Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
5:
Esther
sonrió cuando vio a Maca beber otro trago después de quedarse observándola.
“Bebe, bebe pececito, que el tiburón te va a comer”, pensó Esther.
- Entonces,
¿qué vas a querer que te haga? –le preguntó Esther mientras se sentaba en una
silla próxima a ella-.
Maca
observó como Esther cruzaba las piernas, y el fino sonido de sus pantalones la
atravesó como en la presentación lo habían hecho las medias de aquella
fotógrafa. Por un momento recordó aquel pecho cubierto de encaje que se inflaba
y desinflaba tembloroso bajo sus dedos antes de que la joven le pusiera las
manos encima. La oleada de deseo volvía a aparecer en su cuerpo sin previo
aviso.
- ¿Y
bien? –le preguntó Esther nuevamente, a la vista de que no contestaba-.
- Sólo
quiero hablar por el momento –dijo Maca tratando de controlar el fuego antes de
que fuera demasiado tarde-.
- Está
bien, hablemos –empezó Esther-. ¿Qué te gusta que te hagan, preciosa?
- Me
llamo Maca, llámame Maca –la corrigió-.
- Como
tú prefieras, ¿qué te gusta, Maca? – Esther insistía en el tema para que Maca
se soltara y le dijera de una vez su fantasía, pues le gustaba prepararse
mentalmente antes de abordar a su clienta-.
- ¿Y
a ti? –le contestó Maca con una pregunta-.
“A
la defensiva, ¿eh?... muy bien, ya suplicarás”, pensó Esther y se recostó en la
silla cambiando de nuevo el cruce de piernas, pues había visto como Maca se
había tensado tras aquel movimiento.
- Yo
creo que ya he dejado claro antes al menos lo que no me gusta ni voy a hacer
-empezó a decir Esther, pero Maca la interrumpió-.
- ¿Por
qué no besas en la boca? –preguntó Maca mirándola a los ojos-.
- Digamos
que es algo muy personal e íntimo –contestó Esther con una sonrisa-.
- ¿Y
acostarse con alguien no lo es? –le preguntó Maca nuevamente sin inmutarse-.
- Sí,
pero cuando trabajo soy quien tú quieras que sea, no quien soy en realidad. Con
los besos es más difícil desconectar –le aclaró pacientemente Esther, por algo
le acababa de pagar medio kilo-.
- Entiendo
–dijo Maca-.
- ¿Qué
es lo que no quieres que te haga? –Esther decidió cambiar su pregunta-.
Maca
bebió y miró a la mujer de arriba abajo con placer, aquel día había sido
espantoso envuelta por gente a la que no apreciaba ni admiraba y el único
capricho que se había permitido había sido volcar sus perversiones sobre una
fotógrafa que se había quedado caliente y molesta sin ninguna explicación por
su culpa. No quería a nadie, no necesitaba a nadie… sólo le angustiaba aquel
deseo acuciante y doloroso de poseer un cuerpo desnudo de mujer a su lado.
Esther le serviría, al menos por aquella noche. Extraña, opuesta a lo que
conocía, anónima… alguien a quien no tuviera que dar explicaciones, un ser que
no le recriminaría nada, que no esperaría más que el cheque que guardaba celosamente
en su abrigo.
- No
me gusta que me toquen -contestó con serenidad Maca y miró a los ojos de Esther
que paciente había aguardado sus palabras sin molestarse-.
- Eso
lo has dejado claro antes –Esther transformó su voz en un sonido cálido y
cómplice-. Lo que me gustaría saber es cómo quieres que lo hagamos si no
quieres que te toque, no sé, ¿quieres un streptease?, no llevo la ropa adecuada
pero no habrá problema. ¿O quizá quieras tocarme tú?
Esther
se había acercado hasta ella poniéndose de rodillas entre sus piernas para
ofrecerse a su merced. “Tienes cara de querer dominar. ¿Es eso lo que quieres
gatita? ¿dominar la situación? Yo me arrodillaré para ti, y pedirás más”,
pensaba Esther mientras adoptaba una posición sumisa y esperaba a que Maca
diera el siguiente paso.
- ¿Sueles
hacer streptease? –le preguntó la alta mujer admirándola-. ¿Cómo funciona?
- O
bien me piden que me vista de algo concreto o depende del gusto de la cliente
preparo algún número para ella -le dijo Esther sin moverse de donde estaba-.
- ¿Algo
como un baile? ¿ese tipo de números? –preguntó Maca bebiendo otro trago-.
- Sí,
algo así. ¿Te gustaría que hiciera eso para ti? –le preguntó Esther fingiendo
una mirada de niña mala que a Maca la perturbó-.
