(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
118
El
día trascurrió aparentemente en armonía entre ellas. Kate se levantó de la cama
y juntas salieron a comer y conocer más rincones de la ciudad colgadas del
brazo de John, el amigo de Kate. Hacia las ocho de la tarde, John acabó
arrastrándolas a un local de ambiente muy distendido donde pudieron cenar y
conversar sin prisas. A Maca y Esther les cayó bien desde el minuto cero. Tenía
una conversación ligera, era divertido y ocurrente, y contaba anécdotas
increíbles que las mantuvieron entretenidas toda la velada. No fue hasta mitad
de la cena cuando los disparos se produjeron.
-
Pensé que aún seguías colaborando
con ellos –se sorprendió Kate mientras John comentaba con ella algo del
trabajo-.
-
No, ya no. Tuve problemas en el
cobro de un par de colecciones, y cambié de galería. Además ahora trabajo con
Armando en un nuevo proyecto, es una mezcla de pintura, danza y proyecciones
audiovisuales. Tratará sobre la concepción del cuerpo y sentimientos como el
rechazo a uno mismo, el deseo, la liberación… es complejo, pero muy
estimulante. Ya sabes que me obsesiona la perfección en los matices de la piel.
Estoy como loco con el proyecto –comentó John para todas-.
-
Suena genial, me encantaría saber
más del tema aprovechando que estoy aquí –expresó Kate realmente interesada-.
-
Claro, cuando quieras quedamos y
te lo enseño. Estamos teniendo un poco de problemas con la adquisición de
modelos y no faltan algo de colaboración artística, pero la verdad es que pinta
bien y estamos ilusionados –dijo John-.
-
Pues si puedo ayudaros en algo, lo
que sea, házmelo saber… me encantaría colaborar –indicó Kate-.
-
¿Lo dices en serio? –John se le
quedó mirando un poco atónito y con un brillo especial en los ojos-.
-
Claro, en serio –se ofreció Kate-.
-
Buahh Kate, eso sería… -John no
tenía palabras para expresar lo que suponía que alguien de la talla y talento
de Kate se ofreciera a colaborar en un proyecto modesto como el suyo-. Esta
mujer que tenéis aquí –les dijo John a Maca y Esther-, es una diosa de la
expresión y las pasiones profundas. La amo.
Todas
se rieron con él y luego la conversación se extendió hasta alcanzar a Esther.
-
Estoy entusiasmado, de verdad
Kate, gracias. Aunque tengo que decir que si Esther también aceptara mi dicha
estaría completa… -pronunció John de pronto y Esther se quedó a mitad del
bocado que pretendía llevarse a la boca, sorprendida-. De verdad que el trabajo
que me enseñaste, me tiene completamente loco. No veo la hora de poder
colaborar contigo, Esther, y de que intercambiemos ideas –le soltó John
acariciando la mano que tenía Esther apoyada en la mesa junto a él-.
-
Eh… no sé qué decir.
-
Jajaja… no hace falta que digas
nada, tu arte lo expresa todo, cariño. Cuando vi tu trabajo, wuauuu… casi se me
para el pulso, os lo juro. Luego me di cuenta de que era Alex… ¡Nuestra Alex!
¡Posando! –dijo John totalmente alucinando dirigiéndose a Kate-… ¡No me lo
podía creer! Bueno, es que aún me cuesta creerlo. Yo desde luego jamás conseguí
que posara para mí, y tu pintura fue una progresión sublime. Su timidez, su
dulzura y luego esa mirada que parecía encerrar tantas cosas, tanta pasión.
Ufff… mirar se me pone la piel de gallina, en serio –dijo John ajeno a todo,
mientras les enseñaba su piel erizada-. Has conseguido plasmar a la perfección
esa mezcla que tiene Alex entre lo inocente y lo pecaminoso, es como si la conocieras
de toda la vida. ¡Morí cuando lo vi! Fue excitante verla retratada con tanto
mimo, tanta intensidad, y la pintura era muy ardiente… traspasaba el lienzo. Realmente
impresionante, la textura de la piel… bárbara. Me encantó.
