miércoles, 14 de agosto de 2013

De Blanco y Negro a Color - 82 y 83 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
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82


Las palabras parecieron sobrar cuando concluyó aquel beso. Maca la miró con adoración, mientras Esther lo hacía con asentimiento, las dos eran plenamente conscientes de que sus gestos decían más que sus palabras. De repente escucharon un ruido.

-         ¿qué ha sido eso? -preguntó Maca sobresaltándose-.

Pero Esther no contestó, se bajó de ella y en un segundo los años de férreo adiestramientos tensaron todos sus músculos y agudizaron sus sentidos en busca del foco de la intrusión. Rápidamente su instinto analizó las posibilidades que tenían de salir de allí si se encontraban en peligro. Miró hacia la orilla, y se lamentó del momento de pasión arrebatado que les había hecho quitarse la ropa de cualquier forma, consiguiendo así que las prendas se hallaran ahora dispersas de forma dispar en distintos puntos de las rocas. “Mierda” pensó, y el ruido del crujir de otras ramas hizo que se irguiera instintivamente delante de Maca, que quedó a su espalda protegida por el improvisado escudo humano.

-         ¡Auuhh.. malditas ramas...! -oyeron mascullar mucho más cerca de ellas-.

De pronto Maca y Esther se miraron con sorpresa y pavor, ambas reconocieron a quien pertenecía aquella voz.

-         ¡Eva! -aquel nombre se ahogó en la garganta de Maca-.

Esther se relajó de inmediato.

-         Me ha dado un susto de muerte, bueno una cosa menos que explicar -dijo Esther girándose ya hacia Maca-.
-         ¡¡¿Quieres qué nos pille? ¿así? ¿Ahora?!! -le preguntó en susurros Maca mientras se deshacía del abrazo en el que Esther quería atraparla-. ¡Me mata! ¡anda quita!
-         ¿Entonces? ¿qué pretendes que hagamos? -le preguntó con calma Esther bajando la voz. Ver a Maca de pronto tan nerviosa le hacía gracia-.
-         ¡Improvisa! -se apresuró Maca a decirle a Esther-
-         ¿Qué improvise? -la miró con una sonrisa Esther, no entendía como podía comportarse como una cría sólo ante la idea de ser pillada por Eva-.
-         “Pero que coño...” -se escuchó decir a Eva ya entrando en el llano del lago-.

Y en un segundo, Maca reaccionó haciéndole una aguadilla a Esther para apartarla de la vista de Eva, sin darle opción a Esther salvo de coger la última bocanada de aire. Eva se encontró con la mirada de Maca antes de terminar su frase, justo una milésima de segundo después de que Esther ya hubiera desaparecido de sus vistas.

-         Joder, que susto me has dado, no me esperaba a nadie. Aunque esto explica  lo que me ha dado en toda la cara. Supongo que “esto” será tuyo, ¿no? -le gritó Eva alzando un tanga con el dedo mientras la observaba desde la orilla-.
-         Eh... Sí, ¿dónde estaba? -consiguió articular Maca después de que Esther la liberara de unas caricias algo comprometidas que dejó a modo de venganza entre sus piernas antes de alejarse buceando-.
-         En una rama ahí detrás. ¿Se puede saber qué haces tú ahí sola? ¿Dónde está Esther? -de pronto Eva cayó en la cuenta de la situación y empezó con las preguntas-.
-         Ehh... eh... -Maca se quedó bloqueada sin saber que decir-.
-         ¡Buenos días Eva! -las interrumpió a tiempo Esther-.

Eva se giró en dirección a la voz que sonaba en lo alto de la cantera desde la que se lanzaban al lago.

-         ¡Buenos di.... coñoooo! -Eva le dio la espalda a Esther antes si quiera de terminar su saludo matutino-.

Maca suspiró y se pasó las manos con resignación por la cara. “Genial, muchas gracias cariño... ahora si que va a querer una explicación”, pensó Maca para sus adentros, mientras conseguía lanzarle una mirada a Esther antes de que ésta le sonriera con travesura desde la roca y se lanzara directa al agua de nuevo. Eva se quitó la ropa a toda prisa en cuanto escuchó que Esther se había lanzado al agua, y salió disparada hacia donde estaba Maca.

