martes, 20 de agosto de 2013

De Blanco y Negro a Color - 84 y 85 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
84

Ya salían por la puerta de la tienda cuando Laura y Esther caminaban a su encuentro. Maca sonrió nada más verlas, Esther caminaba hablando con Laura y a ella le pareció más seria de repente, en cuanto sus ojos se encontraron se olvidó de aquella sombra fugaz, pues la sonrisa de Esther se imprimió en su rostro causando tal efecto.

-         ¿Qué, ya habéis terminado de revolver la tienda? -les preguntó Esther en cuanto llegaron hasta ellas, tratando de dirigir la conversación-.
-         ¿Te sorprende? Parece que Eva tiene el complejo de pretty woman, no ha hecho más que pedir que le sacaran zapatillas para probárselas, han terminado hasta el moño de nosotras -le contestó Maca-. ¿Y vosotras, porqué has tardado tanto?

Laura miró de reojo a Esther, no estaba de acuerdo con lo que iba a hacer, pero aún así no dijo nada.

-         Se les quedó bloqueado el sistema informático y tuvimos que esperar a que lo resetearan. Por lo visto no nos podían dar el correo sin anotar en el sistema que lo habíamos substraído. Pero nada... todo bien -contestó Esther y luego volvió a hacer lo que mejor se le daba, tomar el control-. ¿Pero al final te has comprado las zapatillas o no?

Eva, dándose por aludida por la mirada que Esther le dirigió sonriente, alzó una bolsa triunfal  cual niña pequeña con su juguete.

-         ¡Son chulísimas! -anunció Eva-.
-         Jajaja... a ver... -le pidió Esther y Eva sacó de la bolsa las zapatillas captando la atención de todas-.

Tras dejar las compras y el correo en el coche, las cuatro decidieron que ya era hora de ir a cenar. Eligieron un asador de carnes, y entre vino y buen ambiente, prolongaron la sobremesa hasta casi las doce de la noche. Mientras paseaban por las calles del tranquilo pueblo hasta el pub, Maca no pudo evitar sentirse dichosa.

-         ¿Sabes una cosa? -le dijo Maca mientras caminaba de la mano de Esther-.
-         ¿Qué? -le contestó ella-.
-         Que es la primera vez que me siento así con alguien, que hago esto... -y al decir esto, alzó su mano entrelazada con la de Esther-.

Esther se giró a mirarla, y el brillo y la sonrisa ancha y clara que inundó la cara de Maca, hicieron que un nudo atroz le atenazara la garganta. De pronto no podía hablar.

-         ¿Estás bien? -a Maca no le fue difícil darse cuenta de que algo en ella iba mal-.
-         Sí, es sólo que... para mí también es la primera vez que me siento así con alguien. Maca, -esta vez detuvo sus pasos para poder decir lo que tenía que decirle-, eres lo más importante para mí. ¿Lo sabes, verdad?

La pequeña arruga de preocupación que había aparecido en la frente de Maca, se evaporó como una ilusión, en su lugar, una mirada cándida tiñó el momento. Apoyó una mano en el rostro de Esther y la acarició con infinito cariño.
-         Lo sé, tú también eres lo más importante para mí. Aunque sé que te cuesta creerlo -le susurró Maca, y luego no dejó que Esther pudiera negarlo pues las ganas que sentía por besarla eran mucho más urgentes que cualquier palabra-.

