Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
115
El
desayuno se terminó convirtiendo en un tentempié antes de volver a encontrarse
cuerpo a cuerpo y quedarse dormidas de nuevo, agotadas. No fue hasta casi las
cinco de la tarde que pudieron ponerse en pie y bajar hasta la cocina para
improvisar, si no una elaborada comida, si una lo suficientemente nutritiva
para saciar aquel hambre desgarrador que ambas tenían. Entre conversaciones
triviales, risas, provocaciones y besos, ambas consiguieron terminar de comer
cuando Kate y Bea las llamaron para anunciarles que sobre las ocho estarían en
casa y saber como estaban.
- No,
nosotras bien… -le decía Esther a Bea mientras Maca terminaba de recoger la
mesa-… sí, sí, todo bien, acaba de entrar en la cocina –le susurraba bajito
para que Maca no la escuchara-.. jajaj…dile a Kate que la oigo… jajaja.. desde
luego siempre piensa en lo mismo… jajaj.. que sí, que sí lo hemos hecho claro,
ala ¿ya está contenta? –Esther empezó a reírse tras escuchar como Kate
suspiraba y decía “alelullaaa” repetidas veces-… jajaja.. ¡Está loca!
- ¿Quién
está loca? –preguntó Maca sentándose de nuevo a su lado y mirándola con una
sonrisa-.
- ¿Quién
va a ser?, Kate… -le dijo Esther que empezó a recolocarle el cabello y
acariciarle la cara a Maca distraídamente mientras terminaba de hablar por
teléfono-… pues no sé qué haremos… ah, espera… -Esther se apartó el teléfono
para hablar con Maca-. ¿Me pregunta Bea qué si sabes conectar lo del equipo de
cine? Qué Kate nos ha dejado algunas pelis en el mueble por si nos apetece ver
algo.
- Sí,
creo que sí, si quieres ahora lo miramos –le contestó Maca-.
- Que
sí, que cree que sí… no, no la
verdad es que a mí mucho bañarme no me apetece, estoy molida… jajajaj… -se rió
Esther tras escuchar a Kate decir por detrás “¿Pero no tuvieron bastante con lo
de anoche? ¿qué se han pasado también el día follandoo?”-… jajajaj.. dile que
no sea envidiosa, que yo no tengo la culpa de que mi niña tenga tanta energía
–Esther miró a Maca que la contempló con timidez, enrojeciéndose por lo que
había escuchado desde el otro lado de la línea, pero también por lo que había
contestado aquella mujer sobre ella-… Bueno, a las ocho más o menos, ¿no? Sí,
claro, cuando queráis… sí nosotras bien, no os preocupéis más… Ah, Bea…
Gracias. Besos, bye.
Esther
pulsó el botón de colgar y dejó el móvil a un lado en la mesa, luego apoyó el
codo en el respaldo de la silla y descansó la cabeza sobre su mano mientras
miraba ladeada a Maca con una profunda sonrisa.
- ¿Qué?
–le preguntó Maca finalmente, nerviosa por el modo en que Esther la estaba
mirando en silencio. Pues cientos de mariposas habían empezado a aletear en su
interior bajo aquella candidez-.
- ¡Estás
guapísima! ¡ERES, guapísima! –le dijo Esther y Maca se puso roja de inmediato-.
- Gra..
gracias, tú también –atinó a responderle Maca-.
Esther
observó como Maca agachaba la mirada tímidamente, aquella dulzura en una mujer
de aspecto tan “integro” y “seguro” era arrebatador, al menos a ella le estaba
robando el corazón. Despacio enlazó los dedos de su mano liberada con los de
Maca, la cual empezó a acariciarlos con ambas manos.
- ¿Esther?
–la llamó Maca sin mirarla-.
- ¿Sí?
–respondió Esther sin dejar de mirar como su mano era acariciada y contenida
por las de aquella mujer que tenía frente a sí-.
- Mañana
tenemos que regresar a la ciudad, y se acerca el fin de mes y yo... –Maca no
sabía como iba a decirle lo que le tenía que decir-… yo necesito decirte… necesito
que sepas que…
Esther se
removió nerviosa en cuanto vislumbró por donde les conduciría aquella
conversación, se incorporó en la silla y con la otra mano que le quedaba selló
los labios de Maca.
