22
Aquella misma noche:
Esther
Se metió en el
taxi y dio la dirección de casa. La mente iba tan rápida, que la vista navegó
perdida por la ventanilla, mientras su cuerpo no podía parar de tiritar.
-
Son ocho con cuarenta –le dijo el taxista cuando llegaron al
destino-.
Esther buscó
en sus bolsillos y le entregó un billete de diez. Luego salió del vehículo, y
luchó con la llave en la cerradura de la puerta.
-
Maldita sea… ¡Ahora no! –gritó intentando contener el
temblor que sentía y que amenazaba con romperla de nuevo-.
La puerta
cedió, y cuando por fin entró en el domicilio, Esther se derrumbó sintiéndose
tan frágil e inestable, como un castillo de naipes. Maca y ella se habían
besado, se habían deseado, y todo estaba mal, profunda, sucia e
inaceptablemente, mal.
Maca
Como un animal
acorralado, Maca anduvo durante horas por el apartamento reviviendo segundo a
segundo cada instante de aquel encuentro con Esther. Sus gestos, sus manos, su
voz… su boca. La piel aún le ardía y le temblaba por igual, mientras su cabeza
era un hervidero de preguntas, dudas, y sobretodo, temores que no era capaz de
apaciguar. Por eso, cuando el sonido de la puerta anunció la llegada de Bea,
Maca no pudo más que quedarse quieta en mitad de la estancia.
-
Ey, ¿qué haces ahí? ¿No podías dormir que me esperas
despierta? –bromeó Bea entrando con una gran sonrisa-.
La cara pálida
y desfigurada de Maca le devolvieron la mirada, y entonces su ceño se frunció
preocupado.
-
¿Estás bien? –le preguntó Bea-.
-
Necesito que hablemos –musitó Maca ronca, rota-.
Bea se fijó en
que Maca apenas podía contener el temblor de sus manos, por eso se las agarraba
firmemente mientras seguía allí parada, petrificada. Soltó el bolso en el sofá,
y se acercó rápidamente hasta ella.
-
Maca, me estás asuntando… ¿ha pasado algo? ¿qué… -a Bea no
le dio tiempo a seguir preguntando, a Maca se le escapó una lágrima
silenciosa-.
En cuanto Bea
alcanzó a abrazarla, Maca se precipitó en un llanto desconsolado que les llevó
tiempo serenar.
Diez días después
Ni rastro de
Maca. La semana había pasado y no había habido llamada ni mensaje de quedada,
ni ningún tipo de movimiento e intento por aclarar las cosas. Esther estaba
bajo mínimos, todo se repetía en su cabeza. Había meditado, racionalizado lo
sucedido, ejercitado su cuerpo hasta reventar de agujetas, y aún así, cuando el
mundo se paraba, el veneno que la saliva de Maca había vertido en su cuerpo,
volvía a hacer efecto llenándola de imágenes y sensaciones ingobernables para
ella.
Esther miró el
reloj, y cogió las llaves del coche que tenía que devolverle a su madre además
de una bolsa que quería darle. Las entrañas de Esther permanecieron contraídas
todo el trayecto hasta el hospital, pese a que su madre le había dicho que Maca
no estaba de turno. Aparcó en la zona reservada al personal clínico, y maldijo
aquella sensación paranoica que le hacía temer encontrársela en cualquier
parte. “Odio que seas capaz de
paralizarme de esta forma”, pensó y tomó aire para dominarse mientras el
ascensor subía a la planta de cirugía. Algo más serena, preguntó por ella en el
mostrador, sólo consiguió tranquilizarse cuando su madre apareció por el
pasillo con su sonrisa protectora. “Oh,
gracias a Dios… mamá”.
-
Ya estás aquí –dijo su madre alegrándose por ello, y como
respuesta recibió un abrazo necesitado de su hija-. ¡Qué abrazo! No es que me
queje, pero… cariño, ¿estás bien? –preguntó su madre aún estrechándola, la
exhalación que había dado su hija al encontrarla, había sido muy
significativa-.
