viernes, 7 de febrero de 2014

Pretty Bollo -cap 31 y 32-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.



31

El resto de la tarde pasó sin altibajos, Esther le aseguró que la ayudaría y consiguió calmar con éxito el desasosiego que había despertado en Maca hablar del tema. Por supuesto en la cabeza de Esther había una marea creciente de dudas, preguntas y desconciertos, pero trató de relajarse y disfrutar de las ocurrencias de Maca las pocas horas que les quedaron juntas. A las cinco y media Esther la dejó en la estación.

- ¿Cuándo volverás? –le preguntó Esther tendiéndole la maleta del maletero-.
- Intentaré hacer unos cambios, te llamaré para confirmártelo pero la semana que viene me gustaría estar ya aquí –le dijo Maca sonriendo-.
- Bueno llámame –y sin pensarlo le dio un beso a Maca en la mejilla -

El corazón de Maca latió con intensidad y se quedó clavada en el suelo sin poder moverse. Esther observó su reacción y se sorprendió de sí misma, acababa de olvidar su papel ante aquella clienta, aquello nunca le había pasado, siempre recordaba perfectamente los límites y deseos de sus acompañantes. Esther se quedó igual de inquieta que ella.

- Perdona… no.. yo no… -se disculpaba con asombro Esther-.
- ¡No importa, estoy bien! ¡Me gustó! –le dijo Maca con una sonrisa-. ¡Gracias!

Esther no podía reaccionar. Maca se acercó y le devolvió el beso en la mejilla, luego se despidió de ella y tomó rumbo a la estación. Esther tardó en volver a meterse en el vehículo, absorta en la imagen de aquella mujer caminando y en aquel lapsus de proximidad que había manifestado con una naturalidad inusual.

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Esther pasó por el supermercado y luego se fue a su apartamento, al entrar por la puerta supo que no estaba sola. “Diosss… y ahoraaa el interrogatorio”… pensó Esther esbozando una sonrisa pues sólo había una persona que tenía aquella llave a parte de ella.

- ¡Se puede saber dónde coñooooo te has metidoooo! –enfilando pasillo abajo, Eva apareció con unos minúsculos shorts y una camiseta de tirantes. Con sus brazos en jarra y cara de pocos amigos, le recriminaba tantas horas de desaparición-.
- jajajaja… ¡hola mamá… yo también te quiero!… jajaja… -le dijo Esther muerta de risa, le encantaba que Eva la cuidara y se preocupara por ella-. Anda échame una mano, que esto pesa un huevo.

Eva hizo lo que le pedía y le ayudó con las bolsas del supermercado siguiéndola hasta la cocina.

- ¿Por qué coño no has llamado? Estaba tan preocupada que no he podido ni disfrutar del polvo con Sara –Eva la seguía mientras Esther trataba de recolocar los productos en la despensa-.
- jajajja… ¿Hoy tocaba Sara? –le preguntó Esther, sabía que aquella rubia despampanante le tenía sorbido el seso-.
- Si, joder… no me puedo creer que me haya perdido la sesión completa por tu culpa, esa diabla pensaba ponerme “mirando a Roma” hasta que me muriera -Eva sin duda estaba frustrada por el día de sexo que se había perdido-.
- jajajjajajaj…. Lo siento, perdona… -Esther le besó, un ligero beso en los labios a modo de disculpa y luego siguió merodeando por la cocina-. ¿Entonces hoy nada de nada?

Eva era tan sexual, que no tenía suficiente con su trabajo, por eso los días libres se dedicaba a ligar como a ella le diera la gana. A Esther siempre le sorprendía lo mucho que le gustaban las mujeres, pues ella era incapaz de pensar todo el tiempo en lo mismo, acababa agotada. En cambio Eva solo tenía una norma: ¡cada día se follaba!

- ¡Tú estás locaaa! Jajajjaj…. –la miró con pavor Eva-… La convencí para que lo hiciéramos por teléfono… -le siguió relatando Eva distraída con una manzana-. Claro que luego me puse más caliente, y tuve que llegarme a su casa y fue muy incómodo, porque habían llegado sus tíos o yo que sé, y lo tuvimos que hacer en un cuartito del ascensor que hay en su edificio…

Esther se giró de pronto, no podía creer lo que le estaba soltando Eva.

