La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
86
Esther tomó todas las precauciones posibles
para llegar al lugar de encuentro. Durante cuatro días había cruzado diferentes
rutas, se había trasportado en coche, en tren, en avión, a pie... todo le
parecía insuficiente para borrar su rastro de partida. Al pasar la frontera
española, no tardaron en ponerse en contacto con ella, tal y como esperaba. Un
sobre anónimo le indicaba hora, día y lugar de encuentro, y para que no hubiera
ninguna duda allí estaba... la letra de su padre. No, no podía ser una trampa.
Sin embargo su tensión no disminuyó ni un ápice, aquel procedimiento no era el
estándar, nunca enviarían al cargo más alto a hacer aquella negociación, ¿lo
habría solicitado expresamente él? Y lo más importante, si así había sido, ¿por
qué? Esther no dejaba de darle vueltas en
su cabeza, pero ya no importaba, estaba a punto de averiguarlo. Aparcó el coche
y contempló la casa. Aquella misma casa que él había comprado para ellas hacía
tantísimo tiempo. A Esther los recuerdos de aquella breve estancia en familia,
en aquella pequeña casita de sierra, le encogieron el corazón. Él aún le
llamaba princesa, para ella aún él era su héroe... luego todo cambió, su cargo
cambió y con él su lugar de destino. Su madre y ella fueron arrastradas al
mundo militar de forma mucho más estrecha, y sin darse cuenta creció, como lo
hicieron sus habilidades, como lo hizo el ego y el orgullo de su padre. Nunca
supo que fue mayor, si sus ganas de complacerlo o el orgullo que sentía él
porque “aquella imagen” de sí misma, fuera su hija. Ya no importaba. Ahora sabía
quién era ella de verdad, y que era lo más importante en su vida.
De pronto la figura de su padre salió al
porche. A Esther le sorprendió que no fuera de uniforme, en su lugar lucía unos
vaqueros y polo impecables, su cabello plateado hablaba de su edad, su porte
decía todo lo contrario. En su rostro se dibujó una tímida sonrisa, y luego
agitó la mano invitándola a acercarse. Esther respiró hondo, y salió del coche.
Cuanto antes terminaran aquello, antes podría reencontrarse con Maca.
-
¡Me alegro de verte! -le dijo su padre cuando la tuvo delante y sin
previo aviso la abrazó-.
Esther se quedó desconcertada, pero al cabo
de un instante, le devolvió el abrazo.
-
Me has tenido muy preocupado. En qué estabas pensando Esther, raptar a
una procesada tras un consejo militar... ¿en qué estabas pensando..? -le
susurró su padre sin soltarla. Realmente parecía... parecía preocupado-.
Al mirarlo a los ojos tras aquella inusitada
muestra de afecto, Esther pudo ver los años reales en su padre, sólo aquello
podía haber ocasionado la manifestación sincera de aquella debilidad en él.
-
Entremos, estamos solos, nadie se atrevería a molestarnos -le dijo su
padre con autoridad, y Esther supo que llevaba razón. Nadie desobedecería una
orden directa de su padre. Entró tras él-.
A pesar del propósito de terminar lo antes
posible con aquello, Esther se encontró con que su padre no tenía ninguna prisa
en abordarlo. En su lugar, y dado que se acercaba la hora de la comida, la
invitó a ayudarlo en la cocina, una afición que también compartían. Así que
entre los dos prepararon el almuerzo, simulando una familia que hacía mucho
tiempo ambos habían descuidado y abandonado.
Tres horas más tarde, tiempo que emplearon
para comer y ponerse estrictamente al día, llegó la hora del café y Esther no
pudo esperar por más tiempo.
-
Creo que es hora de que abordemos el tema para el cual me has
invitado, ¿no te parece? -le dijo Esther
sin más-.
Su padre dejó su taza a medio camino, y la
miró. Sabía que no podía seguir alargando aquel encuentro, así que dejó la taza
en la mesa y se enfrentó a su hija.
-
Está bien. ¿Qué es lo que pides para Macarena Wilson? -le preguntó su
padre-.
Esther estuvo a punto de poner los ojos en
blanco, estaba clarísimo lo que pedía.
