La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
72
Todo se transformó en una mancha borrosa
alrededor de ellas. Maca no podía respirar, no podía pensar, no podía... sólo
sentía la sangre hervir en su cabeza, mientras percibía las sensaciones que las
manos de Esther proyectaban desde sus pechos hacia su sexo. La boca de Esther,
su suavidad, su sabor, su humedad dulce y desbordada, la estaban volviendo
loca. Completamente adicta a sus besos de un modo que jamás antes había
conocido. ¿Tanto la deseaba? Maca nunca hubiera creído que aquel grado de
pasión existiera, pues había disfrutado con sus parejas tanto y con tal
intensidad, que lo que estaba sintiendo con Esther parecía una fábula, un mito
sobrehumano. Pero allí estaba, clavándole los dedos en la espalda para pegarla
más todavía contra su cuerpo, reclamando su boca cada vez que Esther se
distraía posándola en otra parte que no eran sus labios, sintiendo como la
llama crecía y crecía, y le quemaba desde los dedos de los pies hasta la punta
del último cabello.
-
¡Me estás matando! -susurró Maca en aquel momento, tan veraz y tan
consumida que Esther se sintió obligada a mirarla-.
Maca tomó aquel rostro, de pronto algo
preocupado, entre sus manos, y sonrió con dulzura.
-
¡Como te pares ahora, entonces la que te va a matar soy yo! ¿está claro?
-le dijo Maca de modo desenfadado, haciendo un esfuerzo por borrar el susto que
veía en el rostro de Esther-.
-
¡Maca! ¿Estás segura? -le preguntó Esther, pues estaba asustada de la
intensidad que las envolvía-.
Maca se arrepintió de haber frenado a
aquella locomotora, así que pensó que lo mejor sería boicotear sus frenos de
una vez por todas. Cogió el bajo de su camiseta y se la sacó por la cabeza,
luego se desabrochó el sujetador y lo tiró también al suelo. Esther la
contempló, porque no hacerlo estaba segura de que debía ser pecado. El pecho de
Maca bajaba y subía ante su mirada como si la llamara a gritos, los pezones que
antes había estimulado sobre el tejido apuntaban ahora endurecidos en su
dirección... eran tan hermosos. Esther se obligó a mirar a Maca de nuevo, pues
necesitaba las respuestas que sólo ella podía concederle y por suerte, las
encontró. Maca dibujó una sonrisa lasciva, con sus labios rojos y desenfocados
por los besos, y acto seguido volvió a tomarla por el cuello para atrapar su
boca. Esther ya no pensó en nada más, la cogió por la cintura y anduvo con ella
hasta conseguir sentarla en la mesa de la cocina. Con Esther entre sus piernas,
Maca decidió que ya era hora de volver a ver el torso desnudo que había causado
tal desastre. Deslizó sus manos hasta la camiseta de Esther y se la sacó de un
tirón, dejando su desnudez al alcance de sus dedos. Esther le concedió el mismo
derecho que ella había tenido, mientras Maca se deleitaba al mirarla con la
respiración entrecortada y dibujaba con delicadeza trazos sobre su torso
desnudo.
-
¡No puedo más! -susurró Esther cuando la tortura del tacto de Maca le
pareció insoportable-.
Maca aún sonreía satisfecha cuando la boca
de Esther volvió a atraparla con ferocidad y apremio. Las manos viajaban
frenéticas y sin embargo cada una era plenamente consciente de la caricia
exacta que estaba surcando sobre sus pieles. Maca se recostó en la mesa y con
ella se llevó a Esther que se sentía incapaz de abandonarla ni para cambiar de
postura. Besó su boca, mordió su barbilla, lamió su cuello y descendió beso a
beso por su esternón hasta detenerse apenas un instante para disfrutar del
manjar que venía a continuación. Cuando Esther besó con suavidad el pezón de
Maca, a ésta se le puso la piel de gallina, pero ni de lejos sospechó la
inflamación que sentiría entre las piernas cuando la boca de aquella mujer
abarcó su pecho ya sensible, derramando la suavidad y el calor de su saliva
sobre él.
-
¡Dioss! -Maca no pudo controlarse-.