-
Sí, ahora si –le contestó, y era cierto-.
Esther la
soltó, pero su madre siguió sujetándola con cariño de ambos hombros.
-
Anda ven, hoy ha sido el cumpleaños de David, uno de los
enfermeros, y su novio que es pastelero nos ha hecho una tarta para que lo
celebráramos con él –le informó su
madre, mientras se enganchaba del brazo de su hija para llevársela a la sala de
descanso de enfermería-. Es de chocolate.
----
Maca se colgó
la mochila de bandolera al hombro, y apretó como pudo el botón del ascensor.
Llevaba carpetas en los brazos, y apenas podía manejarse con todo aquel papeleo
que acababa de recoger en dirección. “¿Por
qué diablos acepté volver aquí?”, se preguntó malhumorada, pero en cuanto
cerró un segundo los ojos para coger aliento, la imagen de Esther se coló en
sus pensamientos tibiándole la piel. El ascensor llegó a su destino, y Maca
volvió a ponerse en funcionamiento. Aún no había decidido qué hacer con
respecto a lo ocurrido con Esther aquella noche, y el trabajo era la única vía
de salida que conocía para aplacar todo aquel caos que se había desatado en su
interior tras besarla. Abrió con la llave su nuevo despacho, y dejó todas las
carpetas sobre la mesa. Todo estaba patas arriba, y Maca no sabía ni por donde
empezar…
-
Bueno, no es lo único en mi vida que está hecho un desastre
–se dijo aprovechando que estaba sola. Luego resopló mirando a su alrededor y
con determinación, se puso manos a la obra-. ¡Vamos allá!
---
-
En serio, mamá… ¡Estoy bien! –le aseguró Esther por undécima
vez, tenía que marcharse-.
-
Pues si estás bien, come… te veo más flaca –le dijo su
madre-.
-
Como, tranquila –le aseguró-.
-
¿Vendrás a cenar mañana? –le preguntó su madre-.
-
Sí, iré
-
Bien.
Esther la besó
en la mejilla. Después de hablar con su madre estaba más tranquila, pero aún
así quería marcharse a casa. El hospital le removía demasiadas cosas.
-
Espera… te olvidas esto –le dijo su madre recogiendo la
bolsa de papel que Esther había traído consigo-.
-
En realidad, la he traído para que me hagas un favor –le
dijo ella-.
-
¿Un favor? ¿Qué tipo de favor? –preguntó curiosa y luego
abrió la bolsa para ver qué había dentro-.
-
Es la ropa que me prestó Maca, dásela tú, ¿vale? –le pidió
Esther antes de que su madre preguntara-.
-
Cariño, ¿estás segura que no quieres dársela tú
personalmente? Soy consciente de lo revuelta que estás con ella por aquí, pero
parecía que lo estabais arreglando…
A Esther le
costó mirarla a los ojos, pues no se había atrevido a contarle a su madre que
Maca y ella se habían besado. Se sentía culpable, y sucia por haber deseado a
Maca en silencio, hasta que sus sentimientos parecían haber traspasado las
barreras materializándose en aquel increíble beso. Su cabeza lo había revivido
tantas veces, que ya no estaba segura de que hubiera sido Maca la que dio el
primer paso, o si inconscientemente había sido ella la que había aproximado sus
labios… todo estaba confuso, salvo una cosa, besarse con ella había estado mal,
muy mal… y Esther no quería volver a tener aquel sentimiento de culpa y de
desprecio hacía sí misma, ni que su madre se esforzara en mirarla a la cara,
luchando contra la sombra de su padre y sus infidelidades reflejándose en su
hija. Esther no quería volver a ser esa persona, y no lo sería.
-
Lo sé, es sólo que…
-
Aún la quieres –dijo su madre por ella-.
Esther la miró
y una lágrima resbaló por su mejilla.
-
¡Oh, mi amor! No pretendía… –su madre la abrazó. Esther no
se permitió desbordarse. Estaban en el trabajo de su madre y no quería que
corrieran habladurías sobre la hija de la jefa de enfermeras-.
