PRÓLOGO:
Han pasado diez años. La prometedora estudiante de pediatría, Macarena Wilson, se ha transformado en una doctora de referencia en enfermedades infantiles del tercer mundo. Sus trabajos de investigación y su protocolo de actuación en desnutrición y enfermedades gastrointestinales pediátricas, son implantadas en hospitales de Europa. Su vida gira completamente entorno a su trabajo, y atrás quedó aquella joven camarera de bar de ambiente de noche, y modelo sin tapujos de día, que le dieron la oportunidad de labrarse un futuro.
Esther García por su lado, también salió de España tras la ruptura sin palabras con Maca. Terminó su carrera y entró en una espiral de autodescubrimiento, que la llevó a afincarse finalmente en Los Ángeles, llegando a tener el reconocimiento de la comunidad de bellas artes más fuera que dentro de su país. Actualmente sus obras alcanzan cifras escandalosas en las galerías de Nueva York, L.A y San Francisco.
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Cuando la actuación
terminó, la galería estalló en aplausos. Kate tomó el relevo en medio de la
sala para agradecer la asistencia y hacer unos breves anuncios de fechas y
horarios; posteriormente reclamó la presencia de Esther, y ésta acudió a su
reclamo. Mientras duró el discurso de agradecimiento de Esther, Maca no pudo
apartar la mirada de ella. Seguía siendo la misma, pero era tan diferente. Su
claridad y madurez de palabra, se había vuelto pícara, inteligentemente
irónica, algo ácida, y sin embargo… su sonrisa, esa que la conquistó sin
remedio, seguía allí. Ancha, abierta, resuelta… capturando la simpatía de quienes
la escuchaban y contemplaban, mientras sus ojos oscuros, brillaban más
misteriosos que nunca. El aspecto físico de Esther la tenía totalmente descolocada,
parecía tan cómoda en su piel como siempre, pero había algo agresivo en su
postura que encendía las alarmas de peligro, y al mismo tiempo la volvía muy
sexy. “No me lo puedo creer… me estoy pajeando mentalmente con mi “ex”, es
ridículo. ¿Qué me pasa? ¿Es que acaso estoy premenstrual, o qué?”… se atizó
mentalmente Maca, y volvió a tratar de concentrarse en sus palabras.
- Gracias a todos por venir…
Maca sólo
llegó al final del discurso, e inmediatamente se unió a los aplausos de los
asistentes.
-
Creo que empiezo a entender mejor algunas cosas –le dijo en
aquel momento Bea, girándose hacia Maca-.
-
¿Sí? Pues yo no te entiendo nada –le contestó Maca
contagiándose de la sonrisa de Bea, mientras ésta le acariciaba los hombros y
los brazos-.
-
Me refiero a Esther, no te hagas la tonta –la regañó Bea
cariñosamente-. Tiene algo, no sé exactamente cómo describirlo, pero
definitivamente tiene algo muy cautivador. Aunque creo recordar que me la
describiste bastante más dulce de lo que parece –le señaló-.
Maca se
encogió de hombros.
-
Supongo que los años pasan para todos –contestó-.
-
Cierto. No sé, de todas formas tiene algo que me gusta. Para
ser alguien con un evidente éxito, es muy natural, y eso créeme, no es tan
fácil de ver –comentó Bea, y Maca sabía a lo que se refería, dado que Bea se
reunía y codeaba con mucha gente importante debido a su trabajo en la
coordinación contra la transmisión y tratamiento de enfermedades raras-.
-
Si, al menos parece que eso no ha cambiado en ella
–reconoció Maca.
Bea le dio un
beso calmado, y Maca lo correspondió sonriendo tranquila. Luego alzó la mirada
y se topó con los ojos de Esther puestos en las dos, y un temblor atravesó su
columna. Maca no pudo interpretar el destello que vio en ellos, porque apenas
duró un segundo. Luego Esther volvió a sonreír e interactuar con las personas
que la retenían a unos metros de distancia como si fuera fruto de un parpadeo.
“Definitivamente, ya no estás acostumbrada a beber. Será mejor no tomar más
champán y salir con Bea de aquí en cuanto se pueda”, se propuso Maca, y las dos
decidieron terminar de ver la exposición aprovechando que Esther estaba
atrapada literalmente por la gente. Ya tendrían tiempo luego de despedirse de
ella.
---
-
¿Wilson? –preguntó una voz a su espalda mientras recorrían
el último tramo de la galería-.
Maca se giró
para ver quién la llamaba, y entonces se topó con Encarna, su antigua jefa de
enfermeras y madre de Esther.
-
¡Encarna! ¡Dios mío! –Maca dudó sólo un instante en si debía
mostrar afecto, pero los brazos abiertos de aquella mujer la reclamaron con una
sonrisa, y se atrevió a abrazarla-. ¡Me alegro de verte!
-
Más me alegro yo, pequeña. Ni en un millón de años me
hubiera imaginado encontrarte aquí –le dijo Encarna, repasándola con sus manos
como ya había hecho Kate anteriormente, en un intento de comprobar que era
real. A Maca aquel gesto le hizo sonreír-.