John siguió hablando mientras el terror se instauraba en
Esther. De pronto el corazón se le aceleró y se quedó blanca como la nieve. Miró
a Maca, y todo su cuerpo se contrajo al percibir que tenía la expresión
congelada por lo que estaba escuchando. El silencio cayó plomizo sobre la mesa
cuando John terminó de hablar sobre los cuadros de Esther.
-
Eh, sí… la verdad es que Esther
tiene un gran talento. El retrato sin duda es lo suyo –dijo Kate también
descolocada-.
John se rió a carcajadas por el vago reconocimiento que le
hacía Kate a las cualidades de Esther, y sin percibir el malestar que residía
en la mesa, continuó hablando y hablando. Maca apagó su atención incapaz de
escuchar nada más con respecto al tema. Saber que Alex había servido de modelo
a Esther, había removido en ella algo inexplicable.
-
Ahora vuelvo –pronunció Maca de
pronto y sin dar más explicaciones se levantó de la mesa dejando a John
hablando con Kate y Esther sobre arte-.
Esther la siguió angustiada con la mirada, quería
levantarse de la silla pero la mirada de Kate al cruzarse con la suya le hizo
replantearse dejarle un poco de espacio. Esther aguardó en la mesa incapaz de
poder seguir la conversación que allí se daba.
Maca salió del local a tomar aire. De repente una opresión
en mitad del pecho le había impedido respirar y había sentido la necesidad de
salir de allí a toda costa. El aire fresco de la noche le golpeó en la cara
siendo bien recibido. Maca cerró los ojos incapaz de procesar por qué le había
afectado tanto aquella noticia. “La ha pintado, ¿y qué? Esther es artista,
pinta, eso es lo que es… es a lo que se dedica”, se recordó Maca, pero nada
conseguía calmar aquella especie de demonio que en las sombras se iba alzando
dentro de ella.
---
El
terminar de la velada fue extraño. Maca había regresado a la mesa en aparente
normalidad, pero Esther notaba esa fría e imperceptible distancia social, que
la mantenía al margen, lejana. De repente, toda la confianza conseguida a lo
largo del día se desmoronó a sus pies, y volvió a sentirse inmensamente culpable,
desubicada, insegura. La navaja por la que pretendían caminar parecía
cruelmente fina.
Ya
en el piso, hablaron las tres apenas un rato acerca de los planes del día
siguiente. Esther hubiera deseado que Kate no se marchara tan pronto, pero les
dio las buenas noches y las dejó a solas. Esther no sabía a que atenerse, y
dudó en si debía seguir a Maca cuando sin decir nada se introdujo en la
habitación que compartían. El corazón le dio un vuelco al recordar la estampida
de Maca la noche anterior al encontrarse a solas. Con dudas la siguió.
-
Voy a cambiarme –le dijo Maca sin
mirarla, mientras cogía su pijama y se encerraba tras la puerta del baño
adjunto-.
A
Esther no le dio tiempo a añadir nada, la dejó hacer y cayó de espaldas sobre
la cama. De repente su vida se le antojaba una mochila de mil toneladas. “Tú
solita te lo has buscado”, se dijo reprendiéndose. Se cubrió los ojos con el
antebrazo y se prometió a sí misma no llorar, iba siendo hora de serenarse y
hacer frente a lo ocurrido, viniera lo que viniera.
Maca
por su parte se tomó un momento a solas en el baño. No había querido alzar esa
muralla invisible entre las dos, pero desde los comentarios de John algo en su
interior se había removido y andaba inquieta. Se miró al espejo. “Sabías que iba
a ser difícil, pero deseabas daros una nueva oportunidad, así que sal ahí y
cumple con tu palabra”, se recordó a sí misma, y recogiéndose el cabello en una
cola alta, se miró en el espejo por última vez antes de atravesar la puerta.
-
¿Estás bien? –le preguntó Maca al
entrar y ver a Esther tumbada boca arriba en la cama-.
