jueves, 29 de agosto de 2013

De Blanco y Negro a Color - 86 y 87 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
86

Esther tomó todas las precauciones posibles para llegar al lugar de encuentro. Durante cuatro días había cruzado diferentes rutas, se había trasportado en coche, en tren, en avión, a pie... todo le parecía insuficiente para borrar su rastro de partida. Al pasar la frontera española, no tardaron en ponerse en contacto con ella, tal y como esperaba. Un sobre anónimo le indicaba hora, día y lugar de encuentro, y para que no hubiera ninguna duda allí estaba... la letra de su padre. No, no podía ser una trampa. Sin embargo su tensión no disminuyó ni un ápice, aquel procedimiento no era el estándar, nunca enviarían al cargo más alto a hacer aquella negociación, ¿lo habría solicitado expresamente él? Y lo más importante, si así había sido, ¿por qué? Esther  no dejaba de darle vueltas en su cabeza, pero ya no importaba, estaba a punto de averiguarlo. Aparcó el coche y contempló la casa. Aquella misma casa que él había comprado para ellas hacía tantísimo tiempo. A Esther los recuerdos de aquella breve estancia en familia, en aquella pequeña casita de sierra, le encogieron el corazón. Él aún le llamaba princesa, para ella aún él era su héroe... luego todo cambió, su cargo cambió y con él su lugar de destino. Su madre y ella fueron arrastradas al mundo militar de forma mucho más estrecha, y sin darse cuenta creció, como lo hicieron sus habilidades, como lo hizo el ego y el orgullo de su padre. Nunca supo que fue mayor, si sus ganas de complacerlo o el orgullo que sentía él porque “aquella imagen” de sí misma, fuera su hija. Ya no importaba. Ahora sabía quién era ella de verdad, y que era lo más importante en su vida.

De pronto la figura de su padre salió al porche. A Esther le sorprendió que no fuera de uniforme, en su lugar lucía unos vaqueros y polo impecables, su cabello plateado hablaba de su edad, su porte decía todo lo contrario. En su rostro se dibujó una tímida sonrisa, y luego agitó la mano invitándola a acercarse. Esther respiró hondo, y salió del coche. Cuanto antes terminaran aquello, antes podría reencontrarse con Maca.

-         ¡Me alegro de verte! -le dijo su padre cuando la tuvo delante y sin previo aviso la abrazó-.

Esther se quedó desconcertada, pero al cabo de un instante, le devolvió el abrazo.

-         Me has tenido muy preocupado. En qué estabas pensando Esther, raptar a una procesada tras un consejo militar... ¿en qué estabas pensando..? -le susurró su padre sin soltarla. Realmente parecía... parecía preocupado-.

Al mirarlo a los ojos tras aquella inusitada muestra de afecto, Esther pudo ver los años reales en su padre, sólo aquello podía haber ocasionado la manifestación sincera de aquella debilidad en él.

-         Entremos, estamos solos, nadie se atrevería a molestarnos -le dijo su padre con autoridad, y Esther supo que llevaba razón. Nadie desobedecería una orden directa de su padre. Entró tras él-.

A pesar del propósito de terminar lo antes posible con aquello, Esther se encontró con que su padre no tenía ninguna prisa en abordarlo. En su lugar, y dado que se acercaba la hora de la comida, la invitó a ayudarlo en la cocina, una afición que también compartían. Así que entre los dos prepararon el almuerzo, simulando una familia que hacía mucho tiempo ambos habían descuidado y abandonado.

Tres horas más tarde, tiempo que emplearon para comer y ponerse estrictamente al día, llegó la hora del café y Esther no pudo esperar por más tiempo.

-         Creo que es hora de que abordemos el tema para el cual me has invitado,  ¿no te parece? -le dijo Esther sin más-.

Su padre dejó su taza a medio camino, y la miró. Sabía que no podía seguir alargando aquel encuentro, así que dejó la taza en la mesa y se enfrentó a su hija.

-         Está bien. ¿Qué es lo que pides para Macarena Wilson? -le preguntó su padre-.

