(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
106
Amsterdam.
La alarma del
reloj de Alex sonó, y el silencio de pronto se transformó en aplausos y
silbidos en cuanto Alex dejó las herramientas en la mesa. Kate cubrió a Sofía
con el albornoz después de agradecerle su trabajo, y se vistió antes de ir al
encuentro de Alex, que claramente aún estaba un poco fuera de sí por lo vivido.
-
¡Ven aquí! –le dijo con una enorme sonrisa-.
-
¡No te lo perdonaré en la vida! –le dijo Alex
dejándose abrazar por Kate. Estaba agotada y el cuerpo le dolía por la tensión
y el deseo acumulados-.
-
Jajaja… -Kate rió por su comentario-. Lo has
hecho muy bien, bienvenida, sabía que aún podías.
Alex cerró los
ojos sabiendo lo que Kate quería decirle, agradecida por contar con su fe
absoluta, y su tenacidad imperturbable. Durante unos instantes, ambas se
olvidaron del resto, hasta que los alumnos ya no resistieron estar lejos de
ellas y quisieron acercarse para saludarlas, y dar la enhorabuena a su
profesora.
-
¿No vienes? –le preguntó Meike, tan entusiasmada
como los demás por la demostración que acababa de presenciar-.
-
Sí, ahora voy. ¡Ve tú! –le dijo Esther sin
levantarse de la silla-.
Meike no se lo
pensó dos veces y salió al encuentro de Alex, necesitaba felicitarla y ver de
cerca aquella preciosidad que había esculpido. Esther en cambio estaba
temblando, le dolían las caderas, el pecho, los ojos, las manos… Si se ponía de
pie, no sabía si le fallarían las piernas después de aquello, y no se atrevió a
moverse. Miró los folios que de modo tan obsesivo había rellenado, y cerró los
ojos sintiéndose culpable por sus deseos. Su mente y sus manos habían poseído a
Alex de mil formas distintas en la última hora. No podía estar cerca de ella.
La delgada línea entre la razón y perder completamente la cabeza, ésta vez estaba
demasiado cerca, y no sabía si tendría fuerzas para no ceder llegado el caso.
Los alumnos
fueron poco a poco felicitando a Alex por su trabajo. No dejaban de comentar lo
emocionante que había sido verla en acción, y Alex se fue relajando entre tanto
halago. Estaba feliz de haberlo conseguido, y de que a ellos les hubiera
servido verla tan expuesta. Valoraron a su lado la pieza, y todos coincidían en
que el resultado era asombroso, magnífico. Kate también interactuó con aquellos
que se atrevieron a hablarle, riendo y comentando distintos puntos de vista. Hasta
Sofía se quedó unos minutos de más una vez cambiada, para recoger las
felicitaciones de los asistentes. El júbilo y lo emocionante de la demostración
de Alex estaba en el ambiente, y Esther se alegró por su éxito. Más calmada y
viendo que los alumnos empezaban por fin a disgregarse, decidió acudir a
felicitarla, no sin antes doblar aquellos folios que hundió bien en el fondo
del bolsillo trasero de sus vaqueros.
-
Gracias, yo también… Nos vemos en la comida -le
decía Alex a unas alumnas antes de despedirlas-. En serio, ¿nadie tiene una
camiseta que prestarme? … jaja… No puedo salir así, empieza a ser bochornoso
–bromeó Alex aún en sujetador. Su camiseta había quedado hecha un trapo en el
suelo, y los alumnos todavía no le habían dejado tiempo para buscar algo que
ponerse-.
-
¿Te vale esto? –le dijo Esther apareciendo entre
los pocos que quedaban cerca-.
A Alex le bastó
sólo con verla para que todo su cuerpo se prendiera bajo la intensidad oscura
de su mirada. De repente todo a su alrededor desapareció como por arte de
magia, sólo estaban ellas dos, y aquella chaqueta que reconocía de Esther y que
le ofrecida de la nada.
-
Sí, gracias –le contestó finalmente Alex, y al
ir a cogerla sus manos se rozaron atormentándolas a ambas-.