-
Tranquila mamá, se me pasará, es sólo que estoy sensible
ahora y son muchas cosas de golpe –no quiso preocuparla Esther-.
Su madre no la
creyó, pero viéndola reponerse, no quiso volver a inquietarla.
-
Le daré la bolsa por ti –le dijo su madre, pero Esther se la
cogió de las manos-.
-
No, tienes razón. Debería devolvérsela yo, ya no soy una
niña para refugiarme en tus faldas –Esther esbozó una sonrisa, no quería
marcharse dejando a su madre preocupada-.
-
Me encantaba que lo hicieras… ¡Oh! ¿no me saldrías lesbiana
por eso, no? –Encarna también quería ver a su hija salir de allí entera y
risueña, así que bromeó con el tema-.
Esther por fin
rió con ganas junto a su madre.
-
¡Te quiero! –le dijo Encarna dándole un último beso-. Y
siempre estaré orgullosa de ti, seas como seas, y hagas lo que hagas en la
vida… ¿lo sabes, no?
Como en un
libro abierto su madre leyó los temores de su alma, y la calmó sin que tan
siquiera se lo pidiera. A Esther se le puso un nudo en la garganta.
-
Yo también te quiero, mamá.
-
Lo sé, cariño… lo sé. Anda ve. Nos vemos mañana en la cena.
-
Allí estaré.
---
-
¿Por qué diablos piden todo por triplicado? Luego ni lo
archivan ni lo leen ni nada –se quejó Maca por el papeleo, pero cogió la
carpeta con los formularios y salió del despacho en busca de la fotocopiadora-.
Ensimismada y
cabreada como iba, giró la esquina del pasillo sin levantar si quiera la vista.
Cuando se vino a dar cuenta ya la tenía encima.
-
Oh… perdona… no… ¡¿Esther?! –las palabras salieron de su
boca apresuradas mientras algunos papeles se le resbalaban hasta el suelo-.
-
¡Maca! –a Esther se le cortó la respiración por la
sorpresa-. ¿Qué haces aquí?
Maca y ella se
agacharon a recoger lo que se había caído.
-
Trabajo aquí, ¿recuerdas? –pese a los nervios de
encontrársela de nuevo, Maca sonrió-.
-
Sí, claro… quiero decir…. mi madre me había dicho que no
estabas de turno –Esther decidió ponerse de pie al ver que le temblaba la mano
al devolverle los impresos que había recogido del suelo para ayudarla-.
Maca también
se incorporó tras notar sus nervios, y las dos se quedaron mirándose de frente
en un momento de silencio.
-
Quería… quería devolverte esto –dijo finalmente Esther tendiéndole
la bolsa con la ropa prestada-.
Maca la cogió
y al ver sus vaqueros y su suéter, no pudo evitar que se le viniera a la mente la
imagen de Esther con ellos puestos ni lo mucho que había deseado su piel bajo
las prendas aquella noche. Cerró los ojos apenas un instante, y cogió fuerzas
para disculparse…
-
Esther, quería haberte llamado para disculparme por lo de la
otra noche pero…
-
No pasa nada tranquila, sé lo que quieres decirme…
-
¿Ah sí? –preguntó con cierta curiosidad Maca al percatarse
que Esther adoptaba una actitud bastante esquiva. “Bueno, es lo normal, ¿no? La besas y luego huyes… ¿qué esperabas?”
pensó-.
-
Hacía años que no nos veíamos y supongo que el reencontrarnos
de esta forma, y volver a conectar entre nosotras, nos ha removido viejos recuerdos
y sentimientos, que bueno… la otra noche quizá confundimos. Sé que piensas que
fue un error, y estoy de acuerdo contigo. Tuvimos un momento de “nostalgia”, entre
las cervezas y la charla, y terminamos besándonos. ¡Esas cosas pasan! –Esther estaba
tan nerviosa y centrada intentando hacer lo correcto que no quiso plantearse la
veracidad de sus palabras-. Sólo quiero que sepas que por mi parte no tienes de
qué preocuparte, sólo fue un beso, y ya tenemos cierta edad como para ir
esquivándonos por las esquinas por un mal entendido. Para mí no significó nada,
fue algo sin importancia, así que tranquila.
