La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
88
Pedro Wilson entró al salón, y se encontró
de nuevo a su hija sentada junto a la ventana, mirando. La tarde había
transcurrido agitada con tanta gente revoloteando alrededor de ellos, deseando
verla y saber de primera mano que estaba bien, pero Maca se había mostrado
ansiosa y no dejaba de mirar el reloj como si esperara a alguien, de hecho eso
era lo que hacía, esperar. Se quedó mirándola apenas un momento, aún le parecía
increíble que estuviera allí, con él… sin embargo algo le decía que ella había
cambiado irrevocablemente. Finalmente decidió interrumpir su soledad tras verla
bostezar un par de veces.
-
¿Por qué no te echas un rato? Se te ve agotada –le sugirió su padre acercándose
a ella-.
-
No tengo sueño –mintió, pues no tenía ninguna intención de acostarse
antes de ver a Esther-.
-
Pues lo disimulas fatal, cariño –le sonrió su padre cuando Maca se giró
para mirarlo por su respuesta-.
-
Quiero esperar a Esther –fue más sincera Maca esta vez-. ¿Seguro que no
te dijo una hora?
-
No cariño, sólo dijo que se pasaría más tarde. Quizá no ha podido venir,
quizá venga mañana pensando que ya es muy tarde –le sugirió Pedro viendo que ya
eran cerca de las nueve de la noche-.
Maca no le contestó, pero sabía que aquello
no podía ser. Esther había dicho que iría, así que volvió a dirigir la mirada a
la ventana sin hacer caso a su padre.
---
Esther llegó por fin a su destino. Detuvo el
vehículo frente a la casa y se quedó allí sentada, tamborileando nerviosamente
el volante sin decidirse a apagar el motor. No quería tener que enfrentarse a
aquello, quizá aún estaba a tiempo de dar marcha atrás, desaparecer de la faz
de la tierra sin dar explicaciones…
-
¡A quién quiero engañar! –suspiró Esther atajando las descabelladas
ideas que se le pasaban por la cabeza-. ¡Acabemos con esto!
Se ordenó a sí misma y apagó el motor aún
sin tener las fuerzas necesarias para salir del coche, pues las piernas le
temblaban. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, tratando de enumerar en
su mente todos los motivos por los que no podía desaparecer sin más, todas
aquellas razones que le rompían el corazón inexorablemente. Las recitó una y
otra vez, hasta que casi las creyó con fe ciega… abrió los ojos, y cogió fuerzas.
Sin más, salió del coche, y al mirar hacia la casa la puerta se abrió de golpe.
Ante ella, la imagen de Maca y su inmensa sonrisa, afligieron la mayor agonía
que Esther sintiera nunca. Hoy empezaba su infierno, y Maca estaba preciosa.
---
Por un segundo el tiempo, y todo lo que
altera a su paso, se detuvo. La miró a los ojos y no se dio cuenta de que
aguantaba el aire hasta que en el rostro de Esther se esbozó una tímida
sonrisa. La suya propia se ensanchó, seguida de sus piernas que empezaban a
recordar cual era su función, y corrieron hacia ella. Esther esquivó el coche y
también emprendió el camino en dirección a la casa. Maca no supo qué era
aquello que la estaba ahogando hasta que se abalanzó hacia sus brazos
bruscamente, en cuanto sintió el calor del cuerpo de Esther abrazando el suyo
empezó a llorar. Los nervios, el miedo y la incertidumbre que la habían
perseguido durante aquellos últimos meses escaparon de su garganta en forma de
sollozos.
-
Shhh…. Maca, no llores…. Por favor, no llores… -trataba de aplacar su
llanto Esther, con un nudo en la garganta que pugnaba por derrumbarla a ella
también allí mismo-.
-
No, no lloro…. Es sólo… son sólo los nervios… -le contestó Maca entre
sollozos que poco a poco se iban apagando-. Es que, aún no me puedo creer que todo
haya terminado… que todo haya salido bien… que estés aquí, conmigo. ¡Estaba tan
preocupada por ti!
Maca se separó de ella para mirarla. Sus
ojos brillaban con una adoración que Esther jamás hubiera creído que Maca le
profesara, las rodillas le fallaron apenas un instante, pero Maca no se dio
cuenta del dolor que aquel amor le estaba causando, pues atrapó la cara de
Esther entre sus manos y la besó dulce y apasionadamente haciendo caer a Esther
en un agujero negro de emociones. Todo empezó a temblar, las puertas firmemente
selladas estallaron como si alguien las hubiera reventado a patadas, y tuvo
miedo… miedo de flaquear, miedo de no ser capaz, miedo de cometer el error de
dejar que Maca la siguiera amando, arruinando así su vida. Con el aliento roto
y sintiéndose como si una apisonadora le pasara por encima, consiguió separar
los labios de los de Maca.
-
Maca… -la nombró Esther sin apenas reconocer su propia voz. Los ojos de
Maca se abrieron para prestarle atención-. Tenemos que hablar, en realidad soy
yo la que tiene algo que decirte.
