Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
31
El resto
de la tarde pasó sin altibajos, Esther le aseguró que la ayudaría y consiguió
calmar con éxito el desasosiego que había despertado en Maca hablar del tema.
Por supuesto en la cabeza de Esther había una marea creciente de dudas,
preguntas y desconciertos, pero trató de relajarse y disfrutar de las
ocurrencias de Maca las pocas horas que les quedaron juntas. A las cinco y
media Esther la dejó en la estación.
- ¿Cuándo
volverás? –le preguntó Esther tendiéndole la maleta del maletero-.
-
Intentaré hacer unos cambios, te llamaré para confirmártelo pero la semana que
viene me gustaría estar ya aquí –le dijo Maca sonriendo-.
- Bueno
llámame –y sin pensarlo le dio un beso a Maca en la mejilla -
El corazón
de Maca latió con intensidad y se quedó clavada en el suelo sin poder moverse.
Esther observó su reacción y se sorprendió de sí misma, acababa de olvidar su
papel ante aquella clienta, aquello nunca le había pasado, siempre recordaba
perfectamente los límites y deseos de sus acompañantes. Esther se quedó igual
de inquieta que ella.
- Perdona…
no.. yo no… -se disculpaba con asombro Esther-.
- ¡No
importa, estoy bien! ¡Me gustó! –le dijo Maca con una sonrisa-. ¡Gracias!
Esther no
podía reaccionar. Maca se acercó y le devolvió el beso en la mejilla, luego se
despidió de ella y tomó rumbo a la estación. Esther tardó en volver a meterse
en el vehículo, absorta en la imagen de aquella mujer caminando y en aquel
lapsus de proximidad que había manifestado con una naturalidad inusual.
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Esther
pasó por el supermercado y luego se fue a su apartamento, al entrar por la
puerta supo que no estaba sola. “Diosss… y ahoraaa el interrogatorio”… pensó
Esther esbozando una sonrisa pues sólo había una persona que tenía aquella
llave a parte de ella.
- ¡Se
puede saber dónde coñooooo te has metidoooo! –enfilando pasillo abajo, Eva
apareció con unos minúsculos shorts y una camiseta de tirantes. Con sus brazos
en jarra y cara de pocos amigos, le recriminaba tantas horas de desaparición-.
-
jajajaja… ¡hola mamá… yo también te quiero!… jajaja… -le dijo Esther muerta de
risa, le encantaba que Eva la cuidara y se preocupara por ella-. Anda échame
una mano, que esto pesa un huevo.
Eva hizo
lo que le pedía y le ayudó con las bolsas del supermercado siguiéndola hasta la
cocina.
- ¿Por qué
coño no has llamado? Estaba tan preocupada que no he podido ni disfrutar del
polvo con Sara –Eva la seguía mientras Esther trataba de recolocar los
productos en la despensa-.
- jajajja…
¿Hoy tocaba Sara? –le preguntó Esther, sabía que aquella rubia despampanante le
tenía sorbido el seso-.
- Si,
joder… no me puedo creer que me haya perdido la sesión completa por tu culpa,
esa diabla pensaba ponerme “mirando a Roma” hasta que me muriera -Eva sin duda
estaba frustrada por el día de sexo que se había perdido-.
-
jajajjajajaj…. Lo siento, perdona… -Esther le besó, un ligero beso en los
labios a modo de disculpa y luego siguió merodeando por la cocina-. ¿Entonces
hoy nada de nada?
Eva era
tan sexual, que no tenía suficiente con su trabajo, por eso los días libres se
dedicaba a ligar como a ella le diera la gana. A Esther siempre le sorprendía
lo mucho que le gustaban las mujeres, pues ella era incapaz de pensar todo el
tiempo en lo mismo, acababa agotada. En cambio Eva solo tenía una norma: ¡cada
día se follaba!
- ¡Tú
estás locaaa! Jajajjaj…. –la miró con pavor Eva-… La convencí para que lo
hiciéramos por teléfono… -le siguió relatando Eva distraída con una manzana-. Claro
que luego me puse más caliente, y tuve que llegarme a su casa y fue muy
incómodo, porque habían llegado sus tíos o yo que sé, y lo tuvimos que hacer en
un cuartito del ascensor que hay en su edificio…
Esther se
giró de pronto, no podía creer lo que le estaba soltando Eva.
