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Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
3:
A
Eva no le había costado mucho persuadir a Esther para que salieran aquella
noche, un par de carreras por el piso, un acorralamiento en toda regla sobre la
cama de Esther, diez minutos de cosquillas y unas doscientas carcajadas, era un
precio justo por tener a su lado a su mejor amiga. Cuando Laura las vio llegar,
no tardó en coger sus abrigos y ponerles un par de copas. Por lo visto aquella
noche no había hecho más que empezar.
-
¡Te dije que la convencería! –fanfarroneaba Eva delante de Laura-.
-
He venido, pero no prometo quedarme hasta tarde. Quiero descansar –dijo Esther
mientras bebía un sorbo de su refresco-.
-
Bueno, eso ya lo discutiremos. Ahora sólo quiero bailar
Esther
quiso responder, pero no le dio tiempo salvo para dejar su copa sana y salva
sobre la barra, mientras Eva la arrastraba a la pista en busca de acción.
-
Oh Dios, ¿por qué nunca me preguntas? –se quejó Esther mientras Eva se
contoneaba frente a ella-.
-
Porque cabría la posibilidad de que dijeras que no, y hoy necesito de tu
talento -le dijo Eva cogiéndola de la cintura-. Venga no te hagas de rogar, y
suelta la magia. Necesito que se fijen en nosotras, hace mucho que no ligo con
alguien normal.
Esther
se le quedó mirando por un momento, tanteando las posibilidades que tenía de
seguir enfadada con aquel ser travieso o por el contrario seguirle el juego
hasta el final. Pero como siempre, esa sonrisa que lucía Eva en su rostro sólo
tenía una moneda de cambio y Esther terminó cediendo.
-
Eres un demonio, ¿lo sabías? –le espetó Esther mientras se ponía de espalda a
ella y le cogía los brazos para que los cercara sobre ella-.
-
Sí, y tú una diosa… ¿empezamos? –le susurró Eva dándole un beso en la mejilla
mientras notaba como la cadera de Esther empezaba a guiar la suya propia-. ¡Haz
conmigo lo que quieras pequeña!
-
Agárrate, que nos vamos…
Aquello
fue todo lo que necesitaba escuchar Eva para saber que aquella noche le
depararía una lista de bailarinas y criaturas curiosas que se la rifarían tras
bailar con su amiga. Esther era una experta, y sus clases en Eva habían dado su
fruto. Lo único que necesitaba era que Esther la dirigiera y cuando sintió su
cuerpo compenetrándose con el suyo en aquel baile sensual y armónico, volvía a
comprender porque las mujeres hacían lo que fuera por tener una cita con ella.
Las miradas no tardaron en llegar, Esther tenía la cualidad de hacer que su
acompañante quedara como una mujer misteriosa y salvaje, hacía creer que era la
dominada siendo ella la única con el control de la situación. Eva empezaba a
sudar, por muchas veces que lo hicieran, Esther siempre la sorprendía con algo
nuevo, y cuando se deslizó por su pierna para luego dejarse arquear por sus
brazos, entendió cómo se sentían los hombres cuando una mujer les cedía el
poder. En el último compás sus caras se quedaron tan cerca, que Eva estuvo
tentada de besarla en la boca hipnotizada por la adrenalina y la excitación que
aquel duelo de dos había despertado en su cuerpo, pero una vez más la sonrisa
tierna e inocente de su amiga le hizo recordar quienes eran y cuál era el pacto
de aquel juego que habían empezado.
-
Bueno tigresa, a por ellas -le dijo Esther en un susurro, con la respiración
aún agitada por el esfuerzo-.
La
besó en la mejilla como tenían acordado para dejar ver a las recientes
admiradoras de que la muchachita bella que se quedaba en la pista estaba libre,
pero por si quedaba alguna duda para las dubitativa Esther siguió el acuerdo
ilícito que existía entre las tres amigas, y al llegar a la barra besó en los
labios a Laura, breve pero lo suficientemente real para que no quedara como un
simple saludo.
-
No es que me queje, Dios sabe lo que me gustan tus besos pero… ¿Por qué siempre
te dejas convencer? –le dijo Laura dándole su refresco-.
Esther
se encogió de hombros.
-
¿Cómo se le puede decir que no a un diablo como ella? –le devolvió la pregunta
Esther con una sonrisa-. ¿Es que tú podrías negarte?
