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31 de diciembre. Noche vieja.
Tras la cena y
tomar las uvas con su madre y sus tíos, Esther se puso el abrigo y tomó un taxi
para ir al encuentro de Kate. Mientras circulaba por las calles, pensó en lo a
gusto que se estaría en pijama en el sofá de su casa, tomando algo calentito y
viendo los típicos programas musicales de fin de año, pero en seguida recordó
los gritos de Kate animándola a que se uniera a la fiesta por teléfono, y una
sonrisa divertida le dijo que ya habría tiempo de calentar culo en el sofá más
adelante. Estaba en Madrid, y tocaba empezar con buen pie el año nuevo.
- Gracias,
quédese con el cambio –le dijo Esther al taxista-.
Esther se
encogió en su abrigo en cuanto salió del coche. Hacía frío y metió las manos en
los bolsillos tratando de ver por dónde tenía que entrar al edificio. Desde
fuera se escuchaba buena música, risas y bastante ambiente, así que sus pilas
se activaron para no quedar en mal lugar. Subió cuatro escalones y llamó a la
puerta, al cabo de un rato alguien la abrió.
-
¡Hola! ¿Tú quien eres? –le preguntó un muchacho con un
gorrito en la cabeza, y una sonrisa que delataba que ya había tomado más de una
copa de alcohol-.
-
Hola, soy Esther, y busco a Kate H…
-
¿Tú eres Esther? –la interrumpió el muchacho cogiéndola del
brazo y tirando de ella para que entrara-.
-
Si… -Esther se rió cuando el chico la metió en el interior
de la casa y empezó a quitarle el abrigo-.
-
¡Morenaaaa! ¡Esther ya ha llegado! –anunció el muchacho
abriendo una puerta y tirando el abrigo de Esther encima de una cama junto al
de los demás-. Anda pasa, que te estábamos esperando. Por cierto, me llamo Tom…
bueno, en realidad Tomás, pero me lo acorto que así queda más cool –le dijo
guiñándole un ojo y soltando una carcajada-.
-
jajaja… vale, Tom.
-
Eyyyyy… has llegado –Kate salió al paso echándole el brazo
por encima y dándole un beso a Esther-.
-
Pues eso te he dicho, que ya la tienes aquí. Por cierto… -Tom
se puso al otro lado de Kate-. ¿Cuándo nos toca ese bailecito?
-
jajajaja… te veo animado –se rió Kate de él-, luego lo
vemos, ¿no?
-
Cuando quieras morena –le dijo Tom, y después se marcho en
busca de más acción-.
-
Simpático tu amigo, ¿no? –le preguntó Esther con una ceja
divertida-.
-
jajaja… es un profesor adjunto de la facultad, lo conozco
solo de hace unos meses, pero es majo –le respondió Kate-.
-
Si, eso parece –sonrió Esther-.
-
Ven, también está Elena, la fotógrafa –le dijo Kate-.
-
Kate, no jorobes, que palo –se detuvo Esther en el acto. Aun
recordaba como había rechazado a la rubia en el acto benéfico, aunque a su
favor tenía que decir, que se lo había tomado muy bien-.
-
jajajaja… déjate de cuentos, si ella ya ni se acuerda. Está
ligando con una profe de inglés –la puso al día Kate-.
-
jajaja… ah vale, madre mía la que tenéis liada en la
facultad. No recordaba yo que el ambiente fuera tan gay cuando estudiaba –se
relajó Esther-.
-
¿No?... jajaja… eso es que no mirabas bien, eras muy
chiquitilla –se metió con ella Kate, y le dio otro achuchón-.
Las dos se
integraron en el grupo de compañeros de Kate, y a Esther no le costó mucho
entablar conversaciones y mostrarse animada. La gente quería disfrutar de la
fiesta y aquello se notaba. Poco a poco fue llegando más gente, de tal modo que
a las tres de la mañana, la casa de dos plantas parecía estar a tope pese a ser
amplia.
-
Kate… Kate… -la llamó Esther acercándose lo suficientemente
a ella para que la oyera. El DJ se había puesto las pilas, y pinchaba lo mas
dance a toda pastilla-. Voy a por otra copa, ¿te traigo algo?
-
Otro coctel de estos rosa, no sé que lleva pero está
riquísimo –le pidió Kate que estaba bailando con Tom y otros compañeros en la
zona de baile-.
-
Vale, ahora vuelvo, así aprovecho y voy al baño –le dijo-.
