viernes, 28 de febrero de 2014

Pretty Bollo -cap 37 y 38-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.


37

Laura miraba aquel partido de pin pon sin querer decir nada, pocas veces las había visto así porque Esther nunca se enfadaba con nadie, y Eva jamás se ponía seria por nada.

- ¡Jodeerrrrr Eva! –Esther se desesperó-.
- ¡Ahhh… lo vessss! ¡Te estás pillando! –le espetó Eva-.
- No es eso, pero sí creo que me estoy empezando a obsesionar con el tema. ¡Dioss… sabes que no soy de quedarme a medias! Estoy segura de que cuando me la tire todo volverá a la normalidad, volveré a tomar el control y se me pasará esta calentura que tengo con Maca -Esther habló sin pensar, en realidad estaba preocupada por el arrebato de celos que había tenido al teléfono con ella, pero más le preocupaba el ser consciente de que le dolía haberle hecho daño y haberla enfadado-.

Aquello era tan confuso, tenía que ser eso, tenía que ser ese deseo inacabado sexual que sentía hacia ella lo que estaba trastocando su razón. Esther era una mujer de acción, era quien dominaba las relaciones, y aquella dulzura quinceañera que estaba impregnando la relación entre la cliente y ella, era lo que sin duda tenía la culpa de todo.

- ¡Espera! –Laura votó del asiento-. ¿Estáis hablando de Macarena Wilson? ¿el bellezón de la moto del juego que tuvimos?
- Ajá… -le dijo Eva-.
- ¿Te estás llevando a la Wilson? –volvió a preguntar Laura, pero esta vez buscando una respuesta de Esther, que sin querer sonrió ante la cara de alucinada de su amiga-.
- Si, está conmigo… pero de momento, me lleva ella a mí –le contestó Esther un poco más tranquila después de haber manifestado su pensamiento en voz alta-.
- ¡Hostiaaaaaaaaa… hostiaaaaaaaaa… hostiaaaaaaaaaa!... ¡Y SE PUEDE SABER PORQUE COÑOOOO YO NO ME ENTERO DE NADAAAAAA! –Laura estaba eufórica, sin duda Maca tenía muchas admiradoras, y entre ellas su amiga parecía la número uno-. ¡Joder… es una Diosa!
- ¿Diosaaa? ¡Oyeeee niñaaaaa un poco de respeto a las que estamos en este mundoooo! –se quejó Eva pues nunca había visto reaccionar a Laura así, y la verdad es que un poco le molestaba-.
- ¡Ohhh cállateeee!... ¡Me lo tienes que contar Esther!... no, no lo del trabajo y eso, que sé que es confidencial,… pero ¿cómo es de cerca?... ¡Dios es un trenazo.. a que sí…. A que sí!... –la alegría de Laura era contagiosa, y por primera vez en la noche Esther empezó a sonreír de manera desorbitada, pues el recuerdo de Maca la reconfortaba aunque no quisiera-.

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Cerca de las doce de la noche Ana se despidió de Maca. La tarde había sido larga e intensa, habían reído, llorado, y  Ana se había acordado de toda la familia de Azucena más de un par de veces. Maca estaba agradecida, Ana la había tranquilizado todo lo que había podido, y aunque aún guardaba para sí algunas de las razones de su comportamiento, notaba que su carga era menos pesada por tener otro hombro con el que compartir el peso. Cuando Ana se marchó, el silencio de la casa le recordó que volvía a estar sola y que deseaba ver a Esther con todas sus fuerzas. Para no pensar en ello, Maca enfiló hacia la ducha… sería mejor relajarse un poco antes de tratar de conciliar el sueño.