- ¡Tú
estás mal eh! –le dijo Esther-.
- Mal está
mi culo, mira que cardenal me ha salido joder… me empotró contra un estante y
me lo clavé entero… jajajajjajajaj –le soltó Eva mostrándole el cardenal-.
-
jajajajja… ¡Diosss! … ajsjjsjaja … ¡Yo no sé cómo me junto contigo! –le soltó
Esther de pronto-. Anda súbete los pantalones, cochinaaa…
-
jajjajajaj… bueno y ¿tú?... ¿me lo vas a contar o qué pasa? –le dijo Eva subiéndose
al banco de cocina mientras Esther terminaba de ordenar la fruta-. ¿Estuviste
con la motorista buenorra todo el tiempo?
Eva empezó
a mover las cejas en aquel juego infantil que tanto le gustaba. Esther se le
quedó mirando y se puso frente a ella.
- Sí, he
pasado la noche y el día con ella –le dijo y una sonrisa sin precedentes se le
dibujó en la cara con picardía-.
- ¡Joderrr
que me deslumbras!... jajajjaja… -se rió de ella Eva y Esther le atizó con un
paño de cocina-.
- ¡Venga
ya bicho! Jajjaja… -le dijo Esther-.
- Bueno,
¿y? –quiso saber Eva-.
- ¿Y qué?
–se hizo la despistada Esther-.
- ¡Mierda,
que me lo cuentes! ¿Ya te la has tirado? –le dijo Eva, pues a ella le gustaba
pensar que las clientes eran simples mujeres a las que seducían y con las que
se acostaban-.
- ¡No seas
burra! –le regañó Esther frunciendo el ceño-.
- O sea,
que no… -le dijo Eva sonriendo-.
- Yo no he
dicho eso tampoco –le espetó Esther levantando una ceja-.
- ¡Hostiaaaaaaaaaaa….
Ha habido temaaaaaaaaa! ¡Cuenta, cuenta! –Eva se relamía pensando en lo que
sería estar en el pellejo de Esther, Maca le parecía de lo más sexy-.
- jajajjajaj…
ni de coña –le dijo Esther-.
Esther no
solía hablar de lo que pasaba entre sus clientas y ella, sólo había una
excepción y era Eva. Era su única confidente y le permitía el derecho de
escuchar, aunque sin detalles importantes, los actos que protagonizaba.
- Oh
vamos….. –Eva se bajó de un salto del banco de cocina y la abrazó pasándole los
brazos por el cuello-… Sólo lo imprescindible, ¿si?
Esther no
podía resistirse a aquella gamberra con patas. Sin querer se le contagió su
sonrisa malsana.
- ¿Qué es
para ti lo imprescindible? –le preguntó Esther con la ceja alzada -.
- ¿Te la
tiraste? ¡A qué sí! –le dijo Eva feliz con la idea-.
- jajaja….
¡No, en realidad se me tiró ella a mí! –le dijo Esther con maldad-.
-
¡Coñoooo… no jodas! –Eva había dado un salto hacia atrás de la impresión-.
- No, sí
yo no jodí… me jodió ella y bien… ¡Madre mía, pero qué estoy haciendo! –Esther
se llevó las manos a la cara medio muerta de risa, medio apabullada todavía por
los acontecimientos del último encuentro-.
Eva estaba
de una pieza, se le acercó y le quitó las manos de la cara… luego le miró de un
modo raro.
- ¿Qué?
–preguntó Esther-. ¿Qué pasa?
- ¡Te
odio! –le dijo de pronto Eva con un brillo en los ojos-.
- jajaja…
¿por qué? –le preguntó Esther ante aquella cara de pocos amigos-.
- Porque
tienes dibujado en la cara el “orgasmo del año”… ¡guarra! –le dijo Eva-.
Y las dos
rieron como locas, porque era cierto. Mientras duró, Esther había muerto de
placer entregada a aquella boca divina.
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32
- No papá,
en serio estaré bien, sólo tengo que confirmárselo a Daniel. Además necesito
hacerlo, quiero hacerlo, confía en mí –Maca hablaba con su padre por teléfono.
