martes, 1 de enero de 2013

De Blanco y Negro a Color - 9 y 10 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.



9
Todos fueron saliendo de la reunión en cuanto Esther la dió por concluida, Eva trató de zafarse de algunos de sus compañeros, que tras la intervención de Maca y la confesión de Esther de que alguien les había estado substrayendo información sobre el proyecto, andaban algo nerviosos murmurando en grupitos los recientes acontecimientos. Miró por encima del resto, pero no la vio, así que se encaminó a su despacho. Cuando llegó a la puerta ni siquiera hizo falta que llamara, la puerta se abrió y Maca salió por ella con el casco en la mano y la chaqueta puesta.
-       ¿Te vas? –le preguntó Eva-.
-       ¿Tú qué crees? –ironizó Maca-.
-       Bueno dame un segundo, cojo mis cosas y me voy contigo –le dijo Eva-.
-       Eva no… tengo prisa –le dijo Maca, claramente alterada-.
Eva la cogió por el brazo, deteniéndola.
-       Coño, espérame… ¿a dónde quieres ir con tanta prisa?
-       Voy a hablar con mi padre… ¿O te crees que me ha hecho gracia enterarme por una completa desconocida de que ha entrado alguien en la empresa a espiarnos? ¿Joder, yo quien coño soy… el último mono aquí, o qué? –le rugió Maca soltándose de un tirón del agarre de Eva-.
-       No es seguro que alguien haya entrado, Maca, cálmate… -le pidió suavemente Eva-.
-       Pues peor aún, porque si nadie ha entrado, eso significa que tenemos un chivo dentro. ¡Qué ilusión! ¿no? –siguió ironizando Maca, pues era su único medio de defensa-. Sea como sea, si alguien sabe lo que está pasando es mi padre, así que me va a tener que dar bastantes explicaciones… ¡qué me portara bien! ¡ja!... –a aquellas alturas Maca se movía ya agitadamente, como si sólo hablara para ella misma-. Me cuentan una milonga, y me hacen hasta prometer, para luego soltarme esta mierda.
Eva la cogió por los hombros esperando que al detener su movimiento pudiera también parar el mecanismo que se había puesto en marcha en la cabeza de su amiga.
-       ¡Maca, espérame, es sólo un segundo!… vamos a tomarnos algo ahí abajo, nos desahogamos y luego vas a ver a tu padre, porque así no puedes ir a pedirle explicaciones, ¿o es que pretendes que acabe otra vez en el hospital? –le dijo Eva mirándola a los ojos, y al ver que Maca reaccionaba ante la pregunta que le hacía, añadió-. Vale, espera aquí, no tardo nada.
Y salió en busca de sus cosas al trote, mientras Maca se dejaba caer sobre una mesa a esperarla. No pasaron ni tres minutos cuando Maca vio a Eva salir de su despacho. Para su sorpresa observó como Eva cerraba con llave la puerta.
“Perfecto, aún no lleva aquí ni un día y ya nos ha vuelto paranoicos” pensó Maca con desagrado sobre Esther.
Se levantó de la mesa y esperó a que Eva la alcanzara, sin embargo a escasos dos metros su amiga ralentizó el paso y su cara cambió, Maca iba a decirle que se diera prisa, no quería quedarse allí ni un segundo más, pero una voz la detuvo antes de que ni siquiera diera un paso hacia Eva.
-       ¿Señorita Wilson?, me gustaría hablar con usted si tiene unos minutos –le solicitó Esther a su espalda-.
Maca se dio la vuelta y se topó con aquella sonrisa cándida de quien se sale siempre con la suya, definitivamente no se creía nada de su diplomacia.
-       Pues la verdad es que no los tengo, lo siento, pero tendrá que esperar hasta el lunes, porque ya me iba –le contestó Maca con más dureza que educación-.
Esther echó un vistazo a la joven que las había alcanzado, Eva sin querer se ruborizó cuando aquella mujer le clavó la mirada y esbozó una sonrisa pícara para ella.
-       Ya veo… entonces lo dejaremos mejor para el próximo día, no hay problema –le aseguró Esther haciendo caso omiso al tono despectivo que Maca había empleado para rechazarla. Si algo sabía hacer Esther, era guardar la compostura-. ¡Qué pasen un buen fin de semana! ¡Buenas tardes!
Y tal como había llegado, Esther dio media vuelta y se fue por el pasillo. Maca y Eva la vieron alejarse, y durante unos instantes no dijeron nada absortas en sus propios pensamientos, luego Maca rompió el silencio.