-
Ha sido… ha sido, espectacular –reconoció Esther
recobrando la voz. Alex nunca sabría lo mucho que le costaba estar allí, ahora,
frente a ella-. Mi más sincera enhorabuena. No tengo palabras. Has estado
increíble.
-
Gracias –le agradeció con una tímida sonrisa
Alex-. No sabes lo que significa para mí, viniendo de ti.
El rubor de sus
mejillas tras las palabras de Esther, y el brillo de sus ojos que aún ardían
cuando la miraban, aguijonearon las entrañas de una Esther que no pudo apartar la
vista pese a su interior inquieto.
-
¡Esther! –Kate se acercó hasta ellas al verla, y
la abrazó con cariño-. ¿Qué te ha parecido? ¿No es increíble?
-
Se lo estaba comentando ahora mismo, realmente
asombroso –le contestó Esther refugiándose en la jovialidad de su mentora, que
se mostraba exultante de gozo-.
Kate cogió a
cada una con un brazo y las estrechó en un fuerte abrazo de a tres antes de que
se diera si quiera cuenta de lo que la proximidad de aquellas dos causaba.
-
¡Mis chicas! –dijo Kate realmente contenta y
orgullosa de ellas-. Aprovechar y pedirles un autógrafo, porque dentro de unos
años serán tan famosas que no tendrán tiempo ni de devolveros el saludo –bromeó
Kate con los pocos alumnos que ya iban quedando-.
Los alumnos
rieron por sus cosas. Alex y Esther en cambio, sólo podían pensar en una sola.
----
La voz se corrió
entre los pasillos de la facultad, y los pocos profesores que quedaban allí un
sábado por la mañana se acercaron también a ver la obra de Alex. Esther
aprovechó el tumulto para escabullirse con premura, y en cuanto pisó el césped
del campus, los pulmones empezaron a demandarle aire como si estuvieran
aprisionados en su interior por todo lo que sentía.
-
“Por favor, no me hagas esto”… “ahora no”… “aguanta” –le pidió a aquel torrente de
pasión que ardía en su interior como lava contenida a punto de destrozarlo todo
a su paso-.
Respiró
profundamente, y se sentó en uno de los bancos mientras luchaba por serenar y
procesar lo que había ocurrido en aquellas cuatro paredes. Ver a Alex así,
entregada, vulnerable y a su vez tan segura. Apasionada, intrépida… tan
caliente…
-
“Oh, Dios…”
Esther luchó por
desterrar de su cabeza todas esas imágenes que tenían a su cuerpo ardiendo,
pero no podía.
-
“Y yo que creía que lo peor que me podía pasar
era haberla visto desnuda” –se dijo cínicamente-.
Aquel bombardeo
de imágenes había sido mucho peor. Contemplarla trabajando, creando de verdad,
había detonado el preciado interruptor para urgencias que le quedaba, y ahora
estaba aterrada por el rugido que le nacía desde dentro. Su cabeza estaba llena
de ella, de sus manos, de su sudor, de sus gestos, su aliento y ese cuerpo en
el que se había recreado durante una hora funesta, tan real y tan
fervientemente, que si cerraba los ojos era como si la acariciara, y sus manos
temblaban con el deseo de poseerla.
-
“Tengo que serenarme… por favor, vamos,
serénate” –se repitió mientras tomaba aire intentando alejar las imágenes que
una y otra vez, inevitablemente, se disparaban en su mente-.
La frustración
que sentía casi la hizo gritar. Se levantó de un salto de su asiento, inquieta,
y se puso a andar. Las palmas de sus manos aún le escocían demandándole más de
Alex, pidiéndole aquella posesión volcada a papel que Esther no estaba
dispuesta a permitirse más.
-----
16.15H Comida de fin de curso.
Alex siguió por
millonésima vez a Esther con la mirada. No había podido hablar con ella
todavía, y estaba claro que Esther quería mantenerla a distancia, pues en lugar
de unirse a Kate y a ella en la comida, se había decantado por integrarse con
un grupo de alumnos, evitándola a conciencia durante toda la velada. En cuanto
vio que se dirigía al baño, saltó de la silla.
-
¿A dónde vas? –le preguntó Kate deteniéndola
suavemente. Ella también estaba preocupada por las reacciones de Esther,
parecía distinta-.
