Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
139
Viernes
al medio día:
- ¡No lo
estás diciendo en serio! -le decía Esther casi riendo, pero al levantar de
nuevo la cabeza de su plato de espaguetis y ver a Eva mirándola con la ceja
levantada desde el otro lado de la mesa del restaurante, la risa se desdibujó
de su rostro-. ¡Lo dices en serio! ¿Tú estás loca?
- ¿Por qué
no? Piénsalo… es perfecto, es algo que se nos da de miedo, no conlleva sexo y
sacaríamos una pasta. Bueno no lo que ganábamos claro está, pero una pasta. Así
no tendrías que despedir a nadie, sería un sobresueldo y yo no me sentiría como
una hormona con patas rondando todo el tiempo a Laura. Te lo digo en serio,
jamás pensé que retirarme me costaría tanto, pero la verdad es que me aburro
con tanta hora libre, y más con la cantidad de curro que tiene ella ahora
–alegó Eva ante su visión de futuro conjunto-.
- ¡NO! –le
dijo Esther rotundamente-.
- ¿Pero
por qué no? Ya tengo hasta cola de espera –añadió Eva-.
- ¡¿Ya has
rodado la voz?! –se sorprendió Esther, que puso los ojos como platos-.
- mmm… un
poco, pero casi ni hizo falta, de hecho la idea no ha sido mía. El otro día
coincidí con Daniella en el Dulcinea… -empezó a hablar Eva-.
- Espera,
espera … ¿de qué Daniella hablas? ¡¿de mi Daniella?! –se sorprendió Esther de
escuchar aquel nombre. Hacía más de dos meses que había cortado con ella-.
- ¡La
misma! Me preguntó por ti, bebimos unos tragos… bailamos, salió el tema de las
fiestas que montamos tú y yo en la pista, y una cosa trajo a la otra. Total,
que ya sabes que eso de los negocios es lo suyo, y me lo dibujó tan claro que
hice un par de llamadas, y resulta, que una pasta, sacaríamos una pasta –le
dijo Eva-.
- ¡No me
lo puedo creer! –decía Esther ya con la cara descompuesta-. ¡Tú de verdad que
te has vuelto loca! Primero… ¿desde cuándo dejamos que sean las clientas quienes
dirijan el espectáculo?, y segundo y más importante… ¿cómo coño pones en marcha
algo que me implica, sin decírmelo antes? ¿Estás loca, o qué? –le dijo Esther
cabreándose-.
- Un
momentooo eh… que yo no he puesto nada en marcha, estaría bueno. Sólo hice un
par de llamadas en plan “amigable” y mira tú por donde, hay varias que estarían
dispuestas a presenciar un show montado por nosotras dos, y segundo, yo no me
he dejado guiar por Daniella, sólo le vi color y me pareció que podía ser una
salida a este descontrol que tú y yo sentimos por esto que nos está pasando –se
defendió Eva-.
- ¿De qué
me estás hablando? ¿Me quieres decir de qué descontrol me hablas? –le preguntó
Esther-.
- Venga ya
Esther. Lo sabes muy bien, por mucho que queramos a Maca y a Laura, nosotras no
nos dedicábamos a lo nuestro ni por el dinero ni por necesidad… ¡Nos gustaba! Teníamos el control, la seducción y marcábamos
los tiempos, y nos encantaba –le recordó Eva-. No estoy diciendo que quiera
volver a ello, francamente ni me apetece ni me veo capaz de acostarme con nadie
ahora mismo que no sea Laura, y menos por dinero… pero Dios, ¿no echas de menos
esa adrenalina de saber que las puedes volver locas sólo con proponértelo? ¿Seducirlas?
… porque yo sí, y te juro que Laura lo nota. La llevo frita con mis numeritos.