- ¡Tú estás mal eh! –le dijo Esther-.
- Mal está mi culo, mira que cardenal me ha salido joder… me empotró contra un estante y me lo clavé entero… jajajajjajajaj –le soltó Eva mostrándole el cardenal-.
- jajajajja… ¡Diosss! … ajsjjsjaja … ¡Yo no sé cómo me junto contigo! –le soltó Esther de pronto-. Anda súbete los pantalones, cochinaaa…
- jajjajajaj… bueno y ¿tú?... ¿me lo vas a contar o qué pasa? –le dijo Eva subiéndose al banco de cocina mientras Esther terminaba de ordenar la fruta-. ¿Estuviste con la motorista buenorra todo el tiempo?

Eva empezó a mover las cejas en aquel juego infantil que tanto le gustaba. Esther se le quedó mirando y se puso frente a ella.

- Sí, he pasado la noche y el día con ella –le dijo y una sonrisa sin precedentes se le dibujó en la cara con picardía-.
- ¡Joderrr que me deslumbras!... jajajjaja… -se rió de ella Eva y Esther le atizó con un paño de cocina-.
- ¡Venga ya bicho! Jajjaja… -le dijo Esther-.
- Bueno, ¿y? –quiso saber Eva-.
- ¿Y qué? –se hizo la despistada Esther-.
- ¡Mierda, que me lo cuentes! ¿Ya te la has tirado? –le dijo Eva, pues a ella le gustaba pensar que las clientes eran simples mujeres a las que seducían y con las que se acostaban-.
- ¡No seas burra! –le regañó Esther frunciendo el ceño-.
- O sea, que no… -le dijo Eva sonriendo-.
- Yo no he dicho eso tampoco –le espetó Esther levantando una ceja-.
- ¡Hostiaaaaaaaaaaa…. Ha habido temaaaaaaaaa! ¡Cuenta, cuenta! –Eva se relamía pensando en lo que sería estar en el pellejo de Esther, Maca le parecía de lo más sexy-.
- jajajjajaj… ni de coña –le dijo Esther-.

Esther no solía hablar de lo que pasaba entre sus clientas y ella, sólo había una excepción y era Eva. Era su única confidente y le permitía el derecho de escuchar, aunque sin detalles importantes, los actos que protagonizaba.

-       Oh vamos….. –Eva se bajó de un salto del banco de cocina y la abrazó pasándole los brazos por el cuello-… Sólo lo imprescindible, ¿si?

Esther no podía resistirse a aquella gamberra con patas. Sin querer se le contagió su sonrisa malsana.

- ¿Qué es para ti lo imprescindible? –le preguntó Esther con la ceja alzada -.
- ¿Te la tiraste? ¡A qué sí! –le dijo Eva feliz con la idea-.
- jajaja…. ¡No, en realidad se me tiró ella a mí! –le dijo Esther con maldad-.
- ¡Coñoooo… no jodas! –Eva había dado un salto hacia atrás de la impresión-.
- No, sí yo no jodí… me jodió ella y bien… ¡Madre mía, pero qué estoy haciendo! –Esther se llevó las manos a la cara medio muerta de risa, medio apabullada todavía por los acontecimientos del último encuentro-.

Eva estaba de una pieza, se le acercó y le quitó las manos de la cara… luego le miró de un modo raro.

- ¿Qué? –preguntó Esther-. ¿Qué pasa?
- ¡Te odio! –le dijo de pronto Eva con un brillo en los ojos-.
- jajaja… ¿por qué? –le preguntó Esther ante aquella cara de pocos amigos-.
- Porque tienes dibujado en la cara el “orgasmo del año”… ¡guarra! –le dijo Eva-.

Y las dos rieron como locas, porque era cierto. Mientras duró, Esther había muerto de placer entregada a aquella boca divina.

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32

- No papá, en serio estaré bien, sólo tengo que confirmárselo a Daniel. Además necesito hacerlo, quiero hacerlo, confía en mí –Maca hablaba con su padre por teléfono.