-
Que borréis su expediente, que la dejéis volver a su vida y hagáis como
que nada ha pasado. A cambio tendréis el proyecto por completo, sin
limitaciones, con todo su potencial. Podéis hacer lo que queráis con él,
convertirlo en armamento, lo que queráis, os daremos el proyecto sin censura
-le dijo Esther-.
Su padre se tomó un instante antes de
contestarle.
-
Sabes que lo que me pides no es posible. No podemos hacer como si no
hubiera pasado nada, no podemos borrar que ya ha sido procesado su caso. Lo
sabes muy bien -le dijo su padre, y era cierto, Esther lo sabía pero aún tenía
aquella baza guardada-.
-
Entonces no la tendréis a ella, ni tampoco al proyecto. En su lugar os
encontraréis con un escándalo y con tener que dar explicaciones no sólo ante el
consejo, sino en los tribunales -le dijo Esther fríamente e hizo ademán de
levantarse-.
-
¿A dónde vas? ¡Espera! -le pidió su padre, y Esther se sorprendió de que
no hubiera autoridad ni ira en su tono tras haberlo amenazado. Volvió a
sentarse -. ¿Tan importante es ella para ti?
Esther se removió ante aquella pregunta tan
íntima, pero no lo dudó, clavó su mirada en él.
-
Es lo ÚNICO importante para mí -recalcó Esther con decisión-.
Su padre la observó un instante, luego
agachó la mirada.
-
Entiendo -susurró antes de volverse a enfrentar a ella-. Esther,
escúchame, y trata de entender lo que voy a decirte porque es la única posibilidad
de salida que puedo servirte en la situación en la que te has metido.
Esther se inquietó tras aquellas palabras.
¿Acaso algo se le había escapado?
-
Te escucho -le dijo, apremiándolo por querer conocer cuanto antes que
estaba pasando-.
-
No van a borrar su expediente, te lo dije, la quieren a ella... no
importa lo que tengas entre manos, han baremado el escándalo y han hecho
pactos, las comunicaciones están cerradas y censuradas, retirarán el material
que tienes nada más pise la calle. Han decretado un F666 ¿Entiendes de lo que
estoy hablando? -y Esther asintió, aquello no se hacía desde... desde... ¿el
franquismo?, su padre sólo podía haber escogido aquellas palabras para
insinuarle algo como aquello-. Sólo hay una forma de que Maca pase de nuevo al
anonimato, sólo una.
-
¿Cual? -preguntó Esther, estaba harta de rodeos, necesitaba tener toda
la información para tomar decisiones, los planes habían cambiado tras aquello-.
-
Que tú estés dentro -le dijo su padre-.
Y Esther abrió tanto los ojos que casi se le
salieron de las órbitas... “Quiere que vuelva...” pensó. Por eso era él en
persona quien había concertado la reunión, por eso aquella casa, por eso toda
aquella pantomima de simular de nuevo ser parte de una familia. Lo único que él
quería era que ella volviera, o ella o Maca, ese era el trato que le estaba
ofreciendo.
Enfurecida se puso en pie, su padre la
siguió y la tomó del brazo.
-
Escúchame Esther -le pidió-.
-
No puedo creer que hayas montado todo esto pensando que aceptaría un
chantaje como este -le espetó ella, pero no pudo zafarse de sus manos, pues
para ello tendría que hacerle daño y no quería-.
-
Escúchame... me estás mal interpretando. No es ningún chantaje, te
ofrezco la única posibilidad limpia y segura de poder mantenerla a salvo. ¿Te
crees qué esto es fácil para mí? ¡Eres mi hija, por el amor de Dios! -le espetó
su padre y Esther volvió a mirarlo-.
Su padre la soltó en cuanto obtuvo su
atención.
-
Me han nombrado alto mando del departamento, y estoy haciendo limpieza.