- ¡Es
posible! –admitió Maca-.
- ¿Y
que más te gustaría, Maca?
A
Maca el pulso se le agolpó en la garganta cuando Esther se inclinó hacia ella
sin tocarla y le susurró aquella pregunta. No sabía cómo había pasado, pero el
personaje de ciencia ficción que casi había atropellado, se estaba
transformando en una mujer sensual y apetecible ante sus ojos. Los hilos de la
seducción estaban tensándose en su cuerpo poco a poco.
Maca
dejó el vaso en la mesita supletoria, respiró hondo y cuando se giró, su cuerpo
había cambiado por completo. Esther no se sorprendió por el gesto, pero sí de
lo suaves y cálidos que eran sus dedos. Maca la había tomado por el cuello y
con dedos templados y firmes poco a poco había ido aminorando la presión para
acariciar aquella traquea suavemente marcada.
- ¿Quieres
que te diga lo que quiero? –le susurró esta vez Maca y Esther no contestó
porque sabía que el silencio le gustaría-. De momento quiero que te quites el
maquillaje y la ropa. En el cuarto de baño tienes un albornoz, póntelo, luego
ya veremos.
- ¡Cómo
quieras!
Contestó
Esther más aliviada por saber un poco más de su acompañante. La tía era rarita
con ganas, y la verdad es que no soltaba ni prenda, pero si el rollo iba a ir
de que no la tocara en toda la noche al menos no tendría que acabar agotada
masturbándola.
6:
Maca
cerró los ojos. “¿Pero qué coño estoy
haciendo? ¿Qué me está pasando?... ¡Una puta! ¡Acabo de contratar a una
puta!... ¡Estoy loca!”, y sonrió por su
propia travesura.
- Perdona…
La
voz de Esther la sobresaltó porque no se la esperaba, pues no hacia ni un
minuto que se había encerrado en el cuarto de baño.
- ¿Sí?
–preguntó Maca-.
- ¿Te
importa que me pegue un baño rápido? ¡Es que tienes aquí una piscina
acojonante! –le dijo Esther con algo de timidez-.
La
frescura de aquella mujer la cautivó por unos segundos. Con una sonrisa
asintió, y Esther desapareció en el baño con alegría.
- No
tardaré -le había dicho, y Maca supo que no sería del todo cierto, así que se
preparó otro whisky-.
Diez
minutos más tarde el vapor del cuarto de baño se escapó por la puerta. Maca se
giró nada más escuchar el giro del pomo y lo que vio la sorprendió.
Aquella
mujer no se parecía en nada a la que había encontrado en mitad de la calle. Los
cabellos antes lisos y recogidos, ahora le caían mojados y rizados por la cara.
Un rostro limpio y sonrojado, casi infantil, que el maquillaje había camuflado
con vulgaridad e injusticia. Parecía, parecía… “un ángel”, pensó Maca, y como
si el alcohol le estuviera afectando negó con la cabeza y dejó el tercer vaso
de whisky en la mesa. “Has bebido demasiado, Maca”. Se autoregañó y volvió a
mirar a aquella criatura con ojos nublosos.
- ¡Tienes
un paraíso ahí dentro! –le dijo Esther sonriendo, mientras con una toalla
terminaba de secarse el pelo-.
El
albornoz blanco de Esther se entreabría con los vivaces movimientos que estaba
imprimiendo para secar aquellos rizos que habían salido de la nada. Maca no
pudo evitar que una oleada de calor se impulsara por su cuerpo, aquella piel
sonrojada por la temperatura del agua se le antojaba insultante, martirizante.
- Si
yo tuviera esa bañera, sería un pez. Estaría siempre en remojo –siguió hablando
Esther y cuando notó como Maca la miraba, entendió que era hora de volver al
trabajo-. ¿Te gusta lo que ves?
- Ehh…
-Maca se sobresaltó, cosa que nunca hacía… “definitivamente has bebido
demasiado”, pensó-.
- Jajaja…
-Esther se rió, era gracioso ver a una DIVA como aquella babear, claro que para
ella no era la primera -.
Esther
luchó por controlarse para no tomarle el pelo, al fin y al cabo había pagado
por sus servicios, era justo que le diera el control y cumpliera sus fantasías.
Así que dejó la toalla con la que se estaba secando el pelo y se acercó a la
alta mujer.
- Me
pediste que me quitara el maquillaje y me pusiera esto, ¿así mejor? –se ofreció
Esther ante su vista para que la contemplara a su antojo-.
- Sí,
mucho mejor -Maca no pudo contenerse y acercó sus dedos a aquel cabello
húmedo-. ¡Tienes el pelo rizado!
