jueves, 1 de agosto de 2013

De Blanco y Negro a Color - 78 y 79 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
78

Sin ser consciente de sus pasos Maca anduvo el camino anclada a aquella mujer que la tomaba de la mano. Esther abrió la puerta de su dormitorio, y la certeza de lo que iban a hacer se impuso entre las dos cuando la puerta se cerró tras ellas. El pulso empezó a timbrarle en los oídos, estaban solas, encerradas en una habitación con una cama enorme. La piel de Maca se puso en pie mientras Esther se paraba delante suya, ya desnuda. Cuando sus ojos la alcanzaron eran alquitrán líquido, Maca se olvidó de respirar. Esther cubrió los pasos que las distanciaban y le acarició la cara,  Maca jadeó recuperando el aire y Esther tiritó con su respuesta. Maca retuvo aquella mano contra su mejilla y cerró los ojos, tratando de controlar la bestia feroz que se removía en su interior. Deseaba tanto amarla con calma, no perderse ningún detalle... sin embargo era entrar en contacto con ella y percibir cómo el descontrol de la pasión la arrastraba, la subyugaba. Volvió a abrirlos, a mirarla, y Esther le sonrió en respuesta mientras su rostro se teñía de un deseo mal disimulado.

-         ¿todo bien? -le preguntó y tras el asentimiento de Maca, Esther salvó las distancias y la besó-.

Tan dulce, tan frágil, tan difícil de dejar en libertad... Maca atrapó aquellos labios entre los suyos en una marea creciente que poco a poco fue subiendo hasta amenazar con ahogarlas. La ropa empezó a estorbar, Esther se contenía para no destrozar con sus manos aquella barrera de tela que las separaba, con las manos temblorosas empezó a tantearla. Maca sintió sus dedos rozando su piel por debajo de la camiseta y se encendió, por instinto se apretó contra aquel cuerpo que ardía desnudo entre sus brazos.
-         ¡Maca! -susurró Esther consumida-.

Y Maca se separó de ella como si las palabras entre las dos sobraran, tomó el bajo de su camiseta y se la quitó. Esther se deleitó en aquel torso apenas un segundo, pues Maca envistió contra ella envolviéndola en un beso arrollador que terminó con las dos encima de la cama. No había nada que hacer, era inevitable... como no se puede detener el cauce de un río sólo con paja, o apagar un incendio con un vaso de agua, así sus cuerpos se encontraron devastándolo todo a su paso. Esther trató de recordar quien era aquella mujer, trató de ser delicada con y por ella... trató de amaestrar a aquella fiera felina que le bailaba bajo la piel deseando hincar el diente en esa piel suave y tersa que se rozaba contra la suya tentando a la suerte. Pero Maca no se lo ponía nada fácil, tiró de ella hasta sentirla en plenitud sobre su cuerpo, borrando cada contorno de sus labios con sus besos, hundiendo sus dedos finos en la piel ardiente de Esther que ya jadeaba mientras sus caderas sin esfuerzo se encontraban haciéndolas soltar un gemido al unísono. Ambas se miraron, sus ojos pozos oscuros ya sólo hablaban un lenguaje y no era precisamente el de la cordura. Esther se desató, buscó con prisas el pantalón de Maca y se lo quitó arrastrando en el movimiento también su ropa interior, Maca no se quejó, rodó sobre la cama hasta quedar encima de ella, quería mirarla y mientras volvían a encontrarse cara a cara, se tomó un segundo antes de encajar sus piernas con las de ella y hacer gritar a Esther.

-         ¡Dios! -Esther acalló su grito mordiendo a Maca en uno de los antebrazos sobre los que se sostenía, erguida y firmemente presente sobre ella-.

Su cabeza no era capaz de asimilar que de forma tan natural Maca encontrara el camino de su placer, pero así lo hizo y su cadera encajó contra la suya obligándola a gemir y a mirarla de nuevo a los ojos. Esther pronto se vio luchando por conseguir bocanadas de aire que apenas llegaban. Maca la estaba matando y ella quería morir, justo allí, con aquel rostro bello y de labios entreabiertos sobre el suyo, con aquella suavidad entre sus piernas que temblaban contra unos muslos que parecían ahora más fuertes, con aquel olor dulce-salado a su alrededor que era claro signo de lo que estaba ocurriendo... ¿cómo estaba sucediendo tan rápido? ¿cómo no era ella quien lo guiaba? Las preguntas se formulaban deprisa para luego borrarse a golpes de cadera, al paso del agua de los besos que Maca empezó a regalarle mientras aún encontraba fuerzas para suplicarle…

-         “¡córrete para mí! “ -le pidió Maca-.