- Shhhh….
no hablemos de esto, hoy no por favor -le pidió Esther-.
- Pero
es que yo… -intentó seguir Maca, pues no sabía cuándo volvería a encontrar las
fuerzas para decirle la verdad a Esther sobre lo que sentía-.
- Por
favor Maca… -le suplicó Esther poniéndose en pie nerviosa-. Disfrutemos estas
horas que nos quedan juntas como hasta ahora lo hemos estado haciendo,
tendremos tiempo de hablar y decidir cuando lleguemos a la capital –Esther la
miró con un ruego tiñendo sus ojos-. ¡Quiero disfrutar de esto ahora! ¡Así!
¿vale?
Maca quedó
muda por unos instantes mientras ambas se miraban. Necesitaba decirle que la
amaba, que no quería que lo que estaban viviendo se terminara, preguntarle si
cabía alguna posibilidad de que pudiera encontrar espacio para ella en su vida…
pero no dijo nada ante aquellos ojos, ante aquellas palabras, ante aquel temor
melancólico y vulnerable que vio reflejado en toda su actitud corporal. Trató
de serenarse, y se puso en pie frente a Esther. Esther agachó la mirada al
sentir que Maca enlazaba las manos con las suyas, suspiró tratando de contener
todo lo que en su interior se removía.
- ¡Me
parece bien! Yo también quiero disfrutar de esto -la tranquilizó Maca. Esther
la miró de nuevo a los ojos, y entonces Maca añadió- ¡Me basta y me sobra si te
tengo a ti! ¡Conmigo!
Los ojos
de Esther tintinearon y se aguaron al instante, un nuevo quiebro volvió a
desgarrar su vida con aquella mirada, con aquellas palabras. Una vez más los
edificios que constituían su mundo se desmoronaban y ella no sabía si saldría
viva esta vez de entre los escombros. De pronto, como si Maca pudiera presentir
su flaqueza, borró los pasos que las distaban y la agarró por la cintura,
mientras que con aquella boca vertiginosa atrapaba de nuevo la suya temblorosa
tratando de borrar todo aquel mar de decisiones, temores y dudas que se
avecinaban en breve.
116
A partir
de aquel momento, Maca hizo grandes esfuerzos por apartar aquellas nubes que se
habían posado por su culpa en el cielo de Esther. La envolvió en besos
apasionados, en conversaciones jocosas, en aquel tira y afloja en el que Esther
parecía cómoda, hasta que finalmente decidieron sentarse frente al televisor y
disfrutar de la programación, pues ninguna de las dos estaba lo suficientemente
centrada para ver ninguna película.
- ¡No
me puedo creer que te gusten estos dibujos! –le decía Esther, la cual estaba
recostada sobre el pecho de Maca-.
- ¿Las
bolas del Dragon? ¿Estás de broma?... ¡Si es lo más! ¡El genio tortuga no tiene
desperdicio!..jajaja… -se reía Maca de la cara de asombro que le ponía Esther-.
No me puedo creer que sigan repitiendo estos dibujos. Los habré visto cientos
de veces, aunque con todas esas sagas extras que les sacaron ya me perdí, la
verdad.
- ¡Eres
de un frikie que asusta! –le espetó Esther riéndose de ella-.
- ¿Ah
sí? –le dijo Maca con una ceja alzada-
- Pues
sí … jajajaj… -le respondió Esther-.
- ¿Y
se puede saber si esta frikie puede tener derecho a recibir beso? Porque hace
mucho que no me das ninguno –le soltó de pronto Maca-.
- Jajaja…
¡Tienes un morro! –le respondió Esther -.
- ¿Y
eso que significa? ¿Qué tengo o no tengo beso? –insistió Maca-.
- Me
lo pensaré… jajaja… -le chinchó Esther apartándose-.
- ¡Ahhhh!
¿qué te lo pensarás? ¡De eso nada! –le dijo Maca y empezó a hacerle cosquillas
a Esther-.
- Jajajjaja….
Jajjaja… ¡tramposa!...jajajajja… ¡no.. jajaj… no vale! –se quejaba entre risas
Esther mientras veía como Maca le ganaba terreno-.