-
Kate, tengo que hablar con ella –le dijo Alex
bastante decidida-.
-
No la veo tranquila, ¿crees que es buena idea
abordarla ahora? –le preguntó Kate-.
-
Si os vais el miércoles, y no he podido
solucionar aunque sea nuestra amistad…. Yo…. –Alex tembló-…. Me muero, Kate. La
quiero. Necesito tenerla en mi vida.
Kate la miró a
los ojos, tan brillantes y tan seguros que no pudo retenerla. Tenía miedo de
que acabaran destrozándose la una a la otra, pero en cosas del corazón ella prefería
no tomar partido llegados a aquel punto, cada uno tenía que seguir su proceso,
cada uno tenía que saber caer y levantarse. La dejó ir.
Alex no se lo
pensó dos veces, y fue tras Esther mientras el resto terminaba de comer los
postres entre charla y risas. Esperó nerviosa a que Esther saliera del baño,
pensando en qué iba a decirle. Cuando Esther abrió la puerta y se topó con su
mirada, se quedó en blanco.
-
¡Alex! –se sorprendió Esther de encontrarla allí
esperándola-.
-
Esther, ¿podemos hablar? Necesito decirte algo
–la atajó Alex. Si no lo decía de golpe, nunca lo haría-.
Dos alumnas
llegaron en ese momento preguntándoles si iban a pasar al baño, Alex las dejó
entrar y sin ni siquiera pensarlo cogió a Esther de la mano y la arrastró a un
salón apartado que había en el restaurante. En cuanto cerró la puerta tras
ellas, miró la mano de Esther entre la suya. La soltó de golpe.
-
Perdona –se disculpó Alex-.
-
Tranquila –Esther tembló por su dulzura y esa
indescriptible fragilidad que la envolvía-.
Durante unos
instantes permanecieron en silencio.
-
Es ridículo, tenía mil cosas que decirte y….
–Alex estuvo a punto de confesarle que con sólo verla, se quedaba en blanco.
Que todo desaparecía del mundo cuando se encontraba a su lado-. Lo siento.
Esther leyó en
sus ojos parte de lo que no podía decirle, y el corazón le dio un vuelco que la
partió en dos. Había evitado por todos los medios posibles no estar cerca de
ella, porque su deseo era tan fuerte después de haberla contemplado creando, que ni siquiera se reconocía
a sí misma. Notaba como algo crecía en su interior, devastador, intranquilo y voraz.
No estaba segura de que fuera amor, pero era tan grande como para poder serlo,
y aquello aún la asustaba más.
-
Alex, mira… no tienes que decir nada. Si alguien
tiene que disculparse, soy yo. Lamento haberte fallado como amiga, y lamento
haberte dado unas esperanzas en nosotras errónea. Nunca quise hacerte daño,
pero te lo he hecho. Lo siento. Al final soy toda una hija de puta, y ya está… cuanto
antes lo asumamos mejor para las dos. No hay nada más que decir, simplemente
olvidémonos de todo esto. Yo voy a hacerlo –le dijo Esther queriendo zanjar el
tema y salir de allí lo antes posible-.
-
¿Y ya está? –la voz queda de Alex detuvo la
huida de Esther, que ya estaba a punto de alcanzar la puerta-. ¿Vas a
olvidarme, así sin más? ¿Borrar nuestra amistad como si nada? ¿Ni siquiera te
merece la pena luchar por salvar algo de nosotras? ¿Tan poca cosa significo
para ti?
Esther no podría
describir en años la sensación de frío que le recorrió el cuerpo al escuchar
sus preguntas, sus ruegos. Allí, cobardemente, mientras permanecía de espaldas
a Alex porque sólo con volver a mirarla a los ojos no sabía si tendría valor
para decirle adiós, acalló cada una de sus partículas que se morían por ella.
-
Alex, no puede existir un nosotras… -musitó
Esther sin tan siquiera girarse-.
-
¿Por qué la quieres a ella? ¿por eso? –Alex
ardía de rabia y miedo, y en su voz empezó a reflejarse-.