-
Dime, ¿qué pasa? –le contestó Maca con el interrogante en los ojos-.
Esther echó un vistazo hacia la casa.
Seguramente Pedro Wilson estaría dentro, y la calle no era precisamente el
lugar más apropiado para aquello ahora que empezaba a anochecer, sin embargo,
la turbación y la debilidad que sentía sólo estando cerca de ella le dijo que
no era buena idea quedarse en un sitio privado y a solas junto a Maca como en
principio había pretendido. Ya no.
-
Aquí no… vayamos al parque –le sugirió Esther, y Maca la miró extrañada
pero aceptó-.
-
Sí, claro.
…
Desde la ventana Pedro Wilson vio como su
hija se montaba en el coche con Esther, petrificado ante lo que acababa de
presenciar sin esperárselo. Sabía hace mucho que lo que su hija sentía por
Nando no era lo mismo ni se acercaba a lo que él mismo había sentido por su
esposa, pero jamás imaginó que su hija fuera gay. ¡Gay! La sola idea le hizo
tomar asiento en el acto, y en su cabeza, el rechazo de Maca a casarse con
Nando aquella misma tarde cobraba sentido a pesar de no haber mencionado a otro
hombre cuando él le había preguntado por el motivo de su rechazo.
89
El parque estaba tan sólo a un par de
calles, sin embargo fueron en el coche. El silencio que se instauró de pronto
entre ellas al cerrar las puertas del vehículo creó un temor en Maca
inevitable, los fantasmas volvieron a hacer acto de presencia en aquel trayecto
que le pareció eterno. Esther detuvo el coche, y se dio cuenta de que había
apretado con tanta fuerza el volante para serenarse que cuando estuvo obligada
a soltarlo las palmas de sus manos estaban blancas, las frotó contra sus
vaqueros en un acto nervioso, se notaba la garganta seca y el aire parecía más
denso que hace apenas un instante, aún así sabía lo que tenía que hacer.
Maca se giró hacia ella, la espera estaba a punto
de hacerla chillar histéricamente, pero el miedo ponía barreras a su voz… no
quería saber, no quería escuchar lo que Esther quería decirle, algo iba mal. Aún
así…
-
Esther –la nombró-.
Esther se giró hacia ella con unas facciones
rotas que pronto recompuso con aquella frialdad autómata que confirmó sus
temores.
-
Maca, no he sido del todo sincera contigo -empezó a hablar Esther, y a
Maca se le cortó la respiración-. Cuando acepté tu caso, no fue sólo por echar
una mano a Cruz, tenía intereses personales y profesionales para hacerlo,
quería conseguir de nuevo el reingreso en la DMIT.
-
Pero… ¿qué estás diciendo? –Maca se rió nerviosa, no lograba procesar
aquel mensaje-.
-
Me fui del departamento por un motivo personal en realidad, y siempre
quise volver, pero las cosas eran muy complejas desde dentro, y sabía que
necesitaba un caso que fuera lo suficientemente importante para que me ayudara
a conseguir poner a prueba sus vulnerabilidades. El plan era demostrar que aún
me necesitaban, que desearan mi regreso… -continuó Esther su estudiado papel,
sin atender a las preguntas y a las emociones que iban surcando el rostro de
Maca, pues sabía que si se detenía, ya no podría hacerlo. Así que continuó creando
con sus palabras la inseguridad, el dolor, y la duda en ella, aprovechando su
desconcierto y la sorpresa-.
-
¡Estás de broma! … -A Maca se le congeló la sonrisa en el rostro al ver
los ojos inexpresivos de Esther sobre los suyos-. ¡No… no puedes estar hablando
en serio! –se agitó ante el silencio de Esther que no desmentía lo dicho-.
Maca se llevó una mano a la boca, mientras
lo que acaba de decirle Esther se repetía en su cabeza, tratando de asimilarlo.
-
¿Estás insinuando que todo esto? ¿El proyecto, llegar al consejo, nuestra
huída… ha sido todo un montaje? ¿Un plan preconcebido para qué? ¿Para qué tú
regreses a la DMIT ?
–Maca no podía creer ni una sola de sus conclusiones, sin embargo su tono
empezó a elevarse herida-.
-
Jamás imaginé que las cosas llegarían a ese extremo. Todo debería
haberse resuelto en el consejo, pero lo estropeé todo al besarte. Lo que vino
después fueron las consecuencias de mi “chapuza” y de tu talento –le dijo
Esther lanzando el primer cohete de destrucción hacia su corazón, que era el
suyo propio-.
Maca se giró de golpe, en su
cara había incredulidad, dolor. En sus ojos sin embargo, fuego volcánico que
empezaba a recalentarse en su interior a pasos agigantados.
-
¡¡Chapuza!! –repitió Maca la palabra sin apenas voz -. ¿Qué me
procesaran y tuviéramos que huir, o debería decir secuestrarme….
¡¡SECUESTRARME!! –gritó Maca ya fuera de sí, tenía ganas de matarla-, alejarme
de mi casa, de mi vida…. Me estás diciendo que todo lo que ha pasado, ha sido consecuencia
de una… de tu….“tu chapuza”? ¿ME TOMAS EL PELOOO??