-       Que no hay problema dice la tía. Yo de verdad es que flipo, de dónde coño han sacado este personaje, pero si ni siquiera anda normal -dijo Maca y apartó su vista de Esther-. Anda vámonos, que necesito una copa, o las que me quepan.
Eva no dijo nada, se limitó a seguir a su amiga al ascensor, a pesar de que en sus retinas seguía impreso el paso seguro y recto de Esther, y zonas de su anatomía menos decorosas que sus piernas.
Eran cerca de las doce de la noche cuando Esther salió de la ducha. La semana había sido agitada y había causado más agotamiento en ella del esperado. Se acercó a la barra del bar del salón y se sirvió un whisky con hielo, luego se sentó en el sofá de piel reclinable en la oscuridad del salón. Sólo quería un momento de paz, y cerró los ojos con el vaso frío empapando las yemas de sus dedos, pero pronto el teléfono interrumpió el silencio. Esther suspiró cansada, pero no se molestó. Se irguió y alcanzó el móvil de la mesa adjunta, miró la pantalla y descolgó.
-       Buenas noches comandante, perdone que la moleste pero… –se disculpó una mujer en el otro lado de la línea-.
-       Laura, cuántas veces le tengo que decir que me llame Esther, ya no soy su comandante –le interrumpió Esther con tono suave-
-       Disculpe señora, quiero decir… Esther, se me hace difícil olvidar quién es usted –dijo la mujer un poco sofocada a pesar de saber que estaba fuera del alcance de los ojos de su superiora-.
-       Quien fui… pero no importa, prosiga –la volvió a corregir, pero lo dio por perdido-.
-       La llamaba para comunicarle que la información que me pasó por teléfono es correcta, el despacho de la joven es inaccesible, está sellado y es seguro –le anunció Laura-.
Esther se inclinó hacia delante dejando el vaso en la mesa, repentinamente intrigada.
-       Podría darme algún detalle –le pidió-.
-       Entré con la tarjeta que me cedió hace apenas una hora, en el despacho aparentemente no hay nada. El sensor detectó una cámara acorazada tras una biblioteca, haría falta un potente explosivo para traspasarla, pero por las mediciones que he realizado sería casi un milagro que resistiera intacto algún componente informático tras realizar tal cosa, puesto que lo destruiría la onda expansiva y lo que permaneciera en pie, quedaría dañado por el peso del metal. Ha empleado un modelo parecido al jack8500 militar para el reconocimiento del administrador, pero no me he atrevido a analizarlo, porque ha conectado un detector de registro a su alrededor y tengo la impresión de que hubiera capturado una imagen mía de haberlo hecho. La verdad es que el sistema es bastante superior al nuestro. Sinceramente, no creo que hayan podido sacar los datos de la fuente principal, comandante –concluyó Laura-.
-       Ya veo –contestó Esther, la cual ya había puesto su cabeza a rodar-. Está bien, entonces controlaremos el resto dado que el “foco central” está a salvo.
-       Sí, eso parece –corroboró Laura-.
-       ¿Algo más, Laura? –le instó Esther antes de colgar-.
-       No comandante, eso es todo de momento. Mañana colocaremos las cámaras e iniciaré el seguimiento del “sujeto” –le contestó ella-.
-       Estupendo, entonces espero su informe sobre el martes, ¿de acuerdo? –le dijo Esther-.
-       Sí, señora –le contestó Laura-.
-       Buenas noches Laura –se despidió Esther-.
-       Buenas noches comandante… digo, quiero decir, Esther –dijo atropelladamente Laura lo cual provocó una sonrisa afable en Esther y un enrojecimiento prematuro en las mejillas de Laura antes de colgar el teléfono-.
El silencio y la oscuridad volvieron a la habitación tras dejar el móvil en la mesa, inerte. Sin embargo la cabeza de Esther se llenó de posibilidades sobre el caso, y por qué no, de la imagen de aquella mujer con aspecto adolescente cuyas habilidades no parecían pertenecerle.
10.
Era lunes en la mañana, y Javier entró como un torbellino en la sala común. Allí reunidas en una mesa, se encontraban Eva y Teresa comentando el tema del día.
-       Ni os imagináis lo que se está montando ahí abajo –les dijo Javier sonriente mientras ponía una taza con café en el microondas-.