-
Sí, porque la quiero –reafirmó Esther con los
ojos cerrados y el puño aferrado al pomo de la puerta-.
-
¡A mí también me quieres, maldita sea! Pero eres
tan cobarde y tienes tanto miedo de descubrir que lo que existe entre vosotras
no es tan perfecto como creías, que me alejas de tu vida sin darme opción a
nada –Alex estalló desesperada-. ¿Quieres salir por esa puerta? ¡Corre… corre
tras ella!
Esther la abrió,
el cuerpo le temblaba por sus palabras y si flaqueaba aunque fuera sólo un
instante, algo dentro de ella se desataría sin control ni medida. Tenía miedo.
-
¡Esther, no huyes de mí! ¡Huyes de ti! ¡Huyes de
lo que sientes! ¡Me quieres! –le gritó Alex ya viéndola marcharse-.
Un tremendo
portazo hizo saber a Esther de la desesperación y frustración de Alex. No
volvió la vista atrás, si lo hacía, ya no podría marcharse. Kate la interceptó
recogiendo su mochila y sus cosas, sin despedirse de nadie.
-
¿Qué pasa? ¿A dónde vas? –le preguntó Kate, y al
mirarla supo todo lo mal que había ido su encuentro-.
-
Kate, me voy a casa. Cuida de Alex, por favor
–le pidió Esther sin poderle expresar lo que sentía por dentro-.
-
¿Y tú?
Esther vio en
sus ojos la preocupación y el desconcierto, como si Kate pudiera ver el
interior oscuro y desbordado que ella estaba viviendo.
-
Yo estaré bien. No te preocupes por eso –le
aseguró Esther, y dándole un beso en la mejilla salió corriendo del
restaurante-.
Fuera como
fuera, Kate sintió de todo menos despreocupación por aquellas dos mujeres.
Continuará....
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
106
Amsterdam.
La alarma del
reloj de Alex sonó, y el silencio de pronto se transformó en aplausos y
silbidos en cuanto Alex dejó las herramientas en la mesa. Kate cubrió a Sofía
con el albornoz después de agradecerle su trabajo, y se vistió antes de ir al
encuentro de Alex, que claramente aún estaba un poco fuera de sí por lo vivido.
-
¡Ven aquí! –le dijo con una enorme sonrisa-.
-
¡No te lo perdonaré en la vida! –le dijo Alex
dejándose abrazar por Kate. Estaba agotada y el cuerpo le dolía por la tensión
y el deseo acumulados-.
-
Jajaja… -Kate rió por su comentario-. Lo has
hecho muy bien, bienvenida, sabía que aún podías.
Alex cerró los
ojos sabiendo lo que Kate quería decirle, agradecida por contar con su fe
absoluta, y su tenacidad imperturbable. Durante unos instantes, ambas se
olvidaron del resto, hasta que los alumnos ya no resistieron estar lejos de
ellas y quisieron acercarse para saludarlas, y dar la enhorabuena a su
profesora.
-
¿No vienes? –le preguntó Meike, tan entusiasmada
como los demás por la demostración que acababa de presenciar-.
-
Sí, ahora voy. ¡Ve tú! –le dijo Esther sin
levantarse de la silla-.
Meike no se lo
pensó dos veces y salió al encuentro de Alex, necesitaba felicitarla y ver de
cerca aquella preciosidad que había esculpido. Esther en cambio estaba
temblando, le dolían las caderas, el pecho, los ojos, las manos… Si se ponía de
pie, no sabía si le fallarían las piernas después de aquello, y no se atrevió a
moverse. Miró los folios que de modo tan obsesivo había rellenado, y cerró los
ojos sintiéndose culpable por sus deseos. Su mente y sus manos habían poseído a
Alex de mil formas distintas en la última hora. No podía estar cerca de ella.
La delgada línea entre la razón y perder completamente la cabeza, ésta vez estaba
demasiado cerca, y no sabía si tendría fuerzas para no ceder llegado el caso.