Desde aquel instante, un velo envolvió a las dos el resto de la noche, como si el mundo luchara a su alrededor y ellas fueran inmunes a su efecto, permanecieron juntas, ancladas por sus ojos y por sus brazos. Bailaron en silencio, se besaron, ni siquiera la cercanía de Laura y Eva pudo quebrantar el lazo necesitado que las unió aquella noche. Al llegar a casa hicieron el amor, no con aquella lujuria desenfrenada que la mayoría de las veces se apoderaba de ellas cuando sus juegos las vencían, sino con la certeza de tenerse y entenderse, que habían ganado en aquel escaso mes que habían pasado juntas, aisladas del mundo. Había tanto que dar, y tan poco tiempo... y con aquel pensamiento Esther se comprometió en entregarle todo a Maca aquella noche, con un nudo en la garganta que amenazaba con hacerla llorar de un momento a otro, y destilando en cada gota de aquel dulce sudor el amor que le profesaba, recorrió su piel durante horas, hasta que el cansancio las arrastró a un profundo sueño.

....
A la mañana siguiente, Maca abrió los ojos y se desperezó en la cama como siempre, pero pronto se percató de que Esther no estaba a su lado. Aquel hecho, sin poder explicar el motivo, la azoró... “Estará en el baño” se dijo, tratando de ser racional. Pero lo cierto era que Esther en un largo mes, jamás había salido de la cama sin darse antes los buenos días. Se vistió y salió de la habitación. Mientras caminaba por el pasillo, escuchó la voz de Esther y volvió a sonreír, la voz de Laura susurrante se mezcló con la de ella... estaban discutiendo algo a media voz. Sin darse cuenta Maca ralentizó el paso, y el corazón empezó a latirle más rápido.

-         Lo sé... ¿crees qué no lo sé?... -Esther parecía enfadada en su tono-. He dicho que yo me encargo de esto. Y no quiero que te entrometas, ¿estamos?
-         ¿Es una orden mi comandante? -Laura se puso seria y distante-.

Esther suspiró, claro que no era una orden, no podía ordenar nada y menos a ella que había sido la única amiga con la que había contado siempre. Agachó la mirada ante Laura, y ésta se acercó a consolarla.

-         Lo entenderá, tiene que entenderlo. Haz que lo entienda Esther, pero díselo -le aconsejó Laura en un susurro, y Esther asintió con resignación, pero ya era tarde. Maca estaba en el quicio de la puerta, esperando.

Esther alzó la mirada para corresponder el apoyo de Laura, y de pronto la vio, vio sus ojos llenos de mil preguntas sin respuesta, brillantes por el desconcierto. Su rostro desfigurado por el miedo, pero por algo más... la desilusión.

-         ¡Maca! -su nombre escapó de los labios de Esther como un jadeo-.

Laura se volvió sobresaltada. Estaba claro que también ella podía leer en el rostro de la joven aquellos sentimientos. Apretó un hombro a Esther y las dejó a solas. Durante un eterno instante ninguna de las dos dijo nada, ninguna de las dos se atrevió a dar un paso, hasta que el silencio se convirtió en algo peor a una tortura.

-         ¿Qué está pasando Esther? -le preguntó Maca al fin-.

Esther agachó la mirada tratando de tomar fuerzas, Maca miró como retorcía un trapo de cocina entre sus manos, y el miedo trepó con mayor fuerza por su vientre. “Algo va mal, muy mal” pensó. Finalmente Esther dejó el trapo sobre el banco de cocina, y se acercó hasta ella. Los ojos de Maca la interrogaban, pero sobre todo, estaban llenos de miedo. Esther no podía verla así, y sin darse cuenta, su necesidad de calmarla y de desear alejarla de todas aquellas preocupaciones que ella misma estaba sintiendo, hicieron que aquella consabida coraza de control se alzara entre las dos.

-         Anda ven... -le dijo dulcemente Esther tomándola de la mano para llevarla al salón, Maca sin embargo no parecía querer moverse hasta que Esther añadió-... te lo contaré todo, no es tan grave, no te asustes.