Esther estuvo a punto de poner los ojos en blanco, estaba clarísimo lo que pedía.

-         Que borréis su expediente, que la dejéis volver a su vida y hagáis como que nada ha pasado. A cambio tendréis el proyecto por completo, sin limitaciones, con todo su potencial. Podéis hacer lo que queráis con él, convertirlo en armamento, lo que queráis, os daremos el proyecto sin censura -le dijo Esther-.

Su padre se tomó un instante antes de contestarle.

-         Sabes que lo que me pides no es posible. No podemos hacer como si no hubiera pasado nada, no podemos borrar que ya ha sido procesado su caso. Lo sabes muy bien -le dijo su padre, y era cierto, Esther lo sabía pero aún tenía aquella baza guardada-.
-         Entonces no la tendréis a ella, ni tampoco al proyecto. En su lugar os encontraréis con un escándalo y con tener que dar explicaciones no sólo ante el consejo, sino en los tribunales -le dijo Esther fríamente e hizo ademán de levantarse-.
-         ¿A dónde vas? ¡Espera! -le pidió su padre, y Esther se sorprendió de que no hubiera autoridad ni ira en su tono tras haberlo amenazado. Volvió a sentarse -. ¿Tan importante es ella para ti?

Esther se removió ante aquella pregunta tan íntima, pero no lo dudó, clavó su mirada en él.

-         Es lo ÚNICO importante para mí -recalcó Esther con decisión-.

Su padre la observó un instante, luego agachó la mirada.

-         Entiendo -susurró antes de volverse a enfrentar a ella-. Esther, escúchame, y trata de entender lo que voy a decirte porque es la única posibilidad de salida que puedo servirte en la situación en la que te has metido.

Esther se inquietó tras aquellas palabras. ¿Acaso algo se le había escapado?

-         Te escucho -le dijo, apremiándolo por querer conocer cuanto antes que estaba pasando-.
-         No van a borrar su expediente, te lo dije, la quieren a ella... no importa lo que tengas entre manos, han baremado el escándalo y han hecho pactos, las comunicaciones están cerradas y censuradas, retirarán el material que tienes nada más pise la calle. Han decretado un F666 ¿Entiendes de lo que estoy hablando? -y Esther asintió, aquello no se hacía desde... desde... ¿el franquismo?, su padre sólo podía haber escogido aquellas palabras para insinuarle algo como aquello-. Sólo hay una forma de que Maca pase de nuevo al anonimato, sólo una.
-         ¿Cual? -preguntó Esther, estaba harta de rodeos, necesitaba tener toda la información para tomar decisiones, los planes habían cambiado tras aquello-.
-         Que tú estés dentro -le dijo su padre-.

Y Esther abrió tanto los ojos que casi se le salieron de las órbitas... “Quiere que vuelva...” pensó. Por eso era él en persona quien había concertado la reunión, por eso aquella casa, por eso toda aquella pantomima de simular de nuevo ser parte de una familia. Lo único que él quería era que ella volviera, o ella o Maca, ese era el trato que le estaba ofreciendo.

Enfurecida se puso en pie, su padre la siguió y la tomó del brazo.

-         Escúchame Esther -le pidió-.
-         No puedo creer que hayas montado todo esto pensando que aceptaría un chantaje como este -le espetó ella, pero no pudo zafarse de sus manos, pues para ello tendría que hacerle daño y no quería-.
-         Escúchame... me estás mal interpretando. No es ningún chantaje, te ofrezco la única posibilidad limpia y segura de poder mantenerla a salvo. ¿Te crees qué esto es fácil para mí? ¡Eres mi hija, por el amor de Dios! -le espetó su padre y Esther volvió a mirarlo-.

Su padre la soltó en cuanto obtuvo su atención.