- Jajajja…
¡Eso lo dirás tú!... –seguía Maca con su tortura-.
- Jajajja…jajjaja…
¡que me muero!...jajajaj… -le suplicaba Esther-.
- ¿Te
rindes? –le preguntó Maca-.
- Jajajjaja…
¡me rindo!…jajaj … ¡me rindo!… -gritó Esther esperando a que Maca parara-.
- ¡Decisión
sabiamente tomada! –respondió Maca- ¿Ya puedo tener mi beso?
Esther la
miró a los ojos mientras recobraba el aliento. Maca se encontraba recostada
sobre ella, pues la había tumbado de espaldas en el sofá y ahora controlaba la
situación. El calor corporal de aquella mujer se fue derramando sobre el suyo
con sólo tomar consciencia de su presencia. Lentamente acarició la cara de Maca
notando como su propio corazón volvía a empezar a galopar ante la expectativa
de iniciar lo que hacía horas no hacían. Maca por su parte también empezó a
agitarse notando como sus piernas estaban enlazadas y sus caderas unidas, tragó
saliva, no sabía cuánto tiempo más podría esperar antes de que Esther le diera
luz verde para poder besarla. Por suerte para las dos, Esther elevó el troco
apenas lo justo para alcanzar la boca de Maca, que cayó como en un precipicio,
imantada por aquellos labios, sobre el cuerpo de Esther ya sin reservas.
Los besos
fueron despertando poco a poco otros instintos, otras caricias… la claridad de
sus mentes, se volvió poco a poco pesada como el estado de sus cuerpos
invadidos por el calor y el deseo, sólo la necesidad de permanecer
estrechamente juntas y entregadas se estableció como premisa de ambas, mientras
aquel sofá acogía sus movimientos en un vaivén de manos, besos y ropa hecha
girones.
- ¡Esto
no puede ser sano! –dijo Maca entre jadeos, mientras sus manos luchaban atrapadas
entre la piel de Esther y la camiseta que llevaba puesta- Te deseo tanto, que
me duele todo el cuerpo.
- Pues
yo tengo un remedio infalible para eso… -le susurró Esther, y volviendo a
acallar a Maca con un beso tórrido, consiguió ponerse encima de aquella mujer
mientras con urgencia deslizaba una mano experta entre la ropa interior ajena
para calmar aquella fuente de dolencias-.
Maca gimió
al instante, arqueando la espalda en un movimiento sensual y de total entrega.
Esther podía sentirla vibrar en su mano, sus ojos se saturaban de aquella mujer
sublime que entrecerraba los suyos para luego clavarlos en ella hablándole con
la mirada como nunca nadie había sabido comunicarse con ella antes. Aquella
respiración agitándose, se le trasmitía como onda expansiva haciéndola agitarse
al unísono, la sentía en todos y cada uno de sus sentidos… su aroma, su sabor
en los labios, en sus papilas gustativas… sus oídos estaban llenos de los tonos
ambivalentes de aquella mujer, que tenía la piel tersa y suave hasta la locura.
Esther la acarició, como si en cada gesto fuera capaz de acariciar milímetro a
milímetro un trocito de cielo, y Maca respondió entregándoselo con generosidad
a pesar de sus riesgos.
- ¡Esther!...
–susurró su nombre Maca, sintiendo que el cuerpo le estallaría en mil pedazos-.
Esther
sabía que volvería a ser espectadora activa de aquella amalgama de colores en
los que Maca se teñía cuando se desbordaba. Se alzó estrechamente sobre ella,
la necesidad porque Maca sintiera que estaba con ella era todo lo que pedía…
Maca volvió a susurrar su nombre, dejando tras los sonidos de su voz, un placer
inusual en el cuerpo de Esther. Entonces ocurrió, aquellos gemidos, aquel
temblor, aquel terciopelo cálido entre sus dedos y aquellos dedos y brazos que
se aferraron a su cuerpo con una fuerza tan dolorosa como cándida y necesitada.