-
Pues ya ves, el mundo definitivamente es un pañuelo
–contestó Maca aliviada de ver que Encarna no le guardaba ningún rencor-.
-
Encarna, ¿se acuerda de mí? –intervino Bea poniéndose al
lado de Maca y tendiéndole una mano a la jefa de enfermeras del Hospital
Central-.
-
¡Doctora Arzhue! Vaya, esto si que es toda una sorpresa,
cuánto tiempo sin verla –la saludó Encarna aceptando su mano con afecto-.
-
Sí.. jajaja… la verdad es que sí, pero usted cada día está
más joven. Me va a tener que dar el secreto, porque la veo estupenda –le dijo
Bea-.
-
Ella no lo reconocerá, pero quiero pensar que quizá algo
tenga yo que ver en ello. Hola, soy el doctor Muñoz, Víctor Muñoz, cardiología
–se presentó un hombre bien parecido, cincuentón y muy educado, frente a
ellas-.
-
Encantada, soy Macarena Wilson, pediatría.
-
Mucho gusto, Beatriz Arzhue, epidemiología y enfermedades
raras.
-
Lo sé, estoy al corriente de sus trabajos, y tengo que decirles
que es realmente muy inspirador. Mi más sincera enhorabuena –las felicitó el
doctor con una sonrisa-.
Los cuatro
entablaron conversación, y el tiempo se les fue sin percibir que el mundo
seguía girando a su alrededor y la galería empezaba a vaciarse.
Esther mantuvo
su sonrisa y dotes sociales al máximo todo lo que pudo, pero empezaba a
sentirse cansada, y lo más importante, hacía rato que no veía a Maca ni a Bea y
temía que se hubieran ido por la puerta de atrás. La idea de que Maca volviera
a escurrírsele de los dedos sin despedirse, empezó a martillearla poniéndola al
límite.
-
Ya estoy aquí –musitó Kate colocándose a su lado-.
-
¡Gracias a Dios! –suspiró Esther, y la mano apaciguadora de
Kate en su espalda, le dio instintivamente consuelo-. ¿Las has visto? Hace rato
que no las veo… ¿crees que se han ido?
-
Gracias por venir… sí… oh, muy amable…. Sí, estaremos todo
el mes expuestos –Kate se encargó de contestar a las preguntas que Esther ya
trataba de evitar. Luego aprovechó un receso para contestarle-. Siguen aquí,
tranquila.
-
¿En serio?
-
Sí, las ha cazado tu madre.
Un nuevo grupo
las interrumpió, y Esther tuvo que volver a aceptar los halagos, y a agradecer
la asistencia. De pronto se sintió mal por dar contestaciones mecánicas, a lo
que debía ser un día especial para su carrera.
-
¡Kate! –musitó Esther-.
-
¿Sí? –Kate se despidió de la gente, y buscó una excusa para
apartar a Esther de todo aquello-.
-
¿Qué me pasa? ¿por qué vuelvo a sentir esta necesidad de
retenerla? –le preguntó frotándose la nuca-. ¡Es absurdo!
Kate le
acarició la cara.
-
Tenéis que hablar, eso es todo. Necesitas hablar con ella y cerrar ese
capítulo. Aclarar lo que pasó, y que todo vuelva a su sitio. ¿Estás de acuerdo?
–le preguntó mirándola a los ojos-.
-
Si, tienes razón… Es que verla aquí, de pronto, así… -Esther
volvió a serenarse tras las palabras lógicas de Kate-.
-
Lo sé, a mí también me ha descolocado, ¿pero en el fondo te
alegras de verla, no? –Kate le sonrió para animarla-.
-
Sí, claro que sí –reconoció Esther correspondiendo a su
sonrisa-. Aunque sinceramente hubiera preferido que no siguiera siendo tan
guapa.
-
Jajajaja… claro, y estoy segura de que también hubieras
preferido que no viniera tan bien acompañada –Kate se rió tras detectar su
carácter burlón-.
Esther arrugó
la nariz con cara de pocos amigos en cuanto Kate hizo alusión a Bea.
-
jajajaja… ¡Anda, vamos! Terminemos con esto e invitémoslas a
acompañarnos. Quizá con el estómago lleno y unas copas, podáis hablar, ¿quieres?
–le propuso Kate-.
-
¿Crees que aceptarán? –tuvo sus dudas Esther. Por lo que
había visto entre Maca y Bea, parecía que preferían estar solas-.
-
Sólo hay un modo de averiguarlo –le contestó Kate, y las dos
volvieron a ponerse en su papel de anfitrionas atendiendo a la gente que
quedaba-.
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A pesar de
estar disfrutando de la compañía de Encarna y el doctor Muñoz, Maca se fue
percatando de que la gente abandonaba el recinto, y sin pretenderlo, sus
pensamientos volaron hasta Esther. Hacía al menos una hora que la había perdido
de vista, y sus ojos vagaron por la sala en su búsqueda en un acto reflejo.