-
¡Lo siento!
Y con aquellas palabras de disculpa, Esther
se obligó a no negar las conclusiones a las que Maca quisiera llegar.
-
¿QUÉ LO SIENTES? ¡¡¡ QUÉ LO SIENTES!!! –Maca la miró, y sintió tanto
dolor y tanta ira contra ella que estuvo a punto de agarrarla por el cuello y
obligarla a borrar cada una de sus palabras. Sin embargo, luchó con la manilla
de la puerta hasta que logró salir del coche a trompicones-.
Esther se pasó la mano por el rostro, las
manos le temblaban, sin embargo sabía que aún no había acabado.
“Tienes que hacerlo… ¡Dios mío!” –Esther
estuvo a punto de echarse a llorar, pero sabía que no podía-.
Abrió la puerta del vehículo. En cuanto Maca
la escuchó salir empezó a correr, no quería que Esther la viera llorar, ya no.
Esther corrió tras ella por instinto. ¿Y si le pasaba algo? ¿y si cometía
alguna de sus locuras? El desasosiego le hizo correr más rápido hasta que la
alcanzó y la detuvo cogiéndola por ambos brazos. Maca forcejeó con ella, y
Esther recibió cada uno de sus puñetazos y patadas como merecido castigo, el
dolor físico no era nada comparado con lo que llevaba dentro. Finalmente Maca
se derrumbó en sollozos hacia el suelo.
-
¿Y lo que hemos vivido? ¿También eso es una mentira? ¿Una más de tus
chapuzas? –empezó a preguntar Maca entre hipidos, con la esperanza de que
Esther dijera algo a lo que ella pudiera aferrarse, una explicación de esas que
sólo de ella se creería olvidándose de todo lo demás-.
A Esther las lágrimas contenidas le ahogaron
la garganta impidiéndole pronunciar palabra. El silencio ante sus preguntas
hicieron que a Maca se le helara la mirada y el llanto. El dolor nunca había
sido tan claro en su rostro, ni tampoco el odio en el que poco a poco se iba
transformando su mirada.
-
¡Entiendo! –susurró Maca, que luchó por ponerse de nuevo en pie-.
Esther no podía soportarlo, volvió a ir tras
ella.
-
Escúchame… -le pidió-.
-
Creo que ya lo has dejado bastante claro. ¡Dios! ¡Pero qué estúpida he
sido! Pensar que tú… que tú y yo… -Maca ni siquiera podía asimilar lo que se le
pasaba por la cabeza con aquellas revelaciones que acababa de hacer Esther-.
-
Maca, escúchame… –volvió a pedirle deteniéndola-. Lo que ha pasado entre
tú y yo, era real. Te aseguro que jamás imaginé que algo así ocurriría, pero de
un modo irracional se instauró entre nosotras una atracción que no supimos…
-Esther lo pensó mejor y se corrigió-… que yo no supe refrenar –los ojos de
ambas se encontraron, y Esther no pudo evitar que palabras a media verdad, se
escaparan de sus labios-. Lo que vivimos, ha sido para mí un regalo, algo que
ni en sueños hubiera imaginado, y aunque no me arrepiento, ahora sé que jamás
debí dejar que ocurriera, porque durante esos meses en los que estuvimos
aisladas hemos estado viviendo en un sueño, un sueño que quisiera que fuera
real, pero que no lo es, y ya no podemos seguir viviendo en él.
-
Sí, si podemos… será tan real como queramos que sea, podemos volver a
marcharnos, alejarnos tú y yo… podemos… -Maca se aferró a aquella puerta pese a
todo, haciendo oídos sordos al principio que había desencadenado aquella
discusión-.
-
Maca, no podemos -la atajó Esther, la esperanza que vio en los ojos de
Maca fue como un latigazo en sus maltrechas heridas. Algo que le hizo recordar
por qué no podía hacer aquello a medias-.
-
Pero, ¿por qué? ¿por qué no? –quiso saber Maca siendo ahora ella la que
la cogía por los brazos-.
Esther se puso rígida, sólo
necesitaba un dardo, el definitivo… lo suficientemente envenenado para infligir
el odio devastador que haría que Maca con el tiempo la borrara para siempre de su
vida. El odio que mataría todo aquello que hubo de hermoso y esperanzador en lo
que habían vivido juntas, allanando un terreno futuro para otra persona,
alguien que pudiera darle toda la felicidad que ella ya no podría.
-
¡Porque no quiero! –Maca retiró sus manos de ella como si le hubiera
dado calambre, aun así Esther decidió seguir clavando la daga, debía hacerlo-.
No es lo que he decidido, quiero volver al mundo real, al que pertenezco -Maca
la miraba como si no la conociera en absoluto y entonces Esther se lo dijo-.
Maca, lo que quería decirte es que vuelvo a ser el mando principal de la
DMIT. Lo siento, pero es lo que soy, es lo
que deseo.
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