¡Maca muriendo y renaciendo!, y Esther… tan rendida ante la naturaleza con que
Maca la envolvía, que ya no era consciente de dónde se terminaba su “yo”
individual, y donde empezaba aquel otro “yo” que Maca había despertado o creado
en ella.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
115
El
desayuno se terminó convirtiendo en un tentempié antes de volver a encontrarse
cuerpo a cuerpo y quedarse dormidas de nuevo, agotadas. No fue hasta casi las
cinco de la tarde que pudieron ponerse en pie y bajar hasta la cocina para
improvisar, si no una elaborada comida, si una lo suficientemente nutritiva
para saciar aquel hambre desgarrador que ambas tenían. Entre conversaciones
triviales, risas, provocaciones y besos, ambas consiguieron terminar de comer
cuando Kate y Bea las llamaron para anunciarles que sobre las ocho estarían en
casa y saber como estaban.
- No,
nosotras bien… -le decía Esther a Bea mientras Maca terminaba de recoger la
mesa-… sí, sí, todo bien, acaba de entrar en la cocina –le susurraba bajito
para que Maca no la escuchara-.. jajaj…dile a Kate que la oigo… jajaja.. desde
luego siempre piensa en lo mismo… jajaj.. que sí, que sí lo hemos hecho claro,
ala ¿ya está contenta? –Esther empezó a reírse tras escuchar como Kate
suspiraba y decía “alelullaaa” repetidas veces-… jajaja.. ¡Está loca!
- ¿Quién
está loca? –preguntó Maca sentándose de nuevo a su lado y mirándola con una
sonrisa-.
- ¿Quién
va a ser?, Kate… -le dijo Esther que empezó a recolocarle el cabello y
acariciarle la cara a Maca distraídamente mientras terminaba de hablar por
teléfono-… pues no sé qué haremos… ah, espera… -Esther se apartó el teléfono
para hablar con Maca-. ¿Me pregunta Bea qué si sabes conectar lo del equipo de
cine? Qué Kate nos ha dejado algunas pelis en el mueble por si nos apetece ver
algo.
- Sí,
creo que sí, si quieres ahora lo miramos –le contestó Maca-.
- Que
sí, que cree que sí… no, no la
verdad es que a mí mucho bañarme no me apetece, estoy molida… jajajaj… -se rió
Esther tras escuchar a Kate decir por detrás “¿Pero no tuvieron bastante con lo
de anoche? ¿qué se han pasado también el día follandoo?”-… jajajaj.. dile que
no sea envidiosa, que yo no tengo la culpa de que mi niña tenga tanta energía
–Esther miró a Maca que la contempló con timidez, enrojeciéndose por lo que
había escuchado desde el otro lado de la línea, pero también por lo que había
contestado aquella mujer sobre ella-… Bueno, a las ocho más o menos, ¿no? Sí,
claro, cuando queráis… sí nosotras bien, no os preocupéis más… Ah, Bea…
Gracias. Besos, bye.
Esther
pulsó el botón de colgar y dejó el móvil a un lado en la mesa, luego apoyó el
codo en el respaldo de la silla y descansó la cabeza sobre su mano mientras
miraba ladeada a Maca con una profunda sonrisa.
- ¿Qué?
–le preguntó Maca finalmente, nerviosa por el modo en que Esther la estaba
mirando en silencio. Pues cientos de mariposas habían empezado a aletear en su
interior bajo aquella candidez-.
- ¡Estás
guapísima! ¡ERES, guapísima! –le dijo Esther y Maca se puso roja de inmediato-.
- Gra..
gracias, tú también –atinó a responderle Maca-.
Esther
observó como Maca agachaba la mirada tímidamente, aquella dulzura en una mujer
de aspecto tan “integro” y “seguro” era arrebatador, al menos a ella le estaba
robando el corazón. Despacio enlazó los dedos de su mano liberada con los de
Maca, la cual empezó a acariciarlos con ambas manos.
- ¿Esther?
–la llamó Maca sin mirarla-.
- ¿Sí?
–respondió Esther sin dejar de mirar como su mano era acariciada y contenida
por las de aquella mujer que tenía frente a sí-.
- Mañana
tenemos que regresar a la ciudad, y se acerca el fin de mes y yo... –Maca no
sabía como iba a decirle lo que le tenía que decir-… yo necesito decirte… necesito
que sepas que…
Esther se
removió nerviosa en cuanto vislumbró por donde les conduciría aquella
conversación, se incorporó en la silla y con la otra mano que le quedaba selló
los labios de Maca.