-
Si el de atrás está lleno, sube al de arriba
-
Ok, ahora vuelvo
Esther se
movió entre la gente, tiró los vasos desechables en una de las papeleras
improvisadas, y fue hacia el baño más cercano. En cuanto vio la cola, se echó
para atrás. No conocía la casa, y le daba palo subir al otro piso, pero
finalmente se decidió y empezó a subir las escaleras. El pulso se le aceleró
nada más verla. Instintivamente parpadeó, al igual que la persona que bajaba
por ellas, incrédulas ambas de estar mirándose a los ojos después de tanto
tiempo.
-
Alex, ¿eres tú? –por fin Esther salió de su asombro y pudo
hablar-.
Alex sonrió y
asintió con la cabeza antes de atreverse a bajar los peldaños que le faltaban
para llegar a ella.
-
¡Esther! ¡Cuánto tiempo! –la saludó-.
Con algo de
torpeza no supieron si darse dos besos o abrazarse, y acabaron riendo por el
encuentro en un abrazo improvisado. Las dos se quedaron mirando con sonrisas
calladas, pero amistosas. Esther pensó que Alex tenía los ojos verdes más brujos
que había visto en su vida. “No me puedo
creer que se me olvidara”, pensó. Estaba guapísima y ya no llevaba su pelo
rubio corto, sino largo. A su lado se sintió pequeña y minúscula.
-
Te has cortado el pelo –dijo Alex rompiendo el momento-.
-
Sí.. jajaja… me apetecía –dijo Esther pasándose una mano por
el cabello-.
-
Me gusta, te queda bien –le dijo Alex, y en su sonrisa
Esther notó que estaba nerviosa-.
-
Gracias, a mí me gusta como lo llevas tú ahora, aunque
siempre fuiste guapísima –dijo Esther sorprendiéndose de decirlo en voz alta-.
Aquello
pareció tranquilizar a Alex, que sonrió agradecida y bajó la mirada algo
avergonzada.
-
Gracias –le contestó-. Sabía que estabas en la ciudad, me lo
dijo Kate, pero no sabía que vendrías a la fiesta.
-
No, yo tampoco sabía si iba a venir
-
Entonces te ha pasado como a mí, que en el último momento
nos hemos apuntado –dijo Alex, y Esther memorizó aquel “hemos” en plural en su
cabeza-.
-
¿No has venido sola? –preguntó sin querer, quizá hubiera
bebido demasiado después de todo-.
-
No, he venido con ella –dijo Alex sonriendo hacia el inicio
de la escalera-.
Esther se dio
la vuelta y miró por donde había subido, de pronto su apertura de ojos fue
mayor. Casi sin comerlo ni beberlo, bajó los peldaños a toda prisa.
-
¡Ohhhh Diossss míoooo! ¡Lauraaaa! –gritó Esther al verla-.
-
jajajaja… madre mía, ni por asomo pensé que me recibirías
así cuando me vieras. Ha pasado tanto tiempo –le dijo Laura cogiéndola en el
abrazo, contenta de por fin dar con ella-.
-
¿Por qué? ¡Tú estás tonta! Cuando Kate me dijo que te había
visto ya estaba yo rumbo a Los Ángeles. Pensaba llamarte cuando volviera, pero
con las navidades, tú ya sabes como son las cosas con mi madre –le sacó de
dudas Esther sobre sus ganas de verla-.
-
A todo tren –dijo Laura con una gran sonrisa-.
-
Exacto.. jajaja… No puedo creerlo, estás estupenda –le dijo
Esther, y luego volvió a abrazarla-.
-
Te he echado de menos –le susurró Laura en mitad del
abrazo-.
-
Yo también a ti, no entiendo como pasa el tiempo tan rápido.
No volvamos a perder el contacto, ¿vale? –le dijo Esther-.
-
Vale –aceptó Laura, aunque algo nervioso se instauró en su
pecho ante aquello. Había algo que aún no se había atrevido a contarle a su
vieja amiga. Aquel recibimiento le había roto los esquemas-.
-
¿Y Eva? ¿También ha venido contigo?... –preguntó Esther en
acto reflejo, luego pensó que había pasado mucho tiempo-… ¿seguís juntas?
-
Bueno, no. Al final rompimos, estamos bien, pero yo me di
cuenta que con ella no llegaría a ninguna parte. Ahora está viviendo en Berlín,
parece que está contenta –le contestó Laura-.
-
Oh, entiendo. Bueno, lo importante es que tú estés bien.
Soltera pues…–Esther quería ponerse al día-.
-
Bueno, no… tampoco… yo… bueno… -Laura empezó a contestar, pero Alex bajó en
ese momento viéndola nerviosa, y se puso a su lado. Su siguiente gesto fue
pasarle un brazo alrededor de la cintura, y Laura se puso roja como un tomate-.