En los
tres días posteriores a su cita con Esther, Maca había tratado de poner al día
todos sus compromisos en las bodegas. Por suerte para ella Daniel, su hermano,
el cual siempre se encargaba de los asuntos sociales de la empresa, estaba
encantado con la idea de no tener que ocuparse en los próximos meses de subir a
Madrid, pues su mujer estaba en el séptimo mes de embarazo y prefería quedarse
en la finca con ella. La reacción de su padre, y especialmente de su madre, no
había sido la misma. Ambos conocían a su hija, y sabían que tenía mucho
carácter para aquellas cuestiones, en cambio Daniel era un relaciones públicas
excepcional, discreto y afable, pasaba desapercibido y era moderado.
Cuando
colgó el teléfono con su padre llamó rápidamente a su hermano para confirmarle
que lo haría. Luego se sentó en el sillón de su despacho y miró por la ventana.
Al fondo, la bodega permanecía sobria y tranquila. Maca quería sentirse así,
estable, sólida… sin embargo, un nerviosismo creciente se instauraba en su
vientre cada vez que se acordaba del sabor y la esencia de Esther.
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El sonido
de su blackberry sonó de pronto, en la pantalla la confirmación de un
movimiento en su cuenta vip había aparecido. Esther dejó reposar aquel pequeño
aparato sobre el banco de cocina y se preparó un café, luego conectó su
ordenador portátil y comprobó el extracto bancario, en él había un nuevo
ingreso…
Remitente:
Macarena Wilson
Aquel
nombre le hizo acelerarse de pronto. Entró en internet, y luego en los códigos
de acceso del control remoto de su empresa, evaluó las cuentas y compromisos,
leyó el correo y las anotaciones de su asistente personal y de su directora de
empresa. Diseñó el perfil adecuado para los servicios de Maca y elaboró un
calendario primario que ya rellenarían. Aquello era un hecho, acababa de dejar
entrar a Maca en su vida, ya sólo faltaba saber cómo podría abordar aquella
tempestad que se le venía encima.
“Bueno
gatita… vamos a ver como lo hacemos”… se dijo Esther en voz alta, y tras
terminarse el café se metió en la ducha para su siguiente cita.
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A las dos
y media de la tarde, el BMW de Esther llegaba a la facultad de bioquímicas.
Aparcó en la zona restringida a los catedráticos y enfiló el pasillo que ya
conocía hasta el despacho de Alicia. Ante aquella puerta de madera Esther se
frenó, miró al techo y tomó aire.
“Vamos
allá, es hora de volver al trabajo… esa vampiresa alcohólica no te puede estar
quitando el sueño”… se dijo Esther a sí misma, pues desde que había mantenido
aquel encuentro sexual con Maca no podía pensar en otra cosa que no fuera en la
reacción que le había producido.
Llamó a la
puerta y una voz muy femenina le pidió que pasara. Esther entró.
- ¡Hola
preciosa! –le dijo esbozando una gran sonrisa-.
Alicia
levantó los ojos de los informes, y se quedó muda al ver a Esther enfundada en
unos pantalones de pinzas gris marengo y una camisa blanca bellísima y pulcra.
El pelo le caía sobre el hombro izquierdo recogido en una coleta, y en su nariz
descansaban unas gafas de pasta del mismo color que los pantalones.
Evidentemente Esther no necesitaba gafas y no estaban graduadas, simplemente
eran un complemento de aquel personaje que había creado para ella, pero eso
Alicia no lo sabía. Miró a Esther apoyada en el quicio de la puerta con las
manos metidas en los bolsillos, y su aspecto serio y a la vez juvenil le
hicieron temblar las rodillas.
- Hola… no
sabía que vendrías –le dijo Alicia con la voz ronca de repente-.
Esther
había conocido a aquella mujer un mes y medio antes. Alicia era una mujer sin
dobleces, lo único que le ocurría era que su trabajo la absorbía hasta tal
punto que olvidaba lo que era estar con otro ser humano, aboliendo por entero
su necesidad de contacto físico. Básicamente aquella era la función de Esther,
hacerle recordar que el trabajo no lo era todo y estimular su deseo hasta
límites que hiceran que reaccionara.
- Pues he
venido -le dijo Esther con una sonrisa tan malvada que Alicia se sentó en la
silla de pronto-.
