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La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
74
Maca instintivamente saltó a la otra punta
del sofá, Esther sin embargo se recostó relajada contra el respaldo mientras
trataba de contener la sonrisa que el sobresalto de Maca le había producido.
-
AuuuH... -se quejó Esther por lo bajo por la coz que Maca le había
propinado-.
-
¡Por reírte! -le espetó ella en un susurro-.
-
¿Pero si yo no...? -se quiso defender Esther de la acusación, aunque la
sonrisa no se le podía quitar de la cara-.
-
Shhh... que vienen -la acalló Maca que fingió ver la tele de nuevo-.
A diferencia de lo que en un principio pensaron,
Eva no venía sola.
-
Esther, ¿cómo estás? Eva me ha dicho que ya te habías levantado, ¿qué ha
pasado? ¿aún te molesta la costilla? -el hablar apresurado de Laura delataba su
preocupación-.
-
Estoy bien Laura, no te preocupes. Hice un mal gesto, y me golpeé un
poco, pero ya está. No parece que vaya a tener mayores consecuencias -trató de
tranquilizarla Esther-.
-
Me dijo Eva que Maca te puso la crema -recapituló Laura la información
que tenía, pues se sentía responsable de no haber estado cuando Esther la había
necesitado. Desde que Eva le había contado lo ocurrido se había sentido
inquieta, que Esther volviera a recaer en su lesión era un contratiempo que no
podían permitirse en aquellos momentos y ella era la única, a parte de Esther,
que lo sabía-.
-
Sí, no te preocupes. En serio, estoy perfectamente. Falsa alarma -le
dijo Esther dándole unos golpecitos en la mano para que se relajara-.
-
De todas formas, déjame que lo mire... -Laura se detuvo un instante,
pues había estado apunto de añadir que no “podían” arriesgarse, pero en seguida
se dio cuenta que aquel comentario alzaría suspicacias, si no en Eva, si en
Maca-... no está demás, que nos aseguremos -dijo-.
Esther leyó su cara, aquella mujer no se
quedaría tranquila hasta verificarlo, y ella sabía bien porqué. Ahora se
lamentaba de haber encontrado aquella excusa y no otra, pues la había puesto
nerviosa sin necesidad. Una prueba más de la repercusión que sus sentimientos
causaban en su trabajo, algo que no sabía hasta que punto se podía permitir.
Trató de relajar las facciones que se habían terminado tensando tras el golpe
de realidad recibido.
-
Tienes razón, vamos a mi cuarto y me lo miras -le concedió Esther
poniéndose de pie-.
Laura hizo lo mismo y siguió a Esther. Maca
intercambió una mirada rápida con Esther, ésta le sonrió tratando de conseguir
que las preguntas que aquella ceja alzada le hacían desaparecieran, pero para
Maca no había pasado desapercibida la tensión que desprendía Laura... excesiva.
Eva se sentó ocupando el lugar de Esther en el sofá. Maca esperó a que
estuvieran solas.
-
¿Qué le pasa a Laura? -le preguntó-.
Eva la miró sin entender.
-
¿Que le pasa de qué? -le contestó Eva-.
-
¿No la has visto “demasiado” preocupada? -le enfatizó Maca-.
-
Pues no... ella es así, se lo toma todo a la tremenda. Sobretodo si se
siente culpable -le dijo Eva sin darle importancia-.
-
¿Culpable? -no entendió Maca aquella contestación-.
-
Bah, gilipolleces. Se siente culpable porque se supone que deberíamos
haber estado con vosotras y no “cómo si estuviéramos en una puta luna de
miel”... esa ha sido literalmente su respuesta cuando le he contado lo del
golpe -le apuntó Eva encogiéndose de hombros-. Gilipolleces en mi opinión, pero
ya sabes... sentido del deber y esas cosas, no veas lo paranoica que se ha
puesto con el tema, me ha costado un huevo que dejara de estar cabreada.
