilla!… Si me han felicitado a mí y todo, ¿sabes? –contaba Encarna emocionada-. Me he sentido como la madre de una estrella. ¡Estoy tan orgullosa!
-       ¡Qué cosas tienes, mamá! –le dijo Esther algo avergonzada por los halagos, pero inmensamente feliz por ver a su madre radiante y orgullosa de su trabajo, y a fin de cuentas, de su modo de vida-.
-       Ahora… una cosa también te voy a decir –añadió su madre en un tono más bajo, y todos le prestaron atención-. Algún que otro comentario “subidito de tono” también he escuchado por ahí, y no te creas que es fácil siendo tu madre escuchar según que cosas, ¿eh?
-       Jajajaj… ¡Mamá! –Esther estalló en carcajadas, como el resto de los presentes-.

Y aunque Kate insistió en que Encarna soltara prenda de aquellas cosas “escandalosas” que había escuchado sobre Esther y su arte, su madre se contuvo viendo que su hija, asombrosamente, se había puesto roja frente a los piques tan típicos de Kate sobre su persona. Encarna sintió un rescoldo de la inocencia tan tímida, y lamentablemente ausente en los últimos años, en Esther, y no pudo evitar preguntarse si Maca tendría algo que ver en ello.

-       Bueno, está bien… jajaja… paro ya –Kate se rindió finalmente, y atrapó a Esther por la espalda-.

El cariño que Esther y Kate se tenían, no era ningún secreto, pero había algo en la complicidad y compenetración de sus gesto, que hizo que a Maca se le pasaran ideas absurdas por la cabeza. “No me lo puedo creer, tengo pelusilla… ¡de Kate! ¡Alucinante!... ¡Maca, vete a casa, ya!”, se reprendió mentalmente.

-       La verdad es que me he alegrado mucho de veros –empezó a decir Maca-. La exposición ha sido fantástica, pero creo que Bea y yo, también deberíamos ir despidiéndonos. Habíamos quedado en ir a cenar y…
-       ¿Cenar? ¡Eso suena estupendamente! Precisamente, íbamos a proponeros que os vengáis con nosotros. Hemos reservado aquí al lado, y nos encantaría que nos acompañarais, apenas nos ha dado tiempo de ponernos al día con tanto jaleo –intervino Kate desplegando sus dotes persuasorias-.
-       Nos gustaría pero… -Maca iba a declinar la invitación, pero Kate soltó a Esther y las atrapó a ella y a Bea, cada una con un brazo-.
-       ¡Venga! No nos podéis decir que no. Este reencuentro hay que celebrarlo.

Esther sonrió para sus adentros cuando la mirada de Bea se encontró con la de Maca, sucumbiendo sin palabras ante la propuesta de Kate.



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