La ola de placer era tan
estrecha, que a Esther también se le pusieron los pelos de punta tras sentir el
estremecimiento y gemido de Maca. Con aquella bienvenida Esther repitió el
gesto una y otra vez, hasta que Maca frenética, atrapó su cabeza para retenerla
en su pecho hasta casi ahogarla.
De pronto unas risas fuera de la casa
llegaron hasta sus oídos. Maca y Esther se miraron con desesperación, eran Eva
y Laura que volvían.
-
¡Han vuelto! -dijo Esther en un susurro que se debía más al dolor físico
que sentía que a su voluntad por parar aquello que estaban haciendo-.
-
¡Me moriré si me dejas así! -jadeó Maca, deformada por el remolino del
que la habían sacado a patadas-.
Las voces cada vez se oían más claras, Maca
se tapaba ya la cara con las manos tratando de aceptar que aquello había
acabado, serenándose. Esther sin embargo no podía soportar la idea de dejar las
cosas de aquel modo, sus años de formación tenían que servir para algo, se
decía... y como si un interruptor saltara en su cabeza, se apartó de Maca,
recogió la ropa que habían tirado al suelo y levantó de un tirón a Maca de la
mesa.
-
Vamos... -le ordenó-.
Y Maca la siguió automáticamente. Eva y
Laura entraron en la casa en el mismo instante que Esther cerraba la puerta de
su dormitorio. Echó el cerrojo y se giró hacia Maca que se había sentado en la
cama. ¡Había sido un puto desastre! Jamás hubiera imaginado que el día que
conseguiría la atención de Maca, fuera a terminar en un cortafuegos como el que
habían tenido.
-
¿Estás bien? -le preguntó Esther volviendo a la claridad que estar lejos
de Maca le concedía-.
-
¿Tú qué crees? -le respondió Maca sarcásticamente, estaba claro que ella
también había vuelto a la realidad de un mazazo. Empezó a vestirse-.
Esther sintió pánico de pronto. Sin dudarlo
se acercó hasta ella y se arrodilló entre sus piernas.
-
No tenemos por qué salir de aquí... olvidémonos de ellas -le dijo, pero
en sus ojos había casi una súplica-.
Maca la miró, y descubrió con agrado que le
era tremendamente fácil leer en ella, hasta ahora no se había dado cuenta de lo
mucho que le hablaban sus ojos. Le acarició la cara, y Esther atrapó su mano
llevándosela a la boca para besarla, aún había restos de humedad en sus labios,
y a Maca le fue muy fácil estremecerse recordando lo que era capaz de hacerle
sentir esa misma boca.
-
No vamos a hacerlo -le dijo Maca de pronto-.
-
Pero.... -Esther quiso oponerse, decir algo que retuviera la esperanza
de que aquello no terminaría de aquel modo-.
- Shhh... Escúchame -le dijo
Maca colocándole un dedo en los labios para que no siguiera hablando-. Ya deben
de estar preguntándose dónde estamos, y no quiero que de momento sepan lo que
está pasando entre tú y yo...
-
¿Pero, entonces... reconoces que pasa algo entre tú y yo, no? -Esther se
sintió patética en el mismo momento que formuló la pregunta, pero no le
importaba, el miedo a que todo lo conseguido se esfumara la hacía irracional y
vulnerable-.
Maca sonrió ante la ternura que le
despertaba conocer la reciente vulnerabilidad de Esther. Se agachó y la besó en
los labios... y en seguida notó como cada terminación nerviosa se volvía a
encrespar. “Oh sí.... sigue aquí”, pensó Maca cuando se separó de aquellos
labios, a pesar de que sus ojos tardaron en abrirse tras el contacto.
-
Creo que resulta muy evidente que existe algo... yo diría que mucho -le
contestó Maca regalándole una sonrisa que tranquilizó por completo a Esther-.
Así que piensa, porque necesito que se te ocurra algo rápido para que esas dos
de ahí fuera no empiecen a especular sobre nosotras más de lo que creo que ya
lo hacen. Esto es cosa tuya y mía, y no quiero que nadie lo sepa de momento.
¿Te parece bien? -le preguntó Maca mientras seguía acariciándole la cara-.
-
Si es lo que quieres, me parece bien -le dijo Esther y contagiada por la
esperanza que había vuelto a depositar Maca en mitad de su pecho, alcanzó sus
labios de nuevo en un beso intenso y estrecho-.
Maca jadeó cuando Esther la liberó.