-
Ya veo -contestó Maca almacenando aquella información, tratando de
relajarse. Sin embargo había algo en la escena que acababan de presenciar que
no se lo permitió del todo hasta pasado un buen rato-.
Laura pareció mucho más relajada cuando
terminó de examinar a Esther, con la que salió de la habitación riendo y
gastando bromas como si nada. Aquel buen humor hizo que a Maca se le olvidaran
por completo sus preguntas y que se centrara tan sólo en Esther, a la que
seguía con la mirada por la cocina, mientras Eva, Laura y ella terminaban de
poner la mesa y charlaban animadamente.
-
Pues el agua estaba tremenda, el otro día hacía más fresquito, pero se
ve que ya el sol calienta bastante porque no se estaba nada mal, ¿verdad Laura?
-decía Eva poniendo los cubiertos-.
-
Sí, y además el agua está súper clara. La verdad es que es como un
miniparaiso. A ver si un día nos acercamos todas, que hace ya muy buen tiempo
-añadió Laura sin buscar segundas intenciones en su comentario-.
-
Ohhhhh... siiiii,... siiiii.... Deberíamos ir todas a bañarnos, es una
grandísima idea. Tenéis que venir, no podéis quedaros todo el día pegadas a
esta casa, que sois las dos más sosas -aprovechó Eva la oportunidad para hacer
de celestina-.
Laura le lanzó una mirada al darse cuenta de
lo que pretendía. Maca sin embargo cabeceó en signo de resignación, su amiga
era incorregible cuando se le metía algo en la cabeza y eso la hizo sonreír
hasta que Esther dio su opinión desde el otro lado del banco de cocina.
-
Pues es una buena idea, si queréis vamos cuando reposemos un poco la
comida -les propuso-.
Maca se giró de golpe con los ojos abiertos
de par en par, la sorpresa la había dejado clavada en el sitio mientras Esther
sonreía concentrada en soplar y probar la comida llevándose una cucharada a la
boca. “¿Qué es lo que estás tramando?”, se preguntó Maca notando como se ponía
nerviosa de golpe.
-
Geniallllllllll... Entonces vamos, ¿no Maca? ¿tú también te apuntas, no?
-se concentró su amiga en conseguir que Maca también diera el visto bueno a la
propuesta-.
-
Sí, claro. Vamos si queréis -le contestó Maca recomponiéndose-.
-
Vale, pues la comida ya está -les anunció Esther sacando una fuente de
pasta y vertiendo la salsa por encima-.
- ¿Te ayudo? -se ofreció
Laura-.
-
No, creo que ya puedo yo -le dijo Esther dirigiéndose a la mesa-. Ah, el
queso.
-
Ya voy yo -le dijo Laura-.
-
Creo que no quedaba en la nevera -le dijo Esther que ya se había
colocado en su sitio con Maca a su izquierda-.
-
No, pero creo que había otro paquete en la despensa, voy a ver -le dijo
Laura y salió por la puerta-.
-
Eva, pásame la coca-cola -le pidió Maca a su amiga, que estaba justo
enfrente de ella-.
-
Toma -se la tendió Eva-.
Maca apuró el culo de la botella.
-
Se ha terminado -anunció-.
-
Trae, yo la tiro. Hay otra en la nevera -le dijo Eva y fue hacia el
frigorífico-.
Esther aprovechó para lanzarle una mirada
pícara a Maca ahora que estaban fuera del alcance de Eva.
-
¡Me las vas a pagar! -le dijo Maca entornando los ojos en un susurro
inaudible-.
-
¡Lo estoy deseando! -le contestó Esther igual de desafiante, mientras
con las manos delante de ella, disimuló para que Eva no pudiera ver su sonrisa
pues ya volvía a la mesa-.