Esther se
quedó por un momento callada, por su cabeza pasaron imágenes del streptease que
había protagonizado para Maca aquella misma semana, la intensidad que día a día
iban tomando los juegos entre ellas dos, las horas que no descansaban y esa
vorágine creciente que sentían cuando hacían el amor. Tragó saliva pensando en
la posibilidad de que lo que le estaba diciendo Eva fuera cierto, y que
aquellos asaltos a mano armada entre Maca y ella no sólo fueran fruto de la
distancia y de las ganas que habían retenido durante tanto tiempo. ¿Y si tantas
ansias no eran sólo fruto de lo que sentía por Maca? ¿Y si no bastaba, y
empezaba a añorar lo que había dejado atrás? La nube de que aquella historia
estaba predestinada al fracaso se posó de nuevo sobre ella. Llenó hasta arriba
la copa de vino que había permanecido hasta ahora a la mitad, se la llevó a los
labios y la vació de un trago ante la atenta mirada de Eva.
- Tranquilita
eh… -le dijo Eva una vez Esther dejó la copa-, que tampoco hay necesidad de
pensar más de la cuenta. Mira, sólo estoy diciendo, que nos lo pensemos
primero, lo comentemos con las chicas después, y si todo apunta a un “sí”… ¿por
qué no hacerlo?
Esther se
quedó callada, los frentes se le abrían a pares, y aquella no era una buena
semana para tomar decisiones y menos, de aquel tipo.
- Anda
come -le dijo Esther queriendo alejar el tema-.
- Vale, lo
capto… cambio de tema –le dijo Eva mientras volvía al plato de espaguetis-. ¿Y
qué? ¿Maca tiene todo listo para mañana?
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Diez
de la noche:
- ¿Cuánto
te queda? –le preguntó Esther a Maca al teléfono-.
- No tengo
ni idea, esto es un puto infierno cariño. Mi padre ha llegado a las cinco de la
tarde y ha empezado a poner las cosas patas pa’ arriba, yo de verdad es que no
sé porque no se jubila de una vez –decía Maca resoplando, tenía ganas de llegar
a casa-.
- Bueno,
tranquilízate. Seguro que en un ratito se cansa y te libera -la trataba de
animar Esther-.
- Uff… no
tendré tanta suerte… eh… espera… -le dijo Maca-. Oh mierda, mi madre ahora.
- ¿Qué
pasa con tu madre? –le preguntó Esther-.
- Que
acaba de llegar. Ahora si tenemos la fiesta completa –se vino a bajo Maca-.
Cariño, será mejor que vayas cenando tú, seguramente me tocará comer con ellos,
y no sé a que hora me soltarán, lo siento.
- No te
preocupes, ya me imaginé que la cosa iba para largo –le dijo Esther-.
- Lo
siento. En cuanto pueda te llamo -le aseguró Maca-. Hola Mamá… no, si estaba
todo listo… pero papá, ya sabes como es, no no hemos cenado aun… pero mamá…
bueno dame un segundo que estoy al teléfono…
Esther
escuchó desde el otro lado como la madre de Maca la arrollaba en un mar de
preguntas que a duras penas esperaban contestación. La idea de conocer a los
padres de Maca al día siguiente, empezó a causarle cierto nervio y temor.
- Cariño
perdona… mi madre… ¿estás ahí todavía? –le dijo Maca sacándola de su
ensimismamiento-.
- Si, si…
estoy. Maca… -le contestó Esther-.
- ¿Dime?
–la animó a hablar Maca-.
- Tus
padres me dan miedo –le soltó Esther-.
Maca se
echó a reír, y a Esther se le contagió su risa aunque no eran menos ciertas sus
palabras. Lo que le daba miedo no eran aquellas dos personas, sino la figura
que ostentaban como progenitores de Maca y lo que opinarían sobre la relación
entre ambas.
- A mí
también me lo dan si te digo la verdad, pero ¿sabes que? –le preguntó Maca-.
- ¿Qué?
- Que como
te ladren, les muerdo. Así que tranquila cariño, que todo va a salir bien
mañana, ¿vale? –le contestó Maca-.
- Vale
–dijo Esther con una sonrisa tonta dibujada en su rostro-.
Al colgar
el teléfono, la sensación de sentirse protegida aun perduraba en el cuerpo de
Esther.