“¿No significó nada?”, se preguntó Maca mientras la
escuchaba. La punzada que le había dado en el pecho al escucharlo de sus labios,
sí significaba algo… algo para lo que Maca no estaba preparada a enfrentarse
todavía.
-
Sí, supongo que tienes razón –contestó Maca sin saber qué
añadir a lo que acaba de decir Esther-.
-
Espero que nuestra “tontería” de la otra noche, no haya
supuesto un problema entre Bea y tú –se atrevió a sacar a colación Esther. Bea
le caía bien, y aquel tema la había tenido bastante preocupada, así que
frivolizó sus sentimientos pese a que para ella, aquel beso, había significado
más de lo que nunca revelaría a Maca-.
-
“Nuestra tontería…” -musitó por lo bajo Maca, y se le dibujó
una sonrisa amarga que Esther no llegó a vislumbrar. Por fin la miró a los
ojos-. No, estate tranquila, Bea y yo estamos bien.
-
Me alegro –“¿Me
alegro?... No, no lo hago… ¿por qué diablos no lo hago? ¿por qué sigo teniendo
estos sentimientos por ti, joder?” , quiso gritar Esther, pero en su lugar
agachó la mirada-.
La atmosfera
entre ellas se puso de pronto tensa y silenciosa, ninguna sabía cómo seguir
aquella conversación. “Es absurdo… habla…
dile algo, lo que sea”, intentó Maca romper con aquel suplicio de lejanía
entre ambas, pero no se le ocurría nada, estaba bloqueada. Ni siquiera sabía
qué quería o esperaba de aquel enorme lío en el que se había metido al besarla.
Por primera vez en muchísimo tiempo había entendido que jamás la había
olvidado, que guardaba sentimientos profundos hacía Esther todavía y que estaba
aterrada. Aterrada porque no sabía si aún existía o quería aquel camino, porque
apenas conocían nada de sus diez años de distancia, porque tenía planes y compromisos
con Bea… porque le asustaba volver a confiar en Esther y al mismo tiempo no estaba
segura de poder bajar sus propias defensas.
El ascensor
sonó, y Bea salió al pasillo. Por un momento, al verlas una frente a la otra,
estuvo tentada de volver a meterse en el habitáculo y dejarlas a solas, pero
ambas se giraron hacia ella y le pareció absurdo escapar de allí. Bea decidió sonreír
amablemente y acercarse como si nada.
-
¡Estás aquí! –dijo dirigiéndose a Maca y dándole un beso en
la mejilla-. Hola, Esther… no te esperaba.
-
Hola –Esther se sorprendió de que le diera dos besos-. He
venido a devolverle el coche a mi madre y de paso a pasar un ratito con ella
–Esther omitió lo de la ropa de Maca porque no sabía qué se habían contado como
pareja-.
-
Eso es genial, pues yo vengo a ver si puedo sacar a Maca de
estas paredes. Se suponía que teníamos el día libre, pero se ha emperrado en
ejercer con sus funciones administrativas -explicó Bea sonriente-.
-
Sólo tengo que fotocopiar un par de cosas, y podemos irnos
–le contestó Maca-.
-
Eso espero, porque no quisiera emplear la fuerza bruta para
disuadirte –bromeó Bea-.
-
No, tranquila –sonrió Maca por el comentario-.
-
Bien –le dijo Bea guiñándole un ojo-.
Esther
contempló la escena entre ellas, y se sintió de pronto revuelta. “Tengo que salir de aquí”, se dijo. Una
cosa era intentar hacer lo correcto y otra torturarse en el proceso.
-
Bueno, tengo que irme… Me alegro de haberos visto –dijo
Esther-.
-
¿Te vas? ¿No quieres que nos tomemos algo? –preguntó Bea
volviendo a centrarse en Esther-.