Esther
cerró la puerta tras ella y se acercó hasta la mesa de trabajo de Alicia.
- Creí que
habíamos superado esto -le dijo Esther señalando la montaña de papeles y libros
que tenía Alicia esparcidos por la mesa- ¿Desde cuándo no vas a casa?
Alicia
tiritó, Esther acababa de sentarse en el escritorio frente a ella.
- Bueno…
es que estoy en medio del proyecto.. y… -Alicia empezó a disculparse sabiendo
que era del todo inútil-.
- No, no…
eso no está nada bien -Esther le quitó las gafas y Alicia tragó saliva-.
Aquella
pelirroja era un bombón que a Esther le gustaba especialmente. Envuelta en
aquel aura de cátedra e investigación, se escondía una mujer con un cuerpo y
una pasión más que estimulantes. Su aspecto cándido con aquellas adorables
pecas en la cara, no tenía nada que ver con la fogosa mujer que se escondía
tras aquellas gafas cuando se apretaban las teclas adecuadas.
- Te he
echado de menos -le dijo de pronto Alicia no perdiendo detalle de cada
movimiento de Esther-.
Esther
dejó las gafas de Alicia en la mesa y cruzó sus piernas, luego apoyó las manos
en la mesa y se reclinó un poco hacia atrás.
- ¿Ah sí?
–le preguntó sensualmente Esther sin dejar de mirarla-. ¿Y por qué no me has
llamado?
- Bueno…
yo… -Alicia no tenía excusa, una vez más había sido el trabajo el responsable
de que ni siquiera percibiera que había perdido varias semanas más de su vida-.
¡Lo siento!
- Eso no
va a ser suficiente –le susurró Esther y dibujó una sonrisa pícara en su
rostro-. Vas a tener que compensarme.
Alicia
sonrió, aquello sin duda le complacía más que a Esther. De pronto trato de
ponerse de pie y acercarse hasta ella.
- ah… no,
no… -Esther la paró con el pie, haciéndola caer en el asiento de nuevo-.
Con un
movimiento muy practicado, deslizó la punta de su zapato de tacón alto por el
muslo de aquella belleza peliroja, luego la dejó descansar suavemente entre su
entrepierna presionando intermitentemente. Alicia se quedó quieta.
- Quítate
esa bata… -le ordenó Esther-.
Y Alicia
lo hizo. Esther se recreó en aquella mujer con vaqueros y suéter gris. Los
pechos voluminosos y firmes de Alicia, resaltaron bajo la ropa.
- El
suéter -le pidió Esther de nuevo-.
Esta vez, Alicia
también la complació con una sonrisa. Esther se irguió en la mesa, y se deleitó
en la feminidad de aquella pecosa.
- mmm… me
encanta… -le dijo Esther deleitándose en aquella visión-.
- Ahora
tú… -le dijo Alicia soltándose el pelo, pues lo tenía recogido con un pasador-.
Cuando
Esther vio caer aquella melena cobriza, se le erizó la piel. La cara de Alicia
ya no era la de la seria mujer enfrascada en sus libros, sino la de un diablo
pícaro que jugaría con ella todo lo que quisiera. Esther evaluó sus
posibilidades, y empezó a desabrochar despacio los botones de su camisa. La
dejó entre abierta, y miró con maldad la reacción de Alicia, que tenía los ojos
brillantes y los labios entre abiertos ante el bocado que se brindaba ante
ella.
- ¿Son
importantes estos papeles? –Esther cogió un puñado de los papeles sobre los que
estaba sentada, los cuales habían absorbido completamente la atención de
aquella preciosidad-.
“Sí, lo
son… pero ahora lo importante eres tú”… pensó Alicia, pero no pudo articular
palabra. Alicia casi había olvidado lo suave que era la piel de aquella mujer,
pero le había bastado contemplar como aquel pecho se alzaba al respirar entre
la fina ropa para recordar lo mucho que la deseaba a toda costa. Sin previo
aviso avanzó los pasos que le faltaban, y con un enérgico movimiento retiró con
su brazo de un plumazo la mayor parte del contenido que tenía sobre la mesa.
“Buena
chica…” pensó Esther con una sonrisa, y se dejó tumbar por Alicia sobre la mesa
cuándo ésta se le lanzó encima.
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