Laura no tardó mucho en aparecer con el
queso, y entonces Esther tuvo que posponer sus juegos para poder servir la
comida que transcurrió con un buen ambiente, como era lo habitual. Cuando
terminaron de comer, Eva, Laura y Esther se tomaron el café mientras Maca
terminaba de recoger los platos y se ponía a fregar, pues ella no solía tomarlo
tras las comidas.
-
¿Te ayudo? -le dijo Eva que ya había terminado-.
-
No hace falta, ya no queda nada -le aseguró Maca-.
-
Entonces voy a tumbarme un poquito en el sofá, que estoy que reviento
-dijo Eva para todas, y luego le susurró a Maca-. ¡Encima cocina que te cagas,
yo no sé a que esperas!
-
jajaja.. ¿tú no te cansas nunca, verdad? -se tuvo que reír Maca-.
-
¡¿yo?! ¡Para una virtud que tengo, no querrás encima que la deje! -le
contestó Eva y las dos se echaron a reír. Luego Eva le dio un cachete en el
culo y se piró de allí no sin antes reclutar a su chica-. ¿Te vienes un ratito
al sofá, cariño?
-
¿No te importa? -le preguntó Laura a Esther-.
-
Claro que no, anda ve -le dijo ésta. Y Laura y Eva salieron hacia el
comedor, mientras Esther terminaba de recoger los restos del café-.
Maca la sintió llegar como se presienten las
tormentas, y se estremeció incluso antes de notar el calor que aquel cuerpo
empezó a emitir pegado casi a su espalda.
-
¿Te ayudo? -le susurró Esther dejando las tazas en el fregadero
estirando su brazo desde la espalda de Maca. Acto que hizo inevitablemente que
tuviera que pegarse contra ella para colocarlas-.
-
La veo muy suelta, comandante. ¿Es que acaso ha desayunado “crispis”
esta mañana? -le contestó Maca con una sonrisa que trataba de contener las
ganas que le tenía-.
-
jajajaja... no, algo mucho más energético a decir verdad. ¿Por qué? ¿le
interesa que le de la receta señorita Wilson? -le bromeó también Esther-.
-
No lo descarto -le contestó Maca todavía sin girarse a mirarla, pues no
estaba muy segura de querer ver lo que la aguardaba, ya bastante tenía con
contener su propio deseo-.
Esther le pasó una mano por la cintura, y
luego hundió su nariz a la altura de la nuca de aquella mujer. Maca se agarró
al fregadero, mientras el gesto le hacía cerrar los ojos.
-
¿Te he dicho ya, que me encanta como hueles? -le susurró Esther notando
que su voz se enronquecía tan cerca de ella. La volvía completamente loca-.
-
No -musitó Maca en un jadeo-.
La punzada de deseo que lanzó aquella
respuesta hizo que Esther se creciera y la rodeara con más fuerza. Su pecho
contra aquella espalda, casi le hacía gritar. Maca contuvo el aliento mientras
notaba como aquellos brazos la cercaban y el roce de la nariz de Esther se
hacía más claro por su cuello.
-
¡Me vuelve loca! -le susurró Esther y le retiró el cabello hacia un lado
para dejar un beso húmedo en su cuello-.
-
¿Pretendes matarme? ¿o es tú nuevo hobby? -susurró Maca cuando Esther la
liberó del beso. Se giró para mirarla-.
Esther le sonrió ante la pregunta, pero sus
ojos la delataban. El mismo fuego que Maca sentía en sus venas, corría también por
las de aquella mujer, el corazón se le aceleró.
-
¡Me muero por estar contigo! -le dijo Esther como respuesta y Maca
terminó de azorarse-.
-
¿Por eso se te ha ocurrido aceptar lo de ir a bañarnos? -le preguntó
Maca levantando una ceja, necesitaba hablar o bromear con ella, sino no iba a
poder contener sus ganas de besarla. Nerviosa, ocupó sus manos en estrujar el
trapo de cocina mientras hacía que se secaba las manos-. ¡Va a ser un infierno,
lo sabes! ¿no?