Y Esther, sentada en el sofá junto a Maca, se lo contó todo. Le contó cómo había puesto a Kate al frente para mover papeles burocráticos de suma importancia, de cómo habían conseguido obtener expedientes y datos incriminatorios sobre acciones anticonstitucionales de los que ni siquiera la DMIT saldría impune en caso de salir a la luz pública, de cómo había estado presionando a fin de conseguir un acuerdo con ellos para que la sentencia del consejo no tuviera que llevarse a cabo, y lo más importante de todo... le contó que el día anterior habían recibido un comunicado donde se fijaba la vista a puerta cerrada para tener una reunión de consenso que “jamás tendría lugar” de cara a efectos oficiales, es decir, una reunión secreta con el mando principal de la organización... su padre.

-         ¿Por qué no me lo dijiste anoche? -le recriminó Maca algo más tranquila-.
-         No quería preocuparte -le contestó Esther tomándole las manos-.
-         Ya estás otra vez con eso. Lo creas o no, no soy una niña, lo que me desespera es el no saber, no el que me digan con qué tengo que enfrentarme -se defendió Maca y esta vez Esther si pudo vislumbrar de nuevo aquel fuego rebelde en ella que hacía tanto que no veía-. No estoy hecha de papel, ¿sabes?

Esther no pudo evitar sonreír con el recuerdo de aquella Maca que parecía ya tan lejana.

-         De eso no tengo dudas -le contestó y la besó en los labios-.
-         Si crees que me vas a distraer con un par de besos, vas lista -le advirtió Maca aún centrada en lo que habían hablado-. Quiero ir contigo.
-         ¡NO! -Esther se puso seria de pronto, aquello no sería negociable-.
-         ¿Pero por qué no? Si tanto te preocupa verte con tu padre, yo quiero estar allí -dijo Maca-.
-         No vas a venir conmigo, y es algo innegociable. ¿Tienes idea de lo que pasaría si es una trampa? ¿La tienes? -Esther la cogió por los brazos, presa del miedo que le inspiraba aquella sola idea que podría significar perderla-.

Maca abrió mucho los ojos. Esther se dio cuenta que le estaba apretando con demasiada fuerza y aflojó sus manos.

-         ¿Crees que puede ser una trampa? -preguntó a media voz de pronto Maca, que no se había quedado parada por la reacción súbita de Esther sino por aquella sola idea. Si Esther tenía en mente que pudiera ser una trampa, es que la cosa era mucho más seria de lo que le había hecho creer-.

Esther leyó en sus ojos aquel interrogante oculto y suspiró.

-         No, no creo que sea una trampa, mi padre no se ofrecería a ello, pero no voy a arriesgarme en nada con esto, así que tengo que contemplar todas las posibilidades y eso significa que seguiremos el plan original previsto -le dijo Esther-
-         ¿Qué es? -quiso saber Maca-.
-         Que es que Laura y yo trazaremos un nuevo destino por si algo saliera mal y fuera una estratagema para hacernos salir de nuestro escondite. Eva, tú y ella os desplazaréis hasta él antes de que yo salga hacia España, si todo sale bien y hay acuerdo, me pondré en contacto con vosotras, si no hay acuerdo entonces me reuniré con vosotras en el nuevo destino en cuanto esté segura de que no pueden rastrearme. No voy a engañarte Maca, si eso ocurre, tendrás que dejar mucho tras de ti, no podrás volver a España. ¿Lo entiendes? -le preguntó Esther, y ahora todo su rostro expresaba la preocupación que sentía por aquella posibilidad, pues iban a jugar su última baza, y ella no estaba tan segura de que Maca pudiera asimilar una verdad tan dura como renunciar a su padre, al menos en unos largos años hasta que pudieran controlar los mensajes o poder hacer que se reunieran en algún punto neutro-.
-         Sí, lo entiendo. Pero quiero ir contigo.
-         Pues, ¡NO VENDRÁS! -le gritó Esther y salió de un salto del sofá, porque no estaba dispuesta a ceder con aquello y sabía muy bien que si trataba de razonar con Maca cuando se ponía tan cabezota, acabaría mintiéndose a sí misma y autoconvenciéndose de que podía trazar un plan en el que Maca podía acompañarla, y no estaba dispuesta a que lo que sentía por ella la pusiera una vez más en peligro, aquella vez no-.