-         Me han nombrado alto mando del departamento, y estoy haciendo limpieza. Desde que dejaste la unidad han habido muchas irregularidades, cosas que hacen que me avergüence de oficiales que antes consideraba amigos míos. Tienes que volver, no sólo porque te convertirías en la segunda al mando y harías desaparecer su expediente tú misma, sino porque hay mucha gente como ella que te necesita. Necesito que hagas desde dentro el trabajo que estabas haciendo fuera, aunque te lo niegues a ti misma, en el fondo sabes cuál es tu deber. La unidad no siempre fue así, no tiene que ser así, y lo sabes. Nadie tiene porque ser prisionero de su propio país, tú y yo podemos conseguirlo, pero no si no estás dentro, no si no te tengo a ti para entregar al consejo a la comandante Mendoza.

A Esther se le aceleró el corazón. ¿Elisa estaba al mando? No podía creerlo, ¿cuándo? ¿cómo? Aquella mujer era una vergüenza no sólo para el cuerpo, sino para el país entero. Ruin, manipuladora, despiadada y carente de ética. En parte, por ella, había salido del cuerpo.

-         He recopilado suficiente información para no sólo cesarla sino también para expulsarla del cuerpo, pero no puedo hacerlo sin tener una candidata que ellos aceptaran en su lugar. Las cosas están bastante tensas a nivel político dentro de nuestras filas, y la unidad del DMIT se ha vuelto “imprescindible”, ni te imaginas la presión que hay dentro. Por eso me han dado el cargo, por eso no van a soltar la presa sobre Macarena, y menos ahora que es una fugitiva, por eso te pido... te ruego, que consideres volver. Piénsalo Esther, sé que puedes ocultarla indefinidamente, que podéis huir sin dejar rastro... en eso, superaste con creces al maestro -y su padre esbozó una triste sonrisa, él había sido su maestro pensó ella mientras lo escuchaba-, pero ¿de verdad quieres eso para ella? ¿que renuncie a los suyos? ¿que viva tan aislada como lo haría entrando en el programa de la DMIT? ¿para eso tanto esfuerzo, para darle una vida a medias?

Y allí, su padre, la obligó a enfrentarse a aquellas dudas, a aquellos miedos atroces que llevaban atormentándola desde que habían puesto fecha a ese encuentro. Todas  las preguntas que ella mil veces se había hecho y apartado apresuradamente de su cabeza cada vez que tenía a Maca frente a sí, porque egoístamente la quería a su lado, y no quería pensar en que un día, tal vez, después de mucho tiempo quizá, le reprochara que la hubiera arrastrado a aquel exilio, a aquella situación ilegal que le impediría volver a su país por enfrentarse a su condena.

-         No me dejarían volver -dijo Esther sin pensar lo que aquel pensamiento en voz alta ya de por sí significaba-.

Su padre sin embargo esbozó una sonrisa esperanzada.

-         Te equivocas, ya lo han hecho. Desean que estés dentro, tanto que han entregado esto para que vieras que van en serio -le dijo de pronto su padre, y sobre la mesa colocó un pendrive-.

Esther lo miró sin atreverse a cogerlo. Luego miró a su padre.

-         ¿Qué es? -le preguntó, aunque las rodillas empezaron a flaquearle ante la presión que veía avecinarse tras su respuesta-.
-         Todo lo referente a Macarena Wilson, su expediente, los videos de sus seguimientos, su identidad, la resolución del caso, absolutamente todo.... no hay copias, no hay nada, sólo ese pendrive y el archivo que guarda el propio DMIT, un archivo que sólo tú podrías destruir, desde dentro, como jefa al mando del departamento -le contestó su padre-.

Todo empezó a darle vueltas, y por primera vez le importó un bledo no mantenerse entera y erguida. Se dejó caer en el sofá abrumada por el giro inesperado de la situación. Jamás se le hubiera ocurrido pensar que querrían su regreso, las veces que había habido una readmisión se podían contar con los dedos de las manos, al menos las que ella sabía. Sin embargo, hablaban en serio. Aquello no podía ser un farol, de pronto sintió la necesidad de comprobarlo... se levantó súbitamente y cogió el pendrive, había visto un portátil en el escritorio del salón. Se encaminó a él sin decir nada, su padre la siguió y le dijo la clave de acceso antes incluso de que ella la preguntara. Entonces se volcaron los datos... allí estaba. Todo estaba en aquel archivo, estuvo tentada de formatearlo y que desapareciera allí mismo, pero entonces se dio cuenta de que el portátil podía estar pinchado, no iba a arriesgarse, sacó el pendrive y luego se metió en la programación del sistema borrando todo seguimiento de aquella acción bajo la atenta mirada de su padre. Cuando se giró, en sus ojos no vio ira ni rencor por su desconfianza hacia la posibilidad de que él la traicionara, sólo orgullo y silencio. Un silencio que compartirían durante las dos próximas horas que Esther necesitó para procesar todo en su cabeza.

