(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
116
Alex
no cenó con ellas. Se encerró en la habitación de Kate, y aunque ésta trató de
tranquilizarla, no pudo encontrar el modo de sosegarla tras el punto y final
que Esther le había dado. El estómago de todas estaba revuelto con la
situación, y apenas probaron bocado pese a sus buenas intenciones. Maca miró en
silencio como Esther se hundía en la silla, con el rostro desfigurado y pálido
como la leche, mientras disimulaba removiendo el plato que apenas había tocado,
como si esperara que la tierra se le tragara en cualquier momento. Saltaba a la
vista que se sentía culpable, y Maca pensó que tenía razones para ello, aún así
le dolió darse cuenta de lo mucho que le importaba el estado de Alex. “Si no
fuera del tipo de persona que se preocupa de los demás, no te hubieras
enamorado de ella…”, se recordó a sí misma Maca para detener aquel hilo de
pensamiento que la ponía celosa, removía su ira y la arrastraba a un lado
oscuro al que no quería regresar.
-
¿Estás bien? –le preguntó Maca de
pronto-.
Maca
había estado tan callada desde que Esther aterrizó en la cocina tras la
conversación con Alex, que escuchar su voz la sobresaltó.
-
Si… es sólo que… -Esther no pudo
evitar contestar sinceramente a aquellos ojos que la taladraban-… Me siento
mal. Todo es culpa mía.
Esther
hizo un esfuerzo hercúleo para no ponerse a llorar cuando percibió que le
temblaba la voz. No quería que Maca pensara que se arrepentía de la decisión
tomada. Lo que le había dicho a Alex era duro, pero era la verdad. Nunca más
volvería a estar con ella, nunca más volvería a cometer el error de poner en
juego a Maca.
A
Maca no le pasó por alto su dolor ni sus ganas de desbordarse tras aquella
afirmación, así que se levantó y retiró el plato de la mesa en silencio. Algo
la estrangulaba al saber que Esther sufría, sin embargo no pudo simplemente
acudir a su lado y abrazarla para que se desahogara. No pudo. Al cabo de unos
segundos, Esther se levantó también de la mesa y retiró su cubierto imitando a
Maca. No hubo llanto ni tampoco más palabras. Maca se puso a fregar porque
estar ocupada la mantenía alejada de aquella dualidad de sentimientos que sentía
ahora mismo por Esther, pero en cuanto ésta se colocó a su espalda y le puso
una mano en el hombro, no pudo mantener sus barreras.
-
Maca –la nombró Esther, y Maca
tembló-. Siento haberte hecho esto, haberte hecho tanto daño –las dos guardaron
un segundo de silencio ante la disculpa, y Esther no se atrevió a seguir tocándola,
así que retiró la mano-. Es muy posible que una vida no me baste para
compensarte y demostrarte cuánto lo siento, pero te garantizo que nunca dejaré
de intentarlo. De verdad que deseo más que nada en el mundo que nos demos una
nueva oportunidad. Haré lo que me pidas para ganarme de nuevo tu confianza.
Sólo quiero que lo sepas. No volveré a fallarnos.
Un
escalofrío cubrió las vértebras de Maca, que se concentró en cerrar el grifo
del agua para no tiritar. La voz de Esther era una disculpa, una entrega, un
ferviente deseo con pinceladas de duda y miedo, pronunciado en voz alta para
las dos. Cerró los ojos porque quería creerla, porque la amaba y saber que se
había acostado con otra no cambiaba sus sentimientos de la mañana a la noche,
nunca mejor dicho. Estaba dolida, rota de alguna manera, pero incapaz aún de
delimitar sus pedazos. “¿Por qué escogiste a Alex? ¡Maldita sea! ¿por qué no
fue con cualquiera?”, se lamentó Maca en silencio. Un escarceo sexual podría
haberlo borrado de su mente, pero Esther se había entregado a Alex, y Maca la
conocía lo suficiente para saber a ciencia cierta que habría tocado su corazón.
Pensar en ello la torturaba más de lo que podía admitir.
Esther
dio un par de pasos hacia atrás en vistas del silencio que guardaba Maca. Sabía
que las condiciones en las que iban a suceder las cosas entre ellas no habían
quedado claras en el parque, pero en aquel momento le había bastando que Maca
le hubiera dicho que pese al daño estaba dispuesta a intentarlo. No le prometió
nada, no le dijo que la quería, pero Esther había notado en sus ojos el dolor,
la incertidumbre y el amor herido que aún quedaba en ella. Una expresión que
nunca olvidaría por mucho que viviera, y que siempre se arrepentiría de haberle
provocado. Se sintió vacía, perdida y asustada, porque quería a Maca y sin
embargo había perdido la razón con otra persona. Cada vez que lo pensaba tenía
ganas de arrancarse la cabeza. Empezó a recoger el espacio que habían utilizado
para no ponerse a llorar de nuevo allí mismo.