-
¿Para quién? ¿para ti o para mí? -le preguntó Esther dejándole un par de
pasos de aire.
Maca se apartó del fregadero y de ella, dejó
el trapo de cocina en la encimera y echó un vistazo en dirección al salón.
Esther la esperó.
-
Para las dos, ¿o es que no se me nota que también me muero por estar
contigo? -le contestó Maca bajito, mientras se acercaba de nuevo a ella-.
-
¡Si no me lo dices! -le contestó Esther poniéndole las cosas difíciles-.
Maca le miró con el ceño fruncido.
-
¡Eres mala! -le dijo Maca en contestación-.
-
¡Y tú estás demasiado buena! -le espetó Esther con una sonrisa
tranquila-.
-
¡agggg... odio que me sonrías así! -terminó por atacarse Maca, aquel
tonteo era demasiado en su estado-.
-
¿Así, cómo? -se hizo la
desentendida Esther mientras su sonrisa se ensanchaba aún más, coqueta-.
-
¡Paraaa! -le advirtió Maca, su naturaleza práctica no estaba preparada
para aquella revolución de hormonas sin consumación-.
-
¡Hazme parar tú! -la retó Esther-.
-
¿Te has propuesto que nos pillen, verdad? -le contestó Maca-.
-
Bueno, no es mi plan principal pero... -le respondió Esther
inocentemente y divertida-.
-
¿Ah, no? ¿y cuál es el principal? -quiso saber Maca, aunque tras ver la
mirada lujuriosa con la que Esther la recorrió se hizo una idea bastante clara
de lo que estaba pensando, y aquello terminó de rematarla-. ¡Me voy a ir,
porque sino...! -le dijo-.
-
¿Por qué sino qué...? -le preguntó Esther-.
Pero Maca no le contestó, se dirigió hasta
ella y la bordeó hasta colocarse contra su espalda, como Esther lo había hecho
antes. La cogió por la cintura, suave primero, intensamente después, y hundió
la nariz en su nuca cosquilleándola en un suave e íntimo roce que hizo que toda
la piel de Esther se erizara. Satisfecha, Maca sonrió y la liberó, no sin antes
susurrarle en la oreja...
-
No me provoque comandante. Tendré menos edad que usted, pero sospecho
que la supero en experiencia -y diciéndole aquello Maca le mordisqueó el lóbulo
de la oreja hasta escucharla jadear, luego la liberó-.
Esther no pudo añadir nada más, tan sólo
permaneció agarrada a la encimera mientras veía como Maca salía resuelta y
sonriente en dirección al salón. Si algo le había quedado claro en aquel
brevísimo pulso que habían mantenido, era que ella era sin duda la corderita de
aquel cuento y que Maca, la cazaría cual loba en cualquier punto de aquel
sendero.
75
Las horas se hicieron eternas hasta que Eva
se despertó de su minisiesta en el regazo de Laura, mientras Maca y Esther
simulaban estar entusiasmadas con la película que Laura había puesto en el
televisor. Eran cerca de las seis y media cuando las cuatro recorrieron el
sendero hacia la charca con sus toallas al hombro. Eva y Laura iban delante
hablando de sus cosas, y Maca sonrió a su pesar al ver que Esther retardaba su
paso para quedarse rezagada a su lado.
-
Hace un día perfecto para pegarse un chapuzón, ¿no crees? -empezó a
hablar Esther-.
-
¿Lo dices por el calor exterior o por el que hemos espoleado entre las
dos esta mañana y aún llevamos dentro? -le atizó Maca con una sonrisa
perversa-.
-
Jajaja... parece ser que ambos -contestó Esther que no pudo evitar reírse.
Nunca imaginó que Maca podría corresponderla, pero lo cierto era que se
mostraba igual de franca y clara que siempre con respecto a lo que estaba sucediendo
entre las dos-.