En los tres días posteriores a su cita con Esther, Maca había tratado de poner al día todos sus compromisos en las bodegas. Por suerte para ella Daniel, su hermano, el cual siempre se encargaba de los asuntos sociales de la empresa, estaba encantado con la idea de no tener que ocuparse en los próximos meses de subir a Madrid, pues su mujer estaba en el séptimo mes de embarazo y prefería quedarse en la finca con ella. La reacción de su padre, y especialmente de su madre, no había sido la misma. Ambos conocían a su hija, y sabían que tenía mucho carácter para aquellas cuestiones, en cambio Daniel era un relaciones públicas excepcional, discreto y afable, pasaba desapercibido y era moderado.

Cuando colgó el teléfono con su padre llamó rápidamente a su hermano para confirmarle que lo haría. Luego se sentó en el sillón de su despacho y miró por la ventana. Al fondo, la bodega permanecía sobria y tranquila. Maca quería sentirse así, estable, sólida… sin embargo, un nerviosismo creciente se instauraba en su vientre cada vez que se acordaba del sabor y la esencia de Esther.

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El sonido de su blackberry sonó de pronto, en la pantalla la confirmación de un movimiento en su cuenta vip había aparecido. Esther dejó reposar aquel pequeño aparato sobre el banco de cocina y se preparó un café, luego conectó su ordenador portátil y comprobó el extracto bancario, en él había un nuevo ingreso…

Remitente: Macarena Wilson

Aquel nombre le hizo acelerarse de pronto. Entró en internet, y luego en los códigos de acceso del control remoto de su empresa, evaluó las cuentas y compromisos, leyó el correo y las anotaciones de su asistente personal y de su directora de empresa. Diseñó el perfil adecuado para los servicios de Maca y elaboró un calendario primario que ya rellenarían. Aquello era un hecho, acababa de dejar entrar a Maca en su vida, ya sólo faltaba saber cómo podría abordar aquella tempestad que se le venía encima.

“Bueno gatita… vamos a ver como lo hacemos”… se dijo Esther en voz alta, y tras terminarse el café se metió en la ducha para su siguiente cita.

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A las dos y media de la tarde, el BMW de Esther llegaba a la facultad de bioquímicas. Aparcó en la zona restringida a los catedráticos y enfiló el pasillo que ya conocía hasta el despacho de Alicia. Ante aquella puerta de madera Esther se frenó, miró al techo y tomó aire.

“Vamos allá, es hora de volver al trabajo… esa vampiresa alcohólica no te puede estar quitando el sueño”… se dijo Esther a sí misma, pues desde que había mantenido aquel encuentro sexual con Maca no podía pensar en otra cosa que no fuera en la reacción que le había producido.

Llamó a la puerta y una voz muy femenina le pidió que pasara. Esther entró.

- ¡Hola preciosa! –le dijo esbozando una gran sonrisa-.

Alicia levantó los ojos de los informes, y se quedó muda al ver a Esther enfundada en unos pantalones de pinzas gris marengo y una camisa blanca bellísima y pulcra. El pelo le caía sobre el hombro izquierdo recogido en una coleta, y en su nariz descansaban unas gafas de pasta del mismo color que los pantalones. Evidentemente Esther no necesitaba gafas y no estaban graduadas, simplemente eran un complemento de aquel personaje que había creado para ella, pero eso Alicia no lo sabía. Miró a Esther apoyada en el quicio de la puerta con las manos metidas en los bolsillos, y su aspecto serio y a la vez juvenil le hicieron temblar las rodillas.

- Hola… no sabía que vendrías –le dijo Alicia con la voz ronca de repente-.

Esther había conocido a aquella mujer un mes y medio antes. Alicia era una mujer sin dobleces, lo único que le ocurría era que su trabajo la absorbía hasta tal punto que olvidaba lo que era estar con otro ser humano, aboliendo por entero su necesidad de contacto físico. Básicamente aquella era la función de Esther, hacerle recordar que el trabajo no lo era todo y estimular su deseo hasta límites que hiceran que reaccionara.

- Pues he venido -le dijo Esther con una sonrisa tan malvada que Alicia se sentó en la silla de pronto-.

