La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
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82
Las palabras parecieron sobrar cuando
concluyó aquel beso. Maca la miró con adoración, mientras Esther lo hacía con
asentimiento, las dos eran plenamente conscientes de que sus gestos decían más
que sus palabras. De repente escucharon un ruido.
-
¿qué ha sido eso? -preguntó Maca sobresaltándose-.
Pero Esther no contestó, se bajó de ella y
en un segundo los años de férreo adiestramientos tensaron todos sus músculos y
agudizaron sus sentidos en busca del foco de la intrusión. Rápidamente su
instinto analizó las posibilidades que tenían de salir de allí si se
encontraban en peligro. Miró hacia la orilla, y se lamentó del momento de
pasión arrebatado que les había hecho quitarse la ropa de cualquier forma,
consiguiendo así que las prendas se hallaran ahora dispersas de forma dispar en
distintos puntos de las rocas. “Mierda” pensó, y el ruido del crujir de otras
ramas hizo que se irguiera instintivamente delante de Maca, que quedó a su
espalda protegida por el improvisado escudo humano.
-
¡Auuhh.. malditas ramas...! -oyeron mascullar mucho más cerca de ellas-.
De pronto Maca y Esther se miraron con
sorpresa y pavor, ambas reconocieron a quien pertenecía aquella voz.
-
¡Eva! -aquel nombre se ahogó en la garganta de Maca-.
Esther se relajó de inmediato.
-
Me ha dado un susto de muerte, bueno una cosa menos que explicar -dijo
Esther girándose ya hacia Maca-.
-
¡¡¿Quieres qué nos pille? ¿así? ¿Ahora?!! -le preguntó en susurros Maca
mientras se deshacía del abrazo en el que Esther quería atraparla-. ¡Me mata!
¡anda quita!
-
¿Entonces? ¿qué pretendes que hagamos? -le preguntó con calma Esther bajando
la voz. Ver a Maca de pronto tan nerviosa le hacía gracia-.
-
¡Improvisa! -se apresuró Maca a decirle a Esther-
-
¿Qué improvise? -la miró con una sonrisa Esther, no entendía como podía
comportarse como una cría sólo ante la idea de ser pillada por Eva-.
-
“Pero que coño...” -se escuchó decir a Eva ya entrando en el llano del
lago-.
Y en un segundo, Maca reaccionó haciéndole
una aguadilla a Esther para apartarla de la vista de Eva, sin darle opción a Esther
salvo de coger la última bocanada de aire. Eva se encontró con la mirada de
Maca antes de terminar su frase, justo una milésima de segundo después de que
Esther ya hubiera desaparecido de sus vistas.
-
Joder, que susto me has dado, no me esperaba a nadie. Aunque esto
explica lo que me ha dado en toda la
cara. Supongo que “esto” será tuyo, ¿no? -le gritó Eva alzando un tanga con el
dedo mientras la observaba desde la orilla-.
-
Eh... Sí, ¿dónde estaba? -consiguió articular Maca después de que Esther
la liberara de unas caricias algo comprometidas que dejó a modo de venganza
entre sus piernas antes de alejarse buceando-.
-
En una rama ahí detrás. ¿Se puede saber qué haces tú ahí sola? ¿Dónde
está Esther? -de pronto Eva cayó en la cuenta de la situación y empezó con las
preguntas-.
-
Ehh... eh... -Maca se quedó bloqueada sin saber que decir-.
-
¡Buenos días Eva! -las interrumpió a tiempo Esther-.
Eva se giró en dirección a la voz que sonaba
en lo alto de la cantera desde la que se lanzaban al lago.
-
¡Buenos di.... coñoooo! -Eva le dio la espalda a Esther antes si quiera
de terminar su saludo matutino-.
Maca suspiró y se pasó las manos con
resignación por la cara. “Genial, muchas gracias cariño... ahora si que va a
querer una explicación”, pensó Maca para sus adentros, mientras conseguía
lanzarle una mirada a Esther antes de que ésta le sonriera con travesura desde
la roca y se lanzara directa al agua de nuevo. Eva se quitó la ropa a toda
prisa en cuanto escuchó que Esther se había lanzado al agua, y salió disparada
hacia donde estaba Maca.
-
¡Os estáis bañando desnudas!.... ¿qué coño hace Esther en bolas?