87

Amsterdam.

Un mes. Había pasado todo un mes y la única noticia que habían recibido de Esther era un telegrama anunciando que todo iba bien y que pronto podrían regresar a España. Al principio, a Maca le resultó tan extraño que Esther simplemente enviara aquel mensaje que hizo remover a Laura todos sus contactos en busca de algún cabo suelto, de aquello hacía ya dos semanas y ninguna fuente parecía indicar que hubiera algún peligro. No había habido trampa, no era un telegrama que Esther hubiera escrito bajo presión por la DMIT para localizarlas... era tal cual era: “todo está bien. Pronto regresareis a España. Yo contacto”. Maca se detuvo a tomar un poco de aire apoyada en una farola, no había dejado de correr, cada día, la misma rutina enfermiza. Haciendo kilómetros y kilómetros con tal de calmar aquella ansia que crecía en ella hasta asfixiarla, tratando de vaciar su cabeza como mil veces le había enseñado Esther al aire libre mientras hacían sus ejercicios matutinos. Parecía que habían pasado mil años, y sólo había sido un mes, todo un mes devastador para ella por la falta de comunicación, la impotencia que sentía y sobretodo por no tenerla cerca, no saber cómo estaba. El corazón de nuevo empezó a dolerle con aquel último pensamiento, así que volvió a poner sus zapatillas en marcha. Correr era mejor que pensar, lo lamentable era, que su cabeza parecía ir más deprisa que sus pies y cada día aquella presión aumentaba.

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Madrid

-         Eso es todo. Pueden irse -anunció Esther a los oficiales que estaban reunidos con ella-.

Todos se pusieron en pie, la saludaron y se pusieron firmes, para luego salir de la sala. Todos excepto Esther que necesitaba estar a solas aunque fuera unos minutos. Todo estaba yendo tan rápido. La destitución y expulsión de Elisa, su propia incorporación al cuerpo, las reuniones, las montañas de descontrol e irregularidades sobre su mesa. Los problemas legales que estaba afrontando el departamento. No, su padre no había mentido, alguien tenía que reconducir todo aquello, y ahora entendía porqué la comitiva había aprobado en pleno aquel pacto tal inusual: renunciar a una pieza tan valiosa como Macarena Wilson, a cambio de obtener otra mucho más valiosa en aquellos momentos para ellos, ella misma. Aquella misma noche saldría hacía Alemania en asunto oficial, había tanto trabajo que hacer que el tiempo era escaso, al igual que sus horas de sueño, pero nada de eso importaba. Lo único que ella quería era resolver las cosas cuanto antes para que Laura, Eva y sobretodo Maca, pudieran quedar libres de todo aquello. El precio le parecía insignificante cuando pensaba en regresarles sus vidas. Con aquel pensamiento se puso en pie, el trabajo era mucho mejor que pararse a pensar en lo que tendría que decirle a Maca cuando consiguiera atar legalmente toda cuestión referente a su caso y a su vida, pues había creado un contrato blindado que alejaría al cuerpo de ella para siempre, y pronto todo quedaría firmado y sellado.  Aquel era el único consuelo que hallaba Esther cuando volvía a casa y se dejaba caer en la cama, sola. Hasta que de pronto el recuerdo de Maca en sus brazos reaparecía recordándole a lo que había renunciado y el llanto era el único que conseguía vencerla hora tras hora hasta dejarla dormida.
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Dos meses después

