martes, 13 de octubre de 2015

Pretty Bollo -cap 115 y 116-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.


115

El desayuno se terminó convirtiendo en un tentempié antes de volver a encontrarse cuerpo a cuerpo y quedarse dormidas de nuevo, agotadas. No fue hasta casi las cinco de la tarde que pudieron ponerse en pie y bajar hasta la cocina para improvisar, si no una elaborada comida, si una lo suficientemente nutritiva para saciar aquel hambre desgarrador que ambas tenían. Entre conversaciones triviales, risas, provocaciones y besos, ambas consiguieron terminar de comer cuando Kate y Bea las llamaron para anunciarles que sobre las ocho estarían en casa y saber como estaban.

-       No, nosotras bien… -le decía Esther a Bea mientras Maca terminaba de recoger la mesa-… sí, sí, todo bien, acaba de entrar en la cocina –le susurraba bajito para que Maca no la escuchara-.. jajaj…dile a Kate que la oigo… jajaja.. desde luego siempre piensa en lo mismo… jajaj.. que sí, que sí lo hemos hecho claro, ala ¿ya está contenta? –Esther empezó a reírse tras escuchar como Kate suspiraba y decía “alelullaaa” repetidas veces-… jajaja.. ¡Está loca!
-       ¿Quién está loca? –preguntó Maca sentándose de nuevo a su lado y mirándola con una sonrisa-.
-       ¿Quién va a ser?, Kate… -le dijo Esther que empezó a recolocarle el cabello y acariciarle la cara a Maca distraídamente mientras terminaba de hablar por teléfono-… pues no sé qué haremos… ah, espera… -Esther se apartó el teléfono para hablar con Maca-. ¿Me pregunta Bea qué si sabes conectar lo del equipo de cine? Qué Kate nos ha dejado algunas pelis en el mueble por si nos apetece ver algo.
-       Sí, creo que sí, si quieres ahora lo miramos –le contestó Maca-.
-       Que sí,             que cree que sí… no, no la verdad es que a mí mucho bañarme no me apetece, estoy molida… jajajaj… -se rió Esther tras escuchar a Kate decir por detrás “¿Pero no tuvieron bastante con lo de anoche? ¿qué se han pasado también el día follandoo?”-… jajajaj.. dile que no sea envidiosa, que yo no tengo la culpa de que mi niña tenga tanta energía –Esther miró a Maca que la contempló con timidez, enrojeciéndose por lo que había escuchado desde el otro lado de la línea, pero también por lo que había contestado aquella mujer sobre ella-… Bueno, a las ocho más o menos, ¿no? Sí, claro, cuando queráis… sí nosotras bien, no os preocupéis más… Ah, Bea… Gracias. Besos, bye.

Esther pulsó el botón de colgar y dejó el móvil a un lado en la mesa, luego apoyó el codo en el respaldo de la silla y descansó la cabeza sobre su mano mientras miraba ladeada a Maca con una profunda sonrisa.

-       ¿Qué? –le preguntó Maca finalmente, nerviosa por el modo en que Esther la estaba mirando en silencio. Pues cientos de mariposas habían empezado a aletear en su interior bajo aquella candidez-.
-       ¡Estás guapísima! ¡ERES, guapísima! –le dijo Esther y Maca se puso roja de inmediato-.
-       Gra.. gracias, tú también –atinó a responderle Maca-.

Esther observó como Maca agachaba la mirada tímidamente, aquella dulzura en una mujer de aspecto tan “integro” y “seguro” era arrebatador, al menos a ella le estaba robando el corazón. Despacio enlazó los dedos de su mano liberada con los de Maca, la cual empezó a acariciarlos con ambas manos.

-       ¿Esther? –la llamó Maca sin mirarla-.
-       ¿Sí? –respondió Esther sin dejar de mirar como su mano era acariciada y contenida por las de aquella mujer que tenía frente a sí-.
-       Mañana tenemos que regresar a la ciudad, y se acerca el fin de mes y yo... –Maca no sabía como iba a decirle lo que le tenía que decir-… yo necesito decirte… necesito que sepas que…

Esther se removió nerviosa en cuanto vislumbró por donde les conduciría aquella conversación, se incorporó en la silla y con la otra mano que le quedaba selló los labios de Maca.