-
¡Como vuelvas a besarme así, te juro que no sales por esa puerta en
años! ¿No soy tan fuerte, sabes? ¡Así que no tientes a tu suerte! -le advirtió
Maca sonriente, pero con una muestra evidente del desazón que viajaba por su
cuerpo-.
Esther sonrió malévola, e hizo el intento de
volver a besarla porque no salir de aquella habitación en años era demasiado
tentador como para ni siquiera intentarlo.
-
Oh no... jajaja... ni hablar.... -se retiró Maca riendo y reculando
sobre la cama para apartarse de ella-. ¿No te basta con dejarme el cuerpo
dolorido por el calentón, que aún quieres seguir maltratándome? ¿Pero qué clase
de tácticas de tortura les enseñan en el ejército, “comandante”?
-
Pues aún no has visto ni la mitad.... -le dijo provocadora Esther y le
atrapó un tobillo-. ¡Ven aquí, mosquita muerta! ¿O es que esas camisetas que te
pones ahora son por casualidad?
-
jajajaj... vaya, mira quien habla... jajaja... como si lo de la
“cremita” fuera pura coincidencia ¿no? -se rió Maca tratando de zafarse de
ella-.
-
jajaj... ¡Anda, ven aquí! -se rió también Esther y tiró más fuerte de
ella, para luego tumbarse en la cama a su lado-.
Las dos estaban tratando de acallar sus
risas cuando Eva llamó a la puerta de la habitación de Esther.
-
Esther, ¿estás ahí? -preguntó Eva un poco mosca-.
-
Mierda... mierdaaa.... -se quejó Maca en apenas un susurró-.
-
Dile que un segundo... -le apuntó Esther-.
-
¿Quéee? -preguntó Maca sin entender-.
-
Que le digas: “un segundo” -le repitió Esther mientras se quitaba los
zapatos y se metía en la cama-.
Maca la observó sin comprenderla del todo,
pero al final hizo lo que le pedía.
-
Díselo bajito... como si yo estuviera durmiendo, corre -le dijo Esther-.
Maca se acercó a la puerta recolocándose la
ropa e hizo lo que le pedía Esther.
-
Un segundo, Eva... -susurró ya en la puerta-.
Eva se quedó desconcertada tras escuchar a
Maca en la habitación de Esther.
-
¿Y ahora qué? ¡comandante de pacotilla! -le preguntó Maca burlonamente-.
Esther se puso de lado para apoyarse en un
codo y mirarla, la sonrisa de felicidad no se le quitaba de la cara.
-
Ahora vas a salir sin que se note que está echado el seguro, y les dices
que haciendo los ejercicios me he dado un golpe en la zona de la costilla.
Laura querrá verme, así que le dices que me has dado un analgésico, me has
puesto la crema, y que ahora estoy durmiendo ¿de acuerdo? -le dijo el plan a
Maca-.
-
¡Eres un bicho!, lo sabes, ¿no? -le dijo Maca entrecerrando los ojos, lo
cual divirtió más a Esther-.
-
¿Sí?, pues espérate a ver como envío mañana mismo a estas dos al pueblo,
porque tú no te vas a librar ni de coña... pequeña torturadora. Mira que
venirme con camisetitas a mí... -le soltó Esther de pronto-.
Maca puso los ojos como platos por la
sorpresa. ¿Quién coño era aquel pequeño diablo que tenía delante? ¿Y desde
cuándo Esther era tan descarada? La piel se le puso de gallina sólo con la idea
que acababa de lanzarle Esther, sin embargo, no quería impacientar a Eva y
sobretodo no quería levantar más suspicacias de las que por sí su amiga ya
tenía. Se apresuró a acercarse a la cama de Esther, le dio un beso que
pretendió ser breve y que se alargó porque Esther la tiró encima suyo. Luego
regresó a la puerta para descorrer el seguro con suavidad y acatar las órdenes
de su ya, “comandante”.
73
Maca se tomó apenas unos segundos antes de
abrir la puerta y encontrarse con Eva. Sabía que engañarla no le resultaría
fácil, así que estaba dispuesta a mentirle lo menos posible y adoptar la mejor
táctica plausible en aquel caso, el ataque. Con ese pensamiento tomó aire y
salió al pasillo sin mirar atrás.