85

Las siguientes dos semanas fueron un hervidero de actividad en la casa. Laura y Esther hablaban hasta altas horas de la mañana, discutían, hacían escapadas secretas dejando a Eva y a Maca al margen, esperando su vuelta en casa. Al principio trataron de permanecer juntas, Maca se contenía para no sacar el tema, y Esther se convencía de que podían separar el deber de lo personal, pero una palabra y todo saltaba por los aires en apenas un segundo. Maca se enfurecía porque la mantuviera al margen en algo que afectaba de lleno a su vida, y Esther se vestía de gris poniendo una barrera insondable entre las dos antes de que fuera demasiado tarde y las fuerzas que le quedaban no fueran suficientes para hacer lo que tenía que hacer. Dejaron de dormir juntas. Esther la observaba en la distancia y sabía que la estaba traicionando en cierto modo, Maca había confiado en ella, le había abierto puertas fuertemente cerradas y ahora ella no le permitía el mismo acceso a sus planes. “Lo entenderá, cuando termine todo... lo entenderá”, se decía en aquellos momentos tan duros de digerir, y volvía a sumirse en el plan, que repasaba una y otra vez, incansablemente. Nada podía salir mal, todo tenía que ser perfecto.

....
Hacía calor, y Eva se despertó para buscar un poco de agua. Cuando abrió los ojos comprobó que Laura no estaba en la cama, salió al pasillo y la buscó por la casa. Al mirar el reloj se dio cuenta de que tan sólo eran las siete de la mañana, no podía haber salido de casa tan pronto. El corazón se le disparó de repente, salió en busca de Maca y entró en su cuarto.

-         ¡Maca, despierta... vamos despierta! -le pidió-.
-         ¿Qué pasa? -le preguntó Maca nada más abrir los ojos-.
-         ¡Laura no está! -le dijo-.
-         ¡¡¿y Esther?!! -Maca se puso de pie como si tuviera un resorte-.
-         No lo sé, no me he atrevido a mirar en su habitación -Eva tenía miedo, y este apareció sin tapujos en sus ojos-. ¿Y si ya se han ido?

Maca sintió como si le hubieran espoleado con un hierro al rojo vivo, apartó a Eva de su camino, y salió corriendo hacia la habitación de Esther la cual abrió de golpe. Sin tan siquiera mirar, algo en su interior ya le había dado la respuesta antes siquiera de que fuera a comprobarla. ¡Se había ido! Todo empezó a darle vueltas... “No puede ser... no, no puede ser... Se suponía que nos teníamos que ir antes nosotras, no puede haber adelantado su viaje, no puede haberse ido sin despedirse”, el aire empezó a faltarle justo cuando Eva apareció tras ella y pudo sujetarla para que no cayera.

-         ¡Maca!... ¿estás bien?... ¡Maca!... -le gritó Eva, pero ella ya estaba muy lejos de allí. Sumida en el recuerdo de la sonrisa y los ojos castaños de Esther, arrepintiéndose de que su carácter y cabezonería la hubieran alejado de ella por puro orgullo, cuando debería haber estado aprovechando aquellas dos últimas semanas a su lado, entendiendo las razones que le había dado mil veces, no complicando más aún las cosas. Pero no, ella había hecho justo lo contrario y ahora... ¿Y si algo salía mal? ¿Y si no volvían a estar juntas?... Fue entonces, sumida en la posibilidad de perderla, cuando Maca terminó desmayándose incapaz de aceptar aquella realidad.