Laura
miró hacia la pista y vio como Eva ya estaba bailando con una rubita muy mona
que la miraba embelesada.
-
Mierda, somos un par de blandengues. Ella se liga todo lo que se mueve, y
nosotras sólo vivimos para el trabajo –dijo Laura-.
-
jajaja… sinceramente, lo último que me apetece en mi día libre es tener una
relación sexual y mucho menos sentimental con alguien –le dijo Esther-.
-
Pues tú también necesitas un romance, nunca he entendido porque aún no te has
retirado -dijo Laura mientras terminaba de servir un par de copas-. Coño es
más, no sé ni siquiera porqué empezaste a trabajar en eso.
-
Sí lo sabes, pero no quieres entenderlo, de todas formas me gusta lo que hago
así que dejémoslo, please.
Esther
permaneció observando el revuelo que había creado Eva en la pista, y como
siempre tras unos cuantos magreos entre baile y baile, y una par de escenas
subidas de tono en un rincón oscuro del pequeño local, Eva terminó por pedirles
ayuda para no terminar atada toda la noche. Tras finalizar el turno de Laura,
decidieron terminar la noche tomando la última copa en otra parte.
--------
Maca
salió de la fiesta sin dar explicaciones ni excusas.
- Señorita
Wilson, ¿quiere que le acerque a su hotel? –Juan, el chófer de sus padres se
acercó hasta ella para ofrecer sus servicios-.
- ¡Oh,
Juan! -Maca relajó su expresión, pues a aquel hombre le profesaba afecto desde
niña-. No hace falta, prefiero ir yo sola, necesito que me de el aire.
Maca
no quería compañía, sólo quería despejar su cabeza y sobretodo airear la
desagradable excitación que aún sentía.
- Perdone
señorita Wilson, ¿le molestaría que le ofreciera las llaves de un automóvil?
–le propuso Juan señalándole un Mercedes descapotable que sin duda tenía que
ser la última adquisición de su padre-.
- ¿Te
lo ha dicho mi padre? –preguntó Maca con el ceño fruncido, le molestaba
enormemente que controlaran por adelantado hasta sus pequeños impulsos de huida-.
- El
señor sólo me dejó las llaves por si las necesitaba –respondió Juan-.
- En
ese caso no, no las necesito gracias, cogeré un taxi –le dijo Maca-.
Antes
de que se pudiera dar cuenta Juan sacó de su bolsillo un llavero conocido. A
Maca se le iluminó tanto la cara como a Juan.
- ¡Pensé
que diría eso! Así que encargué traer a su pequeña -le dijo Juan dándole las
llaves-.
- ¡Eres
el mejor, Juan! –Maca besó al anciano chófer en la mejilla y busco alrededor
hasta encontrarla-. ¡Te debo una!
Cuando
la vio tras la limusina, los ojos se le encendieron como el fuego. Su Harley
Heritage Softail Classic color azul cielo recién encerada, la esperaba
dispuesta y con el depósito lleno para acallar sus inquietudes. Cuando se subió
a aquella belleza e hizo rugir el motor, la potencia de la maquina entre sus
piernas la hizo sonreír como pocas cosas ya lo conseguían. Se puso el casco de
visera opaca y salió del aparcamiento a gran velocidad. ¡La ciudad era suya!
Durante
horas la única preocupación de Maca fue quemar y quemar asfalto. Hacía tiempo
que no estaba en Madrid así que callejeó, curioseó, y simplemente se dejó
llevar por la agradable sensación del aire fresco de la noche golpeando su
cuerpo a gran velocidad. Eran cerca de las dos de la mañana cuando se dio
cuenta de que se había perdido distraída por el ambiente de la calle.
Dio
un vistazo por las manzanas más próximas, pero no le sonaba ningún nombre. Divisó
a lo lejos una zona cargada de grandes neones y se aproximó a gran velocidad,
parecía la única que albergaba aún algo de gente y pensó que sería alguna zona
de pubs donde la pudieran orientar. De pronto alguien se cruzó sin mirar. Maca
frenó con fuerza derrapando para no pisar a la imbécil que se había arrojado a
la carretera. Las ruedas resbalaron y le costó un buen golpe de manillar y un
susto de muerte. Por suerte para las dos, Maca había realizado varios cursos de
conducción de urgencia y no pasó nada. La gente se volvió para ver lo que
pasaba y antes de que pudiera reaccionar empezó a recibir un aluvión de gritos
- ¡Pero
tú estás loca o qué! ¿Dónde te han dado el carné de conducir? ¿en una tómbola?