-
Es que he quedado… con… con alguien, y… y se me ha echado el
tiempo encima –improvisó Esther mirándose el reloj para enfatizar que llevaba
prisa-. Otro día si eso, ¿vale?
-
Como quieras –le dijo Bea, y a pesar de que Esther ya quería
irse, aún la enganchó para darle un par de besos-.
Esther
en cambio no hizo ningún intento de besar a Maca, y simplemente se despidieron a
mano alzada con un “Nos vemos” y un “Adiós”. Tanto Bea como Maca se le quedaron
mirando mientras Esther escogía las escaleras en lugar del ascensor.
-
No se lo has dicho, ¿no? –le preguntó Bea a Maca una vez se
quedaron a solas-.
-
No –contestó ella, e intentó salir hacia la fotocopiadora,
pero Bea la atrapó por la mano-. ¡¿Qué?! –exhaló Maca con más frustración de la
que esperaba-.
-
Woow –exclamó Bea alzando las manos en son de paz-.
-
Perdona, es que… no quiero seguir hablando de esto –le dijo
Maca-.
-
Bien, sólo quiero que sepas que estoy de tu parte.
-
Lo sé.
-
Vale
Maca
miró los informes que llevaba bajo el brazo. Ya no le apetecía nada seguir
allí.
-
Salgamos de aquí. Te invito a cenar… necesito una copa –le
dijo Maca de pronto-.
-
Muy bien, pues vamos. Te sigo –se apuntó Bea de inmediato-.
Bea
acompañó a Maca hasta su despacho, y cuando por fin ésta cerró bajo llave el
trabajo, las dos entraron en el ascensor para marcharse a otro sitio. Cuando
las puertas del habitáculo se cerraron, Maca volvió a hablar.
-
Esther piensa que fue un error –comentó en voz alta-.
Bea
se giró para mirarla, y Maca le devolvió el gesto.
-
Que fue una tontería fruto de un momento de nostalgia, por
volver a encontrarnos –acabó de comentarle-.
-
Eso sí que me parece una tontería –le dijo Bea-.
Maca
simplemente se encogió de hombros y miró al frente mientras tiraba la cabeza
hacia atrás. Bea esperó, sabía que había más.
-
Dice que no le demos importancia, porque para ella no la
tuvo.
-
¿Seguro que no la tuvo? –preguntó entonces Bea-.
-
Me ha dicho que “no significó nada”, tal cual –le comentó
Maca volviendo a mirarla-.
-
¡Auch! –Bea hizo una mueca-. ¿Y qué piensas hacer al respecto?
-
¡¿Qué quieres decir?! –preguntó con sorpresa Maca sin
entenderla-.
-
Bueno, es evidente que para ti si que está significando
algo, así que… ¿qué piensas hacer? ¿afrontarlo o esconderte? –quiso saber Bea-.
Maca
se le quedó mirando como si aquellas opciones no hubieran pasado por su cabeza.
“¿Qué voy a hacer?... ¡No tengo ni idea!”,
pensó Maca sin poder dar contestación a lo que Bea le planteaba.
Oh por Dios un paso hacia adelante y diez pasos hacia atrás
ResponderEliminar¿Desesperante, verdad? Aunque realmente yo no lo veo como un paso hacia atrás, porque creo que Maca se ha dado cuenta de muchas cosas a raíz de ese beso que no pudo contenerse a dar... y eso, es realmente lo que cuenta.
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Oh sì me he dado cuenta de esto en Maca pero la que ahora me preocupa mas es Esther....creo que esto de ser segura de estar poniendose en el medio de una relaccion como la que està segura que tienen Maca y Bea le haga muy mal...ya se puede comprender cuanto ya ha sufrido por haberse dejado confundir con Alex, y se ha castigado y sigue haciendolo...creo que esto de repitir el mismo error pero siendo ahora ella la tercera persona mas pueda hacer que se haga daño psicologicamente hablando (lo de hacerselo fisicamente tambien puede ser pero tengo que esperar de saber mas sobre su periodo oscuro para saber que hizo en aquel entonces)
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