Fueron apenas unos minutos, pero bastó para que el corazón de Eva diera un vuelco atroz que la empujó a actuar de forma desesperada. Cuando Maca reaccionó a su bofetada, el aire inundó los pulmones de Eva como inyectado a presión. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

-         NO ... NO VUELVAS A HACERME ESTO... ¿ME OYES?... -le gritó Eva, a la que la situación la había desbordado por completo-. ¡¡¡¿Te crees qué eres la única que sufre?!!!... ¡no vuelvas a darme un susto como este! Yo no soy la fuerte... eso no estaba en nuestro contrato.... así que, deja de... de desmayarte, deja de huir, dejaaa de encerrarte y HAZZZZZ ALGOOOOO... no puedo ser siempre la optimista, ¿vale? ¡No puedoo!

Maca la observaba escupir aquello que llevaba tanto tiempo guardando dentro, la dejó desahogarse mientras volvía a tomar conciencia de donde estaba, y se acercó a ella cuando sus brazos dejaron de agitarse enfurecidos presa de la histeria y el llanto que le había supuesto primero darse cuenta de que Laura había salido a cumplir su misión sin decirle nada, y luego viendo como su amiga se desmayaba entre sus brazos sin previo aviso.

-         Shhh.. está bien... ya ha pasado. Todo va a ir bien, ¿de acuerdo? -la trató de tranquilizar Maca, aunque ella misma no se sentía nada tranquila. Finalmente consiguió que Eva dejara de llorar-
-         ¿Y qué hacemos ahora? -le preguntó Eva, en sus ojos aún se leía la esperanza que depositaba en que Maca supiera qué hacer-.
-         No lo sé, pero ni Esther ni Laura nos dejarían sin una explicación -aquel sentimiento hizo que Maca se pusiera en pie y empezara a recorrer la habitación con la mirada-.

Eva la observó.

-         ¿Qué buscas? -le preguntó  poniéndose también de pie -.
-         Tienen que haber dejado alguna nota, algo que lo explique -dijo Maca-.

Y de pronto algo llamó su atención, en la parte de la cama donde siempre dormía Maca cuando se quedaba con Esther había algo que antes nunca había estado, un jarrón con una flor silvestre que a Maca le había gustado especialmente cuando aún se veían a escondidas. Junto a la flor había una pequeña llave. Maca corrió hacia la mesita de noche y cogió la llave, parecía la típica de una maleta de viaje. Sin pensarlo miró hacia el armario, en lo alto estaba la maleta de Esther. Cogió una silla ante la mirada desconcertada de Eva y se subió en lo alto, bajó la maleta e introdujo la llave. Coincidía. Intercambió una mirada con Eva, y luego la abrió. Ambas se asomaron a ver el contenido, parecía estar vacía hasta que Maca tanteó el fondo.

-         Aquí hay algo -anunció Maca algo excitada, y Eva se arrimó más a ella. Forzó el fondo hasta que cedió y apareció ante sus ojos un pequeño portátil que Maca reconoció nada más tener en sus manos-. Lo utilizan los militares, está equipado con conexiones satélite.

Se sentó en la silla y abrió el portátil. En la pantalla apareció el mensaje que le solicitaba una clave.

-         ¡Está codificado! -exclamó Eva en un lamento-.

La cabeza de Maca empezó a rugir, tratando de encontrar el equilibrio hasta afinar los hilos de una habilidad que llevaba meses sin poder aplicar. “Vamos, vamos... no habría dejado esa llave si no quisiera que lo encontrara. La clave tiene que ser fácil... vamos”, y entonces lo supo, sin más, la clave tenía que ver con ella. “Tú eres lo más importante para mí”, las palabras de Esther retumbaron en su cabeza como si de un credo se tratara. Probó con su nombre, con su apellido, con sus siglas, con su fecha de nacimiento.... todo... y luego...  ahí estaba, la fecha en que se conocieron. El ordenador abrió sus ventanas, tenía acceso. En pleno centro del escritorio un icono decía... “PINCHA AQUÍ”, tan fácil y simple como eso, y Maca obedeció. La pantalla se llenó con la imagen de Esther, era un videomensaje.