140
10:00 de la mañana. Sábado.
Desde
primera hora de la mañana, el teléfono de Maca no paró de sonar. Proveedores,
confirmaciones de asistencia, reubicaciones de última hora en la cena
programada, y principalmente la neurosis de su familia, acabaron por arruinar
sus “buenos días” en los brazos de Esther, que un poco apagada por no haber
podido contar con Maca aquellos días con tanto trabajo, aceptó con resignación
y una sonrisa no verla hasta la noche.
- Lo
siento cariño -le decía Maca a pie de puerta, mientras le daba un beso en los
labios-. Mañana ya estaremos libres para hacer lo que tú quieras, ¿vale?
- Vale –le
contestó Esther mientras se robaban otro beso-.
- Hasta la
noche princesa -le dijo Maca guiñándole un ojo-.
- Ten
cuidado con la moto -le advirtió ella-.
Y la vio alejarse
hasta el ascensor, luego cerró la puerta y se quedó apoyada en ella unos
minutos. Secretamente, se sorprendió esperando que Maca hiciera una de aquellas
entradas en las que inesperadamente volvía para abrazarla. Su necesidad de
cobijo la alarmó, sacudió la cabeza tratando de alejar los malos pensamientos y
se metió en la ducha. Si no iba a ver a Maca hasta la noche, no tenía sentido
quedarse en aquel apartamento.
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14:00 de la tarde
Esther
terminaba de recoger su mesa, pues incapaz de quedarse a solas había decidido
ir a la oficina aquella mañana. Recolocó las carpetas de posibles clientes que
seguía barajando en busca de una solución menos drástica que la de su contable,
sin embargo no era fácil. Mientras cogía el abrigo su secretaria entró en el
despacho.
- Esther,
Juan está al teléfono –le dijo Luisa-. Le dije que ya te ibas, pero dice que es
urgente y que esperabas la llamada. ¿Qué le digo?
-
Pásamelo… gracias –le indicó Esther que se acercó a su escritorio y descolgó al
segundo timbre-. Dime Juan… ¿ya está hecho?.... ¡Estupendo! Ya, ya sé que no
era el mejor momento para retirar esa cantidad, pero necesitaba hacer esa transferencia,
era importante para mí, no importa como queden las cuentas… No, aún no he
tomado la decisión de los despidos, ¿cuánto tiempo calculas que podemos seguir
manteniendo la plantilla al completo?... ¿tan poco?... Vale, vale… está bien,
sí, tomaré una decisión en el fin de semana, te lo prometo…. No, no quiero que
canceles la trasferencia… ese dinero no me pertenece, no quiero contar con él,
deja el movimiento como está. Lo solucionaré….
Esther se
pasó la mano por el cabello mientras escuchaba los consejos de Juan sobre las
medidas que tenían que iniciar si querían no perder el capital de reserva con
el que contaban para seguir estando en unos niveles sólidos como empresa. Juan
ya se estaba despidiendo de ella cuando Esther lo interrumpió…
- Juan -lo
llamó Esther-.
- Dime –le
contestó-.
- ¿Crees
que podrías tenerme preparado para esta tarde una proyección si te paso unos
datos de ingreso en concepto “espectáculo?” –le preguntó Esther mordiéndose el
labio nerviosamente, no podía creer que estuviera tanteando la posibilidad,
pero tenía que saberlo-. Tendríamos que camuflarlo en plan tipo vip, ya sabes
de lo que te hablo.
- ¿De
cuánto hablamos? –le preguntó él tras quedar unos segundos meditando lo que le
estaba pidiendo-.
- Aún no
lo sé, déjame hacer un par de llamadas y te doy cifras –le dijo ella-.
- Vale,
dámelas cuanto antes. Trataré de tenértelo hoy mismo –le contestó él-. Esther,
tenemos que tomar decisiones por tu bien y el de tu empresa, ¿vale?
- Lo sé,
lo sé… bueno ahora te llamo –se despidió de Juan y colgó el teléfono-.