El descapotable de Esther siguió las instrucciones que el GPS le marcaba, tras hablar de Maca con Laura y Eva, unas ganas irremediables de verla se habían apoderado de ella. Por supuesto a Eva no le había dicho ni una palabra cuando le reprochó que no fuera con ellas a bailar, se disculpó diciéndole que estaba cansada por la semana, y que la llamaría por la mañana. Cuando estuvo frente al edificio su corazón volvió a recordarle que habitaba en su pecho dando pequeños saltitos de emoción. Esther aparcó y cogió su móvil, la tecla directa con el número de Maca empezó a hacer su función, tras más de siete tonos Esther colgó.

“Diosss… ¿no está? ¿dónde está?... ¿estará con ella? ¡pero qué estoy diciendo! ¿por qué estoy así?...” … La mano de Esther buscó frenética de nuevo la deseada tecla, espero con el corazón en un puño a unos tonos que le parecían insoportables, de pronto la claridad se hizo en forma de sonido.

- ¿Sí? –la voz de Maca sonó agitada, desconcertada, alegre o quizá no tanto… Esther no sabía que pensar-.
- ¡Soy yo! ¿Aún quieres dormir esta noche conmigo? –le preguntó Esther cerrando los ojos, estaba rogando por que dijera que sí-.

“¿Estoy soñandoooo?...” Maca acababa de salir de la ducha a trompicones, la voz de Esther hizo que se agitara de forma feroz.

- ¡Sabes que sí! –le dijo Maca-.

Una sonrisa relajada se dibujó en la cara de Esther tras la respuesta, aún podía salvar la noche.

- Entonces será mejor que me abras la puerta gatita, porque estoy en el portal… -le susurró Esther-.

Y escuchó acto seguido un ruido y un “auuu”… y luego el timbre de apertura del portal le indicó que ya podía tirar de la puerta.

- Sube… -le dijo Maca y a Esther no le dio tiempo a preguntar por el ruido porque el teléfono se cortó-.

Esperó al ascensor con ansiedad y subió hasta la planta en la que se encontraba Maca, la necesidad angustiosa por verla se apoderó de su mente y de sus caderas.

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38

Cuando el ascensor abrió sus puertas, Esther salió y miró, había cuatro puertas, pero sólo una estaba entreabierta. Golpeó la madera con su puño.

- ¿Maca? –preguntó Esther tímidamente y al abrir se topó con ella-.
- Pasa, pasa… es que me he resbalado y me he torcido el pie… -la invitó a entrar Maca, mientras se frotaba el pie sentada en el sofá más próximo-. ¡Dios duele un huevo! ¿Me traes hielo de la nevera, por favor? No quiero que se me hinche.

Esther no podía reaccionar, acababa de pillar a Maca recién salida de la ducha. Con el pelo húmero acariciando aquel lindo rostro, una pequeña toalla cubriendo aquel precioso cuerpo, y dejándole vislumbrar aquellos hombros maravillosos y sensuales, y aquellas piernas magnánimas entre las que ella deseaba estar.

- ¿Tú también te has golpeado? –le preguntó de pronto Maca con una sonrisa que a Esther la dejó en estado de shock-.
- ¿Ehh? ¡Perdona! – “Diossssssss… ¿¿siempre me va a pillar babeando??”, pensó Esther y se repuso rápidamente-. Es que he subido por las escaleras y estoy un poco cansada, pero vamos… que voy a por el hielo, ¿la cocina por allí?
- Sí, sí… -Maca vio como se perdía Esther en la cocina y empezó a hablar de puro nervio, estaba tan sorprendida porque estuviera allí con ella-. Mira a ver si hay hielo, sino tráeme cualquier bolsa de congelado en un trapo… ¡Dios como duele! Menos mal que no parece roto, si ya me lo decía mi madre, que no hay que salir de la ducha empapado.

La verborrea de Maca se paró en seco cuando Esther volvió al salón. Su mirada era intensa, Maca notó como el pulso se le aceleraba con aquella mujer mirándola fijamente. Esther se sentó en la mesa de centro que había enfrente de donde ella estaba, Maca se quedó muda. Esther estaba guapísima con aquel suéter rojo y sus pantalones de paño negro. Su pelo volvía a caer rizado acariciando su cara, y Maca sentía una necesidad acuciante de acariciarla.