-       Shhhh…. no hablemos de esto, hoy no por favor -le pidió Esther-.
-       Pero es que yo… -intentó seguir Maca, pues no sabía cuándo volvería a encontrar las fuerzas para decirle la verdad a Esther sobre lo que sentía-.
-       Por favor Maca… -le suplicó Esther poniéndose en pie nerviosa-. Disfrutemos estas horas que nos quedan juntas como hasta ahora lo hemos estado haciendo, tendremos tiempo de hablar y decidir cuando lleguemos a la capital –Esther la miró con un ruego tiñendo sus ojos-. ¡Quiero disfrutar de esto ahora! ¡Así! ¿vale?

Maca quedó muda por unos instantes mientras ambas se miraban. Necesitaba decirle que la amaba, que no quería que lo que estaban viviendo se terminara, preguntarle si cabía alguna posibilidad de que pudiera encontrar espacio para ella en su vida… pero no dijo nada ante aquellos ojos, ante aquellas palabras, ante aquel temor melancólico y vulnerable que vio reflejado en toda su actitud corporal. Trató de serenarse, y se puso en pie frente a Esther. Esther agachó la mirada al sentir que Maca enlazaba las manos con las suyas, suspiró tratando de contener todo lo que en su interior se removía.

-       ¡Me parece bien! Yo también quiero disfrutar de esto -la tranquilizó Maca. Esther la miró de nuevo a los ojos, y entonces Maca añadió- ¡Me basta y me sobra si te tengo a ti! ¡Conmigo!

Los ojos de Esther tintinearon y se aguaron al instante, un nuevo quiebro volvió a desgarrar su vida con aquella mirada, con aquellas palabras. Una vez más los edificios que constituían su mundo se desmoronaban y ella no sabía si saldría viva esta vez de entre los escombros. De pronto, como si Maca pudiera presentir su flaqueza, borró los pasos que las distaban y la agarró por la cintura, mientras que con aquella boca vertiginosa atrapaba de nuevo la suya temblorosa tratando de borrar todo aquel mar de decisiones, temores y dudas que se avecinaban en breve.

116

A partir de aquel momento, Maca hizo grandes esfuerzos por apartar aquellas nubes que se habían posado por su culpa en el cielo de Esther. La envolvió en besos apasionados, en conversaciones jocosas, en aquel tira y afloja en el que Esther parecía cómoda, hasta que finalmente decidieron sentarse frente al televisor y disfrutar de la programación, pues ninguna de las dos estaba lo suficientemente centrada para ver ninguna película.

-       ¡No me puedo creer que te gusten estos dibujos! –le decía Esther, la cual estaba recostada sobre el pecho de Maca-.
-       ¿Las bolas del Dragon? ¿Estás de broma?... ¡Si es lo más! ¡El genio tortuga no tiene desperdicio!..jajaja… -se reía Maca de la cara de asombro que le ponía Esther-. No me puedo creer que sigan repitiendo estos dibujos. Los habré visto cientos de veces, aunque con todas esas sagas extras que les sacaron ya me perdí, la verdad.
-       ¡Eres de un frikie que asusta! –le espetó Esther riéndose de ella-.
-       ¿Ah sí? –le dijo Maca con una ceja alzada-
-       Pues sí … jajajaj… -le respondió Esther-.
-       ¿Y se puede saber si esta frikie puede tener derecho a recibir beso? Porque hace mucho que no me das ninguno –le soltó de pronto Maca-.
-       Jajaja… ¡Tienes un morro! –le respondió Esther -.
-       ¿Y eso que significa? ¿Qué tengo o no tengo beso? –insistió Maca-.
-       Me lo pensaré… jajaja… -le chinchó Esther apartándose-.
-       ¡Ahhhh! ¿qué te lo pensarás? ¡De eso nada! –le dijo Maca y empezó a hacerle cosquillas a Esther-.
-       Jajajjaja…. Jajjaja… ¡tramposa!...jajajajja… ¡no.. jajaj… no vale! –se quejaba entre risas Esther mientras veía como Maca le ganaba terreno-.
-       Jajajja… ¡Eso lo dirás tú!... –seguía Maca con su tortura-.
-       Jajajja…jajjaja… ¡que me muero!...jajajaj… -le suplicaba Esther-.
-       ¿Te rindes? –le preguntó Maca-.
-       Jajajjaja… ¡me rindo!…jajaj … ¡me rindo!… -gritó Esther esperando a que Maca parara-.
-       ¡Decisión sabiamente tomada! –respondió Maca- ¿Ya puedo tener mi beso?