-         ¡Os estáis bañando desnudas!.... ¿qué coño hace Esther en bolas? ¿contigo? ¿las dos? -las preguntas salían atropelladas de la boca de Eva, que se había quedado estupefacta cuando había pillado a Esther desnuda en el desfiladero saludándola como si tal cosa-.
-         Eva tranquilízate, que te va a dar algo -le aconsejó Maca con toda la calma que pudo conseguir-.
-         ¿Qué me tranquilice? ¿pero tú te has fijado bien en ella, o es que estás tonta de verdad? ¡Joder, sólo la he visto de refilón por la sorpresa que me he llevado, pero... está buena la jodida! ¿Crees que se va a volver a tirar desde arriba de la roca? ¡No sé porqué coño me he dado la vuelta! ¡Ahora me lo he perdido, joder! -le soltó Eva volviendo a su naturaleza de oscuras pasiones-.
Maca no pudo evitar reírse ante aquel comentario. Definitivamente, Eva perdía el hilo de lo importante en cuanto veía un buen culo cerca.

-         Pues no lo sé, con ella todo es posible  -le contestó Maca-.

Eva no supo con certeza que fue lo que hizo que se girara a mirarla, pero algo en su forma de pronunciar aquellas palabras la alertó. Maca no la miró directamente, pues estaba tomando aire para lo que iba a decir.

-         Espero que no te enfades por no habértelo contado antes, pero llevamos una semana liadas -le soltó Maca la bomba-.

Eva la miró, y luego miró hacia dónde la figura de Esther se había perdido bajo el agua. Volvió a mirar a Maca pestañeando como si le costara entender lo que acababa de decirle.

-         ¿Cuando dices que estáis liadas, te refieres a ... bueno... a? -Eva trataba de mantenerse en calma, pero un burbujeo empezaba a crearse en su interior-.
-         Nos acostamos juntas el día que Laura y tú fuisteis solas al pueblo -le dio más detalles Maca y esta vez si se encontró con la mirada de su amiga, mientras una sonrisa pletórica y tierna afloraba en su cara-. ¡No me pude resistir!
-         ¡Pero que... pero qué hija puta! -le soltó Eva dándole un puñetazo en el hombro-.
-         Auuuu... -se quejó Maca aunque no dejaba de sonreír-.

De pronto Eva se abalanzó sobre ella y la atrapó en un abrazo abrumador.

-         Lo sabíaaaaaaa... lo sabíaaa.... No me lo puedo creer... ¡estáis juntasss! -no paraba de decirle Eva llena de felicidad, sin dejar de abrazarla. De pronto cayó en la cuenta de algo importante, se separó de ella cogiéndola por los hombros-. ¡Me lo tienes que contar! ¡todo! ¡desde el principio, con comas, nada de puntos! ¡YAAA!
-         Jajaja.. ¿ya? ¿quieres que te lo cuente aquí? ¿así? -Maca se rió y luego abrió los brazos para puntualizar que estaba en bolas, en medio de un lago, con su mejor amiga y con la mujer con la que se estaba acostando también en bolas no muy lejos de allí-.
-         Tienes razón....luego, a solas. ¡Joderrrrrrr... no me lo puedo creer! ¡Eres una cabrona! -volvió a arrearle otro puñetazo Eva-.  Yo te lo cuento todo, capulla... ¿por qué no me lo dijiste? ¡Sabías que me moría de ganas de que estuvierais juntas!
-         Pues por eso mismo -le contestó Maca a aquella pregunta-. Lo último que necesitaba en esos momentos era más ilusiones en torno a lo que estaba viviendo, bastante tenía ya con mis miedos.
-         Bueno vale, pero ahora ya si qué puedo ilusionarme, ¿no? -la cortó Eva, pues no quería que Maca pensara demasiado, no fuera a arrepentirse-.

Maca supo leer sus temores y sonrió.

-         Sí, ya puedes ilusionarte... al menos, yo lo estoy y más de lo que me imaginaba -le confesó Maca-.

Y ahora sí, Eva sonrió de oreja a oreja, y volvió a abalanzarse sobre Maca sin importarle que estuviera desnuda, hasta que las dos tragaron agua con tanto alboroto.