Los alumnos
fueron poco a poco felicitando a Alex por su trabajo. No dejaban de comentar lo
emocionante que había sido verla en acción, y Alex se fue relajando entre tanto
halago. Estaba feliz de haberlo conseguido, y de que a ellos les hubiera
servido verla tan expuesta. Valoraron a su lado la pieza, y todos coincidían en
que el resultado era asombroso, magnífico. Kate también interactuó con aquellos
que se atrevieron a hablarle, riendo y comentando distintos puntos de vista. Hasta
Sofía se quedó unos minutos de más una vez cambiada, para recoger las
felicitaciones de los asistentes. El júbilo y lo emocionante de la demostración
de Alex estaba en el ambiente, y Esther se alegró por su éxito. Más calmada y
viendo que los alumnos empezaban por fin a disgregarse, decidió acudir a
felicitarla, no sin antes doblar aquellos folios que hundió bien en el fondo
del bolsillo trasero de sus vaqueros.
-
Gracias, yo también… Nos vemos en la comida -le
decía Alex a unas alumnas antes de despedirlas-. En serio, ¿nadie tiene una
camiseta que prestarme? … jaja… No puedo salir así, empieza a ser bochornoso
–bromeó Alex aún en sujetador. Su camiseta había quedado hecha un trapo en el
suelo, y los alumnos todavía no le habían dejado tiempo para buscar algo que
ponerse-.
-
¿Te vale esto? –le dijo Esther apareciendo entre
los pocos que quedaban cerca-.
A Alex le bastó
sólo con verla para que todo su cuerpo se prendiera bajo la intensidad oscura
de su mirada. De repente todo a su alrededor desapareció como por arte de
magia, sólo estaban ellas dos, y aquella chaqueta que reconocía de Esther y que
le ofrecida de la nada.
-
Sí, gracias –le contestó finalmente Alex, y al
ir a cogerla sus manos se rozaron atormentándolas a ambas-.
-
Ha sido… ha sido, espectacular –reconoció Esther
recobrando la voz. Alex nunca sabría lo mucho que le costaba estar allí, ahora,
frente a ella-. Mi más sincera enhorabuena. No tengo palabras. Has estado
increíble.
-
Gracias –le agradeció con una tímida sonrisa
Alex-. No sabes lo que significa para mí, viniendo de ti.
El rubor de sus
mejillas tras las palabras de Esther, y el brillo de sus ojos que aún ardían
cuando la miraban, aguijonearon las entrañas de una Esther que no pudo apartar la
vista pese a su interior inquieto.
-
¡Esther! –Kate se acercó hasta ellas al verla, y
la abrazó con cariño-. ¿Qué te ha parecido? ¿No es increíble?
-
Se lo estaba comentando ahora mismo, realmente
asombroso –le contestó Esther refugiándose en la jovialidad de su mentora, que
se mostraba exultante de gozo-.
Kate cogió a
cada una con un brazo y las estrechó en un fuerte abrazo de a tres antes de que
se diera si quiera cuenta de lo que la proximidad de aquellas dos causaba.
-
¡Mis chicas! –dijo Kate realmente contenta y
orgullosa de ellas-. Aprovechar y pedirles un autógrafo, porque dentro de unos
años serán tan famosas que no tendrán tiempo ni de devolveros el saludo –bromeó
Kate con los pocos alumnos que ya iban quedando-.
Los alumnos
rieron por sus cosas. Alex y Esther en cambio, sólo podían pensar en una sola.
----
La voz se corrió
entre los pasillos de la facultad, y los pocos profesores que quedaban allí un
sábado por la mañana se acercaron también a ver la obra de Alex. Esther
aprovechó el tumulto para escabullirse con premura, y en cuanto pisó el césped
del campus, los pulmones empezaron a demandarle aire como si estuvieran
aprisionados en su interior por todo lo que sentía.
-
“Por favor, no me hagas esto”… “ahora no”… “aguanta” –le pidió a aquel torrente de
pasión que ardía en su interior como lava contenida a punto de destrozarlo todo
a su paso-.
Respiró
profundamente, y se sentó en uno de los bancos mientras luchaba por serenar y
procesar lo que había ocurrido en aquellas cuatro paredes. Ver a Alex así,
entregada, vulnerable y a su vez tan segura. Apasionada, intrépida… tan
caliente…
-
“Oh, Dios…”
Esther luchó por
desterrar de su cabeza todas esas imágenes que tenían a su cuerpo ardiendo,
pero no podía.