Maca
escuchó el sonido de sillas y algo se activó dentro de ella. Se volvió para
mirar a Esther, que cabizbaja juntaba las sillas a la mesa y no quiso
racionalizar más porqué le dolía tanto su sufrimiento. Se acercó hasta ella y
esta vez fue su mano la que tocó el hombro de Esther, la cual soltó un sollozo
repentino que acalló rápidamente cubriéndose la boca con ambas manos, como si
no se esperara que un gesto tan simple pudiera desbordarla, como si no tuviera
derecho a llorar o despertar cualquier tipo de compasión hacia ella.
-
¡Ven! –le susurró Maca, y sintió
todo el calor del cuerpo de Esther abrazarse al suyo con una necesidad
angustiosa-. Aún te quiero, sólo que… Necesito tiempo –pronunció Maca con
dificultad, pero sinceramente-.
-
Lo sé… lo sé… lo siento –asintió
Esther aún llorando en su regazo, intentando parar para no ser más injusta con
ella de lo que ya lo había sido-… lo siento.
-
Shhh… lo sé, yo también lo siento
–trató de calmarla Maca, y depositó un beso profundo en su cabeza mientras la
estrechaba con fuerza contra su pecho. El llanto amenazaba en su garganta como
agua hirviendo-.
-----
Tras
la escena en la cocina, Maca insinuó que deberían descansar un poco.
-
Ha sido un día… complicado.
Deberíamos tratar de dormir, mañana será otro día –dijo Maca-.
Y
Esther asintió, siguiéndola por el pasillo en dirección al cuarto. El silencio
volvió a instaurarse entre ellas, y Maca se quedó parada al entrar en la
habitación y ver aún la cama con las sábanas revueltas de la mañana. El
recuerdo de haber hecho el amor con Esther aquel mismo día, se ensució con la
visión de Alex ocupando rincones de aquel mismo cuerpo. Algo visceral a lo que
nunca había dado importancia y valor, se volvió contra ella revolviéndole el
estómago.
-
Maca…
-
Creo que será mejor que hoy duerma
en el salón –pronunció Maca de pronto nerviosa-.
Esther
se quedó parada, y retiró la mano antes si quiera de haberla tocado para saber
lo que le pasaba.
-
Sí, claro… -las palabras se le
atragantaron en la garganta, pero sabía que no estaba en condiciones de pedirle
nada, y sólo deseó que el ritmo que marcara Maca entre las dos, la devolviera a
ella por mucho que tardara-… cómo prefieras.
Maca
recogió su pijama a toda prisa, y un par de cosas personales que metió en su
mochila. Esther la vio moverse por la habitación inquieta, como si tratara de
huir a toda costa, y se abrazó a sí misma para calmar el frío que poco a poco
iba sintiendo ante aquel incómodo momento. “No voy a llorar… no voy a ser la
víctima. Le he partido el corazón… deja que se vaya, aguanta… aguanta”, se repitió
Esther una y otra vez hasta que Maca pareció tenerlo todo y se detuvo a un solo
paso de salir por la puerta. Esther aguantó algo más que la respiración cuando
Maca se volvió para mirarla por última vez antes de marcharse.
-
No pasa nada, ¿vale?… yo sólo…
-Maca quería disculparse por salir corriendo-.
-
… necesitas tiempo, lo sé, lo
entiendo. No te disculpes, por favor –acabó la frase por ella Esther,
entendiendo lo que su mirada decía-.
Maca
dudó unos segundos. Le había consolado, le había asegurado que la quería y que
iban a solucionarlo, pero algo que escapaba a su raciocinio la había impulsado
a salir de allí como si la habitación estuviera ardiendo. Asintió con la
cabeza, porque no quería descargar en Esther los pensamientos que la habían
abordado al pensar en meterse a su lado en la cama. Le dio las buenas noches y
trató de sonreírle para que no se preocupara. Cerró la puerta tras de sí
deseando que todo fuera más fácil por la mañana.