Desde que dejaste la unidad han habido muchas irregularidades, cosas que hacen
que me avergüence de oficiales que antes consideraba amigos míos. Tienes que
volver, no sólo porque te convertirías en la segunda al mando y harías
desaparecer su expediente tú misma, sino porque hay mucha gente como ella que
te necesita. Necesito que hagas desde dentro el trabajo que estabas haciendo
fuera, aunque te lo niegues a ti misma, en el fondo sabes cuál es tu deber. La
unidad no siempre fue así, no tiene que ser así, y lo sabes. Nadie tiene porque
ser prisionero de su propio país, tú y yo podemos conseguirlo, pero no si no
estás dentro, no si no te tengo a ti para entregar al consejo a la comandante
Mendoza.
A Esther se le aceleró el corazón. ¿Elisa
estaba al mando? No podía creerlo, ¿cuándo? ¿cómo? Aquella mujer era una
vergüenza no sólo para el cuerpo, sino para el país entero. Ruin, manipuladora,
despiadada y carente de ética. En parte, por ella, había salido del cuerpo.
-
He recopilado suficiente información para no sólo cesarla sino también
para expulsarla del cuerpo, pero no puedo hacerlo sin tener una candidata que
ellos aceptaran en su lugar. Las cosas están bastante tensas a nivel político
dentro de nuestras filas, y la unidad del DMIT se ha vuelto “imprescindible”,
ni te imaginas la presión que hay dentro. Por eso me han dado el cargo, por eso
no van a soltar la presa sobre Macarena, y menos ahora que es una fugitiva, por
eso te pido... te ruego, que consideres volver. Piénsalo Esther, sé que puedes
ocultarla indefinidamente, que podéis huir sin dejar rastro... en eso,
superaste con creces al maestro -y su padre esbozó una triste sonrisa, él había
sido su maestro pensó ella mientras lo escuchaba-, pero ¿de verdad quieres eso
para ella? ¿que renuncie a los suyos? ¿que viva tan aislada como lo haría
entrando en el programa de la
DMIT ? ¿para eso tanto esfuerzo, para darle una vida a medias?
Y allí, su padre, la obligó a enfrentarse a
aquellas dudas, a aquellos miedos atroces que llevaban atormentándola desde que
habían puesto fecha a ese encuentro. Todas
las preguntas que ella mil veces se había hecho y apartado
apresuradamente de su cabeza cada vez que tenía a Maca frente a sí, porque
egoístamente la quería a su lado, y no quería pensar en que un día, tal vez,
después de mucho tiempo quizá, le reprochara que la hubiera arrastrado a aquel
exilio, a aquella situación ilegal que le impediría volver a su país por
enfrentarse a su condena.
-
No me dejarían volver -dijo Esther sin pensar lo que aquel pensamiento
en voz alta ya de por sí significaba-.
Su padre sin embargo esbozó una sonrisa
esperanzada.
-
Te equivocas, ya lo han hecho. Desean que estés dentro, tanto que han
entregado esto para que vieras que van en serio -le dijo de pronto su padre, y sobre
la mesa colocó un pendrive-.
Esther lo miró sin atreverse a cogerlo.
Luego miró a su padre.
-
¿Qué es? -le preguntó, aunque las rodillas empezaron a flaquearle ante
la presión que veía avecinarse tras su respuesta-.
-
Todo lo referente a Macarena Wilson, su expediente, los videos de sus
seguimientos, su identidad, la resolución del caso, absolutamente todo.... no
hay copias, no hay nada, sólo ese pendrive y el archivo que guarda el propio
DMIT, un archivo que sólo tú podrías destruir, desde dentro, como jefa al mando
del departamento -le contestó su padre-.
Todo empezó a darle vueltas, y por primera
vez le importó un bledo no mantenerse entera y erguida. Se dejó caer en el sofá
abrumada por el giro inesperado de la situación. Jamás se le hubiera ocurrido
pensar que querrían su regreso, las veces que había habido una readmisión se
podían contar con los dedos de las manos, al menos las que ella sabía. Sin
embargo, hablaban en serio. Aquello no podía ser un farol, de pronto sintió la
necesidad de comprobarlo... se levantó súbitamente y cogió el pendrive, había
visto un portátil en el escritorio del salón. Se encaminó a él sin decir nada,
su padre la siguió y le dijo la clave de acceso antes incluso de que ella la
preguntara. Entonces se volcaron los datos... allí estaba. Todo estaba en aquel
archivo, estuvo tentada de formatearlo y que desapareciera allí mismo, pero
entonces se dio cuenta de que el portátil podía estar pinchado, no iba a
arriesgarse, sacó el pendrive y luego se metió en la programación del sistema
borrando todo seguimiento de aquella acción bajo la atenta mirada de su padre.