83

El tiempo, al igual que el estado de ánimo de las cuatro mujeres, pareció volar como las nubes. Ya no había nada que esconder, y sí mucho que mostrar, por lo que el mes trascurrió rápido y veloz entre muestras de afecto, veladas con risas y conversaciones de mutuo conocimiento. Esther estaba pletórica, pero no menos de lo que lo estaba Maca, que había abandonado sus aires solitarios para canalizar su energía plenamente en aquella mujer que una vez creyó odiar. Todo parecía lo que debía ser, y la realidad poco a poco se entremezclo con sus sueños y deseo, hasta que llegó el temido día.

Eran las diez de la mañana. Maca se desperezó entre las sábanas, y sonrió como cada mañana al escuchar el ronroneo de Esther a su lado. Se giró para abrazarla, y depositó un cálido beso en su hombro desnudo. Aún la sorprendía lo rápido que la electricidad se trasmitía entre las dos sólo con encontrarse cerca, la acarició.

-         Buenos días, dormilona -le susurró en el oído y luego le mordisqueó el lóbulo de la oreja-.

Esther ronroneó de nuevo, y con esfuerzo trató de despertarse. Algo que antes nunca le había costado, y que le parecía un verdadero desafío desde que el deseo frenético que sentían la una por la otra la dejaba sin fuerzas tras pasarse horas batallando en aquella misma cama hasta caer dormidas.

-         Acabarás conmigo, lo sabes, ¿no? -le dijo a modo de buenos días Esther, y movió su brazo hacia su espalda para poder acariciar la pierna que Maca tenía sobre la suya-.
-         Siempre me dices lo mismo, y siempre te veo renacer al día siguiente -le susurró Maca dejándole un beso en el cuello-. Sobre todo si te hago esto...

Las manos de Maca empezaron a deslizarse como plumas sobre el cuerpo desnudo de Esther. La piel se puso en pie, y Esther tuvo que despertarse antes de que aquellas caricias terminaran en el fondo de la hoguera, como siempre. Se giró sobre sí misma, y terminó anclada a la sonrisa y a los ojos de Maca.

-         ¿Tú nunca tienes suficiente? -le preguntó Esther con una ceja alzada-.
-         No, ¿y tú? -le contestó Maca jovialmente-.

Esther dejó que poco a poco se formara una sonrisa pícara y ancha en su rostro. Luego cercó el cuello de Maca con una mano, y decidió terminar con hechos lo que aquella mujer tan sólo había esbozado.

Un par de horas después, ambas salían de la ducha cambiadas. En la cocina, Laura y Eva estaban terminando  su especie de desayuno tardío.

-         ¡Ya era hora! He estado a punto de ir a llamaros no hubieras caído muertas a “polvos” -les soltó Eva poniendo los ojos en blanco y luego sonriendo con descaro por su ocurrencia-.

Maca se acercó hasta ella y le dio una colleja, luego se sentó encima suyo y mordisqueó la tostada que Eva tenía a medias sobre el plato.

-         Mira quien fue hablar... doña orgía constante. ¿O hace falta que te recuerde que Esther y yo nos pasamos casi un mes fuera de la casa para no escucharos gemir como locas hasta el medio día? -se la devolvió Maca-.

Laura enterró su cara roja como un tomate en el café, y Maca sonrió triunfante al ver la boca abierta de su amiga mientras Esther se retiraba a la nevera sin querer contribuir a la batalla.
-         Bueno, vale... será mejor que presentemos tablas, ¿empate? -le dijo finalmente Eva y le tendió la mano en señal de firmar acuerdo-.
-         Empate -aceptó Maca y estrechó su mano-.

Maca mordisqueó otra vez la tostada de Eva, hasta que ésta la echó a patadas de su regazo. Para cuando Maca se levantó  y se acercó hasta Esther, ésta ya tenía servidos dos zumos de naranja y untaba un par de rebanadas de pan con mantequilla. Maca le dio un beso en la mejilla, y empezó a desayunar.

-         Bueno, ya que estamos todas despiertas y aún no revueltas, creo que es el momento adecuado para proponer una salida colectiva. Empiezo a estar un poco cansada de estar encerrada y de ir sólo al pueblo por provisiones, ¿por qué no salimos esta noche? Creo recordar que dejamos pendiente un bailecito por ahí, ¿no? ¿qué os parece? -anunció Eva-.