Esther las
miró al principio sin entender, pero pronto se dio cuenta de lo que le costaba
decirle.
-
Alex y yo nos reencontramos hace cuatro años en la facultad,
y bueno, nos costó pero… -empezó a explicarle Laura-.
-
Llevamos un par de años en serio –la ayudó Alex con una
sonrisa-.
El silencio se
impuso entre las tres. A Laura le pareció que hasta la música dejaba de sonar
en aquel justo instante de confesión, hasta que Esther bajó un último peldaño y
las abrazó a las dos.
-
¡Madre mía! ¡Cuánto me alegro por vosotras! –las felicitó a
ambas-.
Laura sintió
el alivio casi de inmediato. Sabía lo que había sucedido en el pasado entre
Alex y Esther, y dejarse llevar por lo que sentía por Alex, al principio, le
había costado demasiado. Que Esther ahora mismo la estuviera abrazando al
enterarse, significaba mucho para ella.
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Holanda.
-
Feliz años nuevo, cariño –Maca la besó en los labios-.
-
Sí, feliz año nuevo, mi amor –Bea también la besó-.
Tara recibió
el beso de ambas, y luego las abrazó echándoles los brazos alrededor del
cuello. Bea y Maca se sonrieron mirándose a los ojos. Tara , estaba feliz de
estar en casa con ellas, y en aquel momento se dieron cuenta, de que la
decisión tomada valdría siempre la pena por aquellos gestos.
-
Tía, ¿ya podemos comernos los buñuelos? –preguntó Tara-.
-
Sí cariño, ya podemos comérnoslos –le contestó-. Pero solo
unos pocos, que luego te duele la barriga.
-
Jo.... yo quiero…
-
Si, tú los quieres todos, pero no… jajaja… -la advirtió Bea.
Tara solía salirse siempre con la suya-.
-
Venga, yo los traigo –se levantó Maca del sofá y fue a por
la caja que habían comprado en el centro-.
Las tres se
pusieron en la alfombra y pusieron los buñuelos de manzana en el centro,
mientras la chimenea las calentaba y en la televisión sonaban los programas
navideños.
-
Tía, ¿entonces ahora como estáis casadas, vais a ser mis
mamás? –preguntó de pronto Tara dejando a las dos calladas-.
-
Bueno cariño, tú ya tienes una mamá, y también un papá, que
aunque no los veas, siempre estarán contigo. Maca y yo, no queremos
sustituirlos, pero te queremos tanto.. tanto, tantísimo… que nos hemos casado
para que cuando termine el curso puedas volver a casa con nosotras, como antes.
¿Te parece bien?
-
Si, si me lo parece. No me gusta el internado, hay un niño
que siempre se mete conmigo. Mary dice que es porque yo le gusto, pero yo no lo
creo… lo que pasa es que es tonto, y yo cuando me enfada mucho, le tiro del
pelo –soltó Tara como si nada, mientras se metía en su pequeña boca otro
buñuelo-.
Bea trató de
no reírse, aunque le hubiera hecho gracia. En cambio Maca tuvo que contenerse
para que no se le escapara, Bea la miró con regaño para que se contuviera. No
estaba bien que Tara pegara.
-
Cariño, pues no tienes que tirarle del pelo a nadie.
Simplemente dile que se esté quieto, o no juegues con él… o se lo dices a los
profesores –le aconsejó Bea-.
-
Los niños dicen que eso es de chivatos… Mary dice…
-
Uy,… uy… uy… mucha gente “dice” por lo que veo. ¿Y tú qué pasa,
que no tienes opinión? ¿no dices nada? –la cortó su tía viendo la línea en la
que iba-.
Tara se la
quedó mirando, primero callada como pensando, luego frunciendo el ceño.
-
Yo digo que él es tonto, y como vuelva a mirar bajo mi
falta, voy a tirarle del pelo –dijo muy seria y enfadada-.
Sin poder
evitarlo Maca estalló en risas, y Bea ya no pudo contenerla. La niña también
empezó a reír sabiendo que había dicho algo gracioso, y ya no pudieron hacer
nada. Las dos habían echado mucho de menos la visión inocente y única de Tara
en la casa.
Me he leído los 3 tomos seguidos y de verdad que me ha encantado la historia. Me gusta mucho como plasmas los sentimientos y emociones de las protagonistas y la evolución que han hecho con el paso de los años. Lástima que no tenga final...
ResponderEliminarFelicidades por tu trabajo.