¿contigo? ¿las dos? -las preguntas salían atropelladas de la boca de Eva, que
se había quedado estupefacta cuando había pillado a Esther desnuda en el
desfiladero saludándola como si tal cosa-.
-
Eva tranquilízate, que te va a dar algo -le aconsejó Maca con toda la
calma que pudo conseguir-.
-
¿Qué me tranquilice? ¿pero tú te has fijado bien en ella, o es que estás
tonta de verdad? ¡Joder, sólo la he visto de refilón por la sorpresa que me he llevado,
pero... está buena la jodida! ¿Crees que se va a volver a tirar desde arriba de
la roca? ¡No sé porqué coño me he dado la vuelta! ¡Ahora me lo he perdido,
joder! -le soltó Eva volviendo a su naturaleza de oscuras pasiones-.
Maca no pudo evitar reírse ante
aquel comentario. Definitivamente, Eva perdía el hilo de lo importante en
cuanto veía un buen culo cerca.
-
Pues no lo sé, con ella todo es posible
-le contestó Maca-.
Eva no supo con certeza que fue
lo que hizo que se girara a mirarla, pero algo en su forma de pronunciar aquellas
palabras la alertó. Maca no la miró directamente, pues estaba tomando aire para
lo que iba a decir.
-
Espero que no te enfades por no habértelo contado antes, pero llevamos
una semana liadas -le soltó Maca la bomba-.
Eva la miró, y luego miró hacia
dónde la figura de Esther se había perdido bajo el agua. Volvió a mirar a Maca
pestañeando como si le costara entender lo que acababa de decirle.
-
¿Cuando dices que estáis liadas, te refieres a ... bueno... a? -Eva
trataba de mantenerse en calma, pero un burbujeo empezaba a crearse en su
interior-.
-
Nos acostamos juntas el día que Laura y tú fuisteis solas al pueblo -le
dio más detalles Maca y esta vez si se encontró con la mirada de su amiga,
mientras una sonrisa pletórica y tierna afloraba en su cara-. ¡No me pude
resistir!
-
¡Pero que... pero qué hija puta! -le soltó Eva dándole un puñetazo en el
hombro-.
-
Auuuu... -se quejó Maca aunque no dejaba de sonreír-.
De pronto Eva se abalanzó sobre
ella y la atrapó en un abrazo abrumador.
-
Lo sabíaaaaaaa... lo sabíaaa.... No me lo puedo creer... ¡estáis
juntasss! -no paraba de decirle Eva llena de felicidad, sin dejar de abrazarla.
De pronto cayó en la cuenta de algo importante, se separó de ella cogiéndola
por los hombros-. ¡Me lo tienes que contar! ¡todo! ¡desde el principio, con
comas, nada de puntos! ¡YAAA!
-
Jajaja.. ¿ya? ¿quieres que te lo cuente aquí? ¿así? -Maca se rió y luego
abrió los brazos para puntualizar que estaba en bolas, en medio de un lago, con
su mejor amiga y con la mujer con la que se estaba acostando también en bolas
no muy lejos de allí-.
-
Tienes razón....luego, a solas. ¡Joderrrrrrr... no me lo puedo creer!
¡Eres una cabrona! -volvió a arrearle otro puñetazo Eva-. Yo te lo cuento todo, capulla... ¿por qué no
me lo dijiste? ¡Sabías que me moría de ganas de que estuvierais juntas!
-
Pues por eso mismo -le contestó Maca a aquella pregunta-. Lo último que
necesitaba en esos momentos era más ilusiones en torno a lo que estaba
viviendo, bastante tenía ya con mis miedos.
-
Bueno vale, pero ahora ya si qué puedo ilusionarme, ¿no? -la cortó Eva,
pues no quería que Maca pensara demasiado, no fuera a arrepentirse-.
Maca supo leer sus temores y sonrió.
-
Sí, ya puedes ilusionarte... al menos, yo lo estoy y más de lo que me
imaginaba -le confesó Maca-.
Y ahora sí, Eva sonrió de oreja a oreja, y
volvió a abalanzarse sobre Maca sin importarle que estuviera desnuda, hasta que
las dos tragaron agua con tanto alboroto.