-       No, si ya lo sabemos, yo he tardado casi 20 minutos para que me cogieran la huella esa, la metieran en la computadora y comprobaran mi acceso. Yo no sé a dónde vamos a llegar, pero esto parece de película. Vilches echaba chispas –decía Teresa con tono interesante mientras tomaba un sorbo de café-. Os digo una cosa, porque Cruz es la directora y respeta mucho a Pedro, porque si no, ya os digo yo que éste ya estaría tramando algo para hacer disparar el sistema, lo conoceré yo.
-       Seguro –corroboró Eva divertida con la idea.
-       Ya, pero yo no me refería al atasco por lo de las huellas, que también…, sino a que ha llegado Maca y se ha identificado como la dueña de la empresa cuando el guardia ese que parece un armario le ha “obligado” a pasar por el escáner, entonces el tipo le ha dicho que sólo obedecía órdenes de la tal Esther y claro, ella se ha puesto como una gata… jajaja… Si la hubierais visto, hasta que no ha conseguido meterse en la sala de mando a analizar todo el sistema del tipo ese, no ha parado… jajaja… Ahora mismo les está haciendo un cheking interno, que a saber cómo termina –se rió Javier divertido-.
-       ¿QUEEEE? –gritaron Teresa y Eva a la vez-.
-       Os lo juro –dijo Javier incapaz de borrar la sonrisa de satisfacción por el asalto de Maca contra sus nuevos carceleros-.
-       Mierda, eso no me lo pierdo -gritó Eva y de un salto se puso de pie encaminándose al ascensor-.
-       Ni yo, espérame… -se apuntó Teresa y salió tras Eva-.
Cuando llegaron a la planta baja, tres de sus compañeros estaban en una cola en el mostrador esperando, el guardia que parecía un armario permanecía recto pero sofocado al lado del mecanismo de reconocimiento, y a Maca se le divisaba en la cabina trasteando en los ordenadores.
-       Teresa… acércate allí y enreda un poco anda, que quiero saber que hace Maca –le dijo Eva señalándole la cola y al guardia-.
-       ¿Yooo? ¿pero por quién me tomas, niña? –se hizo la ofendida Teresa-.
-       Por la mejor, anda guapa… -se hizo la zalamera Eva con ella dándole un beso en la mejilla-.
-       Bueno, vale… pero date prisa –cedió Teresa que era de convencimiento fácil cuando se trataba de hacerse con una buena historia que contar-.
Eva vio como Teresa se acercaba al resto y se ponía a hablar con los compañeros bajo la atenta mirada del guardia. Entonces aprovechó para meterse en la cabina con Maca.
-       ¿Pero se puede saber qué estás haciendo? –le preguntó Eva con una sonrisa-.
-       ¿Tú qué crees? –le dijo Maca sin levantar apenas la vista de lo que estaba haciendo-. Estoy verificando a dónde va la información que están recogiendo, y estoy implantando una especie de cortafuegos que controlaré desde ELISA, si alguien externo quiere sustraer información de las huellas, mi computadora les enviará una información errónea e insertará un gusano de los míos para localizar la procedencia. ¿No pensarás que voy a dejar a estos aficionados al mando de nuestra seguridad, no?
-       Sabía que no te ibas a quedar tranquila con las respuestas de tu padre –señaló Eva sonriente, pues hacía tiempo que había perdido de vista la energía y la tozudez de su amiga-.
-       Quiero a mi padre, pero nunca supo fingir, al menos a mí. Repitió como un loro el discurso de Cruz y Esther, con lo cual, hay algo que no me están contando y que tendré que averiguar por mí misma. No tengo la culpa, si es lo que quieren, así será –dijo con resolución Maca-.
-       Si no fueras un genio, no estaríamos metidas en esto. Ya te dije que era mejor idea sacar al mercado el spa multimedia de dos por dos, pero no, tuviste que inventar un puto láser que esperemos no necesitar nunca –le dijo Eva tocando madera con los dedos puestos en forma de cuernos-.
-       Jajaja… lo dijiste, cierto… -se rió Maca a pesar de seguir a lo suyo-. Esto por aquí, y ya casi lo tengo…
De pronto Eva se percató que el murmullo del mostrador ya no se oía, por instinto se irguió, pero cuando fue a decirle a Maca que se diera prisa ya fue tarde. La figura de Esther se implantaba en el umbral de la puerta, con tono firme y severo.
-       ¿Sería usted tan amable de decirme qué está haciendo aquí, señorita Wilson?