Esther
cogió el móvil y simplemente lo miró durante un rato.
- Maldita
sea -maldijo Esther pero acto seguido destapó el móvil y marcó el teléfono de
Eva-.
Quizá
había perdido la cabeza, pero sentía la necesidad de valorar todos los frentes
antes de decir que no.
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19’00 de la tarde
Maca
terminó de revisar el escenario y la distribución de la cata con Kate.
- Bueno,
pues esto ya está… ya no hay vuelta atrás señorita Harley –le dijo Kate
pasándole un brazo por encima de los hombros-.
- No,
parece ser que no, y si te digo la verdad, estoy deseando que todo esto termine
ya. Mis padres me están volviendo loca –le dijo Maca-.
- Sí, la
verdad es que tus padres son un tanto especiales, pero bueno, ya hoy terminamos
con todo esto y seguro que nos podemos tomar unas minis vacaciones antes de
empezar a exportar estos maravillosos vinos a diestro y siniestro –le dijo Kate
con una sonrisa-.
- jajaj…
pues sí. La verdad es que estoy deseando pillar unos días libres para perderme
con Esther, desde que llegó, entre su empresa y los preparativos de mi
presentación, no hemos podido asentarnos. Tengo la sensación de que aún estamos
encima de la montaña rusa, y va siendo hora de que nos bajemos para pasear y
hablar, ¿me comprendes? –le preguntó Maca-.
-
Perfectamente. Ya sabes que podéis contar con nuestra casa de la sierra para lo
que queráis –le dijo Kate-.
- Gracias,
pero más bien estoy pensando en enseñarle mi casa de Sevilla, y hacerle un
minitour por mis cosas –le dijo Maca-.
- La
verdad es que las cosas entre vosotras han ido super rápido, en realidad tenéis
mucho que acomodar todavía –la comprendió Kate-. Pero bueno, tenéis tiempo… y
después de esta noche, aún tendréis más.
- Sí, eso
espero -dijo Maca, que se había quedado un poco taciturna al pensar, no por
primera vez en aquella semana, que aún no conocía casi nada de Esther ni
siquiera, dónde vivía-.
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21’00 de la noche
- Mamá, te
he dicho que estaré allí, ¿vale? –le contestaba de mala gana Maca a su madre y
luego colgaba el teléfono-.
Miró por
enésima vez el armario abierto, el llegar a casa y no encontrar a Esther se
había puesto inquieta. La había llamado por teléfono, pero el número salía
fuera de cobertura. La sensación de fugacidad e inestabilidad que había sentido
por no poder localizarla se unió a aquella extraña sensación de irrealidad que
tenía aquellos días. Sacó el vestido que había elegido para la ocasión, algunas
de las cosas de Esther no estaban en el armario, trató de no mal pensar de ello.
Apenas quedaba una hora para el acontecimiento, y ella debía estar a las nueve
y media allí. Empezó a maquillarse, no tenía tiempo.
De pronto
el móvil sonó, rauda y veloz se lanzó a descolgarlo, era Esther.
- ¿Dónde
estabas? –preguntó nada más descolgar Maca con ansiedad-.
Esther se
quedó en shock durante una milésima de segundo.
- Primero,
un “hola cariño”, ¿no? –dijo Esther-.
- Perdona
cariño, hola… es que llegué a casa y no estabas, y te llamé y nada tampoco… me
puse nerviosa. ¿Dónde estás? –le preguntó Maca tratando de tranquilizarse-.
- Pues en
mi casa, terminando de arreglarme. Como me dijiste que tú tenías que estar
antes allí, pensé que mejor me vestía en casa y ya desde aquí, Eva y yo iremos
a las diez para allá. Te lo dejé todo escrito en una nota en la nevera –le dijo
Esther-.
Maca se
relajó por completo, mientras hablaban se había acercado a la cocina y allí
estaba la letra de Esther diciendo lo mismo que acababa de explicarle, y con un
“te quiero, me muero por verte esta noche con ese vestido”, como posdata. Una
sonrisa se dibujó en su rostro tras leerlo.