-
Entonces sí, parece el día perfecto -le contestó Maca mirándola con una
sonrisa que se volvió extremadamente dulce-.
Esther se quedó sin aliento un segundo. Era
tan hermosa. ¿De verdad estaba sucediendo aquello? Aún no podía creerlo pese a
aquel coqueteo que Maca mantenía con ella.
-
Daría lo que fuera por volver a besarte -el deseo se escapó de su boca
sin poder contenerlo-.
A Maca se le erizó la piel como si sus
palabras pudieran acariciarla. La mirada de Esther se había vuelto profunda, al
igual que su rostro que reflejaba un anhelo estremecedor. Ya no bromeaba.
-
Me lo estás poniendo muy difícil -le dijo Maca, a la cual se le había
escapado un suspiro. Aquella mujer no tenía ni idea de lo duro que estaba
siendo para ella jugar a aquel juego. Llevaba deseándola tanto tiempo, llevaba
negándolo tanto tiempo, que había perdido todas sus fuerzas en el mismo
instante en que Esther la había besado aquella mañana. Ahora ya no le quedaba
nada-.
-
No tendría por qué ser así -trató de sugerir Esther en un susurro-.
-
Esther, no quiero que se enteren
-se puso seria Maca de pronto-. No por ahora.
La idea de que aquello saliera mal ya la
aterraba demasiado como para pensar en tener a Eva por en medio llenando su
cabeza de ideas que no quería ni plantearse. No quería hacerse ilusiones, y sin
duda Eva haría que se las creara todas, contagiándola de un estado de felicidad
al que no quería apegarse demasiado por si acaso.
-
Perdona, tienes razón -se disculpó Esther que se alejó un poco de ella
tratando de mantener la compostura. Mentalmente se reprendió por comportarse
como una quinceañera-.
-
No te enfadas, ¿verdad? -le dijo Maca, sintiéndose estúpida de pronto.
La rigidez que había creado en Esther la castigaba casi físicamente-.
-
¡Claro que no! -le contestó Esther inmediatamente, tratando de esbozar
su mejor sonrisa pues no era con ella con quien estaba enfadada sino con su
propio comportamiento. Se acababa de dar cuenta que Maca podría pensar que
tenía prisa por estar juntas, o peor aún, podía creer que lo que más le
interesaba de todo aquello era acostarse con ella. Aquel temor, fruto de la
inseguridad, se instauró en su cabeza atormentándola-. Anda vamos, que Eva y
Laura ya han llegado. Tomemos ese baño.
Maca la siguió sin llegar a creerla del
todo, pero ya era tarde para borrar lo dicho.
A pesar de las perspectivas que habían
depositado en aquel baño, la realidad fue que Esther se mantuvo sutilmente
alejada de Maca, no sólo porque sentía pánico de darle una impresión
equivocada, sino porque temía su rechazo y lo que era aún peor, que le faltaran
las fuerzas de contenerse. Esther aún no estaba preparada para hacerle ver a
Maca cuál era el alcance de su entrega. Si supiera hasta qué punto la tenía
metida adentro. Si supiera que anulaba su voluntad, su razón. No, aún no estaba
preparada para aquello, así que se contuvo del mejor modo que supo.
Maca por su parte, respetó su distancia, no
sólo por Esther, sino también por ella misma pues jamás imaginó que tras haber
visto ya a aquella mujer desnuda, la atormentaría tanto verla en bikini y
empapada. La consciencia de que su forma de verla había cambiado por completo,
la había cogido tan desprevenida que se descubría mirándola más de la cuenta
con verdadero deseo. Sus gestos, sus músculos, su risa.... habían eclipsado por
completo sus sentidos.
-
Ehhh... que te estoy hablando -la interrumpió Eva en uno de esos
momentos en que se había quedado embobada contemplando como Esther hablaba con
Laura encima de una roca antes de tirarse al agua-.