Maca
tuvo que parpadear porque no daba crédito a lo que veían sus ojos. La imbécil
que se le había arrojado encima la estaba culpando de lo ocurrido. Llena de
furia se bajó de la moto y se quitó el casco con fuerza.
- ¡¡¿Te
tiras a la carretera sin mirar y encima es culpa mía?!! ¡¡¿Sé puede saber que
descerebrada cruza sin mirar?!! Serás hija de… -entonces Maca se paró en seco-.
Cegada
por la cólera apenas había mirado a su alrededor o a la mujer que tenía
delante.
- ¡¡¿PUTA?!!
Por lo menos a mí no me pagan caprichos que no puedo manejar -le espetó la
mujer de pelo castaño haciendo una señal de desprecio hacia la Harley-.
Aquello
era del todo irreal. Maca había terminado en un callejón con prostitución, y la
mujer a la que por poco no había atropellado debía ser una prostituta más de
las que ahora la miraban medio con odio medio con deseo. Maca se frotó la
frente cansada, no tenía ganas de empezar algo inútil y absurdo, y mucho menos
meterse en un lío de prensa en un barrio como aquel. Así que respiró y trato de
calmar el ambiente.
- Dejémoslo,
lo único que quiero saber es si estás bien, ¿te has hecho algo?
La
voz serena de Maca sorprendió a la joven, que la miró por primera vez a los
ojos.
- Sí,
estoy bien -le contestó sin muchas ganas-. Mira sólo digo que tengas cuidado,
aquí no se puede circular tan rápido, ¿vale?
Maca
no dijo nada, no quería discutir con aquel personaje de ficción.
- Genial…
entonces me largo –Maca dio media vuelta y se subió a la moto-. Por cierto,
¿sabes dónde queda por casualidad el Hotel Wellington? Sé que está en la calle
Velázquez, pero me he perdido.
- Claro
que sé donde está, ¿quiéres que te guíe? –se le acercó la mujer ya más
tranquila-.
- Si
no te importa –le contestó Maca-.
- Serán
50 –le dijo la mujer-.
- ¡¿Quieres
cobrarme 50 euros por una indicación?! –le preguntó Maca atónita, la cara dura
de aquella mujer no tenía límites-.
- Si
quieres que te acompañe serán 100 –le dijo con una sonrisa apoyándose en el
manillar-. Una cara tan bonita como la tuya no tendría que ir sola por estos
barrios a estas horas, si te las quieres apañar tú sola te llevará un buen rato
hasta que te encuentres en tu camita de niña rica. ¡Así que tú decides!
“¿Pero
qué es esto? ¿Atraco a mano armada? ¿O una cámara oculta?... esta tía está
loca”. Pensó para sí Maca que no daba crédito a lo que oía.
- ¿Qué,
te decides o no? ¡No tengo todo el día guapa! –le espetó la mujer menuda que
tenía delante-.
Estaba
tan cansada que no tenía ganas de discutir, y mucho menos de dar vueltas como
una loca a aquellas horas, su día había alcanzado el cupo de las grandes
excentricidades. El dinero no le importaba, se lo hubiera dado por nada, pero
le jodía que se lo estuviera sacando de aquella forma tan vil. Al final aceptó.
- ¡Sube!
–le indicó Maca-.
- Genial,
por cierto me llamo Esther –se presentó la joven tendiéndole la mano-.
Maca
no se la aceptó, se limitó a seguir sujeta al manillar.
- ¿Nunca
te han dicho que te ganarías muy bien la vida de estafadora, Esther? –le espetó
Maca cuando la joven se subió-.
- En
mi barrio me llamarían Robin Hood por sacarle la pasta a riquitas como tú –le
sonrió Esther-.
- Por
cierto, ni se te ocurra agarrarte de mí mientras conduzco. ¡No me gusta que me
toquen! –le avisó Maca, el contacto de aquella extraña era lo último que le
apetecía en aquel momento-.