- Perdona
cariño, es que me asusté. Estoy tan nerviosa, que ya empecé a pensar cosas
raras, perdóname –le dijo Maca-. Yo también me muero por verte esta noche.
- Ah, ya
veo que la has leído -le contestó Esther, aunque no le había pasado
desapercibida aquella frase de “pensar cosas raras”, por lo visto no era la
única que aún se sentía insegura y con miedos, aquello la reconfortó-.
- Sí,
ahora mismo, y también te quiero, mucho además –le dijo Maca sentándose en la
silla de la cocina-. Uf, me he llevado un susto cuando no te he encontrado en
casa, tengo unas ganas locas de que termine lo de esta noche, te lo juro.
- Bueno,
ya queda menos, así que vamos a ver si lo pasamos bien y luego nos perdemos tú
y yo por ahí, ¿te parece? –le propuso Esther-.
- Me
parece estupendo… es más, si te parece bien, me gustaría llevarte a Sevilla,
enseñarte mi casa, mi ambiente, cosas de mi vida -le dijo Maca tímidamente-.
¿Qué opinas?
A Esther
el corazón le empezó a latir, y una sonrisa de calma se empezó a dibujar en su
cara. Nunca había querido ser integrada en la vida de nadie, pero el hecho de
que fuera la vida de Maca, la llenó por entero. Se moría por saber de sus
cosas.
- ¡Me
encanta la idea! –le dijo Esther-.
- ¿En
serio? –insistió Maca-.
- Claro
que sí, ¿por qué piensas que no? –le contestó Esther-.
- No, no
lo sé… es que como me pediste que fuéramos despacio, y bueno, tampoco es que
hayamos hablado mucho esta semana con respecto a nosotras, pensé que quizá te
parecía precipitado que empezáramos a integrarnos y que estabas más cómoda con
permanecer en este apartamento neutral –le dijo Maca-.
- ¿Cómo,
cómo? ¿qué es eso de “apartamento neutral”? –le quiso sonsacar Esther a Maca,
pues empezaba a conocerla y sabía que algo más había detrás de aquel comentario
“casual”-.
Maca no se
vio, pero por el calor en sus mejillas, supo que se había puesto roja, sin
querer sus inquietudes inconscientes tomaban presencia en sus palabras.
-
Bueno…yo… bueno, me refiero a que este apartamento no es ni tuyo ni mío, y no
digo que esté mal así, a mi no me importa si aun no quieres que conozca tu
casa, o si no quieres entrar todavía en la mía… en fin… que por mí está bien
así, si para ti está bien –aclaró Maca con cierto nerviosismo-.
Esther ni
tan siquiera había pensado en ello, había pasado tanto tiempo sin integrar a
nadie en su vida, que ni siquiera había caído en la cuenta de que Maca no
conocía su apartamento, ni tampoco se había planteado que aquel acto sin duda
era importante para ella.
- Maca,
perdóname… no, no caí ni tan siquiera en ello. Cariño, ya te dije que yo no sé
cómo funciona esto, pero te aseguro que para nada quiero excluirte de mis
cosas, es sólo que no pensé que quisieras conocer mi casa –le dijo Esther con
sinceridad y un poco avergonzada por no haber caído en la cuenta-.
- No, si
no pasa nada. De verdad –quiso restarle importancia al asunto Maca-.
- ¿Sabes
qué vamos a hacer? –le dijo Esther en un susurro-.
- ¿Qué?
–preguntó Maca notando el cambio de voz-.
- Te voy a
raptar esta noche, nada más termine ese pedazo de fiestón que has organizado, y
te voy a atar a la pata de mi cama, para que así te quede clarito de una vez
que te quiero toda para mí, y que estás de lleno en mi vida –le dijo Esther-.
Fue en ese
momento cuándo a Maca se le cayeron todos los palos a la cabeza, dejándola con
una sonrisa tan radiante que deslumbraba y una cara de idiota que no se le borró
ni tan siquiera entre el estrés del comienzo de la presentación.
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