Esther
se incorporó de un salto como si tuviera un resorte, nerviosa.
-
Sí, bien… sólo estaba… -Esther no
sabía qué había estado haciendo allí tumbada-. Te esperaba para que…
¿habláramos, tal vez?
Maca
se le quedó mirando.
-
Supongo que sí deberíamos hablar
–reconoció-
-
Vale… -Esther al mirarla, fue
consciente de que esta vez tendría que asumir la conversación-. Siento que las
palabras de John te hallan herido, de verdad que lo siento. En realidad no sé
qué es lo que está pasando por tu cabeza ahora mismo, y me encantaría, por
favor, que fueras sincera conmigo y te desahogaras, sea lo que sea –le pidió
Esther-.
Maca
volvió a quedarse en silencio, mirándola. Sopesando si debía dejar salir a los
demonios que la reconcomían, y lanzar sobre ella todo aquel peso. No lo hizo.
-
Simplemente me cogió por sorpresa
–Maca comenzó a hablar-. Se que es tu trabajo, pero no sé… -se interrumpió, no
quería poner palabras a aquellos pensamientos, a lo que sentía-. Supongo que
aunque no quiera, me afecta demasiado que la escogieras para hacerlo.
Esther
tragó saliva porque no podía borrar el pasado, porque había aún demasiado
callado sobre ella y Alex, porque nunca se sentiría con el valor suficiente de
reconocer lo vivido, lo enterrado.
-
No sé qué decir salvo que lo
siento, que ojalá pudiera borrarlo y que sólo fue trabajo –mintió Esther, no
quería hacerle más daño-, aunque John lo haya adornado tanto.
Maca
y Esther se miraron a los ojos. Esther rezaba porque Maca no quisiera ver su
obra, y Maca en silencio sólo quería olvidar lo mucho que le dolía que otra
persona se hubiera colado tan profundamente en Esther, aunque ésta parecía
tratar de ocultarlo.
Esther
vio como Maca se dirigía al escritorio, y empezaba a conectar el móvil al
cargador. Luego se quitó el reloj y los pendientes, siguiendo una rutina
conocida.
-
¿Vas a …? –Esther no se atrevía ni
a preguntárselo dada la distancia que existía entre ellas-… ¿a quedarte?
Maca
se giró entonces, y se apoyó contra el escritorio para coger fuerzas.
-
Sí –le contestó-. ¿Y tú? ¿Piensas
acostarte con esa ropa?
Esther
se dio cuenta que aún iba de calle. Sonrió por primera vez, y rápidamente se
apresuró a ponerse el pijama. Maca iba a quedarse a dormir con ella aquella
noche, y pese a la tensión que se había respirado momentos antes, todo se le
olvidó con aquella premisa en la cabeza. Maca trató de no mirar mientras Esther
se cambiaba de espaldas a ella, pero no pudo. La extrañaba y la deseaba de un
modo sobrehumano, y sin embargo sus ojos se pusieron tristes al contemplarla.
Alex había tocado algo más que su piel, estaba convencida de ello, y un nudo le
atenazó el estómago mientras se introducía en la cama sin saber si tendría las
fuerzas necesarias para seguir adelante.
Esther
apagó la luz y se metió en la cama a su lado. Maca le daba la espalda y ella, a
pesar de que se sentía agradecida porque se quedara, no sabía a qué atenerse ni
dónde estaban las fronteras. Durante unos minutos aguardó en silencio boca
arriba. El deseo de tocarla era tan intenso que dolía. Su pulso, acelerado, la
martilleó en la garganta hasta que un hilo de voz se escapó de su boca.
-
¿Puedo abrazarte? –le preguntó-.
Durante
unos instantes Esther pensó que Maca no la habría oído o que ya estaría
dormida, sin embargo una mano buscó la suya en la oscuridad, y tiró de su brazo
hasta arrastrar su cuerpo a la espalda de Maca. Aquella sensación única de
enterrar la nariz en su nuca, notar su temblor y la calidez de su cuerpo contra
el suyo propio, inundó los sentidos y la alma de Esther de un modo
indescriptible. Esther cerró los ojos porque de no hacerlo se pondría a llorar
en cualquier instante. Nunca podría explicarle a Maca, la sensación de hogar
que toda ella le constituía.