-
Perdona, ¿qué decías? -se repuso Maca-.
Eva se le quedó mirando con enfado.
-
Oh, no empieces otra vez -se le adelantó Maca que empezó a nadar hacia
la orilla-
-
Empiezo porque tú parece que no te vas a decidir nunca. No has podido
quitarle los ojos de encima desde que hemos llegado, ¿cuánto crees que vas a
aguantar así? ¡Mírate, te estás fustigando inútilmente! Si falta solamente que
le des un dedo para que ella esté encantada de estirarte del brazo entero. ¡Por
Dios! ¡Echar un polvo ya y dejaros de historias! -le espetó Eva persiguiéndola
fuera del agua-.
-
¡Eva, YAAA! -la atajó Maca poniéndose seria-. He tenido un día
completito, así que déjame en paz, ¿vale?
-
agggg.... valeee... pero si un día te encuentro matada a pajas, no
pienso recogerte, que lo sepas -le soltó Eva dando un resoplido, y se volvió al
agua-.
“A pajas me mataré si no te pierdes con
Laura pronto, enana satisfecha.... Agggg... esto no puede ser sano, pensar en
ella de esta forma no es sano”, pensó para sí Maca mientras se tapaba la cara
con la camiseta y se tendía en su toalla para secarse al poco solecito que
quedaba. Necesitaba mantener la calma si quería llegar a mañana, pues aún
albergaba la esperanza de que Esther cumpliera lo que había dicho de enviar al
pueblo a Laura y a Eva.
-
¡Hola!, ¿todo bien? -le preguntó Esther al cabo de un rato-.
Maca se quitó la camiseta de la cara y se
incorporó sobre los codos nada más escucharla. Apenas se habían dirigido la
palabra desde que habían llegado y se sorprendió de lo mucho que la había
echado de menos.
-
Sí, ¿y tú? -le preguntó Maca mientras la contemplaba sentada a su lado
mirando hacia Laura y Eva, las cuales estaban jugando en el agua-.
-
Bueno, yo hago lo que puedo -empezó a decir Esther sin todavía mirarla.
Maca esperó a que terminara-. Verte con tan poca ropa no es que me lo esté
poniendo demasiado fácil, la verdad.
Maca sintió el calor por todo su cuerpo
cuando sus ojos se encontraron. ¿Qué coño estaban haciendo? ¿a qué diablos
estaban esperando? Se preguntó de pronto incapaz de darse una respuesta
convincente. Las risas de Eva contestaron en su lugar, sin saber que decir
ambas se quedaron mirando como Laura cogía en brazos a Eva y le hacía una
aguadilla para luego sacarla y morirse de risa con ella. Se les veía tan
felices juntas, había tantos momentos y matices entre ellas, que despertaban
verdadera envidia. ¿Por qué ella no podía tener eso? ¿por qué nunca había
podido tener aquello? Se preguntó, y algo en su interior le dijo que con Esther
si podría conseguirlo sólo que quizá habían llegado demasiado tarde.
-
¿Esther? -la llamó Maca-.
-
¿Sí? -le contestó Esther girándose para mirarla-.
-
¿Crees que saldré de ésta? -le preguntó de pronto Maca, mientras se
incorporaba y se sentaba a su lado-.
Esther sintió que el cuerpo le temblaba de
pies a cabeza, pero esta vez de puro pánico.
-
¿Te refieres a...?
-
Me refiero a la DMIT ,
sí -la atajó Maca mirándola ya en busca de la respuesta que le darían sus ojos,
su rostro, y no en aquella políticamente correcta que una mujer de su
experiencia y rango encontraría para no atemorizarla-.
-
Aún es pronto, apenas han empezado a moverse y nosotras les sacamos
ventaja -Esther se dio cuenta de cómo la miraba Maca, podía sentir cómo había
olido su propio miedo y ya no la escuchaba-. Maca, vas a tener que confiar en
mí.... No voy a dejar que se salgan con la suya, ¿me oyes?