- ¡Así
que tenemos una rarita!, ¿eh? –se rió Esther-. Tranquila amor, si te tocara
tendrías que pagarme más de cinco veces lo de la indicación –le dijo Esther
aproximándose a su oído sin tocarla y luego rió-.
A
Maca casi se le desencajó la mandíbula tras el comentario. ¿Sería verdad que
aquella mujer menuda cobraría más de 500 euros por sus servicios? El mundo
estaba cambiando, de eso no cabía la menor duda.
4:
El
trayecto hasta el hotel, a pesar de lo que en un principio pensó Maca, fue
ameno y agradable. Esther la guiaba perfectamente, y no le puso la mano encima
ni volcó su cuerpo contra el suyo ni en los momentos en los que tenía que
acercarse lo bastante como para que Maca pudiera oír lo que decía. En un par de
ocasiones Maca se sorprendió a sí misma acelerando con brusquedad al salir de
los semáforos sólo para poder sentir como la cadera de aquella mujer golpeaba
contra la suya dejando un cosquilleo en sus piernas. Que Esther aguantara tan
bien el equilibrio le gustaba, quizá la noche no estuviera del todo perdida.
Una
vez en la puerta del hotel Maca cedió las llaves al aparcacoches, y Esther se
bajó con agilidad de la moto.
- ¡Guaauuuu…
pedazo de hotel! –silbó Esther echando un vistazo por el ventanal de la entrada
principal-. Bueno, ya estás aquí sana y salva, así que si no te importa
pagarme.
- Ah
sí, espera -Maca le tendió el casco para que se lo sujetara y luego miró en el
bolsillo interior de su chaqueta, pronto calló en la cuenta de que no llevaba
cartera ni documentación ni nada-. Oh… no llevo cartera, pero puedes darme tu
dirección, te mandaré el dinero por la mañana.
- Eh,
eh, eh… de eso nada. ¿Me estás diciendo que con ese traje de Armani y con esa
moto, has salido por ahí a las tantas de la noche sin documentación y sin un
duro encima? –se le quedó mirando amenazadoramente Esther-. ¡Las pijas sois
tela de raras!
- ¿Cómo
sabes que es un Armani? –Maca se había sorprendido por aquel detalle, porque
siempre compraba cosas que no reflejaran su estatus social, y aquel modelo en
concreto estaba expresamente hecho para ella-. ¡Déjalo! –Maca se paró a pensar
un momento-. Está bien, podemos hacer otra cosa, sube y te extiendo un cheque
si lo prefieres, ¿te vale?
Esther
no necesitaba el dinero, pero se divertía.
- ¡Está
bien! –aceptó Esther-.
- ¡Vale!
–Maca se encaminó a la puerta del hotel y la invitó a pasar delante suyo-.
¡Detrás de ti!
- ¡Sabía
que querías mirarme el culo, preciosa! –le guiñó un ojo con una agradable
sonrisa al pasar y Maca sin esperárselo se rió, aquella mujer había salido de
un mundo paralelo al suyo-.
Maca
bajó esta vez la primera del ascensor, y por un momento Esther fue la que pudo
contemplar a la rica mujer… “Mmmm quizá me pueda permitir una noche con ella,
está buenísima”, pensó, pero cuando entró en la suite y echó un vistazo alucinó
en colores. No es que Esther tuviera clientela de mala muerte ni mucho menos,
pero concretamente en aquel hotel nunca había estado y tenía que admitir que
aquella era una pedazo de habitación, sobretodo la cama que era de película de
época con cuatro pies de madera tallada enmarcándola. Sonrió pensando lo que
más de una de sus clientas le pedirían en esa cama, luego se concentró en
cobrar el dinero.
Maca
rebuscó entre sus cosas y sacó un billetero de piel. Cogió un bolígrafo y firmó
un cheque, luego se lo tendió a Esther.
- ¿Todo
correcto? –le preguntó Maca esperando a que Esther leyera la cantidad-.
- Perfecto,
gracias –le dijo Esther con una sonrisa, metiéndose el cheque en el abrigo-.
Será mejor que me vaya.
- Claro,
claro, te estarán esperando, ¿no? –“¿por qué coño he dicho eso?”, se arrepintió
Maca nada más pronunciar aquello con su tono despectivo-.
Esther
se la quedó mirando, “¿pero qué coño…?”, se dijo para sí.