Maca
trató de dormir, pero no pudo. Esperó en silencio hasta escuchar la respiración
acompasada de Esther y salió a hurtadillas de sus brazos incapaz de serenarse.
La observó dormida una vez más ya en el quicio de la puerta, lamentando no
poder darle lo que sin duda deseaba pero no podía. Agotada física y
anímicamente, se dejó caer en el sofá mientras se arropaba con una manta, pues
sentía frío. Cerró aquellos ojos que le escocían, y trató de acallar todo lo
que ardía en su cabeza…
“Aunque
la quieras, puede que esta vez, el amor tampoco sea suficiente. ¿Qué pasará
cuando te vayas? ¿Qué no le reprocharás si te quedas? ¿De verdad vas a pedirle
que te espere? ¿Dos… cinco años?... ¿Qué paralice su vida? Quizá lo que
queríais construir era demasiado grande, demasiado prematuro, demasiado incierto…
quizá la presión la arrojó a los brazos de algo más natural, más seguro, más
conocido, y terminó con Alex –sin pretenderlo pensó en Marta y la presión que
sus sentimientos causaron en ella-. Durante años has sido incapaz de dejar que
nadie se acercara lo suficiente, tal vez también cerraste su puerta
inconscientemente. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo trato de reconstruir lo nuestro para
luego marcharme y dejarla en mitad del vacío? ¡Sólo tiene 20 años, por el amor
de Dios!... y yo tan sólo 25 y me siento tan lejos de donde ella se encuentra….
¿Qué voy a hacer?... ¿Qué voy a ha decirle?... ¿Por qué se acostó con Alex? ¿por qué no supe retenerla?”.
La
cabeza de Maca la atormentó durante horas con preguntas sin apenas respuestas,
hasta que el cansancio terminó por conseguir que se durmiera. Agotada y sola.
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
118
El
día trascurrió aparentemente en armonía entre ellas. Kate se levantó de la cama
y juntas salieron a comer y conocer más rincones de la ciudad colgadas del
brazo de John, el amigo de Kate. Hacia las ocho de la tarde, John acabó
arrastrándolas a un local de ambiente muy distendido donde pudieron cenar y
conversar sin prisas. A Maca y Esther les cayó bien desde el minuto cero. Tenía
una conversación ligera, era divertido y ocurrente, y contaba anécdotas
increíbles que las mantuvieron entretenidas toda la velada. No fue hasta mitad
de la cena cuando los disparos se produjeron.
-
Pensé que aún seguías colaborando
con ellos –se sorprendió Kate mientras John comentaba con ella algo del
trabajo-.
-
No, ya no. Tuve problemas en el
cobro de un par de colecciones, y cambié de galería. Además ahora trabajo con
Armando en un nuevo proyecto, es una mezcla de pintura, danza y proyecciones
audiovisuales. Tratará sobre la concepción del cuerpo y sentimientos como el
rechazo a uno mismo, el deseo, la liberación… es complejo, pero muy
estimulante. Ya sabes que me obsesiona la perfección en los matices de la piel.
Estoy como loco con el proyecto –comentó John para todas-.
-
Suena genial, me encantaría saber
más del tema aprovechando que estoy aquí –expresó Kate realmente interesada-.
-
Claro, cuando quieras quedamos y
te lo enseño. Estamos teniendo un poco de problemas con la adquisición de
modelos y no faltan algo de colaboración artística, pero la verdad es que pinta
bien y estamos ilusionados –dijo John-.
-
Pues si puedo ayudaros en algo, lo
que sea, házmelo saber… me encantaría colaborar –indicó Kate-.
-
¿Lo dices en serio? –John se le
quedó mirando un poco atónito y con un brillo especial en los ojos-.
-
Claro, en serio –se ofreció Kate-.