Cuando dio con ella, algo se detuvo en su interior.
“Necesitamos tiempo... No puedo ni imaginar el daño que te
he hecho y no puedo… no quiero, que sigamos juntas y terminemos destrozándonos…
No podría soportarlo.”
Aquellas palabras
con las que Esther la había liberado de su propia cobardía hacía ya diez años, hoy
cobraban más sentido que nunca viéndola a lo lejos y sin embargo, conservando
por ella un calor en el pecho que no podía catalogar.
-
¿Verdad, cariño?
-
¿Eh? –Maca volvió a la conversación en cuanto Bea le tocó el
brazo-. Perdona, ¿qué decías?
-
Nada, no era nada –la tranquilizó Bea con una sonrisa-.
¿Estás bien?
-
Un poco mareada –Maca se dirigió esta vez a Encarna y Víctor,
lamentando estar ausente-. La verdad es que ya no estoy puesta a beber, y creo
que me he excedido con el champán teniendo el estómago vacío. Debería haber cogido
alguno de esos deliciosos canapés.
-
¡Oh! ¿No los has probado? –le preguntó Encarna-. ¡Estaban
deliciosos!
-
Doy fe de ello, los has probado todos, todosss –comentó
Víctor burlándose de ella, y Encarna le dio un codazo como reprimenda que los
hizo reír a los cuatro-.
De pronto las
risas fueron interrumpidas por Esther.
-
Mmm… Veo que os lo estáis pasando estupendamente por aquí,
¿no?
-
¡Ay! ¡Mi niña! –Encarna fue la primera en darse la vuelta y
atrapar a su hija para comérsela a besos-.
Esther se dejó
besuquear la cara por su madre poniendo una mueca en el rostro que hizo reír a
los demás.
-
¡Ya, mamá! ¿No estamos solas, sabes? –le soltó finalmente
Esther, aunque su sonrisa era un símbolo de resignación consentida-.
-
Jajaja… perdona, es que estoy tan contenta. La gente no ha
parado de decir cosas buenas, que si la comida estaba buenísima, el talento y
lo asombrosos que eran tus cuadros, ¿y las actuaciones? ¡Una maravilla!… Si me
han felicitado a mí y todo, ¿sabes? –contaba Encarna emocionada-. Me he sentido
como la madre de una estrella. ¡Estoy tan orgullosa!
-
¡Qué cosas tienes, mamá! –le dijo Esther algo avergonzada
por los halagos, pero inmensamente feliz por ver a su madre radiante y
orgullosa de su trabajo, y a fin de cuentas, de su modo de vida-.
-
Ahora… una cosa también te voy a decir –añadió su madre en
un tono más bajo, y todos le prestaron atención-. Algún que otro comentario
“subidito de tono” también he escuchado por ahí, y no te creas que es fácil
siendo tu madre escuchar según que cosas, ¿eh?
-
Jajajaj… ¡Mamá! –Esther estalló en carcajadas, como el resto
de los presentes-.
Y aunque Kate
insistió en que Encarna soltara prenda de aquellas cosas “escandalosas” que
había escuchado sobre Esther y su arte, su madre se contuvo viendo que su hija,
asombrosamente, se había puesto roja frente a los piques tan típicos de Kate
sobre su persona. Encarna sintió un rescoldo de la inocencia tan tímida, y
lamentablemente ausente en los últimos años, en Esther, y no pudo evitar
preguntarse si Maca tendría algo que ver en ello.
-
Bueno, está bien… jajaja… paro ya –Kate se rindió
finalmente, y atrapó a Esther por la espalda-.
El cariño que
Esther y Kate se tenían, no era ningún secreto, pero había algo en la
complicidad y compenetración de sus gesto, que hizo que a Maca se le pasaran
ideas absurdas por la cabeza. “No me lo puedo creer, tengo pelusilla… ¡de Kate!
¡Alucinante!... ¡Maca, vete a casa, ya!”, se reprendió mentalmente.
-
La verdad es que me he alegrado mucho de veros –empezó a
decir Maca-. La exposición ha sido fantástica, pero creo que Bea y yo, también
deberíamos ir despidiéndonos. Habíamos quedado en ir a cenar y…
-
¿Cenar? ¡Eso suena estupendamente! Precisamente, íbamos a
proponeros que os vengáis con nosotros. Hemos reservado aquí al lado, y nos
encantaría que nos acompañarais, apenas nos ha dado tiempo de ponernos al día
con tanto jaleo –intervino Kate desplegando sus dotes persuasorias-.
-
Nos gustaría pero… -Maca iba a declinar la invitación, pero
Kate soltó a Esther y las atrapó a ella y a Bea, cada una con un brazo-.
-
¡Venga! No nos podéis decir que no. Este reencuentro hay que
celebrarlo.
Esther sonrió
para sus adentros cuando la mirada de Bea se encontró con la de Maca,
sucumbiendo sin palabras ante la propuesta de Kate.
solo decir que espectacular. Me encanta ....
ResponderEliminarGemo, mi arista, no continuarás lá história??...
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