-
“Y yo que creía que lo peor que me podía pasar
era haberla visto desnuda” –se dijo cínicamente-.
Aquel bombardeo
de imágenes había sido mucho peor. Contemplarla trabajando, creando de verdad,
había detonado el preciado interruptor para urgencias que le quedaba, y ahora
estaba aterrada por el rugido que le nacía desde dentro. Su cabeza estaba llena
de ella, de sus manos, de su sudor, de sus gestos, su aliento y ese cuerpo en
el que se había recreado durante una hora funesta, tan real y tan
fervientemente, que si cerraba los ojos era como si la acariciara, y sus manos
temblaban con el deseo de poseerla.
-
“Tengo que serenarme… por favor, vamos,
serénate” –se repitió mientras tomaba aire intentando alejar las imágenes que
una y otra vez, inevitablemente, se disparaban en su mente-.
La frustración
que sentía casi la hizo gritar. Se levantó de un salto de su asiento, inquieta,
y se puso a andar. Las palmas de sus manos aún le escocían demandándole más de
Alex, pidiéndole aquella posesión volcada a papel que Esther no estaba
dispuesta a permitirse más.
-----
16.15H Comida de fin de curso.
Alex siguió por
millonésima vez a Esther con la mirada. No había podido hablar con ella
todavía, y estaba claro que Esther quería mantenerla a distancia, pues en lugar
de unirse a Kate y a ella en la comida, se había decantado por integrarse con
un grupo de alumnos, evitándola a conciencia durante toda la velada. En cuanto
vio que se dirigía al baño, saltó de la silla.
-
¿A dónde vas? –le preguntó Kate deteniéndola
suavemente. Ella también estaba preocupada por las reacciones de Esther,
parecía distinta-.
-
Kate, tengo que hablar con ella –le dijo Alex
bastante decidida-.
-
No la veo tranquila, ¿crees que es buena idea
abordarla ahora? –le preguntó Kate-.
-
Si os vais el miércoles, y no he podido
solucionar aunque sea nuestra amistad…. Yo…. –Alex tembló-…. Me muero, Kate. La
quiero. Necesito tenerla en mi vida.
Kate la miró a
los ojos, tan brillantes y tan seguros que no pudo retenerla. Tenía miedo de
que acabaran destrozándose la una a la otra, pero en cosas del corazón ella prefería
no tomar partido llegados a aquel punto, cada uno tenía que seguir su proceso,
cada uno tenía que saber caer y levantarse. La dejó ir.
Alex no se lo
pensó dos veces, y fue tras Esther mientras el resto terminaba de comer los
postres entre charla y risas. Esperó nerviosa a que Esther saliera del baño,
pensando en qué iba a decirle. Cuando Esther abrió la puerta y se topó con su
mirada, se quedó en blanco.
-
¡Alex! –se sorprendió Esther de encontrarla allí
esperándola-.
-
Esther, ¿podemos hablar? Necesito decirte algo
–la atajó Alex. Si no lo decía de golpe, nunca lo haría-.
Dos alumnas
llegaron en ese momento preguntándoles si iban a pasar al baño, Alex las dejó
entrar y sin ni siquiera pensarlo cogió a Esther de la mano y la arrastró a un
salón apartado que había en el restaurante. En cuanto cerró la puerta tras
ellas, miró la mano de Esther entre la suya. La soltó de golpe.
-
Perdona –se disculpó Alex-.
-
Tranquila –Esther tembló por su dulzura y esa
indescriptible fragilidad que la envolvía-.
Durante unos
instantes permanecieron en silencio.
-
Es ridículo, tenía mil cosas que decirte y….
–Alex estuvo a punto de confesarle que con sólo verla, se quedaba en blanco.
Que todo desaparecía del mundo cuando se encontraba a su lado-. Lo siento.
Esther leyó en
sus ojos parte de lo que no podía decirle, y el corazón le dio un vuelco que la
partió en dos. Había evitado por todos los medios posibles no estar cerca de
ella, porque su deseo era tan fuerte después de haberla contemplado creando, que ni siquiera se reconocía
a sí misma. Notaba como algo crecía en su interior, devastador, intranquilo y voraz.