Maca apartó sus ojos de ella, incapaz de ver
por más tiempo aquel temor que habían reflejado sus ojos dándole la respuesta
correcta.
-
¿Qué pasaría si me entregara? -le preguntó Maca de pronto-.
-
¡Maca, NOO! -la atajó Esther enérgicamente, y ya no pudo mantenerse
distante. La cogió del brazo para que la mirara-. Escúchame, te voy a sacar de
esta, ¿lo entiendes? ¡Ten un poco más de paciencia! -Maca no la miró-. ¿Por qué haces esto?
- ¿Por qué hago el qué? -esta
vez si se volvió a mirarla-.
-
¿Por qué huyes de mí, de lo que está pasando entre nosotras? -le soltó
de pronto Esther con un dolor intenso en el rostro-.
-
¿Crees qué es eso lo que hago? ¿Qué quiero entregarme al gobierno por
huir de ti? -Maca se sorprendió de la conclusión tan equivocada que había
sacado Esther de su respuesta. ¿Tan incapaz era de hacerle entender a aquella
mujer que lo que sentía por ella era real, tan real cómo lo que Esther parecía
sentir?-.
-
No puedo concebir ninguna otra razón para que alguien que pelea con uñas
y dientes vivir su propia vida, de repente renuncie sin más a todo lo que le
rodea -le contestó Esther-.
-
¡Pues te equivocas! -le dijo Maca y de pronto la intensidad de su mirada
cambió, y su voz se apagó trémula-. ¡Estoy loca por ti! Tanto que me descubro aterrada
de lo que siento y de lo intenso que se ha vuelto tratando de acallarlo. Si
barajo la posibilidad de entregarme a la DMIT no es precisamente para alejarme de ti, sino
para que esta locura de permanecer en “suspense” por fin termine, y pueda
imaginarme que posibilidades tenemos tú y yo, juntas.
A Esther aquella respuesta la cogió
completamente desprevenida. ¿Podía ser verdad que Maca le estuviera diciendo
que quería plantearse un futuro, juntas? La mirada de Maca se apartó cansada de
su rostro, Esther reaccionó tarde debido al impacto de aquella revelación, pero
lo hizo. La cogió de la mano, aun a riesgo de ser pilladas.
-
No vas a entregarte, y yo voy a sacarte de esta. Si de verdad lo nuestro
tiene algún futuro, no será entre las paredes de un cuartel, sino en paisajes
maravillosos que pienso enseñarte si tú me dejas, ¿de acuerdo? -le dijo Esther
con una dulce sonrisa-.
Maca no supo porqué, pero se contagió de
aquella idea. La seguridad de Esther le reportaba una fuerza constante en
comparación con la suya propia que era de ida y vuelta. Sonrió, porque ¿cómo no
hacerlo?
-
De acuerdo, comandante -le dijo Maca tratando de establecer de nuevo un
poquito de humor al asunto-.
-
Muy bien, pues creo que ya va siendo hora de irnos. Aún tengo que despachar
a esas dos de ahí dentro si quiero quedarme a solas contigo algún día, ¿no te
parece? -le dijo Esther ya de mejor humor-.
-
jajaja... eso espero, porque sino voy a tener que sacarte ese bikini a
mordiscos, pese a tener espectadoras -le soltó de pronto Maca riendo, pues
pasados los nubarrones volvía a ser consciente de lo mucho que deseaba quedarse
a solas con aquella mujer-.
esto no es sano, que una visualiza lo que lee y... uff!
ResponderEliminarSi puedes visualizar lo que escribo en tu cabeza, me doy por demasiado satisfecha.
Eliminar;) (Gracias)
Maaaalaaaaaa!!!!
ResponderEliminarEste sin vivir no es sano. Ni para ellas ni para nosotras... :-/
jajajaja... nadie dijo que fuera buena ;-)
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