Maca dio un respingo sin querer en la silla, Eva sin embargo pareció encogerse en el rincón. Esther clavó sus ojos en la joven propietaria a la espera de una respuesta… “mierda, demasiado joven… problemas y más problemas” pensó para sí algo molesta. Maca se recuperó del sobresalto, apretó un par de botones, y la imagen de la computadora volvió a la página principal del programa, pero no lo suficientemente rápido como para evitar que Esther entendiera que Maca se había metido en el código fuente del programa y deduciera que había conseguido hacer modificaciones en él… “lo tendremos que sustituir por otro, un día más perdido” pensó con fastidio, sin embargo no dio signos de inmutarse.
-       ¿A usted qué le parece? –la atacó Maca con lo único que podía, otra pregunta-.
-       No se trata de lo que a mí me parezca, señorita Wilson, sino de que está usted retrasando el trabajo de mi equipo y de que no entiende que el tiempo perdido, son frentes abiertos que dificultan la protección de su proyecto, y por tanto, mi trabajo –le dijo Esther tranquila-. Creo tener la impresión de que me está usted viendo como su enemiga, y sé que mis métodos son bastante invasivos teniendo en cuenta el tipo de empresa que ustedes dirigen, pero créame cuando le digo que el fin de mi trabajo es solamente velar por sus intereses y nada más. Así que por qué no me dice claramente lo que le preocupa o qué es lo que ha motivado que tenga usted que enfrentarse con un empleado que sólo pretendía llevar a cabo su trabajo sin “excepciones” –añadió Esther, poniendo énfasis en la última palabra, pero sin mostrarse amenazante ni disgustada-
Maca supo que aquella “excepción” se refería a que no por ser la dueña de la empresa se le debía tratar de forma privilegiada o tenía derecho a hacer lo que le viniera en gana como si fuera una niña malcriada. Por un segundo tuvo la sensación de ser sermoneada con razón y sintió algo de vergüenza, pero al ver que Esther esbozaba aquella sonrisa, todo se esfumó, su rebeldía salió a flote.
-       Mire, claridad es lo que me sobra, así que se lo voy a decir… ¡No me gusta! –le espetó Maca sin tapujos poniéndose en pie desde la silla-. Sé que sólo es una empleada y no dudo de que en su trabajo sea usted muy buena, pero llega aquí imponiendo sus normas, y sin conocerla se supone que todos debemos acatarlas sin más. Así que perdóneme, pero no, no me gusta que esté usted aquí.
-       Entiendo –se limitó a decir Esther serena y mirándola a los ojos, sin embargo no había rastro de la sonrisa en su rostro-.
Maca se le quedó mirando, aguantando la tirantez que entre sus ojos se producía.
-       ¿Y cómo pretende que lo hagamos? –se atrevió a preguntarle Esther mientras cruzaba los brazos por detrás de la espalda-.
-       Prometí que colaboraría con usted a mi padre, y yo no rompo mis promesas, pero eso no significa que vaya a gustarme ni tampoco que acate lo que usted diga sin pedirle explicaciones. Encárguese de los asuntos legales, pero no me quedaré mirando en una esquina en temas de protección de datos –le contestó Maca cruzando los brazos sobre el pecho a modo de barrera entre ellas-.
-       De acuerdo, gracias por aclarármelo –le dijo Esther quitándose de la puerta y agachando la cabeza. Una confrontación con aquella mujer no era lo que más convenía-.
-       Vale –dijo Maca simplemente, y le hizo una seña a Eva-. Anda vámonos Eva, llegamos tarde.
-       Ehh… sí –contestó Eva un poco sobrepasada por ver aquel choque frontal entre las dos. Sin atreverse a mirar a Esther por si se encontraba con su mirada, salió detrás de Maca-.
No habían aún alcanzado cinco pasos de la puerta cuando Esther la llamó.
-       ¿Señorita Wilson?
-       ¿qué? –le respondió Maca de mala gana-.
-       A mí tampoco me gusta… -le dijo Esther girándose para mirarla a los ojos y tras una pausa completó la frase-… estar aquí. Sólo quería que lo supiera, a mí también me gusta ser clara.
-       Perfecto, así trabajaremos para terminar esto cuanto antes –añadió Maca y dando media vuelta, se encaminó al ascensor. La tranquilidad de aquella mujer, había crispado por completo sus nervios-.
“Es una completa marciana, está claro” pensó para sí antes de que la puerta del ascensor se cerrara con bastante mal humor.

Continuará...

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