Esther la miró a los ojos mientras recobraba el aliento. Maca se encontraba recostada sobre ella, pues la había tumbado de espaldas en el sofá y ahora controlaba la situación. El calor corporal de aquella mujer se fue derramando sobre el suyo con sólo tomar consciencia de su presencia. Lentamente acarició la cara de Maca notando como su propio corazón volvía a empezar a galopar ante la expectativa de iniciar lo que hacía horas no hacían. Maca por su parte también empezó a agitarse notando como sus piernas estaban enlazadas y sus caderas unidas, tragó saliva, no sabía cuánto tiempo más podría esperar antes de que Esther le diera luz verde para poder besarla. Por suerte para las dos, Esther elevó el troco apenas lo justo para alcanzar la boca de Maca, que cayó como en un precipicio, imantada por aquellos labios, sobre el cuerpo de Esther ya sin reservas.

Los besos fueron despertando poco a poco otros instintos, otras caricias… la claridad de sus mentes, se volvió poco a poco pesada como el estado de sus cuerpos invadidos por el calor y el deseo, sólo la necesidad de permanecer estrechamente juntas y entregadas se estableció como premisa de ambas, mientras aquel sofá acogía sus movimientos en un vaivén de manos, besos y ropa hecha girones.

-       ¡Esto no puede ser sano! –dijo Maca entre jadeos, mientras sus manos luchaban atrapadas entre la piel de Esther y la camiseta que llevaba puesta- Te deseo tanto, que me duele todo el cuerpo.
-       Pues yo tengo un remedio infalible para eso… -le susurró Esther, y volviendo a acallar a Maca con un beso tórrido, consiguió ponerse encima de aquella mujer mientras con urgencia deslizaba una mano experta entre la ropa interior ajena para calmar aquella fuente de dolencias-.

Maca gimió al instante, arqueando la espalda en un movimiento sensual y de total entrega. Esther podía sentirla vibrar en su mano, sus ojos se saturaban de aquella mujer sublime que entrecerraba los suyos para luego clavarlos en ella hablándole con la mirada como nunca nadie había sabido comunicarse con ella antes. Aquella respiración agitándose, se le trasmitía como onda expansiva haciéndola agitarse al unísono, la sentía en todos y cada uno de sus sentidos… su aroma, su sabor en los labios, en sus papilas gustativas… sus oídos estaban llenos de los tonos ambivalentes de aquella mujer, que tenía la piel tersa y suave hasta la locura. Esther la acarició, como si en cada gesto fuera capaz de acariciar milímetro a milímetro un trocito de cielo, y Maca respondió entregándoselo con generosidad a pesar de sus riesgos.

-       ¡Esther!... –susurró su nombre Maca, sintiendo que el cuerpo le estallaría en mil pedazos-.

Esther sabía que volvería a ser espectadora activa de aquella amalgama de colores en los que Maca se teñía cuando se desbordaba. Se alzó estrechamente sobre ella, la necesidad porque Maca sintiera que estaba con ella era todo lo que pedía… Maca volvió a susurrar su nombre, dejando tras los sonidos de su voz, un placer inusual en el cuerpo de Esther. Entonces ocurrió, aquellos gemidos, aquel temblor, aquel terciopelo cálido entre sus dedos y aquellos dedos y brazos que se aferraron a su cuerpo con una fuerza tan dolorosa como cándida y necesitada. ¡Maca muriendo y renaciendo!, y Esther… tan rendida ante la naturaleza con que Maca la envolvía, que ya no era consciente de dónde se terminaba su “yo” individual, y donde empezaba aquel otro “yo” que Maca había despertado o creado en ella.

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