“Esto no es fácil, pero... -Esther parecía un poco derrumbada por la situación-, pero espero que lo entiendas. Hubiera deseado que las últimas dos semanas que hemos pasado juntas antes de esta excursión, hubieran transcurrido de otro modo, pero entiendo tu enfado y no lo juzgo, sólo espero que tú también trates de comprenderme a mí -en aquel punto Esther clavó la mirada en la cámara-. ¡Maca, te quiero...! -a Maca se le puso un nudo en la garganta, ella también la quería, y por eso no podía entender porqué no había dejado que la acompañara, porqué asumía el peligro sola-... El plan del que te hablé, se ha puesto en marcha... lo he tenido que modificar, porque sé que jamás te hubieras marchado con Laura y Eva dejándome atrás,  así que era mejor que yo fuera la primera en empezar el viaje. Lo siento, te compensaré a mi vuelta, lo prometo -Esther trató de esbozar una sonrisa, pero se le notaba triste y acto seguido entendió el porqué-. Me hubiera encantado despedirme con un beso, pero así son las cosas. Bueno... -Esther hizo de tripas corazón-... vayamos a lo importante... -entonces la imagen de Esther cambió a aquella mujer resuelta que conoció la primera vez-. Laura volverá mañana. Hasta ese momento, Eva y tú tendréis que preparar algunas cosas, en el ordenador encontrarás un archivo con lo que necesito que hagas, ante todo nadie debe seguir vuestro rastro, confío en ti, nadie mejor que tú podría hacerlo -Esther sonrió, y Maca sintió cuánto la echaba de menos-....”

Eva y Maca escucharon el resto del mensaje que hablaba de algunas pautas y las tranquilizaba en cierto modo. Por lo visto Laura había ido con ella para dejarla en zona segura desde la que Esther viajaría hasta España, luego volvería a por ellas dos y las tres partirían hacia Amsterdam. En el archivo que mencionaba Esther en el video, encontró una serie de itinerarios aéreos, que Maca no tardó en descubrir para qué servían. Rápidamente empezó a calcular estadísticas, y combinaciones infinitagesimales de rutas imaginarias, que introdujo en la compañía aérea en la que viajarían creando así un rastro imposible de detectar para quien tratara de seguirlas. Luego prepararon el equipaje con las cosas que les pedía, borrando de la casa cualquier rastro que las ligara a ella,  minuciosamente. Nada podía quedar en la casa, nada que las atara a aquel sitio. A la mañana siguiente, Laura apareció como señalaba el plan. Eva se lanzó a sus brazos, primero la aporreó echándole en cara el susto de muerte que le había dado, luego la besó hasta que casi se ahogaron. Maca apartó la mirada, se alegraba por ellas, pero no podía dejar de pensar en Esther.

-         Tenemos que irnos -dijo Laura, y tras revisar que todo estuviera listo, cogió parte del equipaje y lo introdujo en el coche-.

Eva la siguió, Maca se tomó apenas un instante para despedirse de aquella casa que siempre llevaría en su memoria por ser el inicio de algo tan importante. Tras meter todo el equipaje en el coche, Laura la cogió del brazo.
-         Esto es para ti -le dijo Laura y le tendió una carta que estaba sellada-.

Maca la cogió y se dio cuenta de que le temblaban las manos, luego miró a Laura que le sonrió.

-         Todo va a ir bien, ella es la mejor, tranquila -le dijo, y se subió al coche donde Eva ya estaba sentada-.

Maca miró de nuevo el sobre y luego se subió al coche. En cuanto se pusieron en marcha lo abrió y leyó su contenido. Desde aquel momento nada que no fueran las palabras y promesas que Esther escribió en aquella carta por sorpresa, ocupó ya su pensamiento. Y se prometió a si misma, que cuando volviera a tenerla entre sus brazos, ya nunca la soltaría.

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