Maca estaba como loca porque la señal de los cinturones de seguridad del avión se apagara y aquellas puertas se abrieran de una vez por todas. Hacía  algo más de una semana que Esther les había enviado la documentación de la resolución, la cual anulaba no sólo su incorporación a la DMIT y la condena por su deserción, sino que le concedía libertad de investigación sin llamamiento, algo que antes de conocer la existencia del DMIT creía tener por derecho y que después de lo vivido sabía que era mejor tener por escrito para poseerlo realmente. Junto a aquella documentación había adjuntado tres billetes de avión con una fecha ya cerrada, una carta explicando que las recogerían en el aeropuerto y un móvil con una nota para Maca. Cuando Maca leyó lo que decía no podía creérselo, abrió el móvil cuya batería venía cargada y pulsó la tecla que se le indicaba. Al tercer tono la voz de su padre inundó cada parte de su cuerpo. Estuvieron hablando durante horas, aquello era real, volvería a casa, volvería a verlo a él pero también volvería a estar con Esther, esa era la razón por la que le martirizaba aquella espera.

Salió de la cabina seguida de Laura y Eva, se detuvo en las cintas a esperar el equipaje con tal tic nervioso en las piernas, que ambas le sonrieron y le dijeron que fuera saliendo mientras ellas se ocupaban de recoger las maletas, a lo que Maca no opuso queja. Salió de la terminal y empezó a buscar entre las familias que esperaba a los recién llegados, había mucha gente, pero entonces vio el pelo cano de su padre y empezó a dirigir sus pasos hacia él con prisa, hasta que divisó junto a él a Cruz y a Nando, y la culpabilidad de pensar que ni siquiera  se le había pasado por la cabeza que él fuera a recogerla la atizó como un gran mazo ralentizando sus pies.
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En cuanto la vieron, los tres se apresuraron hasta ella. Pedro Wilson atrajo hacia sí a su hija y la envolvió en un abrazo posesivo y desesperado. Aquella separación, aquel desasosiego por temor a perderla había sido una verdadera tortura, algo que su aspecto físico, más delgado y de repente más mayor, reflejaba claramente.

-         Ohhh Dios mío, estás bien, estás bien... -repetía mientras seguía abrazándola y besándola-. Creí que te perdería, y no hubiera podido soportarlo... a tu madre y a ti, no, no podría.
-         Estoy aquí papá... todo ha ido bien -le susurró Maca mientras ambos lloraban abrazados sin que nadie se atreviera a irrumpir aquel momento-.
-         Si, ya ha pasado -se recordó Pedro tratando de recomponerse, y al mirar a su hija devolverle una sonrisa, se tranquilizó al fin-.
-         Cariño, cómo me alegro de verte -le dijo Cruz cuando llegó su turno para abrazarla-.
-         Y yo Cruz, y yo -le respondió ella-.

Eva y Laura aparecieron en aquel instante, y Pedro achuchó a Eva como si de su propia hija se tratara, también a Laura le dio un gran abrazo y le agradeció repetidas veces que hubiera cuidado de ellas. Y mientras Cruz recibía a Eva y a Laura, Maca se quedó quieta frente a Nando que no podía dejar de mirarla con cara de no poder creerlo.

-         Me has dado un susto de muerte -pronunció él y antes de que Maca pudiera decir nada, sintió como sus brazos tiraban de ella y como sus labios la besaban-.

Maca no pudo reaccionar, y se quedó allí tiesa recibiendo aquel beso que despertaba toda la culpabilidad que racionalmente ella misma había reprimido sentir cuando escogió que su vida tomaría un rumbo distinto a la de él.
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Esther estaba en su despacho, descolgó el auricular y una voz le dijo “han llegado”, no hizo falta más, un temblor en las piernas le hizo volver a sentarse.

-         ¿Necesita algo más, comandante? -le preguntó aquella voz-.
-         No, eso era todo... retírense, déjenles solos -les ordenó ella mientras su cabeza luchaba por mantenerse centrada-.
-         Como usted mande, comandante.

Y acto seguido colgaron el teléfono. Cerró los ojos, y trató de serenarse. Pronto tendría que hacer algo que no sabía si podía.

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