Cuando se giró, en sus ojos no vio ira ni rencor por su desconfianza hacia la
posibilidad de que él la traicionara, sólo orgullo y silencio. Un silencio que
compartirían durante las dos próximas horas que Esther necesitó para procesar
todo en su cabeza.
87
Amsterdam.
Un mes. Había pasado todo un mes y la única
noticia que habían recibido de Esther era un telegrama anunciando que todo iba
bien y que pronto podrían regresar a España. Al principio, a Maca le resultó
tan extraño que Esther simplemente enviara aquel mensaje que hizo remover a
Laura todos sus contactos en busca de algún cabo suelto, de aquello hacía ya
dos semanas y ninguna fuente parecía indicar que hubiera algún peligro. No
había habido trampa, no era un telegrama que Esther hubiera escrito bajo
presión por la DMIT
para localizarlas... era tal cual era: “todo está bien. Pronto regresareis a
España. Yo contacto”. Maca se detuvo a tomar un poco de aire apoyada en una
farola, no había dejado de correr, cada día, la misma rutina enfermiza.
Haciendo kilómetros y kilómetros con tal de calmar aquella ansia que crecía en
ella hasta asfixiarla, tratando de vaciar su cabeza como mil veces le había
enseñado Esther al aire libre mientras hacían sus ejercicios matutinos. Parecía
que habían pasado mil años, y sólo había sido un mes, todo un mes devastador
para ella por la falta de comunicación, la impotencia que sentía y sobretodo
por no tenerla cerca, no saber cómo estaba. El corazón de nuevo empezó a
dolerle con aquel último pensamiento, así que volvió a poner sus zapatillas en
marcha. Correr era mejor que pensar, lo lamentable era, que su cabeza parecía
ir más deprisa que sus pies y cada día aquella presión aumentaba.
---
Madrid
-
Eso es todo. Pueden irse -anunció Esther a los oficiales que estaban
reunidos con ella-.
Todos se pusieron en pie, la saludaron y se
pusieron firmes, para luego salir de la sala. Todos excepto Esther que
necesitaba estar a solas aunque fuera unos minutos. Todo estaba yendo tan
rápido. La destitución y expulsión de Elisa, su propia incorporación al cuerpo,
las reuniones, las montañas de descontrol e irregularidades sobre su mesa. Los
problemas legales que estaba afrontando el departamento. No, su padre no había
mentido, alguien tenía que reconducir todo aquello, y ahora entendía porqué la
comitiva había aprobado en pleno aquel pacto tal inusual: renunciar a una pieza
tan valiosa como Macarena Wilson, a cambio de obtener otra mucho más valiosa en
aquellos momentos para ellos, ella misma. Aquella misma noche saldría hacía
Alemania en asunto oficial, había tanto trabajo que hacer que el tiempo era escaso,
al igual que sus horas de sueño, pero nada de eso importaba. Lo único que ella
quería era resolver las cosas cuanto antes para que Laura, Eva y sobretodo Maca,
pudieran quedar libres de todo aquello. El precio le parecía insignificante
cuando pensaba en regresarles sus vidas. Con aquel pensamiento se puso en pie,
el trabajo era mucho mejor que pararse a pensar en lo que tendría que decirle a
Maca cuando consiguiera atar legalmente toda cuestión referente a su caso y a
su vida, pues había creado un contrato blindado que alejaría al cuerpo de ella
para siempre, y pronto todo quedaría firmado y sellado. Aquel era el único consuelo que hallaba
Esther cuando volvía a casa y se dejaba caer en la cama, sola. Hasta que de
pronto el recuerdo de Maca en sus brazos reaparecía recordándole a lo que había
renunciado y el llanto era el único que conseguía vencerla hora tras hora hasta
dejarla dormida.