- ¡Dame el pie! –le ordenó Esther sin dejar de mirarla a los ojos-.

Maca se quedó idiotizada por el brillo de aquellos ojos, pero sin poder contenerse hizo lo que le pedía. La caricia de aquellas manos en su tobillo la hicieron apretar la espalda contra el sofá. “Diosss… no, no puede ser, no me hagas esto… concéntrate en el dolor”… pensaba Maca, pero no podía, por mucho que le doliera, la certeza de aquellas manos y aquella mujer superaban cualquier otro sentimiento o pensamiento. Esther dibujó una sonrisa visceral en su rostro.

- Te has dado un buen traspies, ¿siempre eres tan patosa? –le preguntó mientras colocaba el pie de Maca sobre su muslo y le aplicaba el hielo con cuidado-.
- No, creo que no… -dijo Maca con media sonrisa, pues la mirada de Esther la inquietaba-.
- Por lo que veo, te he pillado en la ducha -le dijo Esther-.

Y Maca echó un vistazo a lo que llevaba puesto. De pronto un inmenso calor se presenció en su piel dándose cuenta de la visión que tendría Esther de ella. Allí, con aquella pierna elevada y desnuda sobre aquel muslo que tan bien recordaba, y una toalla que apenas la cubría porque no había podido deshacer la caja que contenía su albornoz, por haberse pasado la mayor parte de la tarde hablando con Ana.

“Diosss que fácil me sería deslizar ahora mismo las manos por esta larguísima pierna…”… el rugido de Esther era inmenso, estaba convencida de que se le notaba en la cara, pero de nada serviría si Maca no era la que avanzaba.

- Sí, la verdad es que sí… ¡oh perdona! ¡Te estoy mojando el pantalón! –Maca trató de quitar el pie de encima de Esther, pero ésta apresó su pantorrilla con vehemencia-.

El escalofrío de Maca fue instantáneo, Esther se asustó y tras dejar la pierna de Maca sobre ella retiró el contacto.

- Por favor, déjala donde está, no importa y además podría ponerse peor si te mueves –le dijo Esther y se concentró en colocar nuevamente la bolsa de hielo sobre aquel tobillo que se moría por besar-. ¿Cómo va? ¿Mejor?

“Diosss… ¿cómo va a ir mejor, si no me está haciendo nada? ¡No ves que lo estoy derritiendo a marchas forzadas! Por Dios, que me deje levantarme y ponerme algo… sino me voy a morir”… pensaba Maca ruborizada.

- Si, mejor… -le contestó Maca y para cambiar de tema le preguntó-. Pensé que no podrías venir, ¿qué ha pasado?

“Qué me tienes comido el seso, eso es lo que ha pasado… y que como no me dejes apagar esta hoguera que creas en mí, me va a dar un yuyu”… le gritaba su deseo, pero evidentemente no podía decirlo.

- La cena con mis amigas terminó antes de lo que pensaba, espero que no te moleste que haya venido sin avisarte antes… -le dijo Esther-.
- ¡Oh claro que no! ¡Me alegro de que estés aquí! Aunque te tenga que tener como enfermera –la sonrisa de Maca se volvió tan afable como siempre-.

“Mierda… no… ablandándome otra vez nooo… joder”… se reprendió Esther, que no quería que Maca se le escapara con aquella táctica.

- ¡Soy realmente buena como enfermera! ¿Quieres hacer tú de doctora?

Sí, aquello era real. Esther soltó aquella frase en contra de todo pronóstico de cordura, el deseo que sentía dibujó en su sonrisa una picardía que Maca sólo había llegado a vislumbrar ligeramente.

“¿¿¿Comorrr???...” se agitó Maca. Aquella insinuación trepó hasta sus caderas dejándola temblando de expectación. Sin embargo, fue sentir la mano de Esther trepando por su pantorrilla desnuda la que hizo que un gemido sensual se escapara de su garganta.


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