-
¿Qué? ¿todo bien ahí dentro? -le preguntó Eva con una sonrisa pícara y
un juego de cejas que dejaba muy claras sus insinuaciones-.
-
¡De puta madre! ¡no te jode! ¿Sé puede saber por qué coño habéis tardado
tanto en regresar? -le espetó Maca haciendo acopio de toda la mala leche que le
era posible en su estado-.
Eva cambió la cara de inmediato sorprendida,
le parecía haber escuchado una especie de risas cuando llegó al cuarto de
Esther, pero por lo visto algo se le había escapado.
-
¿Por qué? ¿qué pasa? -le preguntó Eva algo más centrada-.
-
¡¡¿Qué, qué pasa?!! - empezó Maca a desplegar el montaje, al menos los
nervios no los tendría que disimular-. Que Esther se ha dado un golpe en la
zona de la costilla mientras hacíamos los ejercicios, y que como Laura y tú
estabais retozando en la puta charca esa, me ha tocado encargarme de ella. Por
si no había tenido bastante con el numerito celestino que montaste anoche,
encima va y me toca hacer de enfermera en jefe... ¡Ay que joderse!
-
Bueno, bueno... ¿pero está bien? -quiso saber Eva-.
-
Sí, eso creo. Al menos ella dice que está bien. La he ayudado a
acostarse, le he dado un analgésico y le he tenido que poner la crema esa un
par de veces. Cuando has llamado iba a despertarla para que se tomara la otra
pastilla, menos mal que está un poco grogui porque por tu culpa casi me pilla
mirándola como una idiota... -le soltó Maca sin mirarla a la cara, pues era muy
consciente de cómo Eva la contemplaba mientras hablaba-.
-
¿Te habías metido en su habitación a mirarla mientras dormía? -le
preguntó Eva con una sonrisa de oreja a oreja-.
- Sí, ¿qué pasa? -le espetó
Maca fingiendo estar a la defensiva. Luego cogió del brazo a Eva y la apartó un
poco de la puerta para fingir que le preocupaba que sus palabras llegaran a los
oídos de Esther-. Que no quiera tensar las cosas más de lo que están, no
significa que sea de piedra, ¿vale?
-
¡Estás muerta con ella! Sólo hace falta mirarte a la cara para darse
cuenta... estás roja como un tomate y los ojos te hacen chiribitas -le apuntó
Eva dándole un pellizco en el moflete, recochineándose-.
-
¡Cómo se nota que follas todos los días, eh guapa!... ¡Dame un puto
respiro, joder! -le soltó Maca, y salió pasillo abajo fingiendo un enfado que
no era del todo disimulado. Por culpa de aquellas dos, acababa de perderse el
polvo de su vida-.
---
-
¿Qué le pasa? -preguntó Laura tras ver que Maca cruzaba la cocina sin
dirigirle la palabra y terminaba cerrándole la puerta de su cuarto a Eva en las
narices, pues la seguía de cerca-.
-
¿Qué le va a pasar? ¡Que cómo no moja, está de un humor de perros! -le
soltó Eva divertida, pues tras saber que lo que ponía de mal humor a Maca era
el calentón que llevaba por haber toqueteado a Esther en su nuevo rol de
enfermera, se había quedado más que satisfecha-.
-
¡Eva, no te pases! -le regañó Laura-. Qué tú quieras que se junten, no
significa que te de derecho a empujarlas a la fuerza. Ya son mayorcitas, ¡qué
hagan lo que quieran!
-
Pero si se muere por lanzarse a la yugular de Esther, que lo sé yo.
¡Está muerta con ella! ¿No le has visto la cara? -se defendía Eva-.
-
De todas formas no es asunto nuestro, y además, que quede claro que no
pienso volver a hacer recados de celestina, lo de anoche fue una excepción. No
voy a volver a pasar por el trago de sonsacar a Esther por muy pesadita que te
pongas, ¿estamos? -le espetó Laura que por su actitud corporal y el tono de voz
parecía que hablaba muy enserio-.
Eva se acercó hasta ella y la achuchó.
-
Valeeee.... pero no te pongas gruñona, anda -le dijo Eva y la besó-.
Laura refunfuñó por su actitud, pero a Eva
no le costó mucho convencerla para que la perdonara. Aquella sin duda era la
ventaja de estar en plena etapa de luna de miel.