-
Buahh Kate, eso sería… -John no
tenía palabras para expresar lo que suponía que alguien de la talla y talento
de Kate se ofreciera a colaborar en un proyecto modesto como el suyo-. Esta
mujer que tenéis aquí –les dijo John a Maca y Esther-, es una diosa de la
expresión y las pasiones profundas. La amo.
Todas
se rieron con él y luego la conversación se extendió hasta alcanzar a Esther.
-
Estoy entusiasmado, de verdad
Kate, gracias. Aunque tengo que decir que si Esther también aceptara mi dicha
estaría completa… -pronunció John de pronto y Esther se quedó a mitad del
bocado que pretendía llevarse a la boca, sorprendida-. De verdad que el trabajo
que me enseñaste, me tiene completamente loco. No veo la hora de poder
colaborar contigo, Esther, y de que intercambiemos ideas –le soltó John
acariciando la mano que tenía Esther apoyada en la mesa junto a él-.
-
Eh… no sé qué decir.
-
Jajaja… no hace falta que digas
nada, tu arte lo expresa todo, cariño. Cuando vi tu trabajo, wuauuu… casi se me
para el pulso, os lo juro. Luego me di cuenta de que era Alex… ¡Nuestra Alex!
¡Posando! –dijo John totalmente alucinando dirigiéndose a Kate-… ¡No me lo
podía creer! Bueno, es que aún me cuesta creerlo. Yo desde luego jamás conseguí
que posara para mí, y tu pintura fue una progresión sublime. Su timidez, su
dulzura y luego esa mirada que parecía encerrar tantas cosas, tanta pasión.
Ufff… mirar se me pone la piel de gallina, en serio –dijo John ajeno a todo,
mientras les enseñaba su piel erizada-. Has conseguido plasmar a la perfección
esa mezcla que tiene Alex entre lo inocente y lo pecaminoso, es como si la conocieras
de toda la vida. ¡Morí cuando lo vi! Fue excitante verla retratada con tanto
mimo, tanta intensidad, y la pintura era muy ardiente… traspasaba el lienzo. Realmente
impresionante, la textura de la piel… bárbara. Me encantó.
John siguió hablando mientras el terror se instauraba en
Esther. De pronto el corazón se le aceleró y se quedó blanca como la nieve. Miró
a Maca, y todo su cuerpo se contrajo al percibir que tenía la expresión
congelada por lo que estaba escuchando. El silencio cayó plomizo sobre la mesa
cuando John terminó de hablar sobre los cuadros de Esther.
-
Eh, sí… la verdad es que Esther
tiene un gran talento. El retrato sin duda es lo suyo –dijo Kate también
descolocada-.
John se rió a carcajadas por el vago reconocimiento que le
hacía Kate a las cualidades de Esther, y sin percibir el malestar que residía
en la mesa, continuó hablando y hablando. Maca apagó su atención incapaz de
escuchar nada más con respecto al tema. Saber que Alex había servido de modelo
a Esther, había removido en ella algo inexplicable.
-
Ahora vuelvo –pronunció Maca de
pronto y sin dar más explicaciones se levantó de la mesa dejando a John
hablando con Kate y Esther sobre arte-.
Esther la siguió angustiada con la mirada, quería
levantarse de la silla pero la mirada de Kate al cruzarse con la suya le hizo
replantearse dejarle un poco de espacio. Esther aguardó en la mesa incapaz de
poder seguir la conversación que allí se daba.
Maca salió del local a tomar aire. De repente una opresión
en mitad del pecho le había impedido respirar y había sentido la necesidad de
salir de allí a toda costa. El aire fresco de la noche le golpeó en la cara
siendo bien recibido. Maca cerró los ojos incapaz de procesar por qué le había
afectado tanto aquella noticia. “La ha pintado, ¿y qué? Esther es artista,
pinta, eso es lo que es… es a lo que se dedica”, se recordó Maca, pero nada
conseguía calmar aquella especie de demonio que en las sombras se iba alzando
dentro de ella.