----
Maca
se cambió en el cuarto de baño, y acomodó unos cojines en el sofá para
propiciarse una cama. Agotada, se dejó caer en el respaldo y se tapó los ojos
con uno de sus antebrazos, intentando mitigar el escozor que sentía. Al cabo de
un rato, escuchó una puerta, y luego el peso de un cuerpo ocupar una plaza de
aquel mismo sofá. Se giró para ver quien era. Kate le regaló una sonrisa
cansada, y le acarició la pierna con la mano.
-
¿Cómo estás? –le preguntó con
sinceridad ensombreciendo su mirada-.
Maca
notó su preocupación y soltó un profundo suspiro.
-
No lo sé. Me siento como si una
apisonadora me hubiera pasado por encima, y al mismo tiempo, me cuesta
reaccionar. No sé cómo estoy… y tampoco quiero pensar en ello –le contestó
Maca-.
-
Comprendo… -asintió Kate-. Lo
siento.
-
Ya… -Maca no tenía muchas ganas de
hablar y ambas guardaron silencio unos minutos-.
…
-
¿Cómo se encuentra?
Kate
se volvió a mirar a Maca porque no sabía si había entendido su pregunta. Al ver
sus ojos entendió que la había escuchado perfectamente.
-
Hemos reservado un vuelo, quiere
que la lleve mañana al aeropuerto –le contestó Kate-. Me preocupa que Alex se
vaya sola en su estado, pero… no ha admitido ninguna otra posibilidad. Está hecha polvo. Quiere a Esther, sabe que no debe, pero es lo que siente.
Maca
guardó silencio, aquella información no le venía de nuevo, pero no le fue grato
escucharla.
-
Lo siento, demasiada información…
perdona –se disculpó Kate arrepintiéndose en el acto. La verdad es que estaba
bastante preocupada por todas ellas, y su boca la traicionaba-.
-
Tranquila. Me lo imaginaba –le aseguró
Maca, volviendo a guardar silencio-.
-
¿Y Esther? ¿Cómo lo lleva? –quiso
saber Kate, pues se había encerrado con Alex y no había podido ver en qué
estado se encontraba, aunque confiaba en Maca-.
-
Arrepentida, asustada,
castigándose a sí misma… ¡Todo esto es una mierda! –estalló Maca echando la
cabeza hacia atrás y tapándose los ojos para que no la vieran llorar-.
Kate
se acercó hasta ella y la abrazó. Maca necesitaba desahogarse, y lo hizo entre
sus brazos hasta que casi no le quedaron fuerzas.
-
La quiero, Kate… te juro que la
quiero, pero es que… -Maca intentaba explicar entre sollozos lo que sentía-.
-
Lo sé, cariño… -a Kate también le
saltaron las lágrimas con su desgarro-.
-
¿Por qué Kate? ¿Por qué con ella?
¿por qué no me lo dijo?... –le preguntó Maca aunque no esperaba respuesta-. Si
me hubiera dicho que necesitaba una relación abierta… ¿sabes?, yo… yo lo
hubiera entendido… me hubiera costado claro, pero… lo hubiera entendido.
Siempre sentí que necesitaba, que querría vivir cosas, pero… no así, no con ella.
No con Alex… -Maca rompió de nuevo a llorar con fuerza y Kate se sumó a su
dolor-.
-
Por favor, no … no te castigues
más Maca –le pidió. La generosidad de Maca era enorme, siempre lo había sabido,
pero aquello era cruel y deseo con todas sus fuerzas, que no cargara también
con aquella carga-.
-
Con Alex, Kate… con Alex. Alguien
enamorada de ella, compatible con ella… su amiga, su confidente, alguien a
quien admira… alguien de quién enamorarse… Kate… -sollozó Maca sorbiéndose los
mocos para poder respirar-.
Kate
la estrechó con fuerza contra su pecho y la consoló como pudo. Las dos lloraron
hasta que la tormenta pareció alcanzar un alto, luego prepararon infusiones y
pasaron la noche hablando de sus miedos, sus dudas, sus motivos… a fin de
cuentas, de lo ocurrido.
llevo un buen rato con los dedos pegados al teclado sin saber qué escribir, pero este capítulo realmente necesita una felicitación como Dios manda, aunque no sepa darla. Así que, aunque es quedarse muy corto, enhorabuena, me he emocionado y hasta tengo un nudo en la garganta... Sencillamente, ojalá más gente escribiera como tú.
ResponderEliminarMuchas gracias, me quedo sin palabras y me alegra enormemente que esta historia te emocione.
EliminarUn saludo. Gracias