...
Esther miró por millonésima vez el reloj, se
le estaba haciendo eterno tener que fingir que dormía pues ansiaba poder tener
de nuevo delante suyo aquella cara, aquella boca, aquellos ojos... Por más que
había intentado distraerse, no lo había conseguido, pues su cuerpo aún
aguardaba a fuego lento, y todo su pensamiento estaba lleno del recuerdo de
aquel inesperado encuentro que Maca y ella habían protagonizado horas antes.
“Dios, esto es un sin vivir”, pensó mientras se sentaba en la cama de un salto.
Miró de nuevo el reloj, y decidió que no podía soportarlo más, así que se
cambió de ropa y probó suerte en el exterior.
-
¿Aún estás mosqueada? -le preguntó Eva dándole un codazo a Maca mientras
se sentaba a su lado en el sofá-.
-
Ya te he dicho que no -le contestó
Maca-.
-
Anda tontaaaaaaa... si yo te quiero mucho -se puso melosa Eva para que
se le pasara el mal humor-.
-
Sí, seguro -se hizo la dura Maca, pero empezaba a sonreír entre los
brazos de su amiga-.
-
Que sí, tonta -le aseguró Eva dándole un beso en la cara-. Y para que
veas que es cierto, te prometo que me portaré bien con respecto a Esther -Maca
se giró y alzó una ceja de incredulidad y suspicacia-... jajaja... bueno vale,
mejor “trataré” de portarme bien, ¿mejor?
-
Al menos es más sincero -tuvo que conformarse Maca con aquella especie
de bandera blanca que le ofrecía su amiga-.
-
Sigo pensando que estás perdiendo el tiempo y que sería mejor que...
-Eva volvía a embalarse y meterse en medio-.
-
Evaaa!!! -la reprendió Maca para que se diera cuenta que volvía a columpiarse-.
-
... vale, vale... me callo, pero que conste que todo esto lo quería
hacer por tu bien, te sienta fatal la abstinencia, que lo sepas -terminó de
soltarle Eva y en cuanto vio que Maca ponía los ojos en blanco y se tapaba la
cara con las manos en señal de “dejarlo por imposible”, alzó sus manos en señal
de tregua y de dejar el tema en paz-. ¡Está bien, está bien!
-
Gracias -le contestó Maca en agradecimiento porque se callara-.
-
Tú sabrás lo que haces -le dijo Eva, que aunque estaba rechinando los
dientes por dentro por ver lo tozuda que era Maca, se quedó callada-.
Estaban mirando las dos hacia el televisor,
cuando la armonía terminó por saltar por los aires.
-
¿Qué estáis viendo? -les preguntó Esther desde la esquina de la
estancia-.
Maca aún no se había girado a mirarla, pero
le era tremendamente fácil presentir que Esther sonreía por el tono de su voz,
una voz mucho más clara que la que horas antes había ardido junto a su oído
susurrándole pasión. Se estremeció sólo con el recuerdo.
-
Un documental que por cierto, es un muermo, pero como ésta tiene el
mando -le dijo Eva y se encogió de hombros para dejar claro que ella no podía
hacer nada al respecto con los gustos de su amiga-.
-
Ya veo -dijo Esther con una sonrisa y luego preguntó- ¿”Naturaleza salvaje”?
-
No, el de “Mundo fascinante” -le contestó Maca sin atreverse a volver la
mirada, pues Esther ya se encontraba en la espalda del sofá-.
-
Creo que ese no lo he llegado a ver -dijo Esther tratando de entablar
una conversación trivial-.
-
¿Ah, no? Pues te cedo mi sitio, que esto es un rollo -le dijo de pronto
Eva, y Maca le clavó la mirada como si estuviera a punto de asesinarla, pues
volvía a hacer de las suyas-. No me mires así, que entre este muermo y ver en
que anda Laura va un mundo o dos -le atajó Eva con una sonrisa perversa-.
-
Si anda, corre... a ver si se te va a escapar, por Dios, estáis como
lapas -le contestó Maca-.
-
Envidia cochina... ala, ahí os quedáis -le espetó Eva y saltó del sofá,
mientras le lanzaba una sonrisa a Esther y le cedía el asiento-.