---
El
terminar de la velada fue extraño. Maca había regresado a la mesa en aparente
normalidad, pero Esther notaba esa fría e imperceptible distancia social, que
la mantenía al margen, lejana. De repente, toda la confianza conseguida a lo
largo del día se desmoronó a sus pies, y volvió a sentirse inmensamente culpable,
desubicada, insegura. La navaja por la que pretendían caminar parecía
cruelmente fina.
Ya
en el piso, hablaron las tres apenas un rato acerca de los planes del día
siguiente. Esther hubiera deseado que Kate no se marchara tan pronto, pero les
dio las buenas noches y las dejó a solas. Esther no sabía a que atenerse, y
dudó en si debía seguir a Maca cuando sin decir nada se introdujo en la
habitación que compartían. El corazón le dio un vuelco al recordar la estampida
de Maca la noche anterior al encontrarse a solas. Con dudas la siguió.
-
Voy a cambiarme –le dijo Maca sin
mirarla, mientras cogía su pijama y se encerraba tras la puerta del baño
adjunto-.
A
Esther no le dio tiempo a añadir nada, la dejó hacer y cayó de espaldas sobre
la cama. De repente su vida se le antojaba una mochila de mil toneladas. “Tú
solita te lo has buscado”, se dijo reprendiéndose. Se cubrió los ojos con el
antebrazo y se prometió a sí misma no llorar, iba siendo hora de serenarse y
hacer frente a lo ocurrido, viniera lo que viniera.
Maca
por su parte se tomó un momento a solas en el baño. No había querido alzar esa
muralla invisible entre las dos, pero desde los comentarios de John algo en su
interior se había removido y andaba inquieta. Se miró al espejo. “Sabías que iba
a ser difícil, pero deseabas daros una nueva oportunidad, así que sal ahí y
cumple con tu palabra”, se recordó a sí misma, y recogiéndose el cabello en una
cola alta, se miró en el espejo por última vez antes de atravesar la puerta.
-
¿Estás bien? –le preguntó Maca al
entrar y ver a Esther tumbada boca arriba en la cama-.
Esther
se incorporó de un salto como si tuviera un resorte, nerviosa.
-
Sí, bien… sólo estaba… -Esther no
sabía qué había estado haciendo allí tumbada-. Te esperaba para que…
¿habláramos, tal vez?
Maca
se le quedó mirando.
-
Supongo que sí deberíamos hablar
–reconoció-
-
Vale… -Esther al mirarla, fue
consciente de que esta vez tendría que asumir la conversación-. Siento que las
palabras de John te hallan herido, de verdad que lo siento. En realidad no sé
qué es lo que está pasando por tu cabeza ahora mismo, y me encantaría, por
favor, que fueras sincera conmigo y te desahogaras, sea lo que sea –le pidió
Esther-.
Maca
volvió a quedarse en silencio, mirándola. Sopesando si debía dejar salir a los
demonios que la reconcomían, y lanzar sobre ella todo aquel peso. No lo hizo.
-
Simplemente me cogió por sorpresa
–Maca comenzó a hablar-. Se que es tu trabajo, pero no sé… -se interrumpió, no
quería poner palabras a aquellos pensamientos, a lo que sentía-. Supongo que
aunque no quiera, me afecta demasiado que la escogieras para hacerlo.
Esther
tragó saliva porque no podía borrar el pasado, porque había aún demasiado
callado sobre ella y Alex, porque nunca se sentiría con el valor suficiente de
reconocer lo vivido, lo enterrado.
-
No sé qué decir salvo que lo
siento, que ojalá pudiera borrarlo y que sólo fue trabajo –mintió Esther, no
quería hacerle más daño-, aunque John lo haya adornado tanto.
Maca
y Esther se miraron a los ojos. Esther rezaba porque Maca no quisiera ver su
obra, y Maca en silencio sólo quería olvidar lo mucho que le dolía que otra
persona se hubiera colado tan profundamente en Esther, aunque ésta parecía
tratar de ocultarlo.
Esther
vio como Maca se dirigía al escritorio, y empezaba a conectar el móvil al
cargador. Luego se quitó el reloj y los pendientes, siguiendo una rutina
conocida.