83
El tiempo, al igual que el estado de ánimo
de las cuatro mujeres, pareció volar como las nubes. Ya no había nada que
esconder, y sí mucho que mostrar, por lo que el mes trascurrió rápido y veloz
entre muestras de afecto, veladas con risas y conversaciones de mutuo
conocimiento. Esther estaba pletórica, pero no menos de lo que lo estaba Maca,
que había abandonado sus aires solitarios para canalizar su energía plenamente
en aquella mujer que una vez creyó odiar. Todo parecía lo que debía ser, y la
realidad poco a poco se entremezclo con sus sueños y deseo, hasta que llegó el
temido día.
Eran las diez de la mañana. Maca se
desperezó entre las sábanas, y sonrió como cada mañana al escuchar el ronroneo
de Esther a su lado. Se giró para abrazarla, y depositó un cálido beso en su
hombro desnudo. Aún la sorprendía lo rápido que la electricidad se trasmitía entre
las dos sólo con encontrarse cerca, la acarició.
-
Buenos días, dormilona -le susurró en el oído y luego le mordisqueó el
lóbulo de la oreja-.
Esther ronroneó de nuevo, y con esfuerzo
trató de despertarse. Algo que antes nunca le había costado, y que le parecía
un verdadero desafío desde que el deseo frenético que sentían la una por la
otra la dejaba sin fuerzas tras pasarse horas batallando en aquella misma cama
hasta caer dormidas.
-
Acabarás conmigo, lo sabes, ¿no? -le dijo a modo de buenos días Esther,
y movió su brazo hacia su espalda para poder acariciar la pierna que Maca tenía
sobre la suya-.
-
Siempre me dices lo mismo, y siempre te veo renacer al día siguiente -le
susurró Maca dejándole un beso en el cuello-. Sobre todo si te hago esto...
Las manos de Maca empezaron a deslizarse
como plumas sobre el cuerpo desnudo de Esther. La piel se puso en pie, y Esther
tuvo que despertarse antes de que aquellas caricias terminaran en el fondo de
la hoguera, como siempre. Se giró sobre sí misma, y terminó anclada a la
sonrisa y a los ojos de Maca.
-
¿Tú nunca tienes suficiente? -le preguntó Esther con una ceja alzada-.
-
No, ¿y tú? -le contestó Maca jovialmente-.
Esther dejó que poco a poco se formara una
sonrisa pícara y ancha en su rostro. Luego cercó el cuello de Maca con una
mano, y decidió terminar con hechos lo que aquella mujer tan sólo había
esbozado.
Un par de horas después, ambas salían de la
ducha cambiadas. En la cocina, Laura y Eva estaban terminando su especie de desayuno tardío.
-
¡Ya era hora! He estado a punto de ir a llamaros no hubieras caído
muertas a “polvos” -les soltó Eva poniendo los ojos en blanco y luego sonriendo
con descaro por su ocurrencia-.
Maca se acercó hasta ella y le dio una colleja,
luego se sentó encima suyo y mordisqueó la tostada que Eva tenía a medias sobre
el plato.
-
Mira quien fue hablar... doña orgía constante. ¿O hace falta que te
recuerde que Esther y yo nos pasamos casi un mes fuera de la casa para no
escucharos gemir como locas hasta el medio día? -se la devolvió Maca-.
Laura enterró su cara roja como
un tomate en el café, y Maca sonrió triunfante al ver la boca abierta de su
amiga mientras Esther se retiraba a la nevera sin querer contribuir a la
batalla.
-
Bueno, vale... será mejor que presentemos tablas, ¿empate? -le dijo
finalmente Eva y le tendió la mano en señal de firmar acuerdo-.
-
Empate -aceptó Maca y estrechó su mano-.
Maca mordisqueó otra vez la
tostada de Eva, hasta que ésta la echó a patadas de su regazo. Para cuando Maca
se levantó y se acercó hasta Esther,
ésta ya tenía servidos dos zumos de naranja y untaba un par de rebanadas de pan
con mantequilla. Maca le dio un beso en la mejilla, y empezó a desayunar.
-
Bueno, ya que estamos todas despiertas y aún no revueltas, creo que es
el momento adecuado para proponer una salida colectiva. Empiezo a estar un poco
cansada de estar encerrada y de ir sólo al pueblo por provisiones, ¿por qué no
salimos esta noche? Creo recordar que dejamos pendiente un bailecito por ahí,
¿no? ¿qué os parece? -anunció Eva-.