Esther cerró la puerta tras ella y se acercó hasta la mesa de trabajo de Alicia.

- Creí que habíamos superado esto -le dijo Esther señalando la montaña de papeles y libros que tenía Alicia esparcidos por la mesa- ¿Desde cuándo no vas a casa?

Alicia tiritó, Esther acababa de sentarse en el escritorio frente a ella.

- Bueno… es que estoy en medio del proyecto.. y… -Alicia empezó a disculparse sabiendo que era del todo inútil-.
- No, no… eso no está nada bien -Esther le quitó las gafas y Alicia tragó saliva-.

Aquella pelirroja era un bombón que a Esther le gustaba especialmente. Envuelta en aquel aura de cátedra e investigación, se escondía una mujer con un cuerpo y una pasión más que estimulantes. Su aspecto cándido con aquellas adorables pecas en la cara, no tenía nada que ver con la fogosa mujer que se escondía tras aquellas gafas cuando se apretaban las teclas adecuadas.

- Te he echado de menos -le dijo de pronto Alicia no perdiendo detalle de cada movimiento de Esther-.

Esther dejó las gafas de Alicia en la mesa y cruzó sus piernas, luego apoyó las manos en la mesa y se reclinó un poco hacia atrás.

- ¿Ah sí? –le preguntó sensualmente Esther sin dejar de mirarla-. ¿Y por qué no me has llamado?
- Bueno… yo… -Alicia no tenía excusa, una vez más había sido el trabajo el responsable de que ni siquiera percibiera que había perdido varias semanas más de su vida-. ¡Lo siento!
- Eso no va a ser suficiente –le susurró Esther y dibujó una sonrisa pícara en su rostro-. Vas a tener que compensarme.

Alicia sonrió, aquello sin duda le complacía más que a Esther. De pronto trato de ponerse de pie y acercarse hasta ella.

- ah… no, no… -Esther la paró con el pie, haciéndola caer en el asiento de nuevo-.

Con un movimiento muy practicado, deslizó la punta de su zapato de tacón alto por el muslo de aquella belleza peliroja, luego la dejó descansar suavemente entre su entrepierna presionando intermitentemente. Alicia se quedó quieta.

- Quítate esa bata… -le ordenó Esther-.

Y Alicia lo hizo. Esther se recreó en aquella mujer con vaqueros y suéter gris. Los pechos voluminosos y firmes de Alicia, resaltaron bajo la ropa.

- El suéter -le pidió Esther de nuevo-.

Esta vez, Alicia también la complació con una sonrisa. Esther se irguió en la mesa, y se deleitó en la feminidad de aquella pecosa.

- mmm… me encanta… -le dijo Esther deleitándose en aquella visión-.
- Ahora tú… -le dijo Alicia soltándose el pelo, pues lo tenía recogido con un pasador-.

Cuando Esther vio caer aquella melena cobriza, se le erizó la piel. La cara de Alicia ya no era la de la seria mujer enfrascada en sus libros, sino la de un diablo pícaro que jugaría con ella todo lo que quisiera. Esther evaluó sus posibilidades, y empezó a desabrochar despacio los botones de su camisa. La dejó entre abierta, y miró con maldad la reacción de Alicia, que tenía los ojos brillantes y los labios entre abiertos ante el bocado que se brindaba ante ella.

- ¿Son importantes estos papeles? –Esther cogió un puñado de los papeles sobre los que estaba sentada, los cuales habían absorbido completamente la atención de aquella preciosidad-.

“Sí, lo son… pero ahora lo importante eres tú”… pensó Alicia, pero no pudo articular palabra. Alicia casi había olvidado lo suave que era la piel de aquella mujer, pero le había bastado contemplar como aquel pecho se alzaba al respirar entre la fina ropa para recordar lo mucho que la deseaba a toda costa. Sin previo aviso avanzó los pasos que le faltaban, y con un enérgico movimiento retiró con su brazo de un plumazo la mayor parte del contenido que tenía sobre la mesa.


“Buena chica…” pensó Esther con una sonrisa, y se dejó tumbar por Alicia sobre la mesa cuándo ésta se le lanzó encima.

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