- Bueno,
sí… se me ondula cuando está húmedo -contestó Esther-.
- ¡Me
gusta más así! –dijo Maca como en una letanía-. Y tu cara es más bonita limpia,
el maquillaje no te hace justicia.
La
mano de Maca sobre su mejilla fue como una tierna caricia. Esther se sorprendió
de lo delicado de su tacto, nadie la había tocado de aquella forma. ¿Quién coño
era aquella mujer?, se preguntaba Esther, pues no sabía a que atenerse.
- Me
alegra ser de tu agrado -contestó Esther volviendo a la realidad-. Dime, ¿cómo
puedo satisfacer tus necesidades? Ya he cumplido con la primera parte, ¿qué más
quieres Maca?
Esther
volvía a susurrar, a poner aquel tono sumiso, perverso e inocente. Maca la
miró, en sus ojos volvía a ver aquel fuego, aquel manto de sexo que impregnaba
el espacio que las dos ocupaban. “¡Estás con una prostituta! ¿Qué esperas?”. La
conciencia de Maca trabajaba por si sola recordándole una vez más lo que estaba
haciendo y con quién estaba. Indignada por haber tenido aquel resquicio de
ternura, Maca volvió a tensarse y a mirar a Esther como lo que era. El fuego
violento que sentía, le hacía tener ganas de desnudarla, de hacerla temblar, de
torturarla de deseo en la cama, pero Esther era una profesional. Si Maca quería
que gritara su nombre lo haría, si quería que suplicara por sus caricias la
complacería. Todo el placer del sexo más ardiente se lo daría envuelto de una
farsa de 3000 euros. Maca no quería aquello, no necesitaba aquello. Ni siquiera
sentía nada por aquella mujer pero había algo que sí necesitaba, hacía tanto
que no podía dormir con una mujer a su lado. Siempre tenía que huir después de
noches tórridas tratando de evitar las esperanzas que aquellas mujeres habían
depositado en aquellos encuentros furtivos… huir, huir… ¿por qué? ¿Por qué no
podían contentarse con lo que daba?
- ¡Maca!
–Esther pronunció su nombre preocupada por la mirada ausente de la extraña
mujer-.
- ¡Perdona!
Voy a cambiarme. He bebido demasiado –se disculpó Maca y salió hacia el baño
sin dar explicaciones-.
Esther
se le quedó mirando.
“Joderrrr…
¿por qué siempre me fijo en las más raritas?”, pensaba Esther mientras se
tumbaba en la cama. “Bueno, no importa. Al menos estoy en una suite de lujo y
he cobrado por adelantado así que tranquilidad, ya pedirá”.
Mientras
esperaba, Esther trataba de meterse en su papel, tenía ante sí el trabajo de su
vida, una clienta con poder adquisitivo, que estaba como un trenazo, y que por
lo visto no quería que se le tocara ni un pelo. Intuía que le gustaba el rol de
mando, pues su reacción más significativa la había tenido cuando se había
arrodillado ante ella, a su merced, por eso Esther decidió que acataría el
papel de niña buena y complacería el ego de aquella mujer. Envuelta en aquellos
pensamientos, Esther miró a su alrededor y preparó su posición en la cama.
“Vamos a ver, vamos a ver… ¿Qué le puede gustar a una tía como ésta? ¿a alguien
que lo tiene todo?”, pensaba Esther mientras se decidía en adoptar una posición
sexy … “No, no… ésta debe tener tías que se le desnudan sólo con verla pasar,
mejor así… eso, tímida y recatada”
Esther
apoyó la espalda sobre el cabezal, recogió sus piernas contra su pecho, y las
envolvió con sus brazos. No se cerró del todo el albornoz para parecer
predispuesta, pero no adoptó una postura abierta al sexo porque presentía que
aquello no le estimularía. Cuando Maca apareció llevaba el pijama puesto.
Esther al verla se sorprendió, primero porque no estaba preparada para verla
tan tapada, y segundo porque a aquella mujer parecía sentarle todo bien.
Cubiertas por un pantalón de finas rallas sus piernas lucían ágiles y largas
hasta alcanzar una cintura perfecta enmarcada por unos cordones, que con un fino
nudo, destacaban su plano vientre. La camiseta de tirantes blanca que llevaba,
sobresalía sobre el gris del pantalón, pero más resaltaba sobre las finas
montañas de sus senos que se apretaban con pezones erectos sobre la lycra
ajustada que los envolvía. Esther estuvo a punto de lanzar algún comentario,
pero se mordió la lengua para no cagarla y espero a que Maca pudiera dar el
primer paso.
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