Maca miró a Laura, pero ésta no pareció
tener intención de añadir nada, estaba claro que Eva ya la había convencido
mucho antes. Así que se volvió y miró a Esther.
-
¿Tú que dices? -le preguntó-.
-
Por mí, vale. Así quizá pueda enseñarte un par de cositas que aún no sabes
sobre mí -le dijo Esther maliciosamente-.
Maca la miró con descaro, aquello si que era
una sorpresa. Se arrimó a ella y le pellizcó el culo.
-
Eso si que no me lo pierdo -le susurró y luego se giró hacia Eva-.
¡Vamos! ¡Esta noche, marcha para todas!
-
Oeeee... oeee... oeeee.... ¡nos vamos de juerga! -empezó a animarse Eva,
que se levantó y se lanzó al cuello de Maca-. ¡Subidónnn! ¡vamos a quemar ese
puto pueblo! Vamos...
-
jaja... ¿a dónde? -le preguntó Maca contagiándose de la alegría de su
loca amiga, mientras ésta tiraba de ella para que la acompañara-.
-
¿A dónde va a ser? ¡Tenemos que ver que nos ponemos para esta noche,
tíaaaaa! -le dijo Eva alucinando, y tiró de nuevo de ella-.
Maca intercambió una mirada de completa
resignación con Esther, que tampoco pudo evitar reírse por el arrebato de Eva,
luego se perdieron las dos en dirección a los armarios.
Tras comer, dormir una siesta más bien
ajetreada, volverse a duchar y cambiarse de ropa para salir; las cuatro amigas
se montaron en el coche y viajaron hasta el pueblo. Esther se miró el reloj al
bajar del vehículo, aún quedaba un cuarto de hora para que fueran las ocho de
la tarde. Se giró hacia Laura.
-
Aún hay tiempo para ir a correos, ¿tendríamos que aprovechar y pasarnos?
Llevamos dos semanas sin recogerlo -le dijo Esther-.
-
Como tú digas -aceptó Laura sin más-.
-
Pues entonces nosotras vamos a la plaza que quiero pillarme las
zapatillas esas que vimos -dijo Eva-.
Y Maca se vio atrapada por su amiga, cuando
en realidad prefería acompañar a Esther. Ésta leyó su debatir, se acercó hasta
Maca y la besó en los labios antes de despedirse.
-
No tardamos nada... anda ve -le dijo guiñándole un ojo-.
-
Vale, pero no tardes -le contestó Maca advirtiéndole-.
Luego sus caminos se separaron en
direcciones contrarias. Eva entretuvo a Maca probándose no sólo las zapatillas
Convers que había querido tener desde el primer momento, sino comparándolas con
seis pares más que hizo sacar a la chica del almacén hasta terminar comprando
sólo el primer modelo. Se miró el reloj, y eran las ocho y cuarto, los quince
minutos se habían convertido en media hora y se moría por salir de aquella
tienda y volver junto a Esther.
Mientras, no muy lejos de allí, Esther aún
estaba debatiéndose por dentro.
-
Tenemos que irnos -le dijo Laura viendo que Esther aún permanecía
bloqueada sentada en aquel banco-.
-
Lo sé, dame sólo unos segundos más, ¿de acuerdo? -le pidió Esther-.
Las noticias que acababa de recibir habían
impactado brutalmente en su efímera realidad. Laura se sentó a su lado y apoyó
una mano en su regazo. Esther se giró a mirarla.
-
Sabíamos que esto iba a suceder, era lo que planeabas. Iremos allí y
escucharemos la propuesta, si no nos gusta, huiremos de nuevo. Tranquila, todo
saldrá bien -y por primera vez tuvo que ser Laura la que tratara de
apaciguarla-.
Esther la escuchó, aunque su cabeza era un
hervidero en aquellos momentos. Había esperado aquello sí, el fin de sus
movimientos había sido conseguir un pacto, una reunión de mutuo acuerd. Hasta
ahí, no había nada que ella no hubiera tenido en mente, salvo una cosa, un
último dato mencionado casi de soslayo como tratando de restarle importancia y
que sin embargo había creado en ella una agitación involuntaria, casi
instintiva. Su padre acababa de ser ascendido como máximo responsable al mando
no sólo de la unidad del DMIT, sino de todo el servicio de inteligencia y
maniobras tácticas informáticas. Sería con él con quien tendría que reunirse,
con quien tendría que alcanzar un pacto.
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