- Que
sea puta no significa que pierda el culo por hacer clientas, ¿sabes? –le dijo
Esther sin más, pues estaba convencida de que aquella mujer necesitaba una
lección en toda regla-. No tienes ni la más remota idea de cómo va esto,
¿cierto?
Maca
tenía que admitir que no, en realidad jamás se había planteado nada parecido,
pues nunca había necesitado pagar por satisfacer sus necesidades y el mundo de
Esther para ella era totalmente oscuro, inexplorado y si tenía que decir la
verdad, excitante en cierto modo.
- ¿Por
qué no me lo cuentas tú? –“¿Pero qué estoy dieciendo?”… Maca no podía
explicarse porqué quería retener a aquella mujer en la habitación, pero así
era-.
Esther
se echó a reír.
- Que
no tenga que hacer clientas tampoco significa que te vaya a regalar mi tiempo,
así que me voy -dijo Esther-. ¡Un placer, preciosa!
Maca
dudó por un pequeño instante, pero cuando vio que Esther llegaba a la puerta se
decidió de pronto.
- ¿Cuánto
cobras por toda la noche? –le preguntó mientras se acercaba a la barra del bar
de su habitación-.
Esther
se paró en seco con una maliciosa sonrisa antes de darse la vuelta para
mirarla. “Bingo, sabía que entrarías al trapo, nunca fallo”, se dijo para sí.
- 3000
euros, y no es broma –le dijo cruzándose de brazos-.
Maca
no dijo nada ni siquiera parpadeó, tan solo se dedicó a terminar de servirse el
whisky que estaba necesitando. Sólo cuando dio el primer trago a su vaso se
dignó a mirar a Esther.
- ¿Lo
pongo a tu nombre o al portador como el otro? –le preguntó Maca mientras cogía
de nuevo la chequera-.
Esther
dio un par de pasos al frente, aquella noche se había puesto de lo más
interesante.
- A
mi nombre, Esther García, pero antes de que firmes nada será mejor que te diga
las reglas ya que eres nueva -le advirtió Esther-.
- Te
escucho -le dijo Maca sentándose en uno de los sillones-.
- Yo
no beso en la boca ni me dejo penetrar, si quieres que me ponga o utilice
contigo un dildo lo tendrás que comprar tú. Si quieres que me disfrace de enfermera,
bombero, policía, criada o cualquier otra perversión que tengas, me lo tendrás
que pedir por adelantado, el traje lo pagarás a parte -Esther relataba sus
condiciones seriamente, y Maca alucinaba más por momentos, algo que pensaba que
ya no podía pasar aquella noche-. Mi especialidad es la de acompañante,
numeritos privados y satisfacer tus fantasías de niña mala, pero nada de sado y
te advierto que sé defenderme.
Maca
bebió otro sorbo para digerir todo aquel aluvión de información y realidad.
- Ah,
una cosa más, la discreción y privacidad es mi sello, así que si después de
pasar la noche conmigo crees que has echado un polvo cojonudo por favor,
recomiéndame a tus amigas.
A
Maca casi se le resbaló el vaso de la mano tras escuchar aquello. “¿Qué la recomiende
a mis amigas? … ¡Pero si es una enana y tampoco está buena! ¡Por el amor de
Dios! ¿qué me está contando?... O es una fiera follando, o se lo tiene muy
creído”, pensaba Maca para sí, pero aún así el desconcierto que sentía por
aquella mujer hizo que simplemente se limitara a firmarle el cheque. No quería
estar sola.
- Gracias
–le dijo Esther cogiendo el nuevo cheque y guardándolo en un lugar seguro-.
Bueno, será mejor que empiece a ponerme cómoda, ¿no te parece?
Maca
iba a decir algo, pero Esther se quitó el abrigo de medio cuerpo que había
llevado puesto desde que se encontraron y se quedó de piedra cuando debajo de
aquel colchón de tejido se dibujó una mujer con curvas bien definidas, mucho
más flaca y fibrosa de lo que se la imaginaba, y con un agradable escote
enmarcado por un suéter negro con siluetas de hilo púrpura que dejaba al
descubierto unos sensuales hombros y un ombligo perfecto.
“Joderrr…
retiro lo de que no está buena, y en encima tiene buen gusto vistiendo”, pensó
Maca y volvió a apurar otro trago de whisky.
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