-
¿Vas a …? –Esther no se atrevía ni
a preguntárselo dada la distancia que existía entre ellas-… ¿a quedarte?
Maca
se giró entonces, y se apoyó contra el escritorio para coger fuerzas.
-
Sí –le contestó-. ¿Y tú? ¿Piensas
acostarte con esa ropa?
Esther
se dio cuenta que aún iba de calle. Sonrió por primera vez, y rápidamente se
apresuró a ponerse el pijama. Maca iba a quedarse a dormir con ella aquella
noche, y pese a la tensión que se había respirado momentos antes, todo se le
olvidó con aquella premisa en la cabeza. Maca trató de no mirar mientras Esther
se cambiaba de espaldas a ella, pero no pudo. La extrañaba y la deseaba de un
modo sobrehumano, y sin embargo sus ojos se pusieron tristes al contemplarla.
Alex había tocado algo más que su piel, estaba convencida de ello, y un nudo le
atenazó el estómago mientras se introducía en la cama sin saber si tendría las
fuerzas necesarias para seguir adelante.
Esther
apagó la luz y se metió en la cama a su lado. Maca le daba la espalda y ella, a
pesar de que se sentía agradecida porque se quedara, no sabía a qué atenerse ni
dónde estaban las fronteras. Durante unos minutos aguardó en silencio boca
arriba. El deseo de tocarla era tan intenso que dolía. Su pulso, acelerado, la
martilleó en la garganta hasta que un hilo de voz se escapó de su boca.
-
¿Puedo abrazarte? –le preguntó-.
Durante
unos instantes Esther pensó que Maca no la habría oído o que ya estaría
dormida, sin embargo una mano buscó la suya en la oscuridad, y tiró de su brazo
hasta arrastrar su cuerpo a la espalda de Maca. Aquella sensación única de
enterrar la nariz en su nuca, notar su temblor y la calidez de su cuerpo contra
el suyo propio, inundó los sentidos y la alma de Esther de un modo
indescriptible. Esther cerró los ojos porque de no hacerlo se pondría a llorar
en cualquier instante. Nunca podría explicarle a Maca, la sensación de hogar
que toda ella le constituía.
Maca
trató de dormir, pero no pudo. Esperó en silencio hasta escuchar la respiración
acompasada de Esther y salió a hurtadillas de sus brazos incapaz de serenarse.
La observó dormida una vez más ya en el quicio de la puerta, lamentando no
poder darle lo que sin duda deseaba pero no podía. Agotada física y
anímicamente, se dejó caer en el sofá mientras se arropaba con una manta, pues
sentía frío. Cerró aquellos ojos que le escocían, y trató de acallar todo lo
que ardía en su cabeza…
“Aunque
la quieras, puede que esta vez, el amor tampoco sea suficiente. ¿Qué pasará
cuando te vayas? ¿Qué no le reprocharás si te quedas? ¿De verdad vas a pedirle
que te espere? ¿Dos… cinco años?... ¿Qué paralice su vida? Quizá lo que
queríais construir era demasiado grande, demasiado prematuro, demasiado incierto…
quizá la presión la arrojó a los brazos de algo más natural, más seguro, más
conocido, y terminó con Alex –sin pretenderlo pensó en Marta y la presión que
sus sentimientos causaron en ella-. Durante años has sido incapaz de dejar que
nadie se acercara lo suficiente, tal vez también cerraste su puerta
inconscientemente. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo trato de reconstruir lo nuestro para
luego marcharme y dejarla en mitad del vacío? ¡Sólo tiene 20 años, por el amor
de Dios!... y yo tan sólo 25 y me siento tan lejos de donde ella se encuentra….
¿Qué voy a hacer?... ¿Qué voy a ha decirle?... ¿Por qué se acostó con Alex? ¿por qué no supe retenerla?”.
La
cabeza de Maca la atormentó durante horas con preguntas sin apenas respuestas,
hasta que el cansancio terminó por conseguir que se durmiera. Agotada y sola.
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