En cuanto Esther tomó asiento, Maca sintió
que se le aceleraba el pulso. Esther también se sentía fuera de sí, pues el
recuerdo de haberla tenido entre sus brazos aún era demasiado vívido. Ambas
permanecieron calladas unos instantes, compenetradas en alejar las sospechas y
las miradas de Eva, finalmente Maca se giró para mirar por encima del sofá y
asegurarse que estaban a solas. Esther sonrió ante el gesto.
-
¿Ya no hay moros en la costa? -le preguntó Esther-.
-
Eso parece -le contestó Maca topándose con aquellos ojos de nuevo-.
¡Hola!
-
¡Hola! -le devolvió el saludo Esther. Ambas se miraban con un anhelo y
un brillo en los ojos que delataba sus estados-. ¿Te sometió al tercer grado o
saliste indemne?
-
Salí indemne, al menos de momento -le contestó Maca sin poder evitar
reparar más de la cuenta en aquella boca que le sonreía-.
-
Me hubiera gustado verlo -le dijo Esther sin dejar de sonreír-. ¿Cómo
estás?
-
¿Cómo quieres que esté? ¡Al borde de un ataque de nervios! -le confesó
Maca en un susurro- Y tú tienes la culpa.
-
jajaja... -Esther no pudo evitar reír, no podía creer que aquel tonteo
estuviera ocurriendo, le parecía estar soñando-. ¿YO?
-
Sí, tú... por tu culpa no he parado de pensar en besarte en estas dos
últimas horas, ¿le parece a usted eso sano, “comandante”? -le dijo Maca
mordiéndose el labio inferior con picardía-.
-
No, en absoluto... así que voy a tener que remediarlo urgentemente -le
contestó Esther con una sonrisa mientras se acercaba hacia aquella boca que
ella también se moría por besar-.
Cuando sus labios se encontraron el calor
volvió a propagarse en el cuerpo de ambas, había tanta química y tanto deseo contenido,
que detener aquel volcán les costó más de lo que habían creído.
-
¡Dios! ¡Estoy que reviento! -susurró Maca a escasos centímetros de su
boca, con la respiración agitada tras aquel beso-. Me muero porque sea mañana.
-
¿Tú sola? -le contestó con una pregunta retórica Esther, ella también se
estaba consumiendo por dentro-. Se me está haciendo eterno.
Maca volvió a mirar por encima del sofá en
dirección a la cocina, no había nadie. Esther volvió a sonreír ante el gesto,
esperando ver el siguiente movimiento de Maca que no tardó en llegar, pues
cogió su cara entre las manos y la volvió a besar con urgencia. Esther no cabía
en sí de gozo, ver que Maca la deseaba tanto como lo hacía ella le parecía un
milagro. La envolvió en sus brazos. El beso las atrapó hasta que Maca no pudo
más y gimió. Ambas se separaron con la mirada aletargada y el cuerpo dolorido.
“Hija puta... ¡qué bien besa!”, pensó Maca que se obligó a distanciarse de
ella, la estaba poniendo a mil por hora.
-
Ufff... va a ser mejor que no sigamos, porque sino... -le dijo Maca
entre una risa nerviosa y un recular hacia el brazo contrario del sofá-.
-
¿Por qué sino... qué? -le preguntó Esther con la voz tomada y un fuego
peligroso en los ojos-.
-
Jajaja... que va a arder Troya -le contestó Maca que no tenía intención
de ocultar sus sentimientos ahora que ya se había lanzado al precipicio-.
-
Pues que arda... anda ven aquí -la reclamó Esther, y con un movimiento
la cogió del brazo y tiró de ella para acercarla-.
-
Jajaja... Esther, nos van a pillar -le dijo Maca, pero sin fuerzas para
resistirse a aquella fuerza de la naturaleza que la imantaba a aquella mujer-.
-
Sólo un besito más -le solicitó Esther-.
-
Sí, seguro -se mostró incrédula Maca tras ver la picardía que escondía
el rostro de Esther-.
Sin embargo, bastó con que Esther tirara un
poco más de ella para que volviera a tropezar en aquella tentadora piedra en la
cual no dejó de estrellarse hasta que con un salto tuvieron que volver a
guardar la compostura, pues escucharon a Eva de nuevo acercarse.
pobrecillas... las dejan con todo el calentón...
ResponderEliminaresa casa va a arder de un momento a otro, y eso no me lo quiero perder =)