- Shhhh….
no hablemos de esto, hoy no por favor -le pidió Esther-.
- Pero
es que yo… -intentó seguir Maca, pues no sabía cuándo volvería a encontrar las
fuerzas para decirle la verdad a Esther sobre lo que sentía-.
- Por
favor Maca… -le suplicó Esther poniéndose en pie nerviosa-. Disfrutemos estas
horas que nos quedan juntas como hasta ahora lo hemos estado haciendo,
tendremos tiempo de hablar y decidir cuando lleguemos a la capital –Esther la
miró con un ruego tiñendo sus ojos-. ¡Quiero disfrutar de esto ahora! ¡Así!
¿vale?
Maca quedó
muda por unos instantes mientras ambas se miraban. Necesitaba decirle que la
amaba, que no quería que lo que estaban viviendo se terminara, preguntarle si
cabía alguna posibilidad de que pudiera encontrar espacio para ella en su vida…
pero no dijo nada ante aquellos ojos, ante aquellas palabras, ante aquel temor
melancólico y vulnerable que vio reflejado en toda su actitud corporal. Trató
de serenarse, y se puso en pie frente a Esther. Esther agachó la mirada al
sentir que Maca enlazaba las manos con las suyas, suspiró tratando de contener
todo lo que en su interior se removía.
- ¡Me
parece bien! Yo también quiero disfrutar de esto -la tranquilizó Maca. Esther
la miró de nuevo a los ojos, y entonces Maca añadió- ¡Me basta y me sobra si te
tengo a ti! ¡Conmigo!
Los ojos
de Esther tintinearon y se aguaron al instante, un nuevo quiebro volvió a
desgarrar su vida con aquella mirada, con aquellas palabras. Una vez más los
edificios que constituían su mundo se desmoronaban y ella no sabía si saldría
viva esta vez de entre los escombros. De pronto, como si Maca pudiera presentir
su flaqueza, borró los pasos que las distaban y la agarró por la cintura,
mientras que con aquella boca vertiginosa atrapaba de nuevo la suya temblorosa
tratando de borrar todo aquel mar de decisiones, temores y dudas que se
avecinaban en breve.
116
A partir
de aquel momento, Maca hizo grandes esfuerzos por apartar aquellas nubes que se
habían posado por su culpa en el cielo de Esther. La envolvió en besos
apasionados, en conversaciones jocosas, en aquel tira y afloja en el que Esther
parecía cómoda, hasta que finalmente decidieron sentarse frente al televisor y
disfrutar de la programación, pues ninguna de las dos estaba lo suficientemente
centrada para ver ninguna película.
- ¡No
me puedo creer que te gusten estos dibujos! –le decía Esther, la cual estaba
recostada sobre el pecho de Maca-.
- ¿Las
bolas del Dragon? ¿Estás de broma?... ¡Si es lo más! ¡El genio tortuga no tiene
desperdicio!..jajaja… -se reía Maca de la cara de asombro que le ponía Esther-.
No me puedo creer que sigan repitiendo estos dibujos. Los habré visto cientos
de veces, aunque con todas esas sagas extras que les sacaron ya me perdí, la
verdad.
- ¡Eres
de un frikie que asusta! –le espetó Esther riéndose de ella-.
- ¿Ah
sí? –le dijo Maca con una ceja alzada-
- Pues
sí … jajajaj… -le respondió Esther-.
- ¿Y
se puede saber si esta frikie puede tener derecho a recibir beso? Porque hace
mucho que no me das ninguno –le soltó de pronto Maca-.
- Jajaja…
¡Tienes un morro! –le respondió Esther -.
- ¿Y
eso que significa? ¿Qué tengo o no tengo beso? –insistió Maca-.
- Me
lo pensaré… jajaja… -le chinchó Esther apartándose-.
- ¡Ahhhh!
¿qué te lo pensarás? ¡De eso nada! –le dijo Maca y empezó a hacerle cosquillas
a Esther-.
- Jajajjaja….
Jajjaja… ¡tramposa!...jajajajja… ¡no.. jajaj… no vale! –se quejaba entre risas
Esther mientras veía como Maca le ganaba terreno-.