Y Esther se vio vencer. Despiadado, como lo suelen ser todos los juegos de amor,  gimió su nombre, gritó dolida por la pasión, tembló y derramó su ser sobre aquellas sábanas, bajo aquel cuerpo culpable de su sin razón. Ante aquella mujer, dueña ya de su alma.

79

Esther luchó por recobrar el aire. Los brazos y las piernas le caían a los lados como pesos muertos tras la tensión contenida, aún trataba de asimilar lo sucedido mientras notaba los besos que Maca iba dejando por su cara y garganta, mientras se colocaba a su lado para permitirle recobrar el aliento.

-         ¿Estás bien? -le preguntó Maca finalmente apoyándose en un codo a su lado, observándola-.

Esther giró la cabeza para encontrarse con aquella sonrisa perversa que se había formado en su rostro. Sus ojos aún estaban oscuros, pero brillaban con jovialidad mientras se posaban en ella, la cara de Maca irradiaba la satisfacción que sin duda sentía. Tembló.

-         Todo lo bien que se puede estar tras haberme quedado de piedra -le dijo Esther y ante su sonrisa, se ensanchó la suya propia-.
-         ¿De piedra? ¿y eso? -se interesó Maca por su contestación mientras le acariciaba el pelo-.
-         Creí entender que nunca habías hecho “esto”, me refiero con una mujer -le dijo Esther esta vez volviéndose de cuerpo entero hacia ella y colocándose en una pose similar a la que Maca había adoptado. Estaba intrigada-.
-         Jajaja... y es cierto, lo entendiste bien -se rió Maca de aquel comentario-.
-         ¿Y entonces? -la instó Esther-.
-         ¿Entonces qué? -le preguntó Maca con una sonrisa de oreja a oreja-.
-         ¿Cómo es que has terminado siendo tú quien me arrolle como una apisonadora? Se suponía que debía enseñarte, después de tanto tiempo me has chafado los planes ¿sabes? -le soltó Esther fingiendo un orgullo herido que por supuesto no tenía, la felicidad no se le borraba de la cara-.
-         Jajajajaja... ¡Ah! ¡Pensabas enseñarme! ¿Que interesante se pone esto, no? -a Maca le hizo mucha gracia el juego de palabras que había empleado Esther en broma, sin embargo no pudo evitar el pequeño estremecimiento que sintió sólo de imaginar lo que aquello supondría de tener algo de cierto-.
-         ¡Ni te lo imaginas! ¡Anda ven aquí... pequeña corruptora! -le dijo Esther cogiéndola por la cintura hasta pegarla contra su cuerpo-.

Sus labios volvieron a encontrarse en aquel juego de laberintos, la piel no tardó en subir varios grados centígrados al ponerse en contacto. Aquello no había hecho más que empezar.

-         ¡Dios, no puedes seguir besándome así! -le susurró Maca desde las profundidades cuando Esther la liberó de sus labios-.
-         ¿No, por qué? -le susurró Esther volviéndole a robar un nuevo beso, que esta vez terminó con Maca de espaldas contra el colchón y ella encima suyo-.
-         Porque vas a acabar conmigo, por eso... -consiguió responder a la pregunta Maca tras un nuevo respiro-.

Esther sonrió desde la prudente distancia que le había dejado para que pudiera respirar. Maca la observó, parecía más fuerte, más entera... ella sin embargo aún luchaba con el deseo a flor de piel, rechinando en sus oídos. Entonces vio como los labios de aquella mujer se acercaban a cámara lenta, y en su mente se agudizó el anhelo por atrapar aquella boca.

-         Si es por eso... tendré cuidado -le susurró Esther, y luego la besó con plenitud y calma mientras Maca empezaba a perder la noción temporoespacial -.

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Maca hizo un esfuerzo por abrir los ojos, los párpados parecían haberse transformado en persianas de plomo tras lo vivido. Miró el reloj que estaba en la mesita a su lado, eran las cinco, se pasó los dedos por el pelo y sintió la necesidad de desperezar aquellos músculos doloridos pero completamente relajados, agotados. Con su movimiento, Esther ronroneó a su lado. Maca dibujó una sonrisa magnánima mientras la contemplaba, se giró colocándose a su espalda y la abrazó.

-         Eres increíble -le susurró mientras dormía-.

Y mientras hundía la nariz en su cabello, y su cuerpo se acoplaba a la calidez de la piel de Esther, su mente se llenó de recuerdos vívidos de su encuentro.