Maca miró a Laura, pero ésta no pareció tener intención de añadir nada, estaba claro que Eva ya la había convencido mucho antes. Así que se volvió y miró a Esther.

-         ¿Tú que dices? -le preguntó-.
-         Por mí, vale. Así quizá pueda enseñarte un par de cositas que aún no sabes sobre mí -le dijo Esther maliciosamente-.

Maca la miró con descaro, aquello si que era una sorpresa. Se arrimó a ella y le pellizcó el culo.

-         Eso si que no me lo pierdo -le susurró y luego se giró hacia Eva-. ¡Vamos! ¡Esta noche, marcha para todas!
-         Oeeee... oeee... oeeee.... ¡nos vamos de juerga! -empezó a animarse Eva, que se levantó y se lanzó al cuello de Maca-. ¡Subidónnn! ¡vamos a quemar ese puto pueblo! Vamos...
-         jaja... ¿a dónde? -le preguntó Maca contagiándose de la alegría de su loca amiga, mientras ésta tiraba de ella para que la acompañara-.
-         ¿A dónde va a ser? ¡Tenemos que ver que nos ponemos para esta noche, tíaaaaa! -le dijo Eva alucinando, y tiró de nuevo de ella-.

Maca intercambió una mirada de completa resignación con Esther, que tampoco pudo evitar reírse por el arrebato de Eva, luego se perdieron las dos en dirección a los armarios.

Tras comer, dormir una siesta más bien ajetreada, volverse a duchar y cambiarse de ropa para salir; las cuatro amigas se montaron en el coche y viajaron hasta el pueblo. Esther se miró el reloj al bajar del vehículo, aún quedaba un cuarto de hora para que fueran las ocho de la tarde. Se giró hacia Laura.

-         Aún hay tiempo para ir a correos, ¿tendríamos que aprovechar y pasarnos? Llevamos dos semanas sin recogerlo -le dijo Esther-.
-         Como tú digas -aceptó Laura sin más-.
-         Pues entonces nosotras vamos a la plaza que quiero pillarme las zapatillas esas que vimos -dijo Eva-.

Y Maca se vio atrapada por su amiga, cuando en realidad prefería acompañar a Esther. Ésta leyó su debatir, se acercó hasta Maca y la besó en los labios antes de despedirse.

-         No tardamos nada... anda ve -le dijo guiñándole un ojo-.
-         Vale, pero no tardes -le contestó Maca advirtiéndole-.

Luego sus caminos se separaron en direcciones contrarias. Eva entretuvo a Maca probándose no sólo las zapatillas Convers que había querido tener desde el primer momento, sino comparándolas con seis pares más que hizo sacar a la chica del almacén hasta terminar comprando sólo el primer modelo. Se miró el reloj, y eran las ocho y cuarto, los quince minutos se habían convertido en media hora y se moría por salir de aquella tienda y volver junto a Esther.

Mientras, no muy lejos de allí, Esther aún estaba debatiéndose por dentro.

-         Tenemos que irnos -le dijo Laura viendo que Esther aún permanecía bloqueada sentada en aquel banco-.
-         Lo sé, dame sólo unos segundos más, ¿de acuerdo? -le pidió Esther-.

Las noticias que acababa de recibir habían impactado brutalmente en su efímera realidad. Laura se sentó a su lado y apoyó una mano en su regazo. Esther se giró a mirarla.

-         Sabíamos que esto iba a suceder, era lo que planeabas. Iremos allí y escucharemos la propuesta, si no nos gusta, huiremos de nuevo. Tranquila, todo saldrá bien -y por primera vez tuvo que ser Laura la que tratara de apaciguarla-.

Esther la escuchó, aunque su cabeza era un hervidero en aquellos momentos. Había esperado aquello sí, el fin de sus movimientos había sido conseguir un pacto, una reunión de mutuo acuerd. Hasta ahí, no había nada que ella no hubiera tenido en mente, salvo una cosa, un último dato mencionado casi de soslayo como tratando de restarle importancia y que sin embargo había creado en ella una agitación involuntaria, casi instintiva. Su padre acababa de ser ascendido como máximo responsable al mando no sólo de la unidad del DMIT, sino de todo el servicio de inteligencia y maniobras tácticas informáticas. Sería con él con quien tendría que reunirse, con quien tendría que alcanzar un pacto.

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