- Jajajja…
¡Eso lo dirás tú!... –seguía Maca con su tortura-.
- Jajajja…jajjaja…
¡que me muero!...jajajaj… -le suplicaba Esther-.
- ¿Te
rindes? –le preguntó Maca-.
- Jajajjaja…
¡me rindo!…jajaj … ¡me rindo!… -gritó Esther esperando a que Maca parara-.
- ¡Decisión
sabiamente tomada! –respondió Maca- ¿Ya puedo tener mi beso?
Esther la
miró a los ojos mientras recobraba el aliento. Maca se encontraba recostada
sobre ella, pues la había tumbado de espaldas en el sofá y ahora controlaba la
situación. El calor corporal de aquella mujer se fue derramando sobre el suyo
con sólo tomar consciencia de su presencia. Lentamente acarició la cara de Maca
notando como su propio corazón volvía a empezar a galopar ante la expectativa
de iniciar lo que hacía horas no hacían. Maca por su parte también empezó a
agitarse notando como sus piernas estaban enlazadas y sus caderas unidas, tragó
saliva, no sabía cuánto tiempo más podría esperar antes de que Esther le diera
luz verde para poder besarla. Por suerte para las dos, Esther elevó el troco
apenas lo justo para alcanzar la boca de Maca, que cayó como en un precipicio,
imantada por aquellos labios, sobre el cuerpo de Esther ya sin reservas.
Los besos
fueron despertando poco a poco otros instintos, otras caricias… la claridad de
sus mentes, se volvió poco a poco pesada como el estado de sus cuerpos
invadidos por el calor y el deseo, sólo la necesidad de permanecer
estrechamente juntas y entregadas se estableció como premisa de ambas, mientras
aquel sofá acogía sus movimientos en un vaivén de manos, besos y ropa hecha
girones.
- ¡Esto
no puede ser sano! –dijo Maca entre jadeos, mientras sus manos luchaban atrapadas
entre la piel de Esther y la camiseta que llevaba puesta- Te deseo tanto, que
me duele todo el cuerpo.
- Pues
yo tengo un remedio infalible para eso… -le susurró Esther, y volviendo a
acallar a Maca con un beso tórrido, consiguió ponerse encima de aquella mujer
mientras con urgencia deslizaba una mano experta entre la ropa interior ajena
para calmar aquella fuente de dolencias-.
Maca gimió
al instante, arqueando la espalda en un movimiento sensual y de total entrega.
Esther podía sentirla vibrar en su mano, sus ojos se saturaban de aquella mujer
sublime que entrecerraba los suyos para luego clavarlos en ella hablándole con
la mirada como nunca nadie había sabido comunicarse con ella antes. Aquella
respiración agitándose, se le trasmitía como onda expansiva haciéndola agitarse
al unísono, la sentía en todos y cada uno de sus sentidos… su aroma, su sabor
en los labios, en sus papilas gustativas… sus oídos estaban llenos de los tonos
ambivalentes de aquella mujer, que tenía la piel tersa y suave hasta la locura.
Esther la acarició, como si en cada gesto fuera capaz de acariciar milímetro a
milímetro un trocito de cielo, y Maca respondió entregándoselo con generosidad
a pesar de sus riesgos.
- ¡Esther!...
–susurró su nombre Maca, sintiendo que el cuerpo le estallaría en mil pedazos-.
Esther
sabía que volvería a ser espectadora activa de aquella amalgama de colores en
los que Maca se teñía cuando se desbordaba. Se alzó estrechamente sobre ella,
la necesidad porque Maca sintiera que estaba con ella era todo lo que pedía…
Maca volvió a susurrar su nombre, dejando tras los sonidos de su voz, un placer
inusual en el cuerpo de Esther. Entonces ocurrió, aquellos gemidos, aquel
temblor, aquel terciopelo cálido entre sus dedos y aquellos dedos y brazos que
se aferraron a su cuerpo con una fuerza tan dolorosa como cándida y necesitada.
¡Maca muriendo y renaciendo!, y Esther… tan rendida ante la naturaleza con que
Maca la envolvía, que ya no era consciente de dónde se terminaba su “yo”
individual, y donde empezaba aquel otro “yo” que Maca había despertado o creado
en ella.
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