““Enséñame” le había susurrado con el eco de un rugido cuando los labios de Esther la habían vuelto tan loca que ya no le importaba nada. Sus ojos, volcanes en erupción, se habían encontrado con la malicia apasionada de ella y entonces lo supo... nada volvería a ser lo que era. Esther se apoderó de su cuerpo, de su voluntad y de su mente. Sus manos, suaves como un guante de terciopelo, crearon surcos en la tierra de su piel que se fue erizando con el frío que dejaba la ausencia de su tacto. Tembló. Como la hoja de otoño seca que se resiste a caer de la rama. En medio de aquella tempestad enfermiza que sentía bajo la piel de Esther, bajo su boca de saliva cálida que se derramaba por su garganta, sus pechos y su vientre, hasta fundirla con el colchón”.

-         Cuánto te deseo -le susurró Maca de nuevo a aquella mujer entre sus brazos dormida. Aún consumida por aquel fuego atronador que sólo el recuerdo de lo vivido había conseguido atizar hasta convertirlo en una inmensa fogata-.

“La piel le escocía, su pecho bajaba y subía en jadeos arrítmicos mientras Esther se diluía en sus pliegues. Exquisitas caricias que rompieron con dolorosa dulzura la barrera del “puro sexo”...

-         Por qué me has hecho esto... -musitó Maca mientras apartaba el cabello almizclado del cuello de Esther y con fervor hundía sus labios en aquella piel palpitante y caliente-... debiste acabar conmigo, ¿qué voy a hacer con esto?... no sé que puedo a hacer con esto...

Musitó Maca mientras sus ojos se cerraban, y sus manos empezaban a desplazarse por aquella piel que despacio despertaba bajo su paso.  

“¡Esther!  Su nombre resbaló de sus labios deformados, mientras el placer de sentirla dentro suyo era tan intenso que creyó morir. Sintió su boca, húmeda... por momentos hambrienta, por momentos despiadada con aquel acto de adoración que estaba provocando que a Maca se le estrangulara el pecho. Maca trató de luchar por mantener la consciencia ínfima que le quedaba, los dedos de Esther se adentraban en una profundidad más allá de lo físico, fuera de los límites que Maca se conocía... y sintió su lengua, sintió sus dientes, sintió sus labios con total claridad mientras Esther navegaba entre los muslos que ella ya no podía casi mantener tensos. Sintió su pasión, su adoración, su furia y aquella entrega que la enredó en sus tentáculos de medusa hasta que su cuerpo sufrió espasmos con su veneno. Los ojos se le abrieron, como lo hizo su boca por alcanzar un poco de aire, y gritó su nombre, para después quedarse muda luchando por refrenar la agitación de su corazón. Muda y agitada ante la certeza de que la amaba sin saber ni el cómo ni el porqué ni la causa”.

-         Debiste acabar conmigo -le repitió Maca ya con la garganta rota y profunda. Esther gimió al sentir aquellos dedos explorar en su sexo. Maca contuvo el aliento ante su bienvenida cálida-
-         ¡Maca!

El jadeo de Esther pronunciando su nombre, taladró a Maca hasta explosionarle en el pecho. Hundió los dedos en ella con desesperación, y Esther luchó por respirar mientras la otra mano de Maca la tomaba por la garganta y su aliento apasionado le quemaba en la oreja. Esther podía sentirla firmemente presente a su espalda.

-         Debiste acabar conmigo... -le susurró otra vez Maca muerta de miedo y Esther gimió cuando volvió a sentir como la poseía hundiéndose de nuevo en su carne, sacándola de la profundidad del sueño a la realidad tórrida y apremiante que Maca estaba sintiendo-. Debiste hacerlo, porque ahora.... -Esther sintió que se ahogaba en medio de la espiral de la angustia y el deseo que reflejaba aquella voz a su espalda-... ahora ya te quiero.

Esther abrió los ojos de golpe mientras Maca imprimía sus palabras a fuego contra su cuello. Los dedos de aquella criatura volaron y se anclaron certeros en ella, hasta apoderarse de sus más íntimos secretos. El aullido del orgasmo que Esther no pudo contener por más tiempo, resonó contra sus tímpanos hasta dejarla sorda. Sólo el eco de las palabras de Maca la acompañó en aquella caída al vacío mientras su cuerpo espasmódico luchaba por recobrar la calma en medio de un temblor de sentimientos.

2 comentarios:

  1. Increíble, esa forma de mezclar el sexo y el amor (entiéndase, en el relato) es impresionante!! Solo diré que he tenido que morder la almohada porque no me lo creía!!

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    1. Gracias por la parte que me toca. Me alegro de que te hayan gustado. ;-)

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