----
Dos meses después
Maca estaba como loca porque la señal de los
cinturones de seguridad del avión se apagara y aquellas puertas se abrieran de
una vez por todas. Hacía algo más de una
semana que Esther les había enviado la documentación de la resolución, la cual
anulaba no sólo su incorporación a la
DMIT y la condena por su deserción, sino que le concedía
libertad de investigación sin llamamiento, algo que antes de conocer la
existencia del DMIT creía tener por derecho y que después de lo vivido sabía
que era mejor tener por escrito para poseerlo realmente. Junto a aquella
documentación había adjuntado tres billetes de avión con una fecha ya cerrada,
una carta explicando que las recogerían en el aeropuerto y un móvil con una
nota para Maca. Cuando Maca leyó lo que decía no podía creérselo, abrió el
móvil cuya batería venía cargada y pulsó la tecla que se le indicaba. Al tercer
tono la voz de su padre inundó cada parte de su cuerpo. Estuvieron hablando
durante horas, aquello era real, volvería a casa, volvería a verlo a él pero también
volvería a estar con Esther, esa era la razón por la que le martirizaba aquella
espera.
Salió de la cabina seguida de Laura y Eva,
se detuvo en las cintas a esperar el equipaje con tal tic nervioso en las
piernas, que ambas le sonrieron y le dijeron que fuera saliendo mientras ellas
se ocupaban de recoger las maletas, a lo que Maca no opuso queja. Salió de la
terminal y empezó a buscar entre las familias que esperaba a los recién
llegados, había mucha gente, pero entonces vio el pelo cano de su padre y
empezó a dirigir sus pasos hacia él con prisa, hasta que divisó junto a él a
Cruz y a Nando, y la culpabilidad de pensar que ni siquiera se le había pasado por la cabeza que él fuera
a recogerla la atizó como un gran mazo ralentizando sus pies.
--
En cuanto la vieron, los tres se apresuraron
hasta ella. Pedro Wilson atrajo hacia sí a su hija y la envolvió en un abrazo
posesivo y desesperado. Aquella separación, aquel desasosiego por temor a
perderla había sido una verdadera tortura, algo que su aspecto físico, más
delgado y de repente más mayor, reflejaba claramente.
-
Ohhh Dios mío, estás bien, estás bien... -repetía mientras seguía
abrazándola y besándola-. Creí que te perdería, y no hubiera podido
soportarlo... a tu madre y a ti, no, no podría.
-
Estoy aquí papá... todo ha ido bien -le susurró Maca mientras ambos
lloraban abrazados sin que nadie se atreviera a irrumpir aquel momento-.
-
Si, ya ha pasado -se recordó Pedro tratando de recomponerse, y al mirar
a su hija devolverle una sonrisa, se tranquilizó al fin-.
-
Cariño, cómo me alegro de verte -le dijo Cruz cuando llegó su turno para
abrazarla-.
-
Y yo Cruz, y yo -le respondió ella-.
Eva y Laura aparecieron en aquel instante, y
Pedro achuchó a Eva como si de su propia hija se tratara, también a Laura le dio
un gran abrazo y le agradeció repetidas veces que hubiera cuidado de ellas. Y
mientras Cruz recibía a Eva y a Laura, Maca se quedó quieta frente a Nando que
no podía dejar de mirarla con cara de no poder creerlo.
-
Me has dado un susto de muerte -pronunció él y antes de que Maca pudiera
decir nada, sintió como sus brazos tiraban de ella y como sus labios la
besaban-.
Maca no pudo reaccionar, y se quedó allí
tiesa recibiendo aquel beso que despertaba toda la culpabilidad que
racionalmente ella misma había reprimido sentir cuando escogió que su vida
tomaría un rumbo distinto a la de él.
---
Esther estaba en su despacho, descolgó el
auricular y una voz le dijo “han llegado”, no hizo falta más, un temblor en las
piernas le hizo volver a sentarse.
-
¿Necesita algo más, comandante? -le preguntó aquella voz-.
-
No, eso era todo... retírense, déjenles solos -les ordenó ella mientras
su cabeza luchaba por mantenerse centrada-.
-
Como usted mande, comandante.
Y acto seguido colgaron el teléfono. Cerró
los ojos, y trató de serenarse. Pronto tendría que hacer algo que no sabía si
podía.
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