No estaba segura de que fuera amor, pero era tan grande como para poder serlo,
y aquello aún la asustaba más.
-
Alex, mira… no tienes que decir nada. Si alguien
tiene que disculparse, soy yo. Lamento haberte fallado como amiga, y lamento
haberte dado unas esperanzas en nosotras errónea. Nunca quise hacerte daño,
pero te lo he hecho. Lo siento. Al final soy toda una hija de puta, y ya está… cuanto
antes lo asumamos mejor para las dos. No hay nada más que decir, simplemente
olvidémonos de todo esto. Yo voy a hacerlo –le dijo Esther queriendo zanjar el
tema y salir de allí lo antes posible-.
-
¿Y ya está? –la voz queda de Alex detuvo la
huida de Esther, que ya estaba a punto de alcanzar la puerta-. ¿Vas a
olvidarme, así sin más? ¿Borrar nuestra amistad como si nada? ¿Ni siquiera te
merece la pena luchar por salvar algo de nosotras? ¿Tan poca cosa significo
para ti?
Esther no podría
describir en años la sensación de frío que le recorrió el cuerpo al escuchar
sus preguntas, sus ruegos. Allí, cobardemente, mientras permanecía de espaldas
a Alex porque sólo con volver a mirarla a los ojos no sabía si tendría valor
para decirle adiós, acalló cada una de sus partículas que se morían por ella.
-
Alex, no puede existir un nosotras… -musitó
Esther sin tan siquiera girarse-.
-
¿Por qué la quieres a ella? ¿por eso? –Alex
ardía de rabia y miedo, y en su voz empezó a reflejarse-.
-
Sí, porque la quiero –reafirmó Esther con los
ojos cerrados y el puño aferrado al pomo de la puerta-.
-
¡A mí también me quieres, maldita sea! Pero eres
tan cobarde y tienes tanto miedo de descubrir que lo que existe entre vosotras
no es tan perfecto como creías, que me alejas de tu vida sin darme opción a
nada –Alex estalló desesperada-. ¿Quieres salir por esa puerta? ¡Corre… corre
tras ella!
Esther la abrió,
el cuerpo le temblaba por sus palabras y si flaqueaba aunque fuera sólo un
instante, algo dentro de ella se desataría sin control ni medida. Tenía miedo.
-
¡Esther, no huyes de mí! ¡Huyes de ti! ¡Huyes de
lo que sientes! ¡Me quieres! –le gritó Alex ya viéndola marcharse-.
Un tremendo
portazo hizo saber a Esther de la desesperación y frustración de Alex. No
volvió la vista atrás, si lo hacía, ya no podría marcharse. Kate la interceptó
recogiendo su mochila y sus cosas, sin despedirse de nadie.
-
¿Qué pasa? ¿A dónde vas? –le preguntó Kate, y al
mirarla supo todo lo mal que había ido su encuentro-.
-
Kate, me voy a casa. Cuida de Alex, por favor
–le pidió Esther sin poderle expresar lo que sentía por dentro-.
-
¿Y tú?
Esther vio en
sus ojos la preocupación y el desconcierto, como si Kate pudiera ver el
interior oscuro y desbordado que ella estaba viviendo.
-
Yo estaré bien. No te preocupes por eso –le
aseguró Esther, y dándole un beso en la mejilla salió corriendo del
restaurante-.
Fuera como
fuera, Kate sintió de todo menos despreocupación por aquellas dos mujeres.
Continuará....
Si se da la vuelta empotra a Alex en la pared y arde Troya
ResponderEliminarJajajajaj pienso lo mismo. Que Esther ha estado a un paso de mandarlo todo al carajo y comérsela alli mi mismo.
EliminarEstas echa todo un bicho penden ciero tú...ahora tienes por egg cambiarle de singula a plural el nombre a la historia...porque eso de "Dibujada en mi mente" queda mejor decir "DibujadaS en mi calenturienta mente" :p
EliminarJajajajaja es un título que le iría perfectamente a la historia y